Nota:
El compañero Eduardo Ibarra es refugiado
político en Bolivia desde hace veintiún años. En esta situación ha continuado
su defensa del marxismo-leninismo y del pensamiento de Mariátegui, y no cesará
de contribuir al esclarecimiento de los problemas teóricos y prácticos del
Socialismo Peruano solo porque su libro El
Partido de Masas y de Ideas de José
Carlos Mariátegui no ha sido publicado por Ediciones Creación Heroica debido
a la censura de Jaime Lastra y Daniel Chumpitaz a la nota de la contratapa.
Publicamos a continuación un artículo de
nuestro Director sobre dicha censura, y adicionalmente el párrafo de la nota censurada
por Lastra y Chumpitaz, así como un fragmento del artículo El Juego de Manos del Creídismo, que le permitirá al lector entender
las razones por las cuales dicha nota no puede ser firmada por sus autores.
Esto es suficiente para que cualquiera
pueda percibir el despropósito de quienes se han erigido en censores
inquisitoriales.
Comité
de Redacción.
Censura
en el Socialismo Peruano
Eduardo
Ibarra
Las relaciones internas en cualquiera de
las tendencias de la izquierda peruana es una cuestión de primera importancia,
pues, junto a otros factores, cumplen un papel determinante en la construcción
de un partido saludable.
Sin embargo, durante
la primera década del presente siglo y hasta ahora mismo, Jaime Lastra actúa
como mandamás en el seno de la tendencia que cree representar (la verdad es que
apenas es cabeza de un reducido grupo que no hay que confundir con la amplia
tendencia que adhiere al marxismo-leninismo y al Camino de Mariátegui).
Así, en repetidas
ocasiones, ha impuesto su prepotente “aquí
se hace lo que yo digo” y su petulante “me importa un comino tu crítica”, echando a perder de esta forma un
sano desarrollo de las relaciones internas en lo que, en algún momento, pareció
ser un espacio político compartido, y, después, en el trabajo editorial en el
que hasta ayer hemos coincidido.
De los muchos
hechos que prueban fehacientemente el autoritarismo de Lastra y su renuencia a
la autocrítica en el marco de una parte de la tendencia aludida, es suficiente
señalar aquí uno solo: en 2010 quiso cambiarle el nombre a mi libro El pez fuera de agua…, y hube de
señalarle muy enfáticamente que él no tenía ningún derecho a consumar una
semejante cosa. Pero eso no fue todo: me comunicó después que publicaría en el
libro dos trabajos míos como “Documentos Anexos”. Entonces le hice saber que
esos trabajos pertenecían a otro libro que debía publicarse posteriormente (El desarrollo de la teoría del proletariado
y el problema de su denominación), y que, por lo tanto, desaprobaba
absolutamente su intención. Es decir, le comuniqué expresa y oportunamente que no debía hacer lo que pretendía. Sin
embargo, como puede comprobarlo cualquier activista de cualquier tendencia del
Socialismo Peruano, el mencionado libro incluye los dos trabajos aludidos. De esta forma Lastra consumó su “aquí se
hace lo que yo digo” y, no obstante haber sido criticado por esto, simplemente
no se autocriticó, mostrando así, por enésima vez, su “me importa un comino tu
crítica”.
Digo “por enésima vez”,
porque, como lo saben algunos activistas de la tendencia que Lastra cree
representar, nunca se ha autocriticado ante las justas y numerosas críticas que
se le han hecho a lo largo de más de diez años. Este es su espíritu de responsabilidad.
Pues bien, en agosto
de 2013 envié a Ediciones Creación Heroica los originales del libro El partido de masas y de ideas de José
Carlos Mariátegui para su publicación y celebrar así el 85 Aniversario del
Partido Socialista del Perú.
Recepcionados los
originales por Jaime Lastra, Daniel Chumpitaz, César Risso y Mauricio
Domínguez, se hizo evidente una confabulación entre los dos primeros para
impedir la publicación de la nota de la contratapa, preparada aquí por dos
compañeros con los que trabajamos desde hace años, y que, por esto, están
familiarizados con la obra de José Carlos Mariátegui y con el debate sobre el
PSP y la cuestión del partido proletario hoy, que no es, como se comprenderá,
un problema nacional sino internacional.
