La Literatura en el Nivel Secundario
Julio Carmona
La Literatura en el currículo de Secundaria del
DCN-2005 se ve subsumida en el Área de Comunicación,
simplemente. Esta “integración” de lengua-literatura-comunicación se da a
partir de la década del ’90 del siglo pasado, pues antes la literatura estaba
incluida en la asignatura de Lengua, en tanto en esas épocas los curricula no se dividían por áreas sino
por asignaturas. Para la situación reciente, creemos pertinente continuar con
la opción de cuadros comparativos, y en ese sentido vamos a graficar los
diseños por áreas del currículo de secundaria, en sus tres últimas versiones:
1995, 2001 y 2005.
1995
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2001
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2005
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Comunicación lingüístico-literaria
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Comunicación
|
Comunicación
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Matemáticas
|
Matemática
|
Matemática
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Ciencia y Ambiente
|
Ciencia tecnología y ambiente
|
Ciencia tecnología y ambiente
|
Ciencias Sociales
|
Estudios sociales y ciudadanía
|
Ciencias sociales
|
No hay
|
Gestión de proceso productivos y empresariales
|
Educación para el trabajo
|
Educación Física
|
Educación física
|
Educación física
|
Formación Ético-Religiosa
|
Educación religiosa
|
Educación religiosa
|
Tecnología
|
Idioma extranjero
|
Idioma extranjero
|
Educación Artística
|
Educación artística
|
Educación por el arte
|
No hay
|
No hay
|
Persona, familia y relaciones humanas
|
Como se ve, pues, el diseño curricular de 2005 tiene
diez áreas, mientras que el de 2001 tenía nueve y el de 1995, ocho.[1]
Los cambios siguen siendo nominales y cuantitativos, y no esenciales y
cualitativos. Y en el caso del área de nuestra competencia, desde su
denominación, se aprecia que no guarda relación con los curricula de inicial y primaria, en tanto en éstos se denominaba comunicación integral, mientras que en
el de secundaria se le denomina sólo Comunicación,
lo cual ratifica la falta de articulación
ya denunciada, confirmándose así nuestra apreciación de considerarla como una
expresión vacía e incoherente, pues (en los tres casos observados) no existe el
eslabón que una a la literatura del nivel secundario con los niveles inicial y
primario en los que la literatura brilla por su ausencia.
Como
puede verse en el gráfico, en el diseño curricular de 1995 la Literatura por lo
menos figuraba al mismo nivel que la Comunicación y la Lengua, aun cuando en la
práctica siempre fuera minimizada su participación. Pero, luego de la caída del
régimen de Fujimori, y durante el período de transición correspondiente a la
gestión de Valentín Paniagua, aparece un Diseño Curricular Básico de
Educación Secundaria de Menores (Adolescentes)
que modifica –¡otra vez!– el nombre del área, mas no la incoherencia denunciada
(respecto a su articulación, nominal al menos, con Primaria), pues en este caso
el área en que figura la literatura se
denomina, escuetamente: Comunicación.
Observándose que la situación se va a repetir con el caso del diseño curricular
de 2005, con el agravante de que en éste se presenta a la literatura, subsumida
–ya dijimos– en el área amplísima de comunicación, de la siguiente manera:
La literatura se revalora como expresión máxima del
lenguaje y como producto estético y cultural fundamental en una sociedad. Su
finalidad es poner al estudiante en contacto directo con el texto literario,
con el fin de estimular el goce estético, la curiosidad intelectual y fomentar
su formación humanística. La literatura contribuye a fomentar la práctica de la
lectura, a enriquecer la expresión y a desarrollar la creatividad. La
literatura se desarrolla a partir de las manifestaciones propias de cada
comunidad hasta llegar a las obras de la literatura universal, estableciendo
vínculos entre las manifestaciones literarias de diversos contextos.
Y entonces surge la pregunta: Con tantas bondades
atribuidas a la literatura, ¿por qué no se consideró su iniciación en los
niveles previos, de inicial y primaria? Y con tantas funciones que ahora se le
asignan, ¿cómo va a poder satisfacerlas si además tienen que desarrollarse las
relacionadas con la lengua (comunicación oral, comunicación escrita) y con la
comunicación audiovisual? Y a esto hay que agregarle –no se olvide– la iniciación literaria del alumno, porque
en los niveles previos no se hizo. En realidad, es doloroso constatar que, de
la manera como se está tratando a nuestra materia pedagógica literatura, se
puede apreciar que cada vez nos acercamos más al esquema curricular
norteamericano. El especialista en curriculum, el norteamericano L. CRAIG –a
quien ya hemos citado, supra– precisa que:
...la comunicación... –comenzando por la lectura y
llegando a los cursos universalmente obligatorios de inglés– se ha adueñado de
una proporción sin paralelo del total del tiempo y los recursos de la escuela.
