¡Defender
el Pensamiento de Mariátegui de toda tergiversación y desarrollarlo en función
de la realidad actual!
Acerca
de la Propuesta de un Partido Minga
E.I.
ES UNA VERDAD
INDESMENTIBLE QUE, ya en la segunda mitad de los años 70, Ramón García empezó a
negar aspectos fundamentales de la lucha contra el revisionismo contemporáneo
y, con aparente inocencia, empezó también a tergiversar a Mariátegui.
Entonces,
siguiendo su discurso, sus partidarios hacían circular ideas como éstas:
“Yugoslavia es un país socialista”, “Tito es un gran dirigente
marxista-leninista”, “el XX Congreso del PCUS fue correcto”, “la actual
dirección china es marxista-leninista”, “los soviéticos están desarrollando el
marxismo”, etcétera (1).
Estas
posiciones, sin duda oportunistas, se reflejaron luego en algunos artículos de Punto de Vista -cuyos cuatro números
aparecieron entre 1982 y 1983-, en la peregrina afirmación de que “la
Perestroika es un avance del socialismo” (2) y en la fatua conjetura de que los
países “socialistas” estaban “por pasar al comunismo” (3).
Posteriormente,
en los últimos veinte años más o menos, García y sus repetidores han terminado:
1)
negando el marxismo-leninismo;
2)
silenciando el revisionismo;
3)
encubriendo la restauración capitalista;
4)
negando la filiación marxista-leninista de Mariátegui
5)
tergiversando la verdad histórica del PSP;
6)
levantando la ilusión de que la acción legal municipal es el camino al
socialismo;
7)
tratando de pasar como de Mariátegui la concepción de Julio Portocarrero y Hugo
Pesce de un partido de “dos niveles”.
Como consecuencia,
si en el plano internacional y siguiendo el bastón de mando de la dirección
china, García participa de la reivindicación
del revisionista Liu Shaoqi, en el plano nacional y blandiendo su propio bastón
de mando, ha reivindicado al
revisionista Jorge del Prado en la persona de Arroyo Posadas.
Pero,
como es de conocimiento general, estas posiciones, entre otras, han sido
desenmascaradas y, por esto, en los últimos años García se encuentra radiografiado
en su revisionismo. Entre esas otras posiciones desenmascaradas, está la
propuesta de un “partido socialista”, que data de mayo de 1988, y que,
abandonada ahora por su promotor, ha circulado entre sus partidarios como buena
moneda ¡durante veintiún años!
Como no
podía ser de otro modo, dicha propuesta fue oportunamente sometida a una
crítica fundada (4), y tan evidentes se hicieron los sofismas de García que, en
tres artículos escritos entre el 21.09.09 y el 07.10.09, ha intentado salir de
su incómoda situación diciendo que su propuesta de un partido socialista sólo
había tenido intención de desagravio y, así, ha propuesto ahora “un nombre
propio” para su organización. Este nombre es el de minga. Analicemos, pues,
esta nueva propuesta.
Pero
antes es menester copiar esta afirmación de García: “El artículo Por qué socialista señala las razones
que tuvo JCM para proponer el nombre de Partido
Socialista del Perú para la organización del proletariado peruano” (5).
¿Es
cierto eso? ¿Es cierto que dicho artículo “señala las razones que tuvo JCM para
proponer el nombre de Partido Socialista
del Perú”? En nuestro artículo El
nombre del partido esa pretensión fue completamente desenmascarada (6).
Precisamente
este desenmascaramiento es lo que García intenta ocultar con su cínica
afirmación de que “El artículo Por dónde
empezar señala las razones, etcétera”. Pero este cinismo sólo demuestra:
1)
su orgánica incapacidad para la autocrítica, típica de cualquier egotista;
2)
su menosprecio por los lectores al suponerlos incapaces de darse cuenta de su
tergiversación y de su cinismo.
Por lo demás, sus propias palabras lo desmienten
completamente: “Para el m.c.n. también ha llegado la hora de quitarse la camisa
sucia. Ha llegado la hora de ponerse ropa limpia…. HA LLEGADO LA HORA DE
REIVINDICAR EL PARTIDO SOCIALISTA”.
Es decir, García proponía reivindicar el nombre de
socialista no en el sentido de simple
desagravio, sino en el sentido de
utilizarlo como título de su partido. Por eso decía que había “llegado la hora
de ponerse ropa limpia” (cursiva
nuestra), es decir, la ropa de partido socialista, que él, contra toda
evidencia, no reconocía ni reconoce que está sumamente sucia.
Y, así, después de promover durante veintiún años el
nombre de partido socialista, ha terminado diciendo que este nombre está,
“ahora”, “comprometido” (7).
Ahora, dice, pues, en
otra maniobra para evitar reconocer que se equivocó completamente con su
propuesta, pues ocurre que no es desde ahora,
sino desde los años 30 del siglo pasado que el nombre de socialista está
“comprometido” como título de partidos oportunistas: Partido Socialista de
Castillo, Partido Socialista Revolucionario, Partido Socialista Peruano,
etcétera. Pero su deshonestidad lo lleva a falsificar los hechos históricos
para acomodarlos a sus designios personales.
Esta
cuestión del nombre de socialista tiene, sin embargo, un fondo que es necesario
analizar.
En el
artículo Apuntes sobre el Socialismo Peruano, demostramos que,
en su literatura sobre el Partido, Mariátegui utilizó el término Socialismo
como sinónimo del término Comunismo, así como el término Socialismo Peruano
como intercambiable con el término Comunismo Peruano, mientras García utiliza
ambos términos en su significado más dilatado, tergiversando así a Mariátegui
y, por lo tanto, no desagraviaba el nombre de Partido Socialista ni mucho
menos, sino que reivindicaba la
palabra socialista solo para designar la amalgama de diversas tendencias
oportunistas en una sola organización partidaria (8). De manera que, al
proponer un partido socialista, García no cometía un simple error, sino una
verdadera desviación de la Creación Heroica de Mariátegui.
Ahora,
pues, cambiando de opinión, el nombre de socialista ya no le parece adecuado
para el Partido (para su partido, en
realidad). Por eso se imponen estos interrogantes: ¿no era que el problema de
nuestra época era “la base para sostener el nombre de Partido Socialista”? ¿No
era que “si el socialismo es el llamado a reemplazar el capitalismo, se
entiende entonces el porqué del nombre de Partido Socialista”?
¿Por qué
cree, pues, García que ahora el
nombre de minga es el correcto, si el problema de nuestra época está vigente y,
por lo tanto, el socialismo es el llamado a reemplazar el capitalismo?
Estos
solos interrogantes bastan para percatarse de que lo que esconde la nueva
propuesta de García es la idea de que Mariátegui se equivocó al proponer en los
años 1920 el nombre de Partido Socialista. De nada le sirve afirmar que “el
nombre [del Partido] cae por su peso en nuestra realidad actual” (9), pues desde el Manifiesto Comunista, y
no apenas “en nuestra realidad actual”, “cae de su peso” que el proletariado de
cada país tiene la necesidad de construir una forma propia del contenido
universal del marxismo, idea ésta con la que, sin ninguna duda, pretende
sostener el nombre de minga.
Pero
ocurre que la forma del Partido no es su nombre, como insinúa García, sino
únicamente el término que sirve para designarlo. El contenido del Partido es su ideología, su teoría, su política, sus
militantes, y su forma es el modo como
están estructurados estos elementos.
Un
ejemplo puede proporcionar una mayor claridad sobre el punto. El contenido de
una novela es la realidad objetiva reflejada en ella de manera explícita o
implícita, y su forma, expresión de su contenido, es el lenguaje, el asunto, la
composición, etcétera. El título de la novela es nada más que el término que
sirve para designarla con mayor o menor explicitud.
En el
caso del partido proletario, su título es el término que designa su contenido,
también con mayor o menor explicitud.
Pues
bien, para sostener su nueva propuesta, García recurre a un método que no es
propio del marxismo: descontextualiza aquella afirmación mariateguiana sobre la
recreación de la palabra amauta, y declara que así sigue al maestro, cuando, en
realidad, seguirlo en punto a la cuestión del nombre del Partido, es asumir su
pensamiento orgánico sobre los nombres de los instrumentos materiales e
intelectuales de la revolución, y no manipular una afirmación sustraída del
contexto que la explica.
¿Por qué
Mariátegui, que tituló Amauta a su
célebre revista, en cambio tituló Socialista
a su partido y Labor a su periódico
político de masas? La correcta comprensión de este hecho histórico permite
echar luces sobre la propuesta de un partido minga.
En la Presentación de ‘Amauta’, Mariátegui
señaló que “El título no traduce sino nuestra adhesión a la Raza, no refleja
sino nuestro homenaje al Incaismo. Pero específicamente la palabra ‘Amauta
adquiere con esta revista una nueva acepción. La vamos a crear otra vez” (10).
En Aniversario y balance, sostuvo: “Hemos
querido que ‘Amauta’ tuviese un desarrollo orgánico, autónomo, individual,
nacional. Por esto, empezamos por buscar su título en la tradición peruana.
‘Amauta’ no debía ser un plagio, ni una traducción. Tomábamos una palabra
incaica, para crearla de nuevo. Para que el Perú indio, la América indígena,
sintieran que esta revista era suya”. “El socialismo no es, ciertamente, una
doctrina indo-americana. Pero ninguna doctrina, ningún sistema contemporáneo lo
es ni puede serlo. Y el socialismo, aunque haya nacido en Europa, como el
capitalismo, no es tampoco específica ni particularmente europeo. Es un
movimiento mundial, al cual no se sustrae ninguno de los países que se mueven
dentro de la órbita de la civilización occidental. Esta civilización conduce,
con una fuerza y unos medios de que ninguna civilización dispuso, a la
universalidad. Indo América, en este orden mundial, puede y debe tener
individualidad y estilo; pero no una cultura ni un sino particulares. (…) El
socialismo, en fin, está en la tradición
americana. La más avanzada organización comunista, primitiva, que registra la
historia, es la inkaica”. “En Europa, la degeneración parlamentaria y
reformista del socialismo ha impuesto, después de la guerra, designaciones
específicas. En los pueblos donde ese fenómeno no se ha producido, porque el
socialismo aparece recién en su proceso histórico, la vieja y grande palabra
conserva intacta su grandeza”. “La originalidad a ultranza es una preocupación
literaria y anárquica. En nuestra bandera, inscribimos esta sola, sencilla y
grande palabra: Socialismo. Con este lema, afirmamos nuestra absoluta
independencia frente a la idea de un Partido Nacionalista, pequeño burgués y
demagógico)” (11).
Por otro
lado, en su polémica con Sánchez, el maestro llamó la atención sobre el hecho
de “que de la confluencia o aleación de ‘indigenismo’ y socialismo, nadie que
mire al contenido y a la esencia de las cosas puede sorprenderse. El socialismo
ordena y define las reivindicaciones de las masas, de la clase trabajadora. Y
en el Perú las masas, -la clase trabajadora- son en sus cuatro quintas partes
indígenas. Nuestro socialismo no sería, pues, peruano, -ni sería siquiera
socialismo– si no se solidarizase, primeramente, con las reivindicaciones
indígenas”. “Pero, para ahorrase todo equívoco… en lo que me concierne, no me
llame Luis Alberto Sánchez ‘nacionalista’, ni ‘indigenista’, ni
‘pseudo-indigenista’, pues para clasificarme no hacen falta estos términos.
Llámeme, simplemente, socialista. Toda la clave de mis actitudes -y, por ende,
toda su coherencia, esa coherencia que lo preocupa a usted tanto, querido Alberto
Sánchez- está en esta sencilla y explícita palabra” (12).
Y, en el
artículo Lo nacional y lo exótico,
había esclarecido con anterioridad: “Ninguna idea que fructifica, ninguna idea
que se aclimata, es una idea exótica” (13).
Este es
el pensamiento orgánico de Mariátegui sobre los nombres de los instrumentos de
la revolución. Como es de conocimiento común, en el Perú concurren cuatro
tradiciones en el proceso de formación de la nación peruana y, por esto, cuando
Mariátegui habla de “tradición peruana”, está hablando no de una tradición de
una sola pieza, sino de una tradición que implica cuatro tradiciones. Por eso,
tan peruano es el castellano como el quechua, tan peruanas son las palabras
socialista y labor como la palabra amauta (14).
De
manera que, cuando el maestro señaló que el nombre de su revista no debía ser un plagio ni una traducción,
lo que específicamente dijo fue que no debía ser lo uno ni lo otro en relación
al castellano, elemento aportado por la tradición hispánica. Es así como Mariátegui
expresó su adhesión “a la Raza”, su homenaje “al Incaísmo”, y, por lo tanto, al
campesinado indígena, aliado natural del proletariado.
Pretender
otra interpretación de la examinada afirmación mariateguiana, equivaldría a
sostener que el nombre de Partido Socialista del Perú fue un plagio, es decir,
que Mariátegui cometió un plagio.
Por otro
lado, el verdadero sentido de la confluencia o aleación de indigenismo y
socialismo reside en el hecho de que éste último asume las reivindicaciones
indígenas, y no en el uso de alguna palabra quechua como nombre de tal o cual
instrumento. Los hechos demuestran que, como adhesión y homenaje a la tradición
indígena, para Mariátegui fue suficiente titular Amauta a su revista, pues su posición ideológica y política,
representativa del proletariado revolucionario, no tenía por qué ser denominada
“nacionalista” o “indigenista”, por ejemplo (tal como el propio maestro le hizo
ver a Sánchez), ni, en consecuencia, su partido tenía por qué llevar un nombre
quechua, sino que debía ser
coherentemente denominado con la explícita palabra socialismo (como también
le hizo ver a Sánchez) (15).
