El
Hombre Como Primate.
(Segunda
Parte)
M.F.
Niesturj
De
todas maneras, el centro de gravedad, también en el hombre contemporáneo, con
sus piernas largas, está situado comparativamente alto. Por eso, la parada en
dos apoyos comparativamente estrechos — plantas de los pies — resulta ser no
muy estable y exige la tensión constante del aparato muscular-ligamentoso no
sólo en la región coxofemoral y la extremidad más inferior, sino también de la
espalda, abdomen y cuello.
Por la misma razón, es incómoda la parada
en dos pies en los grandes antropoides, con su peso frecuentemente grande
(hasta 300 kg en el gorila) y la preponderancia de la masa de la parte
anterior o superior del cuerpo. Es más fácil que el gibón realice la marcha
erecta con su pequeño peso (6-18 kg), pero él, durante eso, se ayuda a sí
mismo, balanceándose con las extremidades anteriores levantadas, demasiado
largas para moverse largo rato en cuatro patas. El cuerpo de los antropoides,
en general, está adaptado al movimiento por los árboles con el modo de
braquiación; por la tierra ellos se desplazan como si fuera en la posición
original "seudocuadrúpeda", más bien, en la posición semierecta,
apoyándose sobre las falanges medias o finales de las manos.
En relación estrecha con los distintos
tipos de locomoción se encuentra la diferencia bastante brusca de las
proporciones del cuerpo en el hombre y los antropoides. Mientras que la
longitud de los pies en el hombre respecto a la longitud del tronco constituye
el 139-197%, en los gibones es igual al 113-149% y en los grandes antropoides
es menor, el 95-131 %. La longitud relativa de las manos es
correspondientemente igual al 152,7% en el hombre; 246% en el gibón; 180% en el
chimpancé; 188,5% en el gorila de la costa; 223,6% en el orangután; y en los
monos inferiores es no más del 145% (en el coaitá — 191%). Sin embargo, según
la suma relativa de las longitudes de los hombros y antebrazos, el hombre
(180-132%) está más cerca de los antropoides (130-225%), que de los monos inferiores
(no más del 118%), excepto el coaitá (140%). En general, por las proporciones
de las extremidades, y de todo el cuerpo, el hombre puede ser más bien deducido
no del mono inferior, sino del tipo menos especializado del antropoide. De
todas maneras, en este aspecto, el hombre se alejó tanto de los monos cuadrúpedos
que como señaló ya hace tiempo Georges Cuvier, él no es capaz de moverse en
cuatro patas, ya que durante eso, sus rodillas casi no tocan la tierra y los
ojos se dirigen hacia abajo.
Con la marcha erecta, en el hombre, se
relaciona el uso preferencial de uno u otro pie para el apoyo principal durante
la parada, y también el desarrollo de la simetría funcional y estructural
correspondiente; tiene lugar asimismo el uso preferencial por el hombre de una
u otra extremidad superior libre en función de apoyo (sinistropedio,
dextropedio). Es necesario señalar que por la asimetría del esqueleto de las
manos, el hombre se distingue bruscamente de los antropoides (Schultz, 1937).
En relación estrecha con el uso preferencial de la mano derecha o izquierda
está la formación de los centros del lenguaje, en los dextrómanos, en el
hemisferio izquierdo, y en los zurdos, en el derecho. Hasta cierto grado eso se
explica por el hecho de que durante el habla alguna participación toman también
las manos, ya que las vías de conducción hacia las manos van a través de la
pirámide de la médula oblongada, desde la corteza del gran hemisferio del lado
opuesto.
La liberación de las extremidades
superiores de la función de la locomoción condicionó la posibilidad del paso al
uso y después a la fabricación de herramientas y armas. Esto condujo a que se
produjeran algunas modificaciones en la actividad funcional y estructura de la
mano. Aquí se refiere, en primer término, al desarrollo progresivo del dedo
gordo y su propiedad de oponerse a los demás, la diferenciación de la
estructura e independencia del movimiento de los II-V dedos; en parte, hay que
añadir también cierto alargamiento del II dedo,
gracias a lo cual para algunos hombres es característica la fórmula digital:
3>2>4>5>1 en lugar do la común, 3>4>2>5>1, propia
también de los monos.
La mano humana conservó, en lo general, el
tipo fundamental de estructura de los antropoides fósiles y tiene gran
semejanza con la mano del gorila y chimpancé, mientras que la planta cambió
bruscamente. Para realizar las acciones laborales, manipulaciones finísimas y
movimientos hábiles resultó ser suficiente la transformación morfológica
comparativamente pequeña de la mano. Hace falta señalar el desarrollo muy
fuerte de los dibujos de las líneas papilares en el pulpejo de los dedos
(dibujos circulares) y en la palma.
