Comentario
al libro Memorias desde Némesis*
Eduardo
Ibarra
Escrito en 1996 –cuatro años después de la detención de su autor– la
publicación de este libro –dieciocho años después de haber sido escrito– es un
acontecimiento en la historia de la bibliografía del Socialismo Peruano.
Es notorio que Memorias desde Némesis fue escrito con una intención: esclarecer
el papel cumplido por su autor en la lucha contra las diversas desviaciones en
el seno del Partido en los años sesenta y setenta y, al mismo tiempo, en la
lucha por la reconstitución.
Ciertamente ningún otro dirigente de ese
período puede presentar una foja de servicio al Partido de esa importancia.
Sin embargo, indirectamente, el propio libro
da cuenta de dos errores de concepción cometidos por su autor: uno relativo al
proceso de la revolución peruana, y otro relativo a la reconstitución
partidaria.
En efecto, el acuerdo de la Quinta
Conferencia acerca de “la construcción y desarrollo de las fuerzas armadas como
tarea principal del Partido”, expresa una concepción unilateral y estrecha de
nuestro proceso revolucionario; mientras el concepto de “reconstituir el
partido para la guerra popular”, expresa igualmente una concepción unilateral y
estrecha del objetivo del Partido.
Nos explicamos. En Problemas de la guerra y de
la estrategia (noviembre 1938), Mao escribió: “La particularidad de China
es que no es un país independiente y democrático, sino semicolonial y
semifeudal, donde no hay democracia, sino opresión feudal, y que en sus
relaciones exteriores no goza de independencia nacional, sino que sufre la
opresión imperialista. Por lo tanto, no tenemos parlamento que utilizar, ni
derecho legal de organizar a los obreros para realizar huelgas. Aquí la tarea
fundamental del Partido Comunista no consiste en pasar por un largo período de
lucha legal antes de emprender el levantamiento y la guerra, ni en apoderarse
primero de las ciudades y luego ocupar el campo, sino en todo lo contrario” (OE, t.II, p. 226). Y más adelante
agregó: “En China, la revolución armada combate a la contrarrevolución armada.
Tal es una de las peculiaridades y una de las ventajas de la revolución china”
(ibídem, p.227). Y concluyó: “En
China, la forma principal de lucha es la guerra, y la forma principal de
organización, el ejército” (ibídem,
p.227).
En el Perú, en cambio, existe el régimen
democrático. Aunque minusválido e intermitente, este régimen determina una nota
particular del proceso de la revolución peruana en comparación al de la
revolución china.
Así pues, mientras en la patria de Mao estuvo
cerrada toda posibilidad de preparar “pacíficamente” la revolución y, por esto,
el Partido debió proceder a organizar desde un principio la guerra popular en
el marco de una situación revolucionaria cuya característica fundamental era la
movilización de millones de campesinos, en el Perú de 1965 se imponía un
período de preparación “pacífica” de la revolución que le permitiera al Partido
convertirse en una potencia política en el grado necesario para acometer la
lucha violenta por el poder.
Pero la llamada “tarea principal de la
Quinta Conferencia” era concebida como la tarea central a aplicarse
inmediatamente. Es notorio, pues, que dicha Conferencia aplicó mecánicamente la
experiencia de la revolución china, y, además, que, precisamente en el momento que
retomaba el “legado” de Mariátegui, infringía su método de analizar
concretamente nuestra realidad concreta.
Abimael Guzmán señala en su libro: “La Facción
Roja cumplió papel importante en el desarrollo de la V Conferencia; y en lo que
a mí respecta, participé en ella como parte de la Facción interviniendo en los
debates sobre carácter de clase del gobierno de Belaúnde, situación
revolucionaria, clandestinidad y construcción y desarrollo de las fuerzas
armadas como tarea principal del Partido, y me cupo presentar las propuestas
sobre clandestinidad y tarea principal”.
Es claro, entonces, que, tanto en aquella
aplicación mecánica de la experiencia de la revolución china como en aquella
infracción del método mariateguiano, Guzmán tiene responsabilidad.
