Stalin y la Lucha por la Reforma Democrática
(Tercera Parte)
Grover
Furr
Capítulo 2
La lucha contra la burocracia
El liderazgo estalinista también estaba preocupado por el papel del Partido en este nuevo estadio del socialismo. El mismo Stalin planteó la lucha contra el "burocratismo" con gran fuerza desde una fecha tan temprana como su Informe al 17ª Congreso del Partido en Enero de 1934. Stalin, Molótov y otros denominaron al nuevo sistema electoral un "arma contra la burocratización".
Los líderes del Partido controlaban el gobierno, tanto decidiendo quien entraba en los Soviets como ejerciendo diversas formas de fiscalización o revisión sobre lo que los ministerios hacían. Dirigiéndose al 7º Congreso de los Soviets el 6 febrero de 1935, Molotov dijo que las elecciones secretas "golpearán con gran fuerza a los elementos burocráticos y les propinarán un útil shock". El informe de Yenukidze no recomendaba, ni indicaba, elecciones secretas ni la ampliación de los derechos civiles. (Stalin, Informe al 17º Congreso del P.C.).
Los ministros y sus gabinetes tenían que saber sobre los asuntos de los que se encargaban, si querían ser eficaces en la producción. Esto significaba educación, y también conocimientos técnicos en su campo. Pero los líderes del Partido a menudo hicieron sus carreras solamente mediante una ascensión por los escalones del Partido. No se necesitaba ningún conocimiento técnico para esta clase de ascenso. Más bien se requerían criterios políticos. Estos funcionarios del Partido ejercieron el control, pero les faltaban los conocimientos prácticos que en teoría les hubieran facilitado una buena supervisión. (Stalin-Howard Entrevista, Zhukov, Inoy, 305; Zhukov, "Represii" 6).
Esto es, en apariencia, lo que la dirección de Stalin entendía por "burocratismo". A pesar de contemplarlo como algo peligroso -en lo que coincidían con toda la corriente marxista- no lo consideraban inevitable. Más bien pensaron que podría ser derrotado modificando el papel del Partido en una sociedad socialista.
El concepto de democracia que Stalin y sus seguidores en la dirección del Partido deseaban aplicar en la Unión Soviética incluía un cambio cualitativo en el papel del Partido bolchevique en el seno de la sociedad.
Aquellos documentos que fueron puestos a disposición de los investigadores nos permiten comprender que ya hacia el fin de la década de los 30 se llevaron a cabo algunos intentos de separación entre el Partido y el Estado, y de poner límites de una forma sustancial al papel del Partido en la vida del país. (Zhukov, Tayny 8)
Stalin y los suyos continuaron la lucha contra la oposición de otros elementos en el Partido bolchevique, resueltamente, pero con cada vez menos posibilidades de victoria, hasta la muerte de Stalin en 1953. La decisión de Lavrentii Beria de continuar esta lucha parece ser la auténtica causa de su muerte a manos de Khruschev y otros, bien en forma judicial, mediante un proceso basado en acusaciones inventadas en Diciembre de 1953, o bien -como muchas pruebas sugieren- mediante el simple asesinato, en Junio de ese mismo año.
El Artículo 3 de la Constitución de 1936 manifiesta: "En la URSS todo el poder pertenece a los trabajadores de la ciudad y del campo, representado por los Soviets de Diputados Obreros". El Partido Comunista se menciona en el Artículo 126 como " la vanguardia de la clase obrera en la lucha por reforzar y desarrollar el sistema socialista, y es el núcleo dirigente de todas las organizaciones de trabajadores, tanto estatales como públicas". En otras palabras, el Partido dirigía 'organizaciones', pero no los órganos legislativos o ejecutivos del Estado. (Constitución de 1936; Zhukov, Tayny 29-30).
Parece ser que Stalin creyó que una vez apartado el Partido del control directo sobre la sociedad, su papel debiera quedar limitado a la agitación y a la propaganda, y a la participación en la selección de cuadros. ¿Qué hubiera significado esto? Tal lo vez algo como lo siguiente.
- El Partido regresaría a su función esencial de ganar a la gente para los ideales del comunismo.
- Esto significaría el fin de las sinecuras y de los chollos, y la vuelta al estilo de trabajo duro y dedicación desprendida que caracterizó a los bolcheviques durante el zarismo, la Revolución y la Guerra Civil, el período de la NEP y el durísimo período de los planes de industrialización y colectivización. Durante estos períodos la militancia en el Partido, para la mayoría, significó trabajo duro y sacrificios, a menudo entre gente ajena al Partido, mucha de la cual era hostil a los bolcheviques. Era tarea necesaria para obtener una base real entre las masas. (Zhukov, KP Nov. 13 02; Mukhin, Ubiytvo).
