Interacción
de los Contrarios en el Desarrollo
(Tercera
Parte)
S.
Meliujin
En física y química, esta ley se expresa en
el principio de Le Chatelier, llamado a veces principio de la reacción
atenuadora. Según ese principio, todo sistema estable en equilibrio tiende a
conservar su estado de equilibrio, y si sobre el sistema se ejerce alguna
acción, se originan en ella procesos que tienden a anular o debilitar el efecto
de dichas acciones. Por ejemplo, si en un recipiente aislado se tiene gas y se
eleva la presión, en el caso de que el calor abandone el gas, este se
comprimirá como si se tratase de restablecer la temperatura anterior. Al
recibir calor, el gas se dilatará a fin de conservar la temperatura anterior.
La compresión de un cuerpo elástico por fuerzas exteriores suscitará en ese
cuerpo la aparición de fuerzas internas que tratarán de restablecer la forma
inicial del mismo. El principio señalado también actúa en forma específica en la naturaleza viva, donde todo influjo
desfavorable para el organismo suscita en él diversos cambios dirigidos contra
dicho influjo. Algo semejante se produce en algunos fenómenos sociales, aunque
en este caso las fuerzas interactuantes tienen una esencia totalmente
distinta.
Es
interesante señalar que en los sistemas mecánicos la unidad de lo estable y
variable se expresa en la masa de los cuerpos. La masa representa la medida de
la inercia y al mismo tiempo la medida de la propia energía interna del
sistema, pues caracteriza sus capacidades potenciales para diversas
conversiones y la realización de trabajo. De este modo, en la masa se expresa
la unidad de tendencias opuestas propias de la materia.
Subrayando
la existencia de la inercia y de la estabilidad cualitativa de los cuerpos,
hemos de observar que esa estabilidad no es algo absolutamente antepuesto al
movimiento. Engels había calificado la inercia mecánica de “expresión negativa
de la indestructibilidad del movimiento” (8), es decir, de una propiedad de los
cuerpos que está relacionada con su cambio. Del mismo modo, la estabilidad
cualitativa de los cuerpos está condicionada por su movimiento interno, por el
carácter de las interacciones de los elementos integrantes de la materia. Por
ejemplo, la estabilidad de algunas propiedades físico-químicas de un cuerpo
sólido está determinada por un tipo especial de conexiones entre sus átomos y
moléculas. Pero toda conexión e interdependencia constituyen un movimiento de
género especial; por consiguiente, debemos reconocer que el reposo y la
estabilidad son el resultado o el caso particular del movimiento.
La
ciencia contemporánea ha descubierto una expresión interesante de la unidad de
los contrarios en el movimiento en el hecho de la mutua conversión de las
partículas. Gracias a esa capacidad, la micropartícula en cada momento dado existe y no existe como una formación dada.
Para
demostrarlo debemos, primeramente, explicar en pocas palabras cómo entendía la
física clásica el concepto de partícula y cómo se entiende hoy día. La física clásica
consideraba que las micropartículas eran siempre idénticas, pese a su
movimiento e interacciones; que la suma total de partículas de uno u otro
género no variaba en todas las reacciones y que los productos finales de la
reacción se diferenciaban de los cuerpos iniciales por el mero reagrupamiento
de unos y mismos elementos invariables: A
+ B = AB *. La física actual ha refutado la idea de la invariabilidad de
los microobjetos y ha establecido su propiedad universal de su convertibilidad.
Como resultado de esas transformaciones los productos finales de la reacción se
distinguen radicalmente de las partículas iniciales: A + B = C + D. Por ejemplo, la interacción de las partículas y de
las antipartículas conduce a su transformación en cuantos de campo
electromagnético y, en algunos casos, en mesones. Estos últimos se desintegran
en electrones (positrones) y neutrino.
Pero
no solo se trata de eso. Cada micropartícula interactúa incesantemente con
diversos campos y otras partículas. Esta interacción se produce en forma de
radiación absorción de cuantos de los campos correspondientes. Como los cuantos
representan formaciones materiales especiales, todos esos procesos conducen a
determinadas modificaciones en la estructura y en las propiedades de las
micropartículas. En virtud de ello, en cada momento dado la micropartícula es y
no es la misma de antes.
