Política
El Frente Unido
Jorge Oshiro*
En un mensaje a la clase obrera en el Primero de Mayo de 1924, medio año después de la última conferencia, escribe Mariátegui:
"Mi actitud, desde mi incorporación en esta vanguardia, ha sido siempre la de un fautor convencido, la de un propagandista fervoroso del frente único" (1969:107).
La defensa de la línea del "Frente Unico" tiene aparentemente una razón puramente pragmática. La vanguardia se encontraba en esos momentos todavía en un período de formación y su caudal era muy pequeño. De allí la fórmula mariateguiana:
"Somos todavía pocos para dividirnos" (1959c:108).
Pero precisamente la incipiencia del movimiento clasista, la inexperiencia y la falta de tradición de lucha proletaria en el país propiciaba el prolongamiento de actitudes dogmáticas y sectarias en la vanguardia proletaria. Estas actitudes sectarias y dogmáticas ya las había experimentado el propio Mariátegui al comienzo de sus conferencias a los obreros a través de
"algunos antiguos y hieráticos libertarios, más preocupados de la rigidez del dogma que de la eficacia y la fecundidad de la acción" (op.cit).
Era la resistencia del anarquismo aún presente en las luchas de la clase obrera peruana contra esta nueva generación que comenzaba a surgir con fuerza en el horizonte del movimiento proletario latinoamericano. Lejos de responder con la misma actitud, Mariátegui les tiende la mano:
"El movimiento clasista entre nosotros", dice él, "es aún muy incipiente, muy limitado, para que pensemos en fraccionarle y escindirle. Antes de que llegue la hora, inevitable acaso, de una división, nos corresponde realizar mucha obra común, mucha labor solidaria tenemos que emprender juntos muchas largas jornadas". (op.cit.Subr.JO).
"Obra común", "labor solidaria", son las expresiones claves de su concepción del Frente Unico. Es decir praxis común, praxis solidaria. ¿A qué se refiere nuestro autor cuando habla de estas obras comunes?
1. "Suscitar en la mayoría del proletariado peruano conciencia
de clase y sentimiento de clase[1].
2. “Sembrar gérmenes de renovación y ... difundir ideas
clasistas".
3. "Alejar al proletariado de las asambleas amarillas y de las
falsas instituciones representativas”.
4. "Luchar contra los ataques y represiones reaccionarias".
5."Defender la tribuna de la prensa y la organización proletaria".
6."Sostener las reivindicaciones de la esclavizada y oprimida
raza indígena" (op.cit)[2].
Todas estas tareas comunes les toca por igual a socialistas y sindicalistas, a comunistas y libertarios. A estas tareas las llama Mariátegui "deberes históricos" , "deberes elementales".
Vemos que el contenido de estos "deberes históricos" trasciende el simple cálculo político. Es de primera importancia para nuestro autor acentuar "el lazo histórico que nos une a todos los hombres de la vanguardia, a todos los fautores de la renovación"[3].
Los deberes históricos trascienden el puro cálculo político. Aquí encontramos su verdadero contenido. La praxis a la que se refiere Mariátegui tiene un transfondo nítidamente moral-ético ("espíritus nobles, elevados y sinceros").
<La solidaridad› es una categoría moral-política, o mejor, es un concepto político "elevado a la categoría de religión" como dirá Mariátegui en su artículo sobre Unamuno, que veremos más tarde. Y veamos que este nivel de la praxis, que el análisis descubre, es superior al nivel teórico, que en nuestro texto aparece como "barrera". Es la praxis la que une, teoría (la ideología) la que nos separa, parece decir el autor.
"Pertenece a los espíritus mezquinos, sin horizontes y sin alas, a las mentalidades dogmáticas que quieren petrificar e inmovilizar la vida en una fórmula rígida, el privilegio de la incomprensión y del egotismo sectarios" (1969:109-110).
Se aprecia en su pensamiento crítico una íntima relación dinámica y dialéctica entre la psicología ("mentalidad dogmática"), la ética, ("mezquindad" y el "egotismo sectario" del espíritu) la gnoseología (Espíritu "sin horizonte y sin alas"), y la concepción del mundo (la "petrificación y la inmovilización").
