sábado, 1 de septiembre de 2018

Testimonio


Sobre José María Arguedas en Sicuani

Juan Alberto Osorio
I

JOSÉ MARÍA ARGUEDAS LLEGÓ a la ciudad de Sicuani el mes de marzo de 1939, como profesor de Castellano y Geografía en el Colegio Nacional Mateo Pumacahua, donde permaneció hasta octubre de 1941. Trabajó en Sicuani dos años y medio.

El colegio era nuevo, fue creado precisamente ese año, 1939, y por lo tanto, Arguedas es uno de los profesores fundadores del mencionado plantel. Acababa de salir de la prisión El Sexto, y es de suponer que de Lima viajó a Arequipa, y de allí, en ferrocarril, a Sicuani.

        Sicuani era entonces una ciudad en muchos aspectos sorprendente, que al parecer no le llamó la atención, pese a que  solía recorrer la ciudad y el campo, observando todo, con  cámara fotográfica, un cuaderno de apuntes, y acompañado de su esposa Celia Bustamante. Había contraído matrimonio con ella, en Sicuani.

Pequeña ciudad de mestizos la llamó alguna vez Arguedas, calificación al parecer bastante inexacta, pues se trataba de una de las capitales de provincia más desarrolladas del sur del país. Sicuani era una pequeña ciudad cosmopolita, aunque no tan pequeña. Allí se podía encontrar personas de diferentes lugares del país y del extranjero. Estaban los palestinos, “la colonia más numerosa del departamento del Cusco, estaba afincada en Sicuani, donde instalaron negocios de telas, y excepcionalmente se dedicaban a otras actividades… En algún momento, los Salomón incursionaron en la fabricación de aguas  gaseosas “La  Americana”, de la calle Bolognesi  de la capital canchina, y los Jarufe en el negocio hotelero” (1) En Sicuani eran varias las familias palestinas (Jarufe,Salomón, Atala, Hasbun)  y chinas, (Siu y Lao), dedicadas a distintos negocios. También estaban radicadas allí, cuatro o cinco familias de la antigua Yugoslavia, (Vusetich, Milicich, Lucsich, Zvietcovich) y descendientes otras nacionalidades (Ghering,  Masciotti, Lewis). También estaba el ingeniero inglés, jefe del sevicio técnica en la estación ferroviaria, y algún otro extranjero en la Fábrica de tejidos Maranganí. Pero la migración mayor prevenía de Arequipa y Mollendo. También había algunas familias puneñas. Tal era la migración arequipeña, que llegado un  momento, casi la mitad de la población, era de origen arequipeña, por lo que a Sicuani se la denominó “Arequipa chico”. Esta composición social y la disminución de su relación con el Cusco, en los dieciocho años en los que el ferrocarril tuvo allí su estación terminal, hace que en Sicuani se desarrolle un espíritu separatista del Cusco. Este sentimiento anticusqueño duró más de cincuenta años, hasta aproximadamente mediados de la década del sesenta, del pasado siglo. Esto dio lugar a contiendas parlamentarias, periodísticas, educativas, literarias,  sociales, y de otra índole, y se postuló la formación del Departamento del Vilcanota, con su capital Sicuani.

De Sicuani, sorprendía su desarrollo económico, administrativo y cultural. Se la consideraba, y se la considera  como un “puerto seco”. Allí se centralizó una intensa actividad comercial hacia Arequipa, Puno, y las otras provincias  del Cusco. Sicuani tiene  alumbrado eléctrico desde 1910, administrada por una pequeña empresa hidroeléctrica local, que después pasó a ser  propiedad de la fábrica Maranganí. Su desarrollo industrial era importante para la época, así como las actividades de transformación. “La fábrica de tejidos Maranganí tenía un amplio radio de acción, era la industria más importante de la provincia. En 1930 contaba con más de ciento cincuenta obreros y su producción de géneros de lana eran vendido en todo el país a través de diez sucursales suyas ubicadas en Lima, Callao, Chiclayo, Huancayo, Mollendo, Arequipa, Puno, Juliaca, Cusco y Sicuani. Además parte de su producción se exportaba a Bolivia” (2). Además, en Sicuani habían fábricas de agua gaseosa, y actividades de transformación, como molinería, peleterías (empresas familiares, con más de veinte personas trabajando), fábrica de velas y jabones, producción de bayeta, lanerías (tiendas que acopiaban lana de las zonas altas, cuyas matrices estaban en Inglaterra, y sus subsidiarias en Arequipa). La lana se embarcaba de los almacenes de exportación de la estación ferroviaria de Sicuani a Mollendo, y de allí al extranjero. También habían actividades de matalmecánica, algunos sociólogos afirman que una ciudad es ante todo un mercado, y Sicuani lo era, y es, y de grandes proporciones. Incluso antes, desde  la década del veinte, habían comerciantes que eran a su vez agentes o representantes de bancos extranjeros,  como el italiano y el inglés, o representaban a empresas limeñas o extranjeras, cuya subsidiarias estaban en Arequipa, como lo afirma Patricia Ruiz Bravo en la obra ya mencionada.

