domingo, 1 de junio de 2025

Internacionales

Los Niños Palestinos No Son Números 

Mahmoud Elalwani(*) 

Han pasado 598 días desde que comenzó el último genocidio israelí contra Palestina causando 53.977 víctimas, entre ellas 16.503 niños y más de 122.966 heridos. 

Mientras, Gaza es aniquilada ante los ojos del mundo en continuas masacres que recuerdan algunas de las páginas más oscuras de la historia y en Cisjordania los campos de refugiados son destruidos implacablemente. Los niños cubiertos de sangre no eran parte del conflicto ni portaban armas, más bien llevaban sus pequeñas bolsas soñando con un tranquilo día escolar o con un dulce después del desayuno. Las madres que fueron asesinadas mientras abrazaban a sus hijos no eran criminales, eran mujeres que intentaban proteger sus hogares y tejer seguridad en el corazón de la tormenta. 

En un mundo lleno de agitación política e intereses contrapuestos, las tragedias a menudo se reducen a fríos boletines informativos que arrojan cifras carentes de sentimiento, contando a las víctimas como si fueran meras estadísticas en papel, pero la dolorosa verdad es que en Gaza mueren personas, no números; seres humanos con sueños y toda la vida por delante si no hubieran sido destruidos por los misiles de la injusticia y el silencio del mundo. 

Gaza no cuenta sus muertos con números, las víctimas tienen nombres, rostros, sus gritos resuenan en los rincones y sus ojos han muerto mirando al cielo pidiendo clemencia, no rescate. Pero el mundo se conforma con las cifras, oye diariamente “decenas de muertos” como una letanía y sigue adelante, inmunizado y anestesiado como si nada estuviera pasando. ¿Cuántas madres han enterrado a sus hijos una y otra vez? ¿Cuántos niños han dormido sobre las ruinas de sus casas, abrazando el vacío del lugar y susurrando el nombre de sus madres que nunca les respondieron? No eran simplemente “civiles muertos”, eran corazones destinados a amar, a vivir, a reír, a crear, no para morir en este vergonzoso silencio que se cierne sobre la conciencia de la humanidad.

Lo más doloroso es que las masacres se transmiten en vivo ante una conciencia global perezosa o ausente, ante el sonido de declaraciones mediocres y tímidas denuncias que no disuaden al agresor ni protegen a los inocentes. ¿Se ha convertido en algo normal ver el cadáver de un niño bajo los escombros? ¿Se ha convertido la sangre palestina en un color familiar en las noticias, provocando solo un suspiro pasajero? 

En Gaza las historias no terminan con los bombardeos, comienzan con aquellos que sobrevivieron, cargando sobre sus hombros con las profundas heridas de su patria y con los recuerdos de sus seres queridos. En cada hogar palestino hay una historia no contada, un grito que no encuentra eco porque el mundo se muestra sordo cuando se trata de justicia para los palestinos. 

El conflicto en Palestina fue iniciado por las principales potencias coloniales hace más de un siglo. Los palestinos no están luchando solo contra Israel, que es simplemente un representante de esas grandes potencias y que desempeña un papel cuidadosamente definido. Nadie ganará esta guerra, todas las víctimas han sido testigos del fracaso de los políticos, de la arrogancia de sus ideas y de su obstinada negativa a asumir responsabilidades. Es imposible que los finales sean siempre tan malos como los comienzos. 

Aquellos que son asesinados cada día no son simplemente “víctimas” de una lucha política, son velas que se han apagado, cuadernos que han dejado de soñar y abrazos vacíos; representan un dolor que no puede traducirse al lenguaje de las estadísticas, sino al lenguaje de la humanidad que gran parte del mundo parece haber olvidado. Recordemos siempre que los que mueren en Gaza mueren porque el mundo decidió permanecer en silencio. No convirtamos sus heridas en cifras sino en conciencias que nos despierten del sueño de la decepción. 

Netanyahu lideró las guerras más atroces del planeta y su final ya se puede intuir porque la gente no quiere ver caudillos ni quiere volver a elegirlos, por mucho que sean admirados, los dictadores se convierten en símbolos fallidos que recuerdan al mundo la muerte y la tragedia de la guerra. El mundo, en su camino de cambio constante, aún lleva las semillas de la justicia y de la igualdad a pesar de la tiranía del imperio que está al borde del colapso y que caerá como otros han caído a lo largo de la historia. Palestina es el corazón de la región y la medida de su dignidad. No importa cuán feroz sea la agresión, ni cuán profunda la complicidad, una causa justa como lo es la de Palestina, nunca morirá. 

 

(*) Mahmoud Elalwani es embajador del Estado de Palestina en Bolivia.