Una guía de estudio típica sobre idioma inglés, puede incluir, por ejemplo,
temas tan diversos ortografía,
puntuación, gramática, semántica, descripción, narración, producción de obras
teatrales, redacción de exposiciones, argumentación, redacción creativa,
vocabulario, lectura audición, poesía, ensayos, dramaturgia, novela, cuento,
biografías, autobiografías, historia literaria, dicción correctiva, lectura
oral, reportaje oral, observación, debate, voz y articulación de la palabra,
lógica, procedimiento parlamentario, uso de la biblioteca, radiofonía,
televisión, toma de notas y habilidad para estudiar. Y de una u otra forma, la
materia llega a casi todos los estudiantes norteamericanos durante todos los
años que concurren a la escuela. (A4-CRAIG, 1979: 211. Cursiva nuestra).
Y conste que dicho autor dice todo esto con la más
conmovedora satisfacción. Y esta situación que nuestros especialistas del MED
están descubriendo a las puertas del siglo XXI, allá en EE.UU. es algo que ya
se venía considerando como usual desde antes de la década del 70 del siglo
pasado dentro de un enfoque denominado whole
language (lenguaje total, lo que –ya hemos visto– Eduardo GONZÁLEZ Viaña
dice que hoy se llama “estudio global”), y que en la actualidad sabemos, por
correspondencia mantenida con algunos amigos docentes de literatura que
trabajan allá, se está poniendo en el tapete para su revisión. Y esos amigos
nos hacen ver otro hecho relevante: no es gratuito –nos dicen– que fuera en el
gran país del Norte donde se desarrollara la corriente de crítica literaria,
denominada New Criticism, que dio
origen al “deconstruccionismo post-moderno” cuya característica es confinar a
la literatura “en un mundo autónomo de textos que remiten a otros textos sin
relacionarse jamás con la experiencia humana.” (Mario VARGAS Llosa, op. cit. p.
31). Y agrega M.V.Ll: “A los deconstruccionistas debemos, por ejemplo, el que
en nuestros días sea ya poco menos que inconcebible hablar de humanidades”
siendo consideradas éstas poco menos
–dice– que “un síntoma de apolillamiento intelectual o de ceguera científica.”
Se nos dice, además, que en efecto la crítica literaria norteamericana se presenta
como muy científica, pero sin esa fuerza vital y descubridora de
desgarramientos humanos que ha caracterizado siempre a la crítica literaria
latinoamericana. ¿Se pretende acaso neutralizar este potencial crítico de
nuestra realidad, mediante el mimetismo insulso de una tendencia eclécticamente científica o aséptica de lo
social?
La tendencia a reducir los campos disciplinarios en
EE.UU. –en concordancia tal vez con la
tan voceada globalización económica que en Europa sigue mereciendo los
más enérgicos rechazos, y que con la
última crisis económica está perdiendo su soberbia validez– es cada vez más
apabullante. Una manifestación de esa tendencia se da con la técnica denominada
“análisis de contenido” que adscribiéndose al absorbente terreno de la
comunicación trata de abarcar la mayor cantidad de disciplinas en donde poder
actuar: “El análisis de contenido es una técnica de investigación para la
descripción objetiva, sistemática y cuantitativa del contenido manifiesto de la comunicación.”[2]
Y Laurence BARDIN agrega:
El
análisis de contenido entra en cierto modo en una segunda juventud. La
etnología, la historia, la psiquiatría, el psicoanálisis y la lingüística viene
(sic) a unirse a la sociología, la psicología, la ciencia política y los
periodistas (sic) para interrogarse sobre sus técnicas y ofrecer su
contribución. (Op. cit., p. 15).