La Constitución del Partido tuvo como
objetivo organizar la revolución: “El Partido Socialista del Perú es la
vanguardia del proletariado, la fuerza política que asume la tarea de su
orientación y dirección en la lucha por la realización de sus ideales de clase”
(Programa del partido, en Ideología y política, p.162). Por lo
tanto, la Reconstitución tenía y tiene el
mismo objetivo.
Pero Guzmán planteó la reconstitución del
Partido no para la revolución –no para “la realización de sus ideales
de clase”–, sino “para la guerra popular”, revelando así una concepción estrecha
y unilateral, pues no es lo mismo revolución que guerra popular: el primer
concepto es más amplio e implica un proceso histórico más o menos prolongado,
mientras el segundo es apenas un medio para acceder al poder.
Tanto la no observancia de una concepción
correcta del proceso de la revolución peruana, así como la concepción de
reconstituir el Partido para la guerra popular, fueron errores de carácter
estratégico. Y, como es obvio, el segundo se derivó del primero, de manera tal
que ambos errores están íntimamente ligados entre sí.
Pues bien, la lucha armada como “tarea
principal del Partido” y la reconstitución como “reconstitución del Partido
para la guerra popular”, fueron dos premisas que sustentaron el inicio de la
lucha armada el 17 de mayo de 1980.
Por lo tanto, ahora puede percibirse que, en
última instancia, la grave derrota sufrida por el PCP-SL se debió precisamente
a los dos mencionados errores estratégicos. Y es claro que Guzmán es el
responsable principal de los mismos.
Pero examinemos más de cerca las cosas. Con
el golpe militar del 3 de octubre de 1968, la tarea principal de la Quinta
Conferencia cobró de pronto una vigencia que no tuvo en el período noviembre
1965-setiembre 1968.
Por lo tanto, en la medida en que, en las
nuevas condiciones creadas por el régimen militar, los conceptos de revolución
y guerra popular se fusionaron, aquello de “reconstituir el Partido para la
guerra popular” cobró repentina validez táctica.
Pero de octubre de 1968 a los últimos meses
de 1979, el Partido debió empeñar la lucha contra el oportunismo de derecha
disfrazado de “izquierda”, y, luego, contra el liquidacionismo de derecha y el
liquidacionismo de izquierda, y, por esto, no pudo concretar la tarea de la
Quinta Conferencia, no obstante que, en un sentido general, eran propicias las condiciones
que significaba la vigencia del régimen militar.
En mayo de 1980 el país se encontraba a
punto de volver al régimen democrático burgués, y, por esta razón, “la tarea
principal de la Quinta Conferencia” y la fusión de los conceptos revolución y
guerra popular perdieron vigencia.
Por eso, era necesario que el Partido
replanteara su táctica y, respondiendo realistamente a la nueva situación, se
abocara a la preparación “pacífica” del asalto violento del poder.
Pero Guzmán se encontraba prisionero de una
concepción unilateral y estrecha del proceso de la revolución peruana y de la
reconstitución del Partido, y, así, mostró no tener la suficiente flexibilidad
mental para replantear la táctica de su partido.
En Guerra
de guerrillas, un método, Che Guevara señaló que la lucha armada no puede
prosperar en las condiciones del régimen democrático. Y es cierto: la propia
derrota del PCP-SL confirma el aserto guevarista.
Iniciar una lucha armada cuando no existía
en el país ni en ninguna de sus regiones una situación revolucionaria, es, sin
duda, una completa irresponsabilidad. Dicho sea de paso: en el libro El pez fuera del agua… hemos hecho la crítica de la idea de que la situación
revolucionaria en el Perú es permanente, así como la crítica de la tergiversación
que comete Guzmán de las tesis de Lenin sobre la situación revolucionaria.
Así pues, Abimael Guzmán aparece como el
principal responsable de la grave derrota sufrida por el PCP-SL.
Sin embargo, en Memorias desde Némesis no hay ninguna autocrítica de su autor,
seguramente porque, no obstante los hechos y el tiempo transcurrido, no ha
cobrado conciencia de sus errores de concepción.
