viernes, 19 de abril de 2013

Educación



Los Alumnos de los Centros Escolares de Morococha

(Segunda Parte)

Víctor Mazzi H.


LOS NIÑOS QUE ASISTIERON A LAS ESCUELAS y a los centros escolares obreros de Morococha, generalmente provenían de familias campesinas que se habían empleado en la empresa por contrato de enganche. Sus padres ya tenían cierta formación cultural e instrucción. Este niño creció en condiciones adversas para su desarrollo; con una pésima alimentación, creció dentro de un cuarto reducido a un área de ocho metros cuadrados, sin posibilidades de gozar de un lugar para su actividad lúdica, sin calefacción y entumecido por el frío, sentía la estrechez económica y del medio geográfico donde residía; sus contactos con otros niños no eran estables, y sobre todo se sentía ajeno a un medio que no ofrecía las posibilidades de vida como tuviera éste en el valle, que lo ligaba a la naturaleza; en Morococha crece poca vegetación debido a su altitud.

Las condiciones de vida de las niñas fueron muy duras en un medio masculino, donde la familia dependía de los ingresos económicos del padre,  –este líder de familia estuvo generalmente formado bajo valores autoritarios de la época, relegaba a las niñas a un segundo plano, consideraba que la condición de niñas creaba una condición de menor valía en ellas, debido a la errónea idea de haber sido privadas de algún órgano, así las niñas quedaban con la marca de la debilidad y desamparo frente a los demás niños–.  El seno familiar cuidaba de ellas sin brindarle el adecuado trato a su condición física y el desarrollo de todas sus posibilidades y potencialidades.

Estos niños sentían la ausencia del padre, cuya presencia se condicionaba con el vínculo laboral rotativo, lo cual afectaba la vida común entre todos ellos. Generalmente el padre minero que regresa a casa está fatigado por su extenuante labor; con ansias del descanso y pocas ganas de conversar, y menos aún de jugar y divertirse con sus hijos, necesita quietud, sosiego interior y exterior. Esta es la común característica del padre minero; sin gozar del contacto del calor familiar, con poco tiempo para charlar y jugar con sus hijos, de observarlos o estudiar con ellos, de conversar y aconsejar; su disposición hacia ellos no siempre fue la más adecuada para ganarles el afecto y generar la autoestima que este niño necesitó. El padre minero está consciente de que sus labores abarcan más del tiempo requerido. La madre, muchas veces, tuvo que emplearse en trabajos ocasionales como el «pallaqueo» en canchones para ayudar con la economía familiar.

En su formación y responsabilidades a dicho niño se le corrigió con determinadas formas de sanciones, entre los que podría incluirse, los castigos. El uso del castigo se determinaba de acuerdo con la formación familiar del padre. Aunque sabemos que en la región del Centro del Perú, fue muy frecuente castigar con severidad a los niños. Los trabajadores mineros de Morococha, dotados con un cierto grado de cultura, con ansias de progresar, no maltrataban a sus menores hijos, trataban de inculcarles el sentido del respeto y la acción de acuerdo con normas válidas en el seno de la familia.

Todas estas condiciones nos indican, pues, que la primera etapa educativa del niño proletario transcurre en el seno de la familia (18). La familia de trabajadores mineros con cierto grado de cultura y educación sí brindó a sus hijos la necesaria protección y el sentimiento de confianza. Aquellos trabajadores fueron los que enviaron a sus hijos a estudiar en los centros escolares.

A esta formación educativa en el hogar le sucede la escuela, el maestro viene a reemplazar al padre, la autoridad del padre se delega al maestro. Notamos que estos niños y niñas que asistieron a los Centros Escolares Obreros llegaron a integrarse plenamente, aun cuando no estaba permitida la coeducación, sin embargo, participaban en los conflictos laborales en que se hallaban sus padres; intervenían con un logrado sentido de responsabilidad social. Durante la huelga de 1930, refiere Jorge del Prado que: «Hasta los 'chinches' (chiquillos) intervenían en la cosa y metían bulla» (19). Estas son las características de los niños que asistieron a los Centros Escolares Obreros, con los cuales se realizó una novedosa experiencia educativa.

