domingo, 1 de mayo de 2016

Internacionales

Nota:

Desde la presente edición de esta revista digital publicaremos, en tres partes, un artículo aparecido en la revista Monty Review sobre las condiciones económicas y políticas de las clases trabajadoras chinas y su lucha contra la restauración del capitalismo.

El artículo es esclarecedor y da al traste con las falacias con que corrientes oportunistas de todo el mundo pretenden encubrir la restauración del capitalismo en la patria de Mao, y ocultar así la formación de una fuerte burguesía burocrática.

Partidarios de la teoría revisionista del desarrollo de las fuerzas productivas, tales corrientes se revelan como revisionistas en toda la línea.

Mientras apoyan de hecho la supresión de la dictadura del proletariado y la restauración del capitalismo en China, algunas de esas corrientes se llenan la boca con palabras acerca de la Comuna de París.

Pero el ardid no les alcanza para ocultar su apoyo a la dictadura de la burguesía contra la dictadura del proletariado; al capitalismo contra el socialismo; a Deng Siaoping contra Mao; al revisionismo contra el marxismo-leninismo.

El desarrollo de la producción mercantil solo tiene sentido como impulsor de las fuerzas productivas en el socialismo cuando está gestionado por una dirección marxista-leninista, y no a una dirección revisionista como la actual dirección china.

Esa fue la lección de la NEP en tiempos de Lenin.

Y también la lección arrojada por la aplicación del programa implementado por el PCUS desde su XX Congreso realizado en 1956.

El artículo de Robert Weil expone, en términos generales, la creciente lucha de las clases trabajadoras contra la restauración del capitalismo, creciente ya en el año en que fue escrito y, actualmente, con perspectivas de convertirse en una lucha nacional.

01.05.2016.

COMITÉ DE RECONSTITUCIÓN JOSÉ CARLOS MARIÁTEGUI.


Las Condiciones de la Clase Trabajadora en China*

(Primera Parte)

Robert Weil**
Introducción

ESTE ARTÍCULO SE BASA primordialmente en una serie de encuentros con trabajadores, campesinos, organizadores y activistas de izquierda, en los que participé durante el verano de 2004 junto con Alex Day y otro estudioso de cuestiones chinas. Forma parte de un trabajo más extenso que publica el Oakland Institute como informe especial. Los encuentros tuvieron lugar sobre todo en Pekín y sus alrededores, así como en la provincia de Jilin, en el nordeste, y en las ciudades de Zhengzhou y Kaifeng, en la provincia central de Henan. Lo que hemos oído revela con toda claridad los efectos de las transformaciones masivas que tuvieron lugar en las tres décadas posteriores a la muerte de Mao Zedong, con el desmantelamiento de las políticas socialistas revolucionarias que se habían puesto en práctica bajo su liderazgo, y el retorno al «camino capitalista», lo que dejó a las clases trabajadoras en una posición cada vez más precaria. En este momento, en una sociedad que se contó entre las más igualitarias, se está produciendo el rápido crecimiento de la polarización entre extremos de riqueza en la cúspide y, en la base, crecientes filas de obreros y campesinos cuyas condiciones de vida empeoran día a día. Como ejemplo de esto, la lista de poseedores globales de miles de millones de dólares que publica la revisa Fortune de 2006 incluye siete de China continental y uno de Hong Kong. Aunque sus posesiones son pequeñas en comparación con las de Estados Unidos y otros lugares, representan la emergencia de un capitalismo chino completamente desarrollado. Una corrupción rampante vincula las autoridades del Partido y el Estado y los directores de empresa a los nuevos empresarios privados en una red de alianzas que está enriqueciendo una floreciente clase capitalista, mientras las clases trabajadoras son explotadas de una manera que no se veía desde hacía más de medio siglo.

Los trabajadores con los que hemos hablado pertenecían a las decenas de millones de trabajadores despedidos de sus antiguos empleos en las empresas de propiedad estatal, otrora los pilares de la economía, con pérdida de prácticamente todas las formas correspondientes de seguridad social que formaban parte de su unidad de trabajo: vivienda, educación, atención sanitaria y pensiones, entre otras. Cuando esas empresas de propiedad estatal se convirtieron en corporaciones regidas por el beneficio, ya mediante la venta directa a inversores privados, ya mediante su semiprivatización a cargo de empresarios y autoridades estatales y del Partido, la corrupción se hizo común.



Los campesinos con quienes estuvimos luchan por afrontar los efectos a largo plazo de la disolución forzosa de las comunas rurales y la introducción del sistema de responsabilidad familiar, en el que cada grupo familiar contrata con la aldea la cesión de una porción de tierra para cultivar. Al dejar el campo a merced del mercado global, la política de venta de tierras a inversores inmobiliarios que realizan los funcionarios locales sin las compensaciones adecuadas para los aldeanos, dejó, junto con la rampante devastación medioambiental de las áreas rurales, centenares de millones de personas luchando por encontrar un modo viable de ganarse la vida, al tiempo que los despojaba de los apoyos sociales colectivos de los que previamente habían disfrutado.

Más de cien millones de campesinos se han convertido en parte de la masiva migración a las ciudades, en busca de trabajo en la construcción, las nuevas fábricas orientadas a la exportación o los empleos más sucios y peligrosos, donde carecen de los derechos más elementales. En el caso de muchos inmigrantes, las condiciones se deterioran rápidamente a medida que se establecen de modo semipermanente en las comunidades urbanas y a medida que envejecen y sus problemas de salud se agravan.

Las clases trabajadoras chinas no han permanecido pasivas ante el deterioro de sus condiciones y la pérdida de los derechos de los que disfrutaron durante décadas gracias a la lucha y el sacrificio en la revolución socialista.

El conflicto de clases y la agitación social han alcanzado niveles desconocidos desde hace décadas. En la China de hoy, los trabajadores, los campesinos y los migrantes internos están protagonizando algunas de las mayores manifestaciones del mundo, que a veces llegan a implicar a decenas de miles de personas y culminan en violentos choques con las autoridades.



Incluso el ministro de seguridad publicó cifras que admitían que «los incidentes masivos, manifestaciones o motines» se elevaron en 2004 a 74.000, por encima de los 10.000 de la década anterior y de los 58.000 de 2003 (New York Times, 24 de agosto de 2005). La amenaza de creciente inestabilidad social representa un desafío cada vez más importante a los máximos dirigentes del Partido y del Estado, y ya ha tenido como consecuencia cambios de política en un intento de prevenir mayores agitaciones.

Incluso la llamada nueva clase media de profesionales y ejecutivos y las filas en rápida expansión de graduados universitarios, muchos de los cuales han florecido durante el boom económico de varias décadas, se está fragmentando.

