Garcilaso
Frente al Colonialismo Hispánico*
(Primera Parte)
Emilio
Choy
A pesar de que todo un Congreso
de Historia del Perú Colonial se realizó
en homenaje a Pedro de
Peralta y Barnuevo, en realidad la figura
más discutida fue la de Garcilaso de la Vega. Se le criticó ser demasiado
hispanista y defensor del padre
Valverde, porque trató de excusarlo de toda culpa en la horrorosa matanza llevada a
cabo por las huestes católicas, contra la inmensa masa
humana que rodeaba a Atahualpa.
El ataque del Dr. Juan
José Vega, evidentemente ardoroso huamán-pomista, no carece de cierto fundamento.
Constata que en algunos
párrafos de su obra, Garcilaso defiende al cura que se presenta como
el provocador número uno en la matanza
nás horrorosa de peruanos que se conoce.
Defender a tal individuo
en nuestra historia, aparentemente, no podía ser obra de un escritor
identificado con el Perú, sino con la hispanidad.
En el Congreso se armó una polémica que
luego se trasladó al terreno periodístico,
porque, parece que el general de la Barra calificó a nuestro joven historiador,
de salvaje (1), por haber atacado a Garcilaso. Creemos que por más
cariño y respeto que se tenga por el autor de los Comentarios Reales, nada nos
autoriza para calificar a sus críticos como salvajes. En las opinions del Dr.
Vega no hubo mala intención, tal vez alguna precipitación. Es curioso recorder
que críticas provenientes de un feroz hispanista como Levillier, de esencia
eminentemente oscurantista no fueron calificadas de pre-bárbaras, sin embargo
se calificó de salvaje a una crítica que, aunque errónea, encierra una
intención nacionalista.
Tampoco es correcto
tratar de postergar a Garcilaso por Huamán Poma. Ellos son dos colosos, y por
coincidencia utipistas, que hicieron obra en que el ejemplo del pasado les
sirve para tratar de mejorar el presente y mejorar el porvenir. Proyectaron la
historia hacia adelante frente a una historia encadenada, la tolewdana, que
pretendía justificar el sistema colonial y las innovaciones, que perjudicando
al indio, estaba llevando a cabo en el Perú.
Confieso que al
iniciar los studios sobre la historia del Perú he sidoi uno de los que admiraba
a Garcilaso con cierto desdén, por inexactitudes en cuanto a la forma como
presentaba lo preincaico, pero estudiando a la luz de la dialéctica su obra con
relación a las Corrientes ideológicas más progresistas del Viejo Mundo,
observando su manera de oscurecer algunos hechos para destacar otros,
considceré una obligación estudiar toda su obra teniendo en cuenta las
contradicciones. No olvidemos que Garcilaso tuvo que recurrir a lo que Américo
Castro ha denominado el intelecto enmascarado para poder publicar y hacer
circular su obra. No olvidemos que para Garcilaso era imperioso que circularan
sus Comentarios. Nada ganaba con
tener una obra guardada con el riesgo que se perdiera, o, de ser publicada,
fuera secuestrada por el Santo Oficio con algún pretexto, como había sucedido
con su traducción de los Diálogos de amor,
esas “lindezas” que había erscrito el filósofo neoplatónico León Hebreo.
Recordemos que
Garcilaso era maestro defendiendo una opinión del enemigo, para tratar de
destruirlo luego, era la única manera de confundir con su dialéctica al
adversario y poder deslizar lo que quería decir. Veamos su crítica al Santo
Oficio:
“León Hebreo, que
anda traducido en todas las lenguas hasta en lenguaje peruano (para que se vea
a donde llega la curiosidad y estudiosidad de los nuestros) y en latín corre
por el orbe latino, con excepción y concepto de lois sabios y letrados que lo
precian y estiman, por la alteza de su estilo y delicadeza de su material. Por
lo cual, con justo acuerdo la santa y general inquisición de estos reinos, en
este último expurgatorio de libros prohibidos, no vedándola em otras lenguas,
lo mandó a recoger en la nuesztra vulgar (casatellano), porque no era para el
vulgo; y pues constra su prohibicvión es
bien se sepa la causa, aunque, después acá, he oído decir que ha habido
réplica sobre ello, y porque estaba dedicado al rey nuestro señor don Felipe
Segundo, que Dios haya en su Gloria”.
