domingo, 1 de junio de 2014

Economía



La Economía Peruana y las Perspectivas Para Una Transformación Estructural

Jan Lust

El desarrollo económico del Perú está condicionado y determinado por el capital internacional. El Perú es uno de los principales proveedores de minerales en el mundo y, como tal, su desarrollo está condicionado por los requerimientos del “Norte”. Las inversiones mineras por ejemplo, como todas las demás inversiones del capital transnacional, son política y militarmente defendidas por los países capitalistas en el centro del sistema capitalista mundial bajo la bandera de las instituciones multilaterales como la Organización Mundial del Comercio, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, las Naciones Unidas y la Organización del Tratado del Atlántico Norte. Además, cabe mencionar que, actualmente, la producción de los principales minerales que determina la dinámica del sector minero está concentrada en unas pocas empresas, principalmente de “origen transnacional”.

El Perú necesita mantener el volumen de sus exportaciones de minerales con el fin de eludir la posibilidad de una crisis de balanza de pagos. Además, el sector minero es uno de los mayores contribuyentes al impuesto de la renta y de esta manera tiene un rol importante en la “financiación” de proyectos sociales y de infraestructura del gobierno. Un deterioro de los términos de intercambio no sólo implicará que la exportación de minerales tiene que aumentarse sino también incrementará aún más la dependencia de nuestra nación de los países imperialistas del “Norte”. Entonces, ahora con el inicio de los tiempos de “vacas flacas” el verdadero carácter del actual gobierno se empieza a mostrar: se está acelerando la entrega de nuevas permisos de exploración minera y disminuyendo las exigencias medio ambientales.

En este artículo se analiza la evolución de la estructura económica y de exportación peruana. Como se verán en las tablas 1 y 2, en los últimos cincuenta años no se ha implementado cambios estructurales y duraderos. El Perú fue y sigue siendo principalmente un exportador de productos tradicionales. Nuestro país, como muchos otros países en la periferia del capitalismo mundial, depende para la demanda de sus productos de la evolución de la producción industrial de los países del "Norte", y ahora también de China y de India. Por lo tanto, el Perú está económicamente muy vulnerable, condenando el país a la mano visible de las crisis económicas, las fluctuaciones y los flujos de capitales especulativos.

Tabla 1. Estructura económica del Perú: 1960-2012 en porcentajes de la contribución al PBI (basada en el nivel de precios de 1994)[1]


1960
1970
2000
2012
Agropecuario y silvícola
10,7%
8,5%
8,9%
7,3%
Pesca
0,6%
1,1%
0,6%
0,4%
Minería
3,7%
3,1%
5,5%
4,7%
Manufactura
17,2%
17,2%
14,9%
14,2%
Electricidad y agua
0,6%
0,8%
2,1%
2,0%
Construcción
3,5%
3,2%
5,0%
7,0%
Comercio
15,3%
15,1%
14,3%
15,3%
Otros Servicios
36,9%
39,7%
39,2%
39,6%
Impuestos a los productos y derechos de importación
11,3%
11,4%
9,7%
9,4%

Tabla 2. Estructura de exportaciones del Perú: 1960-2012 en porcentajes del valor total de las exportaciones (en precios corrientes)[2]



1960
1970
2000
2012
Productos tradicionales
Pesqueros
9,5%
33,0%
13,7%
5,0%
Agrícolas
34,4%
15,5%
3,6%
2,4%
Mineros
42,8%
45,0%
46,3%
56,8%
Petróleo y derivados
4,0%
0,7%
5,5%
10,9%
Productos no tradicionales

9,3%
5,8%
29,4%
24,2%
Otros

0,0%
0,0%
1,5%
0,7%

En el siguiente gráfico se presenta la evolución de la estructura de las exportaciones de Perú en el período 1960-2010. Se muestra las tendencias globales de deprimarización (procesos que apuntan a la industrialización; a la producción de mercancías con mayor valor agregado) y reprimarización (procesos hacia la desindustrialización) de la economía peruana.

Gráfico 1. La estructura de exportaciones del Perú: 1960-2010 (en porcentajes del valor total de las exportaciones)
 


Es interesante ver en la gráfica que el desarrollo de la estructura de exportación peruana confluye con los tipos de gobiernos que hemos tenido. Mientras en las décadas de 1970 y 1980 había intentos, en términos generales, de "industrializar" el país, especialmente durante los gobiernos de Velasco (1968-1975) y de García (1985-1990), en la década de 1990 se inició la desindustrialización o, en otras palabras, la reprimarización del Perú bajo el gobierno neoliberal de Fujimori.

La estructura económica y de exportación peruana es muy difícil de revertir ya que corresponde a las leyes generales que rigen el modo de producción capitalista. Además, un cambio atenta contra los intereses del capital. En primer lugar, el capital debe ampliar el mercado para sus productos y servicios con el fin de asegurar la realización del valor y de la plusvalía producida (el capital necesita vender sus mercancías para obtener una ganancia). En segundo lugar, necesita aumentar la gama de posibilidades de inversión para el capital que no ha encontrado inversiones lucrativas en su país de origen, es decir, necesita proyectos de inversión que generan una tasa de ganancia "aceptable" o una tasa media de ganancia general. En tercer lugar, el capital tiene que asegurar: (i) el libre flujo de los recursos naturales; (ii) la importación de alimentos, y (iii) el suministro de mano de obra barata porque ayuda a revertir la tendencia de la tasa de ganancia hacia la baja. En el caso que los gobiernos de los países capitalistas dependientes piensan cambiar las reglas del juego impuestas por el imperialismo van a tener que enfrentar la posibilidad de ser derrocado.

Un cambio de la estructura económica y de exportación dentro de los límites del capitalismo no sólo es difícil debido al poder del capital transnacional y por las leyes capitalistas de desarrollo que rigen la sociedad, sino también porque actualmente la burguesía peruana es absolutamente hegemónica en la sociedad política, económica, social e ideológicamente, y está integrada completamente con la clase dominante internacional. Un cambio de rumbo implicaría una alteración revolucionaria de la correlación de fuerzas de clase. ¿Es esto posible?

Un cambio del modelo de subdesarrollo del Perú a favor de un modelo en el que los seres humanos son las fuerzas impulsoras del desarrollo de la sociedad en lugar de los intereses y necesidades del capital (transnacional), y donde el desarrollo colectivo constituye la base de la asignación individual y social de los recursos, comienza por el empoderamiento de los movimientos sociales, proporcionándoles las armas ideológicas para desarrollar y poner en práctica las propuestas de cambio y para contrarrestar los ataques del capital y las políticas neoliberales.

