¡Defender
el Pensamiento de Mariátegui de toda tergiversación y desarrollarlo en función
de la realidad actual!
De Cómo los
Liquidadores Abjuran del Marxismo-Leninismo y Falsifican la Creación Heroica de
Mariátegui
(Tercera
Parte)
Eduardo Ibarra
Sobre la línea
política: táctica y estrategia
Como es sabido, con aquello del “nuevo municipio”, García
promueve la reestructuración del Estado burgués en sus bases municipales.
En efecto, al plantear que “el nuevo
municipio es el ‘por dónde empezar’ de la lucha por el cambio social”, y
que “tiene que planificar su economía, asumiendo sus funciones de producción,
administración y gobierno”, García propone la reestructuración del municipio en
las condiciones de la sociedad actual.
Es decir,
propone que hay que “planificar” la economía municipal, es decir, la economía
capitalista local.
Porque, incluso si la economía
municipal adquiriese en algunos de sus sectores una forma colectiva
(cooperativa, etc.), dicha economía no deja de ser economía capitalista.
La reestructuración del Estado
burgués en sus bases municipales es, pues, una propuesta reformista, que, sin
embargo, García intenta disimular con un lenguaje maximalista (“trabajo
emancipado”, “cambio social”).
Este reformismo se confirma sobre
todo por el siguiente hecho. En el artículo Plan
de publicación, publicado en Polémica,
año II, nº5, García plantea el derecho al trabajo emancipado como una
reivindicación básica, es decir, inmediata.
Es decir, en la propuesta de García,
el trabajo emancipado, máximo objetivo de
la revolución socialista, aparece como realizable en los marcos del
capitalismo.
La función del Estado burgués (de
todos sus aparatos sin excepción, y, por tanto, también del municipio) es
reproducir las relaciones de producción capitalistas y las condiciones de esta
reproducción.
Por tanto, en el marco de los
municipios y, en general, en la sociedad capitalista, es simplemente imposible
el trabajo emancipado.
La propuesta reformista de García
tiene su antecedente en la consigna de “poder municipal” (recuérdese el
experimento de Villa El Salvador) levantada por Izquierda Unida en los años
ochenta.
Así, pues, aparte su demagógico discurso
maximalista, en este caso tampoco tiene García el mérito de la originalidad.
En la línea de Marx y Lenin,
Mariátegui sostuvo que “la praxis marxista… propone precisamente la conquista
del poder político como base de la socialización de la riqueza”.
Y agregó: “… los cauces legales no
pueden contener una acción revolucionaria”.
De estos asertos mariateguianos se
desprende que la conquista del poder político solo es posible mediante la
violencia revolucionaria, y no mediante el voto: mediante este procedimiento puede
lograrse únicamente el gobierno del
poder municipal, y, por tanto, creer que la suma de “nuevo municipios” puede
dar como resultado el nuevo poder a nivel nacional (que es precisamente lo que
creen los liquidadores), constituye de hecho: 1) sucumbir a los prejuicios
democrático burgueses; 2) constreñir la lucha de los trabajadoras a los cauces
legales; 3) plantear vergonzantemente la transición pacífica.
La revolución (para emplear este
término marxista en lugar del término neutro “cambio social”) implica
precisamente lo contrario: una ruptura con los cauces legales de la lucha.
Es decir, la
revolución es una insurrección de las clases trabajadoras contra el aparato del
Estado burgués, sin excepción de ninguno de sus aparatos.
Así, la Comuna de
París fue una insurrección al margen y contra el aparato del Estado burgués.
Los soviets rusos surgieron al margen y contra el aparato del Estado
monárquico. Las Asociaciones Campesinas en China surgieron al margen y contra
el aparato del Estado burgués. Etcétera, etcétera.
Pero, tanto creen los liquidadores
en su “camino municipal al socialismo” (esencialmente semejante al “camino
parlamentario al socialismo” del revisionismo jruschoviano), que, en un
artículo venenosamente titulado Acerca de
un comentario insustancial sobre política concreta (17. 11. 2014), Miguel
Aragón sugirió que la Comuna de París no se constituyó el 18 de marzo de 1871,
sino que “ya existía… desde muchos años antes como forma de gobierno local
reconocida por el pueblo parisiense”.
Sin embargo de esta
alegre afirmación, la verdad es que las comunas parisinas no eran otra cosa que
una forma de organización del Estado burgués, que como tal, por tanto,
reproducía las relaciones de producción capitalistas y las condiciones de esa
reproducción, mientras la Comuna de París liquidó las relaciones de producción
capitalistas y las condiciones de reproducción de las mismas.
Para los marxistas, pues, el problema no está en la forma de las instituciones, sino en el
contenido de clase de su política. Prueba nuestro aserto el hecho de que,
por ejemplo, en Rusia hubo los
soviets mencheviques y social-revolucionarios y en Alemania los soviets de
Ebert-Scheidemann.
Por eso Marx señaló
en La guerra civil en Francia:
“Generalmente, las creaciones históricas por
completo nuevas están destinadas a que se las tome por una reproducción de
formas viejas e incluso difuntas de la vida social, con las cuales pueden
presentar cierta semejanza. Así, esta
nueva Comuna, que quiebra el Poder estatal moderno, ha sido confundida con
una reproducción de las comunas medievales, que, habiendo precedido a ese
Estado, le sirvieron luego de base” (cursivas nuestras).
Así, pues, si luego de
la Comuna de París hubo quienes confundieron la forma del nuevo poder con las
comunas medievales, ahora Aragón la confunde con las comunas municipales
existentes inmediatamente antes del 18 de marzo de 1871.
Contra semejantes
confusiones, se alza el hecho incontrovertible de que la Comuna de París fue
una creación histórica por completo nueva,
tal como señaló Marx.
En la línea del Togliatti
revisionista (teórico de las famosas “reformas estructurales” dentro del Estado
burgués), García cree que el trabajo emancipado, objetivo máximo de la
revolución socialista, es realizable en el marco de los municipios, es decir,
cree que los cauces legales pueden contener una acción revolucionaria.
Es oportuno recordar que Ravines
planteó en su programa la “Instauración de los municipios obreros, campesinos y
soldados en lugar de la dominación de clase de los grandes propietarios de la
tierra y de la Iglesia” (Martínez, Apuntes
para una interpretación marxista de historia social del Perú, t.II, p.421).
Malgrado diferencias argumentales,
en el fondo tanto la propuesta de Ravines (de tinte izquierdista) como la de
García (de tinte derechista), guardan entre sí un común denominador: la
creencia de que el municipio encierra la posibilidad de una acción
revolucionaria.
García cree pues que el trabajo
emancipado es posible bajo la dictadura de la burguesía, y, como es obvio, esta
creencia encierra la idea de la transición pacífica.
Esto explica que, intentando
contestar, de forma indirecta, nuestra crítica a la ilusión del gobierno
venezolano de un tránsito pacífico al socialismo (véase nuestro
artículo La reconstitución y la política
concreta III, 11.02.2015), García, en una nota del 31.10.2014 al
pie del artículo El estado comunal, una realidad revolucionaria pendiente (31.10.2014), de Homar Garcés, no dijera
absolutamente nada sobre nuestra aludida crítica. Esto no es ni puede ser
casualidad.
En cambio, en la misma nota, nuestro
liquidador se extendió sobre el Estado-Comuna y, así, validó el discurso de
Garcés sobre el Estado-Comunal en Venezuela, siendo que los Consejos Comunales
en este país no son el producto de una insurrección de las clases trabajadoras,
como fue la Comuna de París, sino organismos burocráticos al servicio del reformismo.
Así, pues, si se mira bien, el
discurso de García sobre el Estado-Comuna comporta la ecuación transición
pacífica-Estado-Comuna.
Que de tanto en tanto nuestro
liquidador apele, en términos generales, a la idea de la revolución violenta
(Jorge del Prado, partidario empedernido de la transición pacífica, también de
tanto en tanto apelaba en términos generales a la idea de la revolución violenta),
no le sirve para encubrir su reformismo concreto, es decir, su “camino
municipal al socialismo”.
Este mal
disimulado reformismo explica el apoyo de García al “socialismo del siglo XXI”
(el socialismo de Marx es uno solo en todos los siglos), que, como se sabe,
levanta precisamente la tesis de la transición pacífica (véanse los libros El socialismo del siglo XXI, de Heinz
Dieterich Steffan, y América Latina y el
socialismo del siglo XXI. Inventando para no errar, de Marta Harnecker), y
cuya experimentación más publicitada es el gobierno venezolano.
Explica, asimismo, que García haya
tomado del novísimo “socialismo” de Dieterich la promoción de la democracia
participativa, que, como se sabe también, el autor alemán iguala al socialismo.
Pero
¿qué es la democracia participativa en las condiciones de la sociedad
capitalista?
Como es evidente,
la propia burguesía promueve la democracia participativa, y esto significa que
promueve la participación de la población en la política burguesa.
Por su parte, el
liquidacionismo (y algunos gratuitos repetidores) promueven también la democracia
participativa en el nivel municipal, y esto quiere decir que promueve la
participación de la población en la política reformista.
Así las cosas,
resulta obvio que la base filosófica del reformismo de García (y de
Aragón, etc.) es el evolucionismo vulgar, contrario por principio a la
dialéctica marxista.
Todo lo expuesto
sobre el “nuevo municipio” hasta aquí, da cuenta del contenido concreto del
“cambio social” de los liquidadores, o sea, el significado específico que tiene
en ellos dicho término.
Por supuesto, el
proletariado consciente debe intervenir organizadamente y con programa propio
en todas las formas de lucha. Esto está fuera de discusión.
Pero debe hacerlo sin la ilusión
pequeño burguesa de que el cauce municipal o cualquier otro cauce estatal puede
llevar al poder popular, y en la convicción de que la experiencia de su propia
lucha directa al margen de la legalidad burguesa le dará el cauce de su
creación heroica.
Debe hacerlo, pues, para, en el curso
de su gestión, propagandizar la idea de la revolución, organizar a las masas y
descomponer así el aparato estatal burgués.
Lenin señaló que “reducirse a
indicar la necesidad de ‘organizar a las masas’ no explica absolutamente nada;
de otra parte, quien se limitase a ello no sería más que un acólito de los
liberales, porque son los liberales, quienes precisamente desean, para afianzar su dominación, que los obreros
no vayan más allá de sus organizaciones habituales,
‘legales’ (desde el punto de la sociedad burguesa ‘normal’), es decir que los
obreros se limiten simplemente a
afiliarse a su partido, a su sindicato, a su cooperativa, etc., etc.”
