Interacción
de los Contrarios en el Desarrollo
(Segunda
Parte)
S.
Meliujin
SI NOS FIJAMOS EN LA ESTRUCTURA DE LA
MATERIA, veremos que la idea de la unidad de contrarios se confirma con la
máxima brillantez en el hecho de la existencia de partículas y antipartículas.
A casi toda partícula le corresponde determinada antipartícula, que se
distingue de ella por el signo de la carga eléctrica o del momento magnético.
Las partículas y las antipartículas no pueden existir conjuntamente durante un
largo período de tiempo, ya que durante las colisiones interactúan entre sí de
modo que desaparecen como tales, transformándose en fotones u otros
microobjetos. Las antipartículas se originan artificialmente, pero solo durante
las reacciones nucleares de gran energía, por ejemplo, en aceleradores potentes
o en los rayos cósmicos. Debido a ello, la unidad de esos contrarios en la
microestructura de la materia puede ser temporal y relativa únicamente. Pero en
la escala del cosmos puede ser constante.
De los datos
teóricos de la física actual se deduce que los átomos construidos por
antipartículas tienen la misma estabilidad que los átomos corrientes. En los
núcleos de esos átomos habrá antiprotones y antineutrones, y en torno de los
núcleos girarán positrones en vez de electrones. Si la cantidad de esos átomos
es muy elevada, constituirán un antimundo entero. Por ahora resulta imposible
distinguir un antimundo semejante de la sustancia del mundo corriente a base
tan sólo de los datos espectrales, ya que las características espectrales de
los átomos dependen del cuarto grado de la carga eléctrica y son, por
consiguiente, iguales para toda clase de átomos. La existencia de dichas formas
de la materia podrá descubrirse por algunos otros efectos. En las regiones
donde la sustancia del antimundo entre en colisión con la sustancia corriente
habrán de producirse potentes procesos de transformación de partículas materiales
en radiación; la región dada será entonces una fuente de elevada radiación de
ondas electromagnéticas y partículas cósmicas. Hasta la fecha, sin embargo, no
se ha conseguido descubrir las regiones donde la radiación pueda ser producida
por semejantes procesos. Por ello, la hipótesis del antimundo no está
directamente confirmada por ahora; sin embargo, ya no se duda de su sentido
objetivo, pues se desprende lógicamente de todo el aparato teórico de la física
moderna del microcosmos, que ha sido profundamente confirmado por la práctica.
¿Cómo se realiza en
el ejemplo citado la idea de la unidad de los contrarios? Si examinamos una
partícula cualquiera en nuestro mundo y alguna partícula de carga opuesta en el
antimundo, veremos que, pese a ser opuestos, no constituyen una unidad, pues
pertenecen a sistemas completamente distintos y en la practica no interactúan
entre si. Sus relaciones no serán contradictorias.
La
unidad de contrarios se producirá en el caso solamente de que la partícula y la
antipartícula entablen una acción directa y recíproca entre sí, cosa que puede
ocurrir durante la generación artificial de las antipartículas. Mas esa unidad
será relativa y temporal, ya que los pares de partículas opuestas se convierten
bien en radiación electromagnética, bien en otros microobjetos.
Sin
embargo, no debemos olvidar que toda partícula integra el cuerpo macroscópico y
éste forma los sistemas cósmicos. Estos últimos pueden interactuar directamente
con los sistemas correspondientes del antimundo y, en ese caso, la unidad de
los contrarios continuará todo el tiempo que se quiera, siempre que no se
produzca la colisión directa de esos sistemas. De este modo, la unidad de los
contrarios, que radica en las leyes del microcosmos, se realiza directamente en
la escala del cosmos.
En
la estructura de la materia lo continuo y lo discontinuo constituyen las
oposiciones más importantes. Estas propiedades de los objetos materiales se
encuentran e constante interacción recíproca. Su unidad se manifiesta en
algunos aspectos. Cualquier cuerpo macroscópico que parece continuo por su
estructura está constituido en realidad por numerosas partículas discretas. Las
propias partículas discretas son formaciones de materia sumamente complejas,
que poseen propiedades corpusculares y ondulatorias y están indisolublemente
unidas a diversos campos. Los electrones, por ejemplo, se manifiestan en su
interacción recíproca, durante su absorción y radiación, como partículas; pero
su movimiento en el espacio y su dispersión, al pasar la reja de difracción,
están supeditados a leyes ondulatorias. La corriente de electrones después de
su dispersión forma en la pantalla un cuadro de interferencia, que se produce
sólo al dispersarse las ondas, pero no las partículas.
