sábado, 7 de diciembre de 2013

Historia





Garcilaso Frente al Colonialismo Hispánico*

(Segunda Parte)


Emilio Choy


Nuestros libertadores, que quebraron lazos con la penín­sula, no pudieron evitar los tentáculos de los empréstitos in­gleses y, como es sabido, no puede existir independencia política s¡n independencia económica. El único país de América hispana que logró su independencia económica en el siglo pasado, fue el Paraguay, independencia que perdió por la influencia inglesa en los tres países "hermanos" que intervi­nieron en la guerra destinada a impedirle que siguiera go­zando de esa su independencia económica. Los banqueros de la City no podían ver con buenos ojos un país que, ha­biendo sido una oscura colonia española, pudiera sobresalir y no ser controlada por la nueva metrópoli y, además, pre­tendía un trato de igual a igual.

Los conquistadores constituyeron la pre-figura de los libertadores que llegaron a gobernar en México o Perú, como Itúrbide que reinó en México y Bolívar que pretendía ser pre­sidente vitalicio, con poder para elegir sucesor y San Martín que soñó con imponer en palacio de gobierno a un príncipe importado de Europa, así como el Congreso de Tucumán aspiró a tener un príncipe indio como monarca en el Plata.

Los conquistadores no aspiraban a una total iridependencia, sino mantener, en última inslancia, ciertos lazos en forrna de tributo anual a la melrópoli. Pero el anhelo de esos hom­bres era gobernar el país para si, sosteniendo una autonomía que con el virreinato desapareció, terminando por mandar en el Perú un vice-soberano que hacia lo que a la metrópoli le convenía (3)  y no a quienes habían logrado el éxito y pre­tendían una fuerte autonomía en el gobierno del territorio lograda situación esa que hubiese beneficiado al país porque los indios hubiesen sido menos exterminados ya que las exigencias de la metrópoli no hubiesen primado sobre las nece­sidades del conquistador estabilizado en el país. La mano de obro habría sido utilizada sin llegar a tan elevado exterminio para enviar el quinto a la metrópoli y só!o se habrían limitado a sacar su parte como explotadores discretos del indio.

En realidad, el conquistador quedó reducido a un intermediario con cierta prosperidad, dedicado a hacer que el indio produjera cada vez más para el aparato virreinal a fin de que las riquezas del país fluyeran a la península y para que la teocracia que gobernaba en ella con Felipe II y sus conti­nuadores, pudiera seguir defendiendo la cantrarelorma y evi­tar que en España pudiera desarrollarse la burguesía nativa y sólo creciera el poder económico del clero, aunque para ello deberían engordar las manufacturas de países foráneos.

Dentro de las circunstancias en que Garcilaso escribió los Comentarios reales del Perú, y en especial la segunda parte, donde aparece defendiendo a los conquistadores (4), no dejó de criticar la dureza de ellos en la matanza de Cajamarca, pero como historiador no podía detenerse en  lamentar lo que ya había ocurrido. Su grandaza radica en que su hispanismo estaba en función de la defensa del porvenir de lo indio, que es el primer objetivo de su obra y para ello necesitaba:

"dar a conocer al universo nueslra patria, gente y na­ción […] que por haber sido poseída y gobernada de sus antiguos principes incas: Césares en felicidad y for-taleza. Y porque de virlud, armas y letras suelen preciar­se las tierras en cuanto remecían el cielo: de estas tres prendas puede loarse la nuestra […] pues sus coterrá­neos son  de su nalural dóciles, de ánimo esforzado, entendimientos preslos, y voluntades afectas a la piedad y religión”.

Orgullosamente muestra la calidad humana del indio. Sus coterráneos nada tienen de inferiores. Son tan capaces como otros pueblos poderosos de Europa. No escribe para de­fender la hispanidad colonialista en sí, sino defiende lo que aportaría el español que, en el futuro, servida al indio para emanciparse. Como católico cree que la religión no es obs­táculo para que el indio desarrolle su capacidad. ¿Acaso él mismo no es un exponente de esla capacidad cuando destaca que había traducido a León Hebreo al quechua y al castellano "para que se vea a donde llega la curiosidad y estudiosi­dad de los nuestros"? El problema de la religión, aunque procu­ra darle un nuevo contenido, no es todo para el cusqueño ni es sumamente importante que el arte y la técnica europea sean dominados por el indio.