Y agregó: “Gracias a su instinto de
clase, los obreros han comprendido que en un período de revolución necesitan
una organización completamente distinta, no
sólo habitual, y han emprendido con acierto el camino señalado por la experiencia
de la revolución de 1905 y de la Comuna de París de 1871: han creado el Soviet de diputados obreros, se han
puesto a desarrollarlo, ampliarlo y fortalecerlo, atrayendo a él a diputados de
los soldados y, sin duda alguna, también
a diputados de los obreros asalariados
rurales y, además (en una u otra forma), de todos los campesinos pobres” (OE en doce tomos, t.VI, p.222; cursivas
en el original).
Estas enseñanzas quieren decir,
precisamente, que creer, como creen los liquidadores, que el municipio (aparato
del Estado burgués encargado, como los otros, de reproducir las relaciones de
producción capitalistas y las condiciones de esta reproducción) es el cauce al
socialismo, significa: 1) alimentar la ilusión de que los cauces legales
encierran la revolución; 2) oponerse desde ahora mismo a la creación heroica de
las masas, es decir, al Camino de Mariátegui, o sea, al camino de las clases
trabajadoras que terminarán por crear la forma organizativa de su lucha
revolucionaria por el poder y, por tanto, la forma de su propio poder.
20.12.2016.
Nota:
Publicamos a continuación tres capítulos del folleto inédito
Crítica al oportunismo de derecha de
Jaime Lastra (aunque sus capítulos circularon oportunamente en la red), de nuestro
compañero Eduardo Ibarra, los mismos que dan cuenta de algunos aspectos del derechismo
de Lastra, así como de sus métodos criollos.
Esta publicación obedece al hecho de
que, una vez más (ya fracasó dos veces en el intento) Lastra pretende abortar
el proceso de la Reconstitución del Partido de Mariátegui, y ya no es posible
dejar de criticar directamente semejante pretensión.
La lectura honrada de los aludidos
capítulos, permitirá a los lectores tomar conocimiento de las posiciones de Lastra
opuestas a Mariátegui y a la reconstitución del PSP, o, como puede ser en
algunos casos, recordar los términos de la crítica a dicha oposición.
La Reconstitución supone un
prolongado trabajo de esclarecimiento, crítica, toma de posición y deslinde en
relación a la verdad universal, la Creación Heroica de Mariátegui, la política
concreta y la cuestión del partido.
Por eso, pretender ahora “una
conferencia política con miras a la reconstitución”, sin la preparación
necesaria, es abortar el proceso reconstitutivo del Partido de Mariátegui.
Con “miras a la reconstitución”,
Lastra hubiera tenido que desarrollar los diversos aspectos del trabajo prolongado
señalado arriba, pero, como bien se sabe, prefirió perder el tiempo poniéndole
el hombro al proyecto de partido del grupo liquidacionista y desenvolver su
idea inconfesa de que el frente dirige al partido.
Y, ambas cosas no significaron ni un
solo paso adelante en la lucha por la Reconstitución.
De esta forma, Lastra terminó
perdiendo el camino.
Cualquier apresuramiento en la lucha
por la Reconstitución, no puede entenderse sino como resultado de la
incomprensión del contenido de esta magna tarea, de su camino propio y de su
método de realización.
Lastra representa una variante del
oportunismo de derecha, y, como es claro, el
oportunismo de derecha no tiene lugar en la lucha por la Reconstitución.
Pero además, Lastra ha demostrado
una impresionante insolvencia teórica que el lector sabrá captar (si no lo ha
captado ya) con la lectura de los capítulos que publicamos.
Finalmente, Lastra ha mostrado ser
partidario impenitente de los métodos criollos, que el lector también sabrá
captar (si no lo ha captado ya) con la lectura de los aludidos capítulos.
El derechismo de Lastra se expresa
concentradamente en su oposición al Pensamiento de Mariátegui en más de un
punto y en su falsificación del contenido, el camino propio y el método de la
Reconstitución.
Su insolvencia teórica se expresa,
también concentradamente, en su argumentación sobre la verdad universal, sobre
el frente unido y otras cuestiones.
Y sus métodos criollos se expresan,
asimismo concentradamente, en su obstinación por abortar el proceso de
reconstitución, es decir, por encubrir su oportunismo de derecha tras el manto
de la reconstitución.
Si Lastra quiere ocupar un puesto en
la lucha por la Reconstitución del Partido de Mariátegui, tendría que comenzar
por desembarazarse por completo de su oportunismo de derecha y de sus métodos
criollos y hacer el esfuerzo necesario para comprender marxistamente el
contenido de la Reconstitución, su camino y su método.
Pero ocurre que, no obstante que la
crítica a su derechismo y a sus métodos (crítica que data, redondeando, de hace
tres años), Lastra no ha mostrado ninguna capacidad de desembarazarse de los
fardos que carga.
Puede decirse, entonces, que Lastra no tiene ninguna autoridad política y
ninguna autoridad moral para promover eventos “con miras a la reconstitución”.
La Reconstitución supone un
prolongado trabajo de esclarecimiento, crítica, toma de posición y deslinde en
relación a la verdad universal, la Creación Heroica de Mariátegui, la política
concreta y la cuestión del partido.
Precisamente, desde hace tiempo el COMITÉ DE RECONSTITUCIÓN JOSÉ CARLOS
MARIÁTEGUI (CRJCM), lleva adelante dicho trabajo necesario.
Esta es una realidad ante la cual
nadie puede cerrar los ojos.
Es de suponer que otros organismos y
otros activistas van por el mismo camino.
Sin embargo, no obstante lo
avanzado, el CRJCM considera que
falta todavía un trecho para terminar de sentar las bases ideológicas, teóricas,
políticas y orgánicas que permitan abordar prácticamente y de lleno la etapa
organizativa de la Reconstitución.
Pero tampoco falta demasiado y, por
tanto, más temprano que tarde llegaremos, todos a una, a atacar la cuestión
orgánica con temario y cronograma consensuados.
Por eso, el CRJCM llama a evitar el nuevo intento de abortar la Reconstitución
promoviendo una “juntucha” (así llaman en Bolivia a las unificaciones sin
principios), y, naturalmente, a tomar posición firme y definida con respecto al
Camino de Mariátegui (que no admite ningún confusionismo), a la Reconstitución
(que no es una aventurilla orgánica), a su camino propio (que no es
conciliacionismo) y a su método (que implica sentar las bases ideológicas,
teóricas, políticas y orgánicas necesarias para la unidad principista de los
marxista-leninistas peruanos en una sola organización).
Esto es lo
que se llama llevar adelante la Reconstitución con un sentido estratégico.
En la próxima edición de CREACIÓN HEROICA publicaremos algunos
capítulos más del mencionado folleto de nuestro compañero.
01.03.2017.
CRJCM
¡Defender
el Pensamiento de Mariátegui de toda tergiversación y desarrollarlo en función
de la realidad actual!
La
Reconstitución y la Verdad Universal del Proletariado
E.I.
En la segunda mitad de 2010 un pequeño grupo de
activistas hizo un esfuerzo por organizar un grupo de debate que debía definir
la cuestión de la Reconstitución a fin de contribuir a su desarrollo y
culminación.
Pero los acuerdos tomados con vistas
a ese objetivo fueron rápidamente pisoteados por Jaime Lastra, quien, por circunstancias
perfectamente explicables, apareció entonces como cabeza orgánica del aludido
grupo (1).
A cuatro años de ese malogrado
intento, se constata el desarrollo de dos líneas antagónicas entre quienes
originalmente lo asumieron.
Como es de conocimiento común, la
constitución del Partido Socialista del Perú comprendió una lucha en los planos
ideológico, teórico, político y orgánico.
En el presente artículo me limitaré
a un rápido análisis del aludido antagonismo en el plano ideológico.
Brevemente: en los tiempos de
Mariátegui, la cuestión del leninismo era una controversia fundamental.
Entonces el maestro escribió Defensa del
marxismo y acordó el marxismo-leninismo como la base de unidad del PSP. En
el Programa del Partido puede leerse
esta terminante afirmación: “El marxismo-leninismo es el método revolucionario
de la etapa del imperialismo y de los monopolios. El Partido Socialista del
Perú, lo adopta como su método de lucha” (t.13, p.160).
Así, pues, la adhesión al marxismo-leninismo fue el contenido ideológico de la
Constitución del Partido.
Ahora bien, la Reconstitución
comprende igualmente una lucha en los cuatro planos anteriormente mencionados.
En el ideológico, la lucha se
presenta hoy como la defensa del leninismo en tanto marxismo de nuestra época y
el reconocimiento del pensamiento de Mao en cuanto desarrollo directo del leninismo.
Lenin señaló: “La época se llama
precisamente época porque abarca toda una suma de diversos fenómenos y guerras,
típicos y no típicos, grandes y pequeños, propios de los países avanzados y de
los atrasados. Eludir estas cuestiones concretas por medio de frases generales
acerca de la ‘época’, como hace P. Kíevsky, significa abusar del concepto
‘época’” (Sobre la caricatura del
marxismo y el ‘economismo
imperialista’, en OE en doce
tomos, t.VI, Editorial Progreso, Moscú, 1976, p.69).
Es decir, toda época histórica tiene un contenido concreto.
Stalin señaló: “Marx y Engels actuaron
en el período prerrevolucionario (nos referimos a la revolución proletaria)
cuando aún no había un imperialismo desarrollado, en un período de preparación
de los proletarios para la revolución, en el período en que la revolución
proletaria no era aún directa y prácticamente inevitable. En cambio, Lenin,
discípulo de Marx y de Engels, actuó en el período del imperialismo
desarrollado, en el período en que se despliega la revolución proletaria,
cuando la revolución proletaria ha triunfado ya en un país, ha destruido la
democracia burguesa y ha inaugurado la era de la democracia proletaria, la era
de los Soviets” (Fundamentos del leninismo, en Cuestiones del leninismo,
compilación, ELE, Pekín, 1977, p.3).
Es claro, pues, que
entre las condiciones en las que actuaron Marx y Engels y las condiciones en
que actuó Lenin, hay, dentro del marco general de la continuidad del
capitalismo, una discontinuidad: el paso del capitalismo competitivo al
capitalismo imperialista, es decir, el cambio de época histórica.
Por eso, entre la teoría de la
revolución de los primeros y la teoría de la revolución del segundo, hay,
también, en este caso dentro del marco general de la continuidad de los
principios del marxismo, una discontinuidad: el leninismo es marxismo, pero es marxismo de nuestra época.
Es un hecho incontrovertible que tanto
el pensamiento de Lenin como el pensamiento de Mao surgieron en la misma época
histórica; en otras palabras, que tanto el
uno como el otro tienen las mismas raíces históricas.
Por eso, entre las condiciones en que
actuó Lenin y las condiciones en las que actuó Mao, no hay ninguna discontinuidad de naturaleza epocal, sino una
comunidad directa: el imperialismo es la época en que un puñado de países
capitalistas avanzados explota a una mayoría de países coloniales y
semicoloniales. Por eso, entre el pensamiento de ambos dirigentes, no hay, tampoco, una discontinuidad epocal, es decir en
cuanto a las raíces históricas se refiere, sino una comunidad igualmente epocal, inmediata, directa.
