sábado, 1 de septiembre de 2018

Internacionales



“Incluso la guerra tiene leyes”
Yemen Padece Mientras se Deforma y se Oculta la Verdad


Middle East Eye
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández


Cavando las tumbas de los niños asesinados en un autobús durante un ataque aéreo de la coalición liderada por Arabia Saudí sobre el mercado de Dahyan, en el bastión hutí de la provincia de Saada, 10 de agosto de 2018 (AFP)


INCLUSO PARA LOS PEVERSOS ESTÁNDARES de la agresión liderada por los saudíes contra el Yemen con el apoyo de Occidente, el bombardeo de un autobús escolar el 9 de agosto marcó un nuevo hito. Según Save the Children, el autobús se había detenido en un mercado cuando trasladaba al colegio a los niños que volvían de una excursión. Funcionarios de la sanidad yemení han informado que el ataque mató a 47 personas e hirió a 77. Es probable que esas cifras aumenten con el paso de las horas.

La mayoría de las víctimas tenían menos de diez años. Tras el ataque, Frank McManus, el director de Cruz Roja Internacional para el Yemen, cuyos trabajadores atendieron a los heridos, dijo: “Hoy debería ser el día en que el mundo despertara ante las atrocidades que se perpetran en Yemen… un autocar lleno de escolares no puede considerarse como meros daños colaterales. Incluso las guerras tienen leyes, pero las leyes sin consecuencias no significan nada”.

Sin la cobertura adecuada

No obstante, es difícil que el mundo despierte si los medios occidentales no brindan la cobertura adecuada a la agresión en curso. Puede que hayan pensado que los titulares recogerían sin falta el bombardeo selectivo de un autobús lleno de niños que estaba aparcado junto a un mercado y alejado de cualquier actividad militar por parte de unas fuerzas que disfrutan del apoyo de Estados Unidos y el Reino Unido. Y, sin embargo, no ha sido así.

Por ejemplo, tomemos The Guardian, supuestamente un bastión de valores liberales y preocupaciones humanitarias. Su información sobre el incidente apareció online poco antes de las siete horas de anoche. Sin embargo, esta mañana, no figura ya entre sus trece historias de cabecera y ni siquiera es una de las once historias destacadas en su sección “Noticias del mundo”. Pero sí informaba del deseo de la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, de prohibir las bolsas de plástico.

The Independent, que ahora sólo puede leerse online, y quizá por ello hayan pensado que al estar menos sometido a las presiones de los anunciantes, que impulsan parte de la autocensura de sus primos de la edición impresa, actuaría de forma algo diferente. Pero el Yemen no aparecía entre sus ocho “Historias principales” de esta mañana. Tampoco en su sección de “Más historias”. Aunque las historias sobre los campistas británicos en Francia y las opiniones sobre el Brexit del entrenador del Tottenham Hotspuer, Mauricio Pochettino, estaban allí.

Minimizando los asesinatos

Por supuesto, en cierto sentido, estos medios actúan con total corrección al no considerar la historia como prioridad de sus cabeceras, ya que no hay nada realmente nuevo en la atrocidad del miércoles. De hecho, sólo durante la pasada semana, un ataque aéreo contra un mercado y un hospital mató al menos a 60 personas; esas carnicerías se han convertido en rutinarias. Incluso la matanza de los niños es una práctica habitual: en realidad, los 29 niños asesinados en el autobús bombardeado ayer son sólo una fracción de los 130 niños asesinados cada día en el Yemen   por el hambre y la enfermedad que la agresión ha traído al país.

Además de la mera ausencia de cobertura, la minimización del nivel de las matanzas en el Yemen constituye una segunda forma, más sutil, de apagón mediático. En algún momento, alguien decidió que 10.000 era la cifra de víctimas que había que asociar siempre a la guerra del Yemen, y ese número es el que lleva años apareciendo en todos los artículos sobre el tema.

Realmente, esa cifra supone una subestimación inmensa, teniendo en cuenta que se cree que, sólo durante el pasado año, murieron al menos 150.000 personas a causa del hambre y de enfermedades evitables como consecuencia directa de la agresión contra el Yemen, el bloqueo de sus puertos y los ataques a sus civiles e infraestructura agrícola.

Por tanto, la “cifra de muertos” repetida incansablemente por los medios -y esto incluye, vergonzosamente, a los medios alternativos- es en realidad una fracción diminuta del verdadero nivel de sufrimiento que Occidente y sus compinches están derramando sobre ese país.

