domingo, 1 de junio de 2025

Stalin

Stalin y la Lucha por la Reforma Democrática 

(Cuarta Parte) 

Grover Furr 

Juicios, conspiraciones, represión 

Los planes para la nueva Constitución y las elecciones habían sido tratados en el Pleno del Comité Central de Junio de 1936. Los delegados aprobaron por unanimidad el borrador constitucional. Pero ninguno habló en su favor. Este fracaso en dar al menos un apoyo con la boca pequeña a una propuesta de Stalin indicaba ciertamente una "oposición latente de la dirección ampliada", una "evidente falta de compromiso". 

Durante el Congreso de los Soviets de todas la Rusias, en los meses de Noviembre y Diciembre de 1936, Stalin y Molótov insistieron de nuevo en la importancia de ampliar el derecho a voto y de unas elecciones secretas y abiertas. Siguiendo el espíritu de la entrevista de Stalin con Howard, Molótov nuevamente resaltó los efectos beneficiosos, para el Partido, de permitir candidatos no comunistas a los Soviets: 


Este sistema...no puede sino golpear a aquellos que han caído en el burocratismo, alienado de las masas... facilitará la promoción de nuevas fuerzas... debe potenciarse para reemplazar a los elementos más atrasados o burocratizados (ochinovnivshimsya). Bajo esa nueva forma de elecciones, es posible la elección de elementos enemigos. Pero incluso este peligro, en último término, debe de servirnos, en tanto en cuanto servirá de látigo para aquellas organizaciones que lo necesiten, y para los trabajadores (del Partido) que se han quedado dormidos. (Zhukov). 

El mismo Stalin fue más allá: 


Algunos dicen que esto es peligroso, ya que los elementos hostiles al poder soviético podrían fisgar a los niveles más altos, algunos de los antiguos guardias blancos, kulaks, sacerdotes, etc. Pero realmente ¿qué hay que temer? 'Si tienes miedo de los lobos, no camines por el bosque'. Por un lado, no todos los antiguos kulaks, guardias blancos y curas son hostiles al poder soviético. Por otro, si el pueblo elige aq o al fuerzas hostiles, esto significará que nuestro trabajo de agitación espobremente organizado, y que hemos merecido esta desgracia. ("Proyecto"). 

Nuevamente, los Secretarios primeros demostraron una tácita hostilidad. El Pleno del Comité Central de Diciembre de 1936, cuyas sesiones se solaparon con las del Congreso, se reunió el 4 de Diciembre. Pero no hubo ninguna discusión del primer punto en el orden del día, el borrador de la Constitución. El informe de Yezhov, "Sobre las organizaciones antisoviéticas de derecha y troskistas" estaba mucho más cerca de las preocupaciones de los miembros del Comité Central. 

El 5 de Diciembre de 1936 el Congreso aprobó el borrador de la nueva Constitución. Pero no existió realmente discusión. Por el contrario, los delegados (líderes del Partido) enfatizaron las amenazas de los enemigos exteriores e interiores. Más que discursos de aprobación de la Constitución, (tema principal sobre el que informó Stalin) los delegados Molótov, Zhdanov, Litvinov y Vyshinski lo ignoraron virtualmente. Se nombró una comisión para el posterior estudio del borrador constitucional, sin decidir nada sobre elecciones abiertas. 

La situación era efectivamente muy tensa. La victoria de los fascistas en la Guerra civil española era solo cuestión de tiempo. La Unión Soviética estaba rodeada de potencias hostiles. En la segunda mitad de la década de los años 30 absolutamente todos esos países eran regímenes abiertamente autoritarios, militaristas, anti-comunistas y anti-soviéticos. En Octubre de 1936 Finlandia hizo fuego hacia la frontera soviética. Ese mismo mes se forma el eje Berlin-Roma por Hitler y Mussolini. Un mes más tarde, Japón se une a la Alemania nazi y a la fascista Italia para formar el Pacto Anti-Komitern. Los esfuerzos soviéticos para formar alianzas militares contra la Alemania nazi encontró el rechazo de las capitales occidentales. 