Consideramos que se necesita desarrollar una estrategia revolucionaria de desarrollo que apunta a la transformación estructural. Esta estrategia debería ser conceptualizada como un proceso que avanza de acuerdo con los cambios en la correlación de fuerzas de clase, como resultado de la lucha de clases que evoluciona a lo largo del período de tiempo que la estrategia está echando raíces en las capas sociales explotadas y oprimidas de la sociedad, y que está siendo internalizada en su práctica política.

El objetivo de la estrategia es la construcción de una sociedad basada en principios socialistas. Por lo tanto, la estrategia no apunta a ninguna participación en los organismos gubernamentales o de reforma del Estado peruano desde adentro, sino a tomar este bastión de la burguesía. El proceso transformacional necesariamente comienzo con una perspectiva reformista, dado el nivel de conciencia clase de nuestros pueblos. Lo que estaba pasando en los últimos meses debería ser una gran lección para las fuerzas revolucionarias del Perú. Si procesos reformistas no se convierten en peldaños hacia una sociedad sin explotación y opresión y si no se erradican las bases políticas, económicas y sociales de la burguesía, es decir, si no se ha eliminado, política y económicamente, como clase, la burguesía, el proceso transformacional no tendrá un carácter duradero y definitivo.


[1] Diferencias de redondeo hacen que los porcentajes no suman o están ligeramente por encima del 100%.
[2] Diferencias de redondeo hacen que los porcentajes no suman al 100%.






Productividad Laboral y Comercio Exterior

César Risso

La Economía Política marxista considera que la productividad laboral está determinada por el nuevo valor creado por hora de trabajo. Este nuevo valor creado corresponde al valor de la fuerza de trabajo más la plusvalía, que en la jerga burguesa se llama ganancia. Pero los académicos burgueses consideran que el trabajo es uno de los factores que crean la ganancia, en tanto que otro de los factores que crea la ganancia es el capital. Este puede ser físico, bajo la forma de capital fijo (máquinas, instalaciones, etc.), o puede ser líquido, es decir monetario.

El valor de la fuerza de trabajo está dado por el tiempo de trabajo socialmente necesario para producir las mercancías salario, esto es, las mercancías que satisfacen las necesidades de los trabajadores asalariados; se suma a esto la mantención de la familia del obrero, yademás se considera el valor de la salud, la educación y la recreación que, de acuerdo a las condiciones culturales, deben disfrutar los obreros.

Una medida de la productividad del trabajo está dada por el cociente Valor de la producción entre la suma del Trabajo vivo y el Trabajo muerto (pasado).



PT= VP/TV+TP


El aumento de la productividad del trabajo consiste precisamente en disminuir la parte del trabajo vivo y aumentar la del trabajo pretérito, pero de tal modo que disminuye la suma total del trabajo contenido en la mercancía, lo que implica la disminución del trabajo vivo en mayores proporciones que el trabajo pretérito.[1]

La afirmación de Carlos Marx, “La riqueza de las sociedades en las que domina el modo de producción capitalista se presenta como un ‘enorme cúmulo de mercancías’, y la mercancía individual como la forma elemental de esa riqueza”[2], implica que todos los bienes adquieren el carácter de mercancías, esto es, se producen para la venta. Y, dado que en el proceso de producción se hace uso de los medios de producción, los cuales no son otra cosa que la materialización de trabajo pasado, y en consecuencia son propiedad de la burguesía, entonces, la apropiación de los resultados de la producción, en tanto medios de producción, autoriza a la burguesía a que, con la cada vez menor utilización de trabajo vivo, dada una mayor productividad del trabajo, se apropie de este mayor excedente.

Vamos a usar la expresión Productividad Total de Factores (PTF) como una aproximación de la productividad laboral. Esto es posible debido a que la fuerza de trabajo es la única mercancía capaz de crear nuevo valor, y en consecuencia, lo que la burguesía adjudica como productividad de todos los factores viene a ser la productividad de la fuerza de trabajo.

Según el BBVA[3], la productividad laboral de Perú es el 16% de la productividad laboral de los Estados Unidos. Sin embargo, entre los años 2002 y 2012, esta creció en Perú 2,6%.

Si cruzamos esta información con la situación actual de nuestra Balanza Comercial, podemos deducir cuál es la situación de trasvase de valor, o intercambio desigual, entre el Perú y los estados Unidos.

Las exportaciones peruanas estimadas al año 2013 fueron 42 177 millones de dólares, en tanto que las importaciones alcanzaron la cifra de 42 217 millones de dólares[4]. La diferencia, que nos da el saldo de la Balanza Comercial, fue de -40 millones de dólares, es decir un déficit en la Balanza Comercial. La novedad de este resultado se encuentra en el hecho de que durante los años 2002 a 2012 la Balanza Comercial fue positiva. Más aun, “La balanza comercial de Perú sería negativa en los próximos dos años, pues la diferencia entre las importaciones y las exportaciones sería no menor a US$ 1,500 millones, estimó la firma EY”[5].

Perú tiene como principales socios comerciales a China, Estados Unidos y la Unión Europea [6] (cerca del 60%), en ese orden de importancia. Si asumimos que todas nuestras exportaciones van a los Estados Unidos, entonces, estamos entregando a través del comercio con este país, un valor que equivale a 6,5 veces el esfuerzo realizado por los trabajadores norteamericanos, en tanto que los Estados Unidos nos entregan mercancías que tienen un valor que equivale a 0,16 veces el esfuerzo de los trabajadores peruanos.

Si los trabajadores norteamericanos elaborasen (número de horas trabajadas) en nuestro país lo que su burguesía nos vende, sus mercancías valdrían no 42 217 millones de dólares, sino 6 754,72 millones de dólares. En cambio, si los trabajadores peruanos elaborasen (número de horas trabajadas) en los Estados Unidos las mercancías que nuestra burguesía vende a este país, nuestras exportaciones no valdrían 42 177 millones de dólares, sino 263 606,25 millones de dólares.

Como puede apreciarse, las relaciones comerciales con los países imperialistas, podrían calificarse de asalto, no de estos países al nuestro, sino de la burguesía imperialista a los trabajadores peruanos; asalto en el que tienen como cómplices a la burguesía intermediaria peruana, incluyendo al Estado burgués y su gobierno.