La Guerra de Dureza y Suavidad Del Siglo XXI

La guerra del poder blando no es una guerra dormida; es ruidosa sin ser ruido, atractiva sin ser forzada 

Mahmoud Elalwani(*) 

Una vez que finaliza la dura y despiadada guerra militar usando un ejército avanzado, tanques, aviones, bombarderos, cohetes, drones, hambre, sed, asedio, enfermedades y desplazamiento forzoso y causando miles de víctimas, comienza “la guerra de poder blando”, una guerra sin manifestaciones, más tranquila y más peligrosa que se mueve sigilosa como la brisa y deja huellas como un huracán. 

¿Cuál es el poder blando que se ha convertido hoy día en la contraseña de la política internacional? El norteamericano Joseph Nye, que ocupó altos cargos en la administración Clinton, en 1990 estableció el concepto (que influyó en la era Obama), lo presentó como la capacidad de “hacer que los demás quieran lo que tú quieres” a través de herramientas no militares, como son la cultura, el cine, la educación, los medios de comunicación, la economía, valores e incluso la gastronomía. Es el poder que no te asusta, sino que te tienta; no te obliga, te convence; no viene con un látigo, viene con una rosa. Con un cambio del patrón de intervención militar a una estrategia más sutil como es la influencia desde dentro, ya no es necesario cambiar un sistema por la fuerza, basta con cambiar la sociedad misma para que ésta demande el cambio. La gente debe aceptar lo que el imperio quiere, sin sentir que se lo ha impuesto. En otras palabras, poner a la gente de tu lado, que la gente te quiera y te siga. 

El poder blando no cambia el comportamiento directamente, sino que cambia el “entorno en el que se desarrolla el comportamiento”. Actúa bajo la piel de la sociedad, remodelando su estructura cognitiva, su identidad cultural y su sistema de valores. Las encuestas, los resultados electorales y los estudios psicológicos se han convertido en herramientas para medir su éxito, aunque medirlos, como dice Nye, sigue siendo difícil porque su impacto es intangible y depende de las percepciones de otros.

      El poder blando por sí solo no es suficiente, pero es necesario. Debido a que las sociedades no pueden separarse fácilmente de su cultura, es una batalla psicológica a largo plazo y sólo tiene éxito cuando se basa en una comunidad cultural común entre el perpetrador y la víctima. 

Si el poder inteligente es la combinación de dureza y suavidad, una vez realizada la primera fase (fase dura) debe seguir con la segunda (fase blanda) para dominar el escenario. Quien no entiende que una canción puede derrocar a un gobernante y que una idea puede desencadenar una revolución, vive en un mundo que ya no existe. 

La guerra del poder blando no es una guerra dormida; es ruidosa sin ser ruido, atractiva sin ser forzada. Cuando sus herramientas son el arte, el teatro, la educación y la diplomacia, sus victorias no se miden por el número de muertos, sino por el número de mentes cambiadas, incluso creyendo que la elección ha sido por voluntad propia. ¿Quién nos liberará de la suavidad que nos puede matar en silencio?

 

(*) Mahmoud Elalwani es embajador del Estado de Palestina en Bolivia.



Gaza Entre el Palo de Israel y la Zanahoria de sus Aliados 

Mahmoud Elalwani 

Desde hace más de 570 días, Netanyahu sigue ejerciendo toda su fuerza contra Gaza, asesinando a más de 52.400 personas, provocando 118.014 heridos, con un balance de 14000 desaparecidos, 15000 detenidos y dos millones de desplazados además de la destrucción del 80% de la infraestructura, hospitales, universidades, colegios, viviendas, carreteras, redes de luz, comunicación, agua etc…y ahora está utilizando nuevamente la política de la hambruna para  acelerar el colapso catastrófico de las condiciones de vida de más de dos millones de palestinos en la Franja de Gaza. A la luz de la continua agresión israelí y de la escalada de destrucción y devastación integral, en medio de una política sistemática de privación de alimentos, agua y medicinas a civiles indefensos a través del cierre completo de los pasos fronterizos y de impedir la entrada de la ayuda humanitaria acumulada en las fronteras de la Franja y en espera de poder entrar en ésta. 

La ocupación está intensificando su guerra histérica y su locura; continúa practicando el sadismo del asesinato y el genocidio en escenas horribles que el mundo nunca antes había presenciado: atacando a civiles, quemando madres dentro de tiendas de campaña y convirtiendo lugares de refugio en lugares de matanzas masivas para forzar el desplazamiento de la población, atacando familias enteras hasta su completa eliminación del registro civil en la ciudad de Gaza, donde la mayoría de los cuerpos rescatados pertenecen a niños y mujeres inocentes. No se trata de incidentes individuales ni aleatorios, sino que constituyen un claro patrón de crímenes de guerra y de lesa humanidad, todos ellos encuadrados dentro de una política sistemática de limpieza étnica y genocidio. Las escenas que se están viendo, a pesar de todos los impedimentos para que no trasciendan, reflejan la magnitud del crimen sistemático llevado a cabo por la ocupación, con una cobertura internacional y un vergonzoso silencio de dicha comunidad internacional. 

