sábado, 12 de marzo de 2011

El Proyectado Viaje a Buenos Aires de Mariátegui



Eduardo Ibarra


El análisis de las causas y del objeto de este viaje, tiene, sin la menor duda, especial importancia, pues, a más de permitir la necesaria crítica a las versiones antojadizas y malintencionadas de algunos autores, permite esclarecer la importante cuestión de la actitud de Mariátegui ante la lucha interna en el Partido Socialista del Perú. Este es el propósito del presente artículo.

I

En enero de 1927, Luis Valcárcel y Carlos Manuel Cox fueron apresados a raíz de una conferencia dictada por el primero en la ciudad de Arequipa. Valcárcel fue puesto en libertad algunos días después, mientras Cox fue deportado. Este hecho denunciaba ya la actitud del gobierno de Leguía ante el movimiento que generaba la revista Amauta y constituye el antecedente inmediato de la represión de junio.

En el número 9 de la revista Amauta (mayo 1927), dedicado a la acción antiimperialista, habían aparecido, entre otros, artículos como Mientras ellos se extienden, de Jorge Basadre; Ellos y nosotros, de Martínez de la Torre; América para la humanidad, de Dora Mayer; Nuestro nacionalismo, de Núñez Valdivia; Sobre el papel de las clases medias en la lucha por la independencia económica de América Latina, de Haya de la Torre. Este contenido central de la revista desató, pues, las furias del gobierno de Leguía y de los intereses que representaba y, así, el 5 de junio Amauta fue clausurada, Mariátegui fue recluido en el Hospital Militar de San Bartolomé y decenas de luchadores sociales fueron confinados en la isla de San Lorenzo (1).

En carta del 10 de junio de 1927, dirigida a La Prensa, Mariátegui denunció la patraña gubernamental: “1ª- “Acepto íntegramente la responsabilidad de mis ideas, expresadas claramente en mis artículos de las revistas nacionales o extranjeras en que colaboro o de la revista “Amauta”, fundada por mí en setiembre último, con fines categóricamente declarados en su presentación; pero rechazo en modo absoluto las acusaciones que me atribuyen participación en un plan o complot folletinesco de subversión”. “2ª- Remito a mis acusadores a mis propios escritos, públicos o privados, de ninguno de los cuales resulta que yo, marxista convicto y confeso, -y como tal, lejano de utopismos en la teoría y en la práctica- me entretenga en confabulaciones absurdas como aquella que la policía pretende haber sorprendido y que tampoco aparece probada por ninguno de los documentos publicados”. “3ª- Desmiento terminantemente mi supuesta conexión con la central comunista de Rusia (o cualquiera otra de Europa o América); y afirmo que no existe documento auténtico alguno que pruebe esta conexión. (Recordaré a propósito que cuando se dio cuenta de los resultados del registro de la oficina rusa de Londres, se anunció que no se había encontrado, entre las direcciones o datos de corresponsales de América, ninguno relativo al Perú)”. “5ª- Tengo segura noticia de que la reunión sorprendida por la policía en el local de la Federación Gráfica, ha sido una reunión de la editorial Obrera “Claridad” que nada tenía de ilícita ni clandestina. Las citaciones respectivas se publicaban en los diarios”. “No rehuyo ni atenúo mi responsabilidad. La de mis opiniones las acepto con orgullo. Pero creo que mis opiniones no están, conforme a la ley, sujetas al contralor y menos a la función de la policía ni de los tribunales” (2). Y en carta de fines del mismo mes, dirigida a La Correspondencia Sudamericana, precisó: “En el Perú no se ha descubierto ninguna conspiración comunista. La policía no ha podido apoyar sus enfáticas aseveraciones en ninguna prueba seria. Los documentos publicados consisten en cartas cambiadas entre estudiantes desterrados y obreros de Lima, que no contienen más que la reafirmación de ideas fervorosamente profesadas y la enunciación de propósitos de propaganda”. En las mismas líneas, hizo un balance de la represión: “reclusión en la Isla de San Lorenzo de cuarenta ciudadanos, entre escritores, intelectuales y obreros; clausura de la revista “Amauta’”, órgano de los intelectuales y artistas de vanguardia; deportación de los poetas Magda Portal y Serafín del Mar a la Habana; acusaciones y vejámenes  a la poetisa uruguaya Blanca Luz Brum, viuda del gran poeta peruano Juan Parra del Riego; cierre por una semana de los talleres y oficinas de la Editorial Minerva; prisión mía en el Hospital Militar donde permanecí seis días, al cabo de los cuales se me devolvió a mi domicilio con la notificación de que quedaba bajo la vigilancia de la policía” (3).

Con este esclarecimiento y esta denuncia, Mariátegui desinfló la patraña gubernamental y mostró ante la opinión pública nacional e internacional las dimensiones de la represión. Pero al hacer esto, asumió la responsabilidad de sus ideas y marcó la diferencia entre el utopismo de confabulaciones absurdas y el realismo de una concepción revolucionaria. Esta lección mariateguiana está absolutamente vigente.

En una carta de Gamaliel Churata a Mariátegui del 2 de julio de 1927 se habla de la idea del segundo de viajar a Buenos Aires: “De cuanto tiene usted la amabilidad de comunicarme en relación a sus planes, nada me impresiona mejor que su idea de ir a Buenos Aires. Estoy completamente convencido que usted no debe esperar a que el Gobierno del país le impida seguir publicando Amauta, sino que debe usted alzar anclas con motivo de lo ocurrido y plantarse en esa capital, donde así como se acrecienta su figura de apóstol de una espiritualidad continental autóctona, irradia su obra en condiciones que luego la harán indestructible” (4). Por su tenor, es claro que la carta de Churata respondía a una de Mariátegui (5). “Con motivo de lo ocurrido”, dice Churata, y esto sugiere que el maestro le había referido puntualmente la represión desatada por el gobierno de Leguía contra el movimiento popular e intelectual, el cierre de Amauta y su misma prisión, sugiriendo así los dos últimos hechos como las causas de su idea de viajar.

La primera noticia directa de Mariátegui relativa a dicha idea que proporciona la Correspondencia aparece en su carta a Samuel Glusberg del 30 de setiembre: “Trataré de reanudar en Lima la publicación de “Amauta”. Si no pudiera conseguir la reconsideración de su clausura, me dedicaré a preparar mi viaje a Buenos Aires para establecer ahí la revista, que tiene extensa base de circulación americana, y seguro éxito en el Perú, donde la considerable importación de revistas argentinas consiente introducirla en gran escala, aun en el caso de que se prohiba su entrada. Me sería absolutamente imposible permanecer sofocado aquí material e intelectualmente. Mi presencia en el Perú debe tener un objeto. Si lo pierde, nada la justifica” (6).