Stalin insistía en que los comunistas tenían que ser gente acostumbrada al trabajo duro, culta, capaz de hacer una contribución positiva a la producción y a la creación de la sociedad comunista. Así mismo Stalin fue un infatigable estudioso. (*11).
Resumiendo, las pruebas indican que Stalin consideraba al nuevo sistema electoral apropiado para cumplir los siguientes objetivos:
- Asegurar que la dirección de la producción y en general de la sociedad soviética estuviera en manos de gente técnicamente preparada;
- Detener la degeneración del Partido bolchevique, y hacer regresar a los militantes del Partido, especialmente a sus líderes, a sus funciones primarias: protagonizar el liderazgo en lo político y en lo moral, mediante el ejemplo y la persuasión al resto de la sociedad;
- Reforzar el trabajo del Partido entre las masas;
- Ganar el apoyo de los ciudadanos para el gobierno;
- Crear las bases para una sociedad sin clases y comunista.
La derrota de Stalin
A lo largo de 1935, bajo el mandato de Andrei Vyshinski, Fiscal Jefe de la URSS, muchos ciudadanos que se habían exiliado, habían sido encarcelados y -lo más importante para nuestro propósito- privados del derecho de voto, volvieron a recuperar sus derechos. Centenares de miles de antiguos kulaks, granjeros ricos que eran la diana de la colectivización, y aquellos que habían sido encarcelados o se habían exiliado por oponerse a la colectivización de una u otra forma, fueron liberados. Vyshinski criticó duramente a la NKVD (Comisariado Popular para Asuntos Internos), incluyendo la seguridad interior, por "la cantidad de toscos errores y equivocaciones" en la deportación de casi 12.000 personas de Leningrado tras el asesinato de Kirov en Diciembre de 1934. Declaró que en adelante el NKVD no podría detener a nadie sin la previa autorización del fiscal. La población con derecho a voto aumentó en centenares de miles de personas que tenían motivos para pensar que el Estado y el Partido les había tratado injustamente (Thurston 6-9; Zhukov, KP Nov 14. 19 02 Zhukov, Inoy 187; Zhukov, "Represii" 7)
Originalmente, la intención de Stalin para la nueva Constitución no incluía elecciones con participación de todas las fuerzas políticas. Lo declaró en su entrevista con Roy Howard el 1 de Marzo de 1936. En el Pleno del Comité Central de Junio de 1937, Yakovlev -uno de los miembros del C.C. que, junto con Stalin, más había trabajado en el borrador de la nueva Constitución (Zhukov, Inoy 223)- dijo que la sugerencia de elecciones abiertas fue hecha por el mismo Stalin. Esta sugerencia parece haber encontrado una amplia, si bien no expresa, oposición por parte de los líderes regionales del Partido, los Primeros Secretarios, o la "partidocracia", como Zhukov los llama. Tras la entrevista con Howard no existió ni siquiera un apoyo nominal para la declaración de Stalin sobre elecciones abiertas en los principales periódicos, la mayoría de los cuales bajo el control directo del Politburó. Pravda publicó sólo un artículo, el 10 de Marzo, y no mencionó el tema de las elecciones.
De lo anterior deduce Zhukov:
Esto sólo podía significar una cosa. No solamente el "amplio liderazgo" (los Primeros Secretarios regionales) sino por lo menos una parte del aparato del Comité Central, la Agitprop bajo Stetskii y Tal, no aceptaron las innovaciones de Stalin, y no quisieron aprobar, ni siquiera de una manera puramente nominal, las elecciones, un peligro para muchos que, como se deducía de aquellas palabras de Stalin que Pravda subrayó, amenazaba la posición y el poder de los Primeros Secretarios, los Comités Centrales de los partidos comunistas de las nacionalidades, y los comités regionales, de ciudad, de óblast, y de áreas. (Inoy 211)
Los Secretarios del Partido mantenían los cargos, de los cuales no hubieran podido ser despojados por derrotas en cualesquiera elecciones en las que participasen. Pero el inmenso poder local del que disfrutaban procedía principalmente del control del Partido sobre cada uno de los aspectos del aparato económico y del aparato estatal: koljoses, fábricas, educación, ejército. El nuevo sistema electoral hubiera privado a estos Primeros Secretarios de sus posiciones automáticas como delegados en los Soviets, y de su posibilidad de elegir a su vez a otros delegados. Su derrota o la de "sus" candidatos (los candidatos del Partido) en las elecciones a los soviets serían, efectivamente, un referéndum sobre su labor. Un Secretario cuyos candidatos fuesen derrotados en las elecciones por candidatos no pertenecientes al Partido sería evidenciado como alguien con débiles lazos con las masas. Durante las campañas, los candidatos opositores iban a hacer con toda seguridad temas centrales de cualquier corrupción, autoritarismo o incompetencia que observaran entre los cargos del Partido. Los candidatos derrotados demostrarían tener serias debilidades como comunistas, y esto les llevaría probablemente a ser reemplazados. (Zhukov KP Nov. 13 02; Inoy 226; cf. Getty, "Excesses" 122-3)
Los líderes veteranos del Partido eran usualmente militantes con muchos años a sus espaldas, veteranos de los peligrosos días del zarismo, de la Revolución, de la Guerra Civil y de la colectivización, cuando ser comunista estaba cargado de peligros y dificultades. Muchos tenían una escasa educación académica. En contraste con Stalin, Kirov o Beria, parece que la mayoría de ellos no tenían muchas ganas o les era imposible el "rehacerse a si mismos" a través de la autoeducación. (Mukhin, Ubiystvo 37; Dimitrov 33-4; Stalin, Zastol'nye 235-6).