Israel está violando sus obligaciones bajo la Carta de las Naciones Unidas, las Convenciones de Ginebra, el Derecho Internacional y otras normas internacionales pertinentes. La conducta inhumana y brutal perpetrada por Israel contra la población del territorio palestino ocupado no deja lugar a dudas: consiste en una serie de actos internacionalmente ilegales de los que Israel es estrictamente responsable y que también conllevan consecuencias para otros Estados y organizaciones internacionales. La agresión y la guerra de genocidio contra el pueblo palestino continúa en Gaza y Cisjordania. A pesar de los intentos de Israel de intentar liquidar la causa palestina y de fragmentar su patria con cientos de puestos de control militares, de la profanación diaria de lugares sagrados islámicos y cristianos en Jerusalén para apoderarse de sus tierras y desplazar a su pueblo, el ciudadano palestino se aferra a su tierra santa y permanece firme en ella enfrentándose pacíficamente a la ocupación, a los colonos, a los asentamientos y a sus planes hasta conseguir acabar con la ocupación, se logre la libertad, la independencia nacional y se establezca el Estado palestino independiente en las fronteras del 4 de junio de 1967, con Jerusalén Oriental como su capital y se implemente el derecho al retorno de los refugiados sobre la base de la Resolución 194 de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Es necesario abrir un horizonte político basado en la legitimidad internacional que conduzca al fin de la ocupación, garantice la unidad del territorio palestino en Cisjordania, incluidos Jerusalén y Gaza, y asegure la unidad del sistema político, administrativo y jurídico en el Estado de Palestina ocupado. 

A la luz de estos crímenes, la comunidad internacional debe garantizar la formación de una comisión de investigación internacional independiente para documentar los crímenes cometidos por las fuerzas de ocupación israelíes en la Franja de Gaza y llevar a los perpetradores ante la justicia en la Corte Penal Internacional. 

Los aliados de Israel quieren hacer de Gaza una Rivera del Oriente Medio enviando armas de última tecnología y apoyo político, financiero y cobertura jurídica al verdugo israelí para destruir Gaza y matar a su gente para poder llevar a cabo ese proyecto macabro. La responsabilidad de estos aliados es clara, están obligados a no reconocer la situación ilegal resultante de la ocupación israelí, a no prestar ningún apoyo ni asistencia para su continuación y a adoptar medidas eficaces para garantizar su fin. Así mismo, también es imperativo exigir cuentas a los Estados que apoyan la ocupación por su complicidad directa en crímenes de guerra y genocidio, deben apoyarse los esfuerzos humanitarios y de derechos humanos para procesar a los dirigentes de la ocupación y hacerlos responsables de sus crímenes. 

En última instancia, la comunidad internacional debe avanzar para detener el genocidio, Naciones Unidas y otras organizaciones internacionales también tienen responsabilidades fundamentales hacia el pueblo palestino, ya que están obligadas a actuar de conformidad con los principios y propósitos de la Carta de las Naciones Unidas, en particular el principio del derecho de los pueblos a la libre determinación, el principio de la protección de los derechos humanos y el cumplimiento del derecho internacional humanitario. 

El pueblo palestino sigue comprometido con la opción de una paz justa y duradera basada en la aplicación de las resoluciones internacionales pertinentes. Todo esfuerzo regional debe ser apoyado y es importante que todos los países del mundo contribuyan para lograrlo, que participen efectivamente y se involucren en la conferencia internacional de paz programada para celebrarse en la sede de las Naciones Unidas el próximo 17 de junio, bajo la presidencia conjunta de Francia y Reino de Arabia Saudita, con el fin de implementar las resoluciones de legitimidad internacional. 

 

(*) Mahmoud Elalwani es embajador del Estado de Palestina en Bolivia.