La "mezquindad y el egotismo sectario del espíritu" es a la vez causa y efecto de un "espíritu sin horizontes y sin alas" que engendra por su parte un carácter neurótico (el dogmatismo), que lleva necesariamente a concebir la vida vaciada de su devenir, de su movimiento. Esta concepción "momificada" de la vida a la vez borra todo el horizonte y corta "las alas al espíritu" y esto produce a su vez la "mezquindad del espíritu" que intenta "petrificar e inmovilizar la vida en una fórmula rígida" [4].
Era necesario entonces romper con la circularidad de la mezquindad a través de la praxis de la solidaridad, para fundar y desarrollar el sentimiento de comunidad. Y esta ruptura es solamente posible superando "la línea infranqueable" de la cual nos hablará Mariátegui refiriéndose a Alejandro Block en «Escena contemporánea»[5]. Es solamente orientándose hacía el pueblo que la vanguardia puede superar el dogmatismo sectario, pues, escribe Mariátegui:
"Las masas reclaman la unidad. Las masas quieren fe. Y por eso, su alma rechaza la voz corrosiva, disolvente y pesimista de los que niegan y de los que dudan, y busca la voz optimista, cordial, juvenil y fecunda de los que afirman y de los que creen" (1969:110. Subr.JO)[6].
Como se ve, para Mariátegui el cuerpo social, ('la masa-multitud') es el criterio de orientación de la Inteligencia , pues los intelectuales dejados a sí mismos
"están condenados a errar, a agitarse vanamente, a degenerar en un
círculo sin salida",
dirá Mariátegui en la «Escena Contemporánea» a través del poeta ruso Alejandro Block, y desde la perspectiva adleriana los intelectuales dejados a sí mismos buscarían el afán de poder y de notoriedad o bien se retirarían de la vida pública.
La crítica frontal al viejo tipo de intelectuales tradicionales y la exigencia de la formación histórica de los "intelectuales orgánicos" (Gramsci), entre los cuales Mariátegui es el mejor exponente, están aquí insuperablemente expresadas.
El Frente Unico, sin embargo, no significa la negación de la doctrina o el credo político[7]. Su naturaleza es política-práctica, no ideológica[8]. Y ella no tiene en consideración la totalidad de la realidad. El Frente enfoca solamente la realidad inmediata, y esta realidad inmediata requiere respuestas concretas, directas, prácticas[9].
El Frente Unico por lo tanto no se proyecta a un futuro lejano. Considerando la importancia del credo político, escribe Mariátegui:
"Dentro del Frente Unico cada cual debe conservar su propia filiación y su propio ideario. Cada cual debe trabajar por su propio credo" (op.cit.109).
Pero, inmediatamente, agrega Mariátegui que todos deben sentirse unidos por la solidaridad de clase a la cual ellos pertenecen y sirven, sentirse vinculados a causa de la lucha contra el enemigo común, sentirse ligados por la misma voluntad revolucionaria y la misma pasión renovadora.
Claramente vemos aquí expuesta la dialéctica mariateguiana del Sentimiento unificador y la Inteligencia diferenciadora. Entre líneas se puede leer una confianza o certidumbre moral mariateguiana implícita en estas consideraciones. Partiendo del mismo sentimiento de solidaridad de clases[10], de la misma voluntad revolucionaria y de la misma pasión renovadora, el ‹ideario›, la ‹filiación› y el ‹credo político› marcharán hacia la coincidencia y no a la ruptura, a la unidad y no al fraccionamiento.
La lucha inicial fundamental según Mariátegui no se da estrictamente en el plano del 'ideario político', en el 'programa' es decir, en la teoría, sino en el transfondo moral-afectivo. De allí que para él tenga gran importancia de la crítica de conceptos como 'prejuicio', 'superstición' que llevan irremediablemente a los dogmas, base de toda división[11]. ¿Cuál había sido antes de 1923 el contenido teórico de la vanguardia del proletariado peruano?
"...la cultura revolucionaria, la orientación revolucionaria de esa vanguardia proletaria, se ha formado a base de la literatura socialista, sindicalista y anarquista anterior a la guerra europea" (1959c:18).
