Garcilaso Frente al Colonialismo Hispánico
(Quinta Parte)
Emilio Choy
EXISTE UN SEGUNDO
MOMENTO EN EL PROCESO HISTÓRICO del Perú, en que
Garcilaso nos descubre que el verdadero objeto de la conquista fue la rapiña
más que la divulgación del cristianismo (dato proporcionado por el Dr. E. Reyna
autor del Amauta Atusparia).
Cuando el mariscal de campo del ejército
incaico, Quisquis, y el inca Atauchi fracasaron en su intento de liberar al
hermano de éste, Atahualpa, no se quedaron con
las manos cruzadas. Consiguieron anudar (8) una de las páginas, si no triunfales, más valiosos de la diplomacia
incaica, en que se nos aclara que no basta
tener excelentes diplomáticos si no están respaldados
por fuerzas capaces da apuntalar los pactos o
capitulaciones que han conseguido suscribir.
En los Comentarios (Parte II. Cap. V) aparecen derrotados,
en la provincia de Huaylas y en el camino incaico, dos
partidas de españoles debido a las tácticas de los jefes indios. En estos encuentros el inca Atauchi consiguió
capturar al escribano Cuéllar y siete españoles más, y
Quisquís a Francisco Chávez con seis compañeros. Después de
estos éxitos ambas fuerzas incaicas se unieron y pasaron a
Cajamarca. Esta ciudad es famosa por la matanza con que se
inicia la pérdida de nuestra continuidad histórica
como se ha dicho y otros hechos de gran importancia, pero hay que agregarle también el mérito de ser la ciudad donde
se pactaron las primeras capitulaciones hispano-incaicas,
apenas iniciada la conquista. La calidad de los
diplomáticos y militares incas es
retratada con tal fuerza por Garcilaso, que no deja
dudas sobre su superioridad moral sobre los españoles. El historiador indio jamás se dejó cegar por la casi
veneración que sentía por los conquistadores, no obstante
su misión progresista; prueba de ello es que no dejó pasar
oportunidad alguna para descubrir de los españoles su falta de
escrúpulos e inhumanidad con los ¡ndios y entre ellos mismos.
(Parle II. Cap. VI).
Es c¡erto que nos describe como castigaron al escribano Cuéllar que legalizó la muerte de Atahualpa:
"llegaron y ataron a él (palo) al
escribano, y lo ahogaron, y le dijeron así morirán
todos tus compañeros". Pero el hecho es que no mataron a los demás españoles. Quizás consideraron más
ventajoso pactar con los sobrevivientes encabezados por
Francisco Chávez y aceptar el sometimiento a ellos, tal
como había vaticinado, años atrás, Huayna Cápac, cuando dijo
que llegarían blancos barbudos a someterlos.
"Capitularon
con ellos —escribe Garcilaso—
en nombre de todos los españoles ciertas capitulaciones de
paz y amistad que los indios pidieron, que las más notables fueron: que todas
las injurias, delitos y agravios hasta entonces sucedidos, de una parte a otra,
se borrasen y olvidasen
perpetuamente: que hubiese paz entre indios y españoles
para no hacerse mal los unos a los otros: que los
españoles no contradijesen !a corona del imperio a Manco
Inca, porque era el legítimo heredero; que indios y españoles en sus tratos y contratos se hubiesen como
amigos y que quedasen confederados para socorrerse y
ayudarse unos a otros: que los españoles soltasen los
indios que tenían presos en cadenas, y de allí
adelante no los aherrojasen sino que sirviesen dellos
libremente; que las leyes de los incas pasados, hechas en
beneficio de los vasallos que no fuesen contra la ley
cristiana, se guardasen invidablemente".
A su vez los españoles impusieren dos cláusulas. Francisco Chávez en
nombre de Pizarro y todos los
españoles:
"rogaba y
encargaba a los incas y a todos sus capitanes y señores
de vasallos recibiesen la ley de los cristianos, y
consintiesen la predicase por todo
el imperio. Lo segundo era, que pues los españoles eran extranjeros, y no tenían pueblos ni tierras de qué mantenerse les
diesen alimentos como a los demás naturales del reino, y les diesen indios y indias de servicio que les sirviesen, no
como esclavos sino como criados”.
Estas dos condiciones que implicaban el
sometimiento del imperio a la dominación religiosa de los sacerdotes cristianos, los quechuas estaban dispuestos a obedecerlos y
servir a los españoles que nuevamente habían
de venir al imperio, que sería gente
"que les haría ventaja en todo". El objetivo de este sometimiento era lo más sensato que podía
hacerse, dadas las circunstancias en que se desenvolvía el incanato. La superioridad
de los extranjeros era evidente, vencerlos era imposible.