Destruyendo Yemen
Otra forma de apagón es presentar el conflicto como una guerra civil. Hubo una guerra civil en el Yemen cuyo final se alcanzó cuando el movimiento Ansar Allah capturó la capital, Sanaa, en septiembre de 2014, y el presidente Abd Rabbuh Mansur Hadi huyó del país. Desde entonces, desde principios de marzo de 2015, lo que ha venido teniendo lugar es un ataque exterior contra el país.

En palabras del historiador Isa Blumi, lo que “está estratégicamente fuera de discusión a ese respecto son los facilitadores externos del imperio cuya guerra ha creado nuevas oportunidades para saquear los recursos del Yemen. En lugar de ver la mano dura del imperio, se espera que las personas de a pie se crean lo que dicen los medios y expertos de los think tanks de que son las propias patologías yemeníes, su atraso social y económico, los que los hacen susceptibles a la violencia y, por lo tanto, a la ‘guerra civil’. Ese tropo de que ‘están en guerra consigo mismos’ se repite continuamente en diversos medios y círculos académicos y confunde finalmente sobre quiénes son los responsables, echándole la culpa al ochenta por ciento de la población de un país que en estos momentos se muere de hambre”.

Una cuarta forma de apagón de los medios consiste en presentar de alguna forma la guerra como una iniciativa de los saudíes que Occidente, en el mejor de los casos, está simplemente “apoyando” o “aceptando” para vender armas y suministros de petróleo. Esto es realmente como poner el carro delante de los bueyes. La verdad es que esta es una guerra de Estados Unidos y el Reino Unido, planificada en los pasillos de Whitehall y Washington, pero ejecutada por sus fieles apoderados del Golfo.

Sabemos ya, por los emails filtrados por Wikileaks el año pasado, que incluso el mismo príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohammad bin Salman, quiere salirse de la guerra. Pero sabe que el dominio del poder que ostenta su familia depende en gran medida del apoyo occidental. Y el precio de ese apoyo es que la política exterior saudí no la determine él. El acuerdo, que se remonta a los días del Imperio británico, consiste en que Occidente provea de seguridad a la familia al-Saud y, a cambio, los al-Saud cedan su política exterior a Occidente. Y, en estos momentos, hay un deseo angloestadounidense de mantener el conflicto en el Yemen.

Grupos antibelicistas como Stop the War tienden a participar de esa narrativa centrada en los saudíes, retratando la reciente visita a Gran Bretaña del príncipe heredero bin Salman, por ejemplo, en términos de una Gran Bretaña inmaculada contaminándose por la asociación con un sangriento “déspota” árabe. Esta es una inversión total de la realidad: la verdad es que el mayor crimen de los saudíes es su colaboración con la clase dominante de Gran Bretaña y Estados Unidos.
Victimismo o resistencia

Pero aún hay otra forma de apagón mediático respecto al Yemen, ante el que incluso sucumben a menudo los medios alternativos (y aquí incluyo algunos de mis trabajos sobre el conflicto en el pasado). Y es la presentación de los yemeníes como meras víctimas pasivas que carecen de voluntad y capacidad para actuar, los desventurados receptores de los bombardeos y las políticas de inanición. En realidad, la lucha del Yemen no es en absoluto una historia de victimismo, sino de resistencia.

Cuando lamentamos los tres años de bombardeos, no deberíamos olvidar que estamos también celebrando tres años de resistencia verdaderamente heroica y extraordinaria. Haber sobrevivido a esas incursiones de castigo durante tanto tiempo demuestra fuera de toda duda que el pueblo yemení, y en especial el movimiento Ansar Allah, contra el que se emprendió esta guerra devastadora, es un movimiento genuinamente popular y representativo; porque si no fuera así, hace años que se habría derrumbado.

El estribillo constante de los medios sobre que los hutíes son meros agentes iraníes que combaten al “gobierno legítimo” está deformando la realidad.

La legitimidad no proviene de ser ordenado por el sacerdocio del capital global, como lo fue Hadi, el expresidente y mariscal de campo, sino por el tipo de apoyo popular que por sí solo permite a un movimiento enfrentarse a una coalición de diez países respaldada por los más poderosos militares en el mundo.

¿Y qué es lo que está impulsando esta resistencia? La determinación de rechazar el proyecto imperial de vender el Yemen, de entregar sus recursos a las corporaciones financieras occidentales y su sistema político a los títeres saudíes. De hecho, al actuar de esa forma, el Yemen hoy no es más que la última encarnación de un espíritu de resistencia ante el capitalismo occidental que se remonta a más de cien años.