 


Gaza y el Silencio de la Comunidad Mundial

El silencio ante los crímenes es

una complicidad camuflada 

Mahmoud Elalwani(*) 

Cuando se cometen genocidios, se bombardea a niños y se entierran familias bajo los escombros, el horror no está sólo en el sonido de las bombas y en el ruido constante de los drones, también en el silencio ensordecedor de la comunidad internacional que nunca ha sido neutral porque siempre ha tenido una postura clara del lado del opresor. El mundo de hoy atraviesa una fase histórica caracterizada por el colapso de los valores humanos y la ausencia espiritual, de seguridad y de paz. Este es el resultado del declive de los principios sobre los que se fundó la civilización moderna: la hermandad, la libertad, la igualdad, la justicia y la racionalidad. Los seres humanos ya no son el centro de atención sino más bien una simple herramienta en un sistema de consumo dirigido por fuerzas que controlan la toma de decisiones a nivel global. Esta realidad se evidencia claramente en la tragedia que vive el pueblo palestino, particularmente en Gaza, donde se revela el verdadero rostro de las políticas internacionales injustas que perpetúan la tiranía y la explotación. 

La guerra en Gaza es un claro ejemplo de esta dualidad: las masacres y los desplazamientos se enfrentan con justificaciones endebles mientras las instituciones internacionales adoptan un discurso vacío sobre los derechos humanos. Lo que está sucediendo en Palestina no es sólo un conflicto local, es una verdadera prueba para la conciencia del mundo y para el destino de la humanidad. Si el sistema global continúa conspirando con la ocupación israelí y suprimiendo los derechos legítimos del pueblo palestino, nos encaminamos a un mayor colapso moral y de desintegración social. El mundo de hoy se encuentra en una encrucijada, o bien restablecemos el respeto por los verdaderos principios humanitarios o continuamos avanzando hacia un futuro gobernado por la fuerza ciega del mal y por sus intereses miopes. 

¿Qué impide que las Naciones Unidas y los principales consejos mundiales tomen decisiones decisivas para detener el derramamiento de sangre en Palestina? ¿Acaso la justicia depende de los intereses de las grandes potencias? ¿Las vidas de personas inocentes no valen nada, sólo sirven a una agenda política determinada? Estas preguntas se repiten con cada tragedia humana, la más amarga de las cuales es la que está sucediendo en Palestina, particularmente en Gaza. 

El silencio ante los crímenes es una complicidad camuflada. Cuando se demoran las decisiones, se retrasan las acusaciones y se equipara a la víctima con el verdugo, el criminal obtiene de esta inacción su legitimidad. Es como si el mundo le dijera: Haz lo que quieras, no nos interpondremos en tu camino. La dolorosa ironía es que el mundo habla de “derechos humanos”, pero no protege a los seres humanos. Cada minuto de retraso en adoptar una postura firme significa más vidas perdidas, más niños que pierden a sus padres y más mujeres que buscan a sus hijos entre los escombros. El opresor no necesita sólo apoyo militar, el silencio del mundo le basta para continuar perpetrando sus crímenes con tranquilidad. 

El silencio internacional es el arma más poderosa que se le da al opresor sin que éste lo pida. Se trata de una colusión con una nueva cara y de un delito cometido bajo la apariencia de legitimidad. Si el mundo no despierta de su inacción, la historia registrará este silencio como una mancha indeleble de vergüenza y recordará que quienes guardaron silencio ante el crimen fueron cómplices de él. 

Si la comunidad internacional realmente quiere defender los valores humanitarios, debe adoptar medidas concretas para poner fin al sufrimiento de los palestinos. Se deben imponer sanciones internacionales a los que violen los derechos humanos en Palestina, apoyar iniciativas jurídicas que busquen exigir responsabilidades a los responsables de crímenes, proteger y fortalecer a los medios de comunicación libres para garantizar la transmisión de la verdad sin censura ni distorsión y contribuir a crear una conciencia mundial real sobre la situación en Gaza, hay que ejercer presión política y diplomática para obligar a las partes activas a sentarse a la mesa de negociaciones de acuerdo con las leyes de legitimidad internacional. 

¿Será capaz la humanidad de recuperar sus valores y salvarse de caer en la trampa o lo que está sucediendo en Gaza simplemente es el comienzo de un colapso más amplio de un sistema que pretende ser civilizado mientras practica la barbarie? La respuesta a esta pregunta no sólo afecta a Gaza, sino también al futuro de la humanidad en su conjunto.

 

(*) Mahmoud Elalwani es embajador del Estado de Palestina en Bolivia.


Ignoren las Artimañas de Keir Starmer, el Rastro de Sangre de Gaza Lleva Directo

Hasta Su Puerta 

Jonathan Cook 

TRAS 19 MESES de recibir versiones engañosas de sus gobiernos sobre Gaza, el público occidental ahora recibe un relato diferente, pero igualmente engañoso. 

Con la línea de meta a la vista para el programa israelí de limpieza étnica genocida, el guion de Occidente sobre Gaza se está reescribiendo a toda prisa. Pero no se equivoquen: se trata de la misma red de mentiras interesadas. Como bajo la dirección de un director de orquesta oculto, Gran BretañaFrancia y Canadá —aliados clave de EE. UU.— estallaron esta semana en un coro de condenas a Israel. 