Desde luego, en el libro hay muchas otras
cuestiones que merecen un análisis detallado, pero no es posible hacer esto en
un rápido comentario como el presente. Por eso nos hemos limitado a destacar
dos cuestiones fundamentales cuyo examen permite entender las causas más
profundas de la grave derrota del PCP-SL.
Por otro lado, Memorias desde Némesis tiene, entre otros, el mérito de dar cuenta
de los antecedentes de un hecho actual: como seguramente se sabe, desde hace un
tiempo Sergio –es decir Ramón García, quien firma como Ragarro, y que, para
decir aquello que no tiene el valor de decir con su nombre, se embozó hace ya
casi dos años tras el seudónimo de Eusebio Leyva– pretende levantar cabeza
fundando un partido-amalgama dirigido desde la sombra por un puñado de
“marxistas” no leninistas.
Copiemos lo que de García y su “grupo
bolchevique” sostiene, documentadamente, Abimael Guzmán.
“El Comité Regional de Lima (denominado 14
de junio, como José Carlos Mariátegui el de Ayacucho, o Túpac Amaru el de
Cuzco, de manera no sujeta a las normas comunistas), en la década del sesenta,
sirvió de base a Sotomayor, primero; posteriormente copada su dirección por
paredistas, fue utilizado contra la Juventud Comunista y, finalizando el
decenio, en 1969, en plena lucha del Partido y la Facción Roja contra el
liquidacionismo de derecha, apoyaba a Paredes. Sin embargo, una parte del mismo
apoyó la defensa del Partido asumida en el II Pleno; pero el Comité quedó muy debilitado
y desarticulado, correspondiendo a los camaradas de Lima la tarea de reagrupar
la militancia y organizarla. En ese caldo de cultivo y circunstancias surgió el
liquidacionismo de “izquierda” encabezado por Sergio y Manuel; liquidacionismo
cuya esencia y parte de sus posiciones ideológicas y políticas, era aniquilar
el Partido aislándolo de las masas y la lucha de clases, así como el
liquidacionismo de derecha aniquilaba el Partido disolviéndolo en las masas. La
Facción Roja y el “Grupo bolchevique” convergieron en la defensa del Partido en
la VI Conferencia, en la lucha contra la destrucción de la organización
partidaria clandestina perpetrada por el liquidacionismo de derecha y,
principalmente, en la defensa de la vida, de la existencia del Partido en el II
Pleno (1970). No obstante, en este evento ya surgieron las contradicciones
entre ambos en relación con el fascismo, para los autodenominados
“bolcheviques” el fascismo en esencia era represión; las contradicciones se
irían desarrollando hasta su solución el año 1975, tras antagonizarse”. “En
1970 Sergio escribió “Fortalecer nuestras filas”. Documento en que plantea la “estabilidad
del capitalismo” y reduce la base de unidad a legado de Mariátegui; así como
soslaya el trabajo campesino, el poner el peso del Partido en el campo para
sustentar el trabajo militar y, aprovechando los cambios y problemas surgidos
el 69 y 70, incluso sin considerarlos cuestiona el traslado de la Dirección
planteado el 67 como parte de poner el centro en el campo (cuestionando, pues,
el correcto planteamiento de 1967, sin proponer cómo resolver el problema en
las nuevas condiciones, ya que evidentemente no se podía el 70, tras la
división del Partido, hacer el traslado en las mismas condiciones que el 67).
Todo esto sin más fundamento que generalidades, sin ver las condiciones específicas
de nuestra revolución, invocando sólo abstractamente la experiencia internacional,
y, menos aún, ver la larga perspectiva como el Presidente Mao enseña”. “Igualmente,
en editorial de Bandera Roja Nº 44, sacada bajo su responsabilidad en Lima, con
el título “Contra el fascismo, contra el liquidacionismo, llevar la lucha hasta
el fin”, Sergio desenvuelve un plan programático-político diferente al del II
Pleno. En él, a la vez que soslaya la Gran Revolución Cultural Proletaria,
plantea que los ejércitos ya no le sirven al imperialismo y que el fascismo es
la “contrarrevolución más feroz” que destruye todo tipo de organización;
mientras el capitalismo burocrático lo entiende sólo como capitalismo de
Estado; calla que la ley agraria 17716 sienta bases para la corporativización y
reduce el II Pleno a la gran polémica”. “En el mismo número de Bandera Roja, en
artículo “Reconstituir las organizaciones populares”, redactado por Manuel, se
soslaya el pensamiento maotsetung, la línea política, el campesinado y se
centra en llamar a “prepararse para soportar la represión política”. Así, se
mostraba terror ante el fascismo y pérdida de perspectiva; fondo común de los
liquidadores de “izquierda” basado en su “fascismo es violencia” que “barre
todas las organizaciones”, vieja posición revisionista”.