Es este espíritu lo que los bombardeos actuales están tratando de aplastar en un acto de la futilidad más brutal. Es este espíritu el que los medios tratan desesperadamente de ocultar. Y es este espíritu el que finalmente verá al imperio, y a todos sus títeres y apologistas, desmoronarse en el polvo. 
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(*) Dan Glazebrook es un periodista especializado en temas políticos y editor de stopstarvingyen.org. Es autor de Divide and Ruin: The West’s Imperial Strategy in an Age of Crisis. Su blog es danglazebrook.com.
Tomado de: Rebelión





EEUU. Trump, actualidad, imagen e historia del imperio en sus venenos

Ramón Pedregal Casanova


DESPUÉS DE CONTEMPLAR EN SU SITIO las diferencias entre las áreas de poder en EEUU, a las espaldas de Trump se alinean los fabricantes y sus fábricas y laboratorios de venenos, plagas y explosivos, armas biológicas, de virus, atómicas, armas de destrucción masiva. Es la historia moderna del imperialismo. Las experiencias anteriores se han ido sumando para fortalecer al régimen que se sitúa al margen de todos los Acuerdos y Tratados internacionales, de Derechos igualitarios y de Paz. Para sostener tal fin ha dispuesto bases militares por 134 países, prisiones secretas e ilegales, bloqueos económicos, bloqueos alimenticios y medicinales, golpes de Estado, magnicidios, invasiones militares, guerras con ejércitos mercenarios, guerras con ejércitos de composición multinacional, presiones políticas, multas, sanciones y castigos sofisticados, siempre en el propósito de establecer la sumisión a su poder, la desigualdad y la ruina de la mayoría. Son bien conocidos los casos de aplastamientos en Latinoamérica, pero debemos tener presente la resistencia antiimperialista de Cuba, Venezuela, Bolivia, Nicaragua, y en el límite vemos a Brasil, México, Argentina…

Si miramos a Oriente Medio vemos en qué ha convertido a Libia, qué hizo con Iraq, qué ha pretendido con Siria, qué hace con Yemen, qué quiere de Palestina,… y en el límite resisten los gobiernos antiimperialistas de Siria, de Yemen, las organizaciones de extracción popular, todos procurando la unidad y llamando a la unidad de sus pueblos y de todos los pueblos contra el enemigo común.

A las espaldas de Trump se alinean los fabricantes y sus fábricas y laboratorios de venenos plagas y explosivos, armas biológicas, de virus, atómicas, armas de destrucción masiva. Es la historia moderna del imperialismo.

Los días 6 y 9 de Agosto se han cumplido 73 años del ataque con bombas atómicas del imperio naciente estadounidense contra el imperio nipón en sus ciudades de Hiroshima y Nagasaki. Con semejante acto el régimen yanqui advertía a los pueblos del mundo de su disposición para establecer y hacer duradera su dominación.

Hoy, en la era del gerente Trump, el emporio armamentístico imperial ha dispuesto que su otro encargado, Mike Pence, anuncie su preparación “con todo” ha reafirmado Trump, para la guerra en el espacio y su dominio del mismo. Igual que lo que nos rodea en éste mundo, también el espacio ha sido declarado por el secretario de defensa James Mattis, “de interés nacional”. Trump ha explicado el concepto “interés nacional” de la siguiente forma: “(interés nacional quiere decir) el dominio estadounidense del espacio”. Ténganlo presente, “interés nacional” es el interés por el dominio. La bomba atómica les dio “el dominio”. El régimen que no firma tratados de paz, viene a decir que le queda por dominar más espacios con las armas.
Aunque a semejantes componentes del aparato mortífero y a sus esbirros les duela saberlo, a 90 millas de su costa Cuba resiste independiente.

Pongamos atención a algunos datos aclaratorios sobre la naturaleza del monstruo.

1861-1865, Guerra de Secesión norteamericana, entre los dos bandos causaron casi 500.000 muertos. Se calcula que 330.000 murieron a causa del empleo por los de la Unión, de la chinche arlequín para arruinar las plantaciones. Derrotar causando hambrunas. Los del Sur emplearon masivamente a los mosquitos que transmitían la malaria. Derrotar causando enfermedad.

