domingo, 1 de febrero de 2015

Comentario de Libros

Octavio Paz:
“El Laberinto de la Soledad”

(Tercera Parte)

Julio Roldán


Menciona de igual modo que el descubrimiento y la conquista fueron, por un lado, empresas medievales y por otro lado, empresas renacentistas. Este mundo sin perfil pero violento se fundió con el mundo antiguo-autóctono de igual modo violento. De esas dos violencias nace México: "Si México nace en el siglo XVI, hay que convenir que es hijo de una doble violencia imperial y unitaria: la de los aztecas y la de los españoles." (Paz 1982: 90).

Un hecho capital en la conquista y sobre todo en la colonia es el rol de la religión católica, la misma que en Europa se reducía y entraba en crisis, en América se extendía sobreponiéndose y mezclándose con las religiones nativas. Esto ha contribuido a la riqueza de las creencias y a la pobreza de otras formas de expresión: "El fervor y la profundidad de la religiosidad mexicana contrasta con la relativa pobreza de sus creaciones. No poseemos una gran poesía religiosa, como no tenemos una filosofía original, ni un solo místico o reformador de importancia." (Paz 1982: 95).

     Uno de los intentos de creación sería la obra de sor Juana de la Cruz, que fue un intento de búsqueda, de escapar de ese doble control de lo antiguo y de lo moderno. Veamos: "Su imagen es la de una solitaria y melancólica que sonríe y calla. El silencio, dice ella misma en alguna parte, está poblado de voces. ¿Y qué nos dice su silencio? Si en la obra de sor Juana la sociedad colonial se expresa y afirma, en su silencio esa misma sociedad se condena. La experiencia de sor Juana, que acaba en silencio y abdicación, completa así el examen del orden colonial. Mundo abierto a la participación y, por lo tanto, orden cultural vivo, sí, implacablemente cerrado a toda expresión personal, a toda aventura. Mundo cerrado al futuro." (Paz 1982: 105).

El siguiente capítulo trata De la independencia a la revolución; en él, Paz sostiene: "La Independencia hispanoamericana, como la historia entera de nuestros pueblos, es un hecho ambiguo y de difícil interpretación porque, una vez más, las ideas enmascaran a la realidad en lugar de desnudarla o expresarla. Los grupos y clases que realizaron la Independencia en Sudamérica pertenecían a la aristocracia feudal nativa; eran los descendientes de los colonos españoles, colocados en situación de inferioridad frente a los peninsulares". En consecuencia, agrega un párrafo después: "... la lucha por la Independencia tendía a liberar a los `criollos´ de la momificada burocracia peninsular aunque, en realidad, no se proponía cambiar la estructura social de las colonias." (Paz 1982: 109).

      Luego de esta acción: ¿Qué pasó con los nuevos grupos que tomaron el Poder? El autor responde en estos términos: "... una vez consumada la Independencia las clases dirigentes se consolidan como las herederas del viejo orden español. Rompen con España pero se muestran incapaces de crear una sociedad moderna. No podía ser de otro modo, ya que los grupos que encabezaron el movimiento de Independencia no constituían nuevas fuerzas sociales, sino la prolongación del sistema feudal." (Paz 1982: 109 y 110).

En esta etapa, como consecuencia de la demagogia de estos grupos, es cuando aparece el epidérmico por un lado y por otro lado el brutal nacionalismo. Paz lo enfoca así: "Los `rasgos nacionales´ se fueron formando más tarde; en muchos casos, no son sino consecuencia de la prédica nacionalista de los gobiernos. Aún ahora, un siglo y medio después, nadie puede explicar satisfactoriamente en qué consisten las diferencias `nacionales´ entre argentinos y uruguayos, peruanos y ecuatorianos, guatemaltecos y mexicanos." (Paz 1982: 110).

    Continúa enjuiciando el ordenamiento liberal y democrático en esta parte del mundo: "Cada una de las nuevas naciones tuvo, al otro día de la Independencia, una constitución más o menos liberal y democrática. (...) En Hispanoamérica sólo servían para verter a la moderna las supervivencias del sistema colonial. La ideología liberal y democrática, lejos de expresar nuestra situación histórica concreta, la ocultaba. La mentira política se instaló en nuestros pueblos casi constitucionalmente." (Paz 1982: 110 y 111).