“En el Balance de la Reconstitución del
Regional 14 de junio del PCP (1972) se sistematiza el liquidacionismo de
“izquierda”: apartándose más del II Pleno, se reduce toda la actividad
partidaria a “crítica y preparación”. Estas, aparte de sustentarse en la
supuesta existencia de “estabilidad del capitalismo”, aunque no lo diga
expresamente, constriñe la “crítica” al estudio el desarrollo de las ideas
marxistas en el Perú (sobre este punto elaboraron un esquema), olvidando
aplicar el pensamiento de Mariátegui a la situación concreta y desarrollar su
línea política; mientras que la “preparación” la entiende y practica como
separación, más acentuada aún, de las masas y la lucha de clases, reduciendo la
actividad “orgánica” a pequeños de intelectuales en cenáculo al margen de la
tempestad y la contienda para que el fascismo, que “todo lo barre” según ellos,
no los tocara; a la vez que su preocupación fundamental el “papel del individuo
en la historia” y la “militancia como forma de vida” devenían en “anarquismo
señorial”. Así el liquidacionismo de “izquierda” se enrumbaría más hacia la
derecha hasta la deserción de sus dos cabezas en 1975, después de derrotada su
oposición al desarrollo de los organismos generados”
“De esta manera debatió el Pleno (el III,
julio 1973) el carácter del Gobierno Militar en 1973 y las posiciones que se
daban frente a él; planteándose además la siguiente interrogante: ¿Es el
fascismo esencialmente violencia? Hay quienes sostienen, decía, que el fascismo
es, en esencia, violencia, que la violencia es la característica esencial que
lo define; esta es la posición de revisionistas y revolucionaristas, de lo cual
derivan que el régimen de Velasco Alvarado no es fascista sino revolucionario y
reformista, respectivamente. Esta posición es oportunista y falsa, reducir el
fascismo simplemente a violencia no correspondió ni al anterior a la segunda
guerra mundial, menos al posterior a ella; el fascismo en esencia es la
negación del sistema de gobierno demoliberal (no de la dictadura burguesa), y el
que lleve adelante sus planes por la violencia no es sino el camino para
defender y mantener el viejo orden según sus necesidades y circunstancias, así
el fascismo de Hitler, Mussolini, Franco y otros recurrió a la más desenfrenada
y brutal violencia. Por otro lado, piénsese que el Estado es la “violencia
organizada” y que la doble política reaccionaria ha potenciado inmensamente la
violencia contrarrevolucionaria en la época del imperialismo. Mas lo anterior
no niega el carácter de clase del Estado ni la ciencia política de sus
objetivos; ni tampoco que la violencia elevada a nivel de guerra sea la forma
principal para resolver las contradicciones fundamentales y trascendentes del
mundo social. Tal fue, en líneas generales, el debate sobre este importante
problema en el III Pleno”.
