Apuntes Sobre la Política de Maquiavelo
Antonio
Gramsci
El
carácter fundamental de El Príncipe no es el de ser un tratado
sistemático, sino un libro "viviente", donde la ideología política y
la ciencia política se fundan en la forma dramática del "mito". Entre
la utopía y el tratado escolástico, formas bajo las cuales se configuraba la
ciencia política de la época, Maquiavelo dio a su concepción una forma
imaginativa y artística, donde el elemento doctrinal y racional se
personificaba en un condottiero [capitán] que representa en forma
plástica y "antropomórfica" el símbolo de la "voluntad
colectiva". El proceso de formación de una determinada voluntad colectiva,
que tiene un determinado fin político, no es representado a través de
pedantescas disquisiciones y clasificaciones de principios y criterios de un
método de acción, sino como las cualidades, los rasgos característicos,
deberes, necesidades, de una persona concreta, despertando así la fantasía
artística de aquellos a quienes se procura convencer y dando una forma más
concreta a las pasiones políticas.1
El Príncipe de Maquiavelo podría ser estudiado
como una ejemplificación histórica del "mito" de Sorel, es decir, de
una ideología política que no se presenta como una fría utopía, ni como una
argumentación doctrinaria, sino como la creación de una fantasía concreta que
actúa sobre un pueblo disperso y pulverizado para suscitar y organizar su
voluntad colectiva. El carácter utópico de El Príncipe reside en el
hecho de que un Príncipe tal no existía en la realidad histórica, no se
presentaba al pueblo italiano con caracteres de inmediatez objetiva, sino que
era una pura abstracción doctrinaria, el símbolo del jefe, del condottiero
ideal; pero los elementos pasionales, míticos, contenidos en el pequeño volumen
y planteados con recursos dramáticos de gran efecto, se resumen y convierten en
elementos, vivos en la conclusión, en la invocación de un príncipe
"realmente existente". En el pequeño volumen, Maquiavelo trata de
cómo debe ser el Príncipe para conducir un pueblo a la fundación de un nuevo
Estado y la investigación es llevada con rigor lógico y desapego científico. En
la conclusión, Maquiavelo mismo se vuelve pueblo, se confunde con el pueblo, mas
no con un pueblo concebido en forma "genérica", sino con el pueblo
que Maquiavelo previamente ha convencido con su trabajo, del cual procede y se
siente conciencia y expresión y con quien se identifica totalmente. Parece como
si todo el trabajo "lógico" no fuera otra cosa que una autorreflexión
del pueblo, un razonamiento interno, que se hace en la conciencia popular y que
concluye con un grito apasionado, inmediato. La pasión, de razonamiento sobre
sí misma se transforma en "afecto", fiebre, fanatismo de acción. He
aquí por qué el epílogo de El Príncipe no es extrínseco,
"pegado" desde afuera, retórico, sino que por el contrario debe ser
explicado como un elemento necesario de la obra, o mejor, como el elemento que
ilumina toda la obra y que aparece como su "manifiesto político".