El elevado coste de la educación, que bajo Mao fue prácticamente gratuita hasta los cursos de posgrado, está haciendo de ésta algo prohibitivo, sobre todo para las clases trabajadoras. Los graduados recientes tienen cada vez más dificultad para encontrar empleo. La tensión del mercado se cobra peaje incluso entre los que están en mejor situación. Las ganancias que ha producido el desarrollo económico —en especial el acceso más amplio a los bienes de consumo y a los alimentos, así como una mayor movilidad y más oportunidades de empleo—, se están recortando para millones de personas debido a la divisoria de clase en constante aumento y a la creciente inseguridad. En consecuencia, China está entrando en un período de áspera lucha de clases e incertidumbre política, cuya superación no será fácil. Para la clase trabajadora será muy difícil mejorar, y el resurgimiento de la izquierda, aunque muy significativa, está todavía en una etapa muy incipiente. Este ensayo explora esas complejidades y posibilidades. En general he omitido los nombres de personas y organizaciones con el propósito de protegerlas.

Conflicto y unidad

Al menos superficialmente, parecería que la convergencia de las condiciones de los trabajadores urbanos, los migrantes y los campesinos —e incluso muchos de los miembros de la clase media— suministraría la base para una amplia unidad de lucha contra quienes los explotan bajo las reformas del mercado capitalista y la apertura de China a las fuerzas económicas mundiales. Pero, lo mismo que en situaciones similares en Estados Unidos y en cualquier otro lugar del mundo, la unificación de las clases trabajadoras es más fácil de concebir en teoría que de realizar en la práctica. Difícilmente desaparecen los viejos prejuicios, especialmente la baja estima en que muchos chinos de las ciudades tienen al campesinado, agravados por nuevas formas de competencia producidas por la migración masiva de las áreas rurales a las ciudades y la manipulación de los que están en el poder, que emplean métodos ya bien comprobados de división y conquista para enfrentar a los distintos grupos entre sí.

A modo de ejemplo, cuando se le peguntó si los trabajadores de Pekín tenían la sensación de que los inmigrantes están ocupando sus puestos de trabajo, un activista con el que hablamos respondió: «Sí, algo de esa sensación se da sobre todo entre los despedidos». Muchos de ellos miran por encima del hombro a la población inmigrante. Durante los trabajos de limpieza tras una gran tormenta, algunos trabajadores urbanos observaron:

«Éste es el tipo de trabajo para el que están aquí los inmigrantes, que vienen de zonas donde nunca se ve dinero». Como para confirmar esa imagen, el New York Times (3 de abril de 2006), informaba acerca de los basureros del vertedero municipal de Shanghai, uno de los cuales trabajaba para pagar los 10.000 yuanes (1.250 dólares) de matrícula de escuela de enseñanza media de una hija, y los 1.000 yuanes (125 dólares) de la educación primaria de una segunda hija. Sin embargo, los sentimientos son recíprocos. Los inmigrantes, a su vez, dicen cosas similares, como «Ese se merece ser un trabajador despedido».

Según un modelo demasiado familiar en los Estados Unidos —donde, además de la condición de inmigrante, se tienen en cuenta la raza y la etnia—, hay trabajadores que ven como favoritismo los intentos del gobierno de ayudar a los inmigrantes a obtener el pago retroactivo y otros derechos que les corresponden. Los medios de comunicación aprovechan esas divisiones y promueven malas relaciones entre los diferentes grupos, diciendo que los proletarios urbanos sólo quieren tener empleos con extranjeros, afirmando a la vez que los inmigrantes están dispuestos a trabajar por «nada» y tratando de que los trabajadores despedidos los imiten, lo cual crea resentimiento. Sin embargo, el combustible para dicha manipulación lo proporciona la creciente brecha entre los ingresos urbanos y los rurales, ahora en proporción de 3,3 a 1, «superior a tasas similares en Estados Unidos y una de las más altas del mundo», (New York Times, 12 de abril de 2006).

Lo tajante de estas divisiones resulta evidente en la experiencia de los trabajadores de una fábrica de equipos de transmisión eléctrica de Zhengzhou, donde en 2001 se produjeron choques importantes. Allí, cuando se vendía la fábrica y ésta cerró, la policía arrestó por la noche a manifestantes que protestaban, entró y se llevó maquinaria como si se tratara de ladrones.

También llevó campesinos a cincuenta yuanes por día para que acarrearan el equipo. Esto culminó en una larga lucha. En parte para evitar la reacción pública al uso de la policía por la ciudad para que le hiciera el trabajo sucio, se contrató a campesinos que hicieran las veces de matones; éstos, portando cascos, utilizaron armas para golpear a los trabajadores. Se llevó una treintena de camiones con quinientos campesinos en el papel de esquiroles, ejemplo de lo que sucedía en todo Zengzhou. Un activista contó que cuando los trabajadores de la fábrica hicieron sonar una campana, «todo el mundo salió», lo que el 24 de julio de 2001 culminó en una batalla de cuatro horas entre campesinos y trabajadores. Ese día ganaron los trabajadores, pues acudieron en su ayuda trabajadores de otras fábricas, unos cuarenta mil en total. Aunque ocho trabajadores fueron detenidos y acusados de destruir la propiedad, también tuvieron ayuda legal y los capitalistas volvieron a perder. Como dijo un trabajador en referencia a los derechos que tenían antes de la reforma, entonces «nuestras leyes, las leyes de Mao», estaban vigentes. «Había tanta gente que el gobierno tuvo miedo.»

La magnitud de la acción popular hizo que las autoridades se dieran una tregua, pero bajo la presión de los capitalistas, los trabajadores fueron nuevamente arrestados, esta vez por la policía de seguridad pública para evitar los tribunales, y hubo diez días de lucha con los campesinos. De esa manera, se utilizó a los campesinos para sacar a los trabajadores de la fábrica, venderlo todo inmediatamente y despedir a 5.600 personas. Luego derribaron los edificios, incluidas las viviendas de los trabajadores, y entregaron la tierra a un inversor inmobiliario, quien construyó grandes almacenes y viviendas de lujo. Ahora, sin trabajo o sin casa, todo el mundo tiene miedo de seguir luchando. De vez en cuando, los policías se convierten en matones, se quitan el uniforme y actúan como una banda que protege a los propietarios capitalistas, incluso con cuchillos. En una planta de cerámica, una pandilla golpeó a un dirigente obrero casi hasta matarlo, pero las autoridades dejaron hacer y luego ignoraron las quejas.