Pero, además, observemos que la visión paralela hecha
del currículo de secundaria de nuestro sistema con el norteamericano, puede
hacerse extensiva incluso a otro aspecto que ya habíamos tenido oportunidad de
precisar en el capítulo anterior, nos referimos al hecho de que la presencia
más o menos orgánica de nuestra materia se dé sólo a partir de Secundaria. El
autor L. CRAIG –ya citado– lo corrobora de la manera siguiente: “En las últimas
dos décadas, el programa de literatura a nivel secundario (el único en que aparece intencionalmente programada [la
literatura]) ha sido sometido al examen crítico del docente secundario
innovador y del teórico universitario con propósito de determinar aquellos
enfoques que mejor satisfagan las
necesidades literarias de los
adolescentes.” (Op. cit., p. 215. Corchetes nuestros).
Para nuestro caso, fue Luis Fernando VIDAL, con su
libro Al pie de la Letra, quien
observó esa inclusión tardía, en un estudio pionero sobre el particular entre
nosotros, en tanto nunca antes de él se había hecho un estudio específico en
torno a la enseñanza de la literatura en secundaria; siempre se había hecho en
trabajos de conjunto de lengua y literatura. En dicha obra Luis Fernando VIDAL dice:
En el Perú, la enseñanza de la literatura se inicia
formalmente a partir del tercer año de secundaria, y se prolonga hasta el
quinto año. Por cierto que en las anteriores etapas de la educación
escolarizada existe contacto con las obras literarias, pero de manera
tangencial, en función de problemas como el lingüístico o el gramatical
informativo u observándola como ilustraciones de un tema. (A6-VIDAL, 1979: 26).
Las cosas, pues, no han cambiado. Por el contrario, se
han agravado. Si entonces –según VIDAL– la disciplina literatura continuaba
apareciendo bajo la materia denominada “Lenguaje”, por lo menos ahí “se insiste
en que debe darse mayor énfasis a la lectura e iniciar el acercamiento sistemático de la literatura” (Op. cit., p.
27), pero en la actualidad no sólo se le sigue negando autonomía sino que,
además, la fusión indiscriminada con la lengua (en sus dominios de comunicación
oral y comunicación escrita, que –de manera perentoria– deben ser lo
suficientemente diferenciadas de la comunicación literario/artística) o con la
comunicación audiovisual, no hace sino continuar la práctica ya ejercida en el
nivel precedente e impide ver las diferencias entre ambas disciplinas, lengua y
literatura, lo que genera –otra vez– una incomprensión total de lo que es la
literatura por su naturaleza y función artísticas.
El solo hecho de que a la literatura se la ubique a la
sombra de la Lengua o que –al estilo norteamericano– se crea que la
comunicación es su “custodio de larga data”, nos hace recordar los múltiples textos
escolares de “Lengua y literatura”
del nivel secundario en los que, por supuesto, la literatura tiene una
presencia siempre menor.
La literatura en el nivel superior
Es, a todas luces, ostensible el divorcio que existe
entre los niveles previos (analizados supra) y el de la educación superior. Y
por lo que respecta a la presencia de las materias artísticas (incluida la literatura) en el
nivel superior la situación raya en lo trágico, en tanto –como ya ha habido
oportunidad de señalarlo– dichas materias no volverán a figurar ahí en un
noventa por ciento de sus curricula.
Esto obedece, claro está, a las necesidades de las diferentes facultades en
cuyas opciones profesionales se da por descontada la nula participación de la
literatura (y del arte). Esta apreciación, si bien responde a un razonamiento
lógico o, mejor, pragmático, no así se condice con los principios básicos de la
Ciencia de la Educación y de la legislación estatal que respaldan su inclusión.
Ciencia y legislación vigentes que, de ningún modo, dan por terminada la
propuesta de educación integral en el
nivel de secundaria o de bachillerato sino que la hacen extensiva al nivel de
superior.[1]
Propuesta aquella que se conjuga con los principios de la vida misma, en tanto
ésta –al margen de la educación formal– le otorga al ser humano el derecho a
disfrutar de todas sus dimensiones: naturales y sociales, materiales y
espirituales, de ciencia y de conciencia. Desde luego, la razón del pragmatismo
tiene sus justificaciones; pero no
olvidemos que –parafraseando a Pascal– el humanismo también tiene sus
razones que el pragmatismo ignora. Por supuesto, que ese impase se salva en el
nivel superior a través de las universidades y/o facultades de educación y los
institutos pedagógicos, particularmente en la especialidad de Lengua y
Literatura. No obstante, en este nivel de
Educación Superior, el problema es un tanto más complejo –y no menos
desfasado– debido a que los curricula
de la Universidad Peruana no están prescritos por un organismo regulador o
aglutinador, como el Ministerio de
Educación, y, por lo tanto, la posible unificación de esos curricula queda descartada, en tanto cada centro superior –y cada
instancia dentro de él: facultad y departamentos–, en función a la autonomía
que la ley les concede, elaboran sus curricula
de la manera que mejor les parece.