Se puede estudiar cómo Sorel,
partiendo de la concepción de la ideología-mito no llegó a comprender el
fenómeno del partido político y se detuvo en la concepción del sindicato
profesional. Aunque es verdad que para Sorel el "mito" no encontraba
su mayor expresión en el sindicato como organización de una voluntad colectiva,
sino en la acción práctica del sindicato y de una voluntad colectiva ya
actuante. La realización máxima de dicha acción práctica debía ser la huelga
general, es decir, una "actividad pasiva" de carácter negativo y
preliminar (el carácter positivo está dado solamente por el acuerdo logrado en
las voluntades asociadas) que no preveía una verdadera fase "activa y
constructiva". En Sorel, por consiguiente, se enfrentaban dos necesidades:
la del mito y la de la crítica del mito, en cuanto "todo plan
preestablecido es utópico y reaccionario". La solución era abandonada al
impulso de lo irracional, de lo "arbitrario" (en el sentido
bergsoniano de "impulso vital") o sea, de la
"espontaneidad".2
Pero ¿puede un mito, sin embargo, ser
"no constructivo"? ¿Puede imaginarse, en el orden de intuiciones de
Sorel, que sea productivo en realizaciones un instrumento que deja la voluntad
colectiva en la fase primitiva y elemental del mero formarse, por distinción
(por "escisión"*), aunque sea con violencia, es decir, destruyendo
las relaciones morales y jurídicas existentes? Pero esta voluntad colectiva así
formada de manera elemental, ¿no cesará súbitamente de existir, disolviéndose en
una infinidad de voluntades singulares que en la fase positiva seguirán
direcciones diferentes y contradictorias? Al margen de la cuestión de que no
puede existir destrucción, negación, sin una construcción y una afirmación
implícitas, entendida ésta no en un sentido "metafísico", sino
práctico, o sea políticamente, como programa de partido. En este caso se ve con
claridad que detrás de la espontaneidad se supone un mecanicismo puro, detrás
de la libertad (libre impulso vital) un máximo determinismo, detrás del
idealismo un materialismo absoluto. El moderno príncipe, el mito-príncipe, no
puede ser una persona real, un individuo concreto; sólo puede ser un organismo,
un elemento de sociedad complejo en el cual comience a concretarse una voluntad
colectiva reconocida y afirmada parcialmente en la acción. Este organismo ya ha
sido dado por el desarrollo histórico y es el partido político: la primera
célula en la que se resumen los gérmenes de voluntad colectiva que tienden a
devenir universales y totales. En el mundo moderno sólo una acción
histórico-política inmediata e inminente, caracterizada por la necesidad de un
procedimiento rápido y fulminante, puede encarnarse míticamente en un individuo
concreto. La rapidez se torna necesaria solamente cuando se enfrenta un gran
peligro inminente que provoca la inmediata exacerbación de las pasiones y del
fanatismo, aniquilando el sentido crítico y la corrosividad irónica que pueden
destruir el carácter "carismático" del condottiero (tal es lo
que ha ocurrido en la aventura de Boulanger). Pero una acción inmediata de tal
especie, por su misma naturaleza, no puede ser de vasto alcance y de carácter
orgánico. Será casi siempre del tipo restauración y reorganización y no del
tipo característico de la fundación de nuevos Estados y nuevas estructuras
nacionales y sociales, tal como en el caso de El Príncipe de Maquiavelo,
donde el aspecto de restauración sólo era un elemento retórico, ligado al
concepto literario de la Italia descendiente de Roma y que debía restaurar el
orden y la potencia de Roma;3 será de tipo "defensivo" y
no creativo original. Podrá tener vigencia donde se suponga que una voluntad
colectiva ya existente, aunque sea desmembrada, dispersa, haya sufrido un
colapso peligroso y amenazador, mas no decisivo y catastrófico y sea necesario
reconcentrarla y robustecerla. Pero no podrá tener vigencia donde haya que
crear ex novo una voluntad colectiva, enderezándola hacia metas
concretas y racionales, pero de una concreción y racionalidad aún no
verificadas y criticadas por una experiencia histórica efectiva y
universalmente conocida.
El carácter "abstracto" de
la concepción soreliana del "mito" aparece en la aversión (que asume
la forma pasional de una repugnancia ética) por los jacobinos, quienes
fueron ciertamente una "encarnación categórica" de El Príncipe
de Maquiavelo. El moderno Príncipe debe tener una parte destinada al jacobinismo
(en el significado integral que esta noción ha tenido históricamente y debe
tener conceptualmente), en cuanto ejemplificación de cómo se formó y operó en
concreto una voluntad colectiva que al menos en algunos aspectos fue creación ex
novo, original. Y es necesario que la voluntad colectiva y la voluntad
política en general, sean definidas en el sentido moderno; la voluntad como
conciencia activa de la necesidad histórica, como protagonista de un efectivo y
real drama histórico.
