Los Alumnos de los Centros Escolares de Morococha
(Segunda
Parte)
Víctor
Mazzi H.
LOS NIÑOS QUE ASISTIERON A LAS
ESCUELAS y a los centros escolares obreros de Morococha, generalmente provenían
de familias campesinas que se habían empleado en la empresa por contrato de
enganche. Sus padres ya tenían cierta formación cultural e instrucción. Este
niño creció en condiciones adversas para su desarrollo; con una pésima alimentación,
creció dentro de un cuarto reducido a un área de ocho metros cuadrados, sin
posibilidades de gozar de un lugar para su actividad lúdica, sin calefacción y
entumecido por el frío, sentía la estrechez económica y del medio geográfico
donde residía; sus contactos con otros niños no eran estables, y sobre todo se
sentía ajeno a un medio que no ofrecía las posibilidades de vida como tuviera
éste en el valle, que lo ligaba a la naturaleza; en Morococha crece poca
vegetación debido a su altitud.
Las condiciones de
vida de las niñas fueron muy duras en un medio masculino, donde la familia
dependía de los ingresos económicos del padre,
–este líder de familia estuvo generalmente formado bajo valores
autoritarios de la época, relegaba a las niñas a un segundo plano, consideraba
que la condición de niñas creaba una condición de menor valía en ellas, debido
a la errónea idea de haber sido privadas de algún órgano, así las niñas
quedaban con la marca de la debilidad y desamparo frente a los demás niños–. El seno familiar cuidaba de ellas sin
brindarle el adecuado trato a su condición física y el desarrollo de todas sus
posibilidades y potencialidades.
Estos niños sentían la
ausencia del padre, cuya presencia se condicionaba con el vínculo laboral
rotativo, lo cual afectaba la vida común entre todos ellos. Generalmente el
padre minero que regresa a casa está fatigado por su extenuante labor; con
ansias del descanso y pocas ganas de conversar, y menos aún de jugar y
divertirse con sus hijos, necesita quietud, sosiego interior y exterior. Esta
es la común característica del padre minero; sin gozar del contacto del calor
familiar, con poco tiempo para charlar y jugar con sus hijos, de observarlos o
estudiar con ellos, de conversar y aconsejar; su disposición hacia ellos no
siempre fue la más adecuada para ganarles el afecto y generar la autoestima que
este niño necesitó. El padre minero está consciente de que sus labores abarcan
más del tiempo requerido. La madre, muchas veces, tuvo que emplearse en
trabajos ocasionales como el «pallaqueo» en canchones para ayudar con la
economía familiar.
En su formación y
responsabilidades a dicho niño se le corrigió con determinadas formas de
sanciones, entre los que podría incluirse, los castigos. El uso del castigo se
determinaba de acuerdo con la formación familiar del padre. Aunque sabemos que
en la región del Centro del Perú, fue muy frecuente castigar con severidad a
los niños. Los trabajadores mineros de Morococha, dotados con un cierto grado
de cultura, con ansias de progresar, no maltrataban a sus menores hijos,
trataban de inculcarles el sentido del respeto y la acción de acuerdo con
normas válidas en el seno de la familia.
Todas estas
condiciones nos indican, pues, que la primera etapa educativa del niño
proletario transcurre en el seno de la familia (18). La familia de trabajadores
mineros con cierto grado de cultura y educación sí brindó a sus hijos la
necesaria protección y el sentimiento de confianza. Aquellos trabajadores
fueron los que enviaron a sus hijos a estudiar en los centros escolares.
A esta formación
educativa en el hogar le sucede la escuela, el maestro viene a reemplazar al
padre, la autoridad del padre se delega al maestro. Notamos que estos niños y
niñas que asistieron a los Centros Escolares Obreros llegaron a integrarse
plenamente, aun cuando no estaba permitida la coeducación, sin embargo,
participaban en los conflictos laborales en que se hallaban sus padres;
intervenían con un logrado sentido de responsabilidad social. Durante la huelga
de 1930, refiere Jorge del Prado que: «Hasta
los 'chinches' (chiquillos) intervenían en
la cosa y metían bulla» (19). Estas son las características de los niños
que asistieron a los Centros Escolares Obreros, con los cuales se realizó una
novedosa experiencia educativa.