La burguesía peruana realiza su negocio como intermediaria de la burguesía imperialista, preservando sus ganancias, pero entregando al proletariado peruano al dominio y explotación exterior.

Además, los términos de intercambio peruanos han disminuido los años 2011 (-4,9%) y 2012 (-4,7%). Lo cual va configurando una situación en la que el deterioro económico de nuestro país se va acentuando.

Las perspectivas comerciales negativas para los años 2014 y 2015, entran en conflicto con las estimaciones de crecimiento de nuestra economía para el año 2014.

Estas no son más que expresiones de las contradicciones de la economía capitalista que se reflejan en la conciencia burguesa.


Notas: 


[1] Armando Cuestas Santos y Marino Valencia Rodríguez. LA PRODUCTIVIDAD DEL TRABAJO DEL TRABAJADOR DEL CONOCIMIENTO. http://www.revistas.usp.br/rege/article/viewFile/36717/39438
[2]http://pendientedemigracion.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/capital1/1.htm
[3]http://peru21.pe/economia/bbva-productividad-peru-todavia-baja-2179651
[4]http://www.bcrp.gob.pe/estadisticas/cuadros-anuales-historicos.html
[5]http://gestion.pe/economia/peru-registraria-balanza-comercial-negativa-2014-y-2015-2092716
[6]http://www.bcrp.gob.pe/docs/Publicaciones/Revista-Moneda/moneda-152/moneda-152-08.pdf




Mutaciones del Capitalismo en la Etapa Neoliberal (I)
Economías Centrales

(Primera Parte)




SEIS AÑOS DE CRISIS HAN ALTERADO EL escenario mundial. Los bancos fueron salvados con mayor bache fiscal y una enorme inyección monetaria que incentiva más burbujas que reactivaciones productivas.

Estados Unidos exportó la crisis y define el ciclo financiero global porque mantiene la supremacía del dólar, el manejo de los grandes bancos y el control sobre el FMI. Pero la deuda pública y la regresividad impositiva acentúan su deterioro industrial. Mantiene protagonismo por una preeminencia militar, que reorganiza con más tecnología y menos tropas. Reajusta prioridades estrechando la coordinación con los aliados.

Luego de la anexión, el ajuste interno y una alianza con Francia, Alemania refuerza su predominio en Europa. Italia y España no tienen resguardos geopolíticos frente a la cirugía deflacionaria y las transferencias a los acreedores golpean a la periferia de la región.
El ideario federalista keynesiano ha sido reemplazado por la centralización neoliberal en la conformación de un proto-estado continental. Para amoldar Europa a la competitividad global se acentúa el despotismo de la Troika. Pero la ilegitimidad, el rechazo popular y las demandas separatistas socavan a la Unión.

La reducida estructura estatal europea es funcional al ajuste pero no a la concurrencia internacional. Lo demuestra la política monetaria defensiva y el abandono de proyectos militares. La crisis refuerza el prolongado estancamiento de Japón que pierde posiciones en Asia y reafirma su rol secundario en la política internacional.

Al cabo de seis años de crisis global la coyuntura internacional ofrece un cuadro muy variado. Los bancos fueron salvados a expensas de un enorme bache fiscal y una gran expansión del desempleo. En las economías centrales se contuvo la depresión pero no el estancamiento, China consolidó su ascenso, las economías intermedias mantuvieron un crecimiento frágil y la periferia sufrió una nueva degradación.

Los cambios geopolíticos han puesto en debate la supremacía imperial de Estados Unidos, la continuidad de la Unión Europea y la aparición de nuevos bloques. La ofensiva del capital sobre el trabajo persiste con fuertes resistencias en Europa, convulsiones en Medio Oriente y reacciones sociales en Asia.

¿Cómo impacta la crisis en las distintas regiones? ¿Qué alcance y significado tiene la multipolaridad? ¿Cambió la relación social de fuerzas en que se asienta el neoliberalismo? Los acontecimientos del último sexenio brindan pistas para esclarecer las tendencias de la coyuntura, la etapa y la época del capitalismo.

Dilemas del socorro bancario

La quiebra de Lehman Brothers inauguró un período de turbulencias que transformó a la crisis en un dato cotidiano de las economías centrales. Los incontables paralelos con lo ocurrido en 1929 retratan la gravedad del torbellino, que convulsionó a los bancos estadounidenses y al euro.

Al comienzo del 2014 la anémica recuperación de la Eurozona coexiste con una inestable reanimación económica de Estados Unidos, el languidecimiento de Japón y la desaceleración de China. Es el mismo escenario que ha predominado en los últimos años. Los promisorios signos de reactivación se diluyen con la reaparición de nubarrones financieros y paralizaciones productivas. Pocos analistas anuncian el fin de la crisis y muchos consideran factible una reaparición del momento crítico vivido en el 2008-09.

Esta incierta coyuntura prevalece al cabo de una inédita expansión del gasto público. Todos los gobiernos de los países afectados por la crisis desplegaron un gran socorro para rescatar a los financistas que especularon con créditos sub-prime, burbujas y bonos empaquetados.

Las investigaciones sobre el rol de Goldman Sachs en el diseño de hipotecas titularizadas fueron cerradas. Los expertos en ocultar riesgos y apañar créditos insolventes conservan sus empleos. Sólo cayó algún chivo expiatorio por estafas muy explícitas (Madoff) y se negocian algunas multas sin consecuencias penales con las calificadoras de riesgos (Standard and Poors).

Los bancos estadounidenses neutralizaron la reglamentación de una tenue ley de supervisión, mantienen sus operaciones en las sombras, impiden la división de las grandes entidades y preservan los paraísos fiscales. En Europa todavía no se aprobó el famoso impuesto a las transacciones cambiarias (tasa Tobin) y el último proyecto incluye un gravamen ridículo que podría favorecer al propio auxilio de los bancos [2].

Los gobiernos optaron por el rescate en lugar de cerrar o nacionalizar los bancos colapsados. Evitaron el camino de la clausura por temor a un desplome general de los depósitos y acreencias. Luego de la conmoción creada por la intervención de Lehman se disiparon las propuestas ortodoxas de precipitar una desvalorización masiva del capital.

