domingo, 1 de junio de 2014

Debate



Nota:

El compañero Eduardo Ibarra es refugiado político en Bolivia desde hace veintiún años. En esta situación ha continuado su defensa del marxismo-leninismo y del pensamiento de Mariátegui, y no cesará de contribuir al esclarecimiento de los problemas teóricos y prácticos del Socialismo Peruano solo porque su libro El Partido de Masas y de Ideas de José Carlos Mariátegui no ha sido publicado por Ediciones Creación Heroica debido a la censura de Jaime Lastra y Daniel Chumpitaz a la nota de la contratapa.

Publicamos a continuación un artículo de nuestro Director sobre dicha censura, y adicionalmente el párrafo de la nota censurada por Lastra y Chumpitaz, así como un fragmento del artículo El Juego de Manos del Creídismo, que le permitirá al lector entender las razones por las cuales dicha nota no puede ser firmada por sus autores.

Esto es suficiente para que cualquiera pueda percibir el despropósito de quienes se han erigido en censores inquisitoriales.

Comité de Redacción.   

Censura en el Socialismo Peruano

Eduardo Ibarra


Las relaciones internas en cualquiera de las tendencias de la izquierda peruana es una cuestión de primera importancia, pues, junto a otros factores, cumplen un papel determinante en la construcción de un partido saludable.

Sin embargo, durante la primera década del presente siglo y hasta ahora mismo, Jaime Lastra actúa como mandamás en el seno de la tendencia que cree representar (la verdad es que apenas es cabeza de un reducido grupo que no hay que confundir con la amplia tendencia que adhiere al marxismo-leninismo y al Camino de Mariátegui).

Así, en repetidas ocasiones, ha impuesto su prepotente “aquí se hace lo que yo digo” y su petulante “me importa un comino tu crítica”, echando a perder de esta forma un sano desarrollo de las relaciones internas en lo que, en algún momento, pareció ser un espacio político compartido, y, después, en el trabajo editorial en el que hasta ayer hemos coincidido.

De los muchos hechos que prueban fehacientemente el autoritarismo de Lastra y su renuencia a la autocrítica en el marco de una parte de la tendencia aludida, es suficiente señalar aquí uno solo: en 2010 quiso cambiarle el nombre a mi libro El pez fuera de agua…, y hube de señalarle muy enfáticamente que él no tenía ningún derecho a consumar una semejante cosa. Pero eso no fue todo: me comunicó después que publicaría en el libro dos trabajos míos como “Documentos Anexos”. Entonces le hice saber que esos trabajos pertenecían a otro libro que debía publicarse posteriormente (El desarrollo de la teoría del proletariado y el problema de su denominación), y que, por lo tanto, desaprobaba absolutamente su intención. Es decir, le comuniqué expresa y oportunamente que no debía hacer lo que pretendía. Sin embargo, como puede comprobarlo cualquier activista de cualquier tendencia del Socialismo Peruano, el mencionado libro incluye los dos trabajos aludidos. De esta forma Lastra consumó su “aquí se hace lo que yo digo” y, no obstante haber sido criticado por esto, simplemente no se autocriticó, mostrando así, por enésima vez, su “me importa un comino tu crítica”.

Digo “por enésima vez”, porque, como lo saben algunos activistas de la tendencia que Lastra cree representar, nunca se ha autocriticado ante las justas y numerosas críticas que se le han hecho a lo largo de más de diez años. Este es su espíritu de responsabilidad.

Pues bien, en agosto de 2013 envié a Ediciones Creación Heroica los originales del libro El partido de masas y de ideas de José Carlos Mariátegui para su publicación y celebrar así el 85 Aniversario del Partido Socialista del Perú.

Recepcionados los originales por Jaime Lastra, Daniel Chumpitaz, César Risso y Mauricio Domínguez, se hizo evidente una confabulación entre los dos primeros para impedir la publicación de la nota de la contratapa, preparada aquí por dos compañeros con los que trabajamos desde hace años, y que, por esto, están familiarizados con la obra de José Carlos Mariátegui y con el debate sobre el PSP y la cuestión del partido proletario hoy, que no es, como se comprenderá, un problema nacional sino internacional.

