sábado, 12 de marzo de 2011

Política

«La Escena Contemporánea» El descubrimiento de las multitudes
 (II)

                                                                                          Jorge Oshiro

                                                                                                         


                                                 “El espíritu  revolucionario
                                                  es espíritu  constructivo”
                                                   «Ideología y Política»


Introducción[1]

Mariátegui  decía en el prólogo de la «Escena Contemporánea» que no pretendía dar una explicación sistemática de la época y que esas páginas eran

"impresiones demasiado rápidas o demasiado fragmentarias".

En realidad este libro es mucho más que la simple reunión de "impresiones". En realidad Mariátegui  continúa desarrollando su reflexión ya comenzada en sus conferencias en la Universidad Popular González Prada.[2] Retoma el tema de las conferencias para profundizarlo. Y ya en el prólogo encontramos esta continuidad.

En las conferencias, al analizar las revoluciones europeas criticaba las posiciones reformistas ya que ellas no comprendían las particularidades específicas de cada realidad e introducía el concepto del "relativismo histórico“. En el prólogo continúa esta reflexión. Mariátegui  afirma

"...que no es posible aprehender en una teoría el entero panorama del mundo   contemporáneo. Que no es posible, sobre todo, fijar en una teoría su movimiento".

Para Mariátegui la realidad, aquí expresada en la fórmula "panorama del mundo contemporáneo", es siempre más compleja que el pensamiento que se puede tener de ella; por lo tanto toda ‹teoría›  siempre viene rezagada y con pasos lentos e inciertos:

"Tenemos que explorarlo y conocerlo (el mundo contemporáneo.JO), episodio por episodio, faceta por faceta. Nuestro juicio y nuestra imaginación se sentirán siempre en retardo respecto a la totalidad del fenómeno".

Mariátegui  rechaza por lo tanto todo pensamiento que pretenda elaborar un sistema definitivo, cerrado, capaz de explicar lo real en su totalidad, y continúa la línea de Labriola "que quiere ser renuncia a la pretensión de llevar en el bolsillo el esquema universal de todas las cosas" y acentúa el carácter necesariamente fragmentario del pensamiento por una preocupación metódica de objetividad.
       
Esta preocupación de riguroso respeto frente a la complejidad de la realidad se combina inmediatamente con otro aspecto de su pensar:

"Sé muy bien que mi visión de la época no es bastante objetiva ni bastante anastigmática. No soy un espectador indiferente del drama humano. Soy, por el contrario, un hombre con una filiación y una fe"[3].

Mientras en la primera tesis Mariátegui exige la prudencia del pensamiento frente a la realidad, pues ésta será  siempre mucho más compleja y su devenir demasiado rápido para comprenderla en su totalidad y definitivamente, la segunda defiende categóricamente la necesidad de la toma de posición y con ella toda la densidad de la ‹subjetividad› del pensador.

Esta unidad dialéctica entre la prudencia del pensamiento frente a la realidad (‹principio de la verdad objetiva›) y la necesidad de la toma de partido (‹el principio del compromiso›) caracteriza sustancialmente el pensamiento mariateguiano. Pero esto es una reafirmación de lo ya anunciado en las Conferencias. Al final de la Novena Conferencia de su «Historia de la crisis mundial» decía:

"Estudio los hechos con objetividad; pero me pronuncio sobre ellos sin limitar, sin cohibir mi sinceridad subjetiva. No aspiro al título de hombre imparcial; porque me ufano por el contrario de mi parcialidad".

Este "ufanarse" de parcialidad se fundamenta en el hecho que Mariátegui, como él dice, coloca su pensamiento, su opinión y su sentimiento, "al lado de los hombres que quieren construir, sobre los escombros de la sociedad vieja, el armonioso edificio de la sociedad nueva". Y desde esta perspectiva la búsqueda de la verdad para el revolucionario requiere necesariamente de la lucha, de la polémica, de allí  su ya célebre fórmula:

"...mi temperamento es un temperamento polémico, beligerante y combativo".