Calificaron de “desproporcionados” los planes de Israel de arrasar los últimos fragmentos de Gaza que aún quedan en pie, mientras que la intensificación por parte de Israel de la hambruna que ha azotado durante meses a más de dos millones de civiles palestinos resultaba “intolerable”. 

El cambio de tono estuvo precedido, como señalé en estas páginas la semana pasada, por un lenguaje nuevo y más duro contra Israel por parte de la prensa occidental. 

El relato de los medios de comunicación tradicionales tuvo que cambiar primero, para que la repentina manifestación de preocupación moral y política por el sufrimiento de Gaza por parte del primer ministro británico Keir Starmer, el presidente francés Emmanuel Macron y el primer ministro canadiense Mark Carney —tras más de un año y medio de indiferencia— no pareciera demasiado abrupta ni extraña. 

Actúan como si se hubiera superado el genocidio israelí. Pero los genocidios no tienen límites. Simplemente avanzan implacablemente hasta que se les detiene. Los medios de comunicación y los políticos gestionan con cuidado cualquier disonancia cognitiva para sus públicos.

Pero la realidad más profunda es que las capitales occidentales siguen coordinando con Israel y Estados Unidos sus “críticas” al genocidio israelí en Gaza, tal como antes coordinaron su apoyo. 

Así lo reconoció un alto funcionario israelí al periódico israelí Haaretz. Refiriéndose al repentino cambio de tono, declaró: “Las últimas 24 horas formaron parte de una emboscada planificada de la que sabíamos. Se trató de una secuencia coordinada de acciones previas a la reunión de la UE en Bruselas, y gracias a los esfuerzos conjuntos de nuestros embajadores y el ministro de Asuntos Exteriores, logramos moderar el resultado”. 

Los lamentos son solo otra maniobra teatral, poco diferente de la anterior mezcla de silencio y palabrería sobre el “derecho a defenderse” de Israel. Y tienen el mismo propósito: ganar tiempo para que Israel “termine el trabajo”, es decir, para completar su genocidio y limpieza étnica de Gaza. 

Occidente sigue promoviendo “debates” falsos, enteramente inventados por Israel, sobre si Hamás está robando ayuda, qué constituye ayuda suficiente y cómo debería entregarse. 

Todo esto pretende ser ruido para distraernos del único asunto relevante: que Israel está cometiendo genocidio al masacrar y matar de hambre a la población de Gaza, mientras que Occidente ha contribuido e instigado ese genocidio.

 

Ejercicio de relaciones públicas 

Con las reservas de alimentos completamente agotadas por el bloqueo israelí, el jefe humanitario de la ONU, Tom Fletcher, declaró a la BBC el martes que unos 14.000 bebés podrían morir en Gaza en 48 horas sin que les llegue ayuda inmediata. 

El pronóstico a largo plazo es aún más desalentador. El lunes el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, decidió permitir la entrada de una pequeña cantidad de ayuda, y liberó cinco camiones, algunos con fórmula infantil, de los miles de vehículos que Israel ha retenido en los puntos de entrada durante casi tres meses. Esto representa menos del 1% del número de camiones que, según los expertos, deben ingresar diariamente solo para contener la letal hambruna. 

El martes, a medida que crecía el clamor, el número de camiones de ayuda autorizados para entrar en Gaza ascendió, según se informa, a casi 100, o menos de una quinta parte del mínimo indispensable. Al momento de escribir este artículo, se informó que ninguna de las ayudas había llegado a la población del enclave. 

Netanyahu dejó claro al público israelí —la mayoría del cual parece entusiasmado con que continúe la hambruna artificial— que no lo hacía por ningún impulso humanitario. 

Se trataba puramente de un ejercicio de relaciones públicas para mantener a raya a las capitales occidentales, afirmó. El objetivo era aliviar las exigencias de sus propios públicos a estos líderes para que penalizaran a Israel y detuvieran la continua masacre de la población de Gaza. 

O como lo expresó Netanyahu: “Nuestros mejores amigos en todo el mundo, los senadores más proisraelíes [en EE. UU.]… nos dicen que están proporcionando toda la ayuda, las armas, el apoyo y la protección en el Consejo de Seguridad de la ONU, pero que no pueden soportar imágenes de hambruna masiva”. 

El ministro de finanzas israelí, Bezalel Smotrich, fue aún más claro: “En nuestro camino hacia la destrucción de Hamás estamos destruyendo todo lo que queda de la Franja de Gaza”. También habló de “limpiar” el enclave.