De entrada, Lastra decidió, por sí y ante sí -¡y sin haber leído el libro!  que la nota de la contratapa no podía publicarse “por razones obvias”, que no explicó entonces ni fue capaz de explicar después en la correspondencia cruzada ni en las varias reuniones realizadas para tratar la cuestión. A la sazón el libro contenía un capítulo inédito: El concepto mariateguiano de partido de masas y de ideas.

Después de ser criticada su actitud, Lastra intentó hacer creer que no había dicho lo que había dicho, maniobra que fue justa y oportunamente desenmascarada.

Por su parte, Daniel Chumpitaz sostuvo que la nota no podía publicarse porque sus términos están sujetos a las leyes antiterroristas, y que, por lo tanto, publicarla sería peligroso. Lo ridículo de este reparo no merece sino una sonrisa.

Que Lastra se oponga a algunos conceptos de la aludida nota sin haber leído el libro y que Chumpitaz se oponga a los mismos con un reparo traído de los cabellos, es, sin duda, UNA ENORMIDAD.

En una reunión realizada aproximadamente después de quince días, Lastra continuaba sin haber leído el libro y, sin embargo, continuaba también oponiéndose a la publicación de la nota. Es así como su actitud se reveló como una absoluta majadería.

Actuando como si Ediciones Creación Heroica fuera su propiedad privada, Lastra sostuvo que la nota podía ser publicada si era firmada por sus autores. Le informé entonces que ellos consideran que puede ser comprometedor hacer ostensibles, con el estampado de sus firmas, sus relaciones políticas con personas que, como yo, tienen aquí un estatus especial.

Esa actitud de prudencia puede ser comprendida por cualquier persona que esté en autos de algunos antecedentes y, en general, por cualquier persona perspicaz. Pero, claro, Lastra finge no conocer ningún antecedente, no obstante haber leído mi artículo El desbarre del creídismo.

Luego, se dedicó a desvalorizar el libro. Primero dijo que podía “servir de material de consulta”. Después, con barata ironía, dijo que era “una recopilación de artículos”.

Lo primero ni siquiera mereció mi atención, pero sobre lo segundo le recordé que los libros que José Carlos Mariátegui publicó en vida (La escena contemporánea, 7 ensayos) y los que dejó preparados para su publicación (Defensa del marxismo, El alma matinal y otras estaciones del hombre de hoy, La novela y la vida) son recopilaciones de textos que previamente habían sido publicados en diferentes medios.

Es decir, Lastra apuntó contra mi persona, pero disparó contra Mariátegui. Por supuesto, después de mi crítica al intento desvalorizador, no hubo de su parte otra cosa que el más absoluto silencio.

Durante el debate sobre la nota, le recordé a Lastra algunos hechos que prueban fehacientemente su autoritarismo. Repito: HECHOS.

Pero su respuesta no pudo ser más cínica: calificó de “cháchara” mi crítica perfectamente fundada, y agregó que “Pleitos no se recepcionan. Solo cabe decir ¡Puf!”.

Con ese pobre recurso polémico, pretendió silenciar los hechos que demuestran su autoritarismo y su renuencia a la autocrítica en el marco, como ya anoté, de una parte de la tendencia. Pero ocurre que los hechos en los que se fundaba mi crítica son conocidos por varios compañeros y, todavía más, el caso del libro El pez fuera del agua, apuntado arriba, es del conocimiento de una gran cantidad de activistas del Socialismo Peruano. Por eso, además de cínica, la maniobra de Lastra fue sumamente torpe.