Mariátegui vuelve al tema planteado al comienzo de su conferencia. Habíamos dicho que nuestro autor constataba "tres vacíos significativos." Esto tenía que ver con los cambios radicales de la lucha de clases a nivel mundial, como consecuencia directa de la guerra europea. La Primera Guerra Mundial fracturó el desarrollo histórico en Europa, elevó la intensidad de la lucha política revolucionaria. Los países periféricos como el Perú seguían sin embargo planteándose la lucha política en términos extemporáneos. Sus concepciones teóricas, sus estrategias de lucha no correspondían más, decía Mariátegui, al nivel alcanzado en Europa. Pero además,
"La cultura revolucionaria es aquí ...una cultura muy incipiente, muy inorgánica, muy desordenada, muy incompleta (op.cit.)[12].
Se entiende que este carácter de la cultura proletaria peruana se debía a su juventud, a su inexperiencia histórica por un lado, pero también a la forma política de lucha llevada a cabo hasta esos momentos.[13] La formación de la conciencia de clase suponía para Mariátegui dos superaciones:
"Lo primero que hay que superar y vencer es el espíritu anarcoide, individualista, egotista, que además de ser profundamente antisocial, no constituye sino la exasperación y la degeneración del viejo liberalismo burgués"... "lo segundo que hay que superar es el espíritu de corporación, de oficio, de categoría" (1959c:18.Subr.JO).
La lucha de la clase obrera, a nivel ideológico, según Mariátegui, debía comenzar en el propio territorio proletario contra la presencia e influencia pequeña burguesa artesanal e intelectual.
Por lo tanto, cuando Mariátegui decía que la cultura proletaria era "muy incipiente, muy inorgánica, muy desordenada, muy incompleta", no se refería a un "vacío ideológico" que había simplemente que llenar.
Su crítica se dirigía a un estado de la conciencia proletaria a nivel psicológico-moral y político, en otras palabras, a una ideología ya existente entre los obreros de la época y muy especialmente en su vanguardia. Y esta crítica anunciaba una abierta lucha de clases dentro del proletariado.
Lo importante aquí es acentuar, una vez más, el aspecto ético de esta lucha. No se trataba de rechazar abstractamente una ideología no-proletaria en las filas del proletariado. Mucho más importante era desnudar el carácter moral de esta ideología pequeña burguesa: "espíritu anarcoide, individualista, egotista, antisocial y expresión de un liberalismo en degeneración".
Solamente después de haber puesto al descubierto estas características morales-antisociales se dirige Mariátegui a la crítica del espíritu presente en las formas de organización económicas-sociales imperante en el seno del proletariado, es decir la crítica al espíritu corporación, de oficio, de categoría.
Aquí tampoco la crítica mariateguiana se dirige exclusivamente a la forma técnica-exterior de estas instituciones, sino a su contenido ideológico.
Mariátegui no pretende solamente 'modernizar' las luchas obreras, dándole al proletariado una organización más eficiente, más dinámica para la consecusión de sus fines, independiente de la conciencia moral-política del proletariado.
Mariátegui es todo lo contrario de un tecnócrata de la organización obrera. Nuestro autor es, como él mismo califica a Trotsky, un "filósofo de la revolución" y al mismo tiempo se integra activamente en el esfuerzo común de realizar esta revolución. Lo que le interesa en este esfuerzo común revolucionario es aquel "hombre de nueva especie" que él veía aparecer en la Revolución de Octubre. Y la conciencia de clase era para él un paso importante hacia ese objetivo.
"La conciencia de clase se traduce en solidaridad con todas las reivindicaciones fundamentales de la clase trabajadora. Y se traduce además en disciplina. No hay solidaridad sin disciplina. Ninguna gran obra humana es posible sin la mancomunidad llevada hasta el sacrificio de los hombres que la intentan" (1969:115.Subr.JO).
Como ya se ha considerado arriba Mariátegui coincide con el joven Gramsci en la definición de cultura, como búsqueda de la propia autonomía. Aquí encontramos otra coincidencia. Para Gramsci cultura era "organización y disciplina del yo interior". El acento de la disciplina también es dado por el peruano.
Pero para ambos la disciplina no es un principio abstracto e independiente al movimiento mismo. Ella es necesaria en una
"voluntad colectiva“ dice el italiano[14]. "Mancomunidad" traduce el peruano. No hay solidaridad, es decir "voluntad colectiva", sin disciplina.