En la carta del 15 de octubre de 1927 a Enrique Bustamante y Ballivián, Mariátegui ratificó la causa y el objeto de su idea de viajar a la capital argentina y precisó algunos conceptos significativos: “El descomunal bluff del complot comunista se ha desvanecido, en tanto. De suerte que, apenas restablecido, he podido abordar el problema de la reorganización de “Amauta” dentro de ambiente más sereno. Yo me lo había planteado desde el primer momento en los siguientes inflexibles términos: o se me consentía continuar “Amauta” en Lima o yo tomaba el camino del destierro para establecerla en Buenos Aires. La rigidez de este esquema no procede naturalmente de que yo considere indispensable para la salud del Perú ni para la misión de su vanguardia la salida de “Amauta”, sino de que identifico momentáneamente con esta obra las posibilidades y el sentido mismo de mi trabajo intelectual en el Perú. Aparte de que, personalmente, considero imposible vivir dentro de una atmósfera física y espiritualmente sofocante. La justificación de mi permanencia aquí, la encuentro enteramente en mi trabajo” (7).

En esta etapa hay otras referencias a la idea del viaje en cartas como la de Luis Valcárcel del 7 de julio de 1927, la de Oscar Herrera del 6 de noviembre del mismo año, la de Samuel Glusberg de diciembre del mismo año también, la de Alberto Hidalgo sin indicación de día y mes pero con indicación del año anotado en este párrafo.

Tanto las declaraciones de Mariátegui como las de sus amigos prueban, pues, que la idea del viaje a Buenos Aires se derivó de la clausura de Amauta y del acoso policial que se prolongó más allá de la represión del 5 de junio. Y que su objeto era “establecer ahí la revista”. Como se ha visto, la publicación de Amauta en Argentina y su introducción al Perú, incluso por vía ilegal, fue una posibilidad considerada ya por Mariátegui en setiembre de 1927. Sin embargo, como se ha visto también, el maestro trataba entonces de conseguir el levantamiento de la clausura de su revista y, así, permanecer en el país. Por otro lado, como dice la cita, no consideraba “indispensable para la salud del Perú ni para la misión de su vanguardia la salida de “Amauta”, lo que significa que en su espíritu el maestro no anidaba ningún sentimiento egotista ni en su pensamiento la idea de que la misión de la vanguardia dependiese rígidamente de la salida de la revista. Ciertamente en su proyecto político, Amauta cumplía la función de cribar la vanguardia: “Amauta” cribará a los hombres de la vanguardia –militantes y simpatizantes– hasta separar la paja del grano. Producirá o precipitará un fenómeno de polarización y concentración” (8). Pero la cita sugiere que esta función podía ser cumplida también por otro medio. Consideraba Mariátegui, sin embargo, que, temporalmente, sus posibilidades y el sentido mismo de su trabajo intelectual en el Perú se identificaba con la obra de Amauta, y que, debido a esto, su permanencia en el país dependía de que pudiese seguir publicándola. A esas alturas su idea de viajar era, pues, una disposición condicional

En una del 25 de octubre de 1927, Carlos Sánchez Viamonte le transmitió a Mariátegui: “Encantado con las noticias que me da de su salud y deseando (perdóneme el egoísmo) que se vea precisado a radicarse entre nosotros para seguir publicando Amauta” (9). En una del 29 del mismo mes y año, Oscar Herrera le informó al maestro: “Siguiendo mi costumbre contesté su carta aprovechando el primer correo salido después de su recepción y le hablaba entonces de la favorable acogida que Ud. Tendría en esta gran ciudad por las gentes de letras, que conocen bastante su obra y aprecian su valor debidamente. Le decía posteriormente, al escribirle por segunda vez sobre la posibilidad de su venida a ésta, que el Dr. Alfredo Palacios se había comprometido espontáneamente a presidir una manifestación que le recibiría a Ud. en la estación del ferrocarril” (10). Estas cartas –remitida la primera desde La Plata y la segunda desde Buenos Aires– demuestran que, a cuatro meses de la represión de junio, la noticia del viaje de Mariátegui había circulado ampliamente en Argentina. En una del 1º de noviembre de 1927, Samuel Glusberg ratificó las palabras de Herrera: “Aquí se le aprecia mucho y de venir usted a Buenos Aires se encontraría con numerosos amigos” (11).

Así, pues, mientras las clases dominantes peruanas acosaban y reprimían a Mariátegui, argentinos y peruanos residentes en Argentina le abrían los brazos para que continuara allí su acción revolucionaria.

En diciembre de 1928, es decir a seis meses de su clausura, Mariátegui logró que Amauta viera nuevamente la luz (12). Por esto se quedó en el país, aunque sin desechar la idea de su traslado a Buenos Aires. En su carta a Glusberg del 10 de enero de 1928, explicó esta situación: “He conseguido reanudar la publicación de “Amauta” en Lima. Pero, naturalmente, los azares de la política criolla pueden, después de un tiempo, interrumpirla otra vez. La policía peruana no sabe distinguir entre especulación ideológica y conspiración o montonera. Si “Amauta” sufriera una nueva clausura, renunciaría a la tarea de rectificar el juicio de esta gente y me dirigiría a Buenos Aires donde creo que mi trabajo encontraría mejor clima y donde yo estaría a cubierto de espionajes y acechanzas absurdas” (13). Esta declaración demuestra que Mariátegui mantenía viva la idea de viajar, pues sabía perfectamente que el acoso a su persona no era una cuestión episódica, sino permanente.

En una del maestro a Nicanor A. de la Fuente del 29 de diciembre de 1927, se puede leer: “Quiero comunicarle yo mismo la reaparición de “Amauta”. El número ha encontrado aquí entusiasta acogida y caluroso comentario. “Amauta” entra en una fase de estabilización” (14). Ciertamente la represión del 5 de junio había significado un corte en el desarrollo normal de Amauta, pero únicamente un corte temporal. Esto determinó el optimismo de Mariátegui, en cuyo espíritu, sin embargo, no amenguaba una actitud alerta: “los azares de la política criolla pueden, después de un tiempo, interrumpirla otra vez”.