Ciertamente,
la palabra amauta adquirió con la revista de Mariátegui una nueva acepción: en
un proceso natural, adquirió el nuevo
contenido específico de ser el maestro
colectivo que fusionó el socialismo científico con la clase y el pueblo.
En
conclusión:
1)
aunque haya nacido en Europa, el socialismo es una doctrina y un movimiento
mundiales;
2)
el socialismo, es decir el comunismo, está en la tradición peruana;
3)
en el Perú de Mariátegui la palabra socialismo conservaba intacta su grandeza;
4)
esta palabra era una planta aclimatada al Perú y, por tanto, no podía ser
calificada de exótica;
5)
toda la clave y toda la coherencia de la posición de Mariátegui (léase del
proletariado revolucionario) estaba en la explícita palabra socialismo;
6)
así reivindicó Mariátegui, en su tiempo, la palabra socialismo que, en Europa,
servía ya para designar a la tendencia reformista del proletariado;
7)
el nombre de Partido Socialista del Perú significó un nombre propio en relación a la propuesta de la Tercera
Internacional (16).
Este es el
pensamiento orgánico de Mariátegui que explica por qué tituló Socialista a su Partido, Amauta a su revista y Labor a su periódico. Este pensamiento
es, sin duda, ejemplo de la magistral comprensión mariateguiana de la relación
entre socialismo y nación en la realidad concreta del Perú en punto a la
cuestión del nombre de los instrumentos de la revolución.
Pero
García plantea ahora que “Se requiere de
un nombre propio, siguiendo la pauta de Amauta” (17), y es claro que
plantea esto, en primer lugar, en relación al nombre de socialista, que ha
dejado atrás, y en consecuencia su homenaje a la tradición indígena aparece
contraria a la tradición hispánica, en la medida en que contiene la idea de que
cualquier nombre castellano para el Partido no
es propio, y, en segundo lugar, en relación a lo extranjero y, por consiguiente,
es claro que cae en originalidad a ultranza.
En
conclusión, la propuesta de un partido minga encierra la sibilina insinuación
de que Mariátegui cometió un plagio al denominar Socialista a su partido.
Ya hemos
señalado que el título del Partido no es su forma y, por esto, plantear un
nombre propio con el argumento con el que lo hace García, no pasa de ser una
preocupación literaria y anárquica. Pero, tan propia es la palabra amauta como
propio sería, por ejemplo, el nombre de Partido del Trabajo (18).
Estas
aclaraciones nuestras son, pues, pruebas irrefutables de que García no ha
comprendido el pensamiento orgánico de Mariátegui sobre los nombres de los
instrumentos de la revolución, es decir, que no ha entendido que, en las
condiciones de nuestra dualidad histórica, lo que es necesario seguir no es el
caso aislado, singular, sustraído de su contexto, de la revista Amauta, sino el pensamiento orgánico de
Mariátegui sobre la nomenclatura de los instrumentos de la revolución. Sólo
siguiendo la pauta de este pensamiento orgánico puede resolverse el problema de
darle al partido un nombre suficientemente explícito
y suficientemente demarcador (19).
La
propuesta de un partido minga tiene su antecedente en el llamado Movimiento
Político Inkarri. La palabra inkarri como nombre de un movimiento que se
considera revolucionario, es un completo despropósito. El marxismo tiene una
concepción lineal del desarrollo histórico, mientras el mito Inkarri expresa la
concepción circular del tiempo que caracterizó al pensamiento indígena
prehispánico. Esta concepción del tiempo es una concepción cíclica de la
historia, semejante a la teoría reaccionaria del eterno retorno. Por cuanto
resulta evidente que de lo que se trata no es de volver la rueda de la historia
reconstruyendo el Tawantinsuyu, sino de llevar a la victoria la revolución
socialista, base del Perú Integral, puede entenderse que este objetivo no es
reflejado por la palabra inkarri, que, como nombre de un movimiento político
que pretende ser marxista, expresa una completa inconsecuencia con la
concepción materialista de la historia, y, por lo tanto, un demagógico homenaje
a la tradición indígena.
En la
misma línea demagógica aparece la propuesta de un partido minga. Por cuanto ha
quedado demostrado que el título sirve para designar, con mayor o menor
explicitud, el contenido del Partido, quienquiera puede percatarse de que el
término minga es externo a este contenido en un doble sentido: 1) su
significado (trabajo colectivo) expresa nada más que la forma del partido (20);
y, 2) a diferencia de lo que ocurrió con la palabra amauta, con ella, es decir
con la palabra minga, se intenta una recreación artificial, habiéndose recurrido para este efecto a inventar un acrónimo: Manifiesto Integrador Nacional
Gran Acuerdo.
Así,
pues, el método de manipular una afirmación de Mariátegui (“específicamente la
palabra ‘Amauta’ adquiere con esta revista una nueva acepción. La vamos a crear
otra vez”) fuera del contexto donde se explica su significado, conduce
directamente al artificio de poder “recrear” cualquier palabra de cualquier
idioma aborigen. Para esto bastaría inventar un acrónimo.
Pero la
propuesta de un partido minga tiene también un fondo que es menester analizar.
En el
artículo Gonzalo y el partido de
Mariátegui, (12.08.03), que hace
parte del libro El pez fuera del agua…,
confrontando la reconstitución senderista con el contenido ideológico, teórico,
político y orgánico del PSP, señalamos que “Gonzalo silenció a Mariátegui y, de
este modo, se apartó del Camino de la Revolución Peruana. Y con él su partido”;
que “no hay ni puede haber reconstitución sin Mariátegui y menos todavía contra
Mariátegui”; y que el partido de Guzmán, “llamado Partido Comunista del Perú y
apodado Sendero Luminoso, no puede ser considerado como la continuación
histórica del Partido Socialista del Perú fundado por Mariátegui el 7 de
octubre de 1928”.
Pues
bien, seis años y un mes después, García ha escrito. “Al ‘reconstituir’ el
partido original surgió a la luz y llevó a la comprensión que ese partido
“original” no era el que había propuesto y dirigido JCM hasta su
prematuro fallecimiento. Un PC con su lema de “Seguir por el Sendero Luminoso
de Mariátegui”, era así una incongruencia total, igual a cualquier otro PCP”
(21). García, pues, coincide con nosotros, pero, sin que él mismo lo advierta,
sus palabras le caen también a su propio proyecto de partido, como veremos
enseguida.
El trabajo de investigación de los orígenes
de la organización del proletariado ha conducido a la
verdad de que la base de unidad del PSP fue el marxismo-leninismo.
Pero García
y sus repetidores se empeñan en negar esta verdad histórica y, como si esto
fuera poco, niegan también la filiación marxista-leninista de Mariátegui.
El trabajo de investigación de los orígenes
de la organización del proletariado ha conducido a la verdad
de que Mariátegui fue un luchador anti-revisionista consecuente.
Pero
García y sus repetidores silencian el revisionismo, encubren la restauración
del capitalismo y asumen ellos mismos posiciones revisionistas como es, por
ejemplo, la negación del marxismo-leninismo y del partido de clase.
El trabajo de investigación de los orígenes
de la organización del proletariado ha conducido a la
verdad de que Mariátegui planteó claramente que “la praxis marxista… propone…
la conquista del poder político como base de la socialización de la riqueza”
(22).
Pero
García y sus repetidores niegan este principio planteando la acción legal
municipal como el camino al socialismo.
El trabajo de investigación de los orígenes
de la organización del proletariado ha conducido a la
verdad de que el PSP fue un partido doctrinariamente homogéneo.
Pero
García y sus repetidores niegan esta verdad histórica intentando pasar como de
Mariátegui la concepción de Portocarrero y Pesce de un partido de “dos niveles”
y, por lo tanto, doctrinariamente heterogéneo.
El trabajo de investigación de los orígenes
de la organización del proletariado ha conducido a la
verdad de que el nombre de Partido Socialista equivalía al de Partido
Comunista.
Pero
García y sus repetidores han utilizado y utilizan el término socialista de un
modo tan dilatado, que su abandonado proyecto de un partido socialista
entrañaba la unidad con todo tipo de oportunismo, así como su propuesta de un
partido minga entraña exactamente lo mismo. Por eso en 1988 García decía que
“el Partido Comunista ha sufrido diferentes escisiones. Aún activa, de la
segunda generación el PC (Unidad) y el PC (Bandera Roja). Y de la tercera
generación el PC (Patria Roja) y el PC (Sendero Luminoso). Aparte, actúan
también el PCR, el PSR, el PUM y otras facciones más. El panorama orgánico es,
pues, no de un partido único sino de un
movimiento comunista nacional” (23). Por eso también, ahora habla de “El
Partido Comunista en el país, en sus múltiples facciones” (24), es decir que, según
él, tiros y troyanos, moros y cristianos, son “facciones” del Partido
Comunista.
El trabajo de investigación de los orígenes
de la organización del proletariado ha conducido a la
verdad de que el PSP fue un partido de
clase que debió convertirse en un partido de masas, es decir un partido
marxista-leninista, adherido al internacionalismo proletario, con una justa
concepción de la revolución, una correcta teoría de la revolución peruana y
concebido con una militancia pensante y operante y con un estatus legal. Este
es el verdadero contenido de la Reconstitución.
Pero García y sus repetidores publicitan una
versión tergiversada del concepto mariateguiano de partido de masas y de ideas.
En fin, el trabajo de investigación de los
orígenes de la organización del proletariado ha conducido a la verdad de
que el desarrollo del pensamiento de Mariátegui comporta un camino teórico y
práctico del proletariado peruano, conocido con el nombre de Camino de
Mariátegui, que no contiene ni puede contener las mencionadas posiciones
oportunistas y revisionistas de García y sus repetidores.
Pero
tanto el uno como los otros se empeñan en hacer pasar tales posiciones como un
desarrollo del Camino de Mariátegui, en un intento por engañar a los activistas
del Socialismo Peruano.
Las
posiciones oportunistas y revisionistas de García y sus repetidores no tienen
nada que ver con el Partido Socialista del Perú, no tienen nada que ver con la
Creación Heroica de Mariátegui, no tienen nada que ver con el Socialismo
Peruano. Por consiguiente, el partido minga, que aparece como la
materialización de tales posiciones, es “una incongruencia total, igual a cualquier… PC” (25).
García
ha escrito esta verdad: “Abimael Guzmán acuñó el término ‘Reconstitución’, que
tuvo rápida acogida”. Y esta mentira: “… y llamó a seguir “Por el Sendero
Luminoso de Mariátegui”, y así la facción que dirigía fue conocida como PC-SL”
(26).
Efectivamente,
Guzmán planteó la reconstitución del Partido en la VI Conferencia Nacional del
Partido, y este es un mérito histórico suyo. El lema “Por el Sendero Luminoso
de Mariátegui” fue acuñado por el FER a sugestión de la facción de Guzmán, hacia el año 1973, pero no como consigna
partidaria, como insinúa García (27).
Tanto en la charla Para entender a
Mariátegui, 1968, como en el folleto Retomemos
a Mariátegui y reconstituyamos su partido, 1975, Guzmán no utilizó en
absoluto el referido lema, y esto basta para desmentir a García. Más aún, es de
conocimiento general que el partido de Guzmán se opuso siempre a ser motejado
“Sendero Luminoso”.
Es,
pues, evidente que lo que intenta García recordando aquella verdad y urdiendo
esta mentira, es la satanización del concepto de Reconstitución a fin de que
sus seguidores, acérrimos adversarios de Guzmán, lo abandonen con facilidad.
Y
continúa García: “La propia experiencia, la propia lucha enseñó a través de la
investigación de continuadores, que la Reconstitución se hundía en un
círculo vicioso”. “La ‘reconstitución’ ha devenido fiasco en el país” (28).
Pero la
verdad demasiado evidente es que lo que se hundió en un círculo vicioso y
terminó en fiasco, fue su
reconstitución (29). Es de conocimiento general que la farsa de su partido
socialista terminó en un ruidoso fracaso, y esto es prueba suficiente de nuestro
aserto. Ahora lo que hace García es consolar a sus seguidores generalizando su
fracaso individual, y, al mismo tiempo, consolarse a sí mismo.
El
concepto de Reconstitución es correcto en principio, y esto, como hemos
sostenido arriba, es un mérito de Abimael Guzmán, que García se lo mezquina. El
proletariado peruano tiene en el PSP el modelo de su partido, y su
irrenunciable tarea histórica es reconstituir este partido de acuerdo a las condiciones actuales.
El hecho
de que el mismo Guzmán, promotor original de la Reconstitución, se desviara de
su contenido, es un problema distinto, así como también es un problema distinto
que García, formalmente seguidor durante cuarenta años de la Reconstitución,
igualmente se haya desviado de su contenido y, lo que es peor, ¡hasta haya
renunciado al concepto mismo!
Por
cuanto el propio proceso histórico de la revolución pugna por hacer realidad la
Reconstitución del Partido de Mariátegui, las mencionadas defecciones no son nada
para impedir su desarrollo y su consumación.
El concepto de Reconstitución es
completamente actual. La gran tarea histórica de Reconstituir el Partido de
Mariátegui está vigente.