Que esta "solidaridad" no es sino otra expresión del concepto de "Voluntad Colectiva" (Gramsci) o "Sentimiento de Comunidad" (Adler) lo dice implícitamente la última parte del pasaje citado:
"Ninguna gran obra humana es posible sin la mancomunidad llevada hasta el sacrificio de los hombres que la intentan".
Esa "gran obra humana" no es otra cosa que la ya citada creación del "hombre de la nueva especie" y para este fin espera Mariátegui del proletariado y su vanguardia
"un sentido realista de la historia, una voluntad heroica de creación y de realización" (1969:115).
La profundidad y la intensidad de la luchas de clase llevada por el proletariado europeo a través de sus revoluciones en los primeros veinte años de este siglo había impulsado notablemente la conciencia política del proletariado y su vanguardia.
La reflexión gramsciana sobre el significado del sindicalismo en el sistema capitalista y sobre los períodos de desarrollo de la conciencia de los trabajadores en vía de su emancipación implicaba la nueva situación.[15]
Se habían desarrollado nuevas pautas, nuevos criterios dentro del movimiento obrero. Y este cambio se manifestaba en una nueva literatura política del socialismo. Antes de la guerra la tendencia socialista y la sindicalista luchaban por el predominio dentro del proletariado.
La primera era "dominantemente reformista, social-democrática
y colaboracionista"(1959c:20).
Esta tendencia concebía la revolución como una tarea a largo plazo y que la meta era alcanzable solamente a través de pasos lentos, regulares, progresivos. La revolución se convertía, en la práctica, en 'evolución', aunque la retórica seguía siendo revolucionaria.
"Esta acción política" comenta Mariátegui, "debilitó en algunos países excesivamente la voluntad y el espíritu revolucionario del socialismo. El socialismo se aburguesó considerablemente" (op. cit.).
La oposición a esta tendencia la presentó el sindicalismo, donde "se refugiaron los espíritus más revolucionarios y más intransigentes del proletariado". Pero también el sindicalismo era incapaz de ofrecer una alternativa real al colaboracionismo socialista:
"También el sindicalismo estaba dominado por una burocracia sindical sin verdadera psicología revolucionaria". (op. cit).
La literatura dominante en el frente proletario peruano provenía de esta división de fuerzas. Pero, reiteraba nuestro autor, después de la guerra la situación ha cambiado. Esta ruptura se manifiesta tanto a nivel de los partidos como de los sindicatos.
Hay además, insiste Mariátegui, una internacional obrera reformista, colaboracionista y otra internacional obrera maximalista, anticolaboracionista, revolucionaria.
La existencia de estos dos campos proletarios proviene de la existencia de dos concepciones opuestas, de dos concepciones antitéticas del actual momento. Para unos la situación no es aún revolucionaria y que la burguesía no ha agotado aún sus posibilidades históricas. Para otros, en cambio, la aguda crisis de la burguesía expresaba esta situación revolucionaria.
Para Mariátegui la guerra había sido producto histórico de la incapacidad de las burguesías europea de cooperación entre ellas para salvar al mundo de esta catástrofe. Incapaz para impedir la guerra era también incapaz de reconstruir la paz, en esta perspectiva no había sino una sola salida a este impase: la revolución socialista [16].
Esta es una de las tesis centrales sobre la cual basa nuestro autor todo el ciclo de sus conferencias así como también todo el programa de acción de los próximos años[17]. ¿En qué se basa nuestro autor para defender su tesis revolucionaria?
Antes de la guerra la posición evolucionista, -reformista, social demócrata- era explicable, dice él. Pues el capitalismo estaba en su apogeo. La producción era superabundante y la burguesía podía permitirse el lujo de dar concesiones a su clase obrera.
"Y sus márgenes de utilidad eran tales que fue posible la formación de una numerosa clase media, de una numerosa pequeña burguesía, que gozaba de un tenor de vida cómodo y confortable" (1959c:20).
En otras palabras el apogeo capitalista, sobre todo a causa de la explotación de las sociedades periféricas[18], aparecieron o se extendieron y fortalecieron franjas sociales entre el proletariado y la burguesía. Las posiciones reformistas-evolucionistas social-democráticas reflejaban la ideología de estas nuevas franjas sociales dentro del mismo proletariado. La guerra hizo cambiar la situación. La riqueza social europea ha sido, en gran parte, destruida, afirma Mariátegui, y continúa:
"El capitalismo, responsable de la guerra, necesita reconstruir esa riqueza a costa del proletariado. Y quiere, por tanto, que los socialistas colaboren en el gobierno, para fortalecer las instituciones democráticas; pero no para progresar en el camino de las realizaciones socialistas" (op.cit.).