Mariátegui es un hombre comprometido con su época y dentro de ella con las clases subalternas. Y compromiso significa tomar posición en la lucha.[4] Por lo tanto la “objetividad“ del comprometido, no puede ser la "objetividad" del "espectador indiferente". Todo el pensamiento mariateguiano se eleva contra cualquier tipo de "pensamiento neutral" o más exactamente con el pensamiento que quiere aparentar neutralidad, pues en la existencia no hay posibilidad de estar por encima de la lucha, es decir por encima de la vida.[5] Por lo tanto, para Mariátegui  su "objetividad" es la objetividad del luchador comprometido, que él llama sinceridad. Y la sinceridad, como se verá  más tarde, es la base de la "verdad objetiva" y sin ella no hay verdad científica [6].

Vamos a comenzar nuestro análisis siguiendo otro orden del libro. Partiremos del segundo capítulo, «La crisis de la democracia», pues es ella el núcleo conceptual del cual parten las otras reflexiones. Los otros capítulos  se organizan en torno a esta «crisis de la democracia».
  
La «Escena Contemporánea» tiene, al igual que sus Conferencias en la Universidad Popular, como teatro principal Europa que se encuentra según Mariátegui en una gran crisis.[7]

Fiel a su ‹filiación y a su fe›, es decir contradiciendo abiertamente el "status de  espectador indiferente", pero buscando siempre la objetividad de los hechos, el texto mariateguiano une dos discursos íntimamente enlazados: el discurso científico (Pensamiento) y el discurso mítico (Sentimiento)[8].

El verbo mariateguiano no solamente quiere "informar objetivamente", sino también quiere a la vez educar, movilizar a sus lectores hacia determinada meta; quiere clarificar las conciencias en determinada dirección, y en función de determinados ideales.

Su discurso es al mismo tiempo vehículo de valores y crítica de antivalores, de simpatía y de antipatía, de admiración y de rechazo. La organización de los textos, las frecuentes reiteraciones de determinadas tesis, los silencios sintomáticos, el magistral uso de los adjetivos van mucho más allá que el mero intento de informar.

Pero estos discursos no atentan nunca contra la verdad de los hechos ni contra la dignidad humana. Tanto el pensamiento de Mariátegui como sus sentimientos son absolutamente límpidos y alturados. De allí  que todos los personajes descritos aquí, - y la mayoría de ellos pertenecen a corrientes política e ideológicas contrarias a la de Mariátegui-, son tratados por el autor con absoluto respeto y seriedad y no raramente con admiración o simpatía.

Esta observación es importante, pues buena parte de la «Escena Contemporánea» está  formada por la "pintura de caracteres" de personajes de la época que tienen importancia política. Esta técnica expositiva no es solamente un recurso literario.

Es mucho más: obedece al contenido teórico que la exposición persigue. Para Mariátegui  la persona no es un mero portador hueco o neutro de determinadas ideas, como para algunos médicos los pacientes son portadores de "casos" de determinadas enfermedades interesantes, exóticas, raras o no. Para él las ideas son los hombres mismos y no hay ideas sin hombres, sin ellos las ideas son abstractas, muertas.

Las ideas, las corrientes políticas  tienen siempre una historia, una biografía, un rostro, de allí  la necesidad de estos "retratos". Pero estos retratos no son puramente ocasionales, ellos se elevan hasta la altura de ‹arquetipos› sintetizando en ellos todo un horizonte (abstracto) de ideas y de hechos históricos.


La Crisis de la democracia

Wilson

"La crisis de la democracia" está  personificada en este capítulo  entre otros a través de Wilson, Lloyd George, Nitti, Amendola y Keynes. Pero cada uno es una expresión singular de este fenómeno complejo.

Wilson es para Mariátegui  y "los hombres de la izquierda..." “el último caudillo del liberalismo y la democracia". Más que contextura de político ha tenido contextura de ideólogo, de maestro, de predicador.