De entrada, Lastra
decidió, por sí y ante sí -¡y sin haber leído el libro!– que la nota de la contratapa no podía
publicarse “por razones obvias”, que no explicó entonces ni fue capaz de
explicar después en la correspondencia cruzada ni en las varias reuniones
realizadas para tratar la cuestión. A la sazón el libro contenía un capítulo inédito:
El concepto mariateguiano de partido de
masas y de ideas.
Después de ser
criticada su actitud, Lastra intentó hacer creer que no había dicho lo que
había dicho, maniobra que fue justa y oportunamente desenmascarada.
Por su parte,
Daniel Chumpitaz sostuvo que la nota no podía publicarse porque sus términos
están sujetos a las leyes antiterroristas, y que, por lo tanto, publicarla sería
peligroso. Lo ridículo de este reparo no merece sino una sonrisa.
Que Lastra se
oponga a algunos conceptos de la aludida nota sin haber leído el libro y que Chumpitaz
se oponga a los mismos con un reparo traído de los cabellos, es, sin duda, UNA ENORMIDAD.
En una reunión
realizada aproximadamente después de quince días, Lastra continuaba sin haber
leído el libro y, sin embargo, continuaba también oponiéndose a la publicación
de la nota. Es así como su actitud se
reveló como una absoluta majadería.
Actuando como si
Ediciones Creación Heroica fuera su propiedad privada, Lastra sostuvo que la
nota podía ser publicada si era firmada por sus autores. Le informé entonces
que ellos consideran que puede ser comprometedor hacer ostensibles, con el
estampado de sus firmas, sus relaciones políticas con personas que, como yo,
tienen aquí un estatus especial.
Esa actitud de prudencia
puede ser comprendida por cualquier persona que esté en autos de algunos
antecedentes y, en general, por cualquier persona perspicaz. Pero, claro, Lastra
finge no conocer ningún antecedente, no obstante haber leído mi artículo El desbarre del creídismo.
Luego, se dedicó a
desvalorizar el libro. Primero dijo que podía “servir de material de consulta”.
Después, con barata ironía, dijo que era “una recopilación de artículos”.
Lo primero ni
siquiera mereció mi atención, pero sobre lo segundo le recordé que los libros
que José Carlos Mariátegui publicó en vida (La
escena contemporánea, 7 ensayos)
y los que dejó preparados para su publicación (Defensa del marxismo, El alma
matinal y otras estaciones del hombre
de hoy, La novela y la vida) son
recopilaciones de textos que previamente habían sido publicados en diferentes
medios.
Es decir, Lastra
apuntó contra mi persona, pero disparó contra Mariátegui. Por supuesto, después
de mi crítica al intento desvalorizador, no
hubo de su parte otra cosa que el más absoluto silencio.
Durante el debate
sobre la nota, le recordé a Lastra algunos
hechos que prueban fehacientemente su autoritarismo. Repito: HECHOS.
Pero su respuesta
no pudo ser más cínica: calificó de “cháchara” mi crítica perfectamente fundada,
y agregó que “Pleitos no se recepcionan. Solo cabe decir ¡Puf!”.
Con ese pobre recurso polémico,
pretendió silenciar los hechos que demuestran su autoritarismo y su renuencia a
la autocrítica en el marco, como ya anoté, de una parte de la tendencia. Pero
ocurre que los hechos en los que se fundaba mi crítica son conocidos por varios
compañeros y, todavía más, el caso del libro El pez fuera del agua, apuntado arriba, es del conocimiento de una
gran cantidad de activistas del Socialismo Peruano. Por eso, además de cínica,
la maniobra de Lastra fue sumamente torpe.