García,
pues, ha renunciado a la Reconstitución, y esto tiene un específico sentido,
pues su proyecto de partido de “dos niveles” es apenas un reciclaje del modelo
de partido propuesto por Julio Portocarrero y Hugo Pesce en la Primera
Conferencia Comunista Latinoamericana realizada en Buenos Aires en junio de
1929, y, por lo tanto, nada tiene que ver con el PSP, modelo de partido
proletario fundado por Mariátegui.
En
resumidas cuentas, García ha abandonado incluso formalmente la tarea de
reconstituir el Partido de Mariátegui y, por esto, plantea ahora “una
organización de proyección nacional” con toda clase de oportunismo y toda clase
de revisionismo (30). De hecho su fracaso individual lo ha llevado a esto.
Pero la Reconstitución es la Reconstitución
del Partido Socialista del Perú de acuerdo a la realidad actual, o no es nada.
García
hace una analogía entre el Movimiento 26 de Julio y su diseño de “una
organización de proyección nacional”, pero falsificando la verdad histórica de
la revolución cubana. La verdad histórica de esta revolución es que el
Movimiento 26 de Julio fue, primero, por ideología y por programa, una
organización demócrata revolucionaria, y que sólo después del triunfo de la
revolución evolucionó hasta convertirse en una organización marxista-leninista.
Esto fue una peculiaridad de la primera revolución socialista de América
Latina, irrepetible por la sencilla razón de que ese proceso de transformación
se produjo como consecuencia de la fuerza de los acontecimientos en una
coyuntura particularmente especial. Pero con el uso que hace de la frase “verde
por fuera, rojo por dentro”, García niega que, en realidad, el Movimiento 26 de
Julio primero fue “verde”, y sólo después fue “rojo”. Por otro lado, en la
medida en que repite irreflexivamente el reproche que algunos sectores reaccionarios
lanzaron al Movimiento 26 de Julio con aquello de “verde por fuera, rojo por
dentro”, se desprende que comparte también la idea de que dicho movimiento
“engañó” al imperialismo, como suelen decir algunos opinadores. En
consecuencia, su forzada analogía no es inocente y, de hecho, encierra la idea
de que sólo encubriendo el carácter comunista del partido es posible
construirlo como partido de masas (31). Pero ocurre que la revolución
socialista es una acción consciente de la clase y las amplias masas populares,
y, por lo tanto, ningún camuflaje es necesario. Lo que es necesario es la más
intensa y extensa agitación, la más intensa y extensa propaganda, la más
intensa y extensa organización de la clase y las masas, precisamente en el
estilo de Mariátegui.
García
dice que en las “tendencias y grupos definidos” de nuestra escena política,
“más y más se llega a la comprensión del Socialismo
Peruano, de la Creación Heroica de
JCM como eje central de la actividad militante”, y que, por esto, “están
maduras las condiciones para construir una organización de proyección
nacional”. Y agrega que “éste es el contenido de disolución-dilución”, y que la dilución es la “integración en una
entidad a la que cada cual aporta su experiencia, su especialización, su
ligazón con determinado sector de actividad, pero sobre todo su identificación
con el eje central y la tarea de combatir el orden social” (32).
Pero,
igual que otras veces, no ofrece ni una sola prueba de su afirmación, por lo
que no se puede dejar de señalarse que esa forma de argumentar no es marxista.
Por eso caen por su propio peso estas preguntas: ¿cuál es la “comprensión” del
Socialismo Peruano a que se ha llegado, por ejemplo, en el PCP (U), en el PCP
(PR), en el PCP (SL), en el Partido Socialista Peruano? ¿Cuál es la
especialización de cada una de estas organizaciones? ¿Cuál es su combate contra
el orden social?
En el
artículo que comentamos, esas cuestiones quedan en la nebulosa, pero, para
referirnos únicamente a la cuestión de la especialización -y específicamente a
la del grupo de García- tenemos que decir que, conociendo el egotismo que
caracteriza al mencionado, hay que imaginarse que él supone que su
especialización es la teoría, por lo que, con el perdón de los lectores,
resulta forzoso volver a reseñar algunas cuestiones centrales de su
“comprensión” de la Creación Heroica de Mariátegui:
1) negación
del marxismo-leninismo;
2) silenciamiento
del revisionismo;
3) encubrimiento
de la restauración capitalista;
4) negación
de la filiación marxista-leninista de Mariátegui
5) tergiversación
de cuestiones fundamentales dirimentes del pensamiento de Mariátegui, y muy
especialmente de su estrategia revolucionaria.
6) tergiversación
de la verdad histórica del PSP;
Pues bien, el
lector inteligente y objetivo, no bloqueado por el seguidismo ni embrutecido
por el servilismo, puede captar con toda facilidad que tales posiciones
constituyen el fondo de la cuestión, y que, por lo tanto, la “organización de
proyección nacional”, que no sería más que la integración de distintas
tendencias bajo esas y otras posiciones oportunistas y revisionistas, nada
tiene que ver con el Partido de Mariátegui.
El
pensamiento de Mariátegui tiene cuatro pilares fundamentales:
1) una premisa ideológica;
2) una conclusión teórica;
3) un instrumento orgánico; y,
4) un objetivo político.
En
cuanto a lo primero, es decir, en cuanto a la verdad universal, quienquiera
puede discernir si el PCP (U), el PCP (PR), el PCP (SL) y el PSP, por ejemplo,
tienen o no la teoría de Marx, Engels, Lenin, Stalin, Mao como el aspecto
general de su unidad orgánica (33).
En
cuanto a lo segundo, es decir, en cuanto a que sólo la revolución socialista
salvará al Perú, quienquiera puede discernir si tales organizaciones tienen
realmente una posición correcta.
En
cuanto a lo tercero, es decir, en cuanto al partido, quienquiera puede
discernir si siguen la concepción mariateguiana.
En
cuanto a lo cuarto, es decir, en cuanto a la lucha por la conquista del poder,
quienquiera puede discernir si realmente tienen una posición revolucionaria.
Es
sabido que el PCP (U) ve con malos ojos a Stalin y es por completo contrario a
Mao. Es sabido que, más allá de su retórica, el PCP (PR) no tiene una posición
esclarecida ante la verdad universal. Es sabido que el PCP (SL) tiene una
posición delirantemente maoísta y que, además, oficiosamente incluye el llamado
pensamiento Gonzalo como parte de la verdad universal. Es sabido que el PSP
tiene una posición ambigua ante el leninismo y que no reconoce a Stalin ni a
Mao.
Y, en este
mar confuso, García y sus repetidores reducen la denominación de la teoría
proletaria a la sola palabra marxismo, con lo que pretenden sentar una base
para su integración con las mencionadas organizaciones y algunas otras por el
estilo.
En eso
consiste la dilución-integración de García, es decir que, su dilución, empieza
por ser dilución de la teoría de Marx, Engels, Lenin, Stalin, Mao en un marxismo a secas, y sólo
después, y precisamente por ello, termina siendo dilución orgánica bajo la forma de integración de distintas
tendencias oportunistas y revisionistas.
La
realidad demasiado evidente es, pues, que, en las mencionadas organizaciones de
nuestra escena política, no se procesa ninguna lucha interna en defensa de la
Creación Heroica de Mariátegui, y que la actividad de sus militancias gira
rutinariamente en torno a la lucha electorera (34).
En el
cuarto párrafo del artículo Organización:
nombre posible, García, tal como hemos visto arriba, dice que en tales
organizaciones existe “una identificación con el eje central y la tarea de
combatir el orden social”, es decir, una
identificación con la Creación Heroica de Mariátegui y con la tarea de
conquistar el poder, ni más ni menos.
Pero
ocurre que, nada más en el párrafo siguiente, se desdice completamente al
afirmar que “no es sólo tener programa reivindicativo
o programa prospectivo.
Independientes fracasan tanto el partido electoral como el partido
insurreccional. Esta es la amarga experiencia tanto nacional como
internacional, y que expresa la grave
crisis de identidad actual” (35).
Esta
declaración implica que, aun en la propia conciencia de quien supone que “están
maduras las condiciones para construir una organización de proyección
nacional”, termina imponiéndose la realidad de una “grave crisis de identidad”
de “las tendencias y grupos definidos” de nuestra escena política, lo que
demuestra que las mismas no tienen ninguna verdadera identificación con la
Creación Heroica de Mariátegui ni luchan realmente por la conquista del poder.
Ahora el
lector puede discernir si las “tendencias y grupos definidos” han llegado o no
a la “comprensión del Socialismo Peruano, de la Creación Heroica de JCM como
eje central de la actividad militante”.
Ahora
puede discernir si la unidad de oportunistas y revisionistas puede ser una
organización apta para cumplir con “la tarea de combatir el orden social”.
Ahora
puede discernir si el oportunismo que encierra la “comprensión” de García del
Socialismo Peruano puede ser parte del Camino de Mariátegui.
Pero además,
como si estuviese descubriendo la pólvora, García habla de la relación “programa reivindicativo-programa
prospectivo”.
Es un
hecho que el Programa Mínimo y el Programa Máximo deben guardar una determinada
ligazón, una determinada relación que permita desbrozar el camino revolucionario hasta el punto de hacer necesaria la lucha de las amplias masas
populares por la revolución socialista. Esto está claro para cualquier marxista
coherente, y la afirmación de García sobre la relación entre ambos tipos de
programa sólo sirve para hacer más notorio todavía el hecho de que las
tendencias y grupos que en su diseño deben diluirse en una sola organización,
se encuentran lejos de “comprender” la mencionada relación y más lejos todavía
de actuarla al modo revolucionario.
Lenin
planteó la dilución de la organización del partido en las condiciones de la
sociedad socialista, mientras García plantea la dilución de las distintas
organizaciones en una organización-amalgama en las condiciones de la sociedad
capitalista.
Esta
constatación prueba que la dilución de García no tiene nada que ver con la
dilución de Lenin. De hecho, su propuesta de “una organización de proyección
nacional” conculca la independencia ideológico-política
y la autonomía orgánica del proletariado, y, por esto, es REVISIONISMO EN
CUESTIONES DE ORGANIZACIÓN (36).
En
conclusión:
1)
la pretendida “organización de proyección nacional” contiene la suposición de
que se puede ser revisionista y, al mismo tiempo, tener la Creación Heroica de
Mariátegui como “eje central de la actividad militante”;
2)
esta suposición constituye una fractura de la relación entre la verdad
universal y la verdad particular;
3) esta
fractura expresa un nacionalismo estrecho;
4)
este nacionalismo estrecho encierra la idea empirista de la unidad partidaria
de oportunistas y revisionistas;
5)
esta unidad constituye una completa negación de la concepción mariateguiana del
partido de clase;
7)
esta negación revela todo el oportunismo de la propuesta de “una organización
de proyección nacional”.
En ocasión de su
propuesta de un partido minga, de “una organización de proyección nacional”,
una vez más García ha puesto en evidencia su irrefrenable egotismo burgués: “La
Gran Conmemoración del 7 de Octubre 2008 puso, ¡por fin!, como
centro de la actividad militante la Creación Heroica de JCM, el Socialismo
Peruano. El proletariado peruano no volverá a ser mendigo sentado en
banco de oro. En lo sucesivo, siempre partiremos de nuestra propia
realidad”. “Esta reivindicación, este desagravio abre las puertas para el
desarrollo de la teoría y práctica del Socialismo Peruano. Sólo ahora es
posible debatir acerca de cómo entender el “partido de masas y de
ideas”, propuesta original de JCM. Sólo ahora es posible debatir acerca de la
relación disolución-dilución. Sólo ahora es posible acordar acerca del nombre
de la organización del proletariado peruano” (37).
Pero es
de conocimiento general que, después de treintaitrés años de existencia como
grupo, su “Gran Conmemoración del 7 de Octubre 2008” apenas reunió a un reducido número de
personas; que la crítica a sus posiciones ha demostrado que dicha conmemoración
puso “como centro de la actividad militante” a un Mariátegui falsificado; y, que determinadas posiciones que ha levantado en las últimas décadas,
son pruebas irrefutables de su mendicidad ante el revisionismo contemporáneo.
”¡Por
fin!”, ”sólo ahora”, dice García, demostrando así no sólo su egotismo burgués,
sino también su deliberado autismo. Son patéticos los esfuerzos que hace por
cerrar los ojos y cerrarles los ojos a sus partidarios ante trabajos como Mariátegui y el Partido Socialista del Perú (borrador), El partido de masas y de ideas de José Carlos Mariátegui, entre
otros, escritos todos con mucha anterioridad a su “¡por fin!” y a su “sólo
ahora”. Pero, para infortunio suyo, los activistas capaces de investigar por
cuenta propia no se dejan engañar.
No
obstante, no está demás citar algunos párrafos de la Introducción al libro
Mariátegui y el Partido Socialista del Perú (borrador), que, sin haber
tenido ninguna intención más allá de su letra, de todos modos sirve para
revelar el complejo adánico de García (38): “La realidad de las cosas ha
demostrado que, en el plano teórico, la reconstitución partidaria ha
significado, durante casi cuatro décadas, la lucha por esclarecer los
caracteres del Partido Socialista del Perú, sencillamente porque de lo que se
trataba y se trata todavía, es de reconstituir el Partido de Mariátegui y no el
que se derivó de la reunión de Santa Eulalia del 20 de mayo de 1930”. “Los
trabajos que publicamos ahora son una contribución a este esclarecimiento y,
por lo tanto, a la determinación del verdadero
contenido de la reconstitución, es decir, de los caracteres que en nuestro tiempo deben definir al partido del
proletariado peruano”. “Tal como señalamos en el estudio que da nombre al
presente libro, Mariátegui construyó el Partido Socialista del Perú como un
partido de masas y de ideas, marxista-leninista, adherido al internacionalismo proletario, con una justa concepción de
la revolución y una correcta
estrategia revolucionaria de masas, y lo concibió con una militancia pensante y
operante y con un estatus legal”. “En consecuencia, es claro que hay que
retomar esta concepción mariateguiana del Partido, pero teniendo en cuenta las condiciones de nuestro tiempo”.