Es decir, tanto el pensamiento de Lenin
como el pensamiento de Mao, llevan el sello de nuestra época, y, por esto, el
segundo es un desarrollo directo del primero.
No tener en cuenta la interconexión
entre los países imperialistas y los países del mundo colonial, es no
comprender el contenido de nuestra época, y, no tener en cuenta la comunidad epocal entre el pensamiento de Lenin y
el pensamiento de Mao, es escamotear la realidad de sus comunes raíces
históricas, y, por lo tanto, desconocer la verdad de que el pensamiento de Mao
es una etapa del marxismo de nuestra época, una etapa del leninismo.
La revolución proletaria mundial es un
proceso único e indivisible que se da en las condiciones generales del
imperialismo. Fallecido Lenin en 1924 y vigente nuestra época, el leninismo
cobró un importante desarrollo ulterior con el pensamiento de Mao. El
pensamiento de Mao se desarrolló: 1) en función de la lucha de clase del
proletariado en las condiciones generales del imperialismo; 2) en función de la
particular realidad de un país como la China prerrevolucionaria; 3) en función
de la lucha de clases bajo la dictadura del proletariado.
Pues bien,
en la segunda mitad del año pasado, Lastra hizo circular un conjunto de documentos,
entre los cuales hay uno de su autoría, El
marxismo y su desarrollo (¿07.07.2013?), en el cual intenta argumentar el
“marxismo-leninismo-maoísmo” que ha tomado de Abimael Guzmán.
En dicho
documento, Lastra ha dejado escrito: “en mis estudios sobre esta cuestión cada
vez me queda claro que la denominación de la doctrina no tiene que ver
mecánicamente con la ‘época’, como que si bastara la aparición de esa nueva
época para que automáticamente surja el conocimiento que le corresponda, sino con
el tipo de conocimiento que
se ha producido en esa época determinada. Y esto lleva, inevitablemente, a ver
la causa del salto de la teoría (el desarrollo doctrinal) no en un determinado lapso de tiempo, sino en
el contenido teórico de las soluciones a los nuevos problemas, logrado mediante
la aplicación de la doctrina frente a una determinada realidad; es decir, el
desarrollo de la teoría marxista se comprueba en un nuevo aporte teórico-práctico, corroborado por la experiencia. Resulta evidente que el nuevo aporte se da en un tiempo
específico; es decir, en un periodo determinado, pero no es el tiempo el que
genera el conocimiento, sino la práctica social correspondiente. Sabemos,
como caso similar, que tanto el tiempo
como el espacio son formas fundamentales de la materia, pero no explican el
cambio de la materia. Lo que explica su desarrollo son las contradicciones que
operan al interior de la materia. Y es frente a esas contradicciones como se
desarrolla la teoría. Tiempo y espacio reflejan solo la forma en que se plasma
el desarrollo en tanto son condicionantes, más no determinantes. Por eso, es
conocido el razonamiento materialista dialéctico de que no puede existir
materia sin movimiento fuera del espacio y tiempo” (se ha respetado la
redacción del autor de la cita).
Este es el
argumento central de Lastra, resultante de sus “estudios de esta cuestión”, y,
por ello, es suficiente que en estas líneas me limite a la crítica de sus
términos.
Como se ha podido ver, Lastra
califica de “mecánica” la relación establecida entre nuestra época y el
leninismo en la definición de este último, pero, no ha tenido la honradez
intelectual de mencionar a quiénes critica por el supuesto mecanicismo.
En Los fundamentos del leninismo (1924), Stalin señaló: “El leninismo
es el marxismo de la época del imperialismo y de la revolución proletaria”.
En el Programa del Partido (1928), Mariátegui sostuvo: “El
marxismo-leninismo es el método revolucionario de la etapa del imperialismo y
de los monopolios” (2).
En Sobre
la contradicción (1938), Mao mantuvo: “Stalin analizó lo universal de las
contradicciones del imperialismo, demostrando que el leninismo es el marxismo
de la época del imperialismo y de la revolución proletaria” (OE, ELE, Pekín, 1972, t.I, p.352).
Como se ve, los mecanicistas son Stalin, Mariátegui, Mao, entre otros teóricos
marxistas obviamente.
En el prólogo a la segunda edición de Materialismo y empiriocriticismo, Lenin
señaló: "Cuando los ortodoxos han tenido que manifestarse contra ciertas
concepciones anticuadas de Marx (como, por ejemplo, Mehring respecto de ciertas
tesis históricas), lo han hecho siempre con
toda precisión y de forma tan detallada, que nadie ha encontrado jamás en
sus trabajos la menor ambigüedad" (cursivas nuestras).
Si Lastra cree que los dirigentes
mencionados arriba cayeron en mecanicismo al comprender el leninismo como el
marxismo de nuestra época –y es esto, precisamente, lo que cree–, debió decirlo
francamente y demostrarlo con toda
precisión y de forma detallada,
pero está claro que no ha sido capaz de proceder de acuerdo a esta norma
marxista.
Luego dice que no basta el
surgimiento de una nueva época “para que automáticamente surja el conocimiento
que le corresponda”. Pero ¿quién ha planteado jamás que el surgimiento de, por
ejemplo, la época del imperialismo y de la revolución proletaria, bastó para
que surgiera “automáticamente” el leninismo?
De suyo se comprende que el surgimiento
del leninismo se debió a las nuevas condiciones epocales y a la creación
teórica de Lenin, la cual, como es obvio, se derivó de su participación en la
lucha de clase del proletariado en tales condiciones. La afirmación de Lastra
no pasa, pues, de ser una falacia con la que busca escamotear las raíces
históricas del leninismo, y, así, renegar el método de Stalin en el análisis
del desarrollo del marxismo.
También dice Lastra que “la
denominación de la doctrina” tiene que ver “con el tipo de conocimiento que se ha producido en esa época determinada”.
Pero ¿qué quiere decir “tipo de
conocimiento”? Ciertamente la frase es ambigua. Pero inmediatamente después,
agrega Lastra que “esto lleva, inevitablemente, a ver la causa del salto de la
teoría… no en un determinado lapso de
tiempo, sino en el contenido teórico de las soluciones a los nuevos
problemas” (3). Y redondea su idea diciendo que “no es el tiempo el que genera
el conocimiento, sino la práctica social”.
Como se ve, Lastra utiliza el concepto
tiempo en su acepción más general, en su acepción física, lo que se revela de
un modo indubitable en sus afirmaciones finales: “tanto el tiempo como el
espacio son formas fundamentales de la materia, pero no explican el desarrollo
de la materia”; “Tiempo y espacio reflejan solo la forma en que se plasma el
desarrollo en tanto son condicionantes, más no determinantes”.
Es decir, Lastra entiende nuestra época
histórica–y toda época histórica– como mera fluencia de los días y los años,
haciendo desaparecer, de esta forma, su contenido concreto.
Ciertamente es la práctica social la que
genera el conocimiento, pero, puesto que Lastra ha suprimido en su
argumentación el contenido concreto de nuestra época, su “práctica social” se
revela como un concepto sin ninguna determinación concreta, y, por lo tanto,
como un concepto sin un contenido concreto, como un concepto sin referente
objetivo, como un concepto vacío. Lo mismo hay que decir de sus frases “los
nuevos problemas”, “una determinada realidad”, “corroborado por la
experiencia”, “nuevo aporte”.
Porque ¿cuáles “nuevos problemas”, cuál
“determinada realidad”, corroboración de cuál “experiencia” y cuál “nuevo
aporte” si, como se ve, nuestro “maoísta” pretende que la época del
imperialismo y de la revolución proletaria es únicamente un “lapso de tiempo”?
Es un hecho, pues, que, en sus “estudios”
sobre el leninismo, a Lastra le quedaba
cada vez más claro que nuestra época histórica es un “lapso de tiempo” que,
según se desprende del contexto de su argumentación, se limita a reflejar “la forma en que se plasma el
desarrollo” del marxismo (“de la materia”, dice, o sea que para él el marxismo
es materia), pues, según le quedaba cada
vez más claro también, el tiempo, es
decir nuestra época histórica (en traducción nuestra), es condicionante pero no
determinante de dicho desarrollo.
Este es el materialismo de Lastra: el
ser social (las condiciones concretas de nuestra época), no determinan la conciencia social (el desarrollo del marxismo), y,
de esta forma inverosímil, termina por escamotear absolutamente las raíces
históricas del leninismo y por convertir el propio desarrollo del marxismo en
algo completamente místico.
La verdad, sin embargo, es que las
concretas condiciones de nuestra época determinaron la creación teórica de los
marxistas, y es así precisamente como surgió el leninismo (4).
En consecuencia, la verdad, simple y
sencilla, es que el leninismo es el marxismo de nuestra época, justamente porque su contenido expresa el
contenido fundamental y las tendencias fundamentales del imperialismo y de la
revolución proletaria, y esta realidad no tiene absolutamente nada de
mecanicismo. Es profundamente dialéctica, tal como lo demostró Mao (5).
Ahora bien, puesto que la época del
imperialismo y de la revolución proletaria no ha cambiado, entonces el
pensamiento de Mao se define, por sí mismo, como un desarrollo inmediato del
leninismo.
En conclusión: 1) Lastra reniega el
método de Stalin en el análisis del desarrollo del marxismo; 2) no ha sido
capaz de plantear ni siquiera medianamente bien la cuestión del leninismo; 3)
sus argumentos, analizados aquí, son una suma de disparates; 4) por lo tanto, su “marxismo-leninismo-maoísmo” no tiene
ninguna base argumental.
En el documento ¿Reafirmación
o reformulación de la Base de Unidad Ideológica?, circulado al mismo tiempo que el documento analizado
arriba en su contenido nuclear, puede leerse la siguiente afirmación: “Nuestra
base doctrinal es el marxismo-leninismo, que al mismo tiempo, defiende los
aportes de Engels, Stalin y Mao”. Pero también puede leerse que se plantea
“reformular la Base de Unidad Partidaria”. Esto
quiere decir que el documento El
marxismo y su desarrollo (título copiado de un artículo de Ramón García,
dicho sea de paso) representa la posición personal de Lastra, quien, se
sobreentiende, de esa forma está proponiendo su “marxismo-leninismo-maoísmo” como nueva base ideológica de su
grupo.
La lucha por la Reconstitución del
Partido de Mariátegui implica la adhesión de la militancia al
marxismo-leninismo, es decir, a la doctrina de Marx, Engels, Lenin, Stalin,
Mao. Este es el contenido ideológico de
la Reconstitución y, por lo tanto, la base de la unidad doctrinal del
Partido: se unen los elementos doctrinariamente homogéneos, no los heterogéneos.