Así pues, su “cháchara”,
su “pleito” y su “¡puf!”, demuestran tres cosas: 1) que no tiene la capacidad teórica
de calar en el problema que está en el fondo del litigio: la salud de las
relaciones internas en la tendencia que él cree representar; 2) que, por ello, consideró
mi alegato a favor del saneamiento de esas relaciones como una cuestión
personal; 3) que la sola mención de los hechos probatorios de su autoritarismo
le causa repugnancia.
Luego, huérfano de
argumentos, en una comunicación telefónica con César Risso, dijo que no le
gustan “los autoelogios”, con lo que me estaba acusando de haber escrito yo la
nota. Ni en la correspondencia cruzada ni en las diversas reuniones Lastra
había tenido el valor de lanzar esa vil calumnia.
Naturalmente, con
toda oportunidad critiqué su bajeza recordándole el procedimiento que habíamos
seguido con mis libros publicados hasta hoy, procedimiento que es de su pleno conocimiento.
Tanto el prólogo al
Pez fuera del agua…, como la nota de
la contratapa a El desarrollo de la
teoría del proletariado y el problema de su denominación y el prólogo y el
colofón a Mao y Mariátegui, me fueron
remitidos, cada uno en su oportunidad, para que yo procediera a hacer la
respectiva corrección de estilo. En todos los casos corregí lo que había que
corregir –y en algunos de ellos no fue poco–, pero respetando siempre las ideas
planteadas por los autores. El mismo procedimiento seguimos aquí con la nota de
la contratapa del libro El partido de
masas y de ideas de José Carlos Mariátegui. Esto se lo hice saber puntualmente
a Lastra. Sin embargo, en este caso también,
su respuesta fue el más sepulcral silencio.
En carta a Trier
del 18 de diciembre de 1889, Federico Engels preguntó: “¿Es posible que
demandemos de los demás libertad de palabra sólo para eliminarla inmediatamente
dentro de nuestras filas?”. Y en carta a Sorge del 9 de agosto de 1890,
precisó: “[el Partido Socialdemócrata Alemán] es tan grande que la absoluta
libertad interna de debate resulta una necesidad (…) El partido más grande del
país no puede existir sin que todos los matices de la opinión que lo integran
se hagan sentir plenamente”.
Estos juicios se
los alcancé a Lastra durante el debate. Pero
igualmente calló en siete idiomas.
El problema, pues, es
si en cada tendencia del movimiento marxista peruano –y del movimiento marxista
internacional– debe eliminarse la libertad de expresión y sofocar así el debate
de ideas, o, por el contrario, hay que respetar y viabilizar dicha libertad, facilitando,
por lo tanto, que todos los matices que conforman dichos movimientos se hagan
sentir a plenitud.
Obviamente, para cualquier
marxista lo correcto es lo segundo, y, por esta razón, se entiende
perfectamente que los autores de la nota tienen todo el derecho a plantear lo
que consideran los méritos del libro, del mismo modo como Lastra tiene todo el
derecho a plantear sus argumentos contrarios.
Siendo esa, pues, la
cuestión –justamente esa, y no otra–,
no una sino repetidas veces lo invité a
Lastra a publicar en estas mismas páginas sus reparos. Pero también en relación a esto su respuesta fue el más completo silencio.
En efecto, en más
de ocho meses largos no fue capaz de escribir absolutamente nada sobre el tema,
mostrando así su cerrazón autoritaria, que bien puede traducirse con la
siguiente frase: “yo no tengo nada que argumentar, yo no estoy de acuerdo con
la nota y punto”.
Mariátegui remarcó
un principio para el trabajo de propaganda: “Que ‘Amauta’ rechace todo lo
contrario a su ideología no significa que lo excluya sistemáticamente de sus
páginas, imponiendo a su colaboradores una ortodoxia rigurosa. Este principio, que reafirmamos, nos
obliga sólo a denunciar y controvertir las ideas discrepantes peligrosas” (Ideología y política, p.227. Cursivas
mías).
Nadie en su sano
juicio puede decir que las ideas que aparecen en la nota son discrepantes y
peligrosas con respecto al marxismo o a la revolución.
Dichas ideas son apenas
un punto de vista que, como cualquier otro punto de vista, está sujeto a
debate, a crítica, a confutación. A lo
que no está sujeto es a censura.