Si hasta entonces en las guerras se utilizaban avispas, pulgas, piojos, garrapatas, mosquitos, como armas de transmisión de enfermedades y destrucción de cosechas, fue la guerra norteamericana la primera de la era moderna en el uso de trasmisión de enfermedades a los humanos y a los medios agrícolas para acabar con el enemigo.

El régimen estadounidense tiene una parte de su cimentación en la matanza de sus poblaciones mediante la síntesis de las experiencias anteriores a la modernidad. Como la fuerza imperial radica en la aplicación de la violencia, sus practicantes han buscado durante un tiempo la manera de justificarla, ahora les da igual que su mentira quede al descubierto, por un lado disponen del ejército periodístico y por otro buscan integrar en la vida común sus crímenes como parte de la convivencia.

Pero hay algo que todavía mantienen en la oscuridad, es el arma de destrucción masiva que resulta más barata de producir.

Entre los muchos Acuerdos, Tratados y Convenciones internacionales que no ha firmado, y los que ha firmado ha roto,es de señalar el Convenio Internacional contra el uso de Armas Biológicas. George Bush se negó a aceptarlo declarando que “pondría en riesgo la seguridad nacional y la información comercial confidencial”. Para el conglomerado armamentístico todo obedece a “la seguridad nacional”. El complejo industrial militar, la mayor industria de EEUU, está permanentemente produciendo desestabilización en el mundo por su “seguridad nacional”, no la seguridad de los restantes países. 7.000 millones de personas en el objetivo de un régimen comandado por los productores del armamento capaz de matarnos a todos.

Se habla de las bombas nucleares y no se quita el velo que oculta el arma biológica, química, de capacidad mortal muy superior. El régimen estadounidense mediante agencias, ONGs y otros cuerpos de guerra con apariencia civil, creadas ex profeso, acusa de su empleo a quien quiere derrotar, cuando es ese régimen el que históricamente las ha empleado, es bien conocido el uso que hizo del agente naranja en Vietnam, donde aún persisten sus efectos.

No podemos esperar ningún compromiso de paz de EEUU, cuando para la seguridad de la clase imperial no firma los Convenios de la Biodiversidad, de las minas terrestres, y de la No Proliferación Nuclear, entre otros muchos.

De entre los casos recientes de mentira militar con fines agresivos destaca la propagada para lanzarse a la guerra contra Iraq. Acusaron a éste país de poseer armas de destrucción masiva, y apuntaron hacia Iraq declarándolo una amenaza para “la seguridad …”. La ONU negó esa acusación, pero “la seguridad nacional” de EEUU requería la destrucción de un país emergente y no sumiso en Oriente Medio, además de impedir un opositor a Israel, su otro yo, la división de los países de la zona, la apropiación del petróleo, y otros objetivos geoestratégicos. Otra guerra con el la misma declaración argumental ha sido la emprendida contra Siria: dividir al país, robar el petróleo sirio, abrirse camino a Irán, generar un nuevo conflicto en busca de cerrar el círculo que rodee a Rusia y China, potencias que no le obedecen. Esa es la política de “seguridad nacional”.

El conocimiento de las actividades que el régimen imperial desarrolla en las bases militares que ha establecido en 134 países, ha puesto de relieve, o destaca, que en todas ellas ha creado laboratorios-fábricas de experimentación y generación de armamento biológico y químico. Los laboratorios-fábricas más conocidas debido a sus experimentos se encuentran, en África, en Egipto y Kenia; en Asia: Indonesia y Tailandia; en Sudamérica: Perú y Brasil; en Europa: Ucrania, Georgia, y más allá en Kazajistán. En todos éstos países ha habido fugas, escapes o pruebas, dejando al descubierto lo que se iba conociendo, y que han dado como resultado un número de muertos que no se ha podido determinbar por el silencio que el imperio ha impuesto.

Las denuncias de tales actividades han venido de científicos que han participado en el descubrimiento de las armasmas de destrucción masiva. El núcleo principal de investigación de armas químicas y biológicas lo tienen instalado en Fort Detrick, en el Estado de Maryland, donde entre otros agentes de gurra sintetizan la aflotoxina, sustancia proteínica que daña el hígado y produce cáncer, el virus ébola, y la toxina botulínica, el producto más venenoso que se conoce, a lo que hay que añadir la creación del VIH sida, según la declaración de Milton William Cooper, Alto Oficial de la Ionteligencia Naval Militar de EEUU.