La religión católica, tiempo atrás, había lenido como co­lonia a Inglaterra y fue desterrada. En forma sutil desliza el pensamiento de que los indios son como la Inglaterra que acogió la Igíesla primitiva y después terminó expulsándola. Para ello utiliza el testimonio de los jesuítas cuando mani­fiesta: "en fe de lo cual atestiguan estos varones apostólicos, que los fieles indianos sus feligreses, con las primicias del espíritu hacen a la Europa casi la ventaja que los de la igle­sia primitiva a los cristianos de nuestra era, cuando !a cató­lica fue desterrada de Inglaterra y del Septentrión, su anti­gua colonia, se va de un poco a otro a residir con los an­típodas" (América). Como para Garcilaso en ia historia ha­bía categorías en el desarrollo, seleccionaba con cuidado sus  comparaciones. No se limitaba a comparar a los incas con las "griegas y troyanas". Consideraba que ellos habían superado la fase heroica o sea la sociedad esclavista patriarcal. Sólo encontraba digno parangonar a los incas con los gran­des de los imperios esclavistas de la antigüedad: Darío de Persia, Ptolomeo de Egipto, Alejandro de Grecia y Esipiones de Roma. Como se puede deducir, sólo era comparable a los Incas la Grecia de la fase conquistadora de Alejandro, cuando el imperio helenístico brevemente se perfiló, o la Roma ma­duramente imperial. La  religlón para Garcilaso era un me­dio para introducir los cambios, como había ocurrido en In­glaterra. ¿La religión, al mudarse a América, no produciría resultados similares? Vio la utilidad de la religión católica y su difusión como factor de progreso para los cambios cultu­rales que necesitaban los indios.

Garcilaso ante la política de menoscabar lo indio y lo que había surgido de América, mestiza y criolla, insiste en recalcar la capacidad de la juventud india:

"sus agudos y sutiles ingenios, hábiles para todo género de letras, valga el voto del doctor Juan de Cuéllar, canónigo de la santa Iglesia catedral de la imperial Cusco, que siendo maeslro de los de mi edad y suerte, solía con tiernas lágrimas decirnos: ¡Oh hijos y como quisiera ver una docena de vosotros en la universidad de Salamanca […] y por cierto que tierra tan fértil y de ricos minerales y metales preciosos, era razón criarse venas de sangre generosa y minas de entendimiento despierto para todas ar­tes y facultades. Para los cuales no faltaba habilidad a los indios naturales y sobra capacidad a los mestizos hi­jos de indias y españoles, o de españolas e indios. Y a los criollos oriundos de acá, nacidos y connaturalizados allá. A los cuales todos como hermanos y amigos, pa­rientes míos, ruego y suplico se animen y adelanten en el ejercicio de la virlud, estudio y milicia, volviendo por sí y por su buen nombre, con que lo harán famoso en eJ suelo (al Perú) y eterno en el cielo. Y de camino es bien que entienda (ac, aparece la fiereza del indio) el mundo viejo y político, que el nuevo (a su parecer bárbaro) no lo es, ni ha sido sino por falta de cultura".

El Inca se refería a la cultura europea. Para superar este atraso insistía en la virlud, estudio y milicia, la gran divisa del renacimiento que en llamado de Garcilaso tuvo in­fluencia revolucionaria en la colonia y tiene resonancia actual entre los jóvenes de America a la altura de nuestro tiempo. Túpac Amaru recogió en su siglo el mensaje de los Comenta­rios, pero le faltó organización militar y capacidad de unificar a todas las fuerzas indispensables. Con los indios y parte de los mestizos, no era posible vencer a las fuerzas de la me­trópoli.

