sábado, 12 de marzo de 2011

Opinión


¿Comunidad Indígena o Comunidad Campesina?

José Carlos Ibarra*


Toda la historiografía boliviana que se ocupa del análisis de lo indígena, en cualquiera de sus manifestaciones y etapas históricas, habla de la comunidad indígena, del mundo andino o cultura andina. Pero nadie define lo que debe entenderse por cada uno de estos conceptos. Esta es la razón por la cual queremos dedicar este apartado a tan importante cuestión.

El ayllu como cuerpo económico y social, fue la célula básica no sólo del imperio inca, sino de todo el mundo andino existente antes de éste. Su surgimiento se debió al desarrollo de las propias fuerzas productivas. Primero como una forma de control de recursos en una geografía hostil y como medio de defensa frente a otros grupos sociales, y, luego, como organización básica para la producción. Pero dejemos que sea Hildebrando Pozo, acucioso investigador del ayllu, el que nos de algunas luces al respecto. Él dice:

“La raíz originaria del ayllu prehistórico fue, pues, el clan o los grupos nórdicos constituidos y organizados por vínculos de consanguinidad, en una sola unidad económica, al principio de calidad sólo consumitiva y defensiva, y con posterioridad esencialmente productora”.
       
Pero eso no quiere decir que, al convertirse en una organización esencialmente productora, el ayllu perdiera su carácter defensivo. Al contrario: siempre mantuvo este carácter. Pero, tal como señala Guillermo Lumbreras, su principal tarea era “la defensa del trabajo social invertido por los mismos trabajadores”.

Llegó un momento, sin embargo, en que la autoridad ayllal, el curaca, no sólo concentró el poder político y religioso, sino también el militar. De aquí a la constitución del Estado, como la organización y la administración centralizadas de la fuerza de trabajo del grupo ayllal, sólo había un paso. A decir de Lumbreras, esto se originó con Chavín de Huántar.

Hasta aquí queda establecido que la actividad principal del ayllu es la producción, y específicamente la agricultura, y que su objetivo básico es la defensa del grupo. Prosigamos.

A su llegada a esta parte de nuestro continente, los aplicaron categorías raciales para definir a los nativos. La funcionalidad política y social de estas categorías estaba determinada por la necesidad de verse superior ante el conquistado. Para los españoles la conquista no podía justificarse sino a partir del sentimiento de sentirse superiores a los conquistados. Así surgió el calificativo de indio y, luego, el calificativo de indígena, ambos con claras connotaciones raciales, sociales y políticas, aunque, strictu sensu, el término indígena designe a todo hombre nacido en un lugar determinado.

Más tarde, durante la República, nada cambió. En este período los términos indio e indígena eran utilizados por los criollos para designar a los mismos grupos mayoritarios que seguían dedicándose a la agricultura como su actividad productiva principal, prolongando así la vieja forma colonial de marcar su pretendida inferioridad, y este trato expresaba, igual que en la Colonia, la idea de que el indio, en tanto y en cuanto inferior, debía ser gobernado, pues era incapaz de gobernarse a sí mismo.

Esta actitud ante la población indígeno-originaria continúa vigente, con ciertos matices, hasta el día de hoy. Ahora bien, en la medida en que el indio vive de la agricultura y, por esto, la tierra aparece es su ser mismo, sin ella deviene emocional y psicológicamente disminuido, mutilado. Esta mutilación viene de la Colonia, que lo despojó de sus tierras y se ha prologado a lo largo de la República. Pero si se aquella mutilación fue operada por conquistadores, ésta se ejerció por connacionales. Por lo tanto, al no cumplir con lo que teóricamente era su tarea principal, la República creó un Estado, pero no una nación. Y el liberalismo constituido en poder, no hizo sino extremar los esfuerzos para que las cosas siguieran como hasta entonces. De este modo institucionalizó y legalizó el colonialismo interno.

Así, pues, los términos indio e indígena, además de tener claras connotaciones raciales, expresan ciertas situaciones económicas, sociales y políticas. Es decir tienen, mutatis mutandis, las mismas cargas sociológicas, antropológicas y psicológicas que en la Colonia.

Pues bien, si dentro del ayllu la actividad económica principal fue la agricultura, entonces el indio era un campesino. Entonces, si su condición de campesino es lo fundamental en su vida social, ¿por qué llamar a la comunidad “comunidad indígena”? José Carlos Mariátegui señalaba que “la influencia del factor raza se acusa evidentemente insignificante al lado de la influencia del factor economía”. Por eso tal vez en el Perú la comunidad es llamada comunidad campesina desde hace ya cuarenta años. En cambio en Bolivia se la sigue llamando comunidad indígena, privilegiando así lo racial sobre lo clasista. más de Llamarlo así implica como en tiempos de la colonia. Pero, ¿por qué los propios campesinos se autodenominan “indígenas”? Esto está vinculado sin duda con lo que se ha dado en llamar el mito andino. Dentro de la propia comunidad campesina y a raíz del trauma de la colonia, que no ha sido superado en la República, existen dos tendencias: una que pretende el retorno sin reservas al Tawantinsuyu, y otra que sostiene amoldarse a los avances de la humanidad. Esta última, vista no como superación de la sociedad capitalista, sino como incorporación al aparato estatal.

Para finalizar, indicaremos sumariamente algo sobre la cultura o mundo indígena.

Hay dos formas de entender lo que es el mundo andino. Una es la que lo considera desde los orígenes del hombre americano hasta la llegada de los españoles en 1532. Otra es la que lo considera hasta el día de hoy.

Las connotaciones económicas, sociales y políticas que se desprende de esta última consideración -con la cual comulga la mayoría de investigadores- se basa también en un punto de vista interesado: mientras más mundo andino se crea que existe, tanto mejor, pues así personas y organizaciones pueden medrar con sus afanes culturalistas.

La gran mayoría de investigadores serios establecen que la llegada de Pizarro y sus huestes a la actual Cajamarca, marcó el inicio de un proceso de mestizaje en todos los aspectos de la vida de los habitantes de lo que hasta ese momento fue el Tawantinsuyu.

A más de quinientos años del inicio de este proceso, lo que existe como realidad es un creciente mundo mestizo. Bolivia no es un país indígena sino mestizo, en el sentido cultual y no racial de la expresión. El mundo indígena se reduce a las comunidades campesinas, donde la penetración de la economía mercantil aparece como un proceso que va disolviendo más o menos aceleradamente los viejos usos y las viejas costumbres que, por lo demás, ningún culturalismo puede detener.

En conclusión, la comunidad debería llamarse, también aquí en Bolivia, comunidad campesina. Si algo impide que así sea, es el culturalismo hegemónico existente tanto a nivel de los propios campesinos como a nivel de la esfera gubernamental.


*José Carlos Ibarra es miembro del Comité de Redacción de CREACIÓN HEROICA. El presente escrito es un acápite de un trabajo mayor: Comunidad Campesina y Relaciones de Poder.

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