El caso de Cuba merece una atención especial, pues el régimen imperial, ahora representado por Trump, ha empleado sistemáticamente durante decenas de años el armamento biológico-químico para rendir a la Revolución matando su agricultura, acabando con la vida de sus ganaderías y con la vida de las personas. Recojo algunos datos esclarecedores:

En el documento secreto estadounidense “Proyecto Cuba” se enumeraban 32 tareas criminales a realizar, al conjunto le dieron el nombre de “Operación Mangosta”, entre esas tareas se encuentra la acción a llevar a cabo por la CIA de atacar con productos químicos y biológicos las cosechas agrícolas de las que se alimentaba la población cubana. En otro de los objetivos se proyectaba la forma de envenenar químicamente a los trabajadores azucareros cuando se empleasen en la recogida de la caña. Además extendieron el dengue, enfermedad que afectaba de forma hemorragica irreversible al ganado porcino. La sendodermatosis modular bovina, la brucelosis del ganado, el carbón y la roya de la caña, la sigatoka negra con la que atacaron los campos de plátanos, le siguió una enfermedad que mataba a las abejas, la acarosis , el mono azul del tabaco, la roya del café, el new castle y la bronquitis infecciosa de las aves de corral, la conjuntivitis hemorrágica, la disentería, , el dengue serotipo c2, que mató a 158 personas, de las que 101 eran niños. En los años 90 del pasado siglo el imperio ahogó con todas sus fuerzas de bloqueo a Cuba en busca de la rendición por hambre y causo la neuropatía. Junto a todo esto el gobierno del imperio empleó mercenarios para introducir el virus de la tristeza del cítrico, pero se capturó a tiempo a quien se encargaba de su distribución. Otros consiguieron afectar las plantaciones del café con la broca del cafeto.

El general estadounidense que dirigía la “Operación Mangosta”, Edward Lausdale, en el documento ordenaba a la CIA “desplegar el bajo mundo cubano contra Castro, fracturar el régimen desde adentro, sabotear la economía, subvertir a la policía secreta, destruir las cosechas con armas biológicas o químicas, y cambiar el régimen antes de las próximas elecciones al Congreso en Noviembre de 1962”.

Tras numerosas denuncias el presidente Fidel Castro declaró en el V Congreso del Partido Comunista: “ … ellos inventaron todo: como contaminar el azúcar que iba en los transportes de los barcos, cómo afectar el comercio, cómo afectar todo.”

En 1961, con Kennedy, empieza la guerra biológica contra Cuba. El mercenario Eduardo Arocena reconoció ante la Corte Federal de Nueva York haber introducido el Dengue. En diferentes actas del Congreso de EEUU de los meses de Noviembre y Diciembre de 1969 se plasman las intervenciones que van a realizar desde el Sub Comité de Seguridad Nacional y Desarrollo científico del Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes. El Washington Post en 1977 publica las declaraciones de un agente de la CIA sobre el ataque biológico que realizó contra Cuba. Los descubrimientos de los criminales se suceden.

Los medios que Cuba ha empleado para defenderse han partido de los revolucionarios en todos los ámbitos de la sociedad. A los crímenes de Lesa Humanidad cometidos por el régimen de los hipermillonarios estadounidenses y su complejo militar-industrial, los protege el escudo del silencio, la tergiversación y la normalización de su poderoso ejército informativo. No hay más que ver qué acusación sostienen por los más de 650 intentos de magnicidio en grado de frustración en la persona del Presidente Fidel Castro, muchos de ellos mediante venenos químicos y biológicos.

Consiguieron envenenar al presidente del Congo, Patricio Lumumba.

Cada regente ha buscado agredir de manera nueva-vieja a Cuba, y así hemos llegado hasta nuestros días en los que no han podido impedir que el pueblo cubano se pronuncie por medio de 135.000 asambleas realizadas en todas las comunidades y centros de trabajo. El pueblo cubano, como agente político principal, aun en las circunstancias actuales, está elaborando su nueva Constitución porque es libre. Los imperialistas son libres de beberse, respirar y comerse sus armas químicas, biológicas, y todos los venenos de sus laboratorios.

A las espaldas de Trump se alinean los fabricantes y sus fábricas y laboratorios de venenos, plagas y explosivos, armas biológicas, de virus, atómicas, armas de destrucción masiva. Es la historia moderna del imperialismo. Las experiencias anteriores se han ido sumando para fortalecer al régimen que se sitúa al margen de todos los Acuerdos y Tratados internacionales, de Derechos igualitarios y de Paz.

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Fuente: Resumen Latinoamericano

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