Los rasgos de adaptación del cuerpo humano
a la marcha erecta se descubren no sólo en el aspecto exterior, sino también,
aunque menos manifiestamente, en la estructura interna, en particular, en la
musculatura, en la topografía de los órganos internos. La musculatura del
hombre, en general, se caracteriza, ante todo, por su acomodación para mantener
el cuerpo en posición erecta. En la extremidad inferior lograron un gran
desarrollo los músculos glúteos, cuadríceps, gastrocnemio, soleo, peroneo
anterior (tercero), en fin, el músculo cuadrado de la planta; entre los
músculos de la espalda son muy fuertes el sacrospinal y el
largo de la cabeza (m. longissimus capitis); más
débilmente que en los antropoides están desarrollados los músculos del cuello
y de la espalda, que sostienen y giran la cabeza, por ejemplo, el músculo largo
del cuello y el oblicuo inferior do la cabeza. En relación con la
transformación de la planta pierden la independencia funcional los músculos
abductor y aductor del dedo gordo, pero conserva aún un aislamiento morfológico
considerable.
En el esqueleto humano, además de la
columna vertebral encorvada, las apófisis espinosas cervicales dirigidas
caudalmente, las cinco vértebras comunes en la composición del sacro, y también
la caja torácica con su ancho esternón, comprimida en sentido anteroposterior, señalaremos el omóplato, alargado en dirección
cráneo-caudal y la pelvis ósea ensanchada. El índice de altura y anchura de la
pelvis del hombre es igual a 74-85, en los grandes
antropoides 87, en los gi- bones 121, en
los monos inferiores 135. En el hombre las alas de los ilíacos son
anchas, con grandes fosas, manteniendo la gravedad de los órganos abdominales.
La inclinación de la pelvis con respecto al plano horizontal es de 60° aproximadamente,
es decir, ésta constituye con la columna vertebral un ángulo de cerca de 30°, y
en los monos se encuentra a lo largo del último. El orificio pelviano tiene un
diámetro transversal mayor que en los monos, en los cuales el diámetro más
grande es anteroposterior. Las fosas
trocleares están separadas ampliamente.
En el esqueleto de la extremidad inferior
del hombre se necesita señalar: el cuello largo del fémur y el gran ángulo
cervícodiafisario (121-133°); la columna está fuertemente
expresada; la línea áspera está muy desarrollada en relación con la insertación
de muchos músculos; el cóndilo externo del fémur es mayor que el interno. La
tibia está más próxima al peroné que en los antropoides. El esqueleto de la
planta se caracteriza por estar arqueado en sentido transversal, lo que también
se observa en los monos, condicionado por la disposición original de los huesos
navicular, cuboide y los tres cuneiformes; en el hombre es específico el
arqueamiento en sentido longitudinal favorecido por los huesos del tarso y el
metatarso. El astrálago y el calcáneo son anchos; el ángulo entre sus ejes, en
el hombre, (de—8 a +12°), es menor que en los antropoides (de +16 a +26°); las
caras articulares del primer hueso metatarsiano y el cuneiforme lateral son
planas. Las falanges media y distal del meñique se fusionan a veces.
Los dispositivos para la marcha erecta en
el sistema vascular tienen su expresión en la región del corazón y el cayado
de la aorta, y también en la composición de la extremidad inferior. En
dependencia de la ampliación y aplanamiento de la caja torácica, el corazón con
su diámetro transversal más grande, en comparación con el dorso-abdominal, se
encuentra casi todo más a la izquierda de la línea media; del cayado aórtico,
como en el gorila y el chimpancé, parten, en su mayor parto, tres arterias: el
tronco braquiocefálico, la carótida izquierda y la subclavia izquierda, y
algunas veces las cuatro (si la primera se divide en carótida derecha común y
subclavia derecha).
En la composición de la extremidad inferior
están desarrolladas fuertemente las arterias glúteas y peroneas, pero, como
regla, está ausente la arteria safena, tan bien expresada en los demás
primates; la compensación por su pérdida es el desarrollo intenso de las
arterias tibiales anterior y posterior. Al mismo tiempo, la arteria plantar externa
en el hombre, al igual que en los antropoides, está mucho más desarrollada, lo
que se puede relacionar con la mayor carga sobre los pies, en comparación con
los monos inferiores.
Las arterias palmares superficiales en el
hombre, de acuerdo con la liberación completa de las manos y del mantenimiento
del cuerpo, están desarrolladas con más intensidad que en el gorila.
La mayoría de los rasgos característicos de
la estructura del cuerpo humano están relacionados con la marcha. Esto es uno
de los testimonios más convincentes de quo para el hombre uno de los
antepasados comparativamente más recientes fue el gran mono antropomorfo
ortógrado.
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