Y, como es obvio, en esta cuestión no caben ni eclecticismo ni
conciliacionismo. Menos todavía capitulación.
Así, pues, es deber de los
marxista-leninistas deslindar con el rebajamiento
del leninismo y la desubicación del
pensamiento de Mao que promueve Lastra.
Como seguramente se sabe, mi modesta
contribución a la solución del problema suficientemente analizado en las
presentes notas, se encuentra, sobre todo, en el folleto El desarrollo de la teoría del proletariado y el problema de su
denominación, en los tres primeros capítulos del libro El pez fuera del agua y en los artículos El partido de masas y de ideas
de José Carlos Mariátegui, Mariátegui
y el leninismo y Mariátegui y la base de unidad del partido, que hacen
parte del opúsculo que lleva el mismo título del primer artículo. No estaría
demás que los activistas del grupo de
Lastra consulten nuevamente estos textos.
No sé si otros autores lo hagan, pero yo
no pienso reclamar derecho de autor sobre algunas cuestiones que Lastra dice en
su documento, aunque no puedo dejar de llamar la atención acerca de su
irresistible inclinación a copiar de aquí, de allá y de acullá, haciendo de
todo un indigesto menjunje.
Notas
[1] Si en 2010
apoyamos que Lastra asumiera la condición de cabeza orgánica del grupo, no fue
porque consideramos que reúne las condiciones necesarias para ejercer dicha
función. En la porción de la tendencia que se aprestaba a organizarse, había
compañeros con más nivel teórico que él, pero, infortunadamente, los mismos no
tenían la necesaria voluntad política para asumir dicha responsabilidad. Lastra
sí la tenía y, por lo tanto, no tuvimos más salida que apoyarlo. Nuestra idea
era que cumpliese con organizar el grupo y diera los primeros pasos. Después
veríamos qué compañero podía asumir con mayor solvencia las tareas acordadas.
Pero, por cuanto tan pronto regresó al país, Lastra cometió la deslealtad de
pisotear los acuerdos (por ejemplo de acordar un temario común de debate), de
hacer a un lado ciertas propuestas nuestras (por ejemplo la consigna ¡Defender
el Pensamiento de Mariátegui de toda tergiversación y desarrollarlo en función
de la realidad actual!), de ocultar documentación (por ejemplo algunas cartas
de mi autoría) y escamotear todo debate verdadero, planteamos las críticas que
correspondían y asumimos una actitud de prudencial independencia con respecto
al grupo organizado. Así quedamos fuera del grupo, así quedó truncado el
proyecto, así Lastra se perpetuó como cabeza orgánica. No obstante, durante más
de tres años esperamos pacientemente que corrigiera sus errores y sus prácticas
reñidas con el marxismo, pero los hechos demostraban cada vez que se hundía más
y más en el eclecticismo, el conciliacionismo, el derechismo. Puesto que, con
la rapidez de un rayo, Lastra hizo a un lado el proyecto acordado e implementó
el suyo propio, es un hecho que su viaje a esta ciudad solo tuvo como propósito
utilizar el manto de nuestro respaldo a fin de autorizarse ante los ojos de
quienes estaban por organizarse. Esto revela su temperamento criollo.
[2] Con el término etapa, Mariátegui se refirió a
nuestra época histórica. Esto es indiscutible.
[3] Aquí también es menester
preguntar: ¿quién ha planteado nunca que “la causa del salto de la teoría” es
“un determinado lapso de tiempo”? Pero lo que hay que remarcar, es que Lastra
cree –fíjese el lector– que “la causa” del desarrollo del marxismo (¡la causa!),
es “el contenido teórico de las soluciones a los nuevos problemas”. Por cierto,
esto es una enormidad, pues dicho “contenido teórico” es más bien el propio marxismo
desarrollado. Esta enormidad está en evidente contradicción con lo que sigue
inmediatamente: que es “la práctica social” la que “genera el conocimiento”.
Esta contradicción demuestra, pues, que Lastra dice y se desdice, es decir, que
tiene un embrollo en la cabeza.
[4] La lucha de clase del proletariado (“práctica
social” le llama Lastra), es, ella misma, parte constitutiva de nuestra época,
siendo, precisamente, uno de sus contenidos fundamentales: ¿acaso nuestra época
no es, al mismo tiempo que la del imperialismo, la de la revolución proletaria?
[5] En
efecto, en su genial artículo Sobre la
contradicción, Mao señaló: “Stalin, al explicar las raíces históricas del
leninismo en su famosa obra ‘Los fundamentos del leninismo’, analizó la
situación internacional en que nació el leninismo, analizó las distintas
contradicciones del capitalismo, llegadas a su grado extremo bajo las
condiciones del imperialismo, y mostró cómo ellas hicieron de la revolución
proletaria una cuestión práctica inmediata y crearon condiciones favorables
para el asalto directo al capitalismo. Además, analizó por qué Rusia fue la
patria del leninismo, por qué la Rusia zarista constituía el punto de
convergencia de todas las contradicciones del imperialismo y por qué el
proletariado ruso se convirtió en la vanguardia del proletariado revolucionario
internacional. De esta manera, Stalin analizó lo universal de las
contradicciones del imperialismo, demostrando que el leninismo es el marxismo
de la época del imperialismo y de la revolución proletaria, y, al mismo tiempo,
analizó lo que de particular tenían estas contradicciones generales en el caso
del imperialismo de la Rusia zarista, explicando por qué Rusia llegó a ser la
cuna de la teoría y las tácticas de la revolución proletaria y cómo dicha
particularidad encerraba la universalidad de la contradicción. Este análisis de
Stalin nos ofrece un modelo para comprender la particularidad y la
universalidad de la contradicción y su interconexión” (OE, ELE, Pekín, 1972, t.I, p.352).
02.07.2014.
¡Defender
el Pensamiento de Mariátegui de toda tergiversación y desarrollarlo en función
de la realidad actual!
La
Reconstitución y el Pensamiento de Mariátegui
E.I.
Planteamiento
de la cuestión. En el Programa
del Partido, José Carlos Mariátegui señaló: “El Partido Socialista del Perú
es la vanguardia del proletariado, la fuerza política que asume la tarea de su
orientación y dirección en la lucha por la realización de sus ideales de clase”
(t.13, P.162). Es decir la Constitución del Partido tuvo como objetivo el único
que podía tener: organizar la revolución.
Como se sabe, en 1969 se acordó
reconstituir el Partido de Mariátegui. De suyo se comprende que, como la Constitución, la Reconstitución
tiene como objetivo el único que puede tener: organizar la revolución.
Pero si en el proceso de Constitución había que adherir al
marxismo-leninismo como la base de unidad ideológica del Partido (Defensa del marxismo, etc.); construir la teoría de la realidad peruana (7 Ensayos, etc.); construir la teoría de
nuestra revolución (Ideología y política,
etc.); establecer una concepción del PSP y de la militancia (documentos
partidarios, carta a César Vallejo del 14.10.1929, El alma matinal y otras estaciones del hombre de hoy,
etc); ahora, en el proceso de Reconstitución, hay que entender el
marxismo-leninismo como la doctrina de Marx, Engels, Lenin, Stalin, Mao; hay
que desarrollar la teoría de Mariátegui de la realidad peruana; hay que desarrollar
su teoría de nuestra revolución; hay que desarrollar su concepción del partido
del proletariado nacional.
Es necesario subrayar que la
Reconstitución solo puede llevarse exitosamente a su culminación sobre la base
de la unidad partidaria: marxismo-leninismo, Camino de Mariátegui, línea
política general.
Pero hay que destacar que la piedra angular de la Reconstitución es el
pensamiento de Mariátegui. Sin
pensamiento de Mariátegui, no hay Reconstitución.
Y, exactamente como en la Constitución, los cuatro aspectos de la
Reconstitución forman un todo único, un sistema, una unidad indisoluble.
Bastaría que faltase uno solo de dichos aspectos, para que se consuma un
apartamiento del Pensamiento de Mariátegui, un apartamiento de la
Reconstitución.
Pues bien, en el presente artículo nos limitaremos a analizar las
posiciones de Jaime Lastra con respecto a las de Mariátegui en punto a los
cuatro planos de la Reconstitución, aunque, en la medida en que en el artículo La reconstitución y la verdad universal del
proletariado, hemos analizado ya más o menos extensamente sus argumentos
sobre el marxismo-leninismo, aquí nos imitaremos a agregar sobre esta cuestión
una sola cosa.
En lo
ideológico. En el Programa del Partido, Mariátegui dejó
sentado: “El marxismo-leninismo es el método revolucionario de la etapa del
imperialismo y de los monopolios. El Partido Socialista del Perú, lo adopta
como su método de lucha” (ibídem,
p.160).
No se necesita ser especialmente inteligente para darse cuenta de que
con esta definición del marxismo-leninismo, Mariátegui dejó en claro que
comprendió el leninismo como el marxismo de nuestra época.
Pero, como se ha visto en otro lugar, Lastra se opone furtivamente a la mencionada
comprensión mariateguiana. Furtivamente quiere decir aquí que, en lugar de
proceder como marxista, o sea cuestionando francamente tal comprensión, ha
procedido con rodeos, ambigüedades, divagaciones.
Y, obviamente,
con esa manera de proceder no hay ni
puede haber Reconstitución.
En lo teórico. En este período donde la tarea central del
proletariado peruano es la Reconstitución del Partido de Mariátegui, es
cuestión fundamental no sólo defender el pensamiento mariateguiano, sino desarrollarlo. Pero en décadas,
Lastra se ha mostrado completamente incapaz de dar un solo paso adelante en
cualquiera de los aspectos que conforman dicho pensamiento. Peor aún, lo
tergiversa inescrupulosamente y se le opone en cuestiones importantes relativas
a lo ideológico, lo teórico, lo político y lo orgánico.
Y, obviamente,
con esa incapacidad y esa oposición no hay ni puede haber Reconstitución.
En lo político. Mariátegui señaló: “En virtud de una
orden del día de Serrati, el partido declaró su adhesión a la Internacional de
Moscú y, en consideración al programa de Génova superado por los
acontecimientos y por las condiciones internacionales creadas por la guerra,
introdujo en él varias reformas. Conforme a estas reformas, el partido
conceptúa que los instrumentos de
dominación del estado burgués no pueden en ninguna forma transformarse en
órganos de liberación del proletariado. Que
a ellos deben ser opuestos nuevos órganos
proletarios -consejos de obreros, de campesinos, etc.-, que, funcionando
por ahora bajo la dominación burguesa como instrumentos de lucha, serán mañana
los órganos de transformación social y económica del orden de cosas comunista.
Que el régimen transitorio de la dictadura del proletariado debe marcar el paso
del poder de la burguesía a los trabajadores”
(t.15, p.71-72; cursivas mías).