II

La región de Sicuani siempre fue de gran movilidad social. Cuando Arguedas llega hacía más de cincuenta años que el ferrocarril  está en funcionamiento en esta ciudad, y eso significa una dinamización  de las relaciones comerciales y sociales, más aun si se tiene en cuenta que Sicuani fue estación terminal por casi veinte años.  El ferrocarril llegó a Sicuani, en 1893. Poco después, se constataba la transformación que los medios de transporte habían ocasionado en la provincia.  Diariamente llegaban trenes de pasajeros de Arequipa y Mollendo, en horarios fijos. Los de carga surcaban en el día y en la noche, en horarios especiales. Los anplios almacenes de importación y exportación, como el de equipajes de la estación estaban siempre llenos, y el trabajo de más de treinta años estaban esa arduo, en el día y la noche. Dieciocho años después, el tren pasaba al Cusco, y Sicuani tendría un tren más, el llamado “local”. Salía todos los días, temprano al Cusco, y regresaba a Sicuani, al borde de las ocho de la noche. Este tren “local” las últimas las ocupaban los campesinos  que viajaban en bancos de madera maciza  que cubría todo el largo del vagón, con cuatro  filas de asientos, con sus respectivos respaldos. Viajaban con sus bultos, sus familias, sus productos, y hasta con animales menores. Los vendedores  viajeros recorrían  los vagones, y en mayor proporción,  expendían sus productos en los de segunda y tercera. Pero también estaban las  llamadas góndolas, que eran omnibuses en los que también se viajaba con  bultos, hasta con animales menores. Y, finalmente, estaban los camiones y la bicicleta, que los campesinos  usaron desde temprano. La oficina de correos y telégrafos (estatal) recibía y remitía encomiendas, cartas y telegramas y giros a todo el país. El ferrocarril hacía lo mismo, con encomiendas, telegramas y giros entre todas las estaciones, desde Mollendo hasta el Cusco. Sicuani siempre tuvo una comunicación privilegiada.

Arguedas vio todo esto, los productos marinos, y otros de la costa en los mercados y  en las bodegas de  comerciantes, algunos  extranjeros .Vio como la gente  viajaba de manera  febril en distintas direcciones. Se detuvo en la feria dominical  que los campesinos y mestizos efectuaban, ocupando las calles  y plazas de la ciudad. Arguedas  escribió su artículo  titulado La Feria, publicado en la Prensa de Buenos Aires, en 1941, en el que compara esta feria de Sicuani,  con otras del centro del  país, calificándolas como las más grandes de la sierra peruana en esos  tiempos.

Además, por aquella época el ferrocarril comunicaba con el extranjero. En Sicuani, como en otras estaciones,  podía adquirirse  pasajes para La Paz. El convoy ferroviario surcaba el lago Titicaca en un  transbordador  hasta la estación boliviana de Guaqui, y de allí a la Paz. De la capital boliviana, partían dos líneas férreas, una  llevaba a Río de Janeiro, y la otra, a Buenos Aires. Hasta la década del 60, jóvenes sicuaneños, y de otras ciudades, recorrieron estos ferrocarriles en busca de una profesión, y también comerciantes. Estudiaban en ciudades de Argentina, Brasil y Bolivia. Algunos marchaban a España, en los años veinte. Por ejemplo, en Madrid había una Asociación de Estudiantes Latinoamericanos, entre los cuales se contaban varios sicuaneños, como el poeta César Cáceres Santillana, que fue vice presidente de esta asociación.