Calificaba de justo
acuerdo del Santo Oficio el prohibir esa obra porque la iglesia española se
oponía a que fuera conocida por el pueblo. Además recordemos que había
traducido, Garcilaso, los Diálogos de
amor a dos dos idiomas: el quechua y el castellano, con el deseo que alguna
vez fuera leído por los indios, mestizos, criollos, y españoles. Pero
Garcilaso, previamente, había hecho un destacado elogio al pensdamiento de León
Hebreo y, con ese “gorrito” abrumaba la seca defensa que hacía de la
oscurantista medida que denominaba: “justo acuerdo” inquisitorial.
En su esfuerzo por
traducir la obra de León
Hebreo al quechua, hay algo
más que un alarde de destreza filológica. Se ve que tenia interés —no como los religiosos que
traducían los catecismos
para sujetar las mentes de quechuas, aymaras, etc. — porque consideraba que la filosofía de León
Hebreo seria útil a los peruanos, como lambién
creía que los Comentarios servían a indios, mestizos y
criollos. El dominio de un idioma puede servir de auxilio para dos fines: sujetar a un pueblo o liberarlo.
Si se utiliza un
idioma como medio de comunicación entre las clases sociales e inclusive se les da un alfabeto
con intención de manejar mejor a tos indios,
entonces se está favoreciendo los intereses
de la clase dominante como era costumbre
en el colonialismo, cuyos defensores elogiaron al quechua no como instrumento
liberador, sino como el medio más eficaz para tenerlos sometidos. Al respecto
Acosta dice:
"habiendo podido conseguir
con ley sapientísima los ingas
que lodas las dilatadas provincias de este reino hablasen la propia del Cuzco,
llamadas quichua, de suerte que
en el espacio de tres mil millas y más aún hoy está en uso. ¿Pudieron, pues, dicen,
unos reyes bárbaros, para conservar
la concordia y unión de su reino, dar a tantas y tan grandes naciones la lengua que quisieron, y no podrán los príncipes cristianos,
por causa tan necesaria cual es la religión,
hacer que esa misma lengua se haga tan frecuente que todos la tengan en uso?
Los intereses de la dominación
hispana consideraron que para sus fines de sometimiento, el quechua era mucho
más eficaz que el castellano. De ahí que Acosta defiende su uso en el famoso:
De Procuranda Indorum Salute. El jesuítico manual de administración colonial.
En Garcilaso el quechua tenía otra finalidad: engrandecerlo con la traducción
de una obra del calibre de Diálogos de
amor. El problema no era reconocer las excelencias de un idioma para
someter a los que lo hablan, como hacía el jesuita en su obra ya ciotada, sino
dominar el idioma como lo hacía Garcilaso para enriquecerlo con lo mejor de la
cultura universal y contribuir a liberar a los que se expresaban con el runa
simi (2).
La pregunta que debemos hacemos es: ¿por
qué los cronistas españoles no
vacilan en poner en boca de Valverde, las frases que sirvieron para incitar a
las huestes españolas a la gran matanza de
indios en Cajamarca? ¿por qué nuestro
mestizo, a comienzos del siglo XVII se esforzó, aparentemente, en defenderlo? Su opinión finge exculpar a Valverde de haber incitado al genocidio, pero queda aislada
frente a un par de docenas entre
testimonios y relatos de acuciosos cronistas
como el gran Cieza de León. Cómo explicar esto si la otra de Garcllaao ha sido considerada como una bomba de tiempo por Luis Valcárcel, de la que, nos
parece, sólo estalló el fulminante en
la revolución de Túpac Amaru, pero la
carga aún intacta explosionará en eslos años por la acción de la inmensa
rebelión indígena cuyo fuego hace arder los Andes con llamaradas que sólo una auténtica reforma agraria podrá apagar.
Garcilaso no defendía
la hispanidad de los Habsburgo al
ubicar el rol de Valverde y presentarlo como no incitador; sin dejar de criticar lo
negativo de la conquisla, defendía la obra de los conquistadores, y defender la Conquesta era defender la obra de la burguesía
que la había realzado, frente a
la corona que les había despojado del fruto de los esfuerzos que realizaron para dominar
el imperio de los incas.
Existe una diferencia
entre el conquistador y la corona. El primero logra un imperio, el segundo lo despeja de sus frutos y consolida la situación
del Perú como colonia de España.