La participación de los socialistas en los gobiernos burgueses tenía el sentido de reconstruir la democracia, de "fortalecer las instituciones democráticas" (op.cit.). Antes de la guerra la colaboración de los socialistas buscaba mejorar paulatinamente la condición material de los trabajadores, "ahora colaborarían para renunciar a todas las conquistas proletarias" (op.cit.). La burguesía para reconstruir Europa necesita que el proletariado se avenga a producir más y consumir menos.
"Y el proletariado se resiste a una y otra cosa y se dice a sí mismo que no vale la pena consolidar en el poder a una clase social culpable de la guerra y destinada, fatalmente, a conducir a la humanidad a una guerra más cruenta todavía" (op.cit.Subr.JO).
En análisis económico, político y cultural de la situación concreta llevaba a nuestro autor a "profetizar" la futura Segunda Guerra Mundial "más cruenta todavía" [19].
La aguda capacidad de observación y de análisis de nuestro autor ejercida directamente en la situación europea en su estadía en esos años cruciales postbélicos le posibilitaron comprender que las raíces que habían producido la primera gran conflagración mundial no había desaparecido en absoluto.
La derrota de la revolución y el ascenso de movimientos reaccionarios, sobre todo el fascismo, el ambiente moral europeo completamente intoxicado por las frustraciones y resentimientos y las diversas propagandas chauvinistas y revanchistas, la catastrófica situación económica, la incapacidad de los grupos dirigentes de encontrar una salida diplomática a la situación caótica, hacía "prever objetivamente" la futura Segunda Guerra Mundial.
En ese sentido la «Historia de la Crisis Mundial » era un grito de alarma ante esta guerra que veía venir y que él intuía en la revolución socialista a nivel mundial el único medio eficaz de impedir esta próxima catástrofe.
Las burguesías europeas estaban enfrascadas a la tareas de la 'reconstrucción' de sus propios países. Y en la miserable situación económica en que se encontraban no podían seguir la política de la época pre-bélica. Esto significaba rigurosa economía fiscal, aumento de horas de trabajo, disminución de salarios, es decir llevar una política antipopular. Por otro lado por el miedo a nuevas revoluciones proletarias
"la reacción cancela, por esto, no sólo las conquistas económicas de las masas, sino que atenta también contra las conquistas políticas" (1959c:23).
En el plano de las relaciones internacionales las cosas no marchaban mejor:
"..la reacción pone la política externa en manos de las minorías nacionalistas y antidemocráticas. Y estas minorías nacionalistas saturan de chauvinismo esa política externa" (op.cit.).
La política exterior estaba dominada por la economía imperialista que buscaba la hegemonía europea. Y con esto impedía toda política de solidaridad que diera a los diversos Estados la capacidad de entenderse y acercar su programa de cooperación y de trabajo. Pero esto no era todo. La crisis mundial además de ser crisis económica y política era para Mariátegui crisis ideológica [20].
Para él las doctrinas filosóficas que justificaba la sociedad burguesa, como el racionalismo, el historicismo, el positivismo, declinaban irremediablemente. Y dice:
"Este es, indudablemente, el aspecto más hondo, el síntoma más grave de la crisis. Este es el indicio más definido y profundo de que no está en crisis únicamente la economía de la sociedad burguesa, sino de que está en crisis integralmente la civilización capitalista, la civilización occidental, la civilización europea". (op.cit.curs.JO).
En este pasaje se aprecia la decisiva importancia que da Mariátegui al nivel filosófico del pensamiento. La filosofía como expresión ideológica de una sociedad, no es para él una simple 'superestructura' secundaria, un lujo cosmético de la clase dirigente, que en último término podría ser prescindible al desarrollo global de la comunidad social.
La decadencia de la filosofía burguesa se refleja en su incapacidad de mantener su carácter afirmativo. La erosión interna de estas filosofías "minadas por una corriente de escepticismo y de relativismo" no se limita al campo puramente ideológico sino que expresa una erosión total del sistema del cual esa filosofía es expresión.