II

La situación de permanente vigilancia y acoso en que Mariátegui tenía que trabajar por dotar al proletariado peruano del instrumento político para su emancipación, acusó una segunda etapa a partir de setiembre de 1929. En esta fecha el gobierno de Leguía confinó en la Isla de San Lorenzo a Juan Jacinto Paiva, colaborador del periódico Labor, prohibió la publicación del número 11 de este periódico y sus polizontes requisaron los ejemplares que se exhibían.

En carta del 18 del mencionado mes al Dr. Benjamín Huamán de los Heros, a la sazón Ministro de Gobierno y Presidente del Consejo de Ministros, Mariátegui señaló: “LABOR” es un periódico doctrinario e informativo, absolutamente extraño a los intereses políticos actualmente en juego, que al mismo tiempo que un propósito de educación ideológica de las clases trabajadoras –obreras y campesinas– sirve a la defensa de los intereses y derechos de éstas. Es posible que la existencia de este periódico resulte incómoda a las grandes empresas mineras que infringen las leyes del país en daño de sus obreros; es posible que tampoco sea grata al gamonalismo latifundista, que se apropia de las tierras de las comunidades, celosamente amparadas por “LABOR” en su sección “El Ayllu”. Pero ni uno ni otro hecho me parece justificar la clausura de este periódico por razones de orden público. Le adjunto una colección completa de “LABOR” para que Ud. aprecie el fundamento de mi reclamación”. “Personalmente, en fin, no quiero creer que Ud., S.M., asocie su nombre a la supresión de un periódico de ideas, que se publica bajo la dirección y la responsabilidad de un escritor que obedece en toda su obra a la más respetable ideología” (15).

De esta forma marcó la diferencia entre la propaganda antigubernamental saturada de la política circunstancialmente en juego y la propaganda estratégica apuntada a la educación ideológica de las clases trabajadoras; el sentido antiimperialista y antifeudal de la defensa de los intereses y derechos de esas clases sociales; la diferencia entre la forma vergonzante de asumir el marxismo y la forma proletaria de profesar la ideología más respetable del mundo contemporáneo. Esta lección mariateguiana también está absolutamente vigente.

Con fecha 23 de setiembre, Mariátegui envió también una carta al Presidente de la Asociación Nacional de Periodistas, que en parte dice: “No puedo pensar que la libertad de prensa en el Perú sea indiferente a la Asociación Nacional de Periodistas, fundada para defender todos los derechos y fueros del periodismo. Si las noticias e ideas que se consiente divulgar a los periódicos están subordinadas al criterio policial, la prensa se convierte en un comunicado de policía. En esas condiciones, la dignidad de la función periodística se muestra atacada y rebajada. Entre la censura irresponsable y vergonzante y la censura pública, el periodista, en todo caso, debe exigir que se implante francamente esta última” (16).

De esta forma desenmascaró la hipocresía de la libertad de prensa en la sociedad burguesa y movilizó a los periodistas en defensa de Labor.

Así, pues, tanto con su carta al Ministro como con la otra al Presidente de la Asociación Nacional de Periodistas, Mariátegui, igual que en 1927, dio una importante lección de lucha en el marco de la legalidad burguesa.

En la carta del 25 de setiembre de 1929 a Esteban Pavletich, el maestro comentó la represión gubernamental: “Nos han suprimido en estos días “Labor” que había llegado al Nº10. Este número precisamente tuvo gran éxito en las masas. Pero, por esto mismo atrajo demasiado la atención de la policía, que espiaba su desarrollo. Parece que un artículo sobre “Talara, feudo de la Internacional Petroleum Co.”, dio lugar a una gestión de esta empresa todopoderosa contra nosotros. Hemos reclamado al Ministerio de Gobierno; y las organizaciones obreras, según sé, presentarán memoriales sosteniendo nuestra demanda; pero parece imposible que de inmediato obtengamos éxito. Dado el golpe contra “Labor” no se querrá volver atrás fácilmente”. “Ha sido apresado, poco antes de la prohibición de “Labor”, uno de nuestros compañeros, Juan J. Paiva, venido no hace mucho de París. No se le puede acusar sino por sus lecturas y su correspondencia, porque no había tenido tiempo de relacionarse extensamente en el ambiente obrero. Se le han secuestrado sus libros y algunas cartas. Esto es todo lo que obra contra él en poder de la policía; pero es bastante para que, inflado convenientemente, permita a ésta imaginarse que está sobre la pista de algún complot” (17).

Expresando una idea que, constatadamente, le venía de la represión de 1927, en una a Samuel Glusberg del 10 de junio de 1929 Mariátegui confesó: “Me acosa aquí, en general, la represalia siempre cobarde de toda la gente que combato o que, simplemente, desprecio por su estupidez, su mediocridad, su arribismo. Por eso, se apodera de mí con frecuencia el deseo urgente de respirar la atmósfera de un país más libre. Si no me apresuro a satisfacerlo es, más que por mi invalidez física, de la que todavía no me he curado en lo posible, por no dar la impresión de que abandono, cansado y vencido, mi lucha” (18).

Es claro, pues, que eran las condiciones de vigilancia y acoso permanentes las que seguían acicateando a Mariátegui a viajar a Buenos Aires. Pero además, teniendo en cuenta que las citadas afirmaciones son posteriores en ocho meses a la fundación del Grupo Organizador del Partido Socialista y paralelas a la Conferencia Comunista realizada en Argentina, puede decirse con toda razón que, en tales afirmaciones, se reflejaban también las enormes dificultades que significaban para el maestro, reducido a una difícil movilidad, la actividad clandestina y la relación con los compañeros extranjeros. Por otra parte, las mismas afirmaciones demuestran adicionalmente que, desde 1927, en el espíritu de Mariátegui se debatían dos sentimientos, dos convicciones: 1) “el deseo urgente de respirar la atmósfera de un país más libre”; 2) “no dar la impresión de que abandono, cansado y vencido, mi lucha”. Este dilema, este debate interior, lo expresaría ulteriormente en diversas formas.

Como ha quedado dicho, en setiembre el gobierno de Leguía clausuró Labor. En carta del 9 de octubre a José Malanca, Mariátegui se extendió sobre el tema: “Nos han suprimido “Labor”. Las organizaciones obreras están acordando memoriales de adhesión a nuestra demanda para que se nos permita continuar su publicación. Pero, con motivo de ciertas o supuestas conspiraciones en el ejército, extrañas en todo caso al movimiento sindical, todo papel suscita alarmas y sospechas. Se ha notificado a la imprenta para que no se publique nada mío ni de los obreros. No sé aún si esta notificación concierne en alguna forma a “Amauta”, cuyo número 26 está listo, a toda costa, como la vez pasada. Si la clausuran, saldré del país. Preferible será esto a resignarme a que ahoguen mi voz en silencio. Sin “Amauta”, sin “Labor”, sin una tribuna, no sabré resistir a la necesidad desesperada de respirar la atmósfera de un país libre” (19).

