viernes, 2 de febrero de 2024

Literatura

Rompiendo una Lanza por Mariano Melgar

Julio Carmona

DESDE LA PRIMERA VEZ que, en una antología poética, leí el soneto de Mariano Melgar (Arequipa, 1790-1815) que, más adelante, voy a transcribir y a comentar o interpretar, quedé convencido de que no solo era un excelente versificador (y eximio hacedor de sonetos) sino que era un poeta a toda prueba. Lo cual no quitaba que sintiera una cierta decepción debida al tema tratado en el poema aludido: «La mujer». La primera impresión que tuve fue: que era un dechado de misoginia, es decir, un soterrado «odio a la mujer», a partir —pensé— de alguna decepción amorosa muy fuerte. Pero, siempre que pude, retorné a su lectura y, con cada una de las que realicé, en sucesivos años, fui modificando esa primera impresión. Hasta que, por fin, he decidido escribir algo que la contradice. Y que, después de transcribir el poema en sí, expondré, detenidamente.

La mujer (soneto)

 

No nació la mujer para querida,

por esquiva, por falsa y por mudable;

y porque es bella, débil, miserable,

no nació para ser aborrecida.

 

   5   No nació para verse sometida,

porque tiene carácter indomable,

y, pues, prudencia en ella nunca es dable,

no nació para ser obedecida.

 

Porque es flaca no puede ser soltera,

  10   porque es infiel no puede ser casada,

por mudable no es fácil que bien quiera,

 

si no es, pues, para amar o ser amada,

sola o casada, súbdita o primera,

la mujer no ha nacido para nada.

 

En el penúltimo verso (número 13): «sola o casada, súbdita o primera,» se sintetiza la situación de la mujer, planteada en los versos sucesivos previos, desde el primero: «No nació la mujer para querida», hasta el treceavo, ya citado: «sola o casada, súbdita o primera».

Me explico: en los dos primeros se expone la condición de ser o estar sola, es decir, que ‘no puede ser querida’, y, en consecuencia, siempre va a estar sola: «por esquiva, por falsa y por mudable»; y en los dos siguientes se plantea el extremo contradictorio: ‘no puede ser aborrecida’ «porque es bella, débil, miserable» y, por ello, no puede quedarse sola.

Obsérvese bien, que nuestro poeta [«el primer momento peruano de nuestra literatura» lo llama José Carlos Mariátegui], está manejando la construcción de su soneto, planteando contradicciones: el método que maneja proposiciones opuestas extremas.

En el segundo cuarteto, se propone la situación de que (a pesar de lo dicho en el primero), siempre puede tener la posibilidad de ser casada, aunque no «para verse sometida»: «porque tiene carácter indomable»; pero, en el caso de ser casada, no puede «ser obedecida», porque ‘no es prudente confiar en sus decisiones’: «pues, prudencia en ella nunca es dable».

Y luego de planteada esa ‘oposición de extremos’, el poeta hace una síntesis en el primer terceto y dice que quien tiene más posibilidades de dejar la soledad (o la soltería) es la mujer flaca, pues por serlo «no puede ser soltera»; en cuyo caso, se plantea otra contradicción (implícita y también sintética) que las gordas no van a ser muy solicitadas para la vida matrimonial, y se van a ver empujadas a la infidelidad, es decir: «porque es infiel no puede ser casada».

Y, como ya se dijo, en el segundo verso: [no puede ser] «… querida / por esquiva, por falsa y por mudable;» y esto se reitera en el último verso del primer terceto: «por mudable no es fácil que bien quiera», o sea que sus afectos cambiarán, según las circunstancias, por ejemplo: ‘si ella no es bien querida, tampoco estará dispuesta a querer bien’. Y esto es totalmente razonable.

Todas, pues, las consideraciones acumuladas en las tres estrofas previas, constituyen las premisas silogísticas y dialécticas que dan por conclusión lo expresado en el último terceto, es decir, que ya sea que la mujer esté ‘sola, casada, súbdita o primera’ (…) ‘si no es para amar o ser amada’: «la mujer no ha nacido para nada».

Y aunque el último verso (catorce), para quien no es misógino, obliga al rechazo, pues da la impresión de que deja a la mujer sumida en absoluta nulidad. Lo vuelvo a citar: «la mujer no ha nacido para nada». Sin embargo, si bien se mira o, mejor, dentro de un estricto razonamiento lógico, en realidad, no se está concluyendo que la mujer es una absoluta nulidad: ‘¡que ha nacido para nada!’ No. Sino todo lo contrario. Ese último verso tiene dentro de sí su propia negación, pues si la mujer NO ha nacido para Nada, entonces ha nacido para algo. Porque una doble negación da una afirmación (como en el caso de la multiplicación algebraica en que dos números negativos dan un resultado positivo, ejemplo: -3 x -3 = +9).

Además, en el segundo terceto, la doble negación de su último verso: NO ha nacido para NADA, ya ha sido resuelta en el primer verso del mismo terceto: ‘la mujer ha nacido para amar o ser amada’. Y esto es, desde luego, un reduccionismo, que tampoco sería aceptado por un misógino; pero para quien no lo es debe seguir siendo rechazado, a pesar de que se condice con esos dos hechos reales: amar o ser amada, pues, en cualquiera de los dos casos se está admitiendo que ha nacido para algo.

    Conclusivamente, del soneto de Mariano Melgar se puede decir que debe ser exonerado de tener una intención misógina. Porque —como progresión de su estructura dialéctica que confronta al hecho poético con la realidad— esta realidad, de manera taxativa y hasta categórica, demuestra que la mujer no solo ha nacido para mucho más que «amar o ser amada», sino que sin ella lo más probable es que muchos avances de la humanidad hubieran sido irrealizables. Y en lo que queda por hacer —hasta donde alcance la vida— ella seguirá siendo imprescindible.

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