El conquistador se esforzaba en mantener el máxima de autonomía frente a la corona, y
ésta procuraba someterlo, domesticarlo, para que esa autonomía no se reforzara
y creciera haciendo derivar la
conquista hacia la inevitable tendencia de los principales conquistadores, o sea tratar de "alzarse con la tierra" lo que equivalía
a convertirse en dueños del Perú, prescindiendo de la dominación de la metrópoli. Garcilaso, en España, no podía alzarse con
la tierra, pero se nota en su
ataque o Bartolomé de los Casas y la crítica a las Nuevas Leyes, su simpatía hacia los
conquistadores y sus descendientes,
sobre todo en la forma como narra el alzamiento de Gonzalo Pizarro contra la
corona y los consejos de Carvajal al caudillo español, para que completara su peruanidad uniéndose a una princesa quechua y
se proclamara monarca. Mucha
fuerza debería tener aún la línea materna para Carvajal, al creer que serviría para
obtener la autoridad necesaria en la masa indígena. Carvajal se nos revela como el primer ideólogo que plantea, con
claridad, la emancipación de los españoles peruanizados del colonialismo de Madrid. A veces no basta la capacidad del
ideólogo, cuando la clase que ha de llevar a cabo un movimiento carece de la madurez necesaria y el enemigo es una fuerza
ascendente capaz de agrupar fuerzas
superiores, cercarlo y vencerlo, como ocurrió con el movimiento de Gonzalo que,
además de la linea vacilante de su jefe, el feudalismo teocrático español
consiguió movilizar contra éste a las fuerzas continentales, en el Perú a los
enemigos de Gonzalo y los caciques indios.
En el siglo XVII
defender la grandeza de los incas, la
capacidad de los
indios y el esfuerzo de los conquistadores, no era defender la hispanidad, aunque debemos recordar
que existen dos Españas, la colonialista y
la que desde las primeras décadas nos envía
hombres con ansias de liberarse de la
Madrastra Patria, porque habían encontrado en el Perú su verdadera madre. Hombres crueles, matadores de
indios sí, pero acaso hombres como
Carvajal y el vasco Orgóñez, el lugarteniente de Almagro, que habían sido incitados
a no respetar los sagrados símbolos
de la cristiandad, en otros países de
Europa. ¿Qué podía esperarse de tal educación religiosa en el pueblo que decían Dios había elegido para
llevar la doctrina cristiana a los indios de América? Al llegar al Nuevo Mundo y enriquecerse, quisieron librarse de la
madrastra; si soñaron y lucharon por
emanciparse de ella, era una actitud
positiva, porque nos revela que fueron los precursores de los libertadores políticos del siglo XIX.
Notas:
[1] Designación
injuriosa que no correspondía a la realidad y que en lugar de mejorar la
situación de su defendido servía para prestigiar al ofendido antigarcilascista.
En su indignación el famoso general ignoraba que no puede ser pre-bárbaro el
más brillante de los jóvenes historiadores que se encuentra empeñado en
demostrar, a través de su historia integral del Perú, y sobre todo en su buen
estudio Manco Inca, el gran rebelde,
que todavía es posible creer en los milagros como factor en el triunfo de la
conquista y en forma específica, decisiva, en la salvación de la ciudad del
Cuzco, lo que impidió su liberaciuón por las huestes de Manco Incas. Nos cita,
con la emoción convincente de fervoroso hitoriador como una “señora desde lo
alto” actuaba como bombereo celestial apagando los incendios que los nativos
provocaban en los edificios del Cuzco, para exterminar a los españoles
sitiados. Complementando tan deslumbradora intervención apareció en el “aire un
caballero con la espada en mano, en un caballo blanco, peleando por los
españoles”. O sea que Santiago Matamoros, el héroe y símbolo de la reconquista
española, cruzaba el Atlántico y en el ombligo de Sud América se convirtió de
Matamoros en Mata Indios. No compren dfemos aún por qué ardoroso y juvewni
escolástico sospechó que Garcilaso era hispanófilo cuando sin darse cuenta
revela pertenecer a este antiguo gremio por la ideología que aflora en su obra.