Pero la asociación de los gobernantes con el poder financiero sepultó también las tentativas opuestas de avanzar hacia la estatización de las entidades. Esta complicidad contrasta con el trato dispensado a las víctimas de la crisis que padecen pobreza, desempleo y caída del salario,

Se ha mantenido intacta la estructura bancaria que detonó la crisis. El oxígeno oficial aportado a las entidades agrava todos los desequilibrios financieros. Lo más explosivo es la magnitud de la inyección monetaria consumada para auxiliar a los bancos. No existen precedentes de una emisión con efectos tan expansivos sobre la liquidez internacional. Nadie sabe cuándo y cómo esa descomunal suma de dinero será absorbida por la economía.

La Reserva Federal (FED) introdujo una política de “relajamiento cuantitativo” para transferir un caudal millonario de fondos a los bancos. Intenta inducirlos a incrementar los préstamos con destino productivo. Pero los resultados de esa medida sobre el nivel de actividad económica han sido exiguos. Las entidades eluden derivar esos recursos a créditos de inversión o al refinanciamiento de las familias endeudadas. Utilizan el dinero para incentivar un nuevo ciclo de especulación con materias primas, acciones o monedas extranjeras.

La FED ha quedado atrapada en un complejo dilema. Si mantiene la liquidez continuará alentando las transacciones de alto riesgo que condujeron al estallido del 2008. Pero si desactiva ese peligro incrementando la tasa de interés asfixiará la débil recuperación y reabrirá el grifo para una recesión de envergadura [3].

A diferencia de los años 60 no está obligada a optar entre el crecimiento inflacionario y la retracción de la economía. En las últimas décadas se ha instalando un cuadro deflacionario que reduce el impacto de la emisión sobre los precios. Pero debe lidiar con la disyuntiva de propiciar nuevas burbujas financieras o resignarse al continuado estancamiento.

Un anticipo de este dilema se verificó en Japón durante los años 90. El auxilio a los bancos no se tradujo allí en repunte del crecimiento y los rescates ni siquiera erradicaron la insolvencia financiera. Si se repite ese escenario los gobiernos bombearán fondos que nunca llegarán a la esfera productiva.

Liderazgo financiero estadounidense

La crisis comenzó en Estados Unidos, se expandió al resto de las economías desarrolladas y terminó atenuándose en el país de origen. Esta curva se explica por la gravitación de la primera potencia en varios terrenos.

En primer lugar mantiene la primacía del dólar en el comercio y las finanzas. En esa divisa están nominadas el 62% de las reservas y el 85% de las transacciones globales. El billete norteamericano ha perdido su reinado de posguerra, pero ninguna otra moneda ocupa su lugar. Preserva una significativa hegemonía, mientras se negocia otro patrón internacional basado en la convivencia de varias monedas, el retorno a las paridades fijas o la formación de una canasta de divisas [4].

A pesar del elevado endeudamiento y déficit comercial que soporta la economía estadunidense, el dólar se mantuvo como refugio predilecto de los capitalistas en los momentos críticos del último sexenio. En esas coyunturas los acaudalados buscaron protección en ese signo monetario.

Estados Unidos define, en segundo término, el ritmo y las características de la reforma del sistema financiero internacional. Este ajuste normativo se ha tornado imperioso por la crisis reciente, la globalización de las finanzas y la interconexión de las Bolsas. Un reconocido jefe del clan bancario supervisa esta remodelación (Paul Volcker), para perpetuar la hegemonía de los capitales que operan desde Nueva York. También busca garantizar los privilegios del puñado de expertos que maneja de ese complejísimo sistema.

La influencia de este sector se verificó en el veto que impuso a las propuestas de limitar las operaciones de alto riesgo. Los financistas bloquearon, además, las sanciones contra los causantes del crack del 2008 y consiguieron la continuidad de las escandalosas comisiones que cobran los gestores de las burbujas.

Estados Unidos logró, en tercer lugar, rehabilitar al FMI como auditor de las economías nacionales y supervisor de los ajustes. Una entidad desprestigiada y con recursos decrecientes, cuenta nuevamente con muchos fondos y gran capacidad de intervención global. En los últimos cónclaves del G 20 se acordó duplicar el capital de ese organismo. Aunque los norteamericanos aportan poco dinero mantienen una influencia predominante en el directorio. La agenda del FMI se define en Washington.

Este poder de Wall Street y la Reserva Federal explica cómo pudo la potencia del Norte exportar una crisis originada en su territorio. Al comienzo del temblor impuso la estrategia de expandir la liquidez bancaria y neutralizó la resistencia de Alemania. Ha recurrido nuevamente a la inundación internacional de dólares, que en el pasado facilitó la licuación de la deuda pública estadounidense. Ante la ausencia de alternativas l os tenedores de esa moneda vuelven a aceptar ese riesgo.

Muchos bancos del país se han recompuesto con fondos públicos y comienzan a devolver parte del dinero obtenido durante el rescate. Por eso la FED propicia un giro hacia la restricción monetaria y el aumento de las tasas de interés [5].

En las fases anteriores de liquidez, la política monetaria expansionista condujo a la emigración de capitales hacia las economías intermedias, que ofrecían mayor rendimiento a los fondos golondrinas. En el escenario opuesto que se avecina (de encarecimiento del costo del dinero), comenzaría un retorno de esos capitales hacia las economías centrales.

En ambos períodos Estados Unidos ha orientado el ciclo financiero global, confirmando el rol central que tienen Wall Street, la FED y los bancos de ese país en el desenvolvimiento del capitalismo contemporáneo [6].

Deterioro industrial

La otra cara de este protagonismo internacional es el deterioro interno de la economía del Norte. Ese declive se corrobora en el débil crecimiento, que ha sucedido al endeudamiento privado y a la insolvencia desatada por la crisis de las hipotecas.

La recuperación de la economía está afectada también por el enorme costo fiscal que ocasionó el socorro de los bancos. La deuda pública alcanzó un peligroso techo luego de saltar del 62 % (2007) al 100% del PBI (2011). La gravedad de esta carga fue testeada el año pasado durante el cierre del gobierno federal. La administración dejó de funcionar, mientras republicanos y demócratas discutían los límites al financiamiento de ese pasivo.

El establishment utilizó el abismo fiscal como un argumento de ajuste, para forzar cortes más drásticos en el gasto municipal y social. Finalmente no se produjo el temido default, ni la dramática corrida contra los bonos del tesoro. Pero lo ocurrido ilustra la dimensión de la crisis fiscal que corroe a la economía norteamericana [7].