De esta manera, la policía y otros agentes del gobierno no sólo atacan y reprimen directamente a los trabajadores de empresas de propiedad estatal, sino que azuzan a los diversos sectores de las clases trabajadoras unos contra otros. A pesar de la necesidad de unidad, esas experiencias hacen muy difícil la superación de los prejuicios y las divisiones existentes. Como dijo un activista obrero de la compañía de equipos eléctricos: «Los campesinos y los trabajadores deberían ser una familia; tuvimos que pelear con ellos, pero deberíamos trabajar juntos». Los que están en lados opuestos actúan de acuerdo con sus intereses a corto plazo. En la planta, hasta el jefe de policía dijo que no quería hacer lo que hizo, pero que estaba presionado.

Un trabajador le dijo que era «como un perro». El jefe de policía respondió: «Sí, pero si no te muerdo ahora, me desuellan». La sustitución de empresas de propiedad estatal por empresas constructoras privadas intensifica las divisiones. Las nuevas fábricas que se están construyendo en la región llevan sus trabajadores del campo, les pagan salarios bajos y no les proporcionan vivienda ni prestaciones sociales. Además, como dijo un trabajador, a diferencia de lo que ocurre en Estados Unidos, en China los que son despedidos de empresas de propiedad estatal no pueden tener ni siquiera empleos en el sector de servicios, pues para eso se utilizan los campesinos, más baratos y fáciles de controlar. En consecuencia, a pesar del deseo de trabajar juntos, esas condiciones llevan inevitablemente al resentimiento entre distintos sectores de las clases trabajadoras.

No obstante estas divisiones y conflictos, cada vez se realizan mayores esfuerzos para lograr un nivel más alto de unidad entre sectores más amplios de los trabajadores urbanos y para crear vínculos más estrechos entre ellos y los campesinos, tanto con los que se quedan en las granjas como con los que emigran a las ciudades. Las manifestaciones alrededor de las fábricas de papel, textiles y de equipos de transmisión eléctrica de Zhengzhou, junto con la huelga de 13.000 taxistas de esa ciudad en 1997, muestran que decenas de miles de trabajadores de muchas empresas y sectores, lo mismo que miembros de la comunidad, se movilizaron en apoyo de quienes se oponían a la privatización, la pérdida de empleos y prestaciones sociales, o al aumento de impuestos o tarifas. No obstante, el modelo más común en toda China es el de los que trabajan en fábricas individuales y que deben hacer frente por sí mismos a sus empleadores y a los funcionarios del gobierno con ellos asociados. Con frecuencia, estos enfrentamientos —que pueden comprender acciones tales como echarse sobre las vías del ferrocarril y bloquear autopistas, o bien rodear y ocupar oficinas, así como otras maneras de interrumpir la actividad normal de la ciudad terminan con pequeños pagos a los trabajadores afectados, en absoluto suficientes para proporcionarles sostén a largo plazo, pero suficientes como para pacificar su demanda inmediata de algún tipo de alivio. En un intento de superar esta manera relativamente aislada de lucha, que en la mayoría de los casos demostró ser inadecuada para detener el avance general de la privatización, el desempleo y la pérdida de servicios y certezas, los trabajadores de las diferentes empresas de Zhengzhou están empezando a unirse. También en Kaifeng, donde la mayoría de las empresas de propiedad estatal ha cerrado dejando a 100.000 desempleadas, los trabajadores han expresado la necesidad de mayor unidad para salir victoriosos. Sólo recientemente, trabajadores de distintas plantas —tanto los muchos que ya han perdido su empleo como los pocos que aún continúan trabajando— han comenzado a desarrollar acciones conjuntas, realizar reuniones con representantes de cada una de las empresas y organizar protestas conjuntas que atraen participantes de todas ellas. Los activistas con los que hemos hablado allí estaban planeando una gran manifestación de trabajadores de todas las fábricas de la ciudad para fines de ese año.

Pero las perspectivas de esa acción unificada son inciertas. Quedan muchas divisiones en el proletariado urbano, tanto económicas como generacionales e incluso políticas; algunos dan más apoyo a las «reformas» y el gobierno, mientras que otros sostienen el enfoque socialista. Incluso un parque de Zhengzhou en medio de un distrito de clase trabajadora que visitamos está físicamente dividido entre grupos de trabajadores y jubilados de derecha y de izquierda, con predominio de los primeros en ciertas áreas y sobre todo durante el día, mientras que en otras zonas, y en particular por la noche, prevalecen los segundos. Como tuvimos oportunidad de comprobar directamente cuando nos detuvimos brevemente para hablar con algunos de los muchos que acuden diariamente al parque para relajarse, las discusiones pueden llegar a ser muy acaloradas y a veces incluso vagamente amenazantes. Algo análogo ocurre con las perspectivas de unidad entre trabajadores y campesinos, en la que los inmigrantes urbanos desempeñan en cierto modo el papel de intermediarios. El deseo de unirse existe, pero tanto las diferencias en sus condiciones como en el tratamiento que reciben del gobierno operan contra esos mayores niveles de unificación.

Bajo las reformas ha habido también una parcial inversión de fortunas.



Tanto en las ciudades como en el campo, las personas con las que hemos hablado afirmaban que hoy, en fuerte contraste con lo que sucedía durante la era socialista de Mao, algunos campesinos están en realidad mejor que muchos de los trabajadores urbanos. Puede que sigan siendo pobres y sigan luchando por sobrevivir —las familias campesinas más empobrecidas continúan estando en la peor situación de todas—, pero al menos tienen una parcela de tierra en la que pueden cultivar algo para comer. Incluso los inmigrantes más pobres pueden regresar a la aldea si las cosas les resultan muy difíciles en la ciudad. Sin embargo, los trabajadores urbanos no cualificados, sobre todo quienes han sido despedidos, no tienen realmente nada que perder, han sido reducidos una vez más a la clásica condición proletaria, o desprovistos de todo acceso a los medios de producción y literalmente condenados a morir de hambre sin ningún tipo de ayuda exterior. Si tienen un padre enfermo o incluso un hijo con matrículas escolares a su cargo, su situación puede ser realmente desesperada. Únicamente los más cualificados o que están en condiciones de montar una pequeña empresa tienen circunstancias más equiparables a las de los campesinos con su tierra.

En consecuencia, la unidad de acción de estas dos clases también es difícil de lograr. A menudo, las protestas y las manifestaciones tienen lugar casi simultáneamente en las ciudades y en el campo de los alrededores. De esos acontecimientos paralelos en Zhengzhou y Kaifeng y su entorno oímos hablar ya durante el breve período que estuvimos allí. En la segunda ciudad, veinte trabajadores acababan de ser arrestados en una fábrica, mientras que ese mismo día los campesinos protestaban en el condado vecino — rebelándose y llevando a cabo «actividades malas», como dijo un trabajador—, donde causaron daños a edificios del gobierno y bloquearon autopistas porque se los había timado acerca de una tierra destinada a la construcción de una carretera. Pero no había nexo entre estos acontecimiento prácticamente simultáneos, y todavía no había habido protestas conjuntas de obreros y campesinos.