Lo que no podemos aquilatar lo dejamos a
criterio del lector, ¿quién es más hispanófilo, Garcilaso que tenía que
mencionar milagros para encubrir su racionalismo amenazado por la violencia del
Santo Oficio, o nuestro joven historiador que piensa racionalmente auxiliándose
con la sombra del milagro para explicarnos páginas importantes del período de
la conquista? También afirma en su Manco
Inca, el gran rebelde que su movim iento debe ser considerfado como guerra
de rfeconquista. Esta novedosa tesis, pero rancia en su médula, a la que se
adhiere nuestro joven estrudioso, merece
alguna consideración. Conviene recordar que Manco Inca no era un buen católico,
y sin auxilio de un Santiago Mata Españoles no se concibe rfecxonquista posible
de parte de los indios paganos. Manco no contó con la ayuda de un c lero nativo
capaz de proporcionar una mística unificadora. Por el otro lado, ignora que se
desmereciendo la relión india cuando trata de presentarla como mera
reconquyista si en el fondo se trataba de librar al Perú de su situación colonial.
La Reconquista la hicieron católicos
españoles contra musulmanes espaqñoles. Estos no manejaban la España árabe en
provecho de una metrópoli situada en el exterior, sino como españoles
construyeron y vivieron la grandeza de la España musulmana. El califato de
Córdoba fue un centro independiente de poder económico e investigación
científica que alcanzó quizá el más alto sitial en el mun do de su tiempo.
Lima, a pesar de la floreciente historia que le sirve xde capa, nunca dejó de
ser una capital mediatizada por su fución de mayordomía más o menos obediete de
las metrópolis que le han sucedido.
La
gran rebelión de Manco Inca fue guerra de liberación nacional. En cambio, si la
situamos como reconquista, le estaríamos negando ese elevado
carácter.Negaríamos el objetivco de la invasión hispana y se identificaría la
empresa de Manco con un movimiento destinado a unificar mediante la conquista
de diferentes reinos o naciones, como ocurrió en la reconquista hisdpana, en
que los monarcas bajo la dirección del clero catóilico, consiguieron unificar
la península utilizando el gobierno despótico de Aragón y Castilla como
instrumento para su finalidad hegemónica a costa de la expulsión de judíos y
moros, desvertebrando la economía española. El clereo no consideró que estas
dos castas, como las designa Américo Castro, eran tan españolas como los que
profesaban la religión vencedora. Reconquista y Guerra de Liberación son dos
movimientos diferentes en cuanto a categoría histçorica y opuestos en lo que se
refiere a objetivos sociales.
Es recomendable, al continuar
escribiendo lña nueva historia integral del Perú, que la tesis milagrera en la
supuesta reconquista de Manco Inca, sea presentada en forma menos teológica. Ya
no se acostumbra, ni por historiadores jesuitas, invocar milagros para explicar
victorias sobre los no católicos. El padre Ricardo García Villalobos S. J., en
su Historia de la iglesia católica (T.II,
P.480, Ed. 1958), se encarga de refutar la conocida y piadosa versión que
atribuía a los moros bajas de 282,000 entre muertos y prisioneros, mientras que
los cristianos perdieron entre 20 ó 30 (lo que nos recuerda los comunicados
yanquis durante la guerra de Corea). Pero en la batalla de Navas (16 de julio
de 1212), que estamos mencionando, el historiador vde la Compañía no considera
de buen gusto mencionar la presencia decisivaq de guerreros y otras
intervenciones celestiales com causa del
triunfo de Alfonso VIII, a pesar de que las santas crónicas mencionaban la
supuesta ayuda militar de la virgen y Santiago. En forma mujy sutil desliza la
cita en latín y en nota aparte, sin otorgarle mayores méritos, menciona la
presencia de la Virgen en forma vaga. Como jesuita moderno hace esta concesión
para halagar el gusto de los que siguen añorando tales intervenciones en los
hechos históricos.
[2] “Hay algún os
que opinan, y confieso que yo fui uno de ellos, que sería bueno formar y poner
por maestros a hijos de españoles y de
indios, y que sería éste un gran atajo, porque saben muy biern el idioma por
haberlo hablado desde la infancia. Pero aunque todo esto es verdad, sin embargo
la experiencia, maestra certísima, ha mostrado de sobra que no podemos nosotros
ni debemos descargar toda nuestra solicitud en estos criollos mestizos, y no es
conveniente confiar tan grande empresa a
hombres, si, peritos en la lengua, pero de costumbres poco arregladas por los
resabios que les quedan de haber mamado leche india y haberse criado entre
indios. Grande es la fuerza de4 la primera costumbre, grande la impresión del
primer color […] Es necesario, pues, observar con diligencia los ingenuos de
estos hombres, probar por mucho tiempo sus costumbres para que cada uno borre
la mala reputación de su patria”.