También
señaló: “Turati y su fracción observan que dos son las concepciones socialistas
de la actualidad, basadas naturalmente en una diversa apreciación del instante
histórico. La primera es la concepción maximalista de que frente a la crisis
burguesa, la acción socialista debe ser exclusivamente insurreccional y
revolucionaria. Y la segunda es la concepción evolucionista de que la acción
socialista debe ser constructiva y no debe despreocuparse de los problemas de
la crisis sino, más bien, trabajar porque aboquen a soluciones socialistas o
semisocialistas. En suma, que el
socialismo debe preparar dentro de la sociedad actual las bases de la sociedad
futura” (Ibídem, p.189; cursivas
mías).
Por
eso concluyó: “la praxis marxista… propone precisamente la conquista del poder
político como base de la socialización de la riqueza” (Defensa del marxismo, p.26, elipsis mía). “Los hechos se encargaron
de demostrar a los radicales chilenos que los cauces legales no pueden contener
una acción revolucionaria” (Temas de
nuestra América, p.143).
Pero,
como es de conocimiento general, seguidistamente Lastra ha asumido la táctica
reformista de reestructurar el Estado burgués en sus bases municipales que
propone el grupo liquidacionista que encabeza Ramón García.
Pues
bien, esta táctica reformista, evolucionista, demagógica, es opuesta a la
táctica mariateguiana.
Mariátegui
sostuvo: “La pequeña burguesía, sin exceptuar a la más demagógica, si atenúa en
la práctica sus impulsos más marcadamente nacionalistas, puede llegar a la
misma estrecha alianza con el capitalismo imperialista. El capital financiero
se sentirá más seguro, si el poder está en manos de una clase social más
numerosa, que satisfaciendo ciertas reivindicaciones apremiosas y estorbando la
orientación clasista de las masas, está en mejores condiciones que la vieja y
odiada clase feudal de defender y los intereses del capitalismo, de ser su
custodio y su ujier” (Ideología y
política, p.92). “Sin prescindir del empleo de ningún elemento de agitación
anti-imperialista, ni de ningún medio de movilización de los sectores sociales
que eventualmente pueden concurrir a esta lucha, nuestra misión es explicar y
demostrar a las masas que sólo la revolución socialista opondrá al avance del
imperialismo una valla definitiva y verdadera” (ibídem, p.91). “En conclusión, somos anti-imperialistas porque
somos marxistas, porque somos revolucionarios, porque oponemos al capitalismo
el socialismo como sistema antagónico, llamado a sucederlo, porque en la lucha
contra los imperialismos extranjeros cumplimos nuestros deberes de solidaridad
con las masas revolucionarias de Europa” (ibídem,
p.95).
Pero Lastra ha terminado
convirtiendo Pizarra Socialista,
revista que dirige, prácticamente en tribuna de la “revolución bolivariana”
(socialismo pequeño burgués) y de la
“revolución ciudadana” (nacionalismo pequeño burgués). Y, esto, a título
de “frente único”.
Mariátegui subrayó: “El frente único no anula la personalidad, no anula
la filiación de ninguno de los que lo componen. No significa la confusión ni la
amalgama de todas las doctrinas en una doctrina única. (…) Preconizar el frente
único no es, pues, preconizar el confusionismo ideológico. Dentro del frente
único cada cual debe conservar su propia filiación y su propio ideario. Cada
cual debe trabajar por su propio credo. (…) Formar un frente único es tener una
actitud solidaria ante un problema concreto, ante una necesidad urgente. No es
renunciar a la doctrina que cada uno sirve ni a la posición que cada uno ocupa
en la vanguardia”.
Pero Lastra confunde frente con amalgama doctrinal, y, de este modo, ha
suprimido la filiación que parecía tener su grupo. Por eso hemos sostenido en
otro lugar que lo que se constata en la mencionada revista es la abdicación de
su grupo a favor de concepciones no proletarias.
Prueba nuestro aserto el siguiente hecho: un activista del grupo de Lastra ha
sostenido que “los logros alcanzados por el proceso bolivariano [alienta] un
camino de mayor profundización para la revolución” (Pizarra Socialista, p.25). Si se tiene en cuenta que el mismo
activista dice en el mismo artículo que la nacionalización de la industria
petrolera por el gobierno venezolano fue una política “nacionalista
revolucionaria” (p.24); que “El índice de la desigualdad social en Venezuela”
es de “0,468, según medición de INE” (sic, ibídem);
que allí “el desempleo se redujo al 6,2%” (ibídem);
que “Respecto a los indicadores sociales, tenemos la erradicación del
analfabetismo, la reducción de la tasa de mortandad infantil y un nivel de
calidad educativa solo superada por Cuba” (ibídem);
que países como Brasil, Ecuador, Venezuela, etcétera, están logrando
“emanciparse de su dependencia económica” (ibídem);
cualquier marxista puede darse cuenta de qué entiende por revolución este otro
“marxista-leninista–maoísta”, cómo ha bastardeado el concepto de revolución y
cómo a procesos reformistas los embellece con el rótulo de revolución, creando
así confusión entre los lectores. Esta abdicación ideológica prueba, pues, el
oportunismo de derecha que ha sentado sus reales en el grupo de Lastra.
En conclusión, Lastra y algunos activistas de su grupo han renunciado a
la independencia ideológica y política del proletariado que alegan representar.
Y, obviamente,
con esa abdicación no hay ni puede haber Reconstitución.
En
lo orgánico. En
la moción aprobada por la reunión del 4 de marzo de 1930 del CC del PSP,
Mariátegui señaló: “El
P.S. es un partido de clase”.
El
carácter de clase del PSP estaba dado por su adhesión al marxismo-leninismo,
adhesión que se expresa en la Creación Heroica de Mariátegui. La teoría
mariateguiana de la realidad y la revolución peruanas, por una parte, y, por
otra, la lucha del fundador del PSP contra el dogmatismo, el revisionismo y, en
general, contra todas las concepciones ideológicas, políticas y orgánicas no proletarias, son pruebas fehacientes
de dicha adhesión. En otras palabras, tales luchas prueban la adhesión real,
verdadera, efectiva de Mariátegui y el PSP al marxismo-leninismo.
Pero
ocurre que Lastra no ha contribuido absolutamente con la teoría mariateguiana
de la realidad y la revolución peruanas, por una parte, y, por otra, no
desarrolla ninguna lucha contra el dogmatismo ni el revisionismo y hasta
continúa haciendo de furgón de cola de este último y, en general, no solo que
tampoco desarrolla ninguna crítica a las concepciones ideológicas, políticas y
orgánicas no proletarias, sino que incluso las publicita.
Así,
pues, su proclamado “marxismo-leninismo maoísmo” solo le sirve de tapadera de
su oportunismo de derecha.
¿Qué
tipo de organización puede ser la que pretende Lastra si alcanza a imponer a
sus dirigidos su falso “marxismo-leninismo-maoísmo” y su verdadero oportunismo
de derecha? ¿Qué tipo de Reconstitución puede haber con ese falso
“marxismo-leninismo maoísmo” y con ese verdadero oportunismo de derecha?
Que
el partido es la materialización de la doctrina quiere decir que sus militantes
son la encarnación de la doctrina. Pero, como se ha visto, Lastra no es
precisamente la encarnación de la doctrina, sino del oportunismo de derecha.
Por eso cualquier marxista
tiene que percatarse de que el proyecto partidario de Lastra no tiene nada que
ver con la Reconstitución del Partido de Mariátegui.
Y,
obviamente, por ese camino no hay ni puede haber Reconstitución.
10.10.2014.
¡Defender
el Pensamiento de Mariátegui de toda tergiversación y desarrollarlo en función
de la realidad actual!
La Reconstitución y la Política
Concreta II
E.I.
La Reconstitución es un proceso de construcción ideológica,
teórica, política y orgánica del partido del proletariado peruano, sobre la
base del modelo de partido legado por José Carlos Mariátegui, a efecto, claro
está, de que pueda cumplir su papel de dirigir la revolución.
Como es de conocimiento común, Mariátegui
acordó el marxismo-leninismo como la base de unidad del PSP y de esto da cuenta
el Programa del Partido.
Por eso, en la reunión del CC del 4 de
marzo de 1930, se aprobó una moción donde aparece esta afirmación
incuestionable: “El P.S. es un partido de clase, y por consiguiente, repudia
toda tendencia que signifique fusión con las fuerzas u organismos políticos de
las otras clases. Condena como oportunista toda política que plantee la
renuncia momentánea del proletariado a su independencia de programa y de
acción, que en todo momento debe entenderse íntegramente” (Martínez de la
Torre, Apuntes para una interpretación
marxista de historia social del Perú, t.II, p.487).
Marxista-leninista consecuente,
Mariátegui desarrolló en el trabajo de masas una intensa y extensa crítica de
todas las concepciones ideológicas, políticas y orgánicas no proletarias que circulaban en su tiempo y, de este modo, pudo alcanzar la hegemonía en el frente unido.
Sin una base ideológica común el
partido apenas sería una unidad mecánica. Por eso, su unidad orgánica tiene que
ser la materialización de su unidad ideológica. Solo así puede tener unidad de
pensamiento y acción. Esta es una
necesidad absoluta de la Reconstitución.
El trabajo del partido entre las masas,
tanto de arriba como de abajo, tiene como guía
ideológica el marxismo-leninismo y
como base teórica el pensamiento de
Mariátegui. Solo así puede alcanzarse la necesaria unidad de pensamiento y
acción del binomio partido-masas. Esta unidad es una necesidad absoluta de la
Reconstitución.
Pues bien, hoy como ayer, es necesario
desarrollar en el trabajo de masas una
crítica intensa y extensa de todas las concepciones ideológicas, políticas y
orgánicas no proletarias. De otro modo no se puede construir un
partido proletario arraigado en las masas, es decir, no puede alcanzarse la
hegemonía en el frente unido, o sea, no
puede haber Reconstitución.
En el plano ideológico, hay que llevar adelante la lucha contra el
dogmatismo y el revisionismo, y principalmente contra el revisionismo (1).
El partido necesita desarrollar un trabajo intelectual con plan y equipo
propios; necesita medios de propaganda y de agitación propios; necesita
realizar un trabajo de masas propio; etcétera.
En general, el partido requiere un camino propio en su construcción. Sin
este camino propio, no hay ni puede haber
Reconstitución.
Por lo tanto, sin una dirección firme en lo ideológico, solvente en lo
teórico, audaz en lo político y potente en lo orgánico, no es posible la Reconstitución.
Pues bien, ocurre, sin embargo, que Lastra, atrapado en una concepción
frentista, se pasó alrededor de una década haciendo de furgón de cola del plan
partidario del grupo revisionista que encabeza Ramón García. Tercamente, se
negó durante años a seguir el consejo de darle una organicidad a la tendencia.