Su idealismo ha mostrado una base y una orientación ética. Su temperamento es religioso y universitario. Ha sido un representante genuino de la mentalidad democrática pacifista y evolucionista. Fue el verdadero vencedor de la guerra mundial en cuyo desenlace "los factores psicológicos y políticos tuvieron... más influencia y más importancia que los factores militares". Para Mariátegui el presidente norteamericano convirtió la contienda contra los alemanes y austriacos en una ‹guerra santa›. El lenguaje empleado por él tuvo "todo el fuego religioso y todo el timbre profético necesarios para emocionar a la humanidad".

"Los Catorce Puntos» inspirados por Wilson prepararon el quebrantamiento del frente ruso políticos  más eficazmente que los tanques, los cañones y los soldados...creó el estado de ánimo que engendró la capitulación". 

Wilson, vencedor en la guerra, fue derrotado en la paz. «Los Catorce Puntos» que debían servir como base para el tratado de paz de Versalles fueron escamoteados por la habilidad de Lloyd George y de Clemenceau. Una segunda derrota y la consecuente desilusión la sufrió el presidente norteamericano en su iniciativa por la creación de la «Sociedad de las Naciones», que "impotente y anémica no ha podido desarrollarse", dice Mariátegui. Y la razón de esta anemia la encuentra él en la crisis profunda en que se encuentra la democracia:

"Proceden de la causa general de la decadencia y del desgaste del régimen individualista. La posición histórica de la Sociedad de las Naciones es, precisa y exactamente, la misma posición histórica de la democracia y del liberalismo".

La burguesía se encuentra en un estado de grave contradicción: políticamente es nacionalista, económicamente, internacionalista. Mariátegui repite aquí una tesis ya expuesta en su «Historia de la crisis mundial»:

"La tragedia de Europa consiste, justamente, en que renacen pasiones y estados de ánimo nacionalistas y guerreros, en los cuales encallan todos los proyectos de asistencia y de cooperación internacionales a la reconstrucción europea".


Lloyd George
               
Mientras el temperamento de Wilson era religioso y universitario capaz de magníficos sermones y prédicas democráticas pero incapaz de adaptar estos grandes principios "al estado de cosas europeo", la personalidad de Lloyd George era completamente diferente.

"Lloyd George es un personaje sin filiación dogmática, sectaria, rígida. No es individualista ni colectivista; no es internacionalista ni nacionalista".

El británico es un político alejado de los extremos, "es conciliador, casi agnóstico". Es un táctico y estratega político sin punto de vista rígido. Sus puntos de vista son provisorios, mutables, precarios y móviles. La elasticidad es su virtud. "Lloyd George no desea ser sino un artesano, un constructor del presente". El está  en constante rectificación, en permanente revisión de sus ideas. Ocupa invariablemente una posición centrista, transaccional, intermedia. "Lloyd George es un político estructuralmente posibilista”.

"Piensa que la línea recta es, en la política  como en la geometría, una política teórica e imaginativa. La superficie de la realidad política  es accidentada como la superficie de la Tierra. Sobre ella no se pueden trazar líneas rectas sino líneas geodésicas".

Es un político de fina sensibilidad, dotado de órganos  ágiles para la percepción original, objetiva y cristalina de los hechos. Es avisado, sagaz y flexiblemente oportunista. No se obstina jamás. Reserva su insistencia, su tenacidad, para el instante propicio, para la coyuntura oportuna. "Y está  siempre pronto a la transacción, al compromiso".

Un ejemplo de su oportunismo y posibilismo fue su actuación en el Tratado de Paz de Versalles. Tenía posición contraria a las exigencias aliadas del pago alemán de las indemnizaciones de guerra, sabía que este país no era capaz de responder a ello. Pero por las circunstancias del momento, "ambiente delirante, frenético, histórico, de la victoria lo obligó a adherirse a la tesis contraria”.