*El presente ensayo fue originalmente
publicado en la revista Tareas del
Pensamiento Peruano, Lima, junio 1965, Año III, Nº8, pp.22-44. (Nota del
Comité de Redacción).
En Memoria de Don
Emilio Choy Ma*
Callao 1915/Callao
1976
Antonio Rengifo
1.
DON EMILIO Y LA
REVISTA CAMPESINO.- Quienes conformamos el grupo que publicó
la revista Campesino nos unía –entre
otros aspectos- el respeto y la admiración por don Emilio. Su muerte fue para nosotros una terrible
sorpresa. Nunca nos imaginamos que fuese
mortal, tal era nuestra admiración.
Hace diez años cuando tuvimos la idea de sacar una revista a mimeógrafo
dedicada al campesinado, se la comunicamos a Don Emilio: quien era un escritor
fecundo y un experimentado cultor de la agonística. Esa idea se plasmó en el primer número de la
revista gracias a su actitud animosa y afirmativa y al otorgamiento de un
préstamo “condicionado” de seis mil soles.
La condición que nos impuso fue la devolución del dinero en el caso que
la revista dejara de aparecer. También
contribuyó como escritor y nos preciamos de haber registrado en las páginas de Campesino su acerada pluma.
2.
SU FORMACIÓN
INTELECTUAL.-Objetivo.- Reafirmar el
pensamiento de Mariátegui fue el objetivo de su vida. En la realización de ese objetivo aprovechó
al máximo su condición de autodidacta y se preservó de la deformación
academicista. (Solamente cursó un par de
años de Secundaria comercial en el antiguo High
school del Callao. Sus estudios se
truncaron al quedar huérfano).
Permanentemente adquiría conocimientos.
Sabía sacarle provecho a las conversaciones con personas comunes y
corrientes al informarse de sus experiencias de trabajo. Hasta el cine –según el mismo decía- le brindaba conocimientos tan solo por
mostrarle una ciudad, un paisaje o un país.
Su formación fue integral. Adquiría conocimientos de las ciencias
histórico/sociales y de las ciencias físico/naturales y estaba informado de sus
desarrollos. Sus conocimientos fueron
enciclopédicos y unitarios. Unitarios
bajo la concepción marxista. Esta
inquietud por abarcar múltiples conocimientos es el signo positivo del formado
por sí mismo; en contraposición a la formación universitaria. Puesto que la universidad da (…) el tono sedante, sitúa el ímpetu dentro de las
normas lógicas, atenúa y por fin tamiza al hombre[1].
Por la época que se iniciaba en el socialismo los libros
de los clásicos del marxismo circulaban en forma restringida o clandestina. 7 Ensayos de interpretación de la realidad
peruana de Mariátegui era una edición prohibida. Los pocos libros que se disponían fueron
asimilados con avidez, como compensación a las limitaciones de aquella
época. Don Emilio bebió en las fuentes
primigenias del marxismo. En
concordancia con su formación, propugnaba el estudio directo de los clásicos y
adentrarse en la realidad nacional[2].
3.
SU MÉTODO DE
TRABAJO.- Don Emilio distribuía su tiempo en forma planificada. Se había habituado a estudiar desde muy
temprano. No era un hombre de hábitos
nocturnos. Sus tareas cotidianas más
importantes las realizaba en las mañanas.
Nos recomendaba que si lo llamábamos por teléfono, lo hiciéramos en la
tarde. Los sábados y domingos visitaba a
sus amigos y asistía al cine. De lunes a
viernes se ocupaba de su trabajo intelectual y de administrar sus
negocios. Su experiencia en el mundo de
los negocios le permitió desarrollar gran habilidad para los cálculos
económicos. Sus estudios evidencian una
estrecha relación con la realidad. Fue
un teórico que se movió con facilidad entre las abstracciones conceptuales y el
manejo de información concreta.