Sin
confundir partido con frente, el proletariado revolucionario tiene ante sí la
doble tarea de reconstituir el Partido de Mariátegui y construir el Frente
Unido del Pueblo Peruano. Hacia estas dos grandes tareas se mueve con una fe vehemente
y activa, pues sabe que únicamente con estas dos armas es posible combatir fructuosamente el orden social, sus instituciones, sus injusticias y sus
crímenes y, finalmente, forjar la tercera arma para la conquista
revolucionaria del poder.
Desde
luego, García y sus repetidores pueden ponerle el nombre que quieran a su
organización, pues ésta no representa al proletariado peruano. Pero en la
medida en que la propuesta del nombre minga pretende ser válida para el
Partido, entonces era completamente necesario demostrar que, con respecto al
tema, García sigue tan extraviado como en relación a otras cuestiones.
Y bien,
ahora que han quedado esclarecidas las teorías y establecidos los hechos, “el
que tenga ojos que vea y el que tenga oídos que oiga” (39).
Notas
[1] El autor de
estas líneas es testigo personal de estas afirmaciones de Alberto Palomino (las
dos primeras) y de Miguel Aragón (las restantes).
[2] Testimonio de
Martín Bohorquez.
[3] Testimonio de
César Risso.
[4] Esta crítica se
encuentra en los libros El Partido de
masas y de ideas de José Carlos
Mariátegui y La creación heroica de
Mariátegui y el socialismo peruano.
Planteamiento de la cuestión, y, como se ha podido ver, en los dos primeros
capítulos del presente libro.
[5] ¿Reconstitución, reivindicación,
refundación? Es evidente que, después de haber sido revelado su fondo, la
propuesta de un partido socialista resultaba insostenible. Pero García dice que
“Partido Socialista… otros, son ahora nombres comprometidos” (ibídem. La elipsis es nuestra), en un
esfuerzo por ocultar los motivos últimos por las cuales ha abandonado su
propuesta inicial, y muy especialmente por ocultar lo inocultable: que ese
abandono prueba la validez de nuestra crítica. Pero el cambio es moco por baba
y, por lo tanto, en todo lo tocante al fondo de la cuestión, nuestra crítica a
su proyecto de partido continúa vigente. Es menester agregar que, después de un
tiempo de publicada nuestra crítica en su forma original de artículo, García abandonó
su propuesta de un partido minga y, en otro bandazo, volvió a proponer el
nombre de partido socialista. Estos cambios demuestran la manera despótica con
que García dirige a sus partidarios, pero también el servilismo de éstos, pues
con la misma facilidad con que abandonaron este nombre por el de minga (uno de
ellos hasta saltó de alegría contando que su mamá hablaba de minga cuando había
que realizar las labores agrícolas), abandonaron también este nombre para tomar
nuevamente el de socialista. Por eso se han ganado el calificativo de
repetidores.
[6] Ver cap.1. En
su forma original de artículo, este capítulo circuló repetidas veces desde
2007.
[7] El
Partido de Mariátegui. Mayúsculas en el original.
[8] ¿Reconstitución,
reivindicación, refundación?
[9] Organización:
contenido y forma. Cursivas nuestras.
[10] OC, t.13, p.238.
[11] Ibídem, pp.246, 248, 249. Elipsis
nuestra.
[12] Ibídem, p.217. Elipsis nuestra.
[13] T.11, p. 28.
[14] Por eso, hay
que recordar una vez más que, refiriéndose a la Amauta, Mariátegui señala que eligió este nombre “Para que el Perú
indio, la América indígena, sintieran que esta revista era suya”. Pero nadie que mire al contenido y a la esencia
de las cosas puede sorprenderse de
que el partido del proletariado peruano (y de cualquier otro país), requiere de
un nombre que explicite exacta o
aproximadamente su contenido de clase. El proletariado es
una clase internacional, el comunismo es un movimiento mundial, la meta
proletaria es universal. Esto no quiere decir que se uniforme el nombre de los
partidos proletarios, sino más bien que, expresando, en alguna medida, su
contenido de clase, permita que el proletariado sienta que el partido tal es
suyo. Por otra parte, hay que reconocer que, en el contexto general en que se
encuentra la expresión “Hemos querido que ‘Amauta’ tuviese un desarrollo
orgánico, autónomo, individual, nacional”, los términos autónomo y nacional son
excesivos. En realidad, lo que tuvo un desarrollo autónomo, nacional, fue el
conjunto del proceso del Socialismo Peruano, hasta la prematura muerte de
Mariátegui. Este desarrollo se observó tanto en el contenido como en la forma,
y hasta en los nombres de los instrumentos de la revolución.
[15] Puede decirse,
por eso, que en el marco de los nombres de los instrumentos de la revolución,
en cuanto al nombre del Partido Mariátegui puso la cuestión de clase sobre la
cuestión nacional. El lector perspicaz comprenderá fácilmente por qué el
maestro procedió así precisamente, y no al revés.
[16] Esto significa
que el internacionalismo no está en conflicto con un nombre propio para el
Partido, a condición, claro está, de que no se caiga en originalidad a
ultranza, es decir, a condición de que se sepa realmente elegir un nombre que explicite suficientemente el contenido del Partido.
[17] ¿Reconstitución, reivindicación,
refundación? Negritas en el original.
[18] A propósito,
hay que recordar que también Haya de la Torre vivía hundido en la preocupación
literaria y anárquica de los nombres
propios, y que, precisamente, Alianza Popular Revolucionaria Americana, era
un “nombre propio”. Y como lo sabe todo el mundo, la Apra utilizó y utiliza palabras
quechuas y símbolos tawantinsuyanos, en un demagógico homenaje a la tradición
indígena.
[19] En el tiempo
de Mariátegui, el término Socialista como nombre del Partido era, justamente,
una palabra suficientemente explícita de su contenido.
[20] La palabra
minga expresa el modo en que están estructurados los elementos que constituyen
el contenido del partido (trabajo colectivo en oposición a trabajo individual),
pero no su contenido mismo. Trabajo
colectivo también es, por ejemplo, el trabajo en una cooperativa de producción
que, en las condiciones del capitalismo, es funcional al Estado. Es decir, la
palabra minga no explicita en modo
alguno el contenido del Partido. Por
eso su proponente se ha visto obligado a inventar un acrónimo, pero esto es ya
un ejercicio gratuito.
[21] ¿Reconstitución, reivindicación,
refundación? Negritas en el original.
[22] Defensa del Marxismo, p.26. Elipsis
nuestras.
[23] El partido de Mariátegui. Cursivas
nuestras.
[24] Organización: contenido y forma.
[25] ¿Reconstitución, reivindicación,
refundación? Negritas en el original. Elipsis nuestra.
[26] Organización: contenido y forma.
[27] Por lo demás,
este lema no era ningún crimen contra el clasismo proletario, pues traducía la
adhesión de las juventudes estudiantiles al pensamiento de Mariátegui. Hoy en
día, sin embargo, en la medida en que ha sido profusamente utilizado para
distinguir al partido de Guzmán de otros partidos comunistas, su uso ha perdido
vigencia.
[28] Organización: contenido y forma.
Cursivas en el original. Obsérvese que García pone entre comillas la palabra
reconstitución.
[29] La
reconstitución de Guzmán, aunque terminó adoptando un curso diverso al que
supone el Camino de Mariátegui, no se hundió en un círculo vicioso. El jefe
senderista tuvo el mérito (mérito al fin y al cabo), de ponerse al frente de
sus partidarios y llevar hasta el fin su
reconstitución.
[30] Es evidente
que esta organización está propuesta no como un frente, sino como un partido.
Por eso, hablando de ella, García dice que “este es el contenido de disolución-dilución” (Organización: nombre posible. Negritas
en el original).
[31] En el artículo
Organización: nombre posible, ha
escrito: “se puede comentar que un programa es el verde, otro es el rojo. Ambos
son necesarios, uno para ligarse al pueblo (agitación), otro para tener cultura
propia (propaganda)”. Esta declaración sobre la relación entre el Programa
Mínimo y el Programa Máximo, contradice completamente la enseñanza
mariateguiana de que “las masas trabajadoras de la ciudad, el campo y las minas
y el campesinado indígena, cuyos intereses y aspiraciones representamos en la
lucha política, sabrán apropiarse de estas reivindicaciones
y de esta doctrina, combatir
perseverantemente y esforzadamente por ellas y encontrar, a través de cada
lucha, la vía que conduce a la victoria final del socialismo” (t.13, p.164. Cursivas nuestras).
[32] Organización: nombre posible. Negritas
en el original. García se refiere al PC (U), PC (PR), PC (SL), PSP, etcétera.
Por lo tanto, el lector puede tener claro en qué sentido preciso son
“definidas” cada una de estas organizaciones. En realidad, el problema no es de
“comprensión”, sino de posición política. Oportunistas y revisionistas pueden,
sin duda, llegar a la “comprensión” de tal o cual aspecto de la Creación
Heroica de Mariátegui, pero esta comprensión teórica no deriva en una posición
política revolucionaria. Muchos casos sirven de ejemplo de este aserto.
[33] Mariátegui
estableció el marxismo-leninismo como la base de unidad del Partido Socialista
del Perú, y, de este modo, nos legó también un método para la ulterior
formulación del aspecto general de la unidad del Partido. Pues bien, por cuanto
la teoría del proletariado cobró un nuevo desarrollo con el pensamiento de Mao,
es completamente justo denominarla como acabamos de hacerlo. Este es el sentido
que tiene nuestro aserto.
[34] Así lo prueba,
justamente, la participación de tales organizaciones en las últimas elecciones
generales que llevaron a Humala al gobierno.
[35] Organización: nombre posible. Negritas
en el original. Cursivas
nuestras.
[36] Falsificando
la verdad histórica, en el artículo Aniversario
80 (05), García dice que “El PSP tenía dos niveles” orgánicos
doctrinariamente disímiles. Y, hablando de la relación teoría-práctica y de la
relación disolución-dilución, agrega: “El problema que enfrentó JCM es el mismo que el
proletariado enfrenta desde hace más de un siglo”. Esto fue escrito el
22.09.07. Por lo tanto, es un hecho que la expresión “desde hace más de un
siglo”, toca a ¿Qué hacer? de Lenin,
escrito entre fines de 1901 y comienzos de 1902. Como es de conocimiento común,
en este libro el jefe de la revolución rusa elaboró la teoría del partido
proletario esclareciendo la relación entre el movimiento espontáneo de las
masas y la conciencia comunista, entre la política sindical y la política
marxista y entre los métodos artesanales de trabajo y la organización revolucionaria.
Es esto lo que reniega García con su partido de “dos niveles”, con su
“organización de proyección nacional”. Por lo demás, es menester subrayar que
la recusación de esta sugerida organización no tiene por causa ningún exceso de
celo doctrinario, sino la sencilla verdad de que la experiencia histórica ha
demostrado que un partido de oportunistas y revisionistas no es garantía de
lucha consecuente por el poder.
[37] ¿Reconstitución, reivindicación,
refundación? Negritas en el original.
[38] Esta Introducción fue escrita el 11 de junio
de 2008.
[39] San Marcos.
01.02.2010.
¡Defender el Pensamiento de Mariátegui de
toda tergiversación y desarrollarlo en función de la realidad actual!
Un
Artículo Revelador
E.I.
EN EL DEBATE SOBRE
EL PARTIDO proletario en general y el partido del proletariado peruano en
particular, Gustavo Pérez ha dicho abiertamente
lo que desde hace tiempo Ramón García sostiene sibilinamente.
En
efecto, Pérez declara que, “desde hace mucho”, “la teoría del Partido de Cuadros”
“viene siendo mal interpretada como ‘concepción leninista del partido
proletario’ de ‘valor universal’ que ‘está vigente’, como teoría del Partido
proletario aplicable a toda circunstancia histórica-concreta. Esta pésima
herencia, producto de nuestra histórica insuficiente asimilación del socialismo
revolucionario tras la muerte de Mariátegui, nos hizo olvidar que en dicha obra
Lenin no se planteó como tarea un concepto suprahistórico de Partido o modelo
para cualquier país y cualquier momento, que no se trataba de una forma
organizativa general surgida de un manual de sociología con pretensiones de
universalidad y eternidad” (1).
Como se
ve, toda la idea que Pérez tiene de ¿Qué
hacer?, es que se trata de una “teoría del Partido de Cuadros” y, así,
tomando la exposición de la forma organizativa del partido bolchevique en los
primeros años de su existencia como todo su contenido, termina silenciando la
concepción leninista del partido proletario (2).