Esta comunicación ferroviaria influyó grandemente en lo cultural. En Sicuani, en esos años arguedianos, estaba uno de los gestores en la creación del colegio, don Alonso Toledo, cajamarquino, que no sabemos cómo llegó a Sicuani, allí se dedicaba a la venta (a veces visitando las casas, negocios, y oficinas) de publicaciones, algunas de ellas  argentinas. Pero estaba también don Martín, con su uniforme azul, y su  kepís, vendiendo estas publicaciones en los vagones ferroviarios, y en las estaciones. A ambos los conocí  en  mi niñez. Don Martín iba hasta La Paz, no sé si más allá. Mi padre, como tantas personas, adquiría la difundida revista de actualidades Leoplán, que traía una sección literaria. También circulaban las revistas Chacra, sobre asuntos agropecuarios; Billiken,  para niños, y  Crack, sobre fútbol. Todas  publicaciones  argentinas. Llegaban puntualmente diarios de Arequipa, y después, del Cusco, y también allí estaba el semanario sicuaneño, con su suplemento literario, La verdad, donde colaboró Arguedas. Lima estaba  muy lejos, las publicaciones llegaban  con retraso, de modo que el interés en ellas era menor. No podemos dejar de mencionar las emisoras  radiales extranjeras: Illimani de Bolivia, Belgrano  y Rivadavia, de argentina.  De Lima,  las emisoras no ingresaban o lo hacían con dificultad. El tango era muy escuchado y apreciado; circulaban modismos argentinos en el lenguaje popular, y se hablaba de fútbol argentino, de sus clubes y jugadores.

Además, Arguedas llegó a una ciudad con un pasado histórico  importante. “En 1836, el 17 de marzo, en la quinta Lecaveratz, de la entonces villa de Sicuani, se inició el Congreso Sud Peruano. Los diputados del Cusco, Puno, Arequipa y Ayacucho acordaron la constitución del Estado Sud Peruano; diseñaron y enarbolaron la bandera del nuevo Estado” (3) Mucho antes, por Sicuani pasó el primer ejército peruano, el de Túpac Amaru, en 1780. El 26 de enero de 1782, las tropas de Diego Cristóbal Túpac Amaru, primo de José Gabriel, ingresan a  la Plaza de Armas de Sicuani, para la firma del Armisticio, que los españoles traicionaron, como siempre. En esa misma Plaza fue ejecutado el Brigadier Mateo Pumacahua, en 1815.

III

Cuando José María Arguedas llega a Sicuani,  encuentra una ciudad con una tradición literaria y cultural. Sabemos que él escribió allí su novela Yawar Fiesta (1941). El avance en esta escritura era comentado en las cartas que dirigía a Lima a sus amigos Manuel Moreno Jimeno y Carlos Cueto Fernandini. José María Arguedas encontrará en el Colegio Pumacahua a colegas que escribían, como el profesor Víctor Santander Cascelli, poeta; el padre Jorge Arístides Lira Prieto, etnólogo, lingüista, poeta, recopilador de literatura oral (Isicha  Puytu, Tutupaca llaqta y otros), que tenía como relatora oral, a la campesina Carmen Taripha, su sirvienta. Arguedas y el padre Lira hicieron trabajos juntos.

Arguedas ocupó dos viviendas durante su estadía en Sicuani. “Cuando el doctor José María Arguedas llegó a esta tierra de Canchis, ubicó su domicilio en la Avenida Centenario, en un chalet de la familia Jarufe, luego se trasladó a la avenida Grau, a la  casa del señor Francisco Zavala, donde radicó hasta antes de irse a  la ciudad de Lima”, (4) dice el doctor Adrián Quispe Alanoca, que fue alumno, en testimonio, del se desprende que la primera vivienda que Arguedas ocupó  en Sicuani, perteneció a la familia Jarufe, y que después pasó a ser  propiedad del poeta José Audaz del Castillo.