Cuando finalmente en 2010 cedió ante la presión, visitó esta ciudad y
tomamos algunos acuerdos que pisoteó tan pronto regresó a Lima. Desde entonces actuó un proyecto ajeno a los
acuerdos y extraño a la Reconstitución, como veremos en seguida.
Durante su breve estadía en esta ciudad en el indicado año, se opuso a
la aparición de la revista digital CREACIÓN
HEROICA con el argumento de que publicara mis artículos en un blog del
grupo liquidacionista a fin “de no dispersar el trabajo de propaganda”.
De este modo expresó su concepción frentista, y precisamente con
respecto al revisionismo liquidacionista, peligro principal en la lucha por la
Reconstitución.
Obviamente, cualquier marxista puede percatarse de que con esa concepción no hay ni puede haber
Reconstitución.
En 2012 Lastra y Mauricio Domínguez participaron en un seminario
organizado por el grupo revisionista que tenía por objetivo exclusivo y
excluyente la fundación de un partido doctrinariamente heterogéneo, es decir, que pretendía liquidar el partido de clase.
Así, pues, en lugar de desenmascarar
el siniestro designio liquidacionista y denunciarlo ante el Socialismo Peruano,
ambos se prestaron a ponerle el hombro al evento.
Como no podía ser de otro modo, uno y otro fueron criticados con toda
justicia en el artículo Algo más que una
respuesta a Miguel Aragón.
A propósito, no conocemos ninguna autocrítica de Domínguez, pero tampoco
ningún intento de justificarse; el silencio culposo ha sido hasta ahora su
reacción ante nuestra crítica.
Pero Lastra, en lugar de autocriticarse, en una carta al COMITÉ DE RECONSTITUCIÓN JOSÉ CARLOS MARIÁTEGUI (CRJCM), del 31.10.12, intentó, más o menos indirectamente,
justificar su oportunismo aduciendo que lo que pasa es que no es sectario, y
aprovechó la ocasión para acusarnos de sectarios (2).
Pues bien, explicando el frente
unido sindical de la clase obrera, Mariátegui señaló: “Formar un frente único
es tener una actitud solidaria ante un problema concreto, ante una necesidad
urgente” (t.13, p.109).
Obviamente, este juicio puede
hacerse extensivo al plano político de la lucha de clases, y, por lo tanto,
puede decirse que en todos los casos tanto el sectarismo como el no sectarismo son cuestiones que pueden ser identificadas
únicamente en relación a la solidaridad o no solidaridad con respecto a un
problema concreto, a una necesidad urgente, o, para decirlo de otro modo, en
relación a si hay o no una determinada comunidad de objetivo que obligue o no a
una acción común.
En el plano metodológico, esa
constatación exige analizar concretamente
tanto el sectarismo como el no sectarismo, y
no a referirse a ambas cuestiones en forma abstracta, como hace Lastra.
Por lo tanto, en la medida en
que los miembros del CRJCM no somos
solidarios con el objetivo de liquidar el partido de clase, no teníamos por qué
participar del seminario liquidacionista y, por esto, mal se nos puede acusar
de sectarios.
Ahora bien, ¿en qué pudo
consistir la solidaridad de Lastra y Domínguez con el grupo revisionista que
había organizado el seminario con el exclusivo y excluyente objetivo de
liquidar el partido de clase? Es en torno a este objetivo, y no a ninguna otra cosa, que puede detectarse el sectarismo o no
sectarismo de cualquier activista o tendencia. Cualquier otro argumento que prescinda del objetivo del evento, es pura
fraseología.
Por eso, no se entiende en
absoluto que personas partidarias del partido de clase le hayan puesto el
hombro a un evento que tenía por objetivo liquidar el partido de clase.
Así, pues, las razones de esa
bochornosa participación hay que buscarlas en otro lugar: en el frentismo a
ultranza de Lastra y Domínguez, en sus debilidades personales y, en el caso
específico del primero, en su conocida actitud conciliadora y adulante con
respecto a oportunistas y revisionistas. Pero, desde luego, cualquier marxista
puede darse cuenta de que ninguna de
estas “razones” es marxismo (3).
Ahora bien, en la medida en que
Lastra aduce no ser sectario, habría que preguntar: ¿por qué, entonces, se
retiró finalmente de las sesiones del evento? ¿Por qué, posteriormente, no
participó del quinto seminario del grupo liquidacionista? ¿Por qué en esta
oportunidad no aplicó “dialécticamente” los principios? ¿Se olvidó de las enseñanzas de la nociva “experiencia de
trabajo político sectario”? ¿No cayó entonces en “un trabajo político purista”? ¿No
quedó así su “política de frente único” “solamente en cliché”? ¿No fue su abstención una de esas
“prácticas erradas del trabajo político”? ¿No fue su inasistencia expresión del
“estilo sectario en el trabajo político”? ¿No era que “Un seminario es un
espacio de debate no vinculante orgánicamente”? ¿Su abstención no fue como
pararse y decir “no voy porque ese seminario es revisionista”? ¿No
es así como tiene que entenderlo “cualquier público sensato”? ¿Así no quedó
Lastra “en ridículo”? (4).
No cabe duda: el no sectario
terminó enredado en la gruesa telaraña de su propia cháchara fanfarrona.
Es necesario desenmascarar el
sentido de la siguiente afirmación que aparece en la carta de Lastra: “Lo
contrario de participar en ese seminario sería boicotearlo. ¿Eso es lo que
podrían proponer, acaso? Toda abstención
contradice la política revolucionaria del m-l-m” (cursivas mías).
Lastra se refiere al quinto
seminario del revisionismo peruano. Como se ve, primero sostiene que no
participar en tal evento, sería boicotearlo. ¡Qué horror! ¡Como puede alguien
atreverse a “boicotear” un seminario que tiene como objetivo liquidar el
partido de clase! Después, dice que toda
abstención contradice, etcétera, es
decir que, según él, la política revolucionaria del marxismo-leninismo-maoísmo ¡exige
ponerle el hombro a un seminario que tiene como objetivo exclusivo y excluyente
la liquidación del partido de clase! Finalmente, contra su cacareada “política
de frente único”, terminó él mismo absteniéndose de participar en el mencionado
seminario (5). ¡Entiéndalo quien pueda!
Si desde hace una década o más
Lastra actúa un frentismo a ultranza con el grupo revisionista, ahora lo
practica también con otras tendencias: en el segundo número de la revista Pizarra Socialista, que él dirige, ha
publicitado ampliamente el “socialismo bolivariano” y la “revolución
ciudadana”.
El CRJCM apoya las medidas de algunos gobiernos latinoamericanos que,
de alguna forma y en algún grado, signifiquen una oposición al imperialismo,
pero no compartimos la publicitada teoría del “socialismo del siglo XXI” (Heinz
Dieterich Steffan, Marta Harnecker, etc.), así como tampoco el discurso
nacionalista pequeño burgués de la “revolución ciudadana”.
Más allá de toda fraseología,
el “socialismo del siglo XXI” es socialismo pequeño burgués que vende la vieja
tesis revisionista de la transición pacífica y que concibe el socialismo como
una cuestión de distribución “equitativa” de la riqueza y no como la
liquidación de la propiedad privada de la gran burguesía y la socialización de
sus medios de producción. Por eso, después de casi quince años de chavismo, la
contradicción fundamental en la sociedad venezolana continúa siendo entre el
capital y el trabajo, es decir, continúa allí la explotación de la fuerza de
trabajo de las clases populares, o sea, Venezuela sigue siendo un país
capitalista.
Por otro lado, el nacionalismo pequeño
burgués de la “revolución ciudadana” no ha cambiado ni puede cambiar
absolutamente el carácter capitalista de Ecuador (6).
En relación al “socialismo del
siglo XXI”, la “revolución ciudadana” y otras experiencias semejantes, no
olvidamos nosotros esta luminosa enseñanza de Mariátegui: “Sin prescindir del
empleo de ningún elemento de agitación anti-imperialista, ni de ningún medio de
movilización de los sectores sociales que eventualmente pueden concurrir a esta
lucha, nuestra misión es explicar y demostrar a las masas que sólo la
revolución socialista opondrá al avance del imperialismo una valla definitiva y
verdadera” (t.13, p.91).
¿Dónde están, en las páginas de
Pizarra Socialista, la necesaria
explicación y la necesaria demostración de que solo la revolución socialista
inspirada en el marxismo-leninismo, y no
el socialismo ni el nacionalismo pequeño
burgueses, pueden oponer al imperialismo una valla verdadera? ¿Dónde está
la crítica a las concepciones ideológicas no
proletarias del “socialismo bolivariano” y de la “revolución ciudadana”? ¿Dónde
está este deslinde necesario?
En ninguna parte. Por eso está
por verse a qué tipo de socialismo se refiere el título de la revista.
Mariátegui señaló: “El frente único no anula la
personalidad, no anula la filiación de ninguno de los que lo componen. No
significa la confusión ni la amalgama de todas las doctrinas en una doctrina
única” (t.13, p.108).
Como lo sabe cualquier marxista
(y tal vez sobre todo cualquier “maoísta”, pues Mao es uno de los grandes
teóricos del frente unido), todo trabajo frenteunitario supone unidad y lucha,
solidaridad y crítica.
Pero, como hemos visto, en Pizarra Socialista se publicita el
socialismo y el nacionalismo pequeño burgueses sin que sean confutados
absolutamente, y esto prueba que no es una revista de frente unido sino una
revista-amalgama, en la que, notoriamente, sacan partido concepciones no proletarias. Esta amalgama no sirve en absoluto a la Reconstitución.
En lugar de llevar adelante una
resuelta lucha contra el revisionismo, Lastra concilia vergonzosamente con este
peligro principal en la lucha por la Reconstitución.
En lugar de llevar adelante una
amplia crítica a todas las concepciones ideológicas, teóricas, políticas y
orgánicas no proletarias, hace un
venenoso revuelto de ellas y su falso marxismo-leninismo-maoísmo.
Por
eso, puede decirse, como conclusión, que tanto su conciliacionismo con respecto
al grupo liquidacionista como su cocinado con el “socialismo bolivariano” y la
“revolución ciudadana”, son expresiones
de la ideología realmente existente en la cabeza de Lastra.
Notas
[1]
Tanto en la construcción del partido como en el trabajo entre las masas, el
peligro principal es el revisionismo en sus diversas variantes. Esto es
indiscutible.
[2] La carta de Lastra respondía a una mía
del 16.10.2012, en la que le alcanzamos algunas críticas a varios aspectos de
su práctica. La acusación que me hace de sectario es una repetición ciega de la
acusación que me hizo Miguel Aragón a raíz de mi crítica a Lastra y Domínguez,
y que fuera rápidamente desmontada en el artículo Algo más que una respuesta a Miguel Aragón. En el presente artículo
no analizaré todas las falacias, todos los métodos criollos y todas las veces
que Lastra toma prestadas algunas trampas de Manuel Velásquez (véase mi artículo Acerca
de la demagogia de una carta abierta).