Pero
cualquier marxista, mínimamente informado, sabe que ¿Qué hacer? es mucho más
que una teoría de la forma del partido de Lenin en dicho período. ¿Qué hacer?
comprende también, y sobre todo, una
exposición del carácter de clase del Partido: doctrina marxista, política
marxista. Pero de esto Pérez no dice absolutamente nada, intentando así vender
su interesada “comprensión” del texto leninista. No obstante, basta tener la
simple capacidad de ver el todo y no solo una parte, para reconocer el doble
contenido y el doble valor de ¿Qué hacer?:
mientras la sustentación de la forma organizativa del partido bolchevique es su
contenido de valor particular –y hasta circunstancial–, su fundamentación del
Partido como la materialización de la doctrina es su contenido de valor
universal.
No
obstante, Pérez, a título de desacralizar “la teoría del Partido de Cuadros”,
lo que hace de hecho es negar por completo el contenido universal de ¿Qué hacer? ¡Ni más ni menos! (3).
Pues
bien, esa negación de la concepción del Partido como la materialización de la
doctrina, pone en evidencia su negación encubierta en el truco de García de
hacer pasar como de Mariátegui la idea de un partido de “dos niveles”, y en su
conjetura de que “El problema que enfrentó JCM es el mismo que el proletariado
enfrenta desde hace más de un siglo: cómo relacionar la teoría (Programa
Socialista) con la práctica (Partido-Frente)” (4).
“Desde
hace más de un siglo”, dice. ¿Se da cuenta el lector? De hecho, con tal truco y
con tal conjetura, que datan de 2008, García propone un partido
doctrinariamente heterogéneo y, de esta forma, niega igualmente el contenido
fundamental de ¿Qué hacer? Es decir,
tanto García como Pérez niegan de plano la concepción leninista del partido
proletario: el primero sibilinamente, el segundo abiertamente.
Esa
negación, por lo demás, es pretensiosamente publicitada como “nuevo concepto de
partido”, aunque el análisis demuestra que tal idea es un reciclaje de aquella
que Julio Portocarrero y Hugo Pesce levantaron en 1929 y, en último análisis,
de la apolillada idea socialdemócrata de un partido de masas sin la base
doctrinal del marxismo-leninismo (5).
Pues
bien, la examinada negación de la concepción leninista del partido proletario
ha llevado a la negación de la concepción mariateguiana del partido de clase
bajo la forma de partido de masas. Para probar esta aserción, citaré el numeral
3 de la moción escrita por José Carlos Mariátegui y aprobada por la Reunión de
Barranco, y, después, el comentario de Pérez.
Moción de Mariátegui: “3. La
lucha política exige la creación de un partido de clase, en cuya formación y
orientamiento se esforzará tenazmente por hacer prevalecer sus puntos de vista
revolucionarios clasistas. De acuerdo con las condiciones concretas actuales
del Perú, el Comité concurrirá a la constitución de un partido socialista,
basado en las masas obreras y campesinas organizadas” (6).
Comentario de Pérez: “Una
lectura atenta de este numeral del Acta, da cuenta de que en el se reconoce la
necesidad de la creación de un Partido ‘de clase’, pero que, de ‘acuerdo con
las condiciones concretas actuales del Perú’, concurrirá a la constitución de
un Partido ‘basado en las masas obreras y campesinas organizadas’. Es decir que
las condiciones concretas actuales del Perú requerían no de un Partido de clase
sino de uno basado en las masas obreras y campesinas, lo que acredita que éstas
condiciones concretas, a que hace referencia Mariátegui en este párrafo, no son
justificatorias del nombre SOCIALISTA para el Partido sino simplemente de su
composición social, lo que no se apreciaba correctamente por la cita mutilada o
fragmentada del texto de Mariátegui” (¡sic!) (7).
Es
posible que un niño de ocho años pueda entender el significado del citado texto
mariateguiano, pues claramente se dice ahí que el partido de clase era el
partido que, de acuerdo con las condiciones concretas del Perú (de los años
veinte), debía llamarse Partido Socialista y basarse en las masas obreras y
campesinas organizadas, con lo cual el maestro quiso decir, DIJO, AFIRMÓ,
EXPRESÓ, SOSTUVO, ENUNCIÓ, MANTUVO, que el partido de clase, en cuya formación el Comité debía esforzarse
tenazmente por hacer prevalecer sus
puntos de vista revolucionarios clasistas, tenía que ser un partido de
masas y no un partido de cuadros y
llamarse Socialista y no Comunista.
Pero,
como se ha visto, Pérez dice que Mariátegui afirmó que la lucha política exigía
un partido de clase, y que, no obstante ello, a reglón seguido y sin
adversativo de por medio, se negó a sí mismo promoviendo un partido no de clase.
¿Quién
es el incoherente? ¿Mariátegui, o Pérez? Ciertamente Pérez, pues es claro que,
mientras el maestro propuso un partido de masas doctrinariamente homogéneo, su
comentador dice que lo que propuso fue un partido de masas doctrinariamente
heterogéneo. Esto prueba que, según su parecer, el partido de clase no puede ser, al mismo tiempo, un
partido de masas. Por eso ha escrito alegremente: “las condiciones concretas
actuales del Perú requerían no de un Partido de clase sino de uno basado en las
masas obreras y campesinas”.
Puesto
que no es posible imaginarse que Pérez padezca una aguda minusvalía
intelectual, hay que entender que su burda tergiversación ha sido un acto consciente, premeditado, intencional, lo
cual demuestra, una vez más, su condición de falsario.
Esta
flagrante tergiversación, esta grosera tergiversación, esta inaudita
tergiversación de la concepción mariateguiana del PSP y la absoluta negación de
¿Qué hacer?, han resultado,
seguramente, de la “lectura atenta” del comentador (8).
Pues
bien, la desembozada tergiversación de aquella concepción mariateguiana pone en
evidencia su tergiversación embozada en esta afirmación de García: “El PSP
tenía dos niveles: internamente funcionaba como ‘facción orgánica y
doctrinariamente homogénea (como ‘célula secreta de los 7’ ); externamente aspiraba a ser
‘el primer gran partido de masas e ideas de toda nuestra historia republicana’”
(9).
Como se
ve, la cita pretende que el Partido de Mariátegui fue un partido
doctrinariamente heterogéneo, es decir, un partido de masas sin la base
doctrinal del marxismo-leninismo, o sea, un partido pluriclasista en el sentido
socialdemócrata del término (10).
Esto,
por donde se le mire, es una completa negación de la verdad doctrinal y
orgánica del PSP.
Si Pérez
dice que el Partido de Mariátegui fue un partido de masas y no de clase, García dice que tuvo “dos
niveles”, y, prácticamente, ambas afirmaciones significan lo mismo, pues
cualquier partido de masas que no esté homogeneizado por el marxismo-leninismo no es ni puede ser un partido de clase.
Así,
pues, tanto Pérez como García reniegan la experiencia mariateguiana, pero también
la experiencia internacional, que, en un caso ejemplar como el ruso, demostró
que un partido de cuadros en sus primeros años, puede transformarse en un
partido de masas, sin perder en absoluto su condición de partido de clase (11).
Pero,
por lo visto, para Pérez y García, A es A, y no puede ser B. Este formalismo,
esta metafísica, es la causa y el efecto del embrollo que tienen en la cabeza.
O,
acaso, la interpenetración de lo clasista y lo masivo en el Partido, la
dialéctica entre estos polos, es cosa que escamotean deliberadamente.
Según sean las condiciones objetivas de operatividad, el carácter de clase del
Partido se expresa ora bajo la forma de partido de cuadros, ora bajo la forma
de partido de masas. Es decir, de acuerdo al marxismo, el partido es de clase
aun cuando sea de masas (12).
El
nombre científicamente exacto del Partido, es decir, su nombre principista, es
el de Comunista, y, cualquier otro nombre, es científicamente inexacto, no principista, táctico.
Mariátegui
escribió en setiembre de 1928: “En Europa, la degeneración parlamentaria y
reformista del socialismo ha impuesto, después de la guerra, designaciones
específicas. En los pueblos donde ese fenómeno no se ha producido, porque el
socialismo aparece recién en su proceso histórico, la vieja y grande palabra
conserva intacta su grandeza. La guardará también en la historia, mañana,
cuando las necesidades contingentes y convencionales de demarcación que hoy
distinguen prácticas y métodos, hayan desaparecido” (13).
Pues
bien, precisamente el Perú de los tiempos del maestro era uno de esos pueblos
donde el socialismo recién aparecía en su proceso histórico y, por esto, donde
no se había producido todavía su degeneración reformista, razón por la cual la
palabra socialismo conservaba aquí su grandeza. A esta situación nacional se refirió
Mariátegui el 7 de octubre del mismo año como las “condiciones concretas
actuales del Perú” que hacían viable la fundación del Partido con el nombre de
Socialista.
Por lo
tanto, es claro que dicho nombre no se derivó ni del problema de nuestra época
(capitalismo o socialismo), ni de ningún principio, sino, como acabamos de
demostrarlo, de las condiciones nacionales del tiempo del maestro. Por eso es
un hecho que el nombre de Partido Socialista fue una elección táctica. En
relación a esta verdad, Pérez ha dicho que coincido con Jorge del Prado, en
otro malévolo intento por descalificar mis argumentos y llevar agua a su molino
(14).
En el
artículo Acerca de la propuesta de un
partido minga –propuesta de Ramón García– ha quedado esclarecido que este
nombre no explicita el contenido del
Partido, sino apenas su forma, y
que, por lo tanto, no responde a la conocida exigencia mariateguiana (15).
No
obstante, sin presentar siquiera el más elemental argumento, Pérez pregunta porqué
el Partido no podría llamarse minga, y, de esta forma, todo lo que ha
evidenciado es su seguidismo, mal disimulado bajo la idea de que una traducción
más exacta de trabajo colectivo sería minka.
En el
párrafo 15 del numeral III de mi artículo El
nombre del partido, escribí: “… puede decirse que la posición de Mariátegui
sobre el nombre del Partido se tradujo –esta es la palabra precisa– en la
siguiente afirmación que aparece nada menos que en el Acta de Constitución del PSP: ‘De acuerdo con las condiciones
concretas actuales del Perú, el Comité concurrirá a la constitución de un
partido socialista, basado en las masas
obreras y campesinas organizadas’” (cursivas agregadas).
Y, por
cuanto la discusión era sobre el nombre del partido, y no sobre su base social, en el mismo artículo, por economía de
lenguaje, anoté más adelante:
“Mariátegui tuvo la prudencia de sostener el nombre de Partido Socialista en un
justo argumento político contingente, que precisó con estas palabras que
repetimos: ‘De acuerdo con las condiciones concretas actuales del Perú, el
Comité concurrirá a la constitución de un partido socialista…’”.
¿Cómo es
posible, entonces, que Pérez hable de “cita mutilada o fragmentada del texto de
Mariátegui”? ¿Cómo es posible que diga que en mi citación no “apreciaba” el significado de lo dicho por Mariátegui? ¿No leyó
el párrafo 15 del numeral III de mi artículo? ¿No entendió nada cuando leyó
este párrafo? ¿No entendió después que, habiendo sido citada completa la
afirmación mariateguiana, sólo por economía de lenguaje prescindí luego de la
frase “basado en las masas obreras y campesinas organizadas”, y que, por lo
tanto, no tiene ninguna razón para decir que he mutilado a Mariátegui?
En el
artículo Respuesta a Gustavo Pérez
quedó probado que mi falaz acusador mutila las tesis de Marx y Engels sobre el
nombre del Partido, y en el artículo Gustavo
Pérez o la artería quedó demostrado que es tan falsario, que incluso se
falsifica a sí mismo. No cabe duda: el ladrón cree que todos son de su
condición.
Pues
bien, antes de terminar y para terminar, anotaré algunas conclusiones que se
desprenden del examen de las posiciones de Pérez, o, mejor dicho, de García,
ante el problema del Partido.
1. El
PSP fue un partido de clase, es decir, un partido doctrinariamente homogéneo. Por
eso en el Programa del Partido, Antecedentes y desarrollo de la acción
clasista, Acuerdos de la Reunión de Barranco, Reuniones del 1 y 4 de marzo de 1930 y Al margen del nuevo curso de la política mexicana, Mariátegui
señaló, las más de las veces directa y explícitamente, tal carácter. Pero Pérez
y García niegan completamente esta verdad con su negación del
marxismo-leninismo y su partido de “dos niveles”.
2. La
postulación de un partido doctrinariamente heterogéneo, de un partido no de clase, de un partido-amalgama, significa la negación de la independencia
ideológica, política y orgánica del proletariado y, por lo tanto, es
liquidacionismo de derecha, forma específica de revisionismo.
3. La
negación de la concepción leninista del partido proletario tiene por base
filosófica el empirismo y constituye una posición REVISIONISTA, imposible de
disimular incluso si tramposamente se dijera que es un “revisionismo positivo”,
pues tal posición encierra, en Pérez, la idea de que el partido de clase –que
homologa a la idea del partido de cuadros–, tuvo vigencia solo en la Rusia autocrática de los primeros años del siglo XX, y,
en García, la idea de que ¿Qué hacer?
nunca tuvo vigencia, pues, según él,
es el partido doctrinariamente heterogéneo –planteamiento de Julio Portocarrero
y Hugo Pesce– y no el partido
doctrinariamente homogéneo –sustentado por Lenin y seguido por Mariátegui–, lo
que está vigente “desde hace más de un siglo”.
4. El
modelo de partido de clase bajo la forma de partido de masas legado por
Mariátegui está vigente en todo lo que tiene de esencial: adhesión al marxismo-leninismo y al internacionalismo proletario,
concepción correcta de la revolución, estrategia revolucionaria de masas,
carácter pensante y operante de la militancia y, dadas las actuales condiciones de democracia burguesa, también lo está en lo concerniente a su
estatus legal.