Termina esta primera parte del capítulo diciendo: "La libertad y la igualdad eran, y son, conceptos vacíos, ideas sin más contenido histórico concreto que el que le presentan las relaciones sociales, como lo ha demostrado Marx. Y ya se sabe en qué convirtió esa igualdad abstracta y cuál fue el significado real de esa libertad vacía." (Paz 1982: 116).

Luego de esta etapa vendrá un momento de reacomodo, que significa, en alguna forma, de tránsito a la semi-feudalidad y a la semi-colonialidad. Este momento histórico-político lo encarna el positivismo formal, a nivel de las ideas, y Porfirio Díaz en la vida político-práctica. Cuando se refiere a este personaje dice: "En realidad, el porfirismo es el heredero del feudalismo colonial: la propiedad de la tierra se concentra en unas cuantas manos y la clase terrateniente se fortalece. Enmascarada, ataviada con los ropajes del progreso, la ciencia y la legalidad republicana, el pasado vuelve, pero ya desprovisto de fecundidad. Nada puede producir, excepto la rebelión." (Paz 1982: 117 y 118).

Y en torno al positivismo: "La época de paz necesitaba una filosofía del orden. Los intelectuales de la época la encontraron en el positivismo de Comte, con su ley de los tres estados y, más tarde, en el de Spencer y el evolucionismo de Darwin. El primitivo, abstracto y revolucionario principio de la igualdad de todos los hombres deja de regir las conciencias, sustituido por la teoría de la lucha por la vida y la supervivencia del más apto. El positivismo ofrece una nueva justificación de las jerarquías sociales. Pero ya no son la sangre, ni la herencia, ni Dios, quienes explican las desigualdades, sino la Ciencia." (Paz 1982: 118).

Finalmente el otro gran tema: "La Revolución mexicana es un hecho que irrumpe en nuestra historia como una verdadera revelación de nuestro ser. Muchos acontecimientos -que comprenden la historia política interna del país, y la historia, más secreta, de nuestro ser nacional- la preparan, pero muy pocas veces, y todas ellas débiles y borrosas, la anticipan". Y en torno a la orientación ideológica de la misma: "La ausencia de precursores ideológicos y la escasez de vínculos con una ideología universal constituyen rasgos característicos de la Revolución y la raíz de muchos conflictos y confusiones posteriores." (Paz 1982: 122 y 124).

Paz explica la participación masiva de los campesinos en la Revolución, por dos motivos: "Los campesinos mexicanos hacen la Revolución no solamente para obtener mejores condiciones de vida, sino para recuperar las tierras que en el transcurso de la Colonia y del siglo XIX les habían arrebatado encomenderos y latifundistas." (Paz 1982: 127).

Luego: "La Revolución se convierte en una tentativa por reintegrarnos a nuestro pasado. O, como diría Leopoldo Zea, por `asimilar nuestra historia´, por hacer de ella algo vivo: un pasado hecho ya presente". Pero como sus posibilidades en sí mismas se agotan: "La Revolución no tuvo más remedio que hacer suya el programa de los liberales, aunque con ciertas mitificaciones. La adopción del esquema liberal no fue sino consecuencia de la falta de ideas de los revolucionarios. La realidad que la `inteligencia´ mexicana ofrecía eran inservibles. La realidad las hizo astillas antes siquiera de que la historia las pusiese a prueba." (Paz 1982: 130 y 131).

Ligado a los problemas internos, especialmente el papel de la clase dominante que no llegó a transformarse en una burguesía nacional, y con esto terminamos el capítulo, menciona el otro problema: "...la influencia del imperialismo frustró en parte  la posibilidad de desarrollo de una burguesía nativa, que  sí hubiera hecho viable el esquema liberal. (...) El imperialismo no nos deja acceder a la `normalidad histórica´ y las clases dirigentes de México no tienen más misión que colaborar, como administradores o asociados, con un poder extraño." (Paz 1982: 132).

En el capítulo VII que es llamado La "inteligencia"  mexicana es muy sintético y hasta radical cuando afirma: "La inteligencia mexicana, en su conjunto, no ha podido o no ha sabido utilizar las armas propias del intelectual: la crítica, el examen, el juicio. El resultado ha sido que el espíritu cortesano -producto natural, por lo visto, de toda revolución que se transforma en gobierno- ha invadido casi toda la esfera de la actividad pública." (Paz 1982: 141).