Una de las primeras partes debería
estar dedicada, precisamente, a la "voluntad colectiva", planteando
así la cuestión: "¿Cuándo puede decirse que existen las condiciones para
que se pueda suscitar y desarrollar una voluntad colectiva nacional-popular?",
o sea efectuando un análisis histórico (económico) de la estructura social del
país dado y una representación "dramática" de las tentativas
realizadas a través de los siglos, para suscitar esta voluntad y las razones de
sus sucesivos fracasos. ¿Por qué en Italia no se dio la monarquía absoluta en
la época de Maquiavelo? Es necesario remontarse hasta el Imperio Romano
(cuestiones de la lengua, los intelectuales, etc.), comprender la función de
las Comunas medievales; el significado del catolicismo, etc. Es necesario, en
suma, hacer un esbozo de toda la historia italiana, sintético pero exacto. Las
razones de los sucesivos fracasos de las tentativas de crear una voluntad
colectiva nacional-popular hay que buscarlas en la existencia de determinados
grupos sociales que se forman de la disolución de la burguesía comunal, en el
carácter particular de otros grupos que reflejan la función internacional de
Italia como sede de la Iglesia y depositaria del Sacro Imperio Romano. Esta
función y la posición consiguiente determinan una situación interna que se
puede llamar "económico-corporativa", es decir, políticamente, la
peor de las formas de sociedad feudal, la forma menos progresiva y más
estancada. Faltó siempre, y no podía constituirse, una fuerza jacobina
eficiente, precisamente la fuerza que en las otras naciones ha suscitado y
organizado la voluntad colectiva nacional popular fundando los Estados
modernos. Finalmente, ¿existen las condiciones para esta voluntad?, o sea,
¿cuál es la actual relación entre estas condiciones y las fuerzas opuestas?
Tradicionalmente las fuerzas opuestas fueron la aristocracia terrateniente y
más generalmente la propiedad fundiaria [del suelo] en su conjunto, con el
característico elemento italiano de una "burguesía rural" especial,
herencia de parasitismo legado a los tiempos modernos por la destrucción, como
clase, de la burguesía comunal (las cien ciudades, las ciudades del silencio).4
Las condiciones positivas hay que buscarlas en la existencia de grupos sociales
urbanos, convenientemente desarrollados en el campo de la producción industrial
y que hayan alcanzado un determinado nivel de cultura histórico-política. Es
imposible cualquier formación de voluntad colectiva nacional-popular si las
grandes masas de campesinos cultivadores no irrumpen simultáneamente en
la vida política. Esto es lo que intentaba lograr Maquiavelo a través de la
reforma de la milicia; esto es lo que hicieron los jacobinos en la Revolución
francesa. En esta comprensión hay que identificar un jacobinismo precoz en
Maquiavelo, el germen (más o menos fecundo) de su concepción de la revolución
nacional. Toda la historia de 1815 en adelante muestra el esfuerzo de las
clases tradicionales para impedir la formación de una voluntad colectiva de
este tipo, para mantener el poder "económico-corporativo" en un
sistema internacional de equilibrio pasivo.
Una parte importante del moderno
Príncipe deberá estar dedicada a la cuestión de una reforma intelectual y
moral, es decir, a la cuestión religiosa o de una concepción del mundo. También
en este campo encontramos en la tradición ausencia de jacobinismo y miedo del
jacobinismo (la última expresión filosófica de tal miedo es la actitud
malthusiana de B. Croce hacia la religión). El moderno Príncipe debe ser, y no
puede dejar de ser, el abanderado y el organizador de una reforma intelectual y
moral, lo cual significa crear el terreno para un desarrollo ulterior de la
voluntad colectiva nacional popular hacia el cumplimiento de una forma superior
y total de civilización moderna.
Estos dos puntos fundamentales: la
formación de una voluntad colectiva nacional-popular de la cual el moderno
Príncipe es al mismo tiempo el organizador y la expresión activa y operante; y
la reforma intelectual y moral, deberían constituir la estructura del trabajo.