Claro que lo ideal sería hacer que “La facultad de
educación, en lugar de estar separada del resto de la universidad, debiera
convertirse en el centro de ésta, y habría de alimentársela constantemente con
las investigaciones de las otras facultades, a fin de que a los docentes les
fuera posible adquirir una mayor capacidad profesional en el ejercicio de sus
responsabilidades” (A1-SACHS, 1972: 152); pero esta propuesta, desde ese plano
ideal sugerido, al pretender pasar a la práctica se convierte en una utopía.
Ahora bien, quedándonos sólo en el ámbito de las universidades y/o facultades
de educación e institutos pedagógicos (instancias que unificaremos llamándolas:
centros de formación pedagógica), y,
dentro de éstos, en la especialidad de Lengua y Literatura, debemos de
reconocer que desde el comienzo, es decir, desde la denominación, surge el
problema de la obligatoriedad que se ha autoasumido por la relación (teórica) habida entre el nivel superior
y los niveles previos, pues se supone que el objetivo de la formación
pedagógica es proporcionar especialistas que cubran las necesidades de
aquéllos, y, por lo tanto se ve la obligación de unir dos especialidades en
una. En tal sentido, en los centros de formación pedagógica se sigue el esquema
planteado para primaria (cursos de literatura infantil y de lengua en
función de principios comunicacionales)[4]
y para secundaria (cursos de literatura y lengua para alumnos que,
profesionalmente, tendrán la “especialidad de Lengua y Literatura”). Pero, en
ese sentido, los centros de formación pedagógica se encuentran en una
encrucijada nada positiva, puesto que en su práctica académica los cursos de
lengua y literatura se dan por separado, sin que exista un mecanismo especial
que organice la fusión de ambas especialidades, en función de cómo habrán de
desarrollarse en secundaria y en primaria; es decir que, mientras en estos
niveles precedentes, la especialidad de lengua y literatura se da unida,[5]
en los centros de formación pedagógica se da separada, o sea: un área específica de lengua y otra área
específica de literatura (aunque para una sola especialidad).
[1] En el último capítulo vamos a hacer algunas
observaciones genéricas sobre otras áreas distintas de la que nos compete.
[2]Esta es una cita de dos autores norteamericanos -B.
BERELSON y F, LAZARSFELD- hecha por BARDIN, Laurence (1997).
Análisis de contenido. Madrid: Akal,
p. 13.
[3] La
implicación del arte y la literatura en el campo de la educación responde a una
teoría con antecedentes históricos muy lejanos. Platón y otros filósofos
griegos ya enunciaron la tesis de que el Arte debe ser la base de toda
educación natural y enaltecedora. Más próximo a nosotros, Herbert READretoma en
parte la teoría platónica y propone que la educación estética sea el objetivo
fundamental en la formación de individuos democráticamente libres, socialmente
integrados, creativamente eficaces e individualmente sensibles. (A4-READ,
1971).
[4]En este nivel de primaria y en el de inicial, la
crisis es grande por el hecho de que en ellos se da la uni-docencia, que obliga al profesor a
actuar como los antiguos sabios de Grecia o del Renacimiento, es decir, como
recipiendarios de todo el saber, lo que -por decir lo menos- es una
arbitrariedad. Emilio BARRANTES opina sobre el particular que “la enorme
extensión que han alcanzado los conocimientos en nuestro tiempo hace
prácticamente imposible la existencia del erudito en una disciplina como ésta y
más aún, por supuesto, la del erudito enciclopédico, a la manera de Pico de la Mirándola en la Europa del Medioevo o de
don Pedro Peralta en el Perú Virreinal.”
(A4-BARRANTES, 1966: 49).
[5]Realmente es una impostura pretender una
“especialidad” tan ambiciosa. Si cada una (lengua y literatura, separadas) a
los verdaderos especialistas les reclama la inversión de toda una vida dedicada
al estudio.
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