Paz comienza analizando la figura y el pensamiento de José Vasconcelos (81881-1959), quien tuvo el precedente en Justo Sierra, personaje conocido, a nivel general, por su idea del universalismo étnico o Raza cósmica, y en lo interno, por su intento de redescubrir la historia de México a través de la revolución. Además de Vasconcelos destaca su interés por la educación, en la medida que: "La nueva educación se fundaría en `la sangre, la lengua y el pueblo´." (Paz 1982: 136).

Luego, sobre otro planteamiento del autor de la idea y el libro La raza cósmica, sostiene: "La filosofía de la raza cósmica (esto es, del nuevo hombre americano que devolverá todas las opciones raciales y el gran conflicto entre oriente y occidente) no era sino la natural consecuencia y el futuro extremo del universalismo español, hijo del renacimiento." (Paz 1982: 138).

Continúa con Samuel Ramos y su Teoría del aislamiento y el resentimiento del mexicano; con Jorge Cuesta, que busca el sentido de la tradición mexicana; sigue con el papel del economista e historiador Daniel Cosío Villegas, para llegar al problema del ser analizado por el filósofo español José Gaos. Destaca asimismo el estilo depurado del escritor Alfonso Reyes y termina con Edmundo O`Gorman y Leopoldo Zea, quienes reflexionaron sobre la filosofía de la historia, la filosofía latinoamericana y a la vez la filosofía mexicana. En cuanto a la filosofía, Paz no cree en los particularismos, tampoco en los relativismos o perspectivismos. Él es un espíritu llanamente universal.

    En base a estos principios comienza enjuiciando la historia y sostiene: "Pero nuestra historia no es sino un fragmento de la Historia universal. Quiero decir: siempre, excepto en el momento de la revolución, hemos vivido nuestra historia como un episodio de la del mundo entero. Nuestras ideas, asimismo, nunca han sido nuestras del todo, sino herencia o conquista de las engendradas en Europa. Una filosofía de la historia de México no sería, pues, sino una reflexión sobre las actitudes que hemos asumido frente a los temas que nos ha propuesto la historia universal." (Paz 1982: 151).

Y finamente termina con la filosofía: "Las circunstancias actuales de México transforman así el proyecto de una filosofía mexicana en la necesidad de pensar por nosotros mismos unos problemas que ya no son exclusivamente nuestros, sino de todos los hombres. Eso es, la filosofía mexicana, si de veras lo es, será simple y llanamente filosofía, a secas." (Paz 1982: 153).

El último capítulo del libro se titula Nuestros días; en éste el autor hace una síntesis de lo ocurrido en el mundo desde la Primera Guerra Mundial hasta la década del 50. Y en México desde el término de la Revolución hasta, de igual modo, los años 50. A nivel general ve el accionar del capitalismo, en especial del privado, y el accionar del imperialismo ligado a EE.UU.

    Ve también el fenómeno de la acumulación acelerada, el papel del Estado y de la burocracia partidaria en La Unión Soviética. De igual modo la acción de los pueblos de Asia, África y América Latina que luchan, unos por desarrollarse y otros por liberarse del viejo y nuevo colonialismo. Él cree que por esa vía, unión de los países atrasados, hay una posibilidad de desarrollo. Esto implica que la intelectualidad y especialmente la de izquierda renueve sus puntos de vista y sus métodos de análisis e interpretación: "Claro está que no sugiero abandonar los antiguos métodos o negar al marxismo, al menos como instrumento de análisis histórico." (Paz 1982: 171).

Y a renglón seguido, reitera: "Pero nuevos hechos- y que contradicen tan radicalmente las previsiones de la teoría- exigen nuevos instrumentos. O, por lo menos, afilar y aguzar los que poseemos. Con mayor humildad y mejor sentido, Trotski escribía, un poco antes de morir, que si después de la Segunda Guerra Mundial no surge una revolución en los países desarrollados quizá habría que revisar toda la perspectiva histórica mundial." (Paz 1982: 171).

    Las consecuencias de la Revolución en su país, Paz las ve positivas a pesar de que a nivel económico no ha logrado desarrollar una "industria básica", tampoco "máquinas que fabriquen máquinas" y en el plano político no ha logrado "...instaurar una verdadera democracia social". Pero logró, en parte, barrer con el feudalismo y "... consumar, a corto plazo y con un mínimo de sacrificios humanos, una obra que la burguesía europea había llevado a cabo en más de ciento cincuenta años." (Paz 1982: 158).

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