martes, 2 de junio de 2015

Filosofía

Interacción de los Contrarios en el Desarrollo

(Octava Parte)


S. Meliujin


ASÍ, PUES, LA LUCHA DE LO VIEJO con lo nuevo no puede considerarse como fuente de desarrollo únicamente y mu­cho menos como la fuerza motriz universal de desarrollo, imperante en todo el mundo material. Al parecer, en gene­ral no existen contrarios que condicionen en grado igual el desarrollo, tanto en la naturaleza inorgánica como en la na­turaleza viva y la sociedad. Para cada uno de esos grupos de fenómenos existen sus propias leyes de desarrollo y, por consiguiente, tienen sus propias oposiciones y contradiccio­nes específicas, distintas para cada grupo. Lo común, en este caso, es tan sólo el hecho de la unidad y la interacción de los contrarios, pero la manifestación concreta de dicha uni­dad será diferente en cada caso.

Además, la interacción o la lucha de los contrarios cons­tituye la fuente de desarrollo de cada sistema material con­creto. Pero sería erróneo afirmar, como se hace a veces, que la lucha de los contrarios es la fuente del automovimiento de toda la materia en su conjunto. En general, no puede plantearse la cuestión de la fuente de movimiento para la materia como sustancia de todos los fenómenos, en el caso de atenerse consecuentemente a las concepciones del materialismo dialéctico. El movimiento es un atributo importan­tísimo de la materia, es su modo de existencia. Puesto que la materia existe, se halla en movimiento, en interacción, y para este movimiento no puede haber ninguna fuente. Pero si consideramos que la lucha de los contrarios constituye la fuente del movimiento, surge en el acto la pregunta: ¿cuál es, pues, la fuente de la lucha de los contrarios? La única respuesta que cabe dar es la siguiente: la fuente de esa lu­cha es el movimiento, y de este modo caemos en un círculo vicioso.

La afirmación de que la lucha de los contrarios es la fuente del movimiento resulta contradictoria también en el siguiente sentido. En la naturaleza la propia lucha se mani­fiesta en forma de interacción de los contrarios. Pero todo proceso de interacción no es otra cosa que movimiento de uno u otro género. Por consiguiente, llegamos a la tautolo­gía de que "el movimiento es la fuente del movimiento".

La lucha o la interacción de los contrarios no constituye la fuente, sino el contenido interno de todo movimiento. Eso significa que todo movimiento y todo cambio se basan en la unidad de los contrarios de uno u otro género: de lo conti­nuo y lo discontinuo, lo interno y lo externo, de la atracción y la repulsión, de lo finito e infinito, etc.

Pero la interacción de los contrarios será la fuente de desarrollo de todo sistema concreto. Los sistemas de ese gé­nero siempre tienen causas determinadas para su aparición y, por consiguiente, con relación a ellos, puede hablarse de causas o de la fuente de su desarrollo. Esa fuente es, precisamente, la interacción de los contrarios más arriba exami­nados.

Como el desarrollo de todo sistema comprende la fase ascendente, relacionada con la complicación de la estructu­ra y de las formas del movimiento de los objetos materiales, y la fase descendente, que conduce a la desintegración del sistema en sus elementos componentes, cabe decir que, objetivamente, existen por lo menos tres grupos fundamentales de oposiciones y contradicciones: 1) los que caracterizan todo movimiento y existencia de la materia, al margen del proceso de la complicación o desintegración de los sistemas; 2) los que condicionan la complicación de las formas de la materia y el movimiento en el desarrollo, y 3) los que pro­ducen la degradación y la desintegración de los sistemas.

Se han de incluir en el primer grupo, ante todo, las con­tradicciones entre la estabilidad relativa y la variabilidad, entre lo finito y lo infinito, lo continuo y lo discontinuo, que son inherentes a la materia en todos sus estados. Es evidente que en la naturaleza existen también otras contradicciones de ese género.

Se incluye en el segundo grupo un número muy elevado de contradicciones, que constituyen la fuente del desarrollo en la naturaleza inorgánica, la naturaleza viva y la sociedad. Todas ellas se diferencian sustancialmente entre sí. De entre las contradicciones de la naturaleza inorgánica debemos mencionar, ante todo, aquellas que expresan la relación en­tre la atracción y la repulsión, la absorción y la radiación, la asociación y la disociación de los átomos y las moléculas, etcétera.

Las contradicciones del tercer grupo son de extraordi­naria diversidad, ya que la degradación y la desintegración de los sistemas en cada caso particular están condicionadas por diversas causas. Existen dos clases fundamentales de des­integración de sistemas: forzosa y espontánea. La desintegración forzosa es la que se produce por algunas causas exteriores. En los sistemas mecánicos la desintegración se produce cuando la energía de la acción exterior supera la energía de las conexiones internas. En los no mecánicos —biológicos y sociales— la desintegración está determinada por causas mucho más complejas, diferentes en cada caso concreto.

La desintegración espontánea es la determinada por causas internas del propio sistema. La produce la contra­dicción entre el nuevo tipo de conexiones internas, que se han originado en el sistema, y la vieja forma de su organi­zación.


Los tres grupos de contradicciones señalados están indi­solublemente unidos entre sí. Las contradicciones del pri­mer grupo, que caracterizan la existencia general de la ma­teria, constituyen la base para la aparición y el desarrollo de contradicciones del segundo y tercer grupo. Algunas con­tradicciones del primer grupo, como, por ejemplo, lo finito y lo infinito, lo continuo y lo discontinuo, contribuyen in­cluso al desarrollo de los diversos sistemas, y de ese modo se adhieren directamente a las contradicciones del segundo grupo.

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