Además, hay diferencias incluso en las formas de la reacción estatal a las manifestaciones de estas dos clases. Los trabajadores urbanos hacen frente a una represión particularmente dura de las autoridades locales, porque sus luchas son más visibles para el público, perjudiciales para las sedes urbanas del poder y un desafío directo al corazón mismo de las reformas: la privatización de empresas y la formación de la nueva clase capitalista.

Como dijo un trabajador, él y otros como él están furiosos, «necesitan estar juntos y “rebelarse”, pero, a diferencia de lo que ocurre en Estados Unidos, se da por sentado que no dirán nada acerca de su situación». Sin embargo, «no temen morir, pues no poseen nada», de modo que seguirán luchando.

Las acciones en gran escala de los trabajadores se están incrementando en todo el país y terminan a veces con victorias locales, pero a menudo con el arresto y el encarcelamiento de los dirigentes. En contraste, a pesar de que, al menos teóricamente, la mejora de las condiciones rurales es hoy la política oficial, el aplastamiento de las protestas campesinas puede ser más brutal aún, porque son en gran medida invisibles, a menos que las acciones alcancen una escala lo suficientemente amplia como para llegar a ser percibidas por el público —como la matanza de unos veinte aldeanos en Dongzhou, provincia de Guangdong, en diciembre de 2005, por protestar contra la inadecuada compensación por la tierra incautada para una central eléctrica. A pesar de estas divisiones y estas barreras, se tiene la sensación de que las clases trabajadoras en las ciudades y el campo pueden pronto encontrar caminos hacia la unión, en la medida en que los campesinos están cada vez más furiosos y sus condiciones convergen con las de los trabajadores urbanos, y a medida que los inmigrantes envejecen y afrontan una situación de deterioro. Los activistas que ayudan a organizarse a todas las clases trabajadoras tratan de estimular el movimiento hacia la unificación, pero se trata de un proceso largo y difícil, que sólo ha comenzado a colmar el abismo que las separa.

El retorno de la izquierda

La posibilidad de niveles tan altos de unidad se ve favorecida por la presencia, entre campesinos, inmigrantes y clase trabajadora urbana, de individuos con gran experiencia en la lucha por el socialismo en China y con conocimiento del pensamiento marxista-leninista-maoísta. Ese legado histórico tiene fundamental significado para el resurgimiento actual de la izquierda en China. Como dijo un antiguo guardia rojo en Zhengzhou, la comprensión de una «lucha en dos frentes», la clara demarcación entre el socialismo de la revolución y el capitalismo del presente, tiene su origen primordialmente en las propias clases obreras y no en los intelectuales.

Adopta en particular la forma de lucha contra la corrupción, no sólo en el estricto sentido de oposición a la malversación y los sobornos, aunque eso forma parte del problema, sino con la intención más amplia de impedir que la alianza de funcionarios del Estado y del Partido, ejecutivos y empresarios, convierta por completo los medios de producción en propiedad privada de los capitalistas recién surgidos y dé marcha atrás a las conquistas socialistas de los trabajadores y los campesinos logradas durante la era revolucionaria. Los activistas, sobre todo en Zhengzhou y otras regiones, antiguos centros del movimiento comunista desde comienzos de la década de 1920, mantienen vivos la teoría, el espíritu y la práctica de la revolución.

En Zhengzhou, por encima de la principal esquina del centro de la ciudad, se eleva una torre con aspecto de doble pagoda, construida en 1971, para conmemorar el más de un centenar de trabajadores asesinados en una huelga general dirigida por los comunistas en 1923 en los ferrocarriles de Pekín a Hankou, salvajemente reprimida por el caudillo militar de la región. El legado de la era de Mao también se mantiene vivo hoy, y el nivel de la conciencia de los trabajadores es muy alto y conduce a la lucha en dos frentes.

Uno de los aspectos más notables que surgieron de las discusiones con los trabajadores en esa ciudad fue la sensación de titularidad de derechos que experimentan en las fábricas en las que acostumbran a trabajar. Fueran cuales fuesen los límites de la propiedad social y de los derechos de participación que la clase trabajadora tenía en las empresas de propiedad estatal —y que se demostraron inadecuados como salvaguarda contra las expropiaciones de las reformas de Deng—, no hay duda de que, en el fondo, estaban convencidos de que esas plantas eran básicamente «suyas».

*Artículo publicado en MR, vol. 58, nº 2, junio de 2006, pp. 25-48. Traducción Marco Aurelio Galmarini.

**· Robert Weil es autor de Red Cat, White Cat: China and the Contradictions of «Market Socialism» (Monthly Review Press, 1996), y otros artículos y ponencias sobre economía, política y condiciones laborales en China. Es un activista de toda la vida en movimientos de trabajadores, derechos civiles, antibélicos, ecologistas y de solidaridad internacional. En la actualidad es organizador de personal del sindicato de profesores y bibliotecarios de dos campus universitarios de California, donde además ha impartido clases de sociología y disciplinas afines. La publicación del informe completo que se cita en el primer párrafo está prevista para el verano de 2006. Para solicitarla, consúltese http://www.oaklandinstitute.org, o bien la dirección de correo electrónico info@oaklandinstitute.org.

Crónica

Nota:

En la campaña electoral que ha finalizado, el domingo 10 de abril, la candidata Keiko Fujimori prometió -sin considerar alguna medida preventiva del delito- construir cárceles a más de 4,000 metros sobre el nivel del mar para los delincuentes de alta peligrosidad.

De esa manera, ella ha heredado la tendencia a violadora de los derechos humanos de su padre, el delincuente de alta peligrosidad: Alberto Fujimori.

Para comprender lo que es una prisión a más de 4,000 metros sobre el nivel del mar, apreciemos el siguiente artículo:


Challapalca, Oprobio Nacional

Antonio Rengifo Balarezo


A Ángela Ramos (1896/1988),
Valiente periodista.

Hemos perdido la capacidad de indignación
José Saramago,
Portugués, premio Nobel de Literatura 1998
Clarín, Buenos Aires, 12 de abril del 2004


El AÑO 1997 EL GOBIERNO del ingeniero Alberto Fujimori y su asesor Vladimiro Montesino, consecuentes con su política de terrorismo de Estado, inauguraron el penal de Challapalca con la finalidad de exterminar a los subversivos que capturaron vivos. Solamente una mentalidad teratogénica concibe traer el infierno a Challapalca.

Hoy día, Fujimori, el privilegiado delincuente, ha solicitado amnistía, salir de su exclusiva suite; sin embargo, en la  balanza que ostenta la alegoría a la Justicia, pesa su engendro: Challapalca.