5. La
realidad de un cierto fraccionamiento de la clase obrera no es ni puede ser
pretexto para cuestionar el modelo mariateguiano de partido y postular en su
lugar un partido de masas doctrinariamente variopinto. Todo lo contrario:
cuanto más fracciona el capitalismo a la clase obrera, más grande y mas profunda es la necesidad de
preservar la independencia de clase del Partido.
6. En
las actuales circunstancias históricas, la resolución teórica y práctica del
problema del instrumento organizativo del proletariado, es la cuestión fundamental dirimente, la piedra de toque que define la
posición de cada tendencia, la línea divisoria que separa a marxistas de
revisionistas. Por eso, para cualquier marxista consciente, no es difícil
discernir dónde está el marxismo y dónde el revisionismo, dónde el Camino de
Mariátegui y dónde su mixtificación.
Aunque
una vez más Pérez ha demostrado que no es capaz de pensar teóricamente, y que,
cuando parece hacerlo, sólo alcanza a decir dislates, le agradecemos
profundamente su artículo por la sencilla razón de que ha dicho sin recato lo
que desde hace tiempo García viene sosteniendo sibilinamente.
Es
claro, desde luego, que no ha procedido así por franqueza, sino por torpeza. Y
es que, de todos los métodos criollos, comunes en su grupo, no ha aprendido aún
aquél que consiste en envolver en papel celofán sus posiciones oportunistas y
liquidacionistas.
Notas
[1] Lenin, Mariátegui y el partido de masas.
Pérez pone un signo de igualdad absoluta entre los términos cuadro y
revolucionario profesional, que es el que utiliza Lenin en el ¿Qué hacer? Sin embargo, la equivalencia
entre ambos términos es solo relativa, cuestión sobre la cual no es posible
extendernos en estas líneas. Pero, por supuesto, la crítica de la negación de
Pérez de ¿Qué hacer? la hacemos
teniendo en cuenta el concepto de partido de cuadros.
[2] No
es casual, por eso, que Pérez cite tendenciosamente algunas opiniones de Lenin
sobre la forma organizativa del partido, que aparecen en el prólogo a la
recopilación En doce años, y silencie
aquellas otras que, en el mismo lugar,
se refieren al contenido del Partido, como por ejemplo la que sigue: “¿Qué
hacer? es el compendio de la táctica y de la política iskrista de los años 1901
y 1902 en materia de organización. Un ‘compendio’, ni más ni menos. Quien se
tome el trabajo de ver Iskra de 1901 y 1902, indudablemente se convencerá de
ello. Y quien juzgue este compendio sin conocer la lucha de Iskra contra el
‘economismo’, a la sazón predominante, y sin comprender esta lucha, no hará
sino lanzar palabras al viento” (OC,
Editorial Progreso, Moscú, 1983, t.16, p.107. Cursivas en el original).
Precisamente Pérez juzga a ¿Qué hacer?
sin captar la importancia fundamental y la trascendencia universal de la lucha
contra quienes se prosternaban ante el movimiento espontáneo y levantaban la
política sindical como toda política del Partido, lucha que, como lo sabe todo
el que quiere saberlo, permitió establecer el carácter doctrinal y político del
partido proletario. Por eso todo lo que hace es “lanzar palabras al viento”.
[3]
Cualquier marxista consciente comprenderá que esa pretendida “desacralización” es lo que no puede hacerse con ¿Qué hacer?,
lo que no debe hacerse con ¿Qué hacer? No obstante, ¡es eso precisamente lo
que hace Pérez! Por supuesto, ¿Qué hacer?
exige una lectura crítica que permita asumir lo que tiene de vigente en general
y, por otro lado, de aplicable en cada caso, o, para decirlo de otro modo, que
permita establecer lo que tiene de prescindible por no corresponder a la
situación particular en la que se opera. Pero esto es una cosa, y otra cosa muy
distinta es negar su contenido universal, que es lo que hace Pérez.
[4] Ver
Cap.I.
[5] Por
cuanto el marxismo a secas es marxismo sin
leninismo, es un hecho que García ha ido más lejos que el revisionismo
jruschoviano.
[6]
Martínez, Apuntes, p.398.
[7] Lenin, Mariátegui y el partido de masas.
Tan extraviado se encuentra Pérez, que cree que la precisión de Mariátegui
acerca de que el PSP tenía que basarse en las masas obreras y campesinas
organizadas, se refería no a su base
social sino a su composición social.
Pero ocurre que el maestro sabía perfectamente que “el trabajo político
corresponde a los partidos de clase, la actividad económica y sindical a las
organizaciones obreras” (Correspondencia,
t.II, p.619). Por eso señaló que “La organización sindical y el partido
socialista, por cuya formación trabajaremos, aceptarán contingentemente una
táctica de frente único” (Martínez, Apuntes,
p. 398), diferenciando así entre “organización sindical” y “partido
socialista”. En la misma moción aprobada por la Reunión de Barranco, Mariátegui
esclareció la composición social básica
del Partido: “la organización de los obreros y campesinos, con carácter
netamente clasista, constituye el objeto de nuestro esfuerzo y nuestra
propaganda y la base de la lucha contra el imperialismo extranjero y la
burguesía nacional” (ibídem, p.397).
Sin embargo Pérez confunde base social con composición social, y, así, sugiere,
sin querer queriendo, que Mariátegui planteó que las masas obreras y campesinas
organizadas, es decir, asociadas en sus gremios, o sea, los gremios de los
trabajadores, fueran parte constitutiva del partido, a la manera del Partido
Laborista de Inglaterra. Esto es una
completa tergiversación del concepto mariateguiano de partido de masas.
[8]
Realmente el artículo de Pérez es una mayúscula vergüenza. No obstante esto, ha
sido publicitado por un blog de su grupo, lo que quiere decir que en estas filas se promueve la negación de la
concepción leninista del partido proletario y la tergiversación de la
concepción mariateguiana del PSP, sin que ninguno de sus activistas muestre la
entereza doctrinal y la fortaleza de espíritu necesarias para llevar adelante
una consecuente lucha contra tan extremas expresiones de descomposición
ideológica. Esto prueba que en dicho
grupo el liberalismo burgués es la ideología realmente existente. En su
vergonzoso artículo, sin embargo, Pérez se da estos aires: “Razonando en torno a la razón del nombre
del Partido del Trabajo…”; “Si analizamos
cuidadosamente el texto de Mariátegui…” (cursivas nuestras).
[9]
Esclarecida la verdad ideológica y orgánica del PSP, toda esa historia del
partido de “dos niveles”, que se pretende hacer pasar como de Mariátegui,
expresa una completa deshonestidad de García y sus repetidores.
[10] El
PSP fue un partido de clase, sencillamente porque su unidad orgánica tenía por
base el marxismo-leninismo. Claro que puede decirse que el partido de clase
bajo la forma de partido de masas es, al mismo tiempo, un partido
pluriclasista, pero sólo porque sus militantes tienen un diverso origen social.
En cambio, el partido de masas que propone García, es un partido pluriclasista por la diversa posición ideológica de sus militantes.
[11]
Esta transformación se produjo en las mismas condiciones generales de la
autocracia zarista, hecho que es menester tener muy en cuenta en la reflexión
sobre el tema.
[12] En
la misma línea de Lenin, Antonio Gramsci esclareció el carácter de clase del
Partido como determinado por la ideología, y, por esto, no consideró que el
partido de clase no pueda ser, al mismo tiempo, un partido de masas: “El
Partido comunista requiere una unidad
ideológica completa para poder desempeñar en todo momento su función de
guía de la clase obrera. La unidad ideológica es la condición de la fuerza del
partido y de su capacidad política; es indispensable para transformarlo en un
partido bolchevique. La base de la unidad
ideológica es la doctrina del marxismo y del leninismo, entendido este último
como la doctrina marxista adaptada a los problemas del período del imperialismo
y del comienzo de la revolución proletaria”. “Situando la base organizativa en el lugar de producción, el
partido efectúa una elección a propósito de la clase en que se apoya. Se
proclama un partido de clase y el partido de una sola clase, la clase obrera”.
“Es evidente que el partido comunista no puede ser solamente un partido de
obreros. La clase obrera y su partido no pueden prescindir de los intelectuales
ni pueden pasar por alto la necesidad de reagrupar a su alrededor y de conducir
a todos los elementos que por una u otra vía se ven impulsados a rebelarse
contra el capitalismo. Así, pues, el partido comunista no puede cerrar las
puertas a los campesinos; más bien debe tener campesinos y servirse de ellos
para estrechar los vínculos políticos entre el proletariado y las clases
rurales. Pero hay que rechazar
enérgicamente, como contrarrevolucionaria, toda concepción que haga del partido
una ‘síntesis’ de elementos heterogéneos, en vez de sostener sin
concesiones que él mismo es una parte del proletariado, que el proletariado
debe imprimirle las características de su propia organización y que el
proletariado debe tener asegurada en el partido una función directiva” (Las tesis de Lyon, Ediciones Alborada,
Lima, 1984, pp.22, 27-28. Negritas y cursivas nuestras).
[13] Ideología y política, p.249.
[14] El
primero en utilizar la palabra táctica en relación al nombre de PSP, fue Julio
Portocarrero en 1929: “Dejo constancia, compañeros, que el partido socialista
es sólo una táctica” (Martínez, Apuntes,
p.423). De manera que si Pérez hubiera procedido con honestidad, hubiera tenido
que decir que coincido con Portocarrero. Pues bien. En abril de 1943, en el
artículo Mariátegui, marxista-leninista,
fundador del Partido Comunista
Peruano, Jorge del Prado señaló que el nombre de PSP fue una táctica y que
ella fue un error (ver José Aricó, Mariátegui
y los orígenes del marxismo latinoamericano, Ediciones Pasado y Presente,
México, 1980, p.84). Por mi parte, en el artículo El nombre del Partido, he sostenido: “Después de escribir que el
nombre de Partido Socialista obedeció a una cuestión de táctica, García muestra
ahora una evidente aprensión con respecto a esta palabra. En la introducción a
sus cuatro artículos, pregunta: ‘¿Es cierto que fue por táctica?’. Y hace esta
pregunta porque, como se ha visto, él cree que el nombre de Partido Socialista
no obedeció a una situación concreta particular. Pero, como se ha visto
también, el argumento uno y único de Mariátegui (“En los pueblos donde ese
fenómeno no se ha producido…”) y su incontrovertible precisión (‘De acuerdo a
las condiciones concretas actuales del Perú…’), demuestran que su decisión de denominar Socialista al Partido, obedeció a una situación concreta particular, es
decir, que fue una decisión táctica.
Y, naturalmente, no hay por qué temerle a la palabra por el solo hecho de que
conocidos oportunistas la hayan utilizado en medio de argumentos que pretenden
que el nombre fundacional del Partido fue un error. Por supuesto, no fue un
error… es decir, la decisión de Mariátegui no fue una táctica errónea sino una táctica
correcta. Pero considerar que el nombre de Partido Socialista, acordado en
setiembre de 1928, se deriva del problema de nuestra época y, por lo tanto, del
hecho de que el socialismo sucede al capitalismo, son lucubraciones de García,
y con ellas nada tiene que ver Mariátegui” (cursivas y elipsis agregadas). Es
notorio, pues, que las razones del maestro para titular Socialista a su
Partido, fueron de valor particular; que, negando tales razones, Portocarrero
utilizó la palabra táctica para justificar su concepción de un partido de dos
niveles; que, negando también tales razones, Del Prado calificó como errónea la
táctica mariateguiana; que, negando igualmente tales razones, García pretende
que el nombre de PSP se debió a razones de valor universal; que, por mi parte,
defiendo las razones de Mariátegui. Por lo tanto, es evidente de toda evidencia
la diferencia conceptual entre mi argumentación y las de Portocarrero, Del
Prado y García, las cuales, como se ha podido ver, guardan entre sí un común
denominador: la negación de las razones de Mariátegui. Todo esto es muy
claro. Sin embargo, Pérez ha querido vender la idea de que coincido con Del
Prado, con lo cual no ha hecho más que poner en evidencia, una vez más, su
irrefrenable vocación por la calumnia.
[15] En
su conocida polémica con Sánchez, el maestro aclaró: “… para ahorrarse todo
equívoco, -que no es lo mismo que equivocación como pretende alguien- en lo que
me concierne, no me llame Luis Alberto Sánchez ‘nacionalista’, ni ‘indigenista,
ni ‘pseudo-indigenista’, pues para clasificarme no hacen falta estos términos. Llámeme, simplemente, socialista. Toda
la clave de mis actitudes –y, por ende, toda su coherencia, esa coherencia que
lo preocupa a usted tanto, querido Alberto Sánchez– está en esta sencilla y explícita palabra” (Ideología y política, p.217. Cursivas nuestras). La palabra
socialista, pues, en las circunstancias peruanas de los años veinte, explicitaba toda la clave y toda la
coherencia de las posiciones de Mariátegui ante la realidad peruana, es
decir, el contenido de sus
posiciones, y no su forma (el trabajo
colectivo en su grupo, etcétera). Y, en la medida en que tales posiciones
representaban al proletariado revolucionario, puede inferirse, fundadamente,
que la aclaración mariateguiana tuvo que
ver con la elección del nombre de Partido Socialista. Por lo tanto, en la
actualidad –y como siempre–, el nombre del Partido tiene que ser uno suficientemente explícito de su contenido, pues
sólo así es posible lograr una
solución coherente del problema, coherencia que parece no importarles a Pérez y
a García. Pues bien, para decirlo de una vez por todas, la palabra minga es un
nombre ciertamente equívoco para el partido, y, en esta oportunidad, también es
necesario aclarar que equívoco no es lo mismo que equivocación.