Esta visión de las cosas implica una íntima solidaridad entre las diversas esferas que integran el todo de la praxis social. La decadencia del pensamiento (la filosofía) en la visión de Mariátegui es expresión de la erosión moral y esta decadencia moral es expresión de la vejez del sistema:
"Presenciamos", dice Mariátegui, "la disgregación, la agonía de una sociedad caduca, senil, decrépita" (1959c:25).
Ahora bien, dice Mariátegui, los teóricos de la Revolución Social , "Marx y Bakunin, Engels y Kropotkine" [21] vivieron en la época de la ascensión histórica del capitalismo y de la "filosofía historicista y positivista". Por tal motivo no pudieron prever que la ascensión del proletariado tuviera que desarrollarse "en virtud de la decadencia de la civilización occidental". De todo esto saca Mariátegui la conclusión:
"Al proletariado le estaba destinado crear un tipo nuevo de civilización y cultura" (op.cit).
"Tipo nuevo de civilización y cultura" que corresponde al "hombre del nuevo tipo" del que hablará ampliamente nuestro autor en la «Escena Contemporánea».
La misión del socialismo es entonces doble: no es solamente la construcción de una nueva economía sino también de toda una nueva cultura. Y esta misión, contra las previsiones de los fundadores del socialismo científico, no se realiza dentro del contexto de la expansión capitalista sino en el momento de su ruina,
"Y que el socialismo iba a encontrarse en la necesidad de gobernar no en una época de plenitud, de riqueza y de plétora, sino en una época de pobreza, de miseria y de escasez" (op.cit).
La referencia histórica a esta tesis era naturalmente la Revolución Rusa , en plena marcha en esos momentos. Esta concepción de la revolución socialista dentro del cuadro de la pobreza, de miseria y de escasez, llevó a nuestro autor a presentar siempre la revolución como un acto de "voluntad heroica de creación y de realización" (1969:115) contradiciendo abiertamente toda concepción reformista
"saturada de mentalidad evolucionista, e impregnada de la concepción de un paso lento, gradual y beatífico, sin convulsiones y sin sacudidas, de la sociedad individualista y la sociedad colectivista" (1959c:25).
Allí donde el reformismo veía una crisis pasajera del capitalismo, pues integrado completamente al sistema capitalista y burgués, era incapaz de concebir otra forma de la realidad sin poner en peligro toda su praxis política habitual y sin maltratar su mentalidad 'beatífica' Mariátegui veía en ella, como ya se ha dicho, los síntomas de disgregación, de senilidad, de decrepitud y junto a la cual
"al mismo tiempo presenciamos la gestación, la formación, la elaboración lenta e inquieta de la sociedad nueva" (op.cit.).
[1] Acentuemos esta importante unidad conceptual, 'conciencia y sentimiento', que veremos frecuentemente reiterado a lo largo de la obra de Mariátegui, expresada aquí como fin necesario a 'suscitar' en las masas. La unidad 'Inteligencia y Sentimiento' era para él indisoluble, corresponde a la relación 'Vida-Razón', 'Vanguardia-Multitud'.
[2] Ya desde esta primera intervención teórica de Mariátegui se vislumbra el eje obrero-campesino como elemento fundamental de su estrategia revolucionaria. La reivindicación de los campesinos constituye para nuestro autor un punto indiscutible de su programa. Más aún: ella sirve, junto con los otros puntos de fundamento para la construcción del frente popular. Para Mariátegui esta alianza era anterior a toda diferencia de 'credo político'.
[3] El ofrece un ejemplo concreto de esta "solidaridad de la vanguardia“: "El más reciente y emocionante de estos ejemplos", escribe Mariátegui, " es el de Germaine Berthon, anarquista, que "disparó certeramente su revólver contra un organizador y conductor del terror blanco por vengar el asesinato del socialista Jean Jaurès"..."Los espíritus nobles, elevados y sinceros de la revolución, perciben y respetan, así por encima de toda barrera teórica, la solidaridad histórica de sus esfuerzos y de sus obras". (1969:109)(Kurs.JO).
