sábado, 8 de marzo de 2014

Historia

Garcilaso Frente al Colonialismo Hispánico

(Quinta Parte)

                                         Emilio Choy



EXISTE UN SEGUNDO MOMENTO EN EL PROCESO HISTÓRICO del Perú, en que Garcilaso nos descubre que el verdadero objeto de la conquista fue la rapiña más que la divulgación del cristianismo (dato proporcionado por el Dr. E. Reyna autor del Amauta Atusparia).

        Cuando el mariscal de campo del ejército incaico, Quisquis, y el inca Atauchi fracasaron en su intento de liberar al hermano de éste, Atahualpa, no se quedaron con las manos cruzadas. Consiguieron anudar (8) una de las páginas, si no triunfales, más valiosos de la diplomacia incaica, en que se nos aclara que no basta tener excelentes diplomáticos si no están respaldados por fuerzas capaces da apuntalar los pactos o capitulaciones que han conseguido suscribir.

En los Comentarios (Parte II. Cap. V) aparecen derrotados, en la provincia de Huaylas y en el camino incaico, dos partidas de españoles debido a las tácticas de los jefes indios. En estos encuentros el inca Atauchi consiguió capturar al escribano Cuéllar y siete españoles más, y Quisquís a Francisco Chávez con seis compañeros. Después de estos éxitos ambas fuerzas incaicas se unieron y pasaron a Cajamarca. Esta ciudad es famosa por la matanza con que se inicia la pérdida de nuestra continuidad histórica como se ha dicho y otros hechos de gran importancia, pero hay que agregarle también el mérito de ser la ciudad donde se pac­taron las primeras capitulaciones hispano-incaicas, apenas iniciada la conquista. La calidad de los diplomáticos y militares incas es retratada con tal fuerza por Garcilaso, que no deja dudas sobre su superioridad moral sobre los españoles. El historiador indio jamás se dejó cegar por la casi venera­ción que sentía por los conquistadores, no obstante su misión progresista; prueba de ello es que no dejó pasar oportunidad alguna para descubrir de los españoles su falta de escrúpulos e inhumanidad con los ¡ndios y entre ellos mismos. (Parle II. Cap. VI).

Es c¡erto que nos describe como castigaron al escribano Cuéllar que legalizó la muerte de Atahualpa: "llegaron y ata­ron a él (palo) al escribano, y lo ahogaron, y le dijeron así morirán todos tus compañeros". Pero el hecho es que no mataron a los demás españoles. Quizás consideraron más ventajoso pactar con los sobrevivientes encabezados por Francis­co Chávez y aceptar el sometimiento a ellos, tal como había vaticinado, años atrás, Huayna Cápac, cuando dijo que llegarían blancos barbudos a someterlos.

"Capitularon con ellos —escribe Garcilaso— en nom­bre de todos los españoles ciertas capitulaciones de paz y amistad que los indios pidieron, que las más notables fueron: que todas las injurias, delitos y agravios hasta entonces sucedidos, de una parte a otra, se borrasen y olvidasen perpetuamente: que hubiese paz entre indios y españoles para no hacerse mal los unos a los otros: que los españoles no contradijesen !a corona del imperio a Manco Inca, porque era el legítimo heredero; que indios y españoles en sus tratos y contratos se hubiesen como amigos y que quedasen confederados para socorrerse y ayudarse unos a otros: que los españoles soltasen los indios que tenían presos en cadenas, y de allí adelante no los aherrojasen sino que sirviesen dellos libremente; que las leyes de los incas pasados, hechas en beneficio de los vasallos que no fuesen contra la ley cristiana, se guardasen invidablemente".

A su vez los españoles impusieren dos cláusulas. Fran­cisco Chávez en nombre de Pizarro y todos los españoles:

"rogaba y encargaba a los incas y a todos sus capitanes y señores de vasallos recibiesen la ley de los cristianos, y consintiesen la predicase por todo el imperio. Lo se­gundo era, que pues los españoles eran extranjeros, y no tenían pueblos ni tierras de qué mantenerse les diesen alimentos como a los demás naturales del reino, y les diesen indios y indias de servicio que les sirviesen, no como esclavos sino como criados”.

Estas dos condiciones que implicaban el sometimiento del imperio a la dominación religiosa de los sacerdotes cristianos, los quechuas estaban dispuestos a obedecerlos y servir a los españoles que nuevamente habían de venir al imperio, que sería gente "que les haría ventaja en todo". El objetivo de este sometimiento era lo más sensato que podía hacerse, dadas las circunstancias en que se desenvolvía el incanato. La superioridad de los extranjeros era evidente, vencerlos era imposible. Tan evidente era el vaticinio de Huayna Cápac, que era indispensable aprovechar la victoria obtenida en Huaylas para lograr las condiciones más favorables y frenar la horrorosa matanza de indios que estaban llevando a cabo los españoles con sus sistemas de explotación.