[3]
La participación de Lastra y Domínguez en el cuarto seminario del grupo liquidacionista
tiene, obviamente, otras aristas que, sin embargo, no es posible analizar aquí.
[4] Todos los términos y todas las frases
entrecomilladas pertenecen a la ya mencionada carta de Lastra del 31.10.12.
[5]
No solo contra su “política de frente único”, sino también contra su “m-l-m”,
pues, según se ha visto, dice que “toda abstención contradice la política revolucionaria del
m-l-m”. ¡Este es el
m-l-m monstruosamente adulterado por Lastra! ¡Este es el m-l-m que trata de
imponer a su grupo! ¡Este es el m-l-m que utiliza para encubrir su oportunismo
de derecha! ¡Este es el m-l-m que pretende imponer a la Reconstitución!
[6] En pleno genocidio de Israel
contra el pueblo de la Franja de Gaza, Correa, en una entrevista, se desbordó
en elogios a los judíos y a Israel, con lo cual puso en evidencia por quién
late realmente su corazón.
El Rol de la
Guerrilla Peruana en el Proyecto Guerrillero Continental
del Che
(Primera Parte)
Jan Lust
Es un hecho conocido que uno de los principales
objetivos de la guerrilla del Che en Bolivia era servir como un catalizador y
un centro de formación para la lucha guerrillera en el resto de América Latina.
Sin embargo, las investigaciones sobre la relación concreta entre la guerrilla
boliviana y los intentos guerrilleros que surgieron en otras partes de América
Latina como consecuencia de la lucha en Bolivia son inexistentes o no han sido
difundido ampliamente. Eso es muy curioso porque en su Diario Guevara habla sobre la internacionalización de la guerrilla.
Además, también en las comunicaciones entre Guevara y La Habana durante la
guerrilla boliviana la dinámica revolucionaria internacional de la guerrilla en
Bolivia fue mencionada (Soria, 2005).
Se ha sugerido que el Che quería
lanzar una lucha guerrillera en Argentina sobre la base de las columnas
guerrilleras que se estaban desarrollando en Bolivia (Estrada, 2005: 12;
Suárez, Zuazo y Pellón, 2006; Castañeda, 1997: 419; Debray, 1978: 74-75, Anderson,
2010: 643, Gleijeses,
2007: 171, 237). Consideramos, sin embargo, de acuerdo con Harry Villegas
(1997: 33), uno de los sobrevivientes de la guerrilla boliviana y también
conocido como Pombo, que no sólo Argentina sino también Perú formó parte de los
planes guerrilleros continentales del Che.
Sorprendentemente, la importancia
del ELN peruana para el proyecto guerrillero del Che parece ser ignorado por la
literatura sobre la guerrilla del Che. Biógrafos como Anderson (2010), Taibo II
(2006), Castañeda (1997) Kalfon (1997) y O 'Donnell (2003) han dado escasa
atención a la relación entre el ELN peruano y boliviano. Más específicamente,
ninguno de estos biógrafos menciona el intento guerrillero peruano en el
departamento de Puno, ubicado cerca de la frontera con Bolivia, aunque deberían
haber tenido acceso a las comunicaciones entre Guevara y La Habana que se
refieren a este intento guerrillero. Además, en el Diario podemos, incluso, encontrar una ckara referencia al supuesto
intento guerrillero en Puno. El 2 de diciembre de 1966, Guevara (1977a: 32)
escribió: “También decidí darles apoyo para que enviaran 5 peruanos a
establecer enlace para pasar las armas a una región cercana a Puno, del otro
lado del Titicaca”. Por supuesto, su objeto de estudio no era el proyecto
guerrillero continental de Guevara sino el hombre mismo. Sin embargo, es
curioso descubrir que una de las biografías anteriores menciono el intento
guerrillero en Puno (Lavretsky, 1974: 318).
En este artículo se describe el
papel del ELN peruana en el proyecto guerrillero continental de Guevara. El
objetivo inicial del Che fue fortalecer la lucha guerrillera en el Perú
dirigido por el ELN en el departamento peruano de Ayacucho. La idea de
desarrollar la guerrilla boliviana, sin embargo, surgió después de la derrota
del ELN peruana en diciembre de 1965. Esta derrota no implicaba el fin del rol
del ELN peruano en el proyecto guerrillero continental del Che. De hecho, en el
mismo período que se levantó la guerrilla boliviana, también en el departamento
peruano de Puno cerca de la frontera con Bolivia se intentó construir una
fuerza guerrillera. Nuestros argumentos se basan en una revisión bibliográfica
y entrevistas y correspondencia con exmilitantes del ELN peruana. El mapa que
acompaña este artículo visualiza el papel estratégico del Perú para la
guerrilla boliviana y, más en particular, el rol estratégico de la guerrilla
peruana en el departamento de Puno.
Este artículo está estructurado en
seis partes. En la primera parte se presentan las ideas de Guevara con respecto
a la necesidad de una lucha guerrillera continental. La segunda parte ofrece
una breve reseña de la aparición y evolución del ELN peruana y su relación con
Cuba desde septiembre de 1962 hasta su derrota en diciembre de 1965 en el departamento
de Ayacucho. La tercera parte discute el objeto principal de la guerrilla del
Che: Perú o Bolivia. Con el fin de poner este tema en perspectiva, hemos
incluido una narración sobre las supuestas relaciones entre la guerrilla
boliviana y guerrilleros argentinos. En la cuarta parte analizamos la ubicación
de la guerrilla boliviana y en la quinta parte describimos las intenciones del
ELN peruano para construir una guerrilla en el departamento peruano de Puno, es
decir, en la provincia de Sandia. Por último, en la sexta parte presentamos
nuestras conclusiones.
1. El proyecto continental guerrillero del Che Guevara
El desarrollo de las ideas del Che sobre
la lucha revolucionaria continental se remonta a principios de la década del
sesenta. Ulises Estrada, un internacionalista cubano, escribe que desde 1961 el
Che comenzó a hacer planes que le debería permitir desencadenar la lucha armada
revolucionaria en otros países, en particular en la Argentina (Estrada, 2005:
12).
En
su discurso con motivo del 152.o Día de la Independencia de la
Argentina, el 25 de mayo de 1962, el Guevara (1962) no dejó ninguna duda de que la revolución
debería tener un carácter continental.
La
necesidad de organizar la resistencia revolucionaria a nivel continental tenía
que ver, además, de acuerdo con Guevara (1977b: 247-248), que el imperialismo
estaba preparando la represión contra los pueblos latinoamericanos y a eso se
debería responder conjuntamente. Mientras más frentes guerrilleros fueron
abiertos, más difíciles eran para ser combatidos.
En
1962, Guevara escribió el texto “Táctica y estrategia de la revolución
latinoamericana”. En este trabajo, que se publicó el 6 octubre de 1968 en la
revista cubana Verde Olivo, Guevara
(1977c: 237-238) decía que los Estados Unidos harían todo para destruir el
poder revolucionario. Eso haría difícil que la victoria se lograría en un país
aislado. Por eso, según el Che, “a la unión de las fuerzas represivas debe
contestarse con la unión de las fuerzas populares. En todos los países en que
la opresión llega a niveles insostenibles, debe alzarse la bandera de la
rebelión y esta bandera tendrá, por necesidad histórica, caracteres
continentales”.
La lucha contra el imperialismo
solamente podía tener éxito, dijo Che Guevara (1977d: 367), cuando se la lleve
a cabo en todo el mundo porque “hay que
tener en cuenta que el imperialismo es un sistema mundial, última etapa del
capitalismo, y que hay que batirlo en una gran confrontación mundial. La
finalidad estratégica de esa lucha debe ser la destrucción del imperialismo”. Crear “muchos Vietnam” podría dividir
las esfuerzas enemigas. Como un paso táctico en la lucha revolucionaria,
Guevara (1977d: 371) proponía “la liberación gradual de los pueblos, uno por
uno o por grupos, llevando al enemigo a una lucha difícil fuera de su terreno;
liquidándole sus bases de sustentación, que son sus territorios dependientes”.
El ataque al imperialismo en las
naciones en Suramérica debería ejecutarse, según Manuel Piñeiro, ex jefe del
Departamento de América Latina del Ministerio del Interior de Cuba, en base a
una columna madre que se fundaría en Bolivia. Columnas guerrilleras que se
desprenderían como resultado de la guerrilla boliviana liderado por el Che
podrían provocar “una alianza entre los gobiernos y los ejércitos de los países
fronterizos, apoyados por el imperialismo” y, como consecuencia, contribuiría a
la propagación de la lucha armada revolucionaria en la región” (Suárez, Zuazo and Pellón, 2006: 50).
El proyecto
continental guerrillero del Che no fue, sin embargo, un asunto muy
centralizado. Según Debray (1978: 75) “las fuerzas del Che se limitarían en
muchos casos a realizar la conjunción, ya que no física al menos política, con
las fuerzas y los frentes guerrilleros implantados ya en su periferia, bien
para reforzarlos o para coordinarlos […]”.
2. El surgimiento y la evolución del ELN peruana y sus relaciones con Cuba
El ELN peruana fue
fundado en septiembre de 1962. Surgió del deseo de los jóvenes peruanos por
seguir el ejemplo de la Revolución Cubana. Eran personas que habían salido por
voluntad propia o que fueron expulsados del Partido Comunista Peruano (PCP).
También había estudiantes becados por el Gobierno cubano que, impresionados por
los éxitos de la Revolución Cubana, se motivaron para organizar la guerrilla.
Además había gente que vino de otras organizaciones.
Es
importante hacer hincapié en la formación del ELN en Cuba, ya que ayuda a
comprender las relaciones específicas entre el ELN y el gobierno cubana. Por
esta razón, no puede ser una sorpresa que, más adelante, el ELN peruana fue
completamente insertada en el proyecto guerrillero continental del Che.
El ELN ha
pasado por tres fases. La primera comenzó en 1961, cuando algunos exmiembros
del PCP viajaron a Cuba con el fin de prepararse para la lucha armada en el
Perú. Este período termina con la primera derrota del ELN en mayo de 1963 en la
ciudad peruana de Puerto Maldonado. Esta primera fase fue organizada en
cooperación con el gobierno cubano.
La idea era
que los peruanos viajarían a La Paz (Bolivia) y desde allí cruzarían la
frontera con Perú para establecer unidades guerrilleras en los departamentos de
Cerro de Pasco, Junín y Cusco. En ese momento, en estos departamentos, los
movimientos campesinos libraron fuertes batallas por la tierra (entrevista,
Elías, 2003, 14/05/2003; entrevista, Béjar, 24/03/2003; entrevista, Guevara,
12/11/2005; entrevista, Márquez, 25/05/2005). En La Paz, Cuba había instalado
una base de apoyo con miembros del Partido Comunista Boliviano (PCB), la
Juventud Comunista Boliviana (JCB) y con los cubanos como Ulises Estrada y
Orlando Pantoja (entrevista, Béjar, 31/03/2003; 09/06/2003; Kohan, 2005: s.p.).
