domingo, 1 de marzo de 2015

Literatura

Mundo Paralelo e Hibridismo en Narración de Casimiro Ramírez


Roque Ramírez Cueva


La oralidad  en el Perú todavía anda de parranda. Es una manera de decir que la narrativa oral y rural andan y se crean en el sustento de una sólida raigambre popular que, no obstante cientos de años,  sigue vigente y trasegando por los patios, las calles, por rincones inesperados, no sé si aún en las sobre mesas hogareñas. En palabras de iniciación escritas para el libro del joven narrador César Elías (Morropón), digo que dicha vigencia de la ruralia la aseveró Manuel Scorza en los años setenta –“somos una sociedad pastoril”-, y, en este lustro, el 2013, el narrador Edgardo Rivera Martínez la confirmó: “en nuestro país lo andino es la columna vertebral”. (1)

Hablando de narrativa andina, esta sigue mostrando su rostro como en las ferias populares de una lar a otro pero en proyección no en tradición. Es decir ya no es indigenista, salvo que surja un narrador que crea y escriba desde su misma etnicidad, menos neo indigenista como se pretendió marcarla posteriormente. Hay una proyección de ella pero sin la peculiaridad de la tradición con que nos la dimensionaron y legaron Ciro Alegría y José María Arguedas, en particular este último. Por lo menos en el lenguaje se le construye accesible a todo lector sin requerimientos de interpretar voces nativas y, en lo más, no se le desvincula del todo de los espacios urbanos.

En estas proposiciones hemos dado lectura a la novela breve  Juan osito en el Valle de las Serpientes de Casimiro Ramírez (Edic. Altazor, 2014), de muy cuidada edición. Ha sido escrita sin tramas complicadas, y si compuesta de micro historias que articulan el perfil del protagonista, un ser híbrido no andrógino, las mismas que tienen la virtud de envolver al lector, quien de un solo tirón desandará los ámbitos y mundos secundarios de la novela que comentamos.

No olvidemos que esos mundos secundarios o paralelos –en contraste con el mundo verosímil devenido de la creación como reflejo literario- se diseñan y construyen en base a normas y lógicas particulares que se proyectan no tanto de la imaginación abstracta del narrador como si de la mitología campesina andina. Ya la teoría de la filosofía y antropología nos afirma que los mitos no son mera ficción fantástica, son concepciones, interpretaciones de sucesos objetivos o de fenómenos reales que asombran a un pensamiento que está en transición de ser racional no empírico, por una parte.

Por otra, ese mundo paralelo de la oralidad no lo es en su totalidad en esta novela breve, la geografía e historias son compartidas con los ámbitos sociales y con narraciones del campesinado andino a las que les  adicionan cierto matiz histórico.

Casimiro Ramírez construye dichos mundos paralelos con verosímil diseño, adaptando las leyendas de representaciones duales que desdoblan los poderes de humanos a sobrenaturales, para así trascender de uno menor a un relato singular de mayor ambición. Su narrativa aspira producir una saga, por ahora dada en episodios, ya nos anuncia a Juan Osito enderezando entuertos por el valle de los runa mulas.

Así, el rol de los personajes Kusicha y Juan Osito, en ese orden, no es otro que develarnos como los campesinos transitan por ámbitos rurales enfrentando temores culturales y virtudes morales. Su propósito es oponer dicha virtud y sed justiciera a los poderes fácticos que devienen desde los hondos tiempos medievales y del, no muy lejano, régimen latifundista ya derrumbado por luchas campesinas insurreccionales.

La temática, universal a todo relato rural, es la sempiterna confrontación entre poderes que se sustentan en la ética y en la anética, en sentido lato. Obviamente, los personajes que practican una u otra no están exentos de su condición social, quienes se agrupan con la primera son campesinos; y los que enarbolan la segunda son los patrones  (sea latifundista, capataz u otro  subalterno que este del lado del patrón). Como tal disputa no es asunto de poca monta y jamás va a ser permitida su difusión e instrucción por los patrones, los campesinos la presentan a los suyos por medio de la leyenda o cualquier relato oral fantástico, los cuales ya dijimos sirven como canales conductores para mostrar mundos secundarios, ya explicados líneas atrás.

