Las
Conquistas Románticas de Rubén Darío
Roque Ramírez Cueva.
EN
UN PROGRAMA DE TELEVISIÓN DE TVPERÚ, atiendo el diálogo sobre Azul, el libro de
poesía de Rubén Darío, donde los escritores invitados concuerdan en señalar que
dicha obra significó un antes y un después para la literatura americana, la
cual ingresaba al ámbito universal con la espada y pluma del adalid que la
condujo a la palestra de las letras hispanas, plena de modernidad y autonomía
sin influencias paternales.
Cierto, por el año de 1888 en que se
publica azul, se inician las conquistas románticas de Rubén Darío, y no
hablo de amoríos sino de heroísmos e ideales americanistas vindicados. Como
bien señaló Octavio Paz (Los Hijos del Limo), el modernismo fue para
América morena el proceso romanticista que décadas atrás se gestó en Europa,
“el modernismo insurgía como respuesta al vacío de fe, a la falta de ideales
en las sociedades americanas”
Por aquellas décadas de fines del
siglo XIX, la sociedad española, incluidas sus letras y artes, sufre un período
de decadencia, uno de los motivos, entre varios, es la extinción definitiva de
su imperio a causa de las luchas de independencia de Cuba lideradas por el
poeta modernista José Martí, lograda en 1898, el año clave de la primera
insurrección literaria latinoamericana.
Antes de 1888, las letras y artes
americanas, en opinión de Tamayo Vargas, se mantenían en un ambiente de grosera
imitación de los moldes letrados europeizantes. Imitan a esa España de
escritores decadentes o también hacen la imitación que de la literatura
francesa hicieron algunas plumas hispanas de la época, pues sus glorias
imperiales de antaño se habían opacado por la emancipación independentista de
América.
Sin embargo, este panorama cultural
del entorno que precede al inicio del modernismo fue variando, y cambia por la
renovación de poderes en algunos países que inician su proceso de
industrialización. Los terratenientes o latifundistas perdían piso y tierras,
ante el control del Estado, administrado por ascendentes burguesías nacionales.
Por la década de 1890, un sector de las letras americanas aún dirige su mirada al naturalismo y parnasianismo europeo, el propio Darío con Prosas profanas (1896). Y por otro lado, recobran vigencia e importancia las ideas positivistas que son el sustento del proyecto liberal decimonónico, y las ideas americanistas de emancipación y libertad, todas ellas se enarbolan y son la fuente que saciará la sed de lauros nacionales no sólo de los guerreros independentistas sino de sus poetas.
Es en esta escena donde insurge el modernismo. Con el dinamismo y auge de la industrialización mundial e innovación técnica la información en los periódicos y radios se expande y difunde a más sectores sociales y más rápido, en las bibliotecas universitarias de nuestro continente se llega a conocer todo el glorioso pasado de la cultura universal, aportada por el exotismo de las grandes civilizaciones orientales de Egipto, Babilonia,
Obviamente, inventos como el
telégrafo, teléfono, trasatlánticos, trenes, aviones, la energía eléctrica, la
radioemisora, etc. aportan nuevas terminologías que pasan a ser uso corriente
en las calles y que luego incrementarán los diccionarios. Pero, la literatura
engalanada por rígidas letras de molde clásico no les da importancia, y esa es
la virtud visionaria de los modernistas, incorporar en sus obras estos vocablos
para incluirlos en la tradición poética universal.
Circunstancias estas que, explícita
e implícitamente, y como complemento de factores socio- económicos,
contribuyeron a generar un ambiente cultural conveniente y acondicionado para
la renovación e insurgencia de las letras latinoamericanas, a partir de Azul.
Es así que estas artes y letras, con el desbrozar de José Martí y el protagonismo de Rubén Darío, ingresan a su primer momento de gloria, pues se trata que suscribieron para la historia una etapa diferente e inédita. Como dice Amado Alonso, “ es la primera vez que América asume la dirección poética en la lengua española. España se incorpora al movimiento americano…”
Esta propuesta literaria, la podemos
entender mejor desde el testimonio del propio Darío, en un comentario que nos
ofrece sobre la obra de uno de los iniciadores del modernismo, el héroe
combatiente por la libertad de Cuba, el poeta José Martí:
“…Yo admiraba altamente el vigor general de aquel escritor único a quien había conocido por aquellas formidables líricas correspondencias que enviaba a diarios hispanoamericanos…Escribía una prosa confusa, llena de vitalidad y de color, de plasticidad y de música. Se transparentaba el cultivo de los clásicos españoles y el conocimiento de todas las literaturas antiguas y modernas”
Opinión que resume los rasgos
característicos de la escuela modernista, muy aparte de que el comentario sobre
Martí no sea certero respecto a su prosa, hoy bien conocemos que la
lucidez martiana fue de ideas vanguardistas, sobre todo visionarias.
Rasgos éstos que además asumió el propio Darío, en su segunda etapa en que
evoluciona y da pie a transitar hacia la vanguardia en libros como Cantos de
Vida y Esperanza (1905) y El Canto Errante (1907).
Los modernistas originales han
recibido injustas acusaciones de emitir cantos de cisne con voces de cristales
musicales nada más. Eso lo hicieron sus seguidores. Sus plumas de avanzada,
Darío, Martí, Gonzáles Prada, Herrera Reisig, quisieron ser y fueron
universales, quisieron por entereza desvincularse de yugos imperialistas y
devolvieron ese período oscuro de la invasión con una conquista de luces, la
creación poética americana imponiéndose en el viejo continente.
En lo que respecta solo a Darío,
veamos de modo breve esa transición suya hacia la vanguardia en uno de sus
libros menos difundidos y que este año cumple cien años de salido de las
imprentas, El Canto Errante, cuya poesía se mantiene vital. S. Yurkievich
postula que la poesía última de Darío es iconoclasta, no sólo de denuncia sino
también cuestionante de los grandes poderes, con un lenguaje renovado exento de
galas.
Veamos dos de sus poemas. En el
poema “A Colón” se presenta el asombro nativo y el espanto en piel de ovejas
invasoras que significaron los hechos a partir del 12 de octubre de 1492, versos
en cuyo trasfondo se percibe un canto de loores cargados de vindicaciones por
la identidad continental de una América cobriza y morena.
En el poema “A Rooselvelt” canta a protagonistas inéditos en la poesía latinoamericana: los obreros y trabajadores negros y latinos, mostrando su función de constructores virtuales pero marginados por la sociedad industrial Anglosajona. Sobre todo advierte del peligro de las garras que afila el águila imperial norteamericana.
Cierto no es una poesía propia de la
mejor vanguardia pero en su universalidad cruzó sus fronteras y se aproximó
bastante a ella. Lo cual nos confirma que a los genios de la literatura
universal resulta inútil encasillarlos en rígidas tendencias.
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