El elector inglés mal informado sobre la situación económica alemana y no queriendo pagar los gastos causados por la guerra exigía que el vencido asumiera este peso. En las elecciones inmediatas al armisticio, para no perderlas Lloyd George tuvo que recoger en su programa electoral esa aspiración del elector inglés y hacer suyo el programa de paz del adversario. Esta misma actitud de oportunismo político la encontramos en su comportamiento frente a la joven revolución rusa. Por momento la ha condenado, en otros "ha coqueteado con ella a hurtadilla". Al comienzo suscribió el bloqueo y la intervención militar de la Entente, luego al ver la consolidación de las instituciones rusas preconizó su reconocimiento. Luego

"con verbo encendido y enfático denunció a los bolcheviques como enemigos de la civilización".

En relación a la lucha de clases la visión de Lloyd George es europea.

"Su política se inspira en los intereses generales del capitalismo occidental y recomienda el mejoramiento del tenor de vida de los trabajadores europeos, a expensas de las poblaciones coloniales de Asia, Africa, etc.".

Lloyd George tiene aversión a la confrontación directa con los obreros, piensa más bien que es necesario distribuir entre ellos los beneficios de las utilidades obtenidas en la explotación del resto del mundo.

"Hay que extraer del bracero asiático, africano, australiano o (latino) americano los chelines necesarios para aumentar el confort y el bienestar del obrero europeo y debilitar su anhelo de justicia social". 

Frente a la actitud de los reaccionarios que quieren reprimir con la violencia las aspiraciones revolucionarias de la clase obrera, Lloyd George y los reformistas

"creen que no es posible asfixiarla, aplastarla, sino más bien, domesticarla".

Mariátegui  piensa que entre los extremos políticos de Europa hay todavía una heterogénea zona intermedia, "psicológica y orgánicamente democrática y evolucionista". Esta zona está  dispuesta a las transacciones entre las posiciones revolucionarias y conservadoras.

"Lloyd George es uno de los líderes sustantivos de esa zona templada de la política".


Nitti

Europeísta como Lloyd George era también el italiano Nitti. Éste junto con Keynes y el francés Caillaux fueron los pioneros de la política  llamada de "reconstrucción europea". Ellos defendían, según Mariátegui,

"una política  de asistencia y de cooperación entres las naciones y la solidaridad de las clases".

Alejado de todo extremismo y de toda efervescencia política  e ideológica la "dialéctica de Nitti es sobria, escueta, precisa". Como Lloyd George es Nitti un relativista de la política.

El pertenece a esa categoría de políticos, dice nuestro autor, que no tienen fe en la ideología burguesa como un Wilson ni tampoco fe militante en la ideología socialista como un Trotsky. Por lo tanto siempre están dispuestos a la transacción, al compromiso entre ambas posiciones. Esto no significa que este político no tenga principios fundamentales. La generación de Nitti tiene una creencia, dice Mariátegui:

"La fe, la creencia en la Civilización Occidental. La raíz de su evolucionismo es esta devoción íntima".

Para ellos, según Mariátegui , no se trata de conservar el orden viejo ni de crear el orden nuevo: "se trata de salvar la Civilización, esta Civilización Occidental, esta ‹abendländische Kultur› que según Spengler, ha llegado a su plenitud y, por ende, a su decadencia". Como Lloyd George, Nitti se siente europeo, "se siente blanco". No le preocupa la suerte de la Humanidad con mayúscula, sino "de la humanidad blanca".

"No acepta el imperialismo de una nación europea sobre otra; pero sí acepta el imperialismo del mundo occidental sobre el mundo cafre, hindú,  rabe o piel roja".

Nitti gobernó Italia en plena efervescencia revolucionaria y contra todas las presiones de las fuerzas reaccionarias hizo concesiones a la clase obrera.

"Avizor y diestro, comprendió que oponer a la revolución un dique granítico era provocar, tal vez, una insurrección violenta".