Todos aquellos hombres eran desde antiguo los apoyos de las políticas de Stalin. Habían llevado a cabo la dura colectivización del campesinado, durante la cual centenares de miles habían sido deportados. Durante los años 1932 y 1933 mucha gente, tal vez tres millones de personas, murieron por una hambruna que no fue responsabilidad de nadie, pero que hizo más severa para el campesinado la expropiación y la colectivización de cereal, a fin de alimentar a las ciudades, o murieron en las rebeliones armadas campesinas (que también causaron muchas víctimas entre los bolcheviques). Estos líderes del Partido habían estado al frente de la industrialización acelerada, también bajo unas duras condiciones de vivienda, insuficiente alimentación y falta de cuidados médicos, una paga escasa y pocas cosas para comprar con ese dinero. (Tauger; Anderson & Silver; Zhukov, KP Nov. 13 02).
Ahora, llegaban unas elecciones, en las cuales aquellos privados del derecho a voto por haberse posicionado en el lado equivocado de las políticas soviéticas volvían a disponer de ese derecho. Es probable que muchos temieran que esa gente votara contra sus candidatos, o contra cualquier candidato bolchevique. En ese caso, iban a ser degradados, o algo peor. Iban a conseguir algún puesto en el Partido, o -peor aún- algún trabajo. La nueva Constitución "de Stalin" garantizaba a cada soviético el derecho a un trabajo, con atención médica, pensiones, educación, etc. Pero estos hombres (prácticamente, todos eran hombres) estaban acostumbrados al poder y a los privilegios, todo ello amenazado por una derrota de sus candidatos en las elecciones. (Zhukov, KP Nov. 13 02; 1936 Const., Ch. X; cf. Getty, "Excesses" 125, sobre la importancia del sentimiento religioso en el país).
Stalin. Historia y Crítica de una Leyenda Negra
(15)
Domenico
Losurdo
Infiltración,
desinformación y llamados a la insurrección
Las
«reglas de conspiración» teorizadas por Trotsky, ¿comportan sólo la ocultación
de la identidad política propia, o pueden incluir la utilización de denuncias
falsas, sembrando la confusión y el caos en el campo enemigo y haciendo todavía
más difícil la identificación de la red clandestina que lucha por el
derrocamiento del régimen estalinista? En otras palabras, las «reglas
conspirativas» ¿traen consigo sólo la protección rigurosa de las informaciones
reservadas o también la vía libre a las desinformaciones? Quien alberga
sospechas en esta dirección no es solamente la periodista americana Anne Louise
Strong, favorable al gobierno225. Es el mismo Informe secreto el que
habla de denuncias falaces y de «provocaciones» realizadas tanto por
«auténticos trotskistas», que se tomaban así su «venganza», como por
«arribistas sin conciencia» proclives a abrirse camino también a través de los medios
más despreciables. Resulta significativo un episodio que se produce en el
momento del anuncio del asesinato de Kírov. Los sentimientos predominantes
—recuerda Andrew Smith, que trabajaba en aquel momento en la fábrica
Elektrozavod de Kuznecov— son el shock y la angustia por el futuro; pero no
falta quien expresa lamentación por el hecho de que el asesinado no haya sido
Stalin. Se desarrolla después una asamblea, durante la cual los obreros son
invitados a denunciar a los enemigos o posibles enemigos del poder soviético.
Smith recordaba sorprendido cómo, en
el transcurso del debate, el grupo de disidentes con el que él mismo estaba en
contacto, se hubiese mostrado el más activo a la hora de atacar a opositores y
desviacionistas y pedir contra ellos las medidas más severas226.