Los puntos concretos de programa deben ser incorporados en la primera parte, es
decir, deben resultar "dramáticamente" del discurso y no ser una fría
y pedante exposición de razonamientos. ¿Puede haber una reforma cultural, es
decir, una elevación civil de los estratos deprimidos de la sociedad, sin una
precedente reforma económica y un cambio en la posición social y en el mundo
económico? Una reforma intelectual y moral no puede dejar de estar ligada a un
programa de reforma económica, o mejor, el programa de reforma económica es
precisamente la manera concreta de presentarse de toda reforma intelectual y
moral. El moderno Príncipe, desarrollándose, perturba todo el sistema de
relaciones intelectuales y morales en cuanto su desarrollo significa que cada
acto es concebido como útil o dañoso, como virtuoso o perverso, sólo en cuanto
tiene como punto de referencia al moderno Príncipe mismo y sirve para
incrementar su poder u oponerse a él. El Príncipe ocupa, en las
conciencias, el lugar de la divinidad o del imperativo categórico, deviene la
base de un laicismo moderno y de una completa laicización de toda la vida y de
todas las relaciones de costumbres.
___________
(*)
Tomado de file:///D:/Downloads/el-moderno-principe.pdf
(1)
Será necesario buscar en los escritores políticos que precedieron a Maquiavelo
la existencia de escritos configurados como El Príncipe. Su misma
conclusión está ligada a este carácter "mítico" del libro. Luego de
haber representado al condottiero ideal, en un pasaje de gran eficacia
artística, Maquiavelo invoca al condottiero real que históricamente lo
personifique; y es esta invocación apasionada, que se refleja en todo el libro,
la que le confiere precisamente el carácter dramático. En los Prolegomeni
de Luigi Russo, Maquiavelo es llamado el artista de la política y una vez se
encuentra también la expresión "mito", pero no precisamente en el
sentido arriba indicado.
(2) Habría que anotar una contradicción
implícita en el modo en que Croce plantea su problema de historia y
antihistoria con respecto a otros modos de pensar del mismo autor: su aversión
a los "partidos políticos" y su forma de plantear la cuestión de la
"previsibilidad" de los hechos sociales (cfr. Conversazione
critiche, serie primera. pp. 150-152, reseña del libro de LUDOVICO
LIMENTANI, La previsione dei fatti sociali, Turín, Bocca, 1907). Si los
hechos sociales son imprevisibles y el mismo concepto de previsión es puro
sueño, lo irracional no puede menos que dominar y toda organización de hombres
es antihistórica, es un "prejuicio". Sólo corresponde resolver en
cada caso y con criterio inmediato, los particulares problemas prácticos
planteados por el desarrollo histórico (Cfr. el artículo de CROCE, Il
partito come giudizio e come pregiudizio en Cultura e vita morale) y el
oportunismo es la única línea política posible.
(3) Más que por el modelo ejemplar de las
grandes monarquías absolutas de Francia y de España, Maquiavelo fue impulsado a
su concepción política de la necesidad de un Estado unitario italiano
por el recuerdo del pasado de Roma. Es necesario poner de relieve, sin embargo,
que Maquiavelo no debe por ello ser confundido con la tradición
literario-retórica. Primero, porque este elemento no es exclusivo, ni aún
dominante, y la necesidad de un gran Estado nacional no es deducida de él,
luego, porque el mismo reclamo a Roma es menos abstracto de lo que parece si es
colocado puntualmente en el clima del Humanismo y del Renacimiento. En el libro
VII del Arte de la guerra se lee: "Esta provincia (Italia) parece
nacida para resucitar las cosas muertas, como se ha visto en el caso de la
poesía, la pintura y la escultura", ¿por qué no encontraría entonces la
virtud militar?, etc. Habrá que reagrupar las otras menciones del mismo tipo
para establecer su carácter exacto.
(4)
Ciudades del silencio (cittá del silenzio) fueron llamadas por Gabriele
D'Annunzio, en sus Laudi, las ciudades italianas que luego de haber
conocido un periodo de pleno florecimiento en el pasado, decayeron y se
redujeron a centros burocrático-administrativos de escasa importancia. De su
pasado esplendor aún conservan rastros en los monumentos y joyas
arquitectónicas, lo cual las convierte en centro del turismo mundial, por
ejemplo: Ravena, Siena, Bergamo, etc. (N. del T.)
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