Sin embargo, pisoteando
inescrupulosamente el principio subrayado por José Carlos Mariátegui, Lastra ha
procedido como un mandamás prohibiendo la publicación de la nota en la forma en
que fue remitida, y, así, ha impedido la publicación del libro.
Esta prohibición
significa el sofocamiento del debate de ideas, debate en cuyo marco, como es de
conocimiento general, Lastra no se mueve con facilidad, por lo que a cambio ofrece
el triste espectáculo de su autoritarismo, marco en el que, como cualquiera
puede ver ahora, se mueve con grotesca desenvoltura.
Pero además, dicha
prohibición evidencia otro aspecto: el espíritu competitivo del autoritario,
que le hace sentir como una sombra insoportable la valoración del libro que
contiene la nota. Este espíritu competitivo
es su espíritu de clase.
Movido, pues, por
su mentalidad autoritaria y su espíritu competitivo, Lastra ha pisoteado impunemente
la libertad de expresión en el movimiento.
La libertad de
expresión en el movimiento ES UN PRINCIPIO, y, por esto, en ningún caso
está sujeta a votación y menos aún a decisiones personales, arbitrarias,
prepotentes, aunque ellas sean facilitadas por el servilismo.
Por eso, en el
marxismo nadie tiene derecho a censurar.
A lo que sí tienen derecho todos y cada uno de sus activistas es a criticar, es decir, a contrastar
ideas.
Pero, como se ha
visto, Lastra ha optado por la censura y
no por la crítica, y esto es sumamente expresivo: demuestra, de la manera
más cruda, su mentalidad autoritaria, su actitud prepotente, su método criollo.
La realización de
algunas reuniones donde se hicieron ciertas correcciones al diseño del libro,
la impresión de un machote, el diseño de la carátula, etcétera, no alcanza para
encubrir el autoritarismo de Lastra.
Así pues, en pleno
siglo XXI y en plena lucha por desarrollar el Camino de Mariátegui y llevar la
Reconstitución hasta el fin, Lastra se ha creído con derecho a reprobación,
mostrándose de esta forma como un Vulgar
Mandamás, como un Censor
Inquisitorial, como un Aprendiz de
Torquemada.
Pero con eso no ha
hecho más que probar que SUS ASPIRACIONES AUTORITARIAS SON DIRECTAMENTE PROPORCIONALES A SU INSOLVENCIA
TEÓRICA.
Si en la polémica
con el conservador Luis Alberto Sánchez, José Carlos Mariátegui se reafirmó en
el principio según el cual únicamente cabe “denunciar y controvertir las ideas
discrepantes peligrosas”, en la polémica con el extraño marxismo de Lastra nos
reafirmamos en este mismo principio.
En CREACIÓN HEROICA hemos publicado
artículos que contienen algunas ideas que no compartimos, sencillamente porque
consideramos que el debate de ideas en
el Socialismo Peruano no debe ser sofocado sino más bien incentivado.
Si algo con
significado estratégico puede hacerse para estimular el desarrollo de la teoría
del Socialismo Peruano, es precisamente respetar en todo momento la libertad de
expresión en su seno, pues esta libertad
es, justamente, una de las premisas del desarrollo de dicha teoría.
Pues bien, cualquier
marxista que no tenga una mentalidad de campanario, tiene que comprender que la
libertad de expresión es una cuestión que atañe al entero movimiento y, ya solo
por esto, está ante el deber de tomar una posición definida y resuelta contra
su conculcación.
Por lo tanto cada
quien debe contribuir a desterrar del movimiento el “aquí se hace lo que yo
digo” y el “me importa un comino tu crítica”, vengan estos vicios de la
tendencia que sea y vengan de quien vengan.
Obviamente, para
ello se requiere tener la capacidad de elevarse por encima del estrecho
horizonte de la propia banderilla, porque solo así es posible darle una mirada
de conjunto al Socialismo Peruano y contribuir al saneamiento de sus relaciones
internas.