Mientras el Congreso trataba la nueva Constitución, la dirección soviética estaba a caballo de los dos principales juicios de Moscú. Zinoviev y Kamenev fueron juzgados junto a otros en agosto de 1936. El segundo juicio, en enero de 1937, afectaba a algunos de los principales seguidores de Trotsky, dirigidos por Yuri Piatakov, que hasta hacía poco fue el Comisario delegado de Industria Pesada. 

El Pleno del Comité Central de Febrero-Marzo de 1937 puso de manifiesto las contradicciones dentro de la dirección del Partido: la lucha contra los enemigos internos, y la necesidad de preparar elecciones abiertas y secretas bajo la nueva Constitución para finales de año. El descubrimiento paulatino de más y más grupos conspirando para derrocar el gobierno soviético demandó acciones policiales. Pero la preparación de elecciones auténticamente democráticas, y la mejora en la democracia interior del Partido (tema continuamente apoyado por los más cercanos a Stalin dentro del Politburó) requería precisamente lo contrario: apertura a la crítica y a la autocrítica, elecciones secretas de los líderes del Partido, y poner fin a la "cooptación" por parte de los Secretarios primeros. 

Este Pleno, el más largo en la historia de la URSS, se prolongó dos semanas. Pero casi nada se supo de ello hasta 1992, cuando la voluminosa transcripción del Pleno empezó a publicarse en Voprosy Istorii, publicación que le llevó a este periódico cuatro años. 

El informe de Yezhov respecto a continuar las investigaciones sobre las conspiraciones en el país fue diluido por Nikolai Bukharin, quien, mediante elocuentes intentos de confesar pasadas fechorías, se distanciaba de sus antiguos asociados, asegurando su actual lealtad, que sólo sirvió para culparse él mismo posteriormente. 

Tres días más tarde, Zhadanov habló sobre la necesidad de una mayor democracia tanto en el país como en el Partido, invocando la lucha contra la burocracia y la necesidad de lazos más fuertes con las masas, tanto del Partido como de fuera del Partido. 


El nuevo sistema electoral dará un poderoso impulso hacia la mejora en el trabajo de los organismos soviéticos, la liquidación de instituciones burocráticas, la eliminacn de defectos burocráticos y la deformación en el trabajo de las organizaciones soviéticas. Esos defectos, como usted sabe, son muy importantes.  Los organismos de nuestro Partido deben estar preparados para la lucha electoral. En las elecciones tendremos que tratar con la agitación de los enemigos y con candidatos enemigos. (Zhukov). 

No hay ninguna duda, como portavoz de la dirección estalinista, preveía contiendas electorales con candidatos no pertenecientes al Partido y opuestos a los procesos que se daban en la Unión Soviética. Este hecho por mismo es totalmente incompatible con las versiones de la Guerra Fría y con las explicaciones khruschovistas. 

Zhdanov también recalcó durante largo tiempo la necesidad de desarrollar normas democráticas dentro del mismo Partido bolchevique. 


"Si queremos ganarnos el respeto de los trabajadores soviéticos y del Partido a nuestras leyes, de las masas a la Constitución soviética, debemos garantizar la reestructuración (perestroika) del Partido sobre la base del total establecimiento de las bases de la democracia interna, como se refleja en los reglamentos de nuestro Partido." 

Enumeró a continuación las medidas esenciales, ya contenidas en el proyecto de resolución en su informe: la eliminación de la cooptación, la prohibición de las votaciones a mano alzada; garantizar "el derecho ilimitado de los miembros del Partido de apartar a los candidatos elegidos y el derecho ilimitado para criticar a estos candidatos". (Zhukov, Inoy 345) 

Pero el informe de Zhdanov se hundió entre las discusiones de otros puntos  del orden    del día, principalmente discusiones sobre los "enemigos". Cierto número de Primeros secretarios respondieron alarmados que se preparaban o se suponía que se preparaban para las elecciones soviéticas eran contrarios al poder soviético: social-revolucionarios, el sacerdocio, y otros "enemigos". 