 

“De vuelta a la Edad de Piedra” 

El público occidental ha estado observando esta destrucción durante los últimos 19 meses, o al menos han visto imágenes parciales, cuando los medios de comunicación occidentales se han molestado en informar sobre la masacre. 

Israel ha erradicado sistemáticamente todo lo necesario para la supervivencia del pueblo de Gaza: sus hogares, hospitales, escuelas, universidades, panaderías, sistemas de agua y comedores comunitarios.

      Israel finalmente ha implementado lo que llevaba 20 años amenazando con hacer al pueblo palestino si se negaba a ser sometido a una limpieza étnica en su patria. Los ha devuelto a la Edad de Piedra. 

Una encuesta entre los principales expertos mundiales en genocidio, publicada la semana pasada por el periódico holandés NRC, revelaba que todos coincidían de forma concluyente en que Israel está cometiendo genocidio en Gaza. La mayoría cree que el genocidio ha llegado a su fase final. 

Esta semana, Yair Golan, líder del principal partido centrista de Israel y exvicejefe del ejército israelí, expresó los mismos sentimientos de forma más gráfica. Acusó al gobierno de “matar bebés como pasatiempo”. Como era de esperar, Netanyahu acusó a Golan de “antisemitismo”. 

La declaración conjunta de Starmer, Macron y Carney fue mucho más moderada, por supuesto, y fue recibida por Netanyahu con una respuesta relativamente discreta: que los tres líderes estaban dando a Hamás un “premio enorme”. 

Su declaración señalaba: “El nivel de sufrimiento humano en Gaza es intolerable”. Es de presumir pues que, hasta ahora, han considerado “tolerable” el infierno que llevan padeciendo los palestinos de Gaza desde hace año y medio. 

David Lammy, ministro de Asuntos Exteriores británico, quien en medio del genocidio se alegró de ser fotografiado estrechando la mano de Netanyahu, opinó en el parlamento esta semana que Gaza se enfrentaba a una “nueva fase oscura”. 

Es una interpretación conveniente para él. En realidad, hace muchísimo tiempo que es medianoche en Gaza. 

Una fuente diplomática europea de alto nivel involucrada en las conversaciones entre los tres líderes declaró a la BBC que su nuevo tono reflejaba una “sensación real de creciente ira política ante la situación humanitaria, de que se está cruzando una línea y de que este gobierno israelí parece actuar con impunidad”. 

Esto debería servir como recordatorio de que hasta ahora las capitales occidentales no tenían ningún problema con todas las demás líneas cruzadas por Israel, incluyendo la destrucción de la mayoría de las casas de Gaza, la erradicación de los hospitales y otras infraestructuras humanitarias esenciales de Gaza, el hacinamiento de civiles palestinos en zonas “seguras” para luego bombardearlos allí, la matanza y mutilación de decenas de miles de niños y la hambruna activa de una población de más de dos millones de seres. 

 

Nos toman por tontos 

Los tres líderes occidentales amenazan ahora con tomar “más medidas concretas” contra Israel, incluido lo que denominan “sanciones selectivas”. 

Si esto suena positivo, piénsenlo de nuevo. La Unión Europea y el Reino Unido llevan décadas debatiendo si etiquetar los productos importados de los asentamientos ilegales de Israel en la Cisjordania ocupada y cómo hacerlo. La existencia de estos asentamientos en constante expansión, construidos sobre territorio palestino robado y que bloquean la creación de un Estado palestino, es un crimen de guerra; ningún país debería ayudarlos. 

En 2019 el Tribunal de Justicia de la Unión Europea dictaminó que debe quedar claro para los consumidores europeos qué productos provienen de Israel y cuáles de los asentamientos. 

Durante todo este tiempo los funcionarios europeos nunca consideraron prohibir los productos procedentes de los asentamientos, y mucho menos imponer “sanciones selectivas” a Israel, a pesar de que la ilegalidad de estos es inequívoca. De hecho, los funcionarios han difamado fácilmente a quienes piden boicots y sanciones contra Israel llamándolos “odiadores de judíos” y “antisemitas”. Lo cierto es que los líderes occidentales y los medios de comunicación del establishment nos están tomando el pelo una vez más, como lo han hecho durante los últimos 19 meses. 

“Más medidas concretas” sugiere que ya se han impuesto medidas concretas contra Israel. Se trata del mismo Israel que recientemente quedó segundo en el Festival de la Canción de Eurovisión. Los manifestantes que piden la exclusión de Israel del concurso, como ha ocurrido con Rusia por invadir Ucrania, son difamados y denunciados.

       Si los líderes occidentales ni siquiera pueden imponer una sanción simbólica significativa a Israel, ¿por qué deberíamos creer que son capaces de tomar medidas sustanciales contra él?