No se conforma Garcilaso con el ejemplo ya citado de Inglaterra. Deja entrever la pujanza de ésta después que dejó de ser colonia y se liber del clero romano. No necesi­taba decirlo. La influencia que Inglaterra ejercía en la polí­tica mundial era demasiado visible. La audacia de Garcilaso es evidente al emplear la liberación de la península de Roma como pre-figura de que es posible que los indios consigan lo mismo de la imperial España, utilizando la religión como ve­hículo no sólo de transmisión de ideas, sino al mismo tiempo el sistema cultural que traía España en su economía colonial: "da la prima y la palma a la nuestra, antes inculta, hoy por tu medio cultivada, y de bosques de gentilidad e idolatría, vuelta en paraíso de Cristo". La labor misional de España aunque durará siglos, para el historiador es momentánea. La glorifica para estimular a sus compatriotas a utilizarla como imagen a imitar. Con el elogio al opresor enviaba el oculto estimulo a sus hermanos del Perú a seguir luchando en forma indesmayable. Elogia a España por "haberla el Todopode­roso escogido por medianera, para alumbrar con lumbre de fe a las regiones que yacían en la sombra de la muerle"; co­mo pueblo misional la divinidad le había entregado lo que ha­bía pedido y nos cita un salmo de David que traducido sig­nifica: "Pídeme y te daré gentes como tu herencia y por po­sesión tuya los términos de la tierra" (traducción del Dr. Hu­go Pesce). Pero a los indios tan oprimidos cree que "como hermanos menores" recibirán la bendición de Dios, y aunque vienen a la viña de su iglesia a la hora undécima, "aun lle­gando tarde gozarán de la suerte igual a la de los que lleva­ron el peso de los trabajos por más tiempo con gran sufri­miento (portarunt pondus dici).

¿Qué quería decir a los indios que llegaban a la iglesia a la hora undécima, que por suerte les cabrá jornal igual y paga igual a los que llevaron el peso por más tiempo y ardor (porstarunt pondus díci)? Sencillamente que los indio por el trabajo que desempeñaban recibirían un paqo similar al de otras naciones que eran más veteranas llevando la carga del catolicismo. La religión católica implicaba progreso en el Perú, como religión asociada a un modo de producción feudal, pero que al ingresar al Perú había llegado ligada a modali­dades de explotaclón que pertenecían a un sistema más avan­zado como era el capitalismo. El precio que cobraba la insti­tución triunfadora en el crecimiento demográfico era fuerte y sin escapatoria, pero al introducir el progreso en el Perú, los indios habían pasado de una sociedad a otra, y ellos a su vez, con el sacrificio de entregar miles y miles de toneladas de metales preciosos a Europa, también la habían hecho pros­perar a un ritmo sin precedentes en su historia (5).

Notas:
[3] Aun el principio de que “se acata, pero no se cumple2 era un dicho de los conquistadores, que tuvieron la ilusión de hacer lo que querían, aparntando respetar las disposiciones de la corona. Pero como fueron derrotados en las colonias, se cumplió lo fundamental que necesitaba la corona: aumentar el poder territorial de la iglesia, debilitar a loos conquistadores y a los encomenderos, impedir el mayor desarrollo de la burguesía, tolerando que dispusiera de una parte limitada de los excedentes, y presionar con diferentes medidas fiscales para que tuviesen que remitir a la metrópoli la plusvalía. Las reinversiones, como país colonial quedaron frenadas frustrando la acumulación capitalista.
[4] “El segundo respeto y motivo de escribir esta historia fue celebrar (si no dignamente al menos debidamente) las grandezas de los heroicos españoles, que con su valor y ciencia militar ganaron para Dios, para su rey y para sí, aquese rico imnperio cuyos hombres […] vivirán inmortales, en la memoria de los mortales […] os clarísimos conquistadores del nuevo orbe, que gozo y corona de España, madre de la nobleza y señora del poder y haberes del mundo; la cual juntamente será engrandecida y ensalzada, como madre y ama de tales, tantos y tan grandes hijos, criados a sus pechos con leche de fe y fortaleza, mejor de Rómulo y Remo.
[5] El desarrollo del capitalismo, como explicaba Marx, había dado un salto, no sólo con el sacrificio de millones de indios en las minas de América, sino también con decenas de millones de negros esclavos que aportó Africa para ayudar a impulsar ese saltos. Fueron las dos palancas que apoyaron, en la península ibérica, el impulñso del capitalismo territorial holandés e inglés y, más tarde, el francés, logrando alcanzar el desarrollo que Oriente había alcanzado hasta el siglo XVI y sobrepasarlo con claridad en el siglo XVII.

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