Así pues, su “cháchara”, su “pleito” y su “¡puf!”, demuestran tres cosas: 1) que no tiene la capacidad teórica de calar en el problema que está en el fondo del litigio: la salud de las relaciones internas en la tendencia que él cree representar; 2) que, por ello, consideró mi alegato a favor del saneamiento de esas relaciones como una cuestión personal; 3) que la sola mención de los hechos probatorios de su autoritarismo le causa repugnancia.

Luego, huérfano de argumentos, en una comunicación telefónica con César Risso, dijo que no le gustan “los autoelogios”, con lo que me estaba acusando de haber escrito yo la nota. Ni en la correspondencia cruzada ni en las diversas reuniones Lastra había tenido el valor de lanzar esa vil calumnia.

Naturalmente, con toda oportunidad critiqué su bajeza recordándole el procedimiento que habíamos seguido con mis libros publicados hasta hoy, procedimiento que es de su pleno conocimiento.

Tanto el prólogo al Pez fuera del agua…, como la nota de la contratapa a El desarrollo de la teoría del proletariado y el problema de su denominación y el prólogo y el colofón a Mao y Mariátegui, me fueron remitidos, cada uno en su oportunidad, para que yo procediera a hacer la respectiva corrección de estilo. En todos los casos corregí lo que había que corregir –y en algunos de ellos no fue poco–, pero respetando siempre las ideas planteadas por los autores. El mismo procedimiento seguimos aquí con la nota de la contratapa del libro El partido de masas y de ideas de José Carlos Mariátegui. Esto se lo hice saber puntualmente a Lastra. Sin embargo, en este caso también, su respuesta fue el más sepulcral silencio.

En carta a Trier del 18 de diciembre de 1889, Federico Engels preguntó: “¿Es posible que demandemos de los demás libertad de palabra sólo para eliminarla inmediatamente dentro de nuestras filas?”. Y en carta a Sorge del 9 de agosto de 1890, precisó: “[el Partido Socialdemócrata Alemán] es tan grande que la absoluta libertad interna de debate resulta una necesidad (…) El partido más grande del país no puede existir sin que todos los matices de la opinión que lo integran se hagan sentir plenamente”.

Estos juicios se los alcancé a Lastra durante el debate. Pero igualmente calló en siete idiomas.

El problema, pues, es si en cada tendencia del movimiento marxista peruano –y del movimiento marxista internacional– debe eliminarse la libertad de expresión y sofocar así el debate de ideas, o, por el contrario, hay que respetar y viabilizar dicha libertad, facilitando, por lo tanto, que todos los matices que conforman dichos movimientos se hagan sentir a plenitud.

Obviamente, para cualquier marxista lo correcto es lo segundo, y, por esta razón, se entiende perfectamente que los autores de la nota tienen todo el derecho a plantear lo que consideran los méritos del libro, del mismo modo como Lastra tiene todo el derecho a plantear sus argumentos contrarios.

Siendo esa, pues, la cuestión –justamente esa, y no otra–,  no una sino repetidas veces lo invité a Lastra a publicar en estas mismas páginas sus reparos. Pero también en relación a esto su respuesta fue el más completo silencio.

En efecto, en más de ocho meses largos no fue capaz de escribir absolutamente nada sobre el tema, mostrando así su cerrazón autoritaria, que bien puede traducirse con la siguiente frase: “yo no tengo nada que argumentar, yo no estoy de acuerdo con la nota y punto”.

Mariátegui remarcó un principio para el trabajo de propaganda: “Que ‘Amauta’ rechace todo lo contrario a su ideología no significa que lo excluya sistemáticamente de sus páginas, imponiendo a su colaboradores una ortodoxia rigurosa. Este principio, que reafirmamos, nos obliga sólo a denunciar y controvertir las ideas discrepantes peligrosas” (Ideología y política, p.227. Cursivas mías).

Nadie en su sano juicio puede decir que las ideas que aparecen en la nota son discrepantes y peligrosas con respecto al marxismo o a la revolución.

Dichas ideas son apenas un punto de vista que, como cualquier otro punto de vista, está sujeto a debate, a crítica, a confutación. A lo que no está sujeto es a censura.