 

No existe voluntad de actuar 

El martes quedó más claro a qué se refería el Reino Unido con “medidas concretas”. La embajadora israelí fue citada para lo que, según nos dijeron, era una reprimenda. Debe estar temblando aún. 

Y Gran Bretaña suspendió, es decir, retrasó, las negociaciones sobre un nuevo acuerdo de libre comercio, una propuesta de expansión de los ya extensos lazos comerciales de Gran Bretaña con Israel. Sin duda, esas conversaciones pueden esperar unos meses. Mientras tanto, 17 de los 27 miembros de la Unión Europea votaron a favor de revisar la base legal del Acuerdo de Asociación UE-Israel, que otorga a Israel un estatus comercial especial, aunque es muy improbable que en realidad se necesite un consenso para revocarlo. 

Tal revisión para comprobar si Israel muestra “respeto por los derechos humanos y los principios democráticos” es una simple pérdida de tiempo. Las investigaciones del año pasado demostraron que estaba cometiendo atrocidades generalizadas y crímenes de lesa humanidad. 

En declaraciones al parlamento británico, Lammy declaró: “Las acciones del gobierno de Netanyahu lo han hecho necesario”. 

Hay muchas “medidas concretas” bastante más serias que Gran Bretaña y otras capitales occidentales podrían adoptar, y podrían haberlas adoptado hace muchos meses. 

Gran Bretaña y la UE dieron un indicio el martes al anunciar amplias sanciones adicionales contra Rusia, no por cometer un genocidio, sino por dudar sobre un alto el fuego con Ucrania. 

En última instancia, Occidente pretende castigar a Moscú por negarse a devolver los territorios que ocupa en Ucrania, algo que las potencias occidentales nunca han exigido significativamente a Israel, a pesar de que este lleva décadas ocupando los territorios palestinos. 

Las nuevas sanciones contra Rusia se dirigen a las entidades que apoyan sus esfuerzos militares y sus exportaciones de energía, además de las severas sanciones económicas ya existentes y un embargo petrolero. No se propone nada, ni remotamente comparable, para Israel. 

El Reino Unido y Europa podrían haber dejado de proporcionar a Israel las armas necesarias para masacrar a los niños palestinos en Gaza. En septiembre Starmer prometió reducir la venta de armas a Israel en aproximadamente un 8%, pero su gobierno, en realidad, envió más armas para el genocidio israelí en los tres meses siguientes que las que enviaron los conservadores en todo el período comprendido entre 2020 y 2023. 

Gran Bretaña también podría dejar de transportar armas de otros países y de realizar vuelos de vigilancia sobre Gaza en nombre de Israel. La información de seguimiento de vuelos mostró que una noche de esta semana el Reino Unido envió un avión de transporte militar, capaz de transportar armas y soldados, desde una base de la Real Fuerza Aérea en Chipre a Tel Aviv, y luego envió un avión espía sobre Gaza para recopilar información de inteligencia que ayude a Israel en su masacre.

    Gran Bretaña podría, por supuesto, emprender la «acción concreta» de reconocer el Estado de Palestina, como ya lo han hecho Irlanda y España, y podría hacerlo sin previo aviso. 

El Reino Unido podría imponer sanciones a ministros del gobierno israelí. Podría declarar su disposición a ejecutar el arresto de Netanyahu por crímenes de guerra, de acuerdo con la orden de arresto de la Corte Penal Internacional, si visita Gran Bretaña. Y podría negar a Israel el acceso a eventos deportivos, convirtiéndolo en un Estado paria, como se hizo con Rusia. 

Y, por supuesto, el Reino Unido podría imponer amplias sanciones económicas a Israel, como se hizo con Rusia. 

Podría también anunciar que cualquier británico que regrese del servicio militar en Gaza se arriesga a ser arrestado y procesado por crímenes de guerra. 

Todas estas “acciones concretas”, y más, podrían implementarse fácilmente. Lo cierto es que no hay voluntad política para hacerlo. Simplemente existe el deseo de mejorar las relaciones públicas, de encubrir mejor la complicidad británica en un genocidio que ya no se puede ocultar.

 

Lobo al descubierto 

El problema para Occidente es que Israel se ha despojado ya de la piel de cordero con la que las capitales occidentales lo han engalanado durante décadas. 

Israel es, evidentemente, un lobo depredador. Su comportamiento brutal y colonial hacia el pueblo palestino está plenamente expuesto. No hay escondite. 

Por eso, Netanyahu y los líderes occidentales están ahora enfrascados en un tango cada vez más difícil. El proyecto colonial, de apartheid y genocida de Israel —el clientelismo militarizado de Occidente en el Oriente Medio, rico en petróleo— necesita protección. 