Entre las técnicas de estudio, desechó el empleo de
fichas, tal como lo hicieron los fundadores del socialismo científico. Posiblemente consideraría que de esa manera
se fragmentaba el conocimiento, perdiendo su vivacidad. En cambio, para tomar notas y registrar sus
ideas empleaba cuadernos. Lo mismo que
para hacer resúmenes de libros o artículos. Tenía experiencia en la utilización
de fuentes primarias en los trabajos de historia, también en el manejo de
técnicas para los estudios de arqueología y antropología física.
Utilizaba con amplitud las fuentes de información de las
instituciones norteamericanas y del gobierno peruano. Además, estaba conectado a los canales de
información de los países socialistas.
Para obtener datos y mantenerse informado se le veía en los lugares más
diversos. Asi, durante el gobierno del
general Velasco concurría los días viernes a las exposiciones que se efectuaban
en el Instituto de Estudios e Investigación en Cooperativismo (INDEICOOP) para
enterarse de los proyectos del régimen[3]. Igualmente, se le hubiera encontrado en el
local de la Asociación de ingenieros de minas escuchando un ciclo de charlas.
En una época de rápidos cambios y de abundante producción
de datos, le daba gran importancia a las revistas para captar información de
actualidad. Estuvo suscrito a varias
revistas, especialmente norteamericanas, ya que el imperialismo yanqui concentra
y maneja información a escala mundial.
Por ello, ningún acontecimiento político lo tomaba desprevenido.
Cuando concluía una investigación o cuando estaba por
terminarla, elaboraba una representación gráfica de la misma sobre un gran
pliego de papel, logrando sintetizarla y expresar el movimiento del
proceso. (No provocaba cierta hilaridad
ver a don Emilio con sus preciados rollos de papel bajo el brazo).
Sus trabajos los redactaba en forma cristalina, directa y
exacta. Apeló al uso de alegorías para
caracterizar irónicamente a los encapuchados ideólogos del capitalismo y con
fines didácticos. Nunca se emboscó en
términos ambiguos ni en subterfugios; mostraba su posición tajantemente. Esta forma de expresarse facilitaba la
confrontación ideológica y era, a la vez, una incitación. A Don Emilio le debemos el mérito de haber
incorporado como arma contundente en la lucha ideológica el lenguaje vital y
descarnado del pueblo[4].
Sus investigaciones fueron personales, nunca formó parte
de un equipo de investigadores. Ni nunca
se hizo asalariar para investigar. Se
mantuvo fuera del mercado de trabajo intelectual. Con sus propios recursos hizo avanzar el
pensamiento marxista en el Perú.
Consideraba lo más importante para realizar una investigación: la convicción del objetivo y la
interiorización de los principios metodológicos.
4.
QUE HACIA CON
SUS CONOCIMIENTOS.- Lo avanzado de sus conocimientos científicos de la realidad
nacional y sus convicciones políticas ponían a don Emilio en situación de
exigir la nacionalización de las grandes
empresas extranjeras que explotaban nuestra economía y depredaban
nuestros recursos naturales. Igualmente,
protestaba cuando el Gobierno a través de contratos y concesiones entregaba
parte de nuestro país a la voracidad de empresas extranjeras. Entonces su firma rubricaba los comunicados y
manifiestos dirigidos a las autoridades y a la opinión pública para pedir la
anulación de los contratos y la asunción de nuestros principales recurso por el
Estado.
Don Emilio fue un vigía en permanente estado de alerta
para detectar la penetración ideológica del imperialismo yanqui y sus planes de
sojuzgamiento cultural. Junto con el
eminente lingüista Alfredo Torero han sido los opositores más serios a la
permanencia en el Perú del Instituto Lingüístico de Varano. Así mismo, innumerables veces han puesto al
descubierto a los agentes del imperialismo que bajo el camuflaje de ayuda
técnica, investigaciones sociales, etc., operaban en nuestra patria.
En la época del boom
de las ciencias sociales en América latina, cuando las luminarias de la CEPAL
–y de otras instituciones-fueron promovidas inusitadamente y cuando sus
“teorías” –ahora llamadas dependentistas, circulacionista- fueron hasta
incorporadas como tesis programáticas de partidos pequeño burgueses de
izquierda, Don Emilio con el escalpelo de su crítica llegaba a determinar la
falsedad de sus supuestos. También
criticó severamente la divulgación del marxismo en los medios pequeño
burgueses a través de la labor
catequística de Martha Harnecker. En
Lima, cada vez que una luminaria de la sociología latinoamericana dictaba una
conferencia, el local se colmaba de jóvenes universitarios que consideraban un
privilegio escuchar a los Sumos Pontífices; allí aparecía don Emilio para criticar la concepción, la metodología
y, a veces, hasta los datos. De esta manera, desconcertaba tanto a los
expositores como al público asistente.
