Carlos Llontop: In Memoriam
Julio Carmona
HACE CINCO AÑOS SE DIO LA NOTICIA de
la muerte —sospechosamente incierta— de uno de los grandes dirigentes
estudiantiles en la historia de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos de
Lima, Carlos Llontop Valdiviezo. Al momento de ocurrir ese luctuoso
acontecimiento, escribí algo, que hoy rescato, pues pienso que a los luchadores
sociales siempre hay que tenerlos presentes, como paradigmas o espejos de
juventud. Los últimos años de su vida los pasó en su ciudad natal, Piura, al
norte del Perú. Lo más probable es que muchos de quienes habitan en dicha
ciudad, hayan visto alguna vez a Carlos Llontop caminando, con su paso
ligerito, vendiendo caramelos o pidiendo ayuda económica a sus amigos. Y algunos,
seguro, lo consideraron como uno más de los minusválidos u orates que pululan
en el ambiente, a quienes por lo común se los ignora.
El hecho último en
relación con él es la noticia de su muerte –misteriosa, pues se encontró su
cuerpo lejos de la ciudad, cuando él no solía salir de ella–. Y no es que me
sume a la tradición necrológica que tiende a homenajear a las personas sólo
después de muertas, y, peor aún, que –como una liberación de cargos de
conciencia– se hable de los muertos para resarcirse de la indiferencia
manifestada con ellos por la ayuda que no se les proporcionó cuando más lo
necesitaron. No es mi caso, porque –siempre que pude– me le acerqué para
conversar, y él —pese a sus limitaciones físicas— conservaba algo de su
primigenia lucidez y no se había olvidado de mi participación como declamador, ni
de sus clarividentes intervenciones en esos años de revuelta estudiantil.
Lo que quiero hacer
aquí es rectificar esa imagen de minusválido que de él se tenía. A Carlos
Llontop lo conocí –a fines de los años sesenta del siglo pasado– en la Facultad
de Letras de San Marcos, en la que llegó a ser alto dirigente de su Federación
de Estudiantes. Pero, hay que reconocerlo, Carlos Llontop llegó a la dirigencia
no para realizar un trabajo burocrático, sino para aportar con sus grandes
cualidades de ideólogo, de orador, de conductor de masas. Él encabezaba las
movilizaciones. Era admirable verlo arengar a las masas estudiantiles,
multitudinarias, que marchaban por las calles de Lima. Pero lo más destacable
eran sus conferencias en las aulas de Letras abarrotadas de estudiantes que
escuchábamos, asombrados, la lucidez con que analizaba las leyes dadas entonces
por la Junta de Gobierno del General Velasco, demostrando la ligazón de esta
con los intereses foráneos (situación que, vista a la distancia, resulta ser
ínfima en comparación con lo ocurrido en los gobiernos posteriores, incluido el
actual).
Pero esa vehemencia
hizo que las fuerzas represivas de entonces lo persiguieran y encarcelaran. Y,
como resultado de esto, quedaron las secuelas de desequilibrio mental en que se
vio sumido. Porque de las “mazmorras de la reacción” (que era como los
estudiantes calificábamos a los órganos represivos) trascendió que le habían
inyectado un fármaco llamado “pentotal” con el que, prácticamente se le hizo un
“lavado de cerebro”.
Esa fue la carrera
meteórica de un luchador social que, como esas estrellas fugaces que vemos caer
en las noches, hace cinco años (31-12-2009) extinguió su luz para siempre.
Gloria eterna para Carlos Llontop Valdiviezo.
Que en paz descanse mi abuelo, una de las grandes personas que la vida no me permitio conocer. Espero poder conocer lo suficiente de el y de su trabajo como para hacer que reciba el reconocimiento que merece y que no deje de inspirar aun en su muerte a la juventud del pais.
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