Challapalca es incompatible en un Estado de Derecho. Los derechos humanos son inherentes a las personas; solamente son conculcados por un régimen autocrático y de crueldad extrema. En tal sentido, Challapalca debe ser clausurado definitivamente.

Aunque con la clausura de Challapalca todos salimos ganando; no es suficiente.  Construir más cárceles no previene el delito.  Estas se vuelven a hacinar. La prevención del delito empieza con la erradicación del desempleo y la vigencia del principio: igualdad ante la ley.

De quien engendró Challapalca, diremos -parafraseando a Hannah Arendt- que sin su gobierno podríamos no haber conocido nunca la naturaleza verdaderamente radical del mal.  (Página 27, “Los orígenes del totalitarismo” Alianza editorial, Madrid 2006).

Condiciones climáticas

Challapalca, el establecimiento penitenciario de castigo, se encuentra ubicado sobre la Cordillera de los Andes, en la provincia del Collao, distrito Capazo, departamento de Puno, a una altitud de 4,200 m. s. n. m. El caserío más cercano es Callapuma a una hora y treinta minutos por vía terrestre, constituido por un reducido número de viviendas precarias. La ciudad de Puno esta a cinco horas de recorrido tortuoso en camioneta. Challapalca está en medio de una zona inhóspita, fuera de todo contexto socialmente capaz de auxiliar las demandas de la instalación penitenciaria.


Capazo es el distrito al cual pertenece el presidio de Challapalca

En la prisión, las condiciones climatológicas son extremadamente severas; la temperatura tiene un promedio de 8ºó 9º C durante el día y, en la noche, descendiendo a 18C bajo cero. Un permanente viento helado agudiza y empeora los efectos de la altura, situación que se agrava apartir del mes de junio, pues, comienza la época de helada cuando por la noche la temperatura desciende hasta 25º C bajo cero.

La única vegetación que crece es el ichu, pasto natural que alimenta a las alpacas. Un reo fugitivo solo encontrará pocos y dispersos pastores de puna de habla aimara.

¿Qué es Challapalca?

Si perder la libertad ya es una forma de castigo; las condiciones carcelarias deplorables, también lo son. Challapalca es un abominable establecimiento penitenciario, es un depósito insalubre de inculpados y sentenciados; que a corto o mediano plazo serán cadáveres.  Por eso,  la depresión los atrapa, pero, no a todos; entonces, apuestan al motín o a la fuga con la remota esperanza de sobrevivir.  No es exagerada esa afirmación.  Puesto que la agresión geográfica es muy grave para reos mal alimentados y provenientes de la costa y la selva; el soroche o Mal de Monge como se le llama científicamente, se torna crónico. Aunado a un severo régimen penitenciario (una visita al mes y dos horas de salida al patio) y a un diseño arquitectónico no adecuado a las condiciones climáticas del lugar.

El difícil acceso al Penal limita el derecho a la visita de familiares, el derecho a la defensa por abogados y el apoyo emocional de algún agente religioso. Los reos están en extremo aislamiento, a merced del personal del Instituto Nacional Penitenciario (INPE).

El personal del INPE destacado a Challapalca contra su voluntad y por sus condiciones de vida, están frustrados y se  desquitan maltratando a los internos. Y hostilizando a las escasas visitas que tienen dinero y se aventuran a viajar. Las protestas de los internos y las quejas y denuncias de los familiares son frecuentes.

Si oficialmente se inhabilitara Challapalca, aparte de los delincuentes trasladados a otros penales, son beneficiados los mismos trabajadores del Instituto Nacional Penitenciario. Dichos trabajadores, aunque solo permanecían tres meses y con mayor remuneración que en otro lugar, nadie quería ir a Challapalca. Ocurre que a veces se prorroga la permanencia del servidor sin que éste pueda oponerse a tal medida. Tanto celadores como presos están expuestos a factores de riesgo para contraer enfermedades físicas y/o mentales.

Las condiciones de (in)habitabilidad del penal se aprecian en el video realizado y narrado por los propios internos y entregado a un canal de Tv para su difusión. ( http://www.larepublica.pe/16-09-2012/video-revela extremas-condiciones-de-vida-en-penal-de-challapalca).  En el video indicado, se muestra el agua contaminada y escasa y todas las condiciones físicas que afectan la salud de los internos; derecho fundamental, protegido por el artículo 76° del Código de Ejecución Penal, que contempla la obligación de la administración penitenciaria para la prevención, promoción y recuperación de la salud. De la misma manera, la ubicación geográfica y las dificultades de acceso al penal restringía el derecho de visita, previsto y regulado en el artículo 38° del mismo cuerpo de normas, como elemento resocializador y de apoyo material para satisfacer las necesidades de los internos.

Challapalca pone en evidencia la falsedad una política penitenciaria que busca la readaptación, rehabilitación y reinserción del interno a la sociedad, así como promover el binomio interno-familia.  Además, la existencia y funcionamiento del Penal de Challapalca, vulnera el principio de humanidad de la pena; puesto que no solo se les priva de la libertad, sino se les quiere exterminar.

Ni en el virreinato ni en la época del caudillismo militar republicano la crueldad humana llegó a tanto. La prisión de castigo estaba en la isla de Taquile, en el lago Titicaca. Taquile por su encanto paisajístico es uno de los actuales atractivos turísticos de nuestro país.

El amotinamiento

El martes 13 de noviembre los presos aprovecharon la oscuridad de la noche y la paralización preventiva de 48 horas del personal del INPE en demanda de mejores condiciones laborales para urdir una treta; demandaban a gritos atención médica para un supuesto herido. La treta les dio resultado. Primero retuvieron a cinco agentes del Pabellón 1. Luego de golpearlos los amenazaron con cortarles la yugular. Ante esta situación, nueve agentes del personal de seguridad externo del pabellón se vieron obligados a abrir los cerrojos y candados y también fueron capturados. Finalmente, se apoderaron de 15 ametralladoras modelo MGP, de uso penitenciario y de las municiones.


En primer plano, el ichu, pasto natural que alimenta a las alpacas. En el torreón de vigilancia, los amotinados y un cartel con letras rojas:
no más abusos, cierre de Challapalca.

Los 154 internos tomaron el control de todo el penal. Entre las personas retenidas por los delincuentes estuvieron el director del penal de Challapalca, Jorge Fernández; el jefe de seguridad, Moisés Mercado; y la asistenta social, Sonia Estrada. Los amotinados calcinaron las instalaciones del penal con el fin de reforzar su objetivo: el traslado y la clausura del penal.