Esta flaqueza se acentúa, además, por la impotencia que demuestra Obama para introducir reformas mínimas. Bajo la presión del TEA Party y los republicanos aceptó el vaciamiento de su proyecto de salud. Los millones de estadounidense que carecen de protección sanitaria deberán afiliarse a un servicio privado pre-pago regulado por el estado. El proyecto de una cobertura significativa y menos onerosa quedó archivado.

Como la derecha ha bloqueado cualquier reintroducción de impuestos a los ricos, todo el ajuste sigue recayendo sobre los trabajadores. Obama choca con los republicanos en temas culturales (aborto, matrimonio homosexual) y prioridades políticas (inmigración, uso de armas). Pero su agenda económica es muy semejante. Un abismo lo separa del New Deal que instrumentó Roosvelt durante la gran depresión.

El presidente actual mantiene una política neoliberal adversa a los sindicatos y rechaza todas las sugerencias de los economistas keynesianos para regular los bancos, aliviar a los pequeños deudores y mejorar el ingreso de los empobrecidos.

Como resultado de este continuismo un puñado de multimillonarios ha triplicado su apropiación del PBI en comparación a los años 70. El sistema impositivo que impuso el reaganomics no ha cambiado, mientras uno de cada seis norteamericanos vive con ingresos inferiores a la línea de pobreza.

El endeudamiento personal constituye otro índice del mismo deterioro. Es un recurso de supervivencia frente a la pérdida de ingresos, que utilizan todas las víctimas del modelo actual. Las familias de Estados Unidos han quedado particularmente atrapadas en la madeja de esta financiación.

Las brechas sociales se amplían además con la expansión del desempleo, que no decae en los momentos de reactivación. Gran parte de los empleos perdidos desde el 2008 desaparecieron para siempre. Las grandes empresas continúan incrementando la productividad con innovaciones que expulsan mano de obra, mientras amplían su deslocalización de plantas. Crean fuera del país los empleos que destruyen internamente, multiplicando los barrios fantasmales en las ciudades obreras (como Detroit).

Es cierto que este deterioro industrial coexiste con el liderazgo estadounidense en la creación de nuevas tecnologías de la información. Pero esa actividad genera poco empleo y no podrá encabezar un resurgimiento del nivel de ocupación. La emigración de empresa hacia países con menores costos laborales genera pérdidas de puestos de trabajo muy superiores, a la recuperación de empleos que acompaña al desarrollo de las actividades de punta. Las nuevas tecnologías no recrean el trabajo masivo de la industria clásica.

Reajustes en la primacía bélica

Estados Unidos conserva un rol internacional protagónico a pesar de su pérdida de liderazgo industrial. ¿Cómo se explica esta disociación? La influencia decisiva de sus bancos aporta una respuesta. Pero la principal explicación se encuentra en el rol imperial que despliega la primera potencia. Esa supremacía militar le permite preservar protagonismo económico.

El gendarme del planeta es garante del orden capitalista. Es un sheriff que maneja el 40% del gasto bélico global, a través de 800 bases militares distribuidas en 130 países. No tiene sustituto en este papel de custodio de las clases dominantes. Protege al capital frente a las amenazas sociales serias o las situaciones de extrema inestabilidad [8].

Actualmente Obama perfecciona estas formas de intervención. Promueve una menor presencia directa de tropas para facilitar acciones laterales con mayor sostén tecnológico. El curioso premio Nobel de la Paz incorporó a su equipo a un ex halcón republicano (Check Hagel) y a un experto en provocaciones de la CIA (John Brennan). Ha decidido evitar las invasiones con más operaciones encubiertas.

Washington es la capital de una guerra perpetua. Un ejército secreto de 60.000 hombres se encarga de implementar los mandatos de una diplomacia militarizada que desinforma a la población. Este encubrimiento es facilitado por el ínfimo porcentaje actual de alistamiento de la ciudadanía.

Las operaciones quirúrgicas son realizadas por comandos entrenados para el asesinato. El caso de Bin Laden ilustra como estas ejecuciones son resueltas sin procesos judiciales. Obama maneja la lista de condenados y define el momento de cada crimen. Utiliza una ley secreta para detener a los sospechosos de terrorismo en cualquier parte del mundo y refuerza los grupos de tareas que pasaron de 35 (2002) a 106 (2010) [9].

Esta política conduce a restricciones de las libertades democráticas, como se ha notado en la venganza que soporta el soldado Bradley Manning por destapar información sobre la violencia imperial. La persecución internacional que sufren Assange y Snowden obedece al mismo propósito de silenciar la brutalidad de las operaciones estadounidenses. Este belicismo repercute internamente en el continuado armamento de población, los asesinatos en los colegios y la expansión de las milicias derechistas.

Obama reajusta la estrategia imperial para reparar la fatiga política y el agujero financiero que dejó Bush. Después de la crisis del 2008-09 Estados Unidos no puede costear guerras infinitas. Los 800.000 millones de dólares gastados en Irak y los 450.000 millones desembolsados en Afganistán dejaron exhausto al Tesoro. Tal como ocurrió luego de Vietnam, la primera potencia necesita cicatrizar las heridas para retomar el intervencionismo. No es la primera vez que el imperio introduce un paréntesis entre dos cruzadas [10].

Imperialismo colectivo

La reorientación actual incluye una revisión de las prioridades bélicas, para reducir la presencia estadounidense en Medio Oriente y aumentar la presión sobre China. En la primera región se transfieren responsabilidades a los socios locales, mientras la CIA preserva el control de las operaciones secretas, el manejo de la información y la provisión selectiva de armamento.

En la segunda zona el Pentágono incrementa el número de tropas localizadas en la zona del Pacífico, afianza el cerco sobre Corea del Norte y supervisa los conflictos limítrofes entre Japón, Corea y China. Pero además, los marines entrenan tropas de 34 países africanos y encabezan todas la “intervenciones humanitarias” que requieran las empresas multinacionales. Sostienen especialmente la tensión sobre Rusia, a través de los nuevos satélites que incorporó la OTAN.

El gendarme global mantiene su vieja estrategia de hostilizar a los adversarios para obligarlos a negociar. El acuerdo con Irán es el ejemplo más reciente de esta política. La primera potencia impuso el desarme nuclear a cambio de concesiones mínimas. Logró este objetivo al cabo de muchos años de bloqueo comercial y ofertas de negocios a la burguesía persa.