“Fue la reunión plenaria [el IV Pleno] en
que más ampliamente y a fondo se combatieron las posiciones del liquidacionismo
de “izquierda”; el centro de la lucha de dos líneas estuvo en el trabajo de
masas, principalmente contra la oposición de estos a desarrollar organismos
generados. Sin embargo, claro está que, tras los planteamientos organizativos e
incumplimiento socavador de los acuerdos del III Pleno, por el liquidacionismo
de “izquierda” estaban sus posiciones políticas sobre la ofensiva
corporativista del Gobierno y, en esencia, su concepción del fascismo como
violencia incontenible que todo lo barre y desaparece. Para ellos, pues, no era
posible desarrollar la construcción orgánica, menos aún el trabajo de masas,
porque consideraban que se venía un “baño de sangre” y sólo cabía esperar que pasara
la tormenta fascista; criterios sostenidos, precisamente, cuando la lucha
popular ponía término al repliegue de las masas. Estos nuevos liquidadores,
profundizando sus criterios anteriores habían devenido en practicantes
acérrimos del ocultismo y pregoneros en corrillos de “basta línea”. Pero las
posiciones del liquidacionismo de “izquierda” fueron barridas, ya que sus
sustentadores en cenáculos no fueron capaces de sostenerlas y menos defenderlas
en el Comité Central. No hubo, por lo demás, sanción alguna, contra nadie, en
el IV Pleno; la Facción Roja llevó adelante exitosamente la sesión y los
acuerdos se tomaron por unanimidad.
El V Pleno del Comité Central marcó no sólo
el desarrollo de la línea proletaria, sino igualmente el término de la lucha
contra el liquidacionismo de “izquierda” cuyas posiciones habían sido barridas
ya en el IV Pleno, como viéramos, y además totalmente derrotado en la lucha de
masas, principalmente en los organismos generados, que analizaremos a continuación.
Más aún, sus dos conspicuos representantes se marcharon del Partido: Sergio,
después de los sucesos de febrero del 75 en Lima, pidió licencia por un año en
carta dejada al viajar (no está demás mencionar que en el Partido Comunista no
hay licencias), sin retornar hasta hoy: y Manuel no concurrió al Pleno pese a
ser citado y comprometerse a asistir, comunicó su alejamiento por carta. Así,
pues, ni el V Pleno ni otro evento los expulsó, ni los sancionó; simplemente se
registró su deserción”.
“Tampoco tiene fundamento alguno que se haya
“expulsado a la mitad del Comité Regional 14 de junio”; y esto es así,
sencillamente, porque tal Comité no tenía militancia organizada; el
liquidacionismo de “izquierda” desmontó la organización. Fue precisamente
después del V Pleno que se organizó el Comité y volvió a marchar orgánica y
regularmente”.
Todo esto es historia del PCP. Pero, de este conjunto de cuestiones
examinadas por Abimael Guzmán, es necesario destacar aquí las siguientes:
1) En los años setenta Ramón García pretendió aniquilar el Partido aislándolo de las masas y la lucha de clases;
2) consecuente con ello, desmontó la
organización del Comité Regional de Lima, donde tenía influencia;
3) con el editorial de Bandera Roja Nº 44 planteó
un plan programático-político diferente al del II Pleno;
4) redujo toda la actividad partidaria a
“crítica y preparación”, constriñendo lo primero al estudio del desarrollo de las ideas marxistas en el Perú; y
practicando lo segundo como separación de
las masas y la lucha de clases;
5) fue practicante
acérrimo del ocultismo y pregonero en corrillos de “basta línea”.
Puntualización especial merece la deserción de Ramón García y Manuel
Montañez de las filas del Partido. En el artículo Las cinco caídas
de yo el supremo, García se
pavoneó sosteniendo que “fue expulsado, con pelos y señales, primero por el
PC-U, segundo por el PC-BR, tercero por el PC-SL”. Pero ocurre que lo último no
es cierto, y en su oportunidad se lo hicimos saber a los activistas del
Socialismo Peruano.
La verdad del
caso es la siguiente: “No hubo…
sanción alguna, contra nadie, en el IV Pleno”; “ni el V Pleno ni otro evento los expulsó, ni los sancionó; simplemente
se registró su deserción”. Esta es, pues, la verdad
histórica de los hechos que García intenta silenciar con la mentira de que fue
expulsado del PCP-SL.
En el mismo artículo –y enseguida de lo
citado arriba– García siguió pavoneándose: “Ciertamente, ciertamente, el Supremo resultó también
otro ‘Duro de Matar’”. Pero la verdad es esta: “la
Facción Roja llevó adelante exitosamente la sesión [el IV Pleno] y los acuerdos se tomaron por unanimidad”
(las cursivas son nuestras).