En el campo literario, recordemos que Sicuani está vinculada a la escritura del  drama Ollantay (1760). El sacerdote Antonio Valdéz fue párroco en ese tiempo en Sicuani. En Tinta, un distrito de la provincia, vivió Clorinda Matto de Turner, y  allí escribió su novela Aves Sin Nido (1889), llevando a la ficción con el nombre de Killac a esa villa. Por los años que Arguedas estuvo en Sicuani, había por toda la región un auge del teatro quechua. Muchos autores se sucedieron en la producción de comedias y tragedias, los cuales fueron estudiados por extranjeros y peruanos, como el francés César Itier. En Sicuani, el músico Gabriel Aragón Claros hacía representaciones de teatro, que eran peculiares, y sin textos escritos. No sé si en esa época o unos años después, también hacía teatro Andrés Alencastre, a quien Arguedas, tiempo después  calificará  como el mejor poeta quechua de la primera mitad del siglo XX. También por allí debió estar el sacerdote Nemesio Zuñiga Cazorla, autor de una treintena de obras de teatro quechua, y que tiempo después me bautizara en el templo matriz de Sicuani.

        Pero en el pasado inmediato, está una intensa actividad literaria en torno al semanario La Verdad, que circuló por casi medio siglo. El suplemento literario traía, colaboraciones de Lima, Arequipa, Cusco y del extranjero. Allí, después, Arguedas tuvo una participación. Luis Nieto Miranda, nacido en Sicuani, en 1910, se inició en la poesía en sus años de estudiante de la Universidad Nacional de San Agustín. Exiliado del Perú, publicó en Bolivia su libro Los Poemas Perversos (1932), y en Santiago de Chile, Puños en Alto (1938). En 1941 estuvo de regreso al Perú. Siguió la ruta de Arequipa, Sicuani, Cusco. No sabemos si se encontró con Arguedas,  porque Luis Nieto  ya radicado en Cusco, iba con frecuencia, a visitar a sus padres a Sicuani. Nieto tenía una concepción más actual, más presente, del indio. Arguedas era un buscador de cosas antiguas, tenía un espíritu arqueológico. Mientras Arguedas iba a las comunidades campesinas alejadas, en busca de algunas expresiones culturales tradicionales, costumbres que subsistían. Nieto ve al campesino como es en ese momento. Todo esto en los mismos años Arguedas es indigenista, Nieto tiene una mirada que corresponde a una etapa posterior, a un post indigenismo o cholismo. Arguedas gustaba de “reconocer incansablemente los ayllus (comunidades  campesinas) circundantes a la ciudad de Sicuani, como Suyo, Aqota, Chihuaco, Phalla, Anza, Hercca y otras. Así como pasear cotidianamente por las quebradas de Tiaccollo, Sútoc, Pampacucho, Taruka, San Felipe y otras que circundan esa ciudad”. (5)

        Por los años en los que Arguedas trabajaba en Sicuani, se radicó allí, el poeta José Cirilo (Audaz) del Castillo y Gutiérrez. Parece que Del Castillo invitó a Arguedas a su casa en Langui. Esto se deduce de la carta que Arguedas le envía, en enero de 1941, y publicado después en el diario El Comercio del Cusco. La carta es breve. Parece que Arguedas no conoció por estos años al poeta quechua Andrés Alencastre, porque cuando éste llega como profesor al colegio, Arguedas ya se encontraba en Lima. En cambio sí hubo amistad  de muchos años entre Luis Nieto y Andrés Alencastre. En una fotografía se ve a Luis Nieto en la casa de Alencastre en El Descanso, junto al fotógrafo y cineasta Eulogio Nishiyama, al escritor Hernán Velarde y otras personas. La foto fue tomada por la escritora Alfonsina Barrionuevo.

IV

En la década del 20, existe en Sicuani una actividad literaria muy intensa e interesante, la promueven el poeta sicuaneño César Cáceres Santillana, y el poeta y editor José Z. Portugal. Cáceres Santillana estudió el nivel secundario y parte del superior en Arequipa. Con respecto a ambos, una noticia decía: “Se da cuenta  de la constitución en Arequipa de la Juventud Universitaria Vilcanota (estudiantes canchinos)” (6). La nota periodística añade que como presidente de esa asociación estaba César Cáceres Santillana y como secretario, José Z. Portugal. Por la información que se posee, se deduce que Cáceres Santillana, que entonces tenía veintidós años de edad, retornó a Sicuani por breve tiempo. En 1923, publica allí tres números de una revista pulcramente editada, con colaboraciones del país y del extranjero, que lleva el título de Vórtice. Luego se  marcha a España para estudiar Jurisprudencia, donde se encuentra con otros estudiantes sicuaneños. En España publica Alba Gris (1924), con prólogo de crítico español Rafael Cansinos Assens, y Cuarto Creciente (1930), con palabras liminares del crítico venezolano, Rufino Blanco Fombona. Ya abogado retorna a  Sicuani donde continúa su labor literaria, y muere, tiempo después, no se sabe si en Yauri o Yanaoca. De  todo esto se deduce que desde la década del treinta, Cáceres Santillana estuvo en Sicuani. No hay ninguna noticia de su relación con José María Arguedas. Cáceres había nacido los primeros años del novecientos y fallecido, aproximadamente, en 1960. A mediados de la década del treinta, ya debió estar en Sicuani, de retorno de España.