La renuncia a bombardear Siria demostró que Estados Unidos tiene limitada su capacidad de intervención militar directa, pero no su rol de mandante geopolítico. Está ubicado en la primera fila de las negociaciones, luego de la contraofensiva iniciada en Libia para sepultar la primavera árabe en guerras sectarias.

Se ha retirado superficialmente de los conflictos de la región, para facilitar un desangre que le permita negociar nuevas alianzas con los ganadores de las batallas en curso. Fue el modelo que utilizó con Irak contra Irán, para luego sepultar a Irak y terminar negociando con Irán. En Siria financia a los yihadistas contra el gobierno para luego exigir la depuración de los fundamentalistas. En el Líbano apaña el reinicio de las masacres.

Pero como cada aventura alumbra una nueva fuerza reaccionaria autónoma, la secuencia de guerras no tiene fin. Ya ocurrió con los talibanes y Al Qaeda. El próximo descarrilamiento podría ser encabezado por Arabia Saudita, si el reino continúa avanzando en la construcción de una bomba atómica para reforzar sus ambiciones regionales [11].

Es evidente que el sheriff del mundo quedó afectado por el resultado de Irak. Debió abandonar un fallido ensayo colonial que devastó a ese país. Pero sigue manejando los hilos de la región junto a sus socios y a diferencia de Vietnam no soportó una crisis interna por las masacres perpetradas.

Luego de la experiencia iraquí, Obama promueve acciones imperiales más coordinadas y trata de compartir costos con sus socios internacionales. Busca que Europa hostilice a Rusia frente a la crisis de Ucrania, qué Francia intervenga en África y que las elites locales se involucren más directamente en los conflictos de Yemen, Tailandia, Pakistán o Egipto.

Esta política apunta a incrementar la participación de sus aliados en la custodia imperial sin resignar el manejo de las prioridades. Estados Unidos determina quiénes son los integrantes y excluidos de la OTAN, cómo opera el eje forjado durante la guerra fría con Europa y Japón y qué papel deben cumplir las subpotencias ya probadas (Israel, Canadá, Australia), seleccionadas (Turquía, Brasil, Sudáfrica) o eventuales (Pakistán, India).

Estas tendencias confirman que el rol militar de Washington no se ha modificado. Preserva el liderazgo de una gestión imperial colectiva, que en la segunda mitad del siglo XX sustituyó a las viejas confrontaciones bélicas inter-imperialistas [12].

Algunos autores cuestionan esta caracterización remarcando el declive militar de Estados Unidos. Interpretan los desenlaces geopolíticos recientes en Medio Oriente, Europa Oriental o Asia como expresiones de impotencia de un viejo gendarme. Estiman que el Pentágono ha quedado irreversiblemente agotado y retrocede frente a cada desafío. Consideran que l uego de ejercer cierta hegemonía cultural durante de los años 90 (con la fantasiosa ilusión de un “siglo americano”), los yanquis han perdido la partida [13].

Pero resulta difícil corroborar este diagnóstico a la luz de lo ocurrido en los últimos años. Estados Unidos sigue fijando las pautas y asumiendo las decisiones más relevantes de la acción imperial. Es la voz cantante a la hora de definir quiénes son los integrantes y los excluidos del club nuclear.

En ese terreno negocia con sus viejos antagonistas (China y Rusia), comparte el armamento con sus socios (Francia, Gran Bretaña) y agentes privilegiados (Israel), acuerda la magnitud del poderío atómico con regímenes históricamente próximos (Pakistán) o actualmente afines (India). Al mismo tiempo impone una duro acoso contra quienes buscan dotarse de esos recursos bélicos en forma autónoma (Corea del Norte).

Estados Unidos ha perdido capacidad de acción unilateral, pero no poder de intervención en la dirección del imperialismo colectivo. Este comando obedece a la inexistencia de otro timón para la custodia general del capitalismo.

Notas:

[1] Claudio Katz es Economista, Investigador, Profesor. Miembro del EDI (Economistas de Izquierda). Su página web es:
www.lahaine.org/katz
[2] -Hernández Vigueras, Juan, "El mercado de los derivados financieros sigue operando sin control", 20/2/2014,   www.clarin.com. Clavero, Vicente. El engaño de una mal llamada tasa Tobin , 4/4/2014, www.caffereggio.net.
[3] Munevar Daniel, “Inestabilidad en los mercados emergentes: El fin de un ciclo? 19/3/2014, pensamientoscontracorrientes.blogspot.com.
[4] Ramaa Vasudevan, “La crisis de la hegemonía del dólar”, www.pagina12.com.ar, 24/09/2012.
[5] Noyola Rodríguez Ariel, Noyola Rodríguez Ulises,“La rivalidad euro-dólar”, 6-4- 2014, contralinea.info
[6] Hemos desarrollado esta caracterización partiendo de la tesis de autores como Gowan y Panitch. Katz Claudio, Bajo el imperio del capital, Luxemburg, Buenos Aires, diciembre de 2011, (cap 3). Gowan Peter, “US hegemony today”, “Imperialism Now”, Monthly Review, vol 55, n 3, July-august 2003. Panitch Leo, Leys Colin. “Las finanzas y el imperio norteamericano”. El Imperio Recargado, CLACSO, Buenos Aires, 2005.
[7] Navarro, Vincent. “La falsa alarma del abismo fiscal en Estados Unidos”, 11/1/2013 www.v navarro .org.
[8] Exponemos este tema en nuestro último libro retomando los enfoques de Anderson, Panitch y Gindin. Katz, Bajo el imperio, ( cap 3, 5, 6, 11). Los trabajos más recientes de esta visión en: Anderson Perry, “American Foreign Policy and Its Thinkers”, NLR 83, Sept-Oct 2013, Panitch Leo, Gindin Sam The Making of Global Capitalism, 2013.
[9] Gelman, Juan. “Robotizando la guerra”, www.pagina12.com.ar, 9/2/2012.
[10] Petras James, “The changing contours of US Imperial”, 22/12/2013, www.worldtruth.org.
[11] Armanian,   Nazanín.   “Arabia Saudí: el viaje más importante de Obama”, 31/3/2014, www.other-news.info/
[12] Analizamos este problema recogiendo la visión de Amin. Katz, Bajo el imperio ( cap 4). Una actualización en: Amin, Samir. El imperialismo colectivo : Desafíos para el Tercer Mundo, 19/8/2013, fisyp.org.ar  
[13] Zibechi, Raúl. “Hacia un mundo desamericanizado”, 14/9/2012, hunna.org/el-ir- a -las-cosas-de-la-política, paginaglobal.blogspot.com. Meyssan, Thierry. “H acia un mundo sin Estados Unidos”, 15/10/2013, www.voltairenet.org/article. Sapir, Jacques. El nuevo siglo XXI, El Viejo Topo, 2008, Madrid, (pag 16, 62-63,65-67, 84, 88). 