Las palabras de Don Emilio, en esos auditorios, resonaban a un
sacrilegio[5].
Don Emilio asistía con la puntualidad y responsabilidad
del militante de la ciencia al Instituto de Estudios Peruanos en donde se
organizaban eventos académicos y se reunía la elite intelectual limeña; con sus
intervenciones, desde el llano, ponía en aprietos a los expositores y
organizadores de dichos eventos. Uno de
los expositores europeos que recuerdo fue el antropólogo marxista Maurice
Godelier. En el Instituto de Estudios
Peruanos trataban a Don Emilio con una actitud de suficiencia y condescendencia
finamente disimulada. Don Emilio con sus críticas fue un paladín solitario en
la lucha por evitar la contaminación de la ciencia; y el confusionismo en la
consecución del objetivo estratégico.
Sus conocimientos y fuentes de consulta los ponía a
disposición de cualquier persona que se lo requería. Con esta actitud, rompía
con el elitismo y el monopolio de la información. Consecuente con esa actitud, invitaba al
chifa tanto a jóvenes estudiantes sanmarquinos y a figuras consagradas
mundialmente como los historiadores Eric Hobsbawm y Pierre Vilar; luego de sus
conferencias en la universidad de San Marcos.
Era con los jóvenes con quien se sentía más a gusto. Pero, ello no era óbice para que se
enfrascara en largas discusiones si algún joven universitario sostuviera
posiciones discrepantes con él; Don Emilio no lo menospreciaba por su calidad
de novicio ni trataba de espulgar sus conocimientos con el fin de
intimidarlo. Además de poner argumentos
en la discusión, revelaba cómo había arribado a las conclusiones que afirmaba. Solamente una vez vimos a Don Emilio apelar
al criterio de autoridad; fue ante la contumacia de un estudiante que tenía
todos los visos de llegar a ser un intelectual de relumbrón.
Su calidad de maestro se revelaba con nitidez en las
conversaciones informales. En ellas se
prodigaba generosamente, transmitiendo sus concepciones, hallazgos y filones
para investigar. Ha sucedido que algunos
intelectuales inescrupulosos han “tomado” ideas de don Emilio para insertarlas
en sus propias publicaciones como si originariamente fueran de ellos. Una notable excepción lo constituye Alfredo
Torero, que como aprecio y reconocimiento al amigo, ha consignado la
información e ideas que le debe a Don Emilio en el primer trabajo de
lingüística peruana: El quechua y la Historia social andina.
5.
DON EMILIO Y
SUS AMIGOS.- Don Emilio fue sencillo y generoso. Poco a poco en el proceso de la amistad, iba
revelando con delicadeza sus conocimientos y uno iba percatándose de sus
inagotables cualidades. En las conversaciones
cotidianas, o cuando recién conocía a una persona, no provocaba tratar temas
trascendentes que él dominaba para lucirse.
Su gran respeto por las personas y su ingente riqueza interior le
permitieron trabar relación con personas de diferentes edades, cultura y
condiciones sociales. Por eso es que
acudíamos donde él cuando teníamos algún conflicto emocional.
La historiografía peruana no
sólo ha recibido aportes directos de Don Emilio, sino también indirectos. Nos atrevemos a afirmar que para el
historiador Pablo Macera ha sido muy provechosa la amistad con Don Emilio. Conocimos a Macera cuando estudiábamos en la
universidad de San Marcos y nos percatamos rápidamente de su personalidad
sensitiva y exuberante; observando, con alegría, su evolución ideológica cuando
dictó el curso de Historia Económica.
Estamos seguros que no ha estado ajeno a esa evolución Don Emilio; quien
se haría presente –como diestro cultivador de la amistad- en los momentos de
mayores conflictos interiores de Macera.