Era mejor abrir algunas válvulas de escape. Hoy se sabe, afirma Mariátegui, que Nitti salvó a la burguesía italiana de los asaltos de la revolución en los años inmediatos a la Primera Guerra Mundial. Menos oportunista que Lloyd George, Nitti no se plegó a la tendencia general de aceptación del fascismo. Se retiró a su vida de estudioso, de investigador y de catedrático. Mariátegui  concluye su análisis de Nitti:

"El instante no es favorable a los hombres de su tipo. Nitti no habla un lenguaje pasional sino un lenguaje intelectual. No es un líder tribunicio y tumultuario. Es un hombre de ciencia, de universidad y de academia. Y en esta época  de neo-romanticismo, las muchedumbres no quieren estadistas sino caudillos, no quieren sagaces pensadores, sino bizarros, míticos y taumatúrgicos capitanes".


Amendola

Contrario a Nitti y próximo a Wilson, es el otro italiano, Giovanni Amendola:

"En Amendola la democracia no es una fórmula retórica...en Amendola la democracia es una idea dinámica, que constrastada y perseguida encarnizadamente por el fascismo, readquiere un poco de su primitiva beligerancia y de su decaída combatividad".

La historia de Amendola pertence, según nuestro autor, enteramente a la post-guerra. El no se formó políticamente bajo la influencia de personas como Giolitti de la ante-guerra. Amendola ocupó desde el primer momento un puesto de combate en el grupo nittiano, esto es, en el sector reformista y radical de la burguesía italiana. Fue por lo tanto uno de los artífices de la política  de transacciones y de compromiso llevada a cabo por Nitti para detener la ola revolucionaria.

Posteriormente en la evolución de la burguesía hacia el fascismo, que comenzó con el gobierno de Giolitti, Amendola se mantuvo hostil contra él. Con el fascismo en el gobierno fue Amendola el líder de la oposición del Aventino. Esta oposición parlamentaria fracasó y no pudo traer abajo a Mussolini del poder. El único camino real era la propuesta de los comunistas. Pero el camino revolucionario no fue del gusto de los liberales. Tampoco era del gusto de Amendola.

"Pero entre la gente del Aventino, Amendola tiene al menos el mérito de una consistencia ideológica y de una arrogancia personal, muy poco frecuentes en la desvaída fauna liberal".

Amendola fue uno de los condottieri de la batalla del Aventino. Hasta el último momento resistió con energía la vuelta al parlamento. El retiro de la oposición, piensa Mariátegui, fue un gesto de virtualidad revolucionaria. Era la declaración de que contra el fascismo de Mussolini no era más posible batirse parlamentariamente y dentro de la legalidad. Era necesario romper con ella y propiciar la insurrección. El primer paso fue dado pero la inconsecuencia política  de la mayoría de la oposición negó el segundo.

"Su objetivo (de los liberales,JO) no era sino la normalización . Ilusoriamente pensaban ellos que el simple retiro del parlamento iba a obligar a Mussolini abandonar el poder".

Se equivocaron. Lo que diferenciaba a Amendola de toda esa "fauna liberal" era su entusiasmo y la beligerancia que tenía en su teoría y en su práctica la vieja idea liberal.

"El líder del Aventino cree de veras en la democracia, con ese inquebrantable empecinamiento de los pequeños burgueses, nutridos de la filosofía de dos siglos de apogeo de la civilización occidental. Y, como Wilson hablaba de una nueva libertad, este discípulo y lugarteniente de Nitti habla de una nueva democracia".

Precisamente era ésta la ilusión del italiano.

"La nueva democracia de Amendola es tan quimérica como la nueva libertad de Wilson".

El pensamiento y la actitud del lider del Aventino era expresión de

"la recalcitrante mentalidad de una pequeña burguesía, sorda a todas las notificaciones de la historia".

Y la impotencia en que se debate el liberalismo en Italia "es la impotencia en que se debate en todo el mundo la vieja democracia".
       
