viernes, 2 de enero de 2015

Ciencias Naturales



El Hombre Como Primate.

(Primera Parte)

M.F. Niesturj


Rasgos de adaptación del cuerpo humano para la marcha erecta

Los hombres contemporáneos constituyen la especie del hombre razonable (Homo sapiens Linnaeus, 1735; del latín — "homo" — hombre, "sapiens" — razonable, sensato, inteligente). Junto con los géneros y subespecies de los repre­sentantes fósiles de la humanidad, los hombres contemporáneos forman la familia de los homínidos (Hominidae — del latín, "homo", genitivo "hominis" — hom­bre, del griego "idos" — especie). Junto con la familia de parentesco cercano a los simios antropoides (Siiniidae), los homínidos entran en la superfamilia de los primates catarrinos antropomorfos superiores (Superfamilia: Anthropomorpha s. Hominoidea). Esta superfamilia, con todas sus particularidades distintivas, linda más estrechamente que las demás a la otra superfamilia de los primates catarri­nos, a saber, a los cinomorfos (Superfamilia: Synomorphá), en cuya composición entra la familia de los monos catarrinos inferiores o cercopitecidos (Familia: Cercopithecidae).

Ambas superfamilias — antropomorfos y cinomorfos — se enlazan en la sec­ción catarrina de los primates superiores (Catarrhina s. Catarrhini). De la sec­ción platirrina de los primates platirrinos superiores, es decir, de los monos ame­ricanos (Platyrrhinas s. Platijrrhini), la distinguen las siguientes particularidades: 1) en su mayor parte, el tabique nasal es estrecho (septum nasale), incluyendo el cartílago; 2) presencia, en la mayoría de los casos, de la sutura frontotemporal en la región de la fosa temporal, es decir, el pterión frontotemporal (en griego "pteron" — ala), que supera el extremo superior del ala mayor del esfenoides y del hueso temporal; 3) meato auditivo óseo exterior; 4) dos premolares; 5) la parte en "S" del intestino grueso o intestino sigmoideo.

El hombre, según las particularidades exteriores y estructura interna de su cuerpo es, sin duda alguna, un primate. Con la mayoría aplastante de los prima­tes superiores e inferiores, al hombre le unen los siguientes rasgos de la estructura: las uñas planas, un poco arqueadas en los primeros dedos de las manos y los pies; la mano con los dedos III y IV más largos; un par de glándulas mamarias en el pecho; desarrollo progresivo de los analizadores óptico y cinestésico con el estado retrogresivo del olfativo; surco calcarino en la parte medial del lóbulo occipital; el asta posterior del ventrículo lateral del cerebro; anillo óseo alrededor de la órbita, clavícula bien desarrollada; cuatro clases de dientes — incisivos, caninos, premolares y molares; la forma sencilla de retorta del estómago; el intestino ciego; disposición de los testículos eri el escroto.

Otros rasgos más que aproximan al hombre a los monos: la posición delan­tera de las órbitas; la pared casi toda ósea entre la cavidad de la órbita y la fosa temporal; el encéfalo intensamente desarrollado; la estructura particular de la retícula ocular; presencia de la mancha amarilla (mácula) y la fovea central; curvatura del intestino grueso; útero simple; placenta en forma de disco. Con los catarrinos al hombre le une el tabique nasal estrecho y presencia de sólo dos pre­molares.

Los rasgos de semejanza del hombre con los antropoides en cuanto a la es­tructura del cuerpo se explican, en primer lugar, en que los antepasados del hom­bre eran los monos antropomorfos que vivían en los árboles y que más tarde tu­vieron que pasar a la vida terrestre. Aquí, en ellos se desarrolló la marcha erecta y luego el trabajo, lo que promovió la reestructuración de su organismo por la línea de la adaptación a las nuevas condiciones de vida. Como resultado del prolongado proceso del desarrollo surgió una serie de diferencias bruscas del hom­bre, como el primate bípedo terrestre, de los antropoides arbóricos. La marcha erecta y el trabajo transformaron fuertemente el cuerpo humano y le dieron la singularidad cualitativa de la constitución física.

En el aspecto exterior del hombre, como primate bípedo, se destacan, ante todo, la posición erecta del cuerpo, el tronco y cuello verticales con las extremi­dades inferiores completamente desdobladas en la articulación de la rodilla. La posición vertical del tronco, al estar parado o durante el desplazamiento por la tierra, se condiciona por el desarrollo y disposición particular de los músculos coxofemorales, por ejemplo, glúteos y cuadríceps crural, y también de los liga­mentos correspondientes, por ejemplo, el ligamento iliofemoral. Aquí, para la estabilidad tiene importancia, además do eso, la forma ensanchada de la pelvis y el ángulo de inclinación del cuello comparativamente largo del fémur, con res­pecto a su diáfisis, que varía de 121 a 233°.