Es
sintomático también un episodio que se produce fuera de la URSS pero que puede
servir para comprender lo que ocurre dentro de este país. Cuando el general
Alexandr M. Orlov, ya en ese momento colaborador de primer nivel de la NKVD y
en 1938 huido a los EEUU, es acusado por el periodista Louis Fischer de haber
participado en tiempos de la guerra civil española en la liquidación de cuadros
comunistas antiestalinistas, él responde con la falsa afirmación de que su
acusador era en realidad un espía al servicio de Moscú.227
En
la Unión Soviética de los años treinta hemos visto a la oposición infiltrarse
en los más altos niveles del aparato de represión: ¡sería bastante extraño si,
después de haber alcanzado este resultado, se hubiese limitado a ejecutar las
órdenes de Stalin! La desinformación, que conlleva la doble ventaja de poner en
dificultades la máquina de represión y de desembarazarse precisamente gracias a
ella de cualquier enemigo especialmente detestado, es parte integrante de la
guerra: y de eso se trata, a juzgar al menos por una intervención en julio de
1933 de Trotsky, que considera «ya en curso» la guerra civil
contrarrevolucionaria desencadenada por la «burocracia estaliniana» y
desembocada en la «infame aniquilación de los bolcheviques-leninistas». Es
necesario entonces tomar consciencia de la nueva situación. Deja de tener
sentido «el lema de la reforma del PCUS». Se impone una lucha frontal: el
partido y la Internacional dirigidos por Stalin y ya agotados «pueden aportar
ya sólo desdichas y nada más que desdichas» al «proletariado mundial»; en el
bando opuesto los auténticos revolucionarios no pueden desde luego inspirarse
en la práctica de los «pacifistas pequeño-burgueses»228. No hay
dudas: Sólo con la violencia puede verse obligada la burocracia a devolver el
poder la vanguardia proletaria»229. El ascenso al poder de Hitler no
significa para Trotsky que sea necesaria la unidad con el fin de enfrentarse al
enorme peligro que acecha desde Alemania, sino más bien que no podían detenerse
a mitad de camino en la lucha contra un poder, el estaliniano, que ha llevado a
la derrota al proletariado alemán e internacional.
Como
puede verse, es el mismo líder de la oposición el que habla de «guerra civil»
en el ámbito del partido que había dirigido tanto la Revolución de octubre como
la Rusia soviética de los primeros años. Estamos en presencia de una categoría
que constituye el hilo conductor de la investigación de un historiador ruso de
segura y declarada adscripción trotskista, autor de una obra monumental en
varios volúmenes, dedicada precisamente a la reconstrucción detallada de esta
guerra civil. Se habla, a propósito de la Rusia soviética, de «guerra civil
preventiva» desencadenada por Stalin contra aquellos que se organizan para
derrocarlo. También fuera de la URSS, esta guerra civil se manifiesta y a ratos
se intensifica dentro del frente que combate contra Franco; de hecho, en
referencia a la España de 1936-1939, se habla no de una, sino de «dos guerras
civiles». Con gran honestidad intelectual y dando muestra del nuevo y rico
material documental disponible gracias a la apertura de los archivos rusos, el
autor aquí citado llega a la siguiente conclusión: «Los procesos de Moscú no
fueron un crimen sin motivo y a sangre fría, sino más bien la reacción de
Stalin durante una aguda lucha política».
Polemizando
contra Alexander Soljenitsyn, que describe a las víctimas de las purgas como un
grupo de «conejos», el historiador trotskista ruso cita una octavilla que en
los años treinta llamaba a barrer del Kremlin «al dictador fascista y su
claque». Después comenta: «Incluso desde el punto de vista de la legislación
rusa hoy en vigor, esta octavilla debe ser juzgada como una llamada al
derrocamiento violento del poder más exactamente de la cúpula dirigente»230.
En conclusión, lejos de ser expresión de «un acceso de violencia irracional e
insensata», el sanguinario terror desencadenado por Stalin es en realidad el
único modo con el que consigue doblegar la «resistencia de las auténticas
fuerzas comunistas». El blanco es «el partido de los fusilados», definido así
«en analogía con la expresión utilizada para designar al partido comunista
francés, la principal fuerza de la resistencia antifascista y diana principal
del terror hitleriano»231. Stalin es así comparado con Hitler; debe
advertirse el hecho de que comunistas y partisanos franceses no se limitaban a
oponerse a este último mediante una resistencia pasiva o no-violenta.
___________
(225) Strong
2004), cap. V.
(226) Flores
1990), pp. 215-6
(227)
Chlevnjuk 1998), p. 28.
(228) Trotsky
1997-2001), vol. 3, pp. 421-5.
(229) Trotsky
1988), p. 490; cursivas en el original.
(230) Rogowin
1999), pp. 288-9.
(231) Ibid,
pp. 11-2.
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