Molótov replicó con una aportación resaltando, una vez más, "el desarrollo y el reforzamiento de la autocrítica", y se opuso directamente a la "búsqueda de enemigos": 


"No tiene sentido buscar culpables, camaradas. Si lo preferimos, todos somos culpables, empezando por los órganos centrales del Partido y acabado con las organizaciones de base". 

Pero las intervenciones posteriores ignoraron su informe, y continuaron machacando con la "búsqueda de enemigos", de denunciar a los "saboteadores", y la lucha contra el "sabotaje". Cuando volvió a intervenir, Molótov se asombró de que no se hubiera prestado al fondo de su intervención, que volvió a repetir, tras resumir lo que se estaba haciendo contra los enemigos internos. 

El discurso de Stalin del 3 de Marzo estuvo también dividido en dos partes, volviendo hacia el final a la necesidad de mejorar el trabajo del Partido, suprimiendo a los incapaces y reemplazándolos con nuevos camaradas. Como el de Molótov, el discurso de Stalin fue virtualmente ignorado. 

Desde el principio de las discusiones los temas de Stalin fueron comprensibles. Parecía estar rodeado de una pared sorda de incomprensión, de la falta de voluntad de los miembros del Comité Central, que oyeron en el informe sólo lo que querían oír, y discutir sólo lo que querían discutir. De las 24 personas que participaron en las discusiones,15 hablaron principalmente sobre "los enemigos del pueblo", es decir, los troskistas. Hablaron con convicción, con agresividad, como lo hicieron tras los informes de Zhdavon y Molótov. Redujeron todos los problemas a uno: la necesaria búsqueda de "enemigos". Y ninguno recogió el principal punto de Stalin, sobre el mal funcionamiento del trabajo en las organizaciones del Partido y la preparación para las elecciones del Soviet supremo.




Stalin. Historia y Crítica de una Leyenda Negra

(16)

Domenico Losurdo

Guerra civil y maniobras internacionales

No sorprende que de la guerra civil latente en la Rusia soviética haya intentado de vez en cuando obtener beneficios tal o cuál superpotencia. Quien solicita o quiere provocar la intervención extranjera es en cada ocasión el grupo derrotado, que considera no tener otra posibilidad de éxito. Tal dialéctica se desarrolla ya desde los primeros meses de vida de la Rusia soviética. Volvamos al atentado del 6 de julio de 1918. Este es parte integrante de un proyecto bastante ambicioso. De un lado, los socialistas revolucionarios de izquierdas promueven «en bastantes centros sublevaciones contrarrevolucionarias contra el gobierno soviético» o también «una insurrección en Moscú esperando derrocar al gobierno comunista»; por otro lado, se proponen también «asesinar a bastantes representantes alemanes», con el fin de provocar una reacción militar de Alemania y la consiguiente reanudación de la guerra. Esta habría sido abordada con una levée en masse del pueblo ruso, que habría infligido una derrota al mismo tiempo al gobierno de los traidores y al enemigo invasor232. El protagonista del atentado contra el embajador alemán es un revolucionario sincero: antes de emprender contactos con los ambientes trotskistas, intenta emular a los jacobinos, protagonistas de la fase más radical de la Revolución francesa y de la heroica resistencia de masas contra la invasión de las potencias contrarrevolucionarias. A ojos de las autoridades soviéticas, sin embargo, Blumkin no puede ser otra cosa que un provocador: el éxito de su plan habría tenido como resultado una acometida del ejército de Guillermo II y quizás el derrumbe del poder nacido de la Revolución de octubre.

En cada cambio histórico se vuelve a presentar el entrelazamiento entre política interna y política internacional. La llegada al poder de Hitler, con la aniquilación o el diezmado de la sección alemana de la Internacional comunista representa un duro golpe para la Unión Soviética: ¿qué consecuencias tendrá sobre los equilibrios políticos internos? El 30 de marzo de 1933, Trotsky que adjudica a la burocracia gobernante en la URSS la responsabilidad de la derrota de los comunistas en Alemania, escribe que «la liquidación del régimen de Stalin» es «absolutamente inevitable y [...] no muy lejana»233. En el verano de aquél mismo año, en Francia el gobierno Daladier otorga el visado a Trotsky: han transcurrido apenas unos meses desde la oposición de Herriot, y surgen dudas sobre las razones de tal cambio de parecer. Ruth Fischer considera que el gobierno francés partía de la presunción de la «debilidad de la posición de Stalin», de 1a «reagrupación de la oposición contra él» y del próximo retorno de Trotsky a Moscú con funciones dirigentes de primer nivel.234