        Similar es el caso de José Z. Portugal, poeta cusqueño que habría vivido en diversos lugares del país: Arequipa, Juliaca, Sicuani, Trujillo y Lima. Portugal, entre 1927 y 1929, publicó en Sicuani quince números de un boletín, denominado Anunciador Kvntvr. Noticiario mensual de divulgación i defensa de Vida y Arte. Boletín de corte indigenista, como correspondía a la época, y era enviado desde Sicuani a diversas ciudades del Perú y del extranjero. Además, Portugal, con su pequeña imprenta, se convirtió en editor, publicó libros de distintos autores, como Un chullo de poemas (1928),  de Guillermo Mercado. Ediciones cuidadas y gran calidad, mejores que las hechas en otras ciudades del país, dice él mismo en su boletín. Todo esto dejó Portugal en Sicuani, más colaboraciones que él y Cáceres Santillana hacían en el suplemento literario del seminario La Verdad, que era una empresa periodística formal y estable, con su director Adrián Durant Gonzáles, su plana periodística, oficinas de redacción y propios talleres. Tal parece que José María Arguedas no tuvo relación con César Cáceres Santillana y José Z. Portugal. Portugal, después de sus andanzas por otros lugares (lima, Trujillo), volvió al Cusco, donde habría fallecido en la década del setenta.

El campesino  de esta zona ingresa en un rápido y temprano mestizaje, en buena medida étnica, y mucho más, cultural. Por la década del veinte estuvo en Sicuani  el poeta arequipeño, de ancestro canchino, Guillermo Mercado, trabajó allí y colaboró en La Verdad. Su poesía da cuenta del colorido, y las vivencias del campesino de la zona. Después, es el poeta sicuaneño Luis Nieto Miranda, quien daría la imagen del nuevo indio, de ese indio transformado por la modernización de la vida en la región. Nieto, el año de 1940, escribe y publica su libro Charango. Allí aparece el campesino provocador, lisurento, jaranero, picantero, que enamora a los mujeres con sus cantos y su instrumento, el charango. Con est libro, Nieto obtuvo el Premio nacional José Santos Chocano de Fomento de la cultura, junto con Mario Florián y Luis de Rodrigo.

V

El Colegio Nacional Mateo Pumacahua fue creado, como plantel de educación secundaria, el 05 de enero de 1939. Inició sus labores el 10 de abril de ese año. Es el primer plantel de este  nivel en la provincia de Canchis, que es además la primera provincia del Cusco en tenerlo. Aunque existe información parcial del funcionamiento precario de colegios de educación secundaria, de señoritas y varones, en Sicuani, desde 1850 .Se dan nombres de quiénes las dirigieron, de su carácter de privados, y que se mantenían por poco tiempo. Los jóvenes sicuaneños eran enviados a Cusco, Arequipa y Lima para realizar estos estudios, y obviamente podían hacerlo quienes tenían  posibilidades económicas.

Los pedidos de creación de un colegio de secundaria en Sicuani, tenían ya mucho tiempo. Parece que en estos pedidos había la oposición de las autoridades educativas del Cusco,  que muchos interpretan como motivada por la rivalidad existente entre Cusco y Sicuani. Desde inicios del siglo XX hasta la década del 60, se postula la creación del Departamento del Vilcanota, con su capital Sicuani. En 1940, José María Arguedas hace una defensa  del Colegio Pumacahua. Viaja al Cusco, entrega un documento, y da lectura al mismo en una emisora radial. Dice que el colegio funciona bien, que es uno de los mejores colegios, con un director, el estoniano John Hartan de Fell, con amplia experiencia en el país y el extranjero. Menciona a toda la plana docente, destacando su experiencia en varios colegios del país, y que eran de Lima y de otras ciudades. Por qué había que defender al Colegio Pumacahua. El colegio se creó a través de una comisión que viajó a Lima, para entrevistarse con el Ministro de Educación, general Ernesto  Montagne Markholz, que años antes había estado destacado en el cuartel militar que había en Sicuani. El ministro dispone la creación del colegio, y eso parece que disgustó a las autoridades del Cusco. El Colegio Pumacahua empieza su funcionamiento con los años (grados) de primero, segundo, tercero,  con algo más de sesenta alumnos. Hoy tiene más de cuatro mil.