Para
ilustrar esos cambios examinaremos los procesos que se producen en el neutrón.
El neutrón es una partícula neutra con una masa de 1838,6 de masa (en masa de
electrón); su período de semidesintegración en estado libre es,
aproximadamente, de 17 minutos. Como el electrón no posee carga eléctrica no
debería tener, al parecer, momento magnético, si se considera que las
propiedades magnéticas son producidas siempre por el movimiento de las partículas
cargadas. Sin embargo, se ha descubierto que el neutrón tiene momento
magnético, igual, más o menos, a – 1,91 del magnetón nuclear. Por otra parte,
se ha establecido que el protón posee mo9mento magnético de 2,79 del magnetón
nuclear y no igual a 1 como se suponía en teoría.
Para
explicar esos fenómenos se expuso la teoría de que los momentos magnéticos
sobrantes se deben a la interacción de protones y neutrones con el campo
mesónico cargado, inseparable de esas partículas; es decir, que los protones y neutrones
no existen como partículas invariables, sino que experimentan constantemente
transformaciones internas. El neutrón se “disocia” constantemente en protón y
mesón-n-,
después de lo cual ambas partículas vuelven a combinarse en la forma inicial: n = p + n-.
Lo
mismo ocurre con el potrón, que pasa una parte determinada de su tiempo de
existencia en estado de neutrón y mesón-n+: p = n + n+. Los
protones y neutrones existen en estado “disociado” un 20 por ciento,
aproximadamente, de todo el tiempo.
Es
inherente a los mesones-n un determinado momento
magnético y lo transfieren a los nucleones, con la particularidad de que el
momento magnético del protón y del neutrón que se origina debido a ello está en
consonancia con el observado experimentalmente. La “desintegración” temporal
del protón en neutrón y mesón–n+
y
del neutrón
en
protón y mesón-n- recibe el nombre de
proceso virtual. Las partículas que
se originan virtualmente existen en un radio del orden de 7.10-14 cm, y en un
intervalo aproximado de tiempo de 10-23 seg. La extraordinaria pequeñez de
dichas magnitudes no permite, por ahora, la observación directa de esas
“desintegraciones” en los experimentos. Eso no significa, sin embargo, que la
idea de las conversiones virtuales sea una ficción teórica. La realidad de los
procesos dados se demuestra indirectamente por los experimentos que se hacen a
fin de precisar la estructura de los protones. Gracias a esos experimentos se
ha establecido que el protón representa, efectivamente, una formación muy
compleja, en el centro de la cual, existe un “núcleo” denso, rodeado de un
campo mesónico cargado. Ese campo se considera como un conjunto de mesones-n virtuales.
Esos
procesos son igualmente posibles con relación a otras micropartículas. Por
ejemplo, según la electrodinámica cuántica, el electrón engendra, constante y
virtualmente, al fotón y lo absorbe en el acto. Otras partículas cargadas se
comportan de igual modo. Eso significa que las partículas elementales no
existen durante un período de tiempo duradero en un mismo estado, sino que
experimentan incesantes transformaciones internas. Sus propiedades no poseen
valores fijados con absoluta exactitud, sino que son estadísticamente medios en el tiempo. Cada micropartícula existe y,
al mismo tiempo, no existe en la forma dada. En ello radica la profunda unidad
dialéctica de los contrarios, totalmente incompatible con el concepto
metafísico de los microfenómenos.
*Como en el scaner ni en el tablero de la
computadora no aparece el signo que le corresponde a esta fórmula (dos flechas
superpuestas: la de arriba en sentido de derecha al izquierda y la de abajo en
sentido contrario), hemos adoptado por el signo de igualdad. Este recurso
aparece una segunda vez en el mismo párrafo (en el cual la flecha de arriba va
de izquierda a derecha y la de abajo en sentido contrario), así como también en
las fórmulas que aparecen en los párrafos ocho y nueve (en ambos casos con la
flecha de arriba en sentido de izquierda a derecha y la de abajo en sentido
contrario).
Notas
[8] F. Engels, Dialéctica de la naturaleza, ed. esp. cit., pág.1.
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