Las figuras de Wilson y de Amendola, como se ha visto encarnaban la vieja democracia liberal. La grandeza de ambos, pero también su gran fragilidad consistía en que estos personajes, con sustancia espiritual, eran en realidad figuras aisladas, sin respaldo histórico, sin sustancia social, pues las ideas que ellos encarnaban vigorosamente habían dejado ya de ser actuales. Ambos recibían la calificación de ilusos en todo su vigor. Lloyd Georg y Nitti en cambio pertenecían a una nueva generación que había perdido su fe en la democracia. Era una generación de la transición, de allí  su relativismo, su oportunismo político. Esto hace su fuerza, pero también su debilidad.

Mientras en Wilson encontraba Mariátegui  residuos de pasión, de fuego doctrinario y en Amendola, el vigor y la fuerza de la fe en su propia doctrina, Nitti tenía la cualidad del racionalista en política  y Lloyd la flexibilidad del fino estratega de lo inmediato, artista de lo conyuntural. Cualidades no desdeñables en política, pero que no correspondía al temperamento revolucionario de Mariátegui.

Wilson y Amendola por un lado, Nitti y Lloyd George por otro, eran en síntesis dos diferentes expresiones personales de una misma crisis, la crisis de la democracia. Esta crisis, manifestada en la inoperancia de la «Sociedad de las Naciones», se expresó nítidamente en las elecciones inglesas de 1924.


Las elecciones inglesas de 1924
         
Estas elecciones terminaron con un sistema democrático secular en Inglaterra de distribución del gobierno político entre whigs y los tories. La irrupción de los laboristas rompió definitivamente este sistema bipartidario, que según Mariátegui, era el lujo de la burguesía de tener, hasta la guerra "dos  ánimas, dos mentalidades y dos cuerpos".

En 1923 llegaron los laboristas al poder y convirtió el sistema en un provisorio tripartidismo. Para luchar en las nuevas elecciones contra el nuevo partido intruso, liberales y conservadores tuvieron que unirse. A expensa de los liberales, los conservadores obtuvieron la mayoría parlamentaria que les consintió acaparar solos el gobierno. Los laboristas perdieron algunas diputaciones, pero el verdadero perdedor fueron los liberales. "Este es" pronostica nuestro autor, "el sino del liberalismo en nuestros tiempos..."

“Allí  donde el capitalismo asume la ofensiva contra la revolución, los liberales son absorbidos por los conservadores".

Mariátegui ve un íntimo paralelo entre la derrota liberal en Italia y en Inglaterra. La capitulación de los liberales ante el fascismo tiene el mismo sentido que la capitulación de los liberales frente a los conservadores ingleses.

"La burguesía deserta en todas partes del liberalismo"... "La crisis Contemporánea  es una crisis del Estado demo-liberal".

Para Mariátegui la crisis del Estado demo-liberal obedece al desarrollo histórico del capitalismo europeo. El liberalismo fue la expresión ideológica y política del capitalismo en un momento determinado de su desarrollo. Queriendo superar la traba feudal en su camino expansionista "el capitalismo necesitaba para prosperar", dice el revolucionario peruano,

"que los hombres tuvieran libertad de conciencia y libertad individual. Los vínculos feudales estorbaban su crecimiento. La burguesía abrazó, en consecuencia, la doctrina liberal".

Provisto de esta ideología abatió al feudalismo. Después de obtener sus objetivos, la burguesía comenzó a distanciarse de ella pues

"...la idea liberal es esencialmente una idea crítica, una idea revolucionaria. El liberalismo puro siempre tiene alguna nueva libertad que conquistar y alguna nueva revolución que proponer".

La burguesía se había distanciado del liberalismo, pero éste no podía ser abandonado impunemente. Inmediatamente la reacción tomó el mando político y como ocurría en Italia, decía Mariátegui, pretendía "una restauración anacrónica de métodos medievales". Y con esto habían aparecido los condottieri, que prepotentes y caprichosos no coincidía en esencia con el sistema económico del capitalismo actual. En este sentido:

"El espíritu crítico y revolucionario del liberalismo, trasmigró del Partido Liberal al partido obrero".