La población escolar,
entre niños y niñas, que fue matriculado y asistió al Centro Escolar Obrero de
Morococha durante 1924 a 1930, varió de acuerdo con la situación económica que
tuvieron que afrontar los trabajadores mineros en matricular y afrontar un aporte
mensual de 40 centavos descontados del salario que percibían de la Cerro de
Pasco Copper Corporation. Al clausurarse abruptamente el Centro Escolar, la
documentación administrativa fue trasladada al Ministerio de Justicia,
Instrucción, Culto y Beneficencia. Los datos sobre el número total de alumnos
que obtuvimos fueron reconstruidos comparando los documentos oficiales de este
ministerio, con la información que brinda Gamaniel Blanco, en sus Apuntes monográficos de Morococha (20).
Observando en las fotografías la distribución de los tres grados de educación
primaria, descubrimos que en la primera fila están ubicados los de menor edad
que corresponderían al primer grado de primaria, hacen un total de 45 niños. En
la segunda fila, que pertenecerían al segundo grado, la cantidad es de 38
niños; Los niños de mayor edad se hallan en la parte superior, en pie, pertenecerían
al tercer grado de primaria son en total 33. En el Centro Escolar Obrero de
Niñas, en la primera fila, las niñas de menor edad suman 25, correspondería al
primer grado de primaria. La segunda fila registra 24 niñas, correspondería al
segundo de primaria y, las de mayor edad (en pie) son 36 niñas, correspondería
al tercer grado de primaria.
Estos datos coinciden
plenamente, por lo que podemos afirmar que la evolución de la población escolar
de los Centros Escolares Obreros sigue una curva ascendente y sostenida. Es
necesario aclarar que estos datos resultan de comparar distintas fuentes más la
encontrada en el Ministerio de Justicia. Durante un tiempo trabajamos la
hipótesis de que toda la documentación administrativa de los Centros Escolares
Obreros fue destruida por órdenes de la gerencia de la Cerro de Pasco Copper
Corporation, pero al revisar distintos registros y archivos de este antiguo
Ministerio de Justicia encontramos la respectiva documentación.
A continuación
presenta una tabla detallada de los alumnos asistentes a los Centro Escolares
Obreros por año y en cada columna se divide la población por sexos, al final
infiere de cada celda el total de asistentes.
Al estudiar el total
de alumnos de los Centros Escolares Obreros, observamos una correlación entre
el total de la población minera y el número de familias constituidas.
Los niños que
asistieron a los Centros Escolares Obreros tuvieron, en cierta medida, ventajas
frente a otros niños que se empleaban en la "Compañía". Hubo niños
que a los 12 años de edad laboraban en los socavones como lamperos, en las
canchas en el "chanqueo" del mineral. Aunque no existan cifras sobre
estos niños, puede apreciarse en las fotos que mostramos en capítulos
anteriores, que hay niños que laboran con sus pares adultos. Julián Huanay,
dejó testimonio de la vida que llevaban estos niños en su novela El retoño, mediante su protagonista
Juanito Rumi.
La tasa de escolaridad
fue ascendente como observamos. Esto nos lleva a indagar por el porqué se les
ocurrió a estos trabajadores mineros fundar y administrar sus propias escuelas,
teniendo en cuenta de que en el distrito ya existían dos escuelas elementales.
Origen
de los Centros Escolares Obreros
Los trabajadores mineros de
Morococha, en marzo de 1924, fundaron el Centro Escolar Obrero de niños y
niñas, según explica el escritor Augusto Mateu Cueva (21), debido a los
siguientes factores:
«...La crecida población escolar y la situación
topográfica de la localidad plantearon bien pronto la necesidad de organizar
nuevos centros educativos, para descongestionar la exorbitante asistencia a las
escuelas del estado y, más que todo para los niños de Morococha vieja,
Alejandría, San Pedro, Ombla, Gertudris, Churruca y otros sectores pudieran
concurrir a una escuela más próxima a éstas de Morococha Nueva que distaban dos
o más kilómetros de algunos barrios de obreros» (22).
La necesidad de crear más centros
escolares ante el crecimiento de la población en edad escolar fue desatendida
por la Cerro de Pasco Copper Corporation y el Ministerio de Justicia, Culto,
Instrucción y Beneficencia; sin embargo, esta negativa dio motivo para que los
trabajadores mineros crearan sus propias escuelas que mantenían con una parte
de sus salarios. La superintendencia de la Cerro de Pasco Copper Corporation se
comprometió a ceder la antigua Casa Hacienda Pflücker, para que estas escuelas
funcionasen; bajo condición de que fueran administradas durante el desarrollo
del año escolar por una Comisión Escolar Obrera. Gamaniel Blanco nos informa
también sobre los orígenes de estos centros escolares:
«Fue fundada en 1924, a
iniciativa de los socios del Club Movilizables N° 1 de Auxilios Mutuos durante
el período administrativo del señor Crisanto de la Cruz y las gestiones
interesadas del señor Teófilo Terrazos y otras personas amantes de la instrucción.