El 18 de noviembre de 1929 la policía asaltó la casa de Mariátegui. Tres días después, en una a Glusberg, el maestro relató este asalto: “No tengo a la vista su última, tan interesante y grata, por haberme sido secuestrada el lunes último a las 8 p.m. con toda mi correspondencia privada y la administrativa de “Amauta”. A esa hora, o algunos minutos antes, charlaba yo en mi estudio con Héctor Ruiz Díaz, el pianista argentino, y Ricardo Vegas García, corresponsal de “La Nación” de Buenos Aires, sobre la venida de Waldo Frank. (…). No habíamos avanzado mucho en esta conversación cuando se presentó en mi casa, aparatosamente, la policía. Varios agentes encabezados por uno de los jefes de Investigaciones penetraron en mi estudio. Se me notificó de que había orden de detenerme y registrar mi domicilio. A Vegas García y Ruiz Díaz se les dijo que estaban también presos. Ambos protestaron y yo insistí en que Ruiz Díaz era un conocido artista extranjero. Nada valió. Fueron conducidos a la comisaría próxima donde se les retuvo hasta el día siguiente. Había orden estricta de que se detuviera a todas las personas que se encontraran en mi casa. Mientras esto ocurría en mi biblioteca, otros agentes entraban violentamente en el interior de la casa con revolver en mano intimando rendición a las muchachas sirvientas y a un jovencito que copiaba a máquina un ejercicio escolar. Siguió el registro. Como quince agentes ocupaban las habitaciones registrando los muebles. Varios más se estacionaban en la entrada. En la calle, policía uniformada  completaba el personal en operaciones. La pesquisa no perdonó ningún mueble. Se me extrajo de los bolsillos mi vieja cartera, antigua compañera de viajes y penurias, y todos mis papeles. De mi sillón de ruedas, se sacó entre otros papeles el cable de Waldo Frank y las copias de la carta y el cable de invitación, publicados ese día por la prensa. Hasta las 2 y ½ duró la cosa. Tuve que hacer enormes esfuerzos para impedir que se llevaran mi biblioteca. No pude impedir que se incautaran de mi correspondencia, la de “Amauta”, los libros administrativos, recortes de mis artículos, originales y apuntes, libros y revistas y hasta fotografías artísticas. Quedé informado de que estaba preso e incomunicado en mi casa. 8 policías recibieron encargo de custodiarme y se instalaron en una habitación interior y en el hall, entrando y saliendo ruidosamente. Toda mi familia veló. Había el peligro de que esta gente introdujera armas o cualquier cosa con el objeto de comprometerme y denunciarme en la prensa, sin que yo pudiera rectificar, porque los periódicos no publican en estos casos sino lo que tiene el VºBº policial”. (…). “Toda persona que llamaba a la puerta era detenida. En esta forma, fueron detenidos el pintor Ricardo E. Flórez, el escritor José Diez Canseco, tres estudiantes del Seminario de Cultura Peruana, el secretario-administrador de ‘Amauta’ y estudiante de letras Navarro Madrid, un mensajero de la revista, la escultora Carmen Saco y el joven pintor Jorge del Prado. Sé que se han hecho más o menos 180 prisiones. Los agentes se jactaban de una gran movilización. A la misma hora habían allanado y ocupado treinta domicilios. Entre los presos se encuentran Adler y su novia Nomi Milstein; y la persecución tiene un curioso carácter anti-semita. (…). El gobierno que acaba de imponer a los obreros de las minas de Morococha, después de una huelga, la renuncia al aumento que exigían, defiende probablemente los intereses la gran compañía minera del Centro Cerro de Pasco Copper Corporation. Se aprovecha del raid contra los organizadores obreros, para hostilizar a los artistas y escritores de vanguardia que me ayudan a mantener “Amauta”. “Sólo el escándalo que en los más diversos elementos causó la noticia de mi prisión y la de todos los míos en mi casa –divulgada por las personas del barrio– y la intervención de algunas personas influyentes ha podido librarme de una situación insostenible. Pero los calabozos siguen llenos de presos. Probablemente, había la intención de afirmar que en mi casa se había sorprendido una gran reunión de conspiradores. Contra lo de costumbre, pues recibo de 6 a 8 y a esa hora se hace en mi estudio animada tertulia, no se encontraban conmigo sino dos personas tan extrañas a toda propaganda subversiva como Vegas García y Ruiz Díaz. (…) Se trata, también, de crear el vacío a mi alrededor aterrorizando a la gente que se me acerque. Se trata… de sofocarme en silencio. Mi propósito de salir del Perú con mi mujer y mis niños se afirma ante estos hechos. No puedo permanecer aquí. No me quedaré sino el tiempo necesario para preparar mi viaje. Saldré del Perú como pueda. Si se me rehusaran los pasaportes, desde ahora comprometo a todos mis amigos para que denuncien mi situación, así como para que gestionen el viso de las legaciones” (20).

En la carta del 22 de noviembre a César Miró, Mariátegui insistió en los diversos aspectos de su relato y agregó algunas otras cosas: “A mí procedieron a registrarme sin miramiento alguno, como a un criminal, incautándose de mi cartera y hasta de mis tarjetas de visita”. (…). “Se apoderaron, sin embargo, de una colección italiana de obras socialistas y de otros libros, folletos y revistas”. “Nuestro secuestro duró hasta la tarde de anteayer miércoles. No se permitía salir a nadie. Mi mujer o las sirvientas sólo podían ir a la esquina para efectuar sus compras, acompañadas por la policía”. “Como es natural, se habla de conspiración comunista. Los judíos son considerados como miembros de una organización de agitadores. Mi casa es designada como el centro de la conspiración. Se me atribuye especial participación en la agitación de los mineros de Morococha, que en reciente huelga, que ha alarmado mucho a la empresa norte-americana, han obtenido el triunfo de varias de sus reivindicaciones, entre otras la de su derecho a sindicarse. El gobierno acaba de obligar a los obreros a renunciar al aumento que gestionaban. Y se teme que nosotros defendamos o incitemos a los obreros a la resistencia”. “Hasta este momento no se me ha devuelto ni un libro ni un papel, a pesar de que según declaraciones del Ministro se ha dado orden de que cese toda medida contra mí. Garantías muy relativas, sin duda, si se apresa en provincias a quien ha tenido alguna vez relación conmigo y si se trata de aislarme en el terror”. “Paiva continúa preso en la Isla. (…). No hace falta agregar que “Labor” continúa prohibida. Ni tampoco que estoy más decidido y obligado que nunca, mientras permanezca en el Perú, a no cejar en la lucha por el socialismo y por la organización del proletariado” (21).