Y el uso de la terminología del liberalismo en boca de los burgueses había perdido todo contenido, se había vuelto hueca, vacía. "La función de la burguesía no es ya liberal sino conservadora" afirma nuestro autor línea más tarde: "El antiguo liberalismo ha cumplido su trayectoria histórica".[9] El destino del partido liberal está  por tanto sellado. Mariátegui:

"La disolución del Partido Liberal predice, categóricamente, la suerte de los partidos intermedios, de los grupos centristas".

De allí  la conclusión de esta tesis:

"El duelo, el conflicto entre la idea conservadora y la idea revolucionaria, ignora y rechaza un tercer término".

La tendencia de lucha de los extremos caracteriza para nuestro autor la situación europea postbélica:

"La política, como todas las cosas, tiene únicamente dos polos. Las fuerzas que están haciendo la historia Contemporánea  son también solamente dos".

El desarrollo general "de las cosas" tiene como eje este proceso de polarización de los contrarios. Es en esta visión de las cosas descansa su tesis sobre la necesidad de tomar partido.[10]


El imperio y la democracia yanqui

A la crisis de la democracia pertenecía también la aparición de los Estados Unidos como potencia mundial.[11] El crecimiento capitalista norteamericano tendía necesariamente a la expansión. El mercado interno ni las colonias eran suficientes.

La participación de este país en la guerra, lejos de las declaraciones de Wilson, "fue dictada por un interés imperialista" y en oposición de todos los países europeos, los EEUU salieron masivamente fortificados del conflicto y con esto "se convirtieron en arbitro de la suerte de Europa".

Acumuló más de la mitad del oro del mundo y con esto fue creciendo la necesidad de defender y acrecentar esta potencia. "El verbo de Wilson los embarazaba y molestaba". Y a esto Mariátegui  añade: "el programa wilsoniano, útil en tiempo de guerra, resultaba inoportuno en tiempo de paz". La nueva Libertad "creada y defendida por Wilson beneficiaba a todo el mundo pero no a su propio país". De allí  que los demócratas perdieran las elecciones y volvieran los republicanos al poder.

Al nuevo presidente Coolidge le faltaba estatura histórica, le faltaba dimensión mundial.

"Pero para algo”, escribe Mariátegui irónicamente, "había periódicos, agencias y escritores listos a inventarle una personalidad estupenda a un candidato la Presidencia de la República". 

Falto de personalidad y de relieve los periódicos le encontraron una cualidad: su silencio.[12] La victoria de los republicanos se debía, según nuestro crítico, a la prevalencia del imperialismo sobre la democracia. El partido de Coolidge representaba esta tendencia. El hecho de que un personaje sin jerarquía política  ocupara la máxima responsa- bilidad en la dirección de un país como los Estados Unidos obedecía a un movimiento subterráneo:

"El poder económico confiere el poder político " (1925:65)

La fuerza política  de este país gigante era su fuerza económica.

"El plan Dawes, que los Estados europeos juzgan salvador y taumatúrgico, es, ante todo, un plan de la banca norteamericana".

El interés de los EEUU por la reconstrucción de Europa no tenía absolutamente carácter humanitario. Su interés era francamente económico. La crisis económica y el empobrecimiento de Europa hubiese significado para la economía norteamericana la pérdida   de inmensos mercados.
Notas:

[1] «La Escena contemporánea» fue el primer libro publicado por nuestro autor y apareció por primera vez  en  1925 en la editorial Minerva, fundada por el propio Mariátegui. Reúne artículos escritos en el período  1923 y 1925, es decir coincide parcialmente con las conferencias analizadas en el capítulo anterior.
[2] A.Melis, escribe en la introdr. de la  «La Escena Contemporánea»: "Medio siglo después de esta primera edición, lo que más impresiona de esta obra es justamente su organicidad, su plan coherente, su capacidad de sintetizar toda una fase histórica".
[3] La posición de Gramsci es la misma: "Odio gli indifferenti. Credo come Federico Hebbel che vivere vuol dire essere partigiani...L'indifferenza è il peso morto della storia...L'indifferenza opera potentemente nella storia. Opera passivamente, ma opera...Indifferenza è abulia è  parassitismo, vigliaccheria (cobardía JO), non è vita...Vivo, sono partigiano. Perciò odio chi non parteggia, odio gli indifferenti".
[4] La toma  de  posición  descansa en nuestro autor en la visión de la realidad social-histórica como desarrollo a través de polos  opuestos: “La política, como todas las cosas, tiene únicamente dos polos. Las fuerzas  que están haciendo la historia contemporánea son  también solamente dos”.
[5] La  posición de Gramsci es similar. Criticando al cientifismo de Henri de Man escribe: “La actitud de De Man, en cambio es cientifista: se inclina hacia el pueblo no para comprenderlo desinteresadamente... sino como el zoólogo que observa un mundo de insectos, exactamente igual como Maeterling observa a las abejas y las termitas”.
[6] Y con esta declaración de la búsqueda de la verdad a partir del compromiso cierra nuestro autor su prólogo a «La Escena Contemporánea» que abarca siete capítulos desiguales que analizan el fascismo, la crisis de la democracia, el significado de la Revolución Rusa, la crisis del socialismo, el papel de los intelectuales, la significación del Oriente y el problema del semitismo y del antisemitismo
[7] "De ella va a surgir, según todas las probabilidades y según todas las previsiones, la civilización proletaria, la civilización socialista, destinada a suceder a la declinante, a la decadente, a la moribunda civilización capitalista, individualista y burguesa".
[8] Siguiendo a Unamuno entiendo aquí por "discurso mítico" la visión del mundo a partir del Sentimiento: "El sentimiento del mundo, de la realidad objetiva, es necesariamente subjetivo, humano, antropomórfico”. Este "sentimiento del mundo" lo va a calificar en otro pasaje:"No quiero engañar a nadie ni dar por filosofía lo que acaso no sea sino poesía o fantasmagoría, mitología en todo caso". La radical y consecuente reivindicación mariateguiana del Sentimiento trae implícitamente la revalorización del Mito como polo dialéctico del pensamiento científico. Por otro lado se aprecia en el desarrollo del pensamiento filosófico europeo en la última década (desde los setenta del siglo XX) un franco "redescubrimiento" de la dimensión del sentimiento como elemento filosófico fundamental. Es a través de los sentimientos que captamos el mundo de los valores, que es a su vez presupuesto para aprehender el mundo de las  cosas, pues, como se sabe, percibimos "objetivamente" principalmente cosas que aparecen como valiosas, como valores. Max Scheeler und Nicolai Hartmann por ejemplo vuelven a estar presentes en la  atención de los lectores actuales de filosofía.
[9] Mariátegui  reconoce al "antiguo liberalismo“ sus méritos históricos, de la misma manera que reconocía también sus méritos a la II. Internacional. Esto acentúa el profundo sentido histórico de nuestro autor y por otro lado su lógica dialéctica. Esta como la otra son formas históricas superadas.
[10] A esta concepción se debe agregar inmediatamente que el propio Mariátegui  diferencia dos épocas  históricas. Una de ellas es la época "romántica" y la otra la "administrativa“ (burocrática). La polarización de los extremos se da en la primera, mientras que en la segunda los momentos intermedios se multiplican. Volveremos otra vez a este tema.
[11] "Los Estados Unidos, más que una gran democracia, son un gran imperio".
12 Así se convirtió Coolidge la encarnación del Silencio -en oposición al Verbo de Wilson. Generalmente estos hombres mudos y taciturnos no callan, dice nuestro autor, porque sean discretos, sino simplemente porque no tienen nada que decir, pero a la humanidad, escribe Mariátegui irónicamente, le agrada y le atrae irresistiblemente todo lo que tiene algo de enigma, de misterio.

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