Sin embargo, pisoteando inescrupulosamente el principio subrayado por José Carlos Mariátegui, Lastra ha procedido como un mandamás prohibiendo la publicación de la nota en la forma en que fue remitida, y, así, ha impedido la publicación del libro.     

Esta prohibición significa el sofocamiento del debate de ideas, debate en cuyo marco, como es de conocimiento general, Lastra no se mueve con facilidad, por lo que a cambio ofrece el triste espectáculo de su autoritarismo, marco en el que, como cualquiera puede ver ahora, se mueve con grotesca desenvoltura.

Pero además, dicha prohibición evidencia otro aspecto: el espíritu competitivo del autoritario, que le hace sentir como una sombra insoportable la valoración del libro que contiene la nota. Este espíritu competitivo es su espíritu de clase.

Movido, pues, por su mentalidad autoritaria y su espíritu competitivo, Lastra ha pisoteado impunemente la libertad de expresión en el movimiento.

La libertad de expresión en el movimiento ES UN PRINCIPIO, y, por esto, en ningún caso está sujeta a votación y menos aún a decisiones personales, arbitrarias, prepotentes, aunque ellas sean facilitadas por el servilismo.

Por eso, en el marxismo nadie tiene derecho a censurar. A lo que sí tienen derecho todos y cada uno de sus activistas es a criticar, es decir, a contrastar ideas.

Pero, como se ha visto, Lastra ha optado por la censura y no por la crítica, y esto es sumamente expresivo: demuestra, de la manera más cruda, su mentalidad autoritaria, su actitud prepotente, su método criollo.

La realización de algunas reuniones donde se hicieron ciertas correcciones al diseño del libro, la impresión de un machote, el diseño de la carátula, etcétera, no alcanza para encubrir el autoritarismo de Lastra.

Así pues, en pleno siglo XXI y en plena lucha por desarrollar el Camino de Mariátegui y llevar la Reconstitución hasta el fin, Lastra se ha creído con derecho a reprobación, mostrándose de esta forma como un Vulgar Mandamás, como un Censor Inquisitorial, como un Aprendiz de Torquemada.

Pero con eso no ha hecho más que probar que SUS ASPIRACIONES AUTORITARIAS SON DIRECTAMENTE PROPORCIONALES A SU INSOLVENCIA TEÓRICA.

Si en la polémica con el conservador Luis Alberto Sánchez, José Carlos Mariátegui se reafirmó en el principio según el cual únicamente cabe “denunciar y controvertir las ideas discrepantes peligrosas”, en la polémica con el extraño marxismo de Lastra nos reafirmamos en este mismo principio.

En CREACIÓN HEROICA hemos publicado artículos que contienen algunas ideas que no compartimos, sencillamente porque consideramos  que el debate de ideas en el Socialismo Peruano no debe ser sofocado sino más bien incentivado.

Si algo con significado estratégico puede hacerse para estimular el desarrollo de la teoría del Socialismo Peruano, es precisamente respetar en todo momento la libertad de expresión en su seno, pues esta libertad es, justamente, una de las premisas del desarrollo de dicha teoría.

Pues bien, cualquier marxista que no tenga una mentalidad de campanario, tiene que comprender que la libertad de expresión es una cuestión que atañe al entero movimiento y, ya solo por esto, está ante el deber de tomar una posición definida y resuelta contra su conculcación.

Por lo tanto cada quien debe contribuir a desterrar del movimiento el “aquí se hace lo que yo digo” y el “me importa un comino tu crítica”, vengan estos vicios de la tendencia que sea y vengan de quien vengan.

Obviamente, para ello se requiere tener la capacidad de elevarse por encima del estrecho horizonte de la propia banderilla, porque solo así es posible darle una mirada de conjunto al Socialismo Peruano y contribuir al saneamiento de sus relaciones internas.