Y si, como otras
veces y desde hace años, Lastra pretendiese, ahora también, aprovecharse de la
ventaja que le da mi ausencia en el país para manipular a los activistas
retorciendo los hechos y las ideas, tengo la plena seguridad de que solo
cosechará algunas víctimas en el caldo de cultivo del amiguismo y la
conveniencia subalterna.
SIN
LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN, EL MOVIMIENTO MARXISTA NACIONAL E INTERNACIONAL NO
PUEDE EXISTIR. POR ESO SU DEFENSA CONTRA CUALQUIER ATROPELLO ES UNA NECESIDAD
ABSOLUTA.
17.05.2014.
Párrafo
de la Nota de la Contratapa del Libro El
Partido de Masas y de Ideas de José Carlos Mariátegui Censurada Por Jaime
Lastra y Daniel Chumpitaz
“Esta defensa [de la verdad doctrinal de
José Carlos Mariátegui y la verdad doctrinal y organizativa del Partido
Socialista del Perú]
constituye
una contribución a la lucha por la Reconstitución del Partido de Mariátegui.
Pero Eduardo Ibarra no se ha limitado a ella, sino que ha enriquecido la
concepción de José Carlos Mariátegui del partido de masas y de ideas con las
siguientes consideraciones: 1º, el partido de masas es una de las formas que
puede asumir el partido de clase; 2º, la forma del Partido –de masas o de cuadros– está
determinada por las condiciones objetivas de operatividad; 3º, el Partido es de
ideas por su adhesión al marxismo leninismo y por disponer de una teoría de la
propia revolución y del proceso de la revolución mundial; 4º, el concepto de
partido de masas y de ideas tiene un valor universal”.
Fragmento
del Artículo El Desbarre del Creídismo
Eduardo
Ibarra
Y si el despropósito de García pretende
basarse específicamente en el hecho de que sus artículos aparecieron en la
revista Crítica sin su nombre,
entonces me obliga a explicar algo a lo que por razones obvias hubiera
preferido no referirme. Como es de conocimiento general, mi presencia en este
país, vecino del nuestro, no obedece a un cómodo autoexilio, sino a un exilio
forzoso, obligado por circunstancias conocidas por muchísimos camaradas, y las
condiciones de este exilio han sido siempre especialmente difíciles: vigilancia
más o menos constante, hasta el punto que los movimientos cotidianos de los
refugiados son intermitentemente filmados y fotografiados. En el año 1995, una
nuera boliviana fue detenida durante diez días en la Dincote acusada de
terrorista y de ser agente del suscrito en “un nuevo plan terrorista” (hecho
ampliamente informado por la prensa peruana y la prensa boliviana), y,
paralelamente, mi hijo José Carlos fue retenido en la embajada peruana en este
país bajo la amenaza de ser devuelto a su país de origen si no se canjeaba con
su compañera presa en Lima. En esa oportunidad, José Carlos pudo ver que, en
dicha representación diplomática, cada
refugiado peruano tenía un file con datos suyos, de cada uno de los miembros de
su familia y aún de sus amistades: domicilios, lugares de trabajo o centros de
estudio, movimientos cotidianos e incluso fotografías de las personas aludidas*. Desde entonces el suscrito y su
familia han sido especialmente vigilados y acosados, como cuando mi compañera
fue detenida y sometida a un largo interrogatorio netamente político. Etcétera,
etcétera. En estas condiciones nada fáciles, cualquier labor de propaganda
tenía que realizarse con la máxima reserva y tomando las medidas que exigía el
caso. Como es evidente, la revista Crítica
estaba dirigida a un amplio sector social, y no hubiéramos obrado bien si
incluíamos los nombres de los autores. Entonces para el primer número se acordó
no utilizar ningún nombre y para el segundo se acordó utilizar un comité de
redacción ficticio, y en los dos casos, frente a cualquier problema, se acordó,
por iniciativa del suscrito, que el mismo asumiría solo toda la
responsabilidad. Compañeros peruanos y bolivianos de diversas tendencias son
testigos de estos hechos.
*Negritas agregadas.
16.12.07.
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