El 25 del mismo mes, le escribió a R. Pineda, a la sazón Director de Policía: “El funcionario de policía que dirigió el registro, Dr. Vergara, me aseguró al practicar esta operación que todo me sería devuelto. Pero ni aun aquello que habría sido fácil examinar en poco tiempo, como mis tarjetas de visita, mis colecciones de fotografías artísticas, mis legajos de recortes y originales y los archivadores de la Sociedad  Editora “Amauta” me ha sido restituido hasta la fecha” (22).

Un día después le informó a Joaquín García Monje: “Se me ha hecho decir que no se me molestará y que “Amauta” puede seguir apareciendo; y en este momento se me avisa que se me devolverán mis papeles. Pero ya sé a qué atenerme respecto a estas garantías. Tengo la impresión de que no podré permanecer en el Perú mucho tiempo. Mi primera determinación fue pedir mis pasaportes para Buenos Aires. Luego, he vuelto a mi decisión de hace dos años, después de otra agresión: la de combatir por mis ideas en el Perú mientras sea en algún modo posible. Tengo derecho a un poco de descanso y a un período de tranquilidad. Pero no quiero que se piense que abandono el campo. El rol, del deportado o exilado es más fácil; pero a mí me ha atraído siempre lo difícil” (23).

En la carta del 29 de noviembre, lo puso al corriente a Glusberg: “El escándalo causado por las medidas contra mí y los míos y la energía serena con que los obreros han defendido a sus presos, han impuesto una rápida rectificación. No se ha publicado nada, no se ha dicho nada; pero ya no habrá elementos para hablar, como de costumbre, de complot comunista. El globo está desinflado sin exhibición. Creo, sin embargo, que si dispondré de más tiempo y calma para preparar mi viaje a Buenos Aires, ése será siempre mi camino. No me es posible  trabajar rodeado de acechanzas. Aunque me cueste un gran esfuerzo vencer el temor a la idea de que abandono el campo por fatiga o por fracaso, no puedo llegar a un extremo límite de sacrificio físico y mucho menos imponerlo a los míos” (24).

En la del 18 de diciembre, a Glusberg también, informó: “Conversando con Frank, que ha sido muy gentil y deferente conmigo en todo instante, me he afirmado en mi intención de marchar a Buenos Aires” (25). En la del 9 de febrero de 1930, igualmente a Glusberg, escribió: “Quería, además, tener algo definitivo que decirle respecto a mi viaje a Buenos Aires, y en estos días me era difícil avanzar en la organización de este viaje, totalmente decidido, pero cuyo plazo preparatorio depende del arreglo de algunas cuestiones, como la continuación de “Amauta” en Lima por el tiempo que esto sea posible, etc.”. “Tengo el propósito, le repito, de realizar de toda suerte este proyecto. Creo que en abril próximo estaré en aptitud de partir. (…) Se ha llegado, estando yo en Lima, a insinuar a las revistas en que colaboro la supresión de mi colaboración. Cierto que el hombre del régimen a quien se le ocurrió esta mezquina represalia, Rada y Gamio, parece próximo a dejar el Ministerio de Relaciones Exteriores, desde donde ejercitaba su influencia. Pero no faltan los Rada. Y no me asombraría que, a poco de mi salida, me fallasen algunas colaboraciones del Perú, en proporción que podría afectar gravemente la suma mensual prevista” (26). En la del 6 de marzo de 1930 al mismo destinatario, indicó: “Los raids se hacen en Lima frecuentes, desde que la crisis financiera y comercial aguza la alarma; pero, desde noviembre, se han trasladado al sector politiquero, donde se cree que se conspira aprovechando de los elementos de descontento. No sería raro, sin embargo, que en cualquier momento la nerviosidad de esta gente nos cause alguna molestia. Todo se puede esperar del miedo”. “Empiezo esta semana, coincidiendo con Ud., la organización de mi viaje” (27). En la del 10 de marzo a José Malanca, dejó escrito: “Hágale Ud. saber [a Seoane] que probablemente en mayo estaré en Santiago, en viaje a Buenos Aires; y que mi viaje aconsejado por muchas razones, que Ud. en gran parte conoce, está completamente resuelto. Sólo una inesperada falla en mi salud u otro accidente puede frustrarlo” (28). En la del 16 de marzo a Juan Marinello, apuntó: “Preparo mi viaje a Buenos Aires (…) “Amauta” continuará publicándose en Lima; pero si al ausentarme yo le crearan dificultades, la trasladaría a Buenos Aires” (29). En la del 25 de marzo a Glusberg, precisó: “Sin ningún contratiempo de última hora, espero partir a principios de mayo” (30).

Es decir que, entre diciembre de 1929 y marzo de 1930, Mariátegui se afirmó en su decisión de trasladarse a Buenos Aires y finalmente comenzó a organizar este traslado. Pero, contrariamente al período anterior y aun a su carta del 11 de diciembre de 1929 a Mario Nerval (31), ahora pensaba que Amauta continuaría publicándose en Lima y que sólo si afrontase problemas la establecería en la capital argentina. Antes, como se ha visto, había señalado que su labor intelectual estaba identificada con esta revista, pero su decisión última hace ver que ello no quería decir que pensara que necesariamente tuviera que establecerse con ella en Buenos Aires. No teniendo problemas por el momento, consideraba que Amauta podía continuar publicándose en el país, sencillamente porque, a más de no tener por el momento dificultades, al afirmarse en setiembre de 1928, “categóricamente, marxista” (32), más que nunca representaba al colectivo que, en el mismo mes, había constituido “la célula inicial del Partido” (33). Por esto en Aniversario y balance, publicado ese mismo mes de setiembre, Mariátegui escribió: “El trabajo de definición ideológica nos parece cumplido. En todo caso, hemos oído ya las opiniones categóricas y solícitas en expresarse. Todo debate se abre para los que opinan, no para los que callan. La primera jornada de “Amauta” ha concluido. En la segunda jornada, no necesita ya llamarse revista de la “nueva generación”, de la “vanguardia”, de las “izquierdas”. Para ser fiel a la revolución, le basta ser una revista socialista” (34). Es decir que para ser fiel a la revolución, le bastaba ser órgano de la “célula inicial del Partido”, que, veintiún días después, o sea el 7 de octubre, dejó “constituido el grupo organizador del Partido Socialista del Perú” (35). Por esto, no debe extrañar que, al caer enfermo en marzo de 1930, Mariátegui le encomendara la dirección de Amauta a Martínez de la Torre (36). Todo esto es una cuestión que hay que tener muy en cuenta.