Una vez que la organización del Club Movilizables hubo
alcanzado cierta solidez, una de sus principales miras fue el
de fomentar la instrucción entre los hijos de los asociados. Entonces una comisión
especial se acercara a la superintendencia de la C. de P. C. pidiendo un
descuento de VEINTE CENTAVOS a cada uno de los asociados, para el sostenimiento
de una escuela obrera; por lo que el superintendente señor Geo B.
Dillimghan accedió a esta noble petición ampliando el descuento a todo el
personal de trabajadores de la Negociación Puquio Cocha y señalando como
cuota mensual, la cantidad de CUARENTA CENTAVOS. En esta forma se
establecieron en Morococha, en la antigua casa hacienda de los Pflücker, dos
escuelas destinadas a la educación e instrucción de los hijos de mineros y
particulares, denominada CENTROS ESCOLARES OBREROS» (23).
La fundación
de Centros Escolares Obreros se produjo debido al hecho de que funcionaban en
Morococha dos escuelas para atender a cerca de cuatro mil familias, lo cual resultó insuficiente para cubrir la
demanda de la población infantil en edad escolar. En el cuadro N.° 11,
observamos cómo en la provincia de Yauli el reducido número de maestros y locales escolares no satisfacían la
demanda del servicio educativo.
Cuadro
N.° 11: Centros educativos y docentes en la provincia
de Yauli 1930
Centro
Educativo
|
Docentes
|
Distrito
|
1004 (fiscal)
|
6
|
La Oroya
|
1005
|
4
|
La Oroya
|
10037 (elemental)
|
1
|
La Oroya
|
10001
|
1
|
Yauli
|
10002
|
1
|
Yauli
|
10006
|
1
|
Chacapalca
|
10007
|
1
|
Chacapalca
|
10010
|
1
|
Huayhuay
|
10011
|
1
|
Morochocha
|
10027
|
2
|
Morochocha
|
10026
|
1
|
Marcapomacocha
|
10040
|
1
|
Marcapomacocha
|
10021
|
1
|
Paccha
|
10024
|
1
|
Sacco
|
10018
|
1
|
Huari
|
10022
|
1
|
Suitucancha
|
CEO
|
11
|
Morococha Vieja
|
Fuente: Apuntes monográficos de Morococha,
p. 96-98
La gerencia de la Cerro de Pasco
Copper Corporation, en un primer momento, no dio la debida importancia a la
demanda por el servicio educativo para los hijos de sus trabajadores. Por tal
razón, permite que sean los mismos trabajadores mineros de Morococha quienes
establezcan y administren sus propios centros escolares. La gerencia de esta
transnacional minera consideró como uno de los criterios básicos para lograr
mayor ganancia en la producción y posicionamiento del mercado mundial del cobre
la reducción de los gastos de los servicios para cubrir necesidades básicas de
la masa laboral que empleaba. Esto es, construcción y mejoramiento de
viviendas, servicios básicos, indumentaria para laborar, cobertura de la educación
de los hijos de los trabajadores, entre otros. La gerencia de Cerro de Pasco no
consideró dentro de sus obligaciones de gastos la subvención de las escuelas
que ya existían dentro de su jurisdicción. Esta decisión permite el surgimiento
de los Centros Escolares Obreros, centralizada a través del Club de Movilizables
N° 1 de Auxilios Mutuos (24).
Los trabajadores
mineros de Morococha tuvieron espíritu de progreso, el nivel educativo que
registraban fue aceptable y mostraban un vivo interés por adquirir e
incrementar el nivel cultural. Sus propósitos por superar la postración social
y económica en la que se encontraban fueron concretándose mediante la
educación. Sostenían el criterio de que la escuela brindaba movilidad social y
permitían determinada libertad a través de los conocimientos adquiridos. Los
miembros del Club de Movilizables N° 1 y Auxilios Mutuos fueron trabajadores
que sentían apego por la cultura. Entre sus miembros hubo personajes que tenían
fuerte influencia mutualista, que años más tarde adoptaron los ideales
socialistas de José Carlos Mariátegui, como Héctor Herrera, Abel Vento, Luis La
Madrid, Adrián C. Sovero, Miguel de la Mata (25), entre otros (26).