La población escolar, entre niños y niñas, que fue matriculado y asistió al Centro Escolar Obrero de Morococha durante 1924 a 1930, varió de acuerdo con la situación económica que tuvieron que afrontar los trabajadores mineros en matricular y afrontar un aporte mensual de 40 centavos descontados del salario que percibían de la Cerro de Pasco Copper Corporation. Al clausurarse abruptamente el Centro Escolar, la documentación administrativa fue trasladada al Ministerio de Justicia, Instrucción, Culto y Beneficencia. Los datos sobre el número total de alumnos que obtuvimos fueron reconstruidos comparando los documentos oficiales de este ministerio, con la información que brinda Gamaniel Blanco, en sus Apuntes monográficos de Morococha (20). Observando en las fotografías la distribución de los tres grados de educación primaria, descubrimos que en la primera fila están ubicados los de menor edad que corresponderían al primer grado de primaria, hacen un total de 45 niños. En la segunda fila, que pertenecerían al segundo grado, la cantidad es de 38 niños; Los niños de mayor edad se hallan en la parte superior, en pie, pertenecerían al tercer grado de primaria son en total 33. En el Centro Escolar Obrero de Niñas, en la primera fila, las niñas de menor edad suman 25, correspondería al primer grado de primaria. La segunda fila registra 24 niñas, correspondería al segundo de primaria y, las de mayor edad (en pie) son 36 niñas, correspondería al tercer grado de primaria.

Estos datos coinciden plenamente, por lo que podemos afirmar que la evolución de la población escolar de los Centros Escolares Obreros sigue una curva ascendente y sostenida. Es necesario aclarar que estos datos resultan de comparar distintas fuentes más la encontrada en el Ministerio de Justicia. Durante un tiempo trabajamos la hipótesis de que toda la documentación administrativa de los Centros Escolares Obreros fue destruida por órdenes de la gerencia de la Cerro de Pasco Copper Corporation, pero al revisar distintos registros y archivos de este antiguo Ministerio de Justicia encontramos la respectiva documentación.

A continuación presenta una tabla detallada de los alumnos asistentes a los Centro Escolares Obreros por año y en cada columna se divide la población por sexos, al final infiere de cada celda el total de asistentes.

Al estudiar el total de alumnos de los Centros Escolares Obreros, observamos una correlación entre el total de la población minera y el número de familias constituidas.

Los niños que asistieron a los Centros Escolares Obreros tuvieron, en cierta medida, ventajas frente a otros niños que se empleaban en la "Compañía". Hubo niños que a los 12 años de edad laboraban en los socavones como lamperos, en las canchas en el "chanqueo" del mineral. Aunque no existan cifras sobre estos niños, puede apreciarse en las fotos que mostramos en capítulos anteriores, que hay niños que laboran con sus pares adultos. Julián Huanay, dejó testimonio de la vida que llevaban estos niños en su novela El retoño, mediante su protagonista Juanito Rumi.

La tasa de escolaridad fue ascendente como observamos. Esto nos lleva a indagar por el porqué se les ocurrió a estos trabajadores mineros fundar y administrar sus propias escuelas, teniendo en cuenta de que en el distrito ya existían dos escuelas elementales.

Origen de los Centros Escolares Obreros

Los trabajadores mineros de Morococha, en marzo de 1924, fundaron el Centro Escolar Obrero de niños y niñas, según explica el escritor Augusto Mateu Cueva (21), debido a los siguientes factores:

«...La crecida población escolar y la situación topográfica de la localidad plantearon bien pronto la necesidad de organizar nuevos centros educativos, para descongestionar la exorbitante asistencia a las escuelas del estado y, más que todo para los niños de Morococha vieja, Alejandría, San Pedro, Ombla, Gertudris, Churruca y otros sectores pudieran concurrir a una escuela más próxima a éstas de Morococha Nueva que distaban dos o más kilómetros de algunos barrios de obreros» (22).