Un nuevo y dramático giro de los acontecimientos se produce con el estallido de la Segunda guerra mundial. En la primavera de 1940, la Unión Soviética está todavía fuera del gigantesco choque, es más, continúa vinculada al pacto de no agresión con Alemania. Es una situación intolerable para los países ya envueltos en la agresión nazi; tomando como pretexto el conflicto ruso-finés, meditan sobre el proyecto de bombardeo de los centros petrolíferos de Bakú. No se trata solamente de golpear la línea de aprovisionamiento energético del Tercer Reich: «los planes bélicos franco-británicos apuntaban a quebrar la alianza militar de la Unión Soviética con Alemania a través de ataques contra las industrias petrolíferas del área del Cáucaso y tener así un eventual régimen post-estalinista a su lado contra Alemania»235. Volvamos por un momento al atentado contra el embajador alemán Mirbach. El responsable intentaba desde luego provocar el ataque de Alemania, pero no porque esperase su victoria: al contrario, esperaba que el latigazo despertara a Rusia, llevándola a una respuesta decidida. Más tarde veremos a Blumkin participar en la conspiración dirigida por Trotsky. Y éste, a su vez, para aclarar su postura, se compara en 1927 al primer ministro francés Clemenceau, que en el transcurso de la Primera guerra mundial asume la dirección del país después de haber denunciado la escasa energía bélica de sus predecesores y por tanto proponiéndose como el único estadista capaz de llevar a Francia a la victoria contra Alemania236. De la cantidad de sucesivas interpretaciones y reinterpretaciones de esta analogía sólo una cosa quedaba clara, ni siquiera la invasión de la Unión Soviética habría acabado con los intentos de la oposición de conquistar el poder. Todavía más inquietante es la comparación ya citada de Stalin con Nicolás II: en el transcurso del Primer conflicto mundial, leído y denunciado como guerra imperialista, los bolcheviques habían proclamado el lema del derrotismo revolucionario y habían identificado en la autocracia zarista y en el enemigo interno al enemigo principal, aquél que en primer lugar había que combatir y derrotar.

En los años siguientes Trotsky va bastante más allá de la evocación del espíritu de Clemenceau: el 22 de abril de 1939 se pronuncia en favor de «la liberación de la llamada Ucrania Soviética del yugo estalinista»237. Una vez independiente, esta se habría unificado con la Ucrania occidental, que sería arrancada a Polonia, y con la Ucrania carpática, anexionada poco antes por Hungría. Reflexionemos sobre el momento en el que aparece tal posicionamiento: el Tercer Reich acaba de llevar a cabo el desmembramiento de Checoslovaquia y se incrementan las voces que indican a la Unión Soviética y en especial Ucrania como el siguiente objetivo de Alemania. En estas circunstancias, en julio de 1939 incluso Kerensky toma posición contra el sorprendente proyecto de Trotsky que, según el líder menchevique, sólo favorece los planes de Hitler. «Es la misma opinión del Kremlin», replica rápidamente un Trotsky que, por otro lado, ya en el artículo del 22 de abril había escrito que con la independencia de Ucrania «la claque bonapartista [de Moscú] recogerá lo que ha sembrado»; es bueno que «la actual casta bonapartista se vea minada, sacudida, destruida y barrida». Solamente así se allana el camino para una auténtica «defensa de la República soviética» y de su «futuro socialista»238. Inmediatamente después de la invasión de Polonia, Trotsky va más allá. Al prever la ruina final del Tercer Reich, añade: «Y, sin embargo, antes de irse al infierno, Hitler podría infligir a la Unión Soviética una derrota tal que podría costarle la cabeza a la oligarquía del Kremlin»239. Esta previsión o esperanza de una liquidación también física de la «claque» o «casta bonapartista» por obra de una revolución desde abajo o también de una invasión militar no puede sino parecer a ojos de Stalin la confirmación de sus sospechas sobre la convergencia al menos «objetiva» entre dirigencia nazi y oposición trotskista: ambas tenían interés en provocar en la URSS el derrumbe del frente interno, aunque la primera viese en este derrumbe el antecedente de la esclavización del país eslavo y la segunda el desencadenamiento de una nueva revolución.