VI

Aquí podría haber pie para hacer una objeción a José María Arguedas. Escribió que estaba luchando, a diario con sus alumnos mestizos del Colegio Pumacahua, en el duro aprendizaje del idioma castellano. Hay en esto una exageración.

El deseado dominio del castellano por parte de los alumnos del colegio, no se ajusta a criterios lingüísticos ni encaja en la historia de la educación en el Perú. En lo primero, del alumnado del colegio en 1939, cuando Arguedas empieza su trabajo, se da una información equivocada. Hay en Arguedas, al parecer, una tendencia a extremar este asunto.

Tomemos como fundamento el alumnado que Arguedas tuvo en 1939, cuya nómina existe y se ha publicado varias veces .Gráficamente  está la fotografía panorámica publicada también varias veces. Para esta ocasión  manejamos la que  aparece en el libro  Kanchi, la provincia de Canchis a través de su historia,  compilación de Vicente Guerra Carreño. Lima, (Ed. Humbold, 1978). Esta referencia está fundada, porque al pie de la fotografía o leyenda, aparecen los nombres de los alumnos, siguiendo el orden  en que estan ubicados  (varias filas), y también el de los profesores. Varias veces contemplé esta fotografía de los alumnos fundadores del colegio, y en ella se encuentra apenas  dos o tres alumnos provenientedel campo, en quienes se podría advertir las  dificultades  señaladas por Arguedas, y eso también resulta discutible, lingüísticamente.

        Dos de esos alumnos eran  de lugares  próximos, de las afueras de la ciudad, quizá a una o dos horas de distancia, y llegaban caminando al colegio, o probablemente en bicicleta, como lo hacían  los alumnos que del campo cuando  iban a los colegios  y escuelas de la ciudad. Ahora lo hacen  en vehículos de transporte urbano de pasajeros, y en las tradicionales bicicletas. Aunque ahora hay colegios de educación secundaria en todo lugar, y también en el campo. En la comunidad campesina de herca donde Arguedas hizo algunos trabajos, existe hoy un colegio secundario que lleva su nombre. El tercer alumno, de quien no se sabe nada, parece  que volvió a su comunidad campesina, esta  sí lejana, pero cuya familia  debió tener alguna solvencia económica para  el sustento del muchacho en la ciudad. Los otros dos sí  han dejado noticias del curso de sus vidas: uno llegó a abogado, y  el otro, a sacerdote.

Los jóvenes campesinos a los que alude Arguedas eran bilingües,  y sin duda tenían un dominio  coordinado del castellano, así lo determinaba el medio social, en constante interacción, también la propia realidad lingüística. El aprendizaje del castellano, en el campo, empezaba en hogar, paralela al quechua y se ampliaba con  las relaciones sociales permanentes. Esto si el quechua era la lengua materna. Esa apropiación  del castellano, seguía de manera exclusiva  en la vida escolarizada. Esos jóvenes que llegaban al colegio, tenían seis o más años  de vida escolar, dictados  enteramente en castellano. No creo que llegaran a secundaria a aprender el castellano, a perfeccionarlo sí, como ocurre con todos, en unos más, en otros menos. Que hubiera interferencias lingüísticas, siempre las hay. Toda persona que aprende otra lengua va a tener interferencias lingüísticas. No creo que es el caso de los alumnos del Colegio Pumacahua haya sido tanto, como  para hacer de ello un problema. El perfeccionamiento del aprendizaje de una lengua es un proceso permanente.