 

«Economía y Filosofía en el Capital de Marx: La Teoría Laboral del Valor»

II Parte:
Resumen de
El Capital de Marx:
Los Tres Libros


(Quinta Parte)

 

 

Diego Guerrero



II. El proceso del intercambio. Recordemos que cuando Marx habla de personas o individuos en el plano teórico se trata siempre de personificaciones de relaciones económicas reales, o máscaras (“figuras”) de las auténticas categorías económicas. Así ocurrirá luego con “el capitalista” y “el asalariado”, y así sucede ahora con las primeras personas que aparecen en El capital: los poseedores de mercancías, personas que se reconocen entre sí como propietarios privados y establecen entre ellos una relación jurídica voluntaria. Pero esta relación presupone una relación económica según la cual las mercancías intercambiadas son para sus poseedores valores sin uso, pero sí son valores de uso para los no-poseedores (por eso quieren ambas partes cambiarlas de lugar). Por tanto, las mercancías deben realizarse como valores antes de que puedan realizarse como valores de uso.

Esto es así históricamente porque, en la medida en que los productos (P) se van convirtiendo en mercancías (M), se está produciendo la escisión completa, se está completando “el desdoblamiento de la mercancía”: en mercancía, por una parte, y dinero por otra. Marx señala que existió primero un intercambio directo de productos, que, más que por la relación M-M, debería representarse como P-P, en la cual la fórmula no sería todavía x A = y B, sino tan sólo x valor de uso A = y valor de uso B, siendo “fortuita” la proporción cuantitativa en que se cambian. Sólo cuando la repetición convierte a este intercambio en un proceso social regular, esta proporción pasa a depender de su producción, convirtiéndose así en valor.

Pero el otro paso, el de la fórmula M-M a la forma más actual de M-D-M se hace con la intermediación de M-M-M, en la que el papel central lo ocupa la mercancía que está convirtiéndose ya en dinero pero aún no lo es, ya se trate de importantes artículos de cambio provenientes del exterior, o de los objetos que forman la propiedad local enajenable (nunca la tierra). Las propiedades naturales de ciertas mercancías —como la calidad uniforme y divisibilidad de los metales preciosos— hacen que el oro adquiera poco a poco un papel creciente, hasta convertirse finalmente en la mercancía general, pero este equivalente general tiene tan poca determinación cuantitativa como cualquier otro. Y como el valor no lo confiere el intercambio sino la producción, el valor del oro se determina exactamente igual que el del resto de las mercancías, y sólo puede expresar su magnitud de valor en otras mercancías diferentes, como en los demás casos. Por tanto, el enigma que encierra el “fetiche del dinero” no es sino el desarrollo del enigma que ya vimos que encerraba el “fetiche de la mercancía”.

III. El dinero, o la circulación de mercancías. En este tercer capítulo, Marx desarrolla el análisis del dinero repasando sus distintas funciones en la economía mercantil, y en particular el carácter o aspecto específico con que interviene cuando cumple cada una de esas funciones. El primer epígrafe se dedica a su función fundamental como “medida de los valores”, partiendo ya del supuesto permanente (salvo excepción expresa) de que la mercancía dineraria es el oro, y por tanto la forma de valor el dinero áureo. Una vez dicho esto, el oro se convierte en la forma de manifestación necesaria de la medida del valor inmanente a las mercancías: el tiempo de trabajo. Pero como toda forma de valor, la forma oro también es una forma “ideal o figurada” —y los valores se transforman en cantidades de “oro figurado” o magnitudes de la misma “denominación”—, de modo que el cuerpo material del oro no se requiere realmente para desempeñar esta primera función del dinero.

Ahora bien, su segunda función, como “patrón de los precios”, es algo muy diferente: si la función de medida del valor la desempeñaba el oro como “encarnación social del trabajo humano”, y por tanto como algo que puede variar de valor, el patrón de los precios lo ejerce como “peso metálico fijo”, como medida exacta de esa cantidad particular de oro. Esto exige fijar un determinado peso en oro como la unidad de medida de ese patrón, y esta segunda función no se ve afectada por el cambio de valor del oro. La confusión entre ambas funciones es especialmente grande en inglés ya que, como señala Marx, a la primera función se le llama en esta lengua measure of value, y a la segunda standard of value.

En el análisis histórico de la forma de precio hay que tener en cuenta además que los nombres de las monedas son al principio directamente “ponderales” (o sea, dados a partir de la propiedad “peso” del oro) y luego se divorcian crecientemente de ella hasta convertirse en simples denominaciones “dinerarias” o “de cuenta”, en las que apenas queda rastro de la propia relación de valor. El precio es actualmente sólo esta denominación dineraria del trabajo objetivado en la mercancía. Además, la forma de precio admite una “incongruencia cuantitativa”, o divergencia, con la magnitud del propio valor, pero también una “contradicción cualitativa”, hasta el punto de que algunas cosas que no tienen valor —como la tierra virgen y demás bienes naturales, es decir, los bienes puestos directamente por la naturaleza sin intervención humana— pueden “tener formalmente precio sin tener valor”, con lo que la forma de precio se vuelve aquí puramente “imaginaria”.

La tercera función del dinero tiene que ver con la metamorfosis de las mercancías y es su función como “medio de circulación”. Se trata de que en el proceso M-D-M se asiste a “dos metamorfosis contrapuestas”: primero se vende una mercancía por dinero, y después se usa el dinero para una nueva compra (el lema adecuado para la operación total podría ser “vender para comprar”). El primer paso, la venta, exige que el estómago del mercado sea capaz de absorber la cantidad total que los vendedores pretenden convertir en dinero —que de hecho cuenta como un “artículo único” del que las piezas individuales sólo son “partes alícuotas”—; y si no es así sucede como cuando los productores individuales gastan más tiempo de trabajo del socialmente necesario: ha habido un exceso de producción. Esta necesaria transformación del producto del trabajo en dinero hace conscientes a los productores de mercancías de que su comportamiento privado como productores independientes no anula su dependencia de un sistema social de producción que funciona más allá de sus voluntades individuales.