Hasta ahora, esto ha implicado que líderes occidentales como Starmer desviaran las críticas a los crímenes de Israel, así como la complicidad británica. Implicaba recitar sin parar y sin pensar el “derecho de Israel a defenderse” y la necesidad de “eliminar a Hamás”.

Pero el fin del genocidio israelí consiste en matar de hambre a dos millones de personas o expulsarlas de Gaza, sea lo que sea lo que ocurra primero. Ninguna de las dos cosas es compatible con los objetivos que los políticos occidentales nos han estado vendiendo. 

Por lo tanto, el nuevo relato debe acentuar la responsabilidad personal de Netanyahu por la masacre, como si el genocidio no fuera el punto final lógico de todo lo que Israel le ha estado haciendo al pueblo palestino durante décadas. 

La mayoría de los israelíes también están conformes con el genocidio. Las únicas voces disidentes significativas provienen de las familias de los rehenes israelíes, principalmente por el peligro que el ataque israelí representa para sus seres queridos. 

       El objetivo de Starmer, Macron y Carney es crear un nuevo relato en el que afirman haberse dado cuenta tardíamente de que Netanyahu ha “ido demasiado lejos” y que necesita ser controlado. Luego podrán aumentar gradualmente la presión contra el primer ministro israelí, presionar a Israel para que cambie de estrategia y, cuando se resista o lo rechace, presionar a Washington para que tome “medidas concretas”. 

Este nuevo relato, a diferencia del viejo, ya desgastado, puede estar dando vueltas durante unas semanas o unos meses más, lo que podría ser suficiente para que la limpieza étnica genocida de Gaza llegue a su fin, o lo suficientemente cerca como para que resulte irrelevante. 

Esa es la esperanza —sí, la esperanza— en las capitales occidentales.

 

Sangre en las manos 

El nuevo relato ficticio de Starmer, Macron y Carney tiene varias ventajas. Se lavan las manos de Gaza. Es porque les engañaron. Resulta que fueron demasiado caritativos. Las vitales luchas internas contra el antisemitismo los distrajeron. 

Todo ello pone directamente la culpa en un hombre: Netanyahu. 

Sin él, el violento y altamente militarizado Estado de apartheid de Israel puede continuar como antes, como si el genocidio fuera un lamentable paso en falso en el impecable, por lo demás, historial de Israel. 

Se pueden exagerar nuevas supuestas amenazas “terroristas” —por parte del LíbanoSiriaYemen e Irán— para arrastrarnos de nuevo a los relatos optimistas sobre un valiente reducto occidental de civilización que nos defiende de los bárbaros del Este. 

El nuevo relato ni siquiera exige que Netanyahu comparezca ante la justicia. 

A medida que surgen noticias sobre la verdadera magnitud de las atrocidades y el número de muertos, un Netanyahu fingido de remordimiento puede apaciguar a Occidente con el renovado discurso sobre la solución de dos Estados, una solución cuya concreción se ha evitado durante décadas y puede seguir evitándose durante bastantes décadas más. 

Nos veremos sometidos a más años de un “conflicto” entre Israel y Palestina que finalmente está a punto de dar un giro. 

Incluso si un Netanyahu escarmentado se viera obligado a dimitir, cedería el testigo a otro de los monstruos genocidas y supremacistas judíos que acechan entre bastidores. 

Tras la destrucción de Gaza, la destrucción de la vida palestina en la Cisjordania ocupada y Jerusalén Este simplemente tendrá que volver a un ritmo anterior, más lento, el que le ha permitido mantenerse fuera del radar del público occidental durante 58 años. 

¿Realmente resultará así? Solo en la imaginación de las élites occidentales. En realidad, enterrar casi dos años de un genocidio demasiado visible para amplios sectores del público occidental será una tarea mucho más complicada. 

Demasiadas personas en Europa y Estados Unidos han abierto los ojos en los últimos 19 meses. No pueden ignorar lo que se les ha transmitido en directo, ni ignorar lo que pone de manifiesto sobre sus propias clases políticas y mediáticas. 

Starmer y compañía continuarán distanciándose enérgicamente del genocidio en Gaza, pero no habrá escapatoria. Digan o hagan lo que digan, el rastro de sangre conduce directamente hasta su puerta. 

      Jonathan Cook es autor de tres libros sobre el conflicto palestino-israelí. Ha ganado el Premio Especial de Periodismo Martha Gellhorn. Vivió en Nazaret durante veinte años, de donde regresó en 2021 al Reino Unido. Sitio web y blog: www.jonathan-cook.net


Fuente: Rebelión

 

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