Es decir, ¡el “Duro” capituló ante las
posiciones de Guzmán y votó por ellas en contra de las suyas propias! Y,
después de eso y de la violenta asonada del 5 de febrero de 1975, no solo desertó del Partido sino también de toda
práctica política: en unos meses más cumplirá cuarenta años de inoperancia.
Por otro lado, es
un hecho que, con su actual liquidacionismo de derecha, García está políticamente muerto. Y no por
homicidio, sino por suicidio.
Para adelantarnos a cualquier
malicioso reparo, transcribimos la siguiente cita de nuestro artículo A propósito de algunas “observaciones” (10.11.13): “mientras en 1967 García sostenía
dos estructuras en el Partido, pero sin
postular ninguna diferencia doctrinal
entre ambas, ahora también sostiene dos estructuras, pero pretendiendo una diferencia doctrinal entre las mismas: el nivel secreto, restringido, debe ser
doctrinariamente homogéneo, y el nivel público, masivo, debe ser
doctrinariamente heterogéneo. De este modo ha
pasado de una fórmula puramente
orgánica a una fórmula marcadamente doctrinal,
subastando así la independencia
ideológica y organizativa del proletariado, es decir, liquidando al Partido
como partido de clase. Así pues, de su liquidacionismo de izquierda de los
años 1970, García ha pasado a su actual liquidacionismo de derecha. Esto es,
como lo hemos señalado en otro lugar, revisionismo
en cuestiones de organización”.
Por su parte,
Manuel Montañez “no concurrió al Pleno [al V] pese a ser
citado y comprometerse a asistir, [y] comunicó su alejamiento por carta”. De esta forma
expresó la misma impotencia de García.
Hay que agregar, respecto al punto, algo que
seguramente Guzmán no sabe. En el verano de 1975, con su liquidacionismo de
“izquierda” bajo el brazo, García
intentó levantar tienda propia, pero fracasó. Por lo tanto, en unas
circunstancias en que el antagonismo con su liquidacionismo era orgánicamente
tratado como contradicción no antagónica, su escisionismo aparece como escisionismo de un liquidador de “izquierda”. Este es el fondo de la cuestión. Por eso
su apelación a la idea de un “escisionismo positivo” para justificar lo
injustificable, no pasa de ser una burda maniobra para consumo de incautos.
Por lo demás, los otros liquidacionistas
desertaron también siguiendo así el mal ejemplo de sus cabecillas. Por eso
Guzmán aclara en su libro: “Tampoco tiene fundamento alguno que se haya ‘expulsado
a la mitad del Comité Regional 14 de junio’; y esto es así, sencillamente,
porque tal Comité no tenía militancia organizada”.
Así pues, si en los años setenta Ramón García pretendió liquidar el Partido
aislándolo de las masas, ahora pretende hacer lo mismo disolviendo su carácter
de clase en una organización de masas doctrinariamente variopinta.
Pues bien, como se ha podido ver, en el
presente comentario el libro Memorias
desde Némesis ha servido para esclarecer el papel cumplido por Abimael
Guzmán en la vida partidaria de los años sesenta y setenta; para, al mismo
tiempo, examinar sus errores de concepción con respecto al proceso de la
revolución peruana y a la reconstitución del Partido; para, finalmente, explicarse
un hecho actual como es el liquidacionismo de derecha de Ramón García, palingenesia de su liquidacionismo de
“izquierda” de los años setenta: en el
marxismo toda desviación es de derecha, pues las desviaciones de “izquierda”
solo lo son en la forma.
Para terminar, subrayamos que Memorias desde Nemesis es un libro
imprescindible para cualquiera que quiera estudiar la historia del Partido de
los años sesenta y setenta, y, por lo tanto, una importante contribución a la
bibliografía del Socialismo Peruano.
En las líneas finales de su libro, Guzmán dice que “la dirección de la guerra popular del Perú
por el Partido Comunista será objeto de la segunda parte de este trabajo”.
Esperamos que esta segunda parte haya sido escrita y pueda ser publicada.
*Este libro ha sido escrito por Abimael Guzmán. Varios pasajes del mismo
demuestran que Elena Yparraguirre se limitó a firmarlo.
22.05.2014.
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