Esta narración de representaciones simbólicas y universos paralelos permite a los campesinos sustentar con sagaz ironía ante los suyos que, en el ámbito de sus complejas relaciones con la patronal, es necesario –más de las veces- romper las reglas. ¿Cómo? Mediante disputas entre seres prodigiosos, la representación del ser híbrido. A los latifundistas y su cohorte de poderosos señores se les sitúa en el lado perverso, maléfico, demoníaco –simbología del mal inculcada, por paradoja, a los siervos y campesinos en tiempos del oscuro barroquismo medieval, para tener miedo a los símbolos cristianos-, en la novela tale seres se presentan en forma, ya se dijo, de pishtacos, shapingos, duendes.

Los campesinos, en cambio aparecen como tales o a lo mucho en forma de un ser híbrido caracterizado, entre sus poderes no humanos, de bonhomía y con altas cualidades. Desde luego que la virtud filial en Juan Osito y en su madre Kusicha les han sido transferidas como una capacidad de conducirse cabal y prolijamente ante las adversidades con su ética campesina que se muestra superior a la catadura moral de lo perverso.

Es decir, las mencionadas dualidades y poderes se presentan en el relato mediante la configuración de seres híbridos protagonistas y antagonistas. Tal hibridismo simboliza además los espacios humanos y no humanos, es decir, la confrontación de lo social y no social. La misma que deriva del milenario enfrentamiento –también se advirtió- entre campesinos y señores feudales, aun más atrás entre siervos y señores feudales.

En cuanto a lenguaje no hay mucho que agregar además de lo afirmado sobre las simbologías en la novela. Tal vez, sólo agregar que en toda su composición no hay una preocupación por reproducir la fonética del idioma nativo que se supone hablan los lugareños, menos del hablar peculiar de los campesinos. Es un lenguaje formal que alterna, sin dislocar el acto de la comunicación, con los necesarios quechuismos incluidos en la narración. Los nombres de Kusicha, de la mascota, de los seres híbridos, apenas un cerro tienen raíces quechuas.

Por eso mismo, los ámbitos de Juan osito en el Valle de las Serpientes no son propiamente andinos. En tiempos remotos el campesinado tuvo como punto de origen la estructura de las comunidades campesinas donde predomina lo colectivo más una lengua nativa, quechua, aymara o qakaru, por tanto los patronímicos tenían dichas raíces lingüísticas.  En su novela, Casimiro Ramírez emplea apelativos, denominaciones, nombres mestizos del español regional, apelando a hechos antiguos donde los apellidos se conformaron de los oficios u ocupaciones que realizaba el fundador del clan tal como Juan Herrero, Francisco Pastor, etc. 

El argumento general refiere de la historia de una joven campesina que es raptada por un oso con el cual llega a concebir un hijo mitad humano, mitad oso. Juan Osito se ve obligado por su condición híbrida a alejarse de  su entorno y lanzarse a las aventuras de enderezar entuertos a favor de humanos desguarnecidos o desamparados, enfrentando a maléficos poderes que amenazan la existencia campesina. En esa titánica labor es apoyado por dos amigos Juan Chantado, Juan Pelamontes.

Sobre esta argumentación se llegan a percibir micro argumentos que apuntalan el mayor. A lo largo de los cuales se desarrolla un dosificado suspenso que se vuelve a intensificar en las páginas finales, de tal modo que el lector no llega a conocer si Juan Osito sale bien o mal librado de su última aventura, con certeza podemos saber por menciones del narrador que sus dos amigos cabalgan montando briosas bestias que los llevaran al valle donde ellas los asombrarán en apariencia y condena por dedos..., digo mentes machistas, pero es otro historia a entender.

La inferencia de todo lo anterior nos lleva a proponer que, en esta novela de Casimiro Ramírez, buena parte del mundo cultural colonial subyace en los contextos de las historias relatadas, no olvidemos que la perduración de terratenientes vetustos y modernos, más el universo campesino son extensión de esos tiempos de latifundismo, sostenidos en esas culturas campesina y feudal, con la atingencia que del lado campesino se propone, se dijo, la necesidad de romper cierto orden ominoso. Al menos, en la narración los del lado campesino, los enfrentan y vencen en lo ético.

Notas
[1] César Elías. Cuando la candela habla (cuentos y relatos), Piura. Edic.Lengash.2013. Prólogo.







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