Revela el mestizo este aspecto inhumano de la burguesía conquistadora. Presionados por la "soberbia", como deno­mina la alienación, el afán de reinvertir que dominaba al conquistador, sólo, procura acumular riquezas a costa del exterminio del pueblo dominado, y no contento con lo acumu­lado pretende apropiarse del fruto conquistado por otros bur­gueses. El afán de monopolizar los excedentes de la conquis­ta, se presentó en forma precoz entre los capitalistas que lle­varon a cabo la dominación del Perú (lucha entre Almagro y Pizarro). Eran burgueses presionados por sus afanes de riquezas y por su dependencia a la corona con la que tenían que compartir sus ganancias, enviándole, obligadamente, el quinto que era su participación en el botín.

El objeto de Garcilaso al describir las capitulaciones hispano-incaicas de Cajamarca, era mostrarnos que los conquis­tadores no respetaron estos acuerdos tan humanos, porque si alguno de ellos como Francisco Chávez estuvieron de acuer­do con esta forma de convivencia, la mayoría estaba dominada por el espíritu de enriquecerse empleando el único y más rápido camino: diezmar y saquear las poblaciones del imperio quechua. Garcilaso como hombre abrumado por las injusticias que se cometían con los mestizos por el sistema imperial, pudo orientarse e identificarse, en la metrópoli, con la tendencia más progresiva entre las corrientes del renaci­miento. En el curso de esa época las corrientes más con­tradictorias se encontraban presentes en la península. Pero no era sumándose a lo más regresivo, entre esas tendencias que pugnaban por aplastar lo nuevo, como creía iluminarse e iluminar el porvenir de su patria. Al saturar de utopía su descripción de la sociedad de los incas, defendía lo más avanzado de su tiempo. Superaba las limitaciones de la burguesía en Europa que en muchos aspectos, no obstante la pugna que presentaban en lo fundamental —aspecto económico frente a las colonias—, coincidía con muchos planteamientos que ha­cían los teóricos del feudalismo.

Para los teólogos como Vitoria los cristianos podían líci­tamente repeler con la fuerza la agresión o grave injuria que se hacia a sus principios. Gregorio López creía que la guerra que se hacía a los indios era justa… si impiden la predica­ción de la fe cristiana o el comercio de los españoles con los indígenas (9). La burguesía de la conquista tenía su acción exterminadora avalada por teólogos eminentes, porque pro­curaron aparecer como injuriados y agredidos. A pesar de su simpatía por los realizadores de la conquista, corno los Pizarro, Almagro, etc. y en cuanto a la trascendencia del descubrimiento de las nuevas instituciones que traían los españoles, no estuvo de acuerdo con el exterminio de nativos que llevaron a cabo los híspanos. El humanismo de Garcilaso es  opuesto a la escolástica (10) que hipócritamente estimuló la despoblación que los españoles burgueses realizaron en los territorios conquistados, aunque gritaban su apostolado de ayuda al nativo. Era una teología que no se asustaba ante el enriquecimiento controlado de los conquistadores, se sentía fuerte al utilizarlos como instrumentos de expansión católica. En efecto esto ocurrió. El conquistador de los indios fue sólo un instrumento. No fue una clase para sí, sino para servir a la expansión del dominio feudal en América.

Notas
[8]  Decimos anudar y no escribir, porque no fue registrado por los cronistas pero sí por los quipucamayos: “Asentadas estas cosas por los historiadores en sus nudos”. Comentarios, II Part. Cap.VI.
[9]  José Gallegos Rocafull. El pensamiento mexicano en los siglos XVI y XVII, p.183. Centro de estudios filosóficos; 1951. Universidad de México.
[10] Garcilaso prueba con testimonios aportados por el mismo clero que la capacidad humana del indio estaba fuera de toda discusión, rebatiendo indirectamente la falacia de teólogos como Acosta que, en su Historia natural y moral de los indios (Lib.VII, Cap. II) afirmó que a los indígenas: “necesario enseñarles primero a ser hombres y después a ser cristianos”. Contradecía también a Toledo, el siniestro virrey que tanto elogian los hispanistas tradicionales, que había señalo que “antes que los indios pudieron hacerse cristianos, tenían que hacerse hombres”. (Citado por Gallegos Rocafull, ob. Cit., cap. I).

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