Tan evidente era el vaticinio de Huayna Cápac, que
era indispensable aprovechar la victoria obtenida en Huaylas para lograr las condiciones
más favorables y frenar la horrorosa
matanza de indios que estaban llevando a cabo los
españoles con sus sistemas de explotación.
Revela el mestizo este aspecto
inhumano de la burguesía conquistadora.
Presionados por la "soberbia", como denomina la alienación, el afán de reinvertir que
dominaba al conquistador, sólo,
procura acumular riquezas a costa del exterminio del pueblo dominado, y no
contento
con lo acumulado pretende apropiarse del
fruto conquistado por otros burgueses.
El afán de monopolizar los excedentes de la conquista, se presentó en forma
precoz entre los capitalistas que llevaron
a cabo la dominación del Perú (lucha entre Almagro y Pizarro). Eran burgueses presionados por sus
afanes de riquezas y por su dependencia a la corona con la que tenían que compartir sus ganancias, enviándole, obligadamente,
el quinto que era su participación en
el botín.
El objeto de
Garcilaso al describir las capitulaciones hispano-incaicas de Cajamarca, era
mostrarnos que los conquistadores no respetaron estos
acuerdos tan humanos, porque si alguno de ellos como Francisco Chávez
estuvieron de acuerdo con esta forma
de convivencia, la mayoría estaba dominada
por el espíritu de enriquecerse empleando el único y más
rápido camino: diezmar y saquear las poblaciones del imperio
quechua. Garcilaso como hombre abrumado por las injusticias
que se cometían con los mestizos por el sistema imperial, pudo orientarse e
identificarse, en la metrópoli, con la tendencia más
progresiva entre las corrientes del renacimiento.
En el curso de esa época las corrientes más contradictorias
se encontraban presentes en la península. Pero no
era sumándose a lo más regresivo, entre esas tendencias que pugnaban por aplastar lo nuevo, como creía
iluminarse e iluminar el porvenir de su patria. Al saturar de
utopía su descripción de la sociedad de los incas, defendía lo
más avanzado de su tiempo. Superaba las limitaciones de la
burguesía en Europa que en muchos aspectos, no obstante la
pugna que presentaban en lo fundamental —aspecto económico frente a las colonias—, coincidía con muchos planteamientos
que hacían los teóricos del feudalismo.
Para los teólogos como Vitoria los cristianos podían lícitamente repeler con la fuerza la agresión o grave
injuria que se hacia a sus principios. Gregorio López creía que
la guerra que se hacía a los indios era justa… si impiden la
predicación de la fe cristiana o el comercio de los
españoles con los indígenas (9). La burguesía
de la conquista tenía su acción exterminadora avalada por teólogos eminentes,
porque procuraron aparecer como injuriados y agredidos. A pesar
de su simpatía por los realizadores de la conquista,
corno los Pizarro, Almagro, etc. y en cuanto a la
trascendencia del descubrimiento de las nuevas instituciones que traían los españoles, no estuvo de acuerdo
con el exterminio de nativos que llevaron a cabo
los híspanos. El humanismo de Garcilaso es opuesto a la escolástica (10) que
hipócritamente estimuló la despoblación que los españoles burgueses realizaron en los territorios conquistados, aunque gritaban
su apostolado de ayuda al nativo. Era una teología que no
se asustaba ante el enriquecimiento controlado de los
conquistadores, se sentía fuerte al utilizarlos como instrumentos
de expansión católica. En efecto esto ocurrió. El
conquistador de los indios fue sólo un instrumento. No fue una clase para sí, sino
para servir a la expansión del
dominio feudal en América.
Notas
[8] Decimos anudar y no escribir, porque no fue
registrado por los cronistas pero sí por los quipucamayos: “Asentadas estas
cosas por los historiadores en sus nudos”. Comentarios,
II Part. Cap.VI.
[9] José Gallegos Rocafull. El pensamiento mexicano en los siglos XVI y XVII, p.183. Centro de estudios filosóficos; 1951. Universidad de
México.
[10] Garcilaso
prueba con testimonios aportados por el mismo clero que la capacidad humana del
indio estaba fuera de toda discusión, rebatiendo indirectamente la falacia de
teólogos como Acosta que, en su Historia
natural y moral de los indios (Lib.VII, Cap. II) afirmó que a los
indígenas: “necesario enseñarles primero a ser hombres y después a ser
cristianos”. Contradecía también a Toledo, el siniestro virrey que tanto
elogian los hispanistas tradicionales, que había señalo que “antes que los
indios pudieron hacerse cristianos, tenían que hacerse hombres”. (Citado por
Gallegos Rocafull, ob. Cit., cap. I).
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.