sábado, 8 de marzo de 2014

Política

¡Defender el Pensamiento de Mariátegui de toda tergiversación y desarrollarlo en función de la realidad actual!

Mariátegui y el Problema del Indio*

(Primera Parte)


Eduardo Ibarra



EN EL MÁS BREVE DE SUS FUNDAMENTALES 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana, José Carlos Mariátegui trazó con pluma maestra su concepción de lo que en su tiempo era usanza llamar “el problema del indio”. Originalmente publicado en la revista Mundial en dos partes, el 12 y el 19 de octubre de 1928, el ensayo El Problema del Indio fue criteriosamente compaginado entre el Esquema de la Evolución Económica y El Problema de la Tierra, primer y tercer capítulos del célebre libro. Digo “criteriosamente”, porque así el “problema del indio” quedó directamente conectado con el proceso histórico de su origen y con la teoría de su solución.

El ensayo que nos ocupa tiene sus antecedentes y sus consecuentes en una serie de artículos comprendidos en los tomos 11 y 13 de las Obras Completas del maestro y, asimismo, en los propios 7 Ensayos. Por eso es menester tener en cuenta esta literatura.

Reseña Histórica del Problema


Mariátegui sostuvo esta tesis básica: “En el plano de la economía se percibe mejor que en ningún otro hasta qué punto la Conquista escinde la historia del Perú. La Conquista aparece en este terreno, más netamente que en cualquier otro, como una solución de continuidad. Hasta la Conquista se desenvolvió en el Perú  una economía que brotaba espontánea y libremente del suelo y la gente peruanos” (1). Y puntualizó que la economía surgida de la conquista constituyó “las bases históricas de la nueva economía peruana”, y que esta economía es la primera etapa de nuestra “economía colonial... cuyo proceso no ha terminado todavía” (2).

        Por eso señaló: "La convivencia de ´comunidad´ y latifundio en el Perú está, pues, perfectamente explicada, no sólo por las características del régimen del Coloniaje, sino también por la experiencia de la Europa feudal. Pero la comunidad, bajo este régimen, no podía ser verdaderamente amparada sino apenas tolerada. El latifundista le imponía la ley de su fuerza despótica sin control posible del Estado. La comunidad sobrevivía, pero dentro de un régimen de servidumbre. Antes había sido la célula misma del Estado que le aseguraba el dinamismo necesario para el bienestar de sus miembros. El coloniaje la petrificaba dentro de la gran propiedad, base de un Estado nuevo, extraño a su destino" (3).   

Por eso sostuvo también: “La sociedad indígena, la economía incaica, se descompusieron y anonadaron completamente al golpe de la Conquista. Rotos los vínculos de su unidad, la nación se disolvió en comunidades dispersas. El trabajo indígena cesó de funcionar de un modo solidario y orgánico. Los conquistadores no se ocuparon casi sino de distribuirse y disputarse el pingüe botín de guerra. Despojaron los templos y los palacios de los tesoros que guardaban; se repartieron las tierras y los hombres, sin preguntarse siquiera por su porvenir como fuerzas y medios de producción”. “El Virreinato señala el comienzo del difícil y complejo proceso de formación  de una nueva economía. En este período, España se esforzó por dar una organización política y económica  a su inmensa colonia. Los españoles empezaron a cultivar el suelo y a explotar las minas de oro y plata. Sobre las ruinas y los residuos de una economía socialista, echaron las bases de una economía feudal” (4).

La conquista española no fue el primer proceso colonialista en el territorio que finalmente resultó siendo del Tahuantinsuyo. Desde el siglo VI de nuestra era –e incluso desde antes– se habían producido procesos de la misma naturaleza: Chimor, Wari, Puquina, Yarovilca, etcétera. El propio imperio incaico fue el resultado de la expansión colonialista de la etnia quechua. Pero estos procesos se habían producido de acuerdo a las leyes que regían el desenvolvimiento de la región.

Los resultados más importantes de la Conquista fueron: 1) en lo político, la desintegración del Estado incaico; 2) en lo económico, el despojo de gran parte de las tierras comunales, la creación del latifundio feudal y la transformación de la comunidad en apéndice suyo (5); 3) la inserción del Perú en el mercado mundial.

En una palabra, la conquista convirtió al Perú en colonia de la corona española.

Así pues, el feudalismo implantado en nuestro territorio fue un feudalismo colonial.