Mariátegui, pues, no quería dar la impresión de que abandonaba el campo por fatiga o por fracaso y declara que, mientras permanezca en el Perú, está más decidido y obligado que nunca, a no cejar en la lucha por el socialismo y por la organización del proletariado. Vale la pena relievar estos conceptos. Específicamente, la frase mientras permanezca en el Perú no significaba que, salido del país, el maestro no pensara continuar su lucha revolucionaria, sino únicamente que las condiciones de acoso y represión en las que tenía que actuar aquí no podían llevarlo a una inacción que para él hubiera sido injustificable. Por esto su proyecto de trasladarse a Buenos Aires no significaba ninguna renuncia a la lucha por el socialismo y por la organización del proletariado. Todo lo contrario.
 
En la carta del 4 de abril a Mariátegui, Glusberg le anunció: “Lo recibiremos como se merece: con todas las luces encendidas” (37). Pues bien, lo que acabamos de esclarecer en el párrafo anterior prueba que Mariátegui habría llegado a Buenos Aires también con todas las luces encendidas.
 
III

Es claro, pues, que el maestro proyectó su viaje a Argentina debido a la vigilancia, el acoso, la represión y la amenaza que permanentemente ejercía el gobierno contra su persona. No obstante, comentadores malintencionados falsean esta verdad histórica intentando que otras fueron las razones. Circula, por ejemplo, desde hace tiempo -y es repetido hasta ahora- el comentario de José Aricó según el cual Mariátegui se aprestó a trasladarse a Buenos Aires a causa de la hostilidad con que la Internacional había tratado algunas de sus posiciones en los debates de la Conferencia Comunista de 1929 (38). Incluso llegó a decir en una ocasión: “¿Cómo puede percibir Mariátegui el Congreso del 29 si llevando un conjunto de planteamientos es derrotado? Se tiene que batir en retirada” (39). Pero esta antojadiza y torpe opinión –que difama a Mariátegui– está categóricamente desmentida por todos los testimonios del maestro y sus amigos, recapitulados en el presente artículo.

En conclusión, el proyecto de viaje de Mariátegui a Buenos Aires no fue determinado por la controversia en la Conferencia Comunista de 1929, sino por las subrayadas condiciones extremas a las que el gobierno constriñó a su persona.

IV

Si en 1927 la idea de viajar a la capital argentina era nada más que eso, una idea, en 1929 se transformó en un proyecto en marcha. Mariátegui tomó la decisión de su traslado a Buenos Aires en noviembre de 1929 y en abril de 1930 este traslado era ya inminente. Por esto el 21 de aquel mes de noviembre escribió: “Mi propósito de salir del Perú con mi mujer y mis niños se afirma ante estos hechos. No puedo permanecer aquí. No me quedaré sino el tiempo necesario para preparar mi viaje. Saldré del Perú como pueda. Si se me rehusaran los pasaportes, desde ahora comprometo a todos mis amigos para que denuncien mi situación, así como para que gestionen el viso de las legaciones”. Sin embargo, una vez más el maestro se debatía en su dilema. Por esto, cinco días después, anotó: “Tengo la impresión de que no podré permanecer en el Perú mucho tiempo. Mi primera determinación fue pedir mis pasaportes para Buenos Aires. Luego, he vuelto a mi decisión de hace dos años, después de otra agresión: la de combatir por mis ideas en el Perú mientras sea en algún modo posible”. Pero tres días más tarde resolvió: “Creo, sin embargo, que si dispondré de más tiempo y calma para preparar mi viaje a Buenos Aires, ése será siempre mi camino”. El drama humano o, mejor dicho, el drama revolucionario en el que se debatía, alcanzó su solución en marzo de 1930. Lo prueban estas palabras que dirigió a Glusberg el 6 de ese mes: “Empiezo esta semana, coincidiendo con Ud., la organización de mi viaje”. También otras palabras, de las cuales preferimos citar éstas del 25, que aparecen en su última a Glusberg: “Sin ningún contratiempo de última hora, espero partir a principios de mayo”.

V

En el ensayo El diálogo creador de José Carlos Mariátegui, que introduce al libro Correspondencia (1915-1930), Antonio Melis sostiene que “En las mismas gestiones para preparar el viaje a Buenos Aires, hay ausencias que son tan importantes como las presencias. No deja de llamar la atención el hecho de que todos los puntos de referencia de Mariátegui son ajenos al ambiente comunista. El llamado a la solidaridad con el dirigente peruano contra las agresiones de Leguía no se traduce en un apoyo efectivo a su desplazamiento” (40). Ya se ha visto que en noviembre de 1929 Mariátegui comprometió a sus amigos para que denunciaran su situación y gestionaran el viso de las legaciones. Esta idea, la idea de recurrir a sus amigos, tanto peruanos como extranjeros, orientó la preparación de su viaje. Esta orientación le permitía la necesaria cobertura para un establecimiento adecuado en la capital argentina y, en último análisis, expresaba su estilo de trabajo en el marco de la legalidad. Puede ser, claro está, que, paralelo a esto, dirigentes de La Internacional se inhibieran de darle el apoyo material que requería para establecerse en Buenos Aires. 

Por otro lado, algunos autores especulan sobre un distanciamiento entre Mariátegui y la Internacional después de la Conferencia de Buenos Aires. Pero esto no pasa de ser una conjetura. En julio de 1929 el Segundo Congreso Mundial de la Liga contra el Imperialismo eligió a Mariátegui como miembro del Consejo General de la Liga. En la Reunión del 1º de Marzo de 1930 del CC del PSP, el maestro presentó la moción de afiliación a la Internacional: “El C.C. del partido adhiere a la Tercera Internacional y acuerda trabajar por obtener esta misma adhesión de los demás grupos que integran el partido” (41). Y bien, si el primer hecho basta para probar que la Internacional tenía a Mariátegui en alto aprecio, el segundo basta para probar que éste supo distinguir entre la Internacional y algunos de sus dirigentes. Y ambos hechos demuestran a una que, por parte y parte, las divergencias, a pesar de su objetivo antagonismo en el plano teórico, eran políticamente tratadas como no antagónicas, como cuestiones que debían resolverse en el marco del debate interno (42). Por eso su discusión se pospuso para la siguiente Conferencia.