¡Defender el Pensamiento de Mariátegui de
toda tergiversación y desarrollarlo en función de la realidad actual!
Ramón
García o la Manipulación III
E.I.
EN UN ESFUERZO POR OCULTAR
su revisionismo, y específicamente su negación de la concepción leninista del
partido proletario y su falsificación de la concepción mariateguiana del PSP,
el 23.04.10 Ramón García publicó una tendenciosa recopilación de citas de
Gustavo Pérez, Jaime Lastra, él mismo y el suscrito.
Puesto
que es una necesidad de la lucha ideológica, analizaré la mencionada
recopilación, específicamente en lo que se refiere al problema del Partido.
Dejo, pues, para otro artículo la cuestión del revisionismo.
Como no
hay recopilación de citas sin una intención concreta, y, por cuanto ya en sus
recopilaciones del 25.01.09 (sin título que el suscrito recuerde) (1) y del
20.03.09 (El Partido Comunista y JCM)
(2), García puso en juego sus recursos de manipulador -sin ningún éxito más
allá de su grupo sin embargo-, ahora el lector apreciará que tales recursos
sólo le sirven para exhibir su desvergüenza.
I
De Pérez, García
cita tres párrafos del artículo Mariátegui
“ha muerto, le pegaban todos…” y tres más del artículo Lenin, Mariátegui y el partido de masas.
Pues
bien, nada más en el primer párrafo de este último artículo, Pérez mutila una
frase de Jaime Lastra que, bien copiada, reza así: “Gustavo Pérez Hinojosa escribió un artículo donde intenta refutar
-sin lograrlo- la tesis marxista-leninista acerca del partido de clase” (3).
Mutilada,
pues, esta cita aparece en el texto de Pérez como presunta expresión de la
crítica de la Internacional Comunista y de Miroshevski a las “tesis revolucionarias
originales” de Mariátegui (en particular a aquella relativa a la composición
social del Partido) (4).
Es
decir, aparece como si Lastra hubiese tergiversado una tesis mariateguiana
según la cual el PSP era un partido no
de clase, tesis que, desde luego, solo existe en la cabeza del mutilador.
Más
adelante, Pérez dice que esta “misma
antigua imputación” (negritas suyas) “se formula” contra su artículo Lenin, Mariátegui y el partido de masas,
y, de esta forma, consuma su maniobra: Jaime Lastra y yo aparecemos en el lugar
de la Internacional y Miroshevski, mientras él aparece ocupando el de
Mariátegui.
Pero
¿cuál es la verdad de las cosas?
En el
artículo Lenin, el ¿Qué hacer? y el
partido de clase, Jaime Lastra defiende el carácter de clase del PSP, lo
que también hago por mi parte en escritos como El partido de masas y de ideas de José Carlos Mariátegui, Acerca de la propuesta de un partido minga y Un
artículo revelador.
En el
primero de estos escritos, señalo que “En octubre del mismo año, [Mariátegui]
escribió: ‘La organización de los obreros y campesinos con carácter netamente
clasista constituye el objeto de nuestro esfuerzo y nuestra propaganda…’”.
“Esta concepción de la composición social del Partido era nueva en el
movimiento comunista internacional, y constituye uno de los dos aspectos de la concepción mariateguiana del partido de
clase bajo la forma de partido de masas” (elipsis agregada).
Como se
ve, no sólo que no niego la tesis mariateguiana sobre la composición social del
PSP –que es la malévola acusación que me hace Pérez– sino que incluso la
considero un aporte al tesoro general del marxismo.
Ahora
veamos qué ocurre con nuestro falaz acusador.
En el
segundo de sus mencionados artículos, ha dejado escrito que “las condiciones
concretas” del tiempo de Mariátegui “requerían no de un Partido de clase sino de uno basado en las masas obreras y
campesinas” (5).
Así, de
esa forma insolente, tergiversa la afirmación mariateguiana acerca del carácter
de clase del PSP, tergiversación que, por supuesto, no alcanza a ocultar su
maniobra de parapetarse detrás del maestro. Y, al renegar el carácter de clase
del Partido de Mariátegui, pone al descubierto su creencia de que el carácter
del Partido se deriva de la extracción social de sus militantes, y no de su filiación ideológica. Por eso
dice que el PSP fue un partido de clases, de trabajadores, así en plural. De esta manera contrapone el concepto de
partido de masas al concepto de partido de clase.
Pero
además, confunde la composición social del Partido con su base social, y, por
lo tanto, sugiere que la organización política del proletariado debe estar
formada por las organizaciones gremiales de los trabajadores, a la manera del
Partido Laborista de Inglaterra.
Esto, de
hecho, es negar la concepción mariateguiana de la composición social del PSP,
negación que, desde luego, tampoco alcanza a encubrir su maniobra de
parapetarse detrás del maestro.
Por otro
lado, a título de desacralizar el concepto de partido de cuadros, Pérez niega
también la concepción leninista del partido proletario: doctrina marxista,
política marxista.
En
consecuencia, Lastra tiene razón cuando señala que Pérez “escribió un artículo
donde intenta refutar -sin lograrlo- la tesis marxista-leninista acerca del
partido de clase”.
Esta
maniobra de Pérez de hacerse pasar de víctima de una imputación, este ardid de
presentar a Jaime Lastra y al suscrito en el lugar de la Internacional y de
Miroshevski y de presentarse a sí mismo en el lugar de Mariátegui, esta
negación de la concepción leninista del partido proletario, esta tergiversación
de la verdad histórica del PSP, es lo
que Ramón García ha publicitado en su recopilación.
II
Pérez declara que
su artículo Lenin, Mariátegui y el
partido de masas, “tiene por objetivo principal entrar al debate sobre ‘el
Partido de masas y de ideas’ planteado por Mariátegui”.
Pero ya
hemos visto cómo ha entrado a este
debate: tergiversando la verdad histórica del PSP, y, como si esto fuera poco,
renegando la concepción leninista del partido proletario.
Pérez y
su grupo pretenden entender el concepto de partido de masas al margen del
concepto de partido de clase. En el pensamiento de Mariátegui, sin embargo,
ambos conceptos se relacionan, se entrelazan, se interpenetran. El PSP fue un
partido de clase que tenía que haber sido, al mismo tiempo, un partido de
masas. Por eso, desde su regreso de Europa hasta pocos días antes de su paso a
la inmortalidad, el maestro sostuvo el carácter de clase del partido que tenía
que haber sido, en palabras suyas, “el primer gran partido de masas y de ideas
de toda nuestra historia republicana”.
Sin
embargo, Pérez escamotea esta interpenetración de lo clasista y lo masivo en el
proyecto mariateguiano.
Esta
negación del carácter de clase del PSP, esta negación del verdadero sentido que
tiene en Mariátegui el concepto de partido de masas y de ideas, este escamoteo
de la interpenetración de lo clasista y lo masivo en el PSP, es lo
que Ramón García ha publicitado en su recopilación.
Pérez
dice que en el movimiento “se va centrando más en el tema de LA ORGANIZACIÓN”,
y que el debate sobre esta cuestión “se manifiesta como la recuperación o
rescate creciente de las tesis originales de J.C. Mariátegui” (6).
Pero
esta afirmación pretende encubrir el hecho de que, en realidad, en punto al
Partido de Mariátegui, los campos están deslindados desde hace tiempo: mientras
el grupo de Pérez reniega el marxismo-leninismo como la base de unidad de dicho
partido; intenta pasar como de Mariátegui la idea de Julio Portocarrero y Hugo
Pesce de un partido de dos niveles orgánicos doctrinariamente disímiles;
tergiversa el concepto mariateguiano de un partido de masas y de ideas; y, como
consecuencia de todo esto, ha renunciado a la reconstitución del PSP y asumido
el proyecto de una organización integrada por todo tipo de oportunismo y
revisionismo; otros defendemos la verdad doctrinal y organizativa del Partido
de Mariátegui y, por esta razón, planteamos su reconstitución de acuerdo a las
condiciones actuales.
Es
decir, los pretendidos rescatadores son
verdaderos falsificadores de las “tesis originales” de Mariátegui sobre el PSP,
mientras nosotros, tramposamente acusados de “doctrinarios”, somos los que defendemos su verdad
histórica.
Esta
artimaña de los tergiversadores de presentarse como rescatadores de las tesis
originales de José Carlos Mariátegui, esta treta de presentar a Jaime Lastra y
al suscrito como negadores de tales tesis, es
lo que Ramón García ha publicitado en su recopilación.
Pérez
se pregunta y se contesta: “¿Cuál
es pues la diferencia con lo críticamente afirmado por el compañero Jaime? Pues
solo que él declara enfáticamente que “su composición” (NOTA MÍA:
se refiere a la del Partido Socialista del Perú) ‘deben ser (sic) estas
dos clases, principalmente’. Con lo cual el compañero Jaime,
posible (sic) involuntariamente, estaría afirmando que el Partido fundado por
Mariátegui es uno ‘de clases’ y no ‘de clase’, pero ello es solo
apariencia pues la integridad del pensamiento expuesto acredita que el
compañero Jaime ha querido afirmar lo mismo que yo, con algún acento personal
por cierto” (7).
Como se ve, ante la
afirmación de Lastra en el sentido de que, por “las condiciones concretas del
país, semicolonial y semifeudal, el partido de clase debe estar basado en los
obreros y campesinos”, Pérez recurre a la maniobra de preguntarse: “¿Y qué
había dicho yo?”, y de contestarse: “pues, citaba textualmente el texto de
Mariátegui y a renglón seguido decía que…” (y lo que decía era que “las
condiciones concretas” del tiempo de Mariátegui “requerían no de un Partido de
clase sino de uno basado en las masas obreras y campesinas”).
Y
comete esta burda maniobra, cuando la verdad pura y simple es que allí, en la
afirmación citada, niega abiertamente el carácter de clase del PSP.
Unas
líneas después hace esta nada inocente
pregunta: “¿Cuál es pues la diferencia con lo críticamente afirmado por el
compañero Jaime?”.
Puesto
que no es capaz de ver la diferencia, o simplemente no quiere verla, se la
subrayo: mientras Lastra afirma que, dadas las condiciones concretas del país,
“el partido de clase debe estar basado
en los obreros y campesinos” (negritas nuestras), usted, señor falsario, dice
que esas mismas condiciones “requerían no
de un partido de clase sino de uno basado en las masas obreras y
campesinas” (negritas nuestras).
Cualquier
persona, pues, puede darse cuenta de que existe una diferencia monumental entre
una y otra opinión, pero, a fin de minimizarla, trivializarla, silenciarla,
Pérez agrega, sin inmutarse, que “el compañero Jaime ha querido afirmar lo
mismo que yo, con algún acento personal por cierto”.
Y
después de renegar el carácter de clase del PSP, de llenarse la boca de un
tramposo discurso sobre “la ‘ortodoxia’ mal
entendida” (tramposo en sus labios precisamente) y de dar pruebas de su
temperamento criollo que lo arrastra a cada paso a convertir lo blanco en negro
y lo negro en blanco, Pérez termina lanzando esta demagógica y lastimera
exclamación: “¡Mi gratitud infinita a los compañeros Eduardo Ibarra y Jaime
Lastra Domínguez por iniciar y mantener este fructífero debate e incentivar a
la investigación!”.
Esta
burda maniobra, esta desvergüenza, este embuste, es lo que Ramón García ha ocultado con su recopilación.
III
Pues
bien. ¿Por qué García eligió los párrafos examinados, y no otros, de los
artículos de Pérez? Porque, así como toda recopilación de citas tiene un
propósito determinado, también tiene un propósito determinado dejar de citar
tales o cuales afirmaciones. Por eso es menester que me refiera a lo que García
ha ocultado.
1.
Como es de conocimiento general, en el artículo Lenin, Mariátegui y el partido de masas, a título de desacralizar
la teoría del partido de cuadros, Pérez renegó en redondo el libro ¿Qué Hacer? de Lenin, es decir, renegó
el partido de clase.
2.
Igualmente es de conocimiento general que, en el mismo artículo, renegó también
el carácter de clase del PSP.
García, como es notorio, se cuidó de
hacer las citas correspondientes, sencillamente porque ellas –las citas–
pondrían al desnudo lo que él mismo plantea sibilinamente.
3. Pérez dice: “Contrariamente a César Falcón, quien al
parecer conforme a la Internacional Comunista, exigía a Mariátegui la
constitución de un Comité Comunista, de Lima, que sea la organización del
Partido (Ver. Carta de César Falcón a J.C. Mariátegui, del 15 de Septiembre
de 1923), éste [Mariátegui] veía con mayor simpatía el estilo de
construcción de Don Sturzo, organizador inteligente y moderno, constructor del
Partido Popular Italiano, desde sus cimientos, quien “Pasó largos años
organizando sindicatos y federaciones de obreros”…”sobre la base de un
Programa”. ”Y solo cuando dispuso de una sólida masa popular, creyó oportuno
proceder a la constitución del partido” (8).
Pero
ocurre que, copiada sin dolo, la afirmación de José Carlos Mariátegui reza así:
“Pasó
largos años organizando sindicatos y federaciones de obreros católicos sobre la base de un programa socialista-cristiano” (9).