La necesidad de crear más centros escolares ante el crecimiento de la población en edad escolar fue desatendida por la Cerro de Pasco Copper Corporation y el Ministerio de Justicia, Culto, Instrucción y Beneficencia; sin embargo, esta negativa dio motivo para que los trabajadores mineros crearan sus propias escuelas que mantenían con una parte de sus salarios. La superintendencia de la Cerro de Pasco Copper Corporation se comprometió a ceder la antigua Casa Hacienda Pflücker, para que estas escuelas funcionasen; bajo condición de que fueran administradas durante el desarrollo del año escolar por una Comisión Escolar Obrera. Gamaniel Blanco nos informa también sobre los orígenes de estos centros escolares:

«Fue fundada en 1924, a iniciativa de los socios del Club Movilizables N° 1 de Auxilios Mutuos durante el período administrativo del señor Crisanto de la Cruz y las gestiones interesadas del señor Teófilo Terrazos y otras personas amantes de la instrucción. Una vez que la organización del Club Movilizables hubo alcanzado cierta solidez, una de sus principales miras fue el de fomentar la instrucción entre los hijos de los asociados. Entonces una comisión especial se acercara a la superintendencia de la C. de P. C. pidiendo un descuento de VEINTE CENTAVOS a cada uno de los asociados, para el sostenimiento de una escuela obrera; por lo que el superintendente señor Geo B. Dillimghan accedió a esta noble petición ampliando el descuento a todo el personal de trabajadores de la Negociación Puquio Cocha y señalando como cuota mensual, la cantidad de CUARENTA CENTAVOS. En esta forma se establecieron en Morococha, en la antigua casa hacienda de los Pflücker, dos escuelas destinadas a la educación e instrucción de los hijos de mineros y particulares, denominada CENTROS ESCOLARES OBREROS» (23).

La fundación de Centros Escolares Obreros se produjo debido al hecho de que funcionaban en Morococha dos escuelas para atender a cerca de cuatro mil fami­lias, lo cual resultó insuficiente para cubrir la demanda de la población infantil en edad escolar. En el cuadro N.° 11, observamos cómo en la provincia de Yauli el reducido número de maestros y locales escolares no satisfacían la demanda del servicio educativo.
Cuadro N.° 11: Centros educativos y docentes en la provincia de Yauli 1930

Centro Educativo
Docentes
Distrito
1004 (fiscal)
6
La Oroya
1005
4
La Oroya
10037 (elemental)
1
La Oroya
10001
1
Yauli
10002
1
Yauli
10006
1
Chacapalca
10007
1
Chacapalca
10010
1
Huayhuay
10011
1
Morochocha
10027
2
Morochocha
10026
1
Marcapomacocha
10040
1
Marcapomacocha
10021
1
Paccha
10024
1
Sacco
10018
1
Huari
10022
1
Suitucancha
CEO
11
Morococha Vieja
Fuente: Apuntes monográficos de Morococha, p. 96-98

La gerencia de la Cerro de Pasco Copper Corporation, en un primer momento, no dio la debida importancia a la demanda por el servicio educativo para los hijos de sus trabajadores. Por tal razón, permite que sean los mismos trabajadores mineros de Morococha quienes establezcan y administren sus propios centros escolares. La gerencia de esta transnacional minera consideró como uno de los criterios básicos para lograr mayor ganancia en la producción y posicionamiento del mercado mundial del cobre la reducción de los gastos de los servicios para cubrir necesidades básicas de la masa laboral que empleaba. Esto es, construcción y mejoramiento de viviendas, servicios básicos, indumentaria para laborar, cobertura de la educación de los hijos de los trabajadores, entre otros. La gerencia de Cerro de Pasco no consideró dentro de sus obligaciones de gastos la subvención de las escuelas que ya existían dentro de su jurisdicción. Esta decisión permite el surgimiento de los Centros Escolares Obreros, centralizada a través del Club de Movilizables N° 1 de Auxilios Mutuos (24).

Los trabajadores mineros de Morococha tuvieron espíritu de progreso, el nivel educativo que registraban fue aceptable y mostraban un vivo interés por adquirir e incrementar el nivel cultural. Sus propósitos por superar la postración social y económica en la que se encontraban fueron concretándose mediante la educación. Sostenían el criterio de que la escuela brindaba movilidad social y permitían determinada libertad a través de los conocimientos adquiridos. Los miembros del Club de Movilizables N° 1 y Auxilios Mutuos fueron trabajadores que sentían apego por la cultura. Entre sus miembros hubo personajes que tenían fuerte influencia mutualista, que años más tarde adoptaron los ideales socialistas de José Carlos Mariátegui, como Héctor Herrera, Abel Vento, Luis La Madrid, Adrián C. Sovero, Miguel de la Mata (25), entre otros (26).

