jueves, 1 de mayo de 2025

Internacionales

El Genocidio en la Franja de Gaza Debe Detenerse

Mahmoud Elalwani(*)

EL ATROZ CRIMEN cometido por las fuerzas de ocupación israelíes al bombardear en la ciudad de Gaza el Hospital Bautista, adscrito a la Iglesia Anglicana, y perpetrado el Domingo de Ramos, uno de los días más sagrados para los cristianos, constituye una flagrante violación de todos los valores religiosos y humanos. La destrucción del único hospital cristiano en la Franja de Gaza, que data del siglo XIX, representa un insulto directo a la comunidad cristiana en Palestina y en el mundo, un desprecio por la santidad de las festividades religiosas y un ataque a una institución humanitaria que atiende diariamente a cientos de personas enfermas y heridas. El ataque aéreo israelí contra la unidad de cuidados intensivos, la de emergencia y la farmacia no fue un accidente, sino más bien un crimen que se enmarca en una política deliberada de Israel para destruir todos los aspectos de la vida en la Franja de Gaza. El ejército de ocupación ha destruido intencionadamente 34 hospitales desde el comienzo de la agresión como parte de una política integral de aniquilación. El mundo no puede seguir permaneciendo en silencio ante el bombardeo de un hospital dedicado a salvar vidas con el agravante, si cabe, de hacerlo en un día sagrado, ya que constituye una puñalada en la conciencia de la humanidad que permanecerá indeleble en la memoria de la historia.

Lo que está sucediendo en la Franja de Gaza no es solo una guerra de exterminio, es el resultado de una acción premeditada para eliminar al pueblo palestino de la existencia, desarraigarlo y borrarlo del mapa mediante la limpieza étnica, el genocidio, el hambre y el asedio. La ocupación israelí está practicando una política de tierra arrasada sin tener en cuenta las leyes internacionales ni las cartas humanitarias, utilizando el asedio impuesto a Gaza como herramienta para matar a los ciudadanos, impidiéndoles obtener las necesidades mínimas de vida, imposibilitando la entrada de alimentos, medicinas y agua potable, en un intento de matar la esperanza y quebrar la voluntad de sus habitantes. El objetivo de estos crímenes es imponer al pueblo de Gaza elegir morir por las bombas y de hambre o sufrir un desplazamiento forzado, lo que constituye un crimen y una catástrofe contra la humanidad y una flagrante violación de todas las convenciones internacionales que garantizan los derechos humanos y el derecho de los pueblos a vivir con dignidad.

La política arbitraria, bárbara e ilegal de la ocupación que exige el desplazamiento del pueblo palestino en lo que el gobierno de ocupación denomina “salida voluntaria”, está en completa contradicción con el derecho internacional, porque cualquier forma de salida que tenga lugar bajo el fuego de los bombardeos y de la guerra y bajo políticas que impiden la ayuda humanitaria y que utilizan el hambre como arma, constituye un desplazamiento forzado, un crimen de guerra, una violación de los derechos humanos y una violación del derecho internacional y del derecho internacional humanitario. Nuestro pueblo no solo se enfrenta a una ocupación colonial, también a un verdadero genocidio y a crímenes sistemáticos que buscan desarraigarlo de su tierra y destruir su tejido nacional. Por lo tanto, su resistencia pacífica no solo es legítima, sino que es una necesidad existencial, moral y humanitaria ante un proyecto de asentamiento colonial que ignora la existencia de los palestinos. El pueblo palestino se enfrenta a una alianza en la que los palestinos solo son números que deben borrarse, tierras que deben robarse y derechos que se pueden y se deben enterrar en silencio.

La comunidad internacional, el Consejo de Seguridad en particular, tiene plena responsabilidad por su incapacidad para proteger a los civiles y para detener el genocidio contra el pueblo palestino, así como por no poder permitir la entrada de toda la ayuda humanitaria y de socorro a los residentes de la Franja de Gaza. Las operaciones de socorro y reconstrucción deben comenzar de inmediato. Las iglesias del mundo, sus consejos y las instituciones religiosas y humanitarias deben pedir que se rompa el silencio internacional, que se condenen estos crímenes execrables, que se tomen medidas eficaces para proteger lo que queda de las instituciones humanitarias en la Franja de Gaza y se apoye al pueblo palestino que se enfrenta a una guerra de exterminio.

Es hora de que la comunidad internacional y el Consejo de Seguridad adopten una postura firme contra estas constantes violaciones y provocaciones israelíes y demuestren la seriedad y capacidad de decisión necesarias para aplicar las resoluciones de legitimidad internacional y para restablecer los derechos del pueblo palestino, en primer lugar, su derecho a la autodeterminación y al establecimiento de un Estado libre, independiente y soberano sobre las fronteras del 4 de junio de 1967, con Jerusalén Oriental como su capital.

 

(*) Mahmoud Elalwani es Embajador del Estado de Palestina en Bolivia.



¿La Guerra Mundial Comercial nos Llevará a la Militar?

Mahmoud Elalwani(*)

LA GUERRA COMERCIAL MUNDIAL ya ha comenzado; todo indica que el mundo se encuentra en una encrucijada histórica y sin precedentes que conducirá a una remodelación de los sistemas globales y de la relación del hombre con su entorno, en un intento de trazar un nuevo camino para el futuro.