Y si, como otras veces y desde hace años, Lastra pretendiese, ahora también, aprovecharse de la ventaja que le da mi ausencia en el país para manipular a los activistas retorciendo los hechos y las ideas, tengo la plena seguridad de que solo cosechará algunas víctimas en el caldo de cultivo del amiguismo y la conveniencia subalterna.   

SIN LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN, EL MOVIMIENTO MARXISTA NACIONAL E INTERNACIONAL NO PUEDE EXISTIR. POR ESO SU DEFENSA CONTRA CUALQUIER ATROPELLO ES UNA NECESIDAD ABSOLUTA.

17.05.2014.

  
Párrafo de la Nota de la Contratapa del Libro El Partido de Masas y de Ideas de José Carlos Mariátegui Censurada Por Jaime Lastra y Daniel Chumpitaz


“Esta defensa [de la verdad doctrinal de José Carlos Mariátegui y la verdad doctrinal y organizativa del Partido Socialista del Perú] constituye una contribución a la lucha por la Reconstitución del Partido de Mariátegui. Pero Eduardo Ibarra no se ha limitado a ella, sino que ha enriquecido la concepción de José Carlos Mariátegui del partido de masas y de ideas con las siguientes consideraciones: 1º, el partido de masas es una de las formas que puede asumir el partido de clase; 2º, la forma del  Partido –de masas o de cuadros– está determinada por las condiciones objetivas de operatividad; 3º, el Partido es de ideas por su adhesión al marxismo leninismo y por disponer de una teoría de la propia revolución y del proceso de la revolución mundial; 4º, el concepto de partido de masas y de ideas tiene un valor universal”.


Fragmento del Artículo El Desbarre del Creídismo


Eduardo Ibarra


Y si el despropósito de García pretende basarse específicamente en el hecho de que sus artículos aparecieron en la revista Crítica sin su nombre, entonces me obliga a explicar algo a lo que por razones obvias hubiera preferido no referirme. Como es de conocimiento general, mi presencia en este país, vecino del nuestro, no obedece a un cómodo autoexilio, sino a un exilio forzoso, obligado por circunstancias conocidas por muchísimos camaradas, y las condiciones de este exilio han sido siempre especialmente difíciles: vigilancia más o menos constante, hasta el punto que los movimientos cotidianos de los refugiados son intermitentemente filmados y fotografiados. En el año 1995, una nuera boliviana fue detenida durante diez días en la Dincote acusada de terrorista y de ser agente del suscrito en “un nuevo plan terrorista” (hecho ampliamente informado por la prensa peruana y la prensa boliviana), y, paralelamente, mi hijo José Carlos fue retenido en la embajada peruana en este país bajo la amenaza de ser devuelto a su país de origen si no se canjeaba con su compañera presa en Lima. En esa oportunidad, José Carlos pudo ver que, en dicha representación diplomática, cada refugiado peruano tenía un file con datos suyos, de cada uno de los miembros de su familia y aún de sus amistades: domicilios, lugares de trabajo o centros de estudio, movimientos cotidianos e incluso fotografías de las personas aludidas*. Desde entonces el suscrito y su familia han sido especialmente vigilados y acosados, como cuando mi compañera fue detenida y sometida a un largo interrogatorio netamente político. Etcétera, etcétera. En estas condiciones nada fáciles, cualquier labor de propaganda tenía que realizarse con la máxima reserva y tomando las medidas que exigía el caso. Como es evidente, la revista Crítica estaba dirigida a un amplio sector social, y no hubiéramos obrado bien si incluíamos los nombres de los autores. Entonces para el primer número se acordó no utilizar ningún nombre y para el segundo se acordó utilizar un comité de redacción ficticio, y en los dos casos, frente a cualquier problema, se acordó, por iniciativa del suscrito, que el mismo asumiría solo toda la responsabilidad. Compañeros peruanos y bolivianos de diversas tendencias son testigos de estos hechos.

*Negritas agregadas.

16.12.07.

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