Los
guerrilleros peruanos no llegaron a su destino porque en mayo de 1963 su
vanguardia había sido sorprendida por la policía en la ciudad fronteriza
peruana de Puerto Maldonado. Durante un tiroteo el poeta y guerrillero Javier
Heraud murió.
La segunda
fase del ELN se inició con un proceso de reestructuración y una evaluación de
la primera experiencia guerrillera. Como parte del proceso de evaluación, el
cuadro del ELN Néstor Guevara viajó a Cuba para conversar con el Che sobre lo
que había sucedido en Bolivia y Puerto Maldonado (entrevista, Guevara,
12/11/2005; Presencia, 1968: 6). En esta fase, en septiembre de 1965, el frente
guerrillero Javier Heraud fue creado en el departamento de Ayacucho. Este
período cierra en diciembre de 1965 cuando el ELN es derrotado en la provincia
de La Mar del mencionado departamento.
La decisión
de continuar la lucha guerrillera obligó al ELN hacer una investigación. De
hecho, desde 1962, cuando el ELN fue fundado y se decidió construir unidades
guerrilleras en los departamentos de Cusco, Junín y Cerro de Pasco, Perú había
cambiado mucho. La democracia parlamentaria había regresado y el nuevo
presidente, Fernando Belaúnde (elegido en junio de 1963), propuso una reforma
agraria.
La
investigación llegó a la conclusión de que no era posible organizar una
guerrilla en el Cuzco y que el campo de acción futuro debería estar en la
provincia de La Mar del departamento de Ayacucho (entrevista, Béjar,
24/03/2003; entrevista, Dagnino, 26/12/2003; entrevista, Elias, 20/08/2008).
En abril de
1965, unos 20 militantes del ELN viajaron a La Mar con el fin de establecer el
frente guerrillero Javier Heraud (entrevista, Béjar, 31/03/2003; 14/07/2008;
entrevista, Elías, 13/06/2003; entrevista, Ruíz, 21/06/2008; entrevista,
Guevara, 26/07/2008). Cinco meses más tarde, se llevó a cabo la acción principal
del ELN: el ataque y la ocupación de la hacienda Chapi el 25 de septiembre de
1965. La acción contra la hacienda no fue inesperada porque, según Héctor Béjar
(entrevista, 21/07/2008), “Chapi era el símbolo de la dominación latifundista
en toda la zona”. Además, la acción se había acordó con las comunidades
campesinas de Chungui y Anjo.
El ataque a la hacienda pronto
alertó al ejército y así apareció en octubre de 1965, “las primeras patrullas
del ejército, pequeños grupos móviles que aparentan ser guerrilleros” (Bejar, 1969: 90) se presentó. Después
del ataque a Chapi varias otras haciendas fueron asaltadas y “vaciadas”.
El 17 de diciembre de 1965 se llevó
a cabo una batalla con el Ejército. Esta batalla fue decisiva y se produjo
justamente cuando la guerrilla estaba preparándose para dejar el departamento
de Ayacucho y, curiosamente, para ir al departamento de Cuzco, donde a finales
de octubre una unidad de la guerrilla del Movimiento de Izquierda
Revolucionaria (MIR) dirigido por Luis de la Puente fue diezmada. Sólo Héctor
Béjar y el militante del ELN Edgard de la Sota lograron escapar del combate
mortal (entrevista, Béjar, 04/08/2008).
La tercera fase se inició después de
la detención de Héctor Béjar en febrero de 1966 y abarca el período 1966-1967.
Esta fase es describe en este artículo.
Nota:
A
continuación presentamos un artículo que, muy lejos de las vacías afirmaciones
vertidas por distintos “analistas”, Estados Unidos no abandonará su política
injerencista sobre América Latina. El proyecto que los Estados Unidos y sus
aliados europeos han desarrollado en las últimas décadas tiene como objetivo el
dominio militar del planeta, como, hoy por hoy, lo muestran de la manera más
trágica la guerra que han llevado sobre los pueblos del Medio Oriente.
El Perú tiene el triste privilegio de tener
el mayor número de bases militares estadounidenses, nueve en total, gracias a
la política antinacional y entreguista de sus sucesivos gobiernos. Cumplimos
con nuestro deber de alertar al pueblo peruano contra el injerencismo
estadounidense, cuyo objetivo es controlar los recursos naturales, enfrentar a
eventuales movimientos contestatarios y hacer frente a Estados que optan por
salirse del control de los EU.
Enfrentemos esta política imperialista con mayor organización
y movilización.
El Comité de Redacción.
Nueva Base Militar Estadounidense en
Perú, y la Inserción Militar Cada Vez Mayor de EE. UU. en América Latina
Resumen Latinoamericano
Según
el portal Reina de la Selva, ayer miércoles 28 de Diciembre, el Gobierno
Regional de Amazonas (Perú), y el representante del Comando Sur Ing. Mino
Swayne y el Ing. Cesar Panduro Ruíz, Representante Legal de Partenon
Contratistas E.I.R.L, empresa procedieron a firmar el proyecto de base militar
estadounidense camuflado bajo el nombre de Centro de Operaciones de
Emergencia Regional- COER Amazonas.
En ese mismo portal se menciona: “Esta
obra, será financiada por el Comando Sur o USACE (Comando Unificado de las
Fuerzas Armadas de Estados Unidos), gracias al convenio gestionado por el
Gobierno Regional de Amazonas, para reforzar las capacidades de respuesta ante
algún tipo de desastre provocado por la naturaleza o por la acción humana, y
dado que, en nuestra región se producen desastres naturales con severas
consecuencias.”
La obra demandará una inversión de $/. 1´351,779.06
(dólares) que incluye el diseño y la construcción del proyecto; que consta de
un helipuerto de 625 metros cuadrados aproximadamente, un edificio de dos
pisos, en donde funcionará el almacén de ayuda humanitaria de 1,000.00 metros
cuadrados aproximadamente, y en el segundo piso funcionará el Centro de
Operaciones de Emergencia Regional, igualmente, en un área 1,000.00 metros
cuadrados aproximadamente, con sus operadores de módulos, como son de
Logística, Comunicaciones, Monitoreo y Análisis, Operaciones, Evaluador, entre
otros, además de sala de reuniones, sala de prensa, kitchenette, dormitorios
para personal de reten y zona de parqueo de 800 metros cuadrados
aproximadamente.” (Ver: http://www.reinadelaselva.com.pe/comando-sur-de-los-ee-uu-construira-local-del-coer-en-amazonas/)
Lo cierto es que los COER, se fueron cada vez
instalando más en Perú desde el 2009, y según el medio de comunicación Cuba
Debate, en los lugares donde estos se instalaron pese a estos argumentos, “no
se identificaron riesgos de desastres”:(Ver: http://www.cubadebate.cu/especiales/2014/06/21/ciudades-ocupadas-la-presencia-militar-permanente-en-america-latina/#.WGWOolPhDIU).
De esta manera y bajo esta escusa, Estados Unidos
sigue logrando obtener una mayor vigilancia sobre nuestra América Latina,
tal como paso con Haití en 2014 tras el terremoto, que derivo en la ocupación
militar comandada por este país bajo la ONU.
Todas estas bases u ocupaciones militares sean
comandadas por la ONU, la OTAN o los COE, se suelen establecer principalmente
por estos argumentos de cooperación y de ayuda en catástrofes naturales. Por
ejemplo en el caso de Paraguay una de estas bases, COE, se instaló en Febrero
del año 2014 en una zona fronteriza, la de Aguaray y años anteriores se instaló
la base denominada Mariscal Estigarribia en un lugar fronterizo donde
están las mayores reservas de agua dulce del planeta que es el Acuífero
Guaraní.
Desde ya, no es casual que todo este control
estadounidense sobre América Latina cuente con el apoyo de gobiernos locales
como con el nuevo COE en Perú. En Argentina con Mauricio Macri también se
pretendió instalar una base militar otra vez en un territorio
estratégico como Tierra del Fuego, siempre desde ya con esta misma consigna
de supuestamente evitar catástrofes (Ver:http://www.politicargentina.com/notas/201607/15580-preocupacion-por-la-posible-instalacion-de-bases-militares-estadounidenses-en-la-triple-frontera-y-ushuaia.html).
Y también gobiernos autodenominados “progresistas”
como lo fue el gobierno de Cristina Fernandez de Kirchner, o el
Frente Amplio de Uruguay que votaron, (este último hace pocos días) por seguir
manteniendo sus tropas militares en Haití dirigidas por Naciones Unidas desde
el mencionado terremoto (Ver: http://www.resumenlatinoamericano.org/2016/12/23/uruguay-prolonga-presencia-de-tropas-en-haiti/)
Además de que muchos de ellos han sancionados leyes como la Ley Antiterrorista.
Otros que se dicen ser gobiernos de la paz como el
de Manuel Santos, que no solo en su territorio hay alrededor de 6 bases
militares estadounidenses, sino que este año, justamente donde este presidente
ganador del Premio Nobel de la Paz, por su “intención” de defender los acuerdos
por la paz con las FARC-EP y poner fin a la guerra, planea y afirma un acuerdos
de cooperación con la Organización del Tratado del Atlántico Norte, con el
fin de “combatir al terrorismo y al narcotráfico”, mismos argumentos que se
usaron anteriormente para incrementar y o generar guerras bajo la
intromisión de las principales potencias de occidente como ni más ni menos
que Estados Unidos.
Es sabido que cada vez que intervino la OTAN como
sudedió en países como Libia, Afganistán, entre otros bajo estos argumentos, lo
único que genero fueron más guerras y la muerte de más de 20.000 personas
incluidos civiles. (ver: http://www.telesurtv.net/news/Que-ha-pasado-con-el-acuerdo-de-cooperacion-Colombia-OTAN-20160304-0050.html y http://www.ultimasnoticias.com.ve/noticias/destacados/infografia-lo-ha-hecho-la-otan-los-paises-intervenidos/).
Y no hay que olvidarse que en el caso peruano ya
este país de por sí cuenta con la mayor cantidad de bases militares
norteamericanas con 9 de estas. (Ver:https://puntodevistaypropuesta.wordpress.com/2015/02/24/atilio-boron-peru-tiene-9-bases-militares-de-eeuu-ademas-da-reabastecimiento-a-4ta-flota-eeuu/).
Con lo cual lo concreto es que Estados Unidos bajo
nuevas estrategias y gobiernos siguen avanzando sobre América Latina, de los
que tampoco hay que olvidarse su labor y cooperación en dictaduras recientes
como las de Honduras y tantas situaciones de crueldades a los derechos humanos
que se siguen profundizando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.