Los demás alumnos provenían de otros estratos sociales y tenía al castellano como su lengua materna, y seguramente  distintos grados de dominio del quechua, lo que también producía interferencias. Todos los alumnos del segundo y del tercer año de estudios venían de otras ciudades en los que habían estudiado, a veces desde la primaria, como Cusco, Arequipa y Lima. Los de primer año provenían del Centro Escolar 791, que tenía primaria completa o también de las ciudades mencionadas, donde habían hecho sus estudios desde  primaria. Como verán,  Arguedas exageró este asunto, como lo hizo cuando afirmó que el castellano lo había aprendido, en su infancia, a las ocho o nueve años. Arguedas fue hijo de los patrones y tuvo al castellano como lengua materna, pero desde temprano aprendió el quechua, como lo hicieron y hacen centenas de miles de niños en el Perú, y no dramatizan esta situación. Este diagnóstico de la situación lingüística de los primeros alumnos del Colegio Pumacahua está avalado además por las familias a las que pertenecen. En cuanto a la historia de la educación, se puede precisar cuándo los niños campesinos tienen acceso a los estudiosprimarios, y cuándo llegan los primeros alumnos campesinos a los colegios de educación secundaria, y a las universidades.

VII

José María Arguedas organizaba dentro del plantel concursos literarios y actuaciones artísticas, además de las composiciones sobre temas que hemos mencionado y relativos al campo. Varios de estos alumnos terminaron escribiendo poesía, y elaborando una obra importante y de calidad. Entre ellos, podemos mencionar a Arturo Castro Loayza, seguramente el más prestigiado, ganador de concursos literarios en el Cusco.  Publicó varios libros, y se le calificó como el poeta de más alto vuelo lírico de su generación. Viajó a Lima donde trabajó como periodista, y murió allí, en 1974. Está mencionado en algunos libros de la literatura Peruana. Blas Valerio Aguilar es otro de los poetas alumnos de Arguedas en el Colegio Pumacahua. Fue abogado y desarrolló un intensa labor literaria en Sicuani y Cusco, hasta su trágico fallecimiento en 1960, que truncó una vida en plena madurez. Demetrio Zamalloa es otro de los poetas surgidos en las aulas del Colegio Pumacahua, y alumno de Arguedas Tiene una obra dispersa en publicaciones periódicas. Su poesía es de calidad que ha sido destacada en varios estudios.

Concluimos estas reflexiones con una interrogante ¿Por qué Arguedas no fijó su atención en la ciudad en la que trabajó dos años y medio? Sicuani era una ciudad distinta de las que conoció. Una capital de provincia con industrias, actividades de transformación y un comercio intenso; con una población local diversa, y otra foránea, radicada allí. Arguedas fue una población atenta al entorno social, pero prefería el campo, contagiados o incluidos por él, sus alumnos hicieron trabajos de similares preocupaciones. Bajo el criterio de conocer el medio, pero eso medio era también la ciudad. En ella habían asuntos importantes para indagar, como la llegada de esas familias extranjeras, sus costumbres y su integración a la sociedad sicuaneña; la estructura social de la ciudad; los turistas que diariamente pasaban en una  y otra dirección; el ferrocarril, las carreteras que estaban transformando la ciudades y el campo de toda la ruta; los jóvenes que iban al extranjero para lograr una profesión (Brasil, Argentina y Bolivia); la influencia cultural extranjera, particularmente Argentina, los escritores en Sicuani de esa época: César Cáceres Santillana, José Z. Portugal, Luis Nieto, Audaz del Castillo y otros; las revistas y libros editados en la ciudad; el drama Ollantay y la novela Aves sin Nido; la feria de Pampacucho, su origen e importancia religiosa y comercial; costumbres propias de la ciudad, como la chiuka, una especie de poli con mazos de madera y una bola de piedra; los carnavales en Sicuani, en los que se conjuncionan varias procedencias. En fin, había también tantos asuntos interesantes en la ciudad.

Notas:
(1) Zegarra Balcázar, Eduardo. Turcos  y chinos en Sicuani. En Canchis, Nro 7, Lima, 2012, pág. 52.
(2) Ruiz Bravo, Patricia. Sicuani la ciudad en el problema regional. Cusco, Centro Bartolomé en las Casas, 1986, Pág 36.
(3) Guerra Carreño, Vicente.  Kanchi, la provincia de Canchis a través de su historia, Lima, Ed. Humboldt, 1982, pág. 131.
(4) Quispe Alanoca, Adrian. En revista cultural, Nro 01, Sicuani,  2014, pág.17.
(5) Cáceres Villa, Luis. Revista Canchis, Lima, 2012, pág. 35.
(6) El siglo. Puno, 11 de julio de 1921, pág. 3.

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