Los refuerzos policiales llegaron al día siguiente procedente de Tacna y Puno. Cien policías y soldados del cuartel cercano acordonaron el perímetro del Penal.  Tuvieron que convertirse en meros espectadores del motín, luego que los intimidaron los delincuentes con una ráfaga de metralleta. Puesto que así como es difícil escaparse de un amurallado penal, también es difícil apoderarse de él desde el exterior; sobre todo, cuando los presos están con metralletas y dispuestos a jugarse la vida. Además, los delincuentes tenían un botín: el poder decidir la vida o la muerte de los rehenes.

En esas condiciones de emergencia, una comisión integrada por representantes del Ministerio Público, la Defensoría del Pueblo (Martha Llerena), Policía Nacional y el INPE calcularon la relación costo beneficio y  negociaron antes que el conflicto se extendiera.  Lograron un acuerdo y retomaron el control del penal.

El día jueves a las 16.00 horas, los internos decidieron entregar la totalidad de armas que tenían en su poder. Eso solo ocurrió cuando empezó el traslado de los reos. En ese momento decidieron entregar las ametralladoras MGP, escopetas, pistolas y municiones que sustrajeron de la armería del penal.

Jacinto Aucayari, aliasCholo Jacinto", especialista en secuestros, fue trasladado el jueves al penal de La Capilla en Juliaca con el primer grupo de 38 delincuentes. Al día siguiente, fue el turno del ranqueado delincuente José Torres Saavedra, alias "El Burro", con un grupo de 41 internos.

Por la voluntad política de los sucesivos gobiernos, el Estado ha pagado las consecuencias, pues, se ha deslegitimado al negociar con delincuentes. Y las autoridades gubernamentales no pueden burlarse del acuerdo, tiene que respetarlo, pues, al “Burro” y al “Cholo Jacinto” lo respalda una organización criminal.  En suma, El presente gobierno se ha desprestigiado una vez más.

Los delincuentes “Burro”, “el Cholo Jacinto” y sus secuaces han inhabilitado Challapalca. Es decir, por salvar sus vidas y la de todos los reclusos, ejecutaron lo que los informes de la Defensoría del Pueblo, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la Organización de Estados Americanos y organizaciones no gubernamentales de derechos humanos recomendaban:  inhabilitar o clausurar Challapalca. Así mismo, ejecutaron la resolución del Tribunal Constitucional. Por eso se amotinaron. ¡Díganme ustedes si no tenían fundamento! La rebelión se justificaba.  Hasta en esos delincuentes hay algo de humanidad.

¡Imagínense! Los delincuentes han realizado lo que debieron hacer el Presidente de la república, el Ministro de justicia o la labor fiscalizadora de los parlamentarios.

Ahora entendemos el origen del llamado “realismo mágico” del boom hispanoamericano en la literatura.  Sin embargo, los literatos, en nuestro país, no necesitan nada de magia; son, simplemente, hiperrealistas.

Si oficialmente se inhabilitara Challapalca, aparte de los delincuentes trasladados a otros penales, serían protegidos los mismos trabajadores del Instituto Nacional Penitenciario.

¿Quién es El Burro?

José Luis Torres Saavedra fue uno de los capos de la banda "Los Chiclayanos". Su apelativo, “El Burro”; se originó por su lealtad a un compañero de oficio (“causa”) que cayó abatido por la policía en 1997 al realizar su primer asalto a una tienda. José Luis Torres se apareció en el velorio y lo capturaron. A ese episodio se debe su apelativo; no vaya a creerse que su apelativo, “Burro”, se  originó por ostentar un órgano sexual desmesurado.

“El Burro” y “El Cholo Jacinto” son ídolos en la población penitenciaria compuesto por gente pobre, pues, han robado a los ricos.  Son aclamados cuando ingresan al penal.  En cambio, los violadores de niños son detestados y los hostilizan hasta cuándo van al baño.

“El Burro” pertenece a la elite de los delincuentes; lo que se denomina “Taita”.  No es un cualquiera.  Se ha rebelado contra el oprobio de la existencia de Challapalca.

Su última aparición pública fue en un programa periodístico al que le hizo llegar un video donde se quejaba de las malas condiciones del penal de Challapalca y pedía que se le cambie de prisión junto a todos sus compañeros.

¿Quién es más burro?

Si bien, el control del penal retornó al INPE, la reacción de la autoridad ante la opinión pública fue notable por su insensatez. Tal es el caso de César San Martín, presidente del Poder Judicial quien declaró: Sería una locura y un absurdo pensar en cerrar un penal como Challapalca. Argumentó, el déficit de cárceles en el país. Este argumento no es principista en la defensa de los derechos humanos; es, simplemente, utilitario y arbitrario. ¿Qué afirmaría San Martín si pasara un día y una noche en Challapalca, haciendo observación participante? Indudablemente, recién exclamaría: ¡Qué se clausure!

En cambio “El Burro” y sus secuaces se amotinaron no solo para que lo trasladen a él y a sus secuaces; sino  para que clausuren el penal y trasladen a todos los presos.

José Luis Pérez Guadalupe, director del INPE, ante el requerimiento de una periodista de la TV para que opine del video que muestra las condiciones carcelarias en Challapalca, se inhibe, “argumentando” que no puede opinar porque el video ha sido obtenido clandestinamente. ¿Qué quería? Que el video saliera por conducto regular y que fuese entregado en mesa de partes para que le estampara el nihil obstat y de esta manera el video obtenga la autorización oficial. Indudablemente, que arguye la clandestinidad porque es un burócrata del Estado y fiel cumplidor de la política del gobierno. Si no fuera así, tendría que renunciar o “lo renuncian”.

(Pido disculpas a todos los burros, especialmente a los piuranos, por haber utilizado la acepción estereotipada de BURRO)

Epílogo

Finalmente, la existencia de Challapalca no es lo peor de todo; sino la incapacidad de indignación de nosotros los peruanos ante tal engendro. La cárcel peruana es un indicador de la barbarie en la que vivimos; lo que es corroborado, por un postulado inscrito en el frontis del penal, tal como usted puede apreciarlo. ¡Oh, ironía!




Es posible conocer el grado de civilización de una sociedad
visitando sus cárceles.
(Texto del frontis de Challapalca)

Antonio Rengifo Balarezo.
Lima, 22 de noviembre del 2012

Fuentes consultadas:
Video narrado por “El Burro” y otros compañeros de prisión en Challapalcahttp://www.larepublica.pe/16-09-2012/video-revela-extremas-condiciones-de-vida-en-penal-de-challapalca
INFORME DEFENSORIAL N° 73
INFORME SOBRE EL ESTABLECIMIENTO PENITENCIARIO
DE RÉGIMEN CERRADO ESPECIAL DE CHALLAPALCA*
Defensoría del pueblo. Lima, 07 de marzo de 2003

Filosofía


Método de Ascenso de lo Abstracto a lo Concreto

(Segunda Parte)

Mitrofan Alexeiev

B) Etapas del desarrollo

CUANDO SE HA LOGRADO establecer el punto de partida, lo principal es desarrollar el sistema de categorías de la ciencia, o sea, revelar de modo sistemático las leyes objetivas a que se subordina el objeto. Esta es la parte más laboriosa del proceso de ascenso de lo abstracto a lo concreto.