El año 2025 comenzó con el nombramiento del presidente de Estados Unidos y su anuncio de implementar el lema “Estados Unidos primero”. Dicho lema refleja una tendencia a redefinir las prioridades de la política exterior e interior de Estados Unidos con el objetivo de proteger su economía, mejorar las oportunidades laborales de los estadounidenses y fortalecer la seguridad nacional estadounidense. Está basado en la idea de reducir los compromisos de Estados Unidos con sus aliados tradicionales, así como la reducción de su compromiso con las Naciones Unidas y con otras organizaciones internacionales que formaban parte del sistema global, lo que refleja su preferencia por los intereses nacionales directos frente a los compartidos con otros países, supone romper con las políticas tradicionales (económicas, comerciales y diplomáticas) que Estados Unidos adoptó durante las décadas anteriores y que hizo que al mismo tiempo hubiera una relativa estabilidad global.

La decisión de Trump de imponer aranceles a más de 180 países, incluidos sus aliados históricos, ha desconcertado al mundo entero durante las últimas semanas, siendo China el país que soporta la mayor subida de aranceles. Dichos aranceles se consideran los mayores de la historia y amenazan la estabilidad mundial, pudiendo conducir a una recesión económica mundial sin precedentes. El conflicto comercial entre Estados Unidos y China podría conducir a una separación económica entre ambos países, lo que desmantelaría las cadenas de suministro globales. Esto no sólo afectaría a ambos países, sino también al resto del mundo, incluidos países en los que Estados Unidos considera como alternativa para convertir sus cadenas de suministro.

Hoy nos encontramos en el umbral de la construcción de una nueva red de alianzas. Está claro que Estados Unidos ha considerado necesario formar una alianza o intentar controlar los países de Eurasia porque cabe la posibilidad de que haya llegado a la convicción de que esta medida es más importante para su seguridad futura que centrarse en Europa, porque ésta, debido a la guerra de Ucrania, está experimentando crisis internas, una crisis de deuda en algunos de sus países, un declive de su economía, el aumento de los precios de la energía y las diferencias políticas entre sus miembros y, por lo tanto, un declive de su papel geoestratégico en el escenario mundial. A pesar de todo esto, Europa todavía puede desempeñar un papel importante en el comercio mundial y está tratando de fortalecer su poder militar. Eurasia contiene la mayor parte de los recursos del mundo (produce aproximadamente el 60% de la producción mundial total), tiene el 70% de la población de la Tierra y cinco de sus países poseen armas nucleares capaces de crear un equilibrio militar que podría debilitar la hegemonía estadounidense. Una cuestión de este tipo requiere fortalecer el poder económico y tecnológico estadounidense en la región euroasiática y debilitar el poder económico chino que compite fuertemente con la economía estadounidense. El conflicto traerá de vuelta la Guerra Fría, y ello tendrá implicaciones para el liderazgo global en tecnología futura. Además, China ha vinculado directamente el sistema de liquidación transfronteriza con 10 Estados miembros de la ASEAN y algunos países del Medio Oriente al yuan digital, sin utilizar el sistema SWIFT que está dominado por el dólar, tratando de redefinir las reglas de implementación para la era de la moneda digital y adelantándose a Estados Unidos.

Al observar las declaraciones emitidas por los líderes mundiales últimamente, especialmente las estadounidenses y chinas, concluimos que ninguna de las partes está dispuesta a perder esta guerra. Si Estados Unidos no logra sus objetivos, perderá su capacidad de dominar la economía global y se fortalecerá la posición de China como el mayor productor del mundo; consecuentemente, aumentará la demanda del yuan como moneda para el comercio global y se incrementará la capacidad de China para fortalecer su presencia en Asia Central, Asia Oriental, África y América Latina, e incluso podría alcanzar una cooperación más fuerte con Europa. También convertirá a China en un país cualificado para liderar el grupo BRICS, expandir la Ruta de la Seda y mejorar la demanda de tecnología china (menos costosa que la estadounidense). Esto conducirá al colapso de la imagen de Estados Unidos como potencia reguladora global y a la desintegración del bloque occidental, algo que un país como Estados Unidos no puede aceptar para preservar su seguridad nacional y su posición global dominante. En ese caso, es posible que recurra al uso de la fuerza militar, desencadenándose así una tercera guerra militar mundial.

Sin embargo, si China pierde la guerra comercial con Estados Unidos, será un duro golpe económico y estratégico con importantes repercusiones a nivel interno e internacional. Entre ellas se incluyen una disminución del crecimiento económico chino, una desaceleración del desarrollo tecnológico, la salida de empresas internacionales del país, la interrupción de las cadenas de suministro globales, un aumento de los precios de los productos en los mercados globales, una pérdida de confianza en China como potencia en ascenso y, por ende, una pérdida de socios y una disminución de su capacidad para influir en la geopolítica global a favor de Estados Unidos a nivel mundial y a favor de la India en el sur y este de Asia. En el plano interno, el declive económico de China provocará una escalada de las tensiones sociales, lo que repercutirá en la estabilidad nacional y conducirá a un retorno al aislamiento político. China también podría verse obligada a exportar la crisis librando una guerra contra Taiwán, iniciando así una tercera guerra mundial.

La amenaza del estallido de una tercera guerra mundial hará de 2025 un año decisivo para el futuro de la humanidad. Sin embargo, esperemos que se recurra al diálogo y a la negociación en todas sus formas y que se active el papel de la Organización Mundial del Comercio para asegurar la justicia comercial, para regular el sector tecnológico de una manera justa y acordada por todas las partes, aunque sea a través de una tregua temporal hasta que se alcance una solución radical y para evitar al mundo crisis que podrían devastar su futuro.

 

(*)Mahmoud Elalwani es Embajador del Estado de Palestina en Bolivia.


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