En 1924, con el inicio
del funcionamiento de estos Centros Escolares Obreros se solucionó,
transitoriamente, la urgente necesidad de los trabajadores por educar a sus
hijos, ante la insuficiencia de la cobertura del servicio educativo que el Ministerio
de Justicia, Instrucción, Culto y Beneficencia brindó. El desinterés que mostró
la gerencia de Cerro de Pasco Copper Corporation obligó, es cierto, a una
solución de carácter mutualista,
pues implicó que fueran los mismos trabajadores quienes financiarán el
funcionamiento y la cobertura del servicio educativo que debía brindarle a sus
menores hijos.
Los Centros Escolares
Obreros, durante sus primeros años de funcionamiento, fueron irregulares e
inestables, originados por la inexperiencia que enfrentaron los trabajadores en
gestionar, administrar y dirigir sus propias escuelas. Dicha inexperiencia causó
la necesidad de adquirir conocimientos sobre la organización y gestión de un
centro escolar, la composición de sus niveles jerárquicos para su
administración, la estructuración de los programas de estudio, la adecuación de
la infraestructura escolar y de los materiales didácticos a adquirirse, los
criterios de selección para contratar maestros idóneos. Fue un aprendizaje
lento y difícil, realizado en el transcurso de la gestión educativa. Los
trabajadores mineros, al poner en funcionamiento dichas escuelas obreras,
demostraron que ya estaban capacitados para dirigir la educación de sus propios
hijos.
Gamaniel Blanco nos
informa que los Centros Escolares Obreros fueron reconocidos oficialmente en
1926 por el Ministerio de Justicia, Culto, Instrucción y Beneficencia (27),
constatándose que funcionaron sin reconocimiento oficial durante los años 1924
y 1925. Esto ratifica que en el proceso educativo peruano funcionaron escuelas
que se apartaron del control y la dirección del Ministerio de Instrucción, para
luego lograr el respectivo reconocimiento, sin que dicho Ministerio aporte
algún medio económico para su funcionamiento.
Notas:
[18] RÜLE, Otto: El alma del niño proletario, p.45.
[19] DEL PRADO, Jorge: Carta a
Martínez. En: Ricardo Martínez, Apuntes
para una interpretación marxista de historia social del Perú, T.IV, p.73.
[20] P.97.
[21] Ana María Portugal nos plantea
la literatura de no-ficción. Augusto Mateu desarrolla su trabajo literario con
realismo excepcional. Todo elemento de referencia dentro de sus cuentos y
poesía existen hasta la actualidad; instituciones, lugares y personas, los
hechos relatados son reales. Por eso tomamos sus obras como testimonio para
este libro.
[22] MATEU, Augusto: Lampadas del minero, p.29.
[23] BLANCO. Gamaniel, Apuntes monográficos de Morococha, p.96.
[24] Sobre este Club se encuentra la
siguiente información: «Fue fundado el 10 de agosto de 1922, con el nombre de
Club Movilizables N° 1 de Auxilios Mutuos (...) reconocido oficialmente por el
Ministerio de Fomento el 21 de setiembre de 1923 (...). Al fundarse la
institución en 1922 se le dio carácter militar antes que nada; pero al
reformarse sus estatutos el 10 de junio de 1930 por la comisión especial
presidida por el señor Héctor Herrera se le ha dado preferente atención a las
cuestiones mutuales y culturales» (Blanco, Gamaniel: Apuntes monográficos de Morococha, pp.29, 30 y 31).
[25] Miguel de la Mata, publicaría
años más tarde En la noche infinita,
relato sobre la condición del trabajador minero de Morococha.
[26] En Amauta N° 30, con motivo del fallecimiento de José Carlos
Mariátegui, puede leerse un telegrama de la Federación de Trabajadores del
Centro entre cuyos integrantes están: Adrián Sovero, Gamaniel Blanco, Miguel de
la Mata, Gliserio Núñez, Moisés Espinoza, Abel Vento, Enrique Saravia, Ramón
Azcurra, Alejandro Loli, Vicente Pérez, Luis La Madrid, Héctor Herrera, Moisés
Palacios, Santiago Villar, Osear Oategui, Máximo Santiváñez, José Montero.
[27] BLANCO, Gamaniel, Apuntes monográficos de Morococha,
pp96-99.
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