Pero si se analiza M-D-M se observa que la primera metamorfosis (M-D), por ejemplo lienzo que se cambia por dinero, es a su vez la segunda metamorfosis, contrapuesta, de otra mercancía (salvo que el propietario de dinero lo haya obtenido directamente de la producción de oro): por ejemplo, de la venta de trigo. Asimismo, la metamorfosis final (D-M, por ejemplo, el vendedor de lienzo usa el dinero para comprar una biblia) es una suma de primeras metamorfosis de otras mercancías. Esto significa que las dos metamorfosis del “ciclo de una mercancía” (en nuestro caso, el lienzo) constituyen a la vez metamorfosis parciales de otras dos mercancías (el trigo y la biblia), es decir, que el ciclo de cada mercancía “se enreda” necesariamente con los ciclos de otras mercancías en el seno del proceso conjunto de la circulación mercantil. Así que, aunque sea verdad que nadie puede vender sin que otro compre, “nadie necesita comprar inmediatamente por el solo hecho de haber vendido”: precisamente por esto la circulación de mercancías supera las barreras y límites que se oponían a la mera circulación de productos y, al mismo tiempo, al escindir la venta y la compra, acarrea la “posibilidad de una crisis”.

Por el contrario, el “ciclo del dinero” no existe, sino que existe su “curso”, su constante alejamiento respecto a su punto de partida pero siempre dentro de la esfera de la circulación. Aunque el movimiento del dinero sólo expresa la circulación de mercancías, ésta se presenta en él invertida, “como mero resultado del movimiento dinerario”. Para poner en claro esta inversión hay que desvelar cuánto dinero exige la esfera de la circulación en su conjunto. Aquí Marx recurre, sin escribirla, a la ecuación del dinero: P · Q = M · V, y argumenta que, con la explotación de los nuevos yacimientos americanos (siglos XVI-XVIII), los precios (P) subieron en Europa, no porque aumentara la cantidad de oro (M), sino debido a que bajó su valor (por el aumento de productividad en su extracción), tras lo cual la masa de medios de circulación aumentó “en proporción directa al precio de las mercancías”.

Por tanto, la auténtica relación de estas dos variables con las otras dos (Q, índice de la cantidad física del producto social, y V, velocidad de circulación media del dinero) se expresa en la dependencia de M respecto de (P·Q)/V. De esta forma, si se supone dada V, cualquier masa de mercancías (Q) exigirá tanto más dinero (D) cuanto mayor sea su precio (P). Esta “ley” se puede expresar también diciendo que la idea opuesta —es decir, que los precios de las mercancías están determinados por la masa de los medios de circulación— es una “ilusión”, una ilusión basada en la doble confusión de que en el proceso de circulación entran “mercancías sin precio” y a la vez “dinero sin valor”.

De esta tercera función del dinero surge también su figura monetaria: su aparición como “moneda”, es decir, como pieza áurea acuñada por el Estado nacional, ese “uniforme” nacional que la caracteriza en la esfera de la circulación interna (por oposición a su figura de oro en lingotes característica del “mercado mundial”). Pero como las monedas se gastan, siempre está latente la posibilidad de sustituir el dinero metálico por “signos” o “símbolos de dinero” (de valor, es decir del oro al que representan), ya sea moneda fraccionaria en metales menos nobles (plata, cobre), ya “papel moneda estatal de curso forzoso”. Este último no debe confundirse con los billetes de banco ni con el dinero crediticio en general, que exigen históricamente condiciones capitalistas más desarrolladas que la simple circulación mercantil considerada en este capítulo: mientras los otros corresponden a la función del dinero como medio de pago, aún no estudiada, el papel moneda del Estado surge de su función como medio de circulación y sólo requiere la “vigencia socialmente objetiva” que le confiere el “curso forzoso estatal” en la esfera de la circulación interna.

Ahora bien: cuando la circulación de mercancías se interrumpe, se inmoviliza también el curso del dinero, que deja de ser moneda para convertirse en dinero. El dinero como fin en sí mismo constituye el “tesoro”; y su busca por el atesorador es el “atesoramiento”. Esta búsqueda tiene sentido porque, si toda mercancía tiene valor de uso y es un elemento de la riqueza material, el dinero es valor y por tanto el medio de la “riqueza social” de su poseedor, ya que este puede acceder con él a todos los elementos de la primera. Y aunque el dinero está siempre limitado en cantidad, cualitativamente es ilimitado, siendo esta carencia de límites lo que hace que el atesorador “sacrifique al fetiche del oro sus apetitos carnales”. Esta cuarta función del dinero como tesoro proporciona a la circulación un colchón de seguridad que permite que la masa de dinero que necesita refluya y afluya constantemente a ella en caso de necesidad.

La quinta función del dinero —y la segunda del “dinero como dinero”, ya que las tres primeras eran más bien funciones del dinero “como mercancía específica”— es la de servir de “medio de pago”. Al separarse cronológicamente la venta de la mercancía de su realización en el precio (mediante el sistema de compra a plazos), el vendedor se convierte en acreedor del comprador, quien se convierte en su deudor al realizar la segunda metamorfosis de la mercancía antes que la primera, es decir, “antes de haber transformado la mercancía en dinero, vuelve a convertir el dinero en mercancía”. Y aunque la autonomización de esta función permite cancelar y compensar numerosos pagos (el dinero sólo funciona aquí idealmente), los pagos efectivamente realizados sí que suponen trabajo social materializado. La contradicción que estalla en la fase de “crisis dineraria” que ocurre durante las crisis de producción y comerciales provoca una hambruna o “hambre de dinero efectivo”. Asimismo, el “dinero crediticio” surge de esta función, pues los propios certificados de deuda circulan como medio de transferir los propios créditos. Por último, con el desarrollo de la sociedad burguesa tiende a desaparecer el atesoramiento como forma autónoma para desarrollarse como “fondo de reserva constituido por medios de pago”.

Finalmente, en su última función y sólo en el mercado mundial, el dinero funciona como dinero mundial, es decir, en forma de lingotes, como la mercancía oro que realmente es.

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