Ello se puede intuir de una hermosa frase que le escuchara a Don Emilio
y que escribiera Macera la recuerda en un artículo que escribiera en homenaje a
don Emilio, luego de su fallecimiento:
Nunca es más
oscura la noche que antes de amanecer[6]
Don Emilio simpatizaba con cualquier persona honrada y con ideales; aunque
no tuviera una posición revolucionaria.
Pero, esa persona no quedaba inmunizada para recibir una severa crítica
si se lo merecía. De John Murra se
refería con simpatía, pero criticó la teoría del intercambio de pisos
ecológicos, arguyendo el desfase histórico y el obviar las contradicciones
sociales.
Con las personas que trababa amistad ejercía una gran
autoridad moral. No solamente por su
disciplina en el estudio o por su rigurosidad de su metodología; sino, sobre
todo, porque se tomaba en cuenta su severa censura al oportunismo e
inconsecuencia: que, algunas veces lo expresa con ironía mordaz. Ese estilo lo usaba especialmente cuando
algún amigo lograba ocupar un puesto de autoridad o cuando incrementaba
notablemente sus bienes patrimoniales y, consecuentemente, mudaba de posición
ideológica. Don Emilio advertía con las
tentadoras becas al extranjero y los apetecibles grant de las fundaciones Ford y Rockefeller y los altos puestos en
el Estado como medios de comprar conciencias y apartarse del camino de la
ciencia.
En estos momentos de crisis generalizada cuanta falta nos hace Don Emilio
para mostrar un derrotero. Con su muerte
no sólo hemos perdido un científico; sino u sabio que pautaba nuestra conducta
moral.
6.
NUESTRO DEBER
PARA CON DON EMILIO.- Fiel a sus convicciones marxistas nunca escribió por
gusto. La lucha fue su elemento y es ahí
donde se revelaban mejor sus facultades.
Siendo también por razones de lucha ideológica que su obra no es
difundida.
En el futuro, conforme las fuerzas sociales que empujan la Historia en
sentido del progreso ganen terreno en nuestra patria, la figura de Don Emilio
se agigantará y su personalidad servirá de ejemplo a la juventud.
Con la muerte de don Emilio sentimos que algo de nosotros
se ha ido. ¡Admitamos que don Emilio ha muerto y redoblemos nuestros esfuerzos
por plasmar sus ideales que son los nuestros!
Antonio Rengifo Balarezo
*Publicado
originalmente en la revista Campesino,
Nº7, Lima, 1977, pp.89-94. El artículo
ha sido gentilmente enviado por el autor. (Nota del Comité de Redacción)
[1] CHURATA, Gamaniel: Elogio de José Carlos Mariátegui.
Amauta, revista nº 32. Lima,
agosto/setiembre de 1930.
[2]
Quisiera manifestar, que para nosotros, que lo estimábamos, nos era difícil -en
ese entonces- comprenderlo plenamente.
Ya que al ingresar a la universidad de San Marcos, estuvimos influidos
por los manuales de la Unión soviética y los novísimos libros europeo,
especialmente franceses, recomendados por algunos profesores que pertenecían a
las filas del partido Social progresista como Jorge Bravo Bresani, economista e
ingeniero de minas..
[3] Por esos años, el
enorme aparato propagandístico oficial restringió en Lima las actividades
culturales independientes. Y una buena
parte de la intelectualidad fue captada por el régimen de las FF.AA. Los
principales animadores del INDEICOOP fueron Jaime Llosa Larraburre, asesor de
SINAMOS y Gerardo Cárdenas, asesor de CENCIRA.
[4] Desde niño aprendió la agilidad mental y los
giros propios del pueblo por haber mataperreado en la mar brava y en los
potreros del Callao.
[5] Hace ya algunos
años, cuando le hablé de don Emilio a un joven amigo; éste me contó que cuando
recién ingresó a la universidad Nacional de Ingeniería asistió a una mesa
redonda en el auditórium de la Facultad de Arquitectura donde exponían –y se
exponían- algunas “vedettes” de las ciencias sociales latinoamericanas; se
sintió perturbado cuando un hombre de pequeña estatura, algo despeinado y con
una ropa modesta había hecho uso de la palabra sin ningún protocolo y con
ademanes enérgicos se había atrevido a contradecir tajantemente a los
“omniscientes” investigadores de organismos internacionales. Por ello creyó que
ese hombre era un loco que por casualidad, en su caminar errático, se había
metido en el auditorio
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