Mas es característica la columna vertebral curvada, en forma de "S", con una curvatura cervical y otra lumbar hacia delante o lordosis y dos curvaturas hacia atrás o cifosis torácica y sacra. Esta estructura de la columna vertebral se elaboró en calidad de dispositivo amortiguador para la marcha bípeda; está condicionada la paulatinidad de los movimientos del tronco, lo protege de las lesiones durante los movimientos bruscos y saltos.

La cabeza está bien equilibrada en la columna vertebral, descansa en su parte cervical que está mejor expresada que en los monos antropomorfos. La posición natural do la cabeza en el hombre está unida con la posición casi horizontal del eje basicraneal y permite que los ejes longitudinales de las órbitas se dirijan Lacia adelante y un poco abajo. Los canales laterales del estatolaberinto se sitúan horizontalmente, como la línea que une dos puntos en el cráneo nasión y porión. Esto permite hablar sobre la orientación de la cabeza o cráneo por la horizontal fisiológica o por la estatohorizontal (S. I. Uspenski, 1954).

Esta posición de la cabeza en el hombre depende también de que el agujero occipital se encuentra no lejos del centro del cráneo y está situado más o menos horizontalmente, y en muchos casos, incluso se dirige hacia adelante. En los monos y otros mamíferos éste está abierto hacia atrás, por ejemplo, en Jos antro­poides bajo el ángulo de 17-35°. Tal equilibrio de la cabeza en la columna verte­bral hace posible mantener su pesadez con ayuda de una musculatura relativa­mente más débil que en los grandes monos u otros mamíferos cuadrúpedos con los tamaños y peso del cuerpo correspondientes. También la musculatura masticadora del hombre es menos potente. Todo eso hace comprender la debilidad de los relieves externo e interno del cráneo del hombre en comparación con los antropoides.

El aumento de los tamaños y el desarrollo progresivo del encéfalo condujo al crecimiento del volumen de la caja cerebral con el afinamiento simultáneo de sus paredes en los homínidos en el proceso de su evolución.

El tronco del hombre, en la parte torácica, está aplanado considerablemente en sentido ventrodorsal. Eso depende, en grado mayor, de la compresión do la caja torácica de delante atrás. Incluso en el caso de la forma de cono y gran aber­tura del ángulo hipogástrico de la caja torácica, el hombro se distingue fuertemente no sólo de los monos inferiores con su caja torácica más corta, amplia y profunda. Al juzgar por la forma amplia de la caja torácica de los monos grandes y peque­ños antropomorfos, los antepasados antropoides del hombre lograron su apla­namiento en grado considerable, aún en el período de la vida arbórea, donde ellos se desplazaban en una posición más o menos vertical.

La estructura de las extremidades inferiores del hombre está también adap­tada para la marcha erecta: esto se refiero al enderezamiento de la articulación de la rodilla, el desarrollo poderoso de algunos músculos del fémur (cuadríceps) y de la pierna (tríceps) y también al arqueamiento longitudinal de la planta del pie. Las articulaciones coxofemorales dispuestas ampliamente favorecen la esta­bilidad. Los dedos de la planta están acortados, está desarrollado más que otros el dedo gordo, sobre el cual cae el apoyo principal durante el desplazamiento. Este dedo, en la mayoría de los casos, es el más largo. Este perdió la propiedad de oponerse a los demás y está abarcado por el ligamento metatarsiano que os común para todos los dedos de la planta.

La planta del pie del hombre es arqueada en sentido longitudinal y trans­versal, lo que condiciona la posibilidad del movimiento más lento y elástico por la tierra. Gracias al traslado de la gravedad del cuerpo sólo en dos extremidades, y la modificación de la posición del dedo gordo, en los dibujos táctiles se produ­jeron alteraciones y cambios. Por ejemplo, el trirradio t13 se desplazó más cerca a la base del dedo gordo.

Las plantas de los pies del hombre y de los antropoides, con todas sus dife­rencias, conservan entre sí gran semejanza, por ejemplo, en la musculatura del dedo gordo. Algunos especialistas consideran que la planta humana puede ser deducida del tipo goriloideo o chimpancoideo. A favor de eso testimonia también la estructura de la planta en los embriones humanos con los dedos II-V relativa­mente largos y el dedo gordo notablemente opuesto a éstos.

Para la formación del cuerpo humano en el curso de la evolución de los ho­mínidos tuvo gran importancia aquella circunstancia en la cual sus antepasados del mioceno fueron antropoides bastante grandes que vivían en los árboles y que al pasar a la marcha erecta motivó que la distribución de la gravidez pasara a ser otra. El peso del cuerpo de los antepasados terrestres, al juzgar por los tamaños de sus cráneos, mandíbulas y dientes, constituía, aproximadamente, 40-50 kg. Es probable que sus extremidades anteriores y el tronco estaban fuertemente desarrollados, pero con el aumento de la potencia y longitud de las extremidades inferiores, el centro de gravedad tuvo que desplazarse hacia abajo y en fin de cuentas ocupó en el hombre contemporáneo la posición a nivel de la II o III vér­tebra sacra.

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