VI

En su testimonio publicado el 3 de octubre de 1930 en la revista Mundial, Fausto Posada, ex cronista obrero del periódico La Razón, recogió estos juicios del escritor uruguayo Emilio Frugoni: “A Mariátegui, baldado, no se atrevió el dictador a deportarlo; pero llegó a ponerlo bajo la vigilancia de un centinela de vista. He ahí el mejor símbolo de su personalidad y el más gráfico reconocimiento de su condición eximia. Aquel centinela de vista vigilando a un hombre paralítico representa ante la Historia el cuadro vivo y la paradoja desconcertante de la vida fecunda de ese hombre de ideas. Mariátegui imposibilitado para la acción; pero con el cerebro despierto y la pluma en la mano era la revolución en persona. Era la acción, a pesar de todo y era frente a él que debía colocarse, con el arma pronta, el símbolo de la autoridad y el orden” (43). 
  
En estas condiciones de operatividad, en la que “el arma pronta” dibujaba el extremo a que habían llegado la vigilancia, el acoso, la represión y la amenaza gubernamentales, Mariátegui llevó adelante la polémica con el empirismo de Haya y el dogmatismo de dirigentes de la Internacional, logró reanudar la publicación de Amauta, escribió su esencial Defensa del Marxismo, publicó el periódico Labor, fundó el Partido Socialista del Perú, redactó los Principios programáticos del Partido Socialista y las importantes tesis El problema indígena, Antecedentes y desarrollo de la acción clasista y Punto de vista anti-imperialista, publicó sus célebres 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana, escribió el “libro perdido” Ideología y Política, organizó la Confederación General de Trabajadores del Perú, preparó el libro El alma matinal y otras estaciones del hombre de hoy, organizó e instruyó a los delegados al Congreso Sindical de Montevideo y a la Conferencia Comunista de Buenos Aires, combatió el socialismo domesticado de Castillo, cruzó lanzas con Ravines, etcétera, etcétera, etcétera. Estos hechos dan la medida del espíritu de lucha del fundador del Socialismo Peruano.

Después de la Conferencia de Buenos Aires y del regreso de Paiva y Ravines al país, Mariátegui se vio reducido a una situación minoritaria en el CC del PSP en punto al nombre del partido, la cuestión nacional y la política concreta (44). Mariátegui, zahorí como pocos, lo sabía perfectamente. No obstante, su renuncia a la Secretaría General, obligada por su inminente viaje a Buenos Aires, no significó una renuncia a su militancia, ni formal ni de facto. No significó tomar las de Villadiego ni una expresión del individualismo cursi, pequeño burgués, de poner a la persona por encima de la organización. Su proyecto de viaje y su justificada renuncia a la Secretaría General fueron, por el contrario, justamente la afirmación de su militancia en el PSP. Esta actitud da la medida del espíritu de partido del fundador del Socialismo Peruano.

Vigilado, acosado, reprimido, amenazado, Mariátegui, como se ha visto, desarrolló un inmenso trabajo teórico, político y organizativo. Vigilado, acosado, reprimido, amenazado, su proyecto de viajar a Buenos Aires estaba plenamente justificado. Ni cansado ni vencido, no renegó, pues, la lucha interna en el PSP. Ni cansado ni vencido, se aprestaba a continuar la lucha contra el dogmatismo, por la organización del proletariado y por el socialismo. Todo esto y, en general, toda su obra teórica y práctica, da la medida de la grandeza del fundador del Socialismo Peruano.

José Carlos, nuestro Amauta de toda vida, pasó a la eternidad el 16 de abril de 1930, y su grandeza es el ejemplo en el que cada agonista del Socialismo Peruano debe saber encontrar permanente inspiración.


Notas:

[1]  En el tomo 2 de sus Apuntes para una interpretación marxista de historia social del Perú, Martínez de la Torre dejó esta sumaria nota sobre el “complot comunista” urdido por el gobierno de turno: “la Embajada de los Estados Unidos presionó al Gobierno de Leguía para que suspendiera la revista y persiguiese a sus redactores y colaboradores”. “Para poder “legalizar” este atropello, Leguía y sus polizontes inventaron un “complot comunista” (p.273). En adelante el libro de Martínez será citado como Apuntes.
[2]  Correspondencia (1915-1930), Lima, 1984, t.I, pp. 289 y 290. Esta carta fue dirigida desde el hospital-cárcel de San Bartolomé y publicada por La Prensa, El Comercio y La Crónica.
[3]  Ibidem, pp.293 y 294. Esta carta fue publicada en el número 29 de La Correspondencia Sudamericana, 15.08.1929.
[4]  Ibidem, pp.295-296.
[5]  Esta carta, infortunadamente, no aparece en el libro Correspondencia.
[6]  Ibidem, p.304.
[7]  Ibidem, p.307.
[8]  O.C., t.13, p.238.
[9]  Ibidem, p.309.
[10] Ibidem, p.310.
[11] Ibidem, p.312.
[12] En oportunidad de la reaparición de Amauta, Mariátegui escribió en el editorial: “No es ésta una resurrección. “Amauta” no podía morir. Habría siempre resucitado al tercer día. No ha vivido nunca tanto, dentro y fuera del Perú, como en estos meses de silencio. La hemos sentido defendida por los mejores espíritus de Hispano-América” (OC, t.13, p.244).
[13] Correspondencia, t.II, p.330.
[14] Correspondencia, t.I, p.320.
[15] O.C., t.13, p.258. Esta carta no tuvo respuesta.  
[16] Ibidem, pp.259-260. La Asociación respondió positivamente a la petición de Mariátegui: se entrevistó con el Ministro, pero no logró acordar la reaparición de Labor. En el artículo “Labor” interdicta, publicado en Amauta, Nº26, setiembre-octubre 1929, Mariátegui escribió: “Del mismo modo que, suprimida “AMAUTA” en junio de 1927, no renunciamos a seguirla publicando, nos negamos a aceptar que una medida de policía cause la desaparición definitiva de “LABOR”. Reivindicamos absolutamente nuestro derecho a mantener esta tribuna de defensa de los derechos de las clases trabajadoras” (ibidem, p.258). Huelgan comentarios.
[17] Correspondencia, t.II, pp.634-635.
[18] Ibidem, p.577.
[19] Ibidem, p.644.
[20] Ibidem, pp.671 y ss. Las elipsis son nuestras. Esta descripción del asalto a su casa es objetiva y era necesaria. Por esto Mariátegui aclara en la misma misiva: “No quiero hacerle una descripción patética. Me es profundamente antipático este género. No tengo costumbre de quejarme. La última vez que estuve preso, -cuando la clausura de “Amauta”- me abstuve de toda actitud dramática. Llamé el caso en el artículo de reaparición de “Amauta” un accidente del trabajo. No le añadiré, pues a esta sumaria descripción, que ya temo empiece a tomar un color de queja, sino que la ocupación de mi casa y el secuestro de mi persona y de todos los míos, niños y sirvientas se prolongaron hasta ayer”. 
[21] Ibidem, pp.675 y ss. Las elipsis son nuestras. Para mayor abundamiento, puede consultarse el excelente artículo Asalto en Washington Izquierda, de César Miró, en Testimonio y recaudo de José Carlos Mariátegui, Lima, 1994.
[22] Ibidem, p.681.
[23] Ibidem, pp.682-683.
[24] Ibidem, pp.685-686
[25] Ibidem, p.695.
[26] Ibidem, p.725. La elipsis es nuestra.
[27] Ibidem, p.736.
[28] Ibidem, p.738.
[29] Ibidem, p.745. La elipsis es nuestra.
[30] Ibidem, p.747.
[31] En esta carta afirmó: “No hace falta agregar que “Amauta”, mientras yo esté aquí, seguirá saliendo. Su prestigio internacional, por otra parte, la defiende. Pero se trata de sofocarla aterrorizando a sus propagadores y simpatizantes. A la clausura sensacional, se prefiere el estrangulamiento silencioso” (Correspondencia, t.II, p.691).
[32] O.C., t.13, p.104.
[33] Martínez de la Torre, Apuntes, t.II, p.397.
[34] OC, t.13, p.247.
[35] Martínez de la Torre, Apuntes, t.II, p.397.
[36] Ver ibidem, p.492
[37] Correspondencia, t.II, p.751.
[38] Este infundio es de cuño hayista. En su libro Y después de la guerra, ¿qué?, Haya escribió que los acuerdos de la Conferencia Comunista de 1929 “determinaron el apartamiento completo de Mariátegui de toda actividad política y la preparación de su viaje a Buenos Aires para dedicarse exclusivamente a su actividad intelectual” (Editorial PTCM, Lima, 1946, p.225).
[39] Ricardo Luna Vegas, Mariátegui y el Perú de ayer, de hoy y de mañana, Lima, 1981, p.87.
[40] T.I, pp.XLI-XLII.
[41] Martínez de la Torre, Apuntes, t.II, p.512. Esta moción de afiliación a la Internacional no fue una iniciativa resultante de los acontecimientos de la Conferencia de Buenos Aires, como sostuvieron Castillo y sus seguidores en su carta de renuncia a sus cargos en el Comité Central y en el Comité Ejecutivo del PSP –y que, como se sabe, se convirtió en una renuncia de facto al Partido–, sino la confirmación de un acuerdo primigenio: “Constituir la célula inicial del Partido, afiliado a la III Internacional” (Acuerdos de la Reunión de La Herradura, 16.09.1928, ibidem, p.397). 
[42] Hubo, eso sí, durante las sesiones de la Conferencia, algunas actitudes despectivas en relación a la obra de Mariátegui. En su libro La agonía de Mariátegui. La polémica con la Komintern, Flores Galindo, equivocado en muchos aspectos de esta polémica (no en todos), ilustra dichas actitudes con un testimonio de los propios delegados peruanos: “Tal vez con un cierto afán conciliador y para romper la marginación que comenzó a gestarse, en una de las interrupciones de la reunión, Pesce se acercó a Codovilla para entregarle algo que era motivo de orgullo y afirmación de los delegados peruanos: un ejemplar de 7 Ensayos de interpretación de la realidad peruana. Codovilla, que tenía en esos momentos también por azar el folleto de Ricardo Martínez de la Torre sobre el movimiento obrero en 1919, mirando a Pesce y con la seguridad de ser escuchado por los otros delegados, dijo en su habitual entonación enfática que la obra de Mariátegui tenía muy escaso valor y por el contrario el ejemplo a seguir, el libro marxista sobre Perú, era ese folleto de Martínez de la Torre. La anécdota fue referida por Pesce y refrendada por Julio Portocarrero” (Lima, 1980, p.27. Negrilla en el original). 
[43] Lévano, César, Mariátegui o la estrategia de masas, en 7 ensayos cincuenta años en la historia, autores varios, Lima, 1979, p.243.
[44] Paiva y Ravinez se habían convertido en dogmáticos partidarios de denominar Comunista al partido peruano, y Hugo Pesce y Julio Portocarrero regresaron de la Conferencia de Buenos Aires prácticamente ganados por esta posición. Por esto no extraña que, nada más treintaiséis días después del fallecimiento de Mariátegui, la Reunión del 20 de Mayo de 1930 decidiera por mayoría absoluta el nombre de Comunista para el partido, con el solo voto discrepante de Martínez de la Torre, quien mantuvo la posición del maestro de denominarlo Socialista. Por otra parte, todavía en vida de Mariátegui, Ravines publicó el artículo El problema indígena en América Latina (El Trabajador Latinoamericano, Montevideo, marzo-abril de 1930, año II, Nº30), cuyo texto niega las tesis mariateguianas sobre la cuestión. En octubre de 1930, es decir apenas seis meses después de fallecido Mariátegui, el Primer Pleno de la Confederación General de Trabajadores del Perú estableció en uno de sus acuerdos que “Sobre el problema indígena reconoce su carácter fundamentalmente económico y el derecho de los indios no sólo a la reconquista de sus tierras, sino también a disponer de sí mismos, organizando sus propias repúblicas aymaras y keshwas” (Amauta, año IV, Nº32, agosto-setiembre 1930). Julio Portocarrero presidió este Pleno, y suscribió el acuerdo. Desde luego, este cambio operado en su opinión sobre el tema (en la Conferencia de Buenos Aires había defendido la posición mariateguiana) no pudo haber sido súbito. Finalmente, Ravines y otros eran partidarios de la política de “clase contra clase”, acordada por el VI Congreso de la Internacional (17 de julio-1º de setiembre de 1928), política contraria a la de Mariátegui, la cual, como se sabe, en todo y por todo se ajustaba a la realidad peruana. Aunque sólo pudo concretarse después del 16 de abril de 1930, la “desamautización” del partido tuvo, pues, sus primeros pujos en vida de Mariátegui.


18.12.10.

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