Dejando,
pues, fuera de la cita la palabra católicos
y el término compuesto socialista-cristiano,
Pérez escamotea los conceptos con los que el maestro subrayó el carácter
burgués del partido de Sturzo.
Pues
bien, si un partido burgués puede construirse de abajo arriba, el partido
proletario siempre se construye de arriba abajo, es decir, desde el exterior de
la relación económica inmediata obrero-patrón, o sea, desde el marxismo.
Sin
embargo, Pérez quiere hacer creer que el “modelo de Construcción del Partido de
Mariátegui” fue el Partido Popular Italiano, es decir, que el maestro construyó
el PSP de abajo arriba. Esto es otra
grosera tergiversación de la verdad histórica del PSP.
Actuada
en el marco de una intensa y extensa organización clasista de las masas
trabajadoras, la construcción del PSP se realizó de todos modos de arriba
abajo.
Esta negación en
redondo del estilo mariateguiano de construcción del PSP, Ramón García la ha ocultado en su recopilación.
Pues
bien, lo examinado hasta aquí prueba de un modo irrefutable que Pérez le pega a
Mariátegui “DURO CON UN PALO Y DURO”. Y que, por ello, está ubicado en el lugar
de algunos dirigentes de la Internacional, incluido Miroshevski, pero no en una
posición dogmática, sino revisionista.
Por eso
precisamente García lo publicita, le soba las espaldas y silencia sus métodos
criollos.
IV
De sí mismo, García ha
citado dos párrafos de su artículo ¿Cuánto
hemos avanzado? y un párrafo de cada uno de sus artículos ¿Reconstitución, reivindicación,
refundación?, Organización: contenido
y forma y Organización: nombre posible.
Pues bien, examinaré
aquí dos cuestiones centrales.
1. Frente a la crítica a
su tergiversación de las razones de Mariátegui para titular Socialista a su
Partido y a la crítica a su creencia de que “están maduras las condiciones para
construir una organización de proyección nacional”, García no ha agregado
ningún nuevo argumento sobre la primera cuestión, así como tampoco ha intentado
presentar, por primera vez, una sola prueba de su segunda afirmación, y, desde
luego, ambas cosas son sumamente expresivas (10).
Precisamente sobre su
segunda afirmación, en mi artículo Acerca
de la propuesta de un partido minga observé fundadamente que no presenta
ninguna prueba y, al mismo tiempo, mostré pruebas que desmentían completamente
su creencia. Por lo tanto, al limitarse a copiar lo que al respecto ya había
sostenido, su actitud aparece, en el contexto de su grupo, como bastón de
mando: “yo digo, y ustedes tienen que creer”.
2. García ha escrito que
“Del PSP queda en la memoria la
característica que le dio JCM: ‘el primer gran partido de masas y de ideas de
toda nuestra historia republicana (14.10.29). Pero, ¿qué entender por ‘partido
de masas y de ideas’? Este es tema dirimente de actualidad” (11).
Pues bien, contra lo que
cree su autor, precisamente esta afirmación resume su tergiversación de la
concepción mariateguiana del PSP, sencillamente porque, intencionalmente, no
hace ninguna referencia al carácter de clase de este partido.
El pensamiento orgánico
de Mariátegui relativo al PSP comprende, en principio, dos conceptos: el de partido de clase y el de partido de masas.
En la polémica con Haya
de la Torre, el maestro señaló que no podía “entender el Apra como partido,
esto es, como una facción orgánica y doctrinariamente homogénea” (12). Y
agregó: “Los elementos de izquierda que en el Perú concurrimos a su formación,
constituimos de hecho -y organizaremos formalmente- un grupo o Partido Socialista,
de filiación y orientación definidas…” (13).
Estos asertos prueban
fehacientemente que Mariátegui entendía por partido “una facción orgánica y
doctrinariamente homogénea”, y que, por el Partido Socialista que se aprestaba
a organizar, entendía una facción “de filiación y orientación definidas”, es
decir, un partido “orgánica y doctrinariamente homogéneo”. Por lo tanto, es
claro que, conforme a la visión marxista, Mariátegui consideraba que el
carácter de clase del partido proletario no está determinado por la extracción
social de sus militantes, sino por la
doctrina que lo hace orgánicamente homogéneo.
Por eso, si en el Programa del Partido estableció el
marxismo–leninismo como la base de su unidad, en la Moción aprobada por la
Reunión de Barranco señaló que “La organización de los obreros y campesinos, con carácter netamente clasista,
constituye el objeto de nuestro esfuerzo y nuestra propaganda…” (14).
Estas aserciones
prueban, a su vez, que, puesto que el PSP era un partido “orgánica y doctrinariamente homogéneo”,
entonces no tenía ni podía tener dos
niveles orgánicos permanentes doctrinariamente disímiles entre sí.
En consecuencia, cuando García, falsificando
la verdad histórica, pretende que el PSP “tenía dos niveles”, lo que hace es negar el carácter de clase del Partido de Mariátegui, y, así, su “qué entender por
‘partido de masas y de ideas’”, tiene, en él –y desde hace tiempo– esta respuesta: por un partido tal hay que
entender un partido de clases, así en plural, es decir, un partido
pluriclasista, un partido de trabajadores sin la base doctrinal del
marxismo-leninismo (15).
Pero
además, es menester señalar que la cualidad de partido doctrinariamente
homogéneo del PSP fue concretamente
definida en contraposición a su opuesto: el proyecto de partido
doctrinariamente heterogéneo de Haya de la Torre.
Por
eso, el proyecto de García no solo es un reciclaje del modelo de partido que
levantaron Portocarrero y Pesce en junio de 1929, sino también, al mismo
tiempo, un proyecto que tiene su antecedente en el partido pluriclasista de
Haya de la Torre.
El partido de
García no sería, pues, un partido de clase y, por lo tanto, tampoco un partido
de masas y de ideas en el sentido mariateguiano del término.
Así,
pues, no es posible terminar el presente apartado sin llamar la atención sobre
el hecho de que, con un partido así, a la corta o a la larga cualquier estrategia de poder tiene que
quedar mediatizada, inviabilizada, esterilizada.
Para
ser exactos, pues, el tema dirimente de actualidad es la
cuestión del partido de clase bajo la forma de partido de masas.
Y,
como bien se sabe, este debate tiene ya precisados sus términos, y éstos dan
cuenta de la línea demarcatoria entre marxismo y liquidacionismo, entre defensa
de la Creación Heroica de Mariátegui y su falsificación.
V
Del suscrito,
García cita dos párrafos de Un artículo
revelador y dos más del artículo Acerca
de la propuesta de un partido minga. En el primero, señalo que Pérez “dice
abiertamente lo que Ramón García sostiene sibilinamente”.
Con el
recurso de publicar mi citada afirmación, insinúa que ella apenas es una
calumnia. Pero, ¿no es cierto, acaso, que ha procedido sibilinamente? Veamos
esto.
Un
revisionista franco habría escrito: “la concepción del partido doctrinariamente
homogéneo que sustenta Lenin en ¿Qué
hacer? es incorrecta, pues la solución al problema de cómo relacionar la
teoría y la práctica es un partido de dos niveles, es decir, un partido
doctrinariamente heterogéneo”.
En
cambio García ha procedido así: “El problema que enfrentó JCM es el mismo que
el proletariado enfrenta desde hace más de un siglo: cómo relacionar la teoría
(Programa Socialista) con la práctica concreta (Partido-Frente). Este es el
gran dilema entre disolución (desintegración)
o dilución (integración), que enfrenta todo partido proletario en el
mundo entero”. “El PSP tenía dos niveles…” (16).
Pues
bien, puesto que, como se ve, García dice que el problema de “relacionar la
teoría (Programa Socialista) con la práctica concreta (Partido-Frente)”, es “el
mismo” que enfrentó Mariátegui y que enfrenta el proletariado “desde hace más
de un siglo”, se desprende que lo que plantea es que la solución de dicho problema
es el reciclado partido de “dos niveles”, es decir, el partido doctrinariamente
heterogéneo, y no el partido
doctrinariamente homogéneo sustentado por Lenin en ¿Qué hacer? (17).
La
conclusión ineludible es, pues, que, según García, el partido doctrinariamente
homogéneo no fue la solución del
problema de relacionar la teoría con la práctica y, por lo tanto, nunca estuvo
vigente. De esta forma, ciertamente sibilina, niega la concepción leninista del
partido proletario.
Esta
negación de la concepción leninista del partido proletario tiene relación con
la negación del concepto mariateguiano de partido de masas y de ideas, negación
ésta que no queda oculta no obstante el hecho de que, como se sabe, García levanta
la frase, pero vaciada del contenido que tiene en Mariátegui. Esta añagaza de
levantar la frase mariateguiana para oponerse al concepto que encierra, se
revela en el proyecto de un partido que integre todas las corrientes del
oportunismo y el revisionismo actuantes en nuestro medio.
VI
Demostradas, pues,
una vez más, la negación que comete García de ¿Qué hacer? de Lenin y la tergiversación que hace de la concepción
mariateguiana del PSP, sus maniobras (“más de un activista… sobrevive más de la
producción ajena que de su propia producción”, “discusión bizantina”, “pleito
de sabidurías”, “estilo camorrero”, etcétera, etcétera), se revelan como meros recursos con los que busca desenfocar el debate
sobre las dirimentes cuestiones centrales.
Notas
[1] Dicha
recopilación fue criticada en mi artículo Ramón
García y la manipulación, 21.01.09.
[2]
Dicha recopilación fue criticada en mi artículo Ramón García o la manipulación II, 19.09.09.
[3] Lenin, el ¿Qué hacer? y el partido de clase.
Negritas en el original.
[4]
Aunque Pérez generaliza, la realidad es que la crítica de la que habla era la
de algunos dirigentes de la Internacional. Si así no hubiese sido, no tendría
explicación que, tres meses después de la Conferencia Comunista de Buenos
Aires, el Segundo Congreso Mundial de la Liga Contra el Imperialismo eligiese a
Mariátegui como miembro de su Consejo General.
[5] Ver
Capítulo IV, Un artículo revelador.
[6] Lenin, Mariátegui y el partido de masas.
Mayúsculas en el original.
[7] Mariátegui “ha muerto, le pegaban todos”.
Negritas y mayúsculas en el original. En este galimatías, puede percibirse, no
obstante, entre otras cosas, que Pérez pretende homologar su posición a la de
Jaime Lastra, a fin, claro está, de engañar a los lectores. Esto revela su
catadura moral. Por si acaso: la nota entre paréntesis que aparece en el
párrafo señalando al PSP, es de Pérez.
[8] Ibídem.
Negritas y elipsis en el
original.
[9] Cartas
de Italia,
pp.62-63. Cursivas mías.
[10] La participación electorera de los
partidos de izquierda en las elecciones que llevaron a Humala a la presidencia
y el fracaso del grupo liquidacionista de tragarse a diversos pequeños grupos y
particularmente al PCP-Unidad, no son hechos que prueben precisamente que “están maduras las
condiciones para construir una organización” con toda clase de oportunismo y revisionismo. Pero el egotismo burgués
del grupo liquidacionista es tal, que, después del seminario que realizaron con
el viejo partido revisionista, Manuel Velásquez sostuvo que lo que pasa es que
las diversas organizaciones “no comprenden todavía que tienen que
autodisolverse” (cito de memoria).
[11] Organización:
contenido y forma. La pregunta
y la afirmación que le sigue constituyen una expresión del egotismo burgués de
García y, al mismo tiempo, revelan un método criollo muy suyo, pues, por una
parte, insinúa que todo lo que a la sazón habían escrito sus críticos sobre el
concepto mariateguiano de partido de masas y de ideas, no tiene ningún valor, y
que es él quien revelaría la interpretación correcta de dicho concepto, es
decir, que la cuestión está por esclarecerse. Pero la verdad monda y lironda es
que él ha falsificado el concepto de partido de masas y de ideas y, dado el
debate sobre el mismo, la cuestión está esclarecida hace tiempo. Así, pues, con
la intrigante maniobra de preguntar sin responder, García les ha arrojado
tierra a los ojos a sus seguidores. Por lo demás, constatándose que desde
entonces han pasado varios años sin que haya sido capaz de agregar ni una sola
idea sobre el tema, cualquiera puede advertir que se quedó en la pura
maniobra.
[12] Martínez, Apuntes, p.300.
[13] Ibídem, p.301.
[14] Ibídem, p.397. Cursivas
mías. En este caso, la frase “con carácter netamente clasista” no puede
entenderse en un sentido sindical, sino ideológico. Por eso es equivalente a
esta otra: “con carácter netamente marxista-leninista”.
[15] De
hecho, García comete el trastrueque de pasar el modelo de partido levantado por
Julio Portocarrero y Hugo Pesce en la Conferencia Comunista de Buenos Aires,
como el modelo de José Carlos Mariátegui. Este trastrueque viene de 1967, y
demuestra que nuestro liquidacionista concibe al PSP como algo que no fue: un
partido de dos niveles, un partido doctrinariamente variopinto, un partido
revisionista. Hasta este punto extremo ha llegado su falsificación de la verdad
histórica del partido de Mariátegui.
[16] Aniversario 80 (5). Cursivas y negritas
en el original.
[17] ¿Qué hacer? vio la luz en marzo de 1902
y, por lo tanto, se encuentra comprendido dentro del período que cubre “más de
un siglo”, contando desde el 22.09.07, fecha de escritura del artículo donde
García hace su planteamiento.
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