[4] Es de extraordinario interés el paralelo entre la concepción filosófica de Mariátegui sobre "las multitudes" y la del psicólogo Alfred Adler, fundador de la «Psicología Individual», ( ver: «Menschenkenntnis» Cap.II. Leipzig. 1929:12.) para quien la dialéctica existencial se juega entre el «Sentimiento de comunidad» (Gemeinschaftgefühl) y la voluntad de poder (Macht- und Geltungstreben). Para Mariátegui las masas son el lugar privilegiado del «sentimiento de comunidad» (o «Mancomunidad» como dice el propio Mariátegui), de allí su persistente llamado a tomar conciencia de este hecho fundamental. Por otro lado su dura y consecuente crítica a toda línea que represente «Geltungs-y Machtsstreben» (ansías de poder y de notoriedad). Ver abajo la primera parte de la cita: "Hay que superar y vencer...el espíritu anarcoide, individualista, egotista... profundamente antisocial..." Todo esto denota psicológicamente afán de poder y de notoriedad.
[5] "Los intelectuales se impregnan cada dia más de la voluntad de muerte, el pueblo desde tiempos lejanos porta en sí la voluntad de vida" (1925:136).
[6] No se acentuará suficientemente que para Mariátegui el concepto de 'masa-multitud' implica el lugar privilegiado de la solidaridad, del "sentimiento de comunidad adleriana"(Ver nota 19).
[7] "No significa", dice Mariátegui "la confusión ni la amalgama de todas las doctrinas en una doctrina única" (op.cit.108).
[8] "El programa del Frente Unico considera exclusivamente la realidad inmediata, fuera de toda abstracción y de toda utopía" (op.cit.108-109.Subr.mio:JO).
[9] Pero reiteremos: "praxis" significa siempre para nuestro autor una praxis que parte de principios morales elevados, como ya se ha expuesto arriba.
[10] El "sentimiento de comunidad" de A.Adler. Para éste el desarrollo del sentimiento de comunidad es el fundamento sine qua non de toda «lógica objetiva universal», de todo entendimiento de valor universal. Mientras que el "subjetivismo" o "lógica privada o particular" (dogmatismo, sectarismo) es el producto necesario del alejamiento del entendimiento del sentimiento de comunidad. Toda forma de neurosis y toda expresión de irregularidades psíquicas es expresión de la ausencia o de la pobreza del sentimiento de comunidad..
[11] Ver abajo el apéndice 2.3.
[12] La crítica mariateguiana de la "cultura revolucionaria" coincide con la posición gnoseológica de Spinoza sobre la verdad y el conocimiento adecuado. Para éste lo falso no es vacío de conocimiento sino un conocimiento "mutilado" proveniente del primer grado de conocimiento.
[14] Ver abajo Apéndice 7.1.
[15] Ver abajo Apéndice 2.5.
[16] "La guerra ha originado una crisis cuya solución no puede ser sino solución proletaria, una solución socialista" (1959c:19).
[17] Yo participo de la opinión de los que creen que la humanidad vive un período revolucionario. Y estoy convencido del próximo ocaso de todas las tesis social-democráticas, de todas las tesis reformistas, de todas las tesis evolucionistas". (1959c:22).
[18] Ver nuestro próximo capítulo: El descubrimiento de las multitudes (II) «Escena Contemporánea». Cap. 3.2.2. Lloyd Georges y 3.2.3. Nitti.
[19] Al final de los apuntes a la segunda conferencia escribe Mariátegui: "Medite el proletariado en las causas de esta gran tragedia. Piense en que unos cuantos hombres y unos cuantos intereses han podido desencadenar una guerra que ha causado quince millones de muertos, que ha sembrado de odios Europa, que ha destruído tanta riqueza económica y que ha intoxicado deleteramente el ambiente moral de Europa. Y que se diga el proletariado si vale la pena reconstruir la sociedad capitalista, reconstruir la sociedad burguesa, para que dentro de cuarenta o cincuenta años, antes tal vez, vuelva a encenderse en el mundo otra conflagración y a producirse otra carnicería" (1959c:28) (Subr..JO).
[20] "Las filosofías afirmativas, positivistas de la sociedad burguesa están desde mucho tiempo minadas por una corriente de escepticismo y de relativismo"(1959c:24).
*Jorge Oshiro es colaborador de CREACIÓN HEROICA. El Frente Unido es un apartado de su libro Mito y Razón. 7 Ensayos de Interpretación del Pensamiento Filosófico de José Carlos Mariátegui (1914-1930).
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