        El problema fundamental que surge aquí es el de la iteración de las categorías, el orden en que se han de examinar los diversos aspectos del objeto. Este problema tiene suma importancia en el proceso general. La correcta iteración de las categorías torna clara y trasparente las más complejas y embrolladas relaciones de la realidad. “… los problemas económicos más complicados -dice Engels- se explican con una sencillez casi plástica, con sólo situarlos en su justo punto y en el lugar que les corresponde…” [Correspondencia sobre El Capital]. Por el contrario, la iteración incorrecta de las categorías torna oscuras las relaciones de esta realidad, ya de por sí complicadas. Destacando el orden rigurosamente determinado que sigue al investigar las categorías de la plusvalía y la cuota de ganancia, Marx escribe “… la cuota de ganancia es de fácil inteligencia tan pronto como se conocen las leyes de la plusvalía. Siguiendo el camino inverso, no se comprende ni l´un ni l´autre”. [El Capital].

        La ley general para investigar, y por consiguiente disponer las categorías en el estudio del objeto por el método ascensional, puede ser expresada de la siguiente manera: la categoría más abstracta debe preceder a la menos abstracta, la más concreta debe seguir a la menos concreta. Esta sucesión de las categorías está determinada en todo por la esencia del ascenso, como proceso de movimiento de lo abstracto a lo concreto.

        En El Capital las categorías tienen el siguiente orden: mercancía, trabajo, valor, dinero, capital, plusvalía, salario, etc. Esta ordenación no es en modo alguno casual: de acuerdo con el principio metódico que aplica, Marx coloca la categoría menos concreta antes de la más concreta (la mercancía es una categoría menos concreta que el valor; el valor lo es menos que el dinero, etc.). Aquí se destaca el siguiente hecho: si bien el trabajo es la sustancia del valor, que engendra la mercancía, y ésta es el resultado de dicho trabajo, Marx estudia al principio, no obstante, la mercancía y luego ya (sobre su base) el trabajo. Esto se explica porque la dualidad del trabajo está oculta en la de la mercancía; de modo que para revelarla es necesario revelar primero esta última. Así lo dice Marx: “… si la mercancía encierra el doble aspecto de valor de uso y valor de cambio, el trabajo por ella representado tiene que poseer también necesariamente un doble carácter…” [Correspondencia sobre El Capital]. Por consiguiente, no todo lo que forma la base objetiva de alguna otra cosa debe considerarse antes de esta última. Antes de la categoría del trabajo Marx estudia la del valor, porque sin ella no se puede comprender el dinero, que es una forma especial del valor. Luego, como el dinero es la forma general del capital, se lo estudia antes que éste. Sin dinero no existe el capital; históricamente la primera forma del capital es la monetaria. La tarea de explicar la fuente del capital requería el análisis de la plusvalía, lo que, a su vez, obligó a Marx a analizar la fuerza de trabajo y el proceso de su empleo. Tal es, en pocas palabras, la ordenación en el estudio de las categorías que aplica Marx en El Capital, y que está determinada en forma directa por el hecho de que sólo se puede comprender una categoría más compleja sobre la base de la más simple que la precede.

        Pero esta ordenación está determinada por el mismo objeto estudiado y las funciones de sus diferentes aspectos. De este modo, en el método ascensional la categoría de la mercancía debe preceder a la del dinero, y ésta a las de capital, plusvalía, salario, etc., puesto que es un reflejo lógico del desarrollo real de la producción capitalista, en que la fuerza de trabajo da origen a la plusvalía, y ésta al capital, así como sin mercancía no hay dinero y sin dinero no hay capital. Al señalar esta dependencia de la ordenación de las categorías con respecto a la realidad objetiva, Lenin escribe lo siguiente: “El cambio de mercancías expresa el lazo establecido por mediación del mercado entre los distintos productores. El dinero indica que este lazo se hace más estrecho, uniendo indisolublemente en un todo la vida económica de los distintos productores. El capital significa un mayor desarrollo de este lazo: la fuerza de trabajo del hombre se transforma en mercancía” [Lenin. Tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo].

        La dependencia de la ordenación lógica de las categorías respecto de la realidad objetiva no puede simplificarse suponiendo que el contenido de cada una de ellas refleja una etapa determinada en el desarrollo del objeto estudiado, y todas juntas la historia del mismo. Esto sólo puede tener lugar cuando se reproduce la historia del objeto mediante el ascenso, pero no en la reproducción del sistema desarrollado, de la estructura del objeto. “… Sería inadmisible -señala Marx- y erróneo tomar las categorías económicas en la sucesión de acuerdo con la cual desempeñaron históricamente un papel decisivo. Por el contrario, su sucesión está determinada por la relación que guardan entre sí en la sociedad burguesa contemporánea…” [Marx. Contribución a la crítica de la economía política].

        La mencionada ordenación de categorías en el proceso ascensional, en la que se refleja la vida del objeto que se investiga, conduce a un resultado determinado.

        Hay que tener presente que el resultado general, el resumen del ascenso y su punto final, no son en modo alguno lo mismo, como pudiera parecer a simple vista. El punto final del ascenso es, en la disposición sucesiva de las categorías, la última, y por lo mismo la más concreta. En El Capital de Marx esta categoría es la de las clases. En lo que respecta a los resultados del ascenso, es todo el resumen general del estudio del objeto por dicho método, todas las verdades alcanzadas mediante su realización, conjuntamente con los caminos que condujeron hacia ellas. En este resultado general entran, sin excepción, todas las categorías establecidas en el proceso del ascenso de lo abstracto a lo concreto, empezando por la primera y terminando por la última. Con respecto a El Capital, serán el resultado los tres libros: libro I, el proceso de producción; libro II, el de circulación; libro III, de producción y circulación en su conjunto. Interpretado en esta forma, dicho resultado se nos presenta como un sistema científico complejo, ordenado y rigurosamente demostrado.

        Esto revela un nuevo aspecto del ascenso de lo abstracto a lo concreto, que resulta así, no sólo un procedimiento determinado de estudio y exposición, sino también una estructura, un sistema ordenado de cierta manera para la investigación y la exposición. El ascenso incluye, tanto el método de la investigación como su resultado, el sistema; es la unidad de ambos.