Despojados de sus tierras, befados, discriminados, encerrados en las reducciones, los aborígenes se convirtieron en siervos al servicio de una fuerza invasora.

Este fue el punto de partida del “problema del indio”.


*El término indio fue impuesto por los conquistadores españoles y desde entonces hasta hoy tiene un evidente significado peyorativo, incluso entre algunos autoproclamados revolucionarios. Desde luego, en Mariátegui y la inmensa mayoría de marxistas, el mencionado término no tiene semejante sentido. El uso del mismo en el título del presente ensayo se explica porque el autor ha querido respetar el título del ensayo mariateguiano. Sin embargo, existe una razón por la que su uso no es pertinente en la vida cotidiana. El aludido término fue utilizado como denominación generalizadora de los nativos que los españoles encontraron en el Nuevo Mundo, y de esta forma pasaron por alto las diferencias existentes entre las numerosas etnias que conformaban el Tahuantinsuyo: quechuas, aymaras, mochicas, huancas, etcétera. Gustavo Espinoza ha escrito que “los sujetos sociales como las personas  no son de acuerdo a cómo se  les llama, sino de acuerdo a su papel y a la trascendencia de su aporte” (El problema de la tierra, Gustavo Espinoza y Carlos Malpica, Editora Amauta, Lima, 1970, p.104). Esta es una verdad obvia. Pero ocurre que las personas, sean las que fueren, viven en un mundo de relaciones, y si en el tejido social lo masivo y lo característico es el uso del término indio con un sentido peyorativo, entonces los quechuas, aymaras, etcétera, no pueden menos que sentir que con dicho término se les menosprecia y se les discrimina. Desde luego, nada cambia en la situación material de las etnias así denominadas con llamarlos, por ejemplo, campesinos, como procedió el gobierno de Velasco. El problema no es semántico. Pero esto no quiere decir que, si la burguesía puede pretender escamotear la esencia del “problema del indio” con un mero cambio de palabras, el marxismo peruano no tiene por qué resistirse a una revisión crítica de su lexicón.

Notas
[1] 7 Ensayos, p.13. Con la expansión quechua, es decir, con la constitución del Tahuantinsuyo, se coronó en la región un proceso de varios siglos de formación de las clases y del Estado con algunas características propias. La conquista española –consecuencia de la expansión del capitalismo mercantilista europeo– escindió, en efecto, el curso autónomo de este proceso, imponiendo un régimen feudal. En el momento de la conquista, el Tahuantinsuyo atravesaba un período de crisis que se revelaba en la posibilidad de seguir una de estas dos opciones: o pasar al esclavismo o pasar al feudalismo. En las postrimerías del Tahuantinsuyo se formaron algunos feudos, lo que indica que se iniciaba un proceso hacia el feudalismo. Así pues, el feudalismo impuesto por España no solo destruyó la economía propia del Tahuantinsuyo, sino que puede decirse que, en los intersticios de esa economía, empalmó con las incipientes expresiones de feudalismo en el Tahuantinsuyo, pero, por esto mismo, frustró que esas expresiones terminaran configurando un feudalismo autónomo. La escisión de nuestra historia, de la que habla Mariátegui, hay que entenderla, pues, en el marco particular del desenvolvimiento independiente de la región tahuantinsuyana.
[2] Ibídem, p.16. Elipsis nuestra. En efecto, la implantación del feudalismo en el suelo del Tahuantinsuyo significó la creación de una nueva economía, de un feudalismo colonial, del derrotero colonial de nuestra economía. Este carácter colonial de nuestra economía hay que comprenderlo en el marco general de la expansión del capitalismo mercantilista.
[3] Ibídem, pp.65-66.
[4] Ibídem, pp.13-14. El Tahuantinsuyo fue una sociedad clasista con características propias. Lo que Marx llamó modo de producción asiático tiene su punto de arranque en la dominación de una comunidad sobre otra. Esto es lo que venía produciéndose desde hacía mucho en la región que después sería del imperio incaico. Pero esta cuestión no es posible analizarla en el presente ensayo.
[5] De hecho, en el Tahuantinsuyo el Estado era el propietario de la tierra y la comunidad la usufructuaba en calidad de posesión. Pero con la desintegración del Estado incaico la comunidad recobró, también de hecho, la propiedad de la tierra. La Conquista, primero, y después el Virreinato, despojaron, pues, a las comunidades de la propiedad de extensas tierras.





  

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