En 1924, con el inicio del funcionamiento de estos Centros Escolares Obreros se solucionó, transitoriamente, la urgente necesidad de los trabajadores por educar a sus hijos, ante la insuficiencia de la cobertura del servicio educativo que el Ministerio de Justicia, Instrucción, Culto y Beneficencia brindó. El desinterés que mostró la gerencia de Cerro de Pasco Copper Corporation obligó, es cierto, a una
solución de carácter mutualista, pues implicó que fueran los mismos trabajadores quienes financiarán el funcionamiento y la cobertura del servicio educativo que debía brindarle a sus menores hijos.

Los Centros Escolares Obreros, durante sus primeros años de funcionamiento, fueron irregulares e inestables, originados por la inexperiencia que enfrentaron los trabajadores en gestionar, administrar y dirigir sus propias escuelas. Dicha inexperiencia causó la necesidad de adquirir conocimientos sobre la organización y gestión de un centro escolar, la composición de sus niveles jerárquicos para su administración, la estructuración de los programas de estudio, la adecuación de la infraestructura escolar y de los materiales didácticos a adquirirse, los criterios de selección para contratar maestros idóneos. Fue un aprendizaje lento y difícil, realizado en el transcurso de la gestión educativa. Los trabajadores mineros, al poner en funcionamiento dichas escuelas obreras, demostraron que ya estaban capacitados para dirigir la educación de sus propios hijos.

Gamaniel Blanco nos informa que los Centros Escolares Obreros fueron reconocidos oficialmente en 1926 por el Ministerio de Justicia, Culto, Instrucción y Beneficencia (27), constatándose que funcionaron sin reconocimiento oficial durante los años 1924 y 1925. Esto ratifica que en el proceso educativo peruano funcionaron escuelas que se apartaron del control y la dirección del Ministerio de Instrucción, para luego lograr el respectivo reconocimiento, sin que dicho Ministerio aporte algún medio económico para su funcionamiento. 

Notas:
[18] RÜLE, Otto: El alma del niño proletario, p.45.
[19] DEL PRADO, Jorge: Carta a Martínez. En: Ricardo Martínez, Apuntes para una interpretación marxista de historia social del Perú, T.IV, p.73.
[20] P.97.
[21] Ana María Portugal nos plantea la literatura de no-ficción. Augusto Mateu desarrolla su trabajo literario con realismo excepcional. Todo elemento de referencia dentro de sus cuentos y poesía existen hasta la actualidad; instituciones, lugares y personas, los hechos relatados son reales. Por eso tomamos sus obras como testimonio para este libro.
[22] MATEU, Augusto: Lampadas del minero, p.29.
[23] BLANCO. Gamaniel, Apuntes monográficos de Morococha, p.96.
[24] Sobre este Club se encuentra la siguiente información: «Fue fundado el 10 de agosto de 1922, con el nombre de Club Movilizables N° 1 de Auxilios Mutuos (...) reconocido oficialmente por el Ministerio de Fomento el 21 de setiembre de 1923 (...). Al fundarse la institución en 1922 se le dio carácter militar antes que nada; pero al reformarse sus estatutos el 10 de junio de 1930 por la comisión especial presidida por el señor Héctor Herrera se le ha dado preferente atención a las cuestiones mutuales y culturales» (Blanco, Gamaniel: Apuntes monográficos de Morococha, pp.29, 30 y 31).
[25] Miguel de la Mata, publicaría años más tarde En la noche infinita, relato sobre la condición del trabajador minero de Morococha.
[26] En Amauta N° 30, con motivo del fallecimiento de José Carlos Mariátegui, puede leerse un telegrama de la Federación de Trabajadores del Centro entre cuyos integrantes están: Adrián Sovero, Gamaniel Blanco, Miguel de la Mata, Gliserio Núñez, Moisés Espinoza, Abel Vento, Enrique Saravia, Ramón Azcurra, Alejandro Loli, Vicente Pérez, Luis La Madrid, Héctor Herrera, Moisés Palacios, Santiago Villar, Osear Oategui, Máximo Santiváñez, José Montero.
[27] BLANCO, Gamaniel, Apuntes monográficos de Morococha, pp96-99.




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