Esta
unidad de propiedades corpusculares y ondulatorias es posible únicamente en el
movimiento de las micropartículas y se refleja en las correlaciones de la
mecánica cuántica. La mecánica cuántica determina para cada micropartícula una
cierta longitud de onda, que depende de su masa y velocidad de movimiento. La
longitud de onda expresa la región de la posible localización espacial de la partícula,
en virtud de lo cual los microobjetos no pueden considerarse como formaciones
discretas claramente determinadas, poseedoras de dimensiones geométricas
absolutamente exactas e invariables. Las dimensiones reales de los microobjetos
dependen de su velocidad y del carácter de su recíproca interacción; por ello
la idea del carácter discreto
De la partícula debe completarse con la de
su continuidad.
La
unidad de lo continuo y lo discontinuo se manifiesta en la conexión entre las
partículas y los campos. Cada micropartícula no existe por separado, sino que
interactúa constantemente con diversos campos que agrupan las partículas en
sistemas más complejos. El campo no es algo exterior con relación a la
partícula, sino que está íntimamente unido a su microestructura. Algunas
propiedades importantes de las partículas representan las constantes de su
relación con los campos correspondientes. Así, la masa es la característica de
la conexión de las partículas con el campo gravitacional; la carga eléctrica es
la constante de su vínculo con el campo electromagnético, y las cargas
mesónicas, propias de algunas partículas, expresan sus nexos con los campos
mesónicos. Como dichas propiedades son inseparables de las partículas,
deducimos de ello la indisoluble unidad de las partículas y los campos. El
campo viene a ser la continuación, por decirlo así, exterior de la esencia interna
de las micropartículas y resulta imposible señalar con exactitud el límite
donde acaba la propia partícula y comienza su campo exterior. Por ejemplo, el
radio del protón se valora en 710-14 cm, pero esa magnitud tiene un valor
relativo, ya que caracteriza la región donde está distribuido el campo mesónico
que forma parte íntimamente de la estructura del protón. Sin embargo, todos los
campos son una forma de materia que está distribuida sin interrupción en el
espacio. Por tanto, los microobjetos que existen realmente constituyen, en relación
con su distribución espacial, la unidad de lo continuo y lo discontinuo.
Gracias
a esas peculiaridades de los microobjetos, su esencia interna es una unidad de
lo finito y lo infinito. La partícula, como formación discreta, se caracteriza
siempre por un número finito de grados de libertad. A diferencia de ello, el
campo electromagnético y gravitacional representa sistemas materiales donde el
número de grados de libertad es infinito; para describirlos se necesitaría una
infinita multitud de parámetros. Ahora bien, como los campos son inseparables
de las partículas, todo microobjeto, en relación con los grados de libertad,
representa de hecho la unidad de lo finito y lo infinito.
La
unidad de los contrarios dados se observa igualmente en otro plano. Toda
micropartícula es inagotable en su estructura y está compuesta por una cantidad
infinita de ciertos elementos de la materia, cualitativamente distintas, con un
número infinito de propiedades. Sin embargo, esa infinita multitud de elementos
se unifica en una determinación cualitativa única,
ya que, con respecto a otras formas de la materia, cada micropartícula es una
formación íntegra de la materia.
La
unidad de lo finito y lo infinito se observa igualmente en la distribución
espacial de los microobjetos y de todos los demás cuerpos. Es sabido que todo
cuerpo material ocupa un volumen de espacio limitado. Sin embargo, el campo
creado por el cuerpo dado tiende a una difusión ilimitada en el espacio. El
campo radiado se lleva siempre una parte de la materia que constituye el cuerpo
dado y asegura así su conexión con otros cuerpos. Gracias a la acción de los campos,
el cuerpo finito pone de manifiesto su existencia en sistemas materiales tan
alejados de él como se quiera. La propia posibilidad de conocer las propiedades
de sistemas cósmicos extremadamente alejados se basa, precisamente, en el hecho
de que los objetos materiales, en su distribución espacial, representan la
unidad de o finito y lo infinito.
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