Páginas del Marxismo Latinoamericano


La Revolución de Octubre y los Intelectuales Argentinos*


Aníbal Ponce

LA REFORMA UNIVERSITARIA, iniciada como un movimiento de protesta contra una escuela envejecida, se convirtió rápidamente en una verdadera revolución estudiantil (mayo de 1928). Una nueva generación entraba vida proclamando muy alto su inquietud renovadora, y el país entero, preocupado de otras cosas, sintió con asombro, su empuje y su fuerza. Entre las pasiones callejeras que el periodismo encendía y los políticos aprovechaban, la juventud universitaria de Córdoba tomaba por asalto el más firme reducto de la reacción conservadora.

Mientras tanto, la neutralidad aparente de la nación no alcanzaba a impedir que llegaran hasta nosotros los estragos de la tragedia remota. Las facciones rivales envenenaban los espíritus con sus odios recíprocos, y la guerra vivía en los hogares, en las escuelas, en los partidos. Las mentiras de la prensa capitalista, la propaganda de las agencias inglesas, el viejo amor filial hacia la Francia, el aparente idealismo del presidente Wilson, parecieron conferir a los ejércitos aliados la defensa victoriosa de los ideales revolucionarios.

Voces aisladas llegaron más tarde: Romain Rolland, Barbusse, Frank, Latsko… Con los ojos enrojecidos por la hoguera, con la palabra casi quebrada por la emoción, los precursores nos gritaban todo el horror de la mentira inicua: nada de guerra por el derecho, nada de guerra por la justicia. Industriales de un lado, industriales del otro; carbón y acero, hulla y petróleo. La pobre bestia humana perecía a millones; ellos en cambio conquistaban la gloria, entraban a las Academias, centuplicaban sus tesoros.

Nadie ha contado aún cómo latía nuestro corazón de los veinte años en aquel momento decisivo de la historia. En la incertidumbre y el desconcierto, llevábamos vividos varios años, tenso el oído a los rumores lejanos. Sabíamos sí, con absoluta certidumbre, que la sociedad feudal agonizaba y que entre los escombros de un mundo deshecho, empezaba a diseñarse la ciudad del futuro. Desde la Rusia remota, el resplandor de la hoguera llegaba hasta nosotros con un sordo clamor creciente, enorme y vago como el pensamiento de las muchedumbres. Eran tan inauditos los sucesos, que retrocedieron para nosotros los límites de lo imposible. Como en el verso de Milton, “en medio del día habíamos visto levantarse la aurora”.

Pero, ¿cómo discernir entre el tumulto de las voces, la palabra de vida que señalara el camino? ¿Quién echaría sobre sí la responsabilidad tremenda de orientador y de vigía? En torno nuestro, el espectáculo indigno de los momentos graves: los profesionales de la política moviéndose en las sombras; los intelectuales del país llamándose a silencio. El miedo en todas partes; el miedo hipócrita que siempre habla de la patria y del hogar comprometido; el miedo en fin, que habría de dar, muy pronto, en la “Gran Colecta” su nota cómica y en la “semana de enero” su mueca trágica.

Sólo un hombre podía hablar y hacia él se volvían nuestros ojos. Millares de estudiantes y de obreros caldeaban la sala del Teatro Nuevo, la noche aquella de la conferencia memorable (122 de noviembre de1918), como si la intensidad de la expectativa pusiera en cada uno, un trémolo de emoción. Ingenieros apareció por fin, y con la misma sencilla naturalidad de todo lo suyo, se adelantó a la tribuna como si fuera una cátedra. Trazó a grandes rasgos el panorama revolucionario de la preguerra, tal como se había presentado, con signos inequívocos, en las transformaciones de la política, en las legislaciones del trabajo, en la renovación de los ideales éticos. En los talleres y en las escuelas, en los parlamentos y en las barricadas, mil indicios sugestivos pronosticaban la inminencia de una crisis decisiva y nadie ignoraba que una guerra entre los grandes Estados capitalistas europeos traería, como consecuencia lógica, el triunfo definitivo de las más radicales aspiraciones de las izquierdas. Pero vino la “gran guerra” y pocos, muy pocos en el mundo, pudieron sustraerse a la locura colectiva. La humareda de los combates pareció enceguecerlos. Tomando partido por uno u otro de los bandos combatientes, como si residiera en la victoria de las armas la finalidad verdadera de la guerra. Fue a principios del 18 cuando ocurrió en Rusia un vuelco decisivo, y el quinto congreso panruso de los soviets, al dictar para los pueblos emancipados el Estatuto Constitucional, inauguraba un nuevo capítulo en la filosofía del derecho político, imprimiendo nuevos caracteres al sistema republicano de gobierno, nacionalizando las fuentes de producción, suprimiendo el parasitismo de las clases ociosas. Pese a las injurias de las agencias telegráficas que los gobiernos interesados difundían por el mundo, Ingenieros afirmaba que el movimiento maximalista representa la Revolución Social en su significado verdadero, tal como fuera previsto antes de la guerra y tal como pusiera un rayo de esperanza en los ojos moribundos de Reclus.

Los errores inevitables del comienzo, las aparentes contradicciones de los primeros pasos, los excesos del sectarismo o del terror, podrán perturbar el juicio de los envejecidos o de los espantadizos. Para quien siga el curso de la historia con la visión panorámica que ignora los detalles, la Revolución Rusa señala en el mundo el advenimiento de la justicia social. Preparémonos para recibirla; pujemos por formar en el alma colectiva, la clara conciencia de las aspiraciones novísimas. “Y esa conciencia –terminaba Ingenieros– solo puede formarse en una parte de la sociedad, en los jóvenes, en los innovadores, en los oprimidos, que son ellos la minoría pensante y actuante de toda sociedad, los únicos capaces de comprender y amar el porvenir”.

Jamás, como en aquella noche, Ingenieros estuvo tan cerca de nuestro corazón.


*El presente texto pertenece al libro José Ingenieros, su vida y su obra, publicado en 1926.

Creación


Un Poema de Circe Maia*


He visto


    Policías. Soldados.
    Camiones y camiones. O a caballo.
    O a pie. Juntos, armados.
    Veo tu rostro inquieto, ciudad querida
    y en muchos lados, miedo.
    Planta voraz, trepándose a las casas
    subiendo las paredes
    devorando, creciendo.

    Si te arrancan del sueño
    puesto delante de una luz-cuchillo:
    ¿Qué has de sentir? ¿Te taparás los ojos?
    ¿Sabrás quedarte y resistir?
    Prepárate.
    El día duro ya está amaneciendo.


*Nació en Uruguay en 1932. Libros: Plumitas; En el Tiempo; El Puente; Presencia diaria. (Nota de la Redacción)
CREACIÓN HEROICA