No se trataba tampoco de una sospecha especialmente infamante: remitiéndose al primer Lenin, Trotsky aspiraba a utilizar en su favor la dialéctica que en su momento había llevado a la derrota del ejército ruso, al derrumbe de la autocracia zarista y a la victoria de la Revolución de octubre. Una vez más, la historia previa del bolchevismo se vuelve contra el poder soviético. Kerensky, que en 1917 había denunciado la traición de los bolcheviques, ahora alerta acerca de la traición de aquellos que se autodefinen «bolcheviques-leninistas». Desde el punto de vista de Stalin, se ha producido un cambio radical respecto a la Primera guerra mundial: ahora se trata de enfrentarse a un partido político o una fracción que, al menos en lo que respecta a la fase inicial del conflicto, espera el derrumbe del país y el triunfo militar de una Alemania ya no desgastada por tres años de guerra, como era el caso de Guillermo II, sino más bien en la plenitud de su potencia bélica y explícitamente dedicada a construir su imperio colonial en el este. Dados estos antecedentes, desde luego no sorprende el surgimiento de una acusación de traición. Volvamos al artículo de Trotsky del 22 abril de 1939. En éste hay una sola afirmación que puede haber sacudido el consenso a favor de Stalin: «La guerra que se aproxima suscitará un clima favorable para todos los posibles aventureros, profetas y buscadores del vellocino de oro»240.

Mientras las llamas de la Segunda guerra mundial arden cada vez más alto, destinadas a extenderse también hacia la Unión Soviética según la misma previsión de Trotsky, éste continúa haciendo declaraciones y afirmaciones que son todo menos tranquilizadoras. Veamos algunas: «el patriotismo soviético no puede separarse de la lucha irreconciliable contra la claque estaliniana» (18 de junio de 1940; «la Cuarta Internacional ha reconocido desde hace tiempo la necesidad de derrocar a la burocracia [en el poder en Rusia] mediante una sublevación revolucionaria de los trabajadores» 25 de septiembre de 1939. «Stalin y la oligarquía guiada por él representan el peligro principal para la Unión Soviética» 13 de abril de 1940241. Es bastante comprensible que, etiquetada como «enemigo principal», la «burocracia» o la «oligarquía» albergue el convencimiento de que la oposición, si no al servicio directo del enemigo, en todo caso está lista en un principio para acompañarla en sus acciones.

Cualquier gobierno habría encontrado en organizaciones de esta orientación una amenaza para la seguridad nacional. Las preocupaciones y sospechas de Stalin se ven aumentadas por la visión a la que se abandona Trotsky 25 de septiembre de 1939; la de una «inminente revolución en la Unión Soviética»: faltarían «pocos años o quizás meses para el poco glorioso derrumbe» de la burocracia estaliniana242. ¿De dónde proviene esta seguridad? ¿Es una previsión formulada en base solamente a los acontecimientos ocurridos dentro del país?

Mucho más difícil se muestra el análisis del entrelazamiento entre los conflictos políticos de la Rusia soviética y las tensiones internacionales, por el hecho de que las sospechas y las acusaciones son alimentadas por la patente realidad de la quinta columna y las operaciones de desinformación, puestas en marcha por los servicios secretos de la Alemania nazi. En abril de 1938 Goebbels anota en su diario: «Nuestra estación de radio clandestina que emite desde Prusia oriental hacia Rusia despierta un enorme alboroto. Opera en nombre de Trotsky, y pone en apuros a Stalin»243. Inmediatamente después del comienzo de la Operación Barbarroja, el jefe de los servicios de propaganda del Tercer Reich se encuentra todavía más satisfecho:

«Ahora trabajamos con tres radios clandestinas en Rusia: la primera es trotskista, la segunda separatista, la tercera nacionalista-rusa, todas críticas con el régimen estaliniano». Es un instrumento al que los agresores atribuyen gran importancia: «Trabajamos con todos los medios, sobre todo con las tres radios clandestinas en Rusia»; éstas «son un ejemplo de astucia y sutileza»244. Respecto al papel de la propaganda «trotskista» es especialmente significativa una entrada del diario del 14 de julio, que después de haberse referido al tratado estipulado entre la Unión Soviética y Gran Bretaña y del comunicado conjunto de los dos países prosigue así: «Esta es para nosotros una buena ocasión para demostrar el hermanamiento entre capitalismo y bolchevismo [en este caso sinónimo del poder soviético oficial]. La declaración encontrará escasa aceptación entre los círculos leninistas en Rusia» téngase en cuenta que a los trotskistas les gustaba definirse como «bolcheviques-leninistas», en contraposición a los «estalinistas», considerados traidores al leninismo245. Naturalmente, hoy parece grotesca la pretensión de Stalin y sus colaboradores de condenar en bloque a la oposición como un nido de agentes enemigos, pero es necesario no perder de vista el marco histórico aquí presentado a grandes rasgos. Sobre todo es necesario tener en cuenta que sospechas y acusaciones similares y de signo contrapuesto eran formuladas contra la dirigencia estaliniana. Tras haber descrito a Stalin como un «dictador fascista», las octavillas que la red trotskista hacía circular en la Unión Soviética añadían: «Los dirigentes del Buró político son o enfermos mentales o mercenarios del fascismo». También en documentos oficiales de la oposición se insinuaba que Stalin podría ser el protagonista de una «gigantesca provocación consciente»246. De un lado y de otro, más que dedicarse a un arduo análisis de las contradicciones objetivas y de las opciones contrapuestas, así como de los conflictos políticos que sobre ellas se desarrollan, se prefiere recurrir apresuradamente a la categoría de traición y, en su forma extrema, el traidor se convierte en agente consciente y valioso para el enemigo. Trotsky no se cansa de denunciar «el complot de la burocracia estaliniana contra la clase obrera», y el complot es aún más despreciable por cuanto que «la burocracia estaliniana» no es sino «un aparato de transmisión del imperialismo». No es necesario decir que a Trotsky se le paga con la misma moneda: él mismo se lamenta al verse descrito como «agente de una potencia extranjera», pero etiqueta a su vez a Stalin de «agente provocador al servicio de Hitler».

De un lado y del otro se intercambian las acusaciones más insidiosas; bien visto las más fantasiosas son las provenientes de la oposición. El estado de ánimo contradictorio y atormentado de su líder ha sido analizado con sutileza por un historiador raso poco sospechoso de simpatías estalinistas:

Trotsky no quería la derrota de la Unión Soviética, sino el derrocamiento de Stalin. En sus profecías sobre la inminente guerra se advierte la inseguridad: el exiliado sabía que sólo una derrota de su patria podía acabar con el poder de Stalin [...]. Deseaba la guerra, porque en esta guerra él veía la única posibilidad de derrocar a Stalin. Pero esto Trotsky no quiso admitirlo ni siquiera ante sí mismo.247

__________

(232) Carr 1964), p. 876; de «insurrección» habla Daniels 1970), p. 145; cfr. tam-bién Mayer 2000), p. 271.

(233) Broué 1991), p. 707.

(234) Ibid, pp. 715-6.

(235) Hillgruber 1991), p. 191.

(236) Trotsky 1988), p. 117 y nota 85 del editor. 237 Ibid, p. 1179.

(237) Ibid, pp. 1253-4 y 1179.

(238) Ibid, pp. 1253-4 y 1179.

(239) Ibid, pp. 1258-9.

(240) Ibid, p. 1183.

(241) Ibid, pp. 1341, 1273 y 1328

(242) Ibid, pp. 1273 y 1286.

(243) Goebbels 1996), p. 123.

(244) Goebbels 1992), pp. 1614 y 1619-20.

(245) Ibid, p. 1635.

(246) Broué 1991), p. 683.

(247) Wolkogonow 1989), pp. 514-5.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.

CREACIÓN HEROICA