viernes, 2 de febrero de 2024

Sindicalismo y lucha política

Los Sindicatos y la Lucha de Clases del Proletariado*

A. Losovsky

MARX COMENZÓ A PENSAR como político en una época en la que los sindicatos acababan de nacer. Se hizo comunista, cuando en algunos países los sindicatos se hallaban en el comienzo de su cristalización, surgiendo del seno de formas diversas de mutualidades (Francia) y en otros (Inglaterra) dirigían huelgas económicas y la lucha por el derecho de sufragio. Tenía ante sus ojos formas embrionarias de organizaciones, sumamente primitivas, de ideología y composición abigarradas, con todos los signos reveladores de su origen. Y la grandeza de Marx consiste, precisamente, en haberse dado cuenta de que no eran más que balbuceos de infancia de la clase obrera, y que por lo tanto no se podía juzgar por estas formas primitivas del movimiento, del papel histórico de estas organizaciones ni de los causes de su desarrollo.

        Marx veía en los sindicatos, ante todo, centros organizadores, focos de agrupamiento de las fuerzas de los obreros, organizaciones destinadas a darles su primera educación de clase. ¿Qué es lo que le importaba fundamentalmente a Marx? El hecho de que los obreros dispersos y en competencia mutua, comenzaran a actuar conjuntamente. En esto vio Marx la garantía de la transformación de la clase obrera en una fuerza independiente. Marx y Engels insisten frecuentemente en la idea de que los sindicatos son escuelas de solidaridad, escuelas de socialismo. Su correspondencia nos proporciona a este respecto material abundante; en sus cartas planteaban más abierta y brutalmente una serie de cuestiones que no podían plantear, teniendo en cuenta el nivel del movimiento, en la prensa socialista internacional.

        Los sindicatos son escuela del socialismo. Pero Marx no se limita a enunciar fórmulas. Desarrolla su pensamiento y aborda la cuestión de los sindicatos en sus distintos aspectos. Es el autor de la resolución. Adoptada en el Congreso de la Ia Internacional, celebrado en Ginebra, en 1866, sobre “El pasado, el presente y futuro de los sindicatos”. ¿Cuál ha sido, pues, el pasado de los sindicatos?

        “El capital es poder social concentrado, mientras que el obrero solo dispone de su fuerza de trabajo. El contrato entre capital y trabajo no puede, pues, descansar, nunca en justas condiciones, ni aun en el sentido de la justicia de una sociedad que pone la posesión de los medios materiales de vida y de producción de un lado, y la fuerza productiva viviente en el opuesto.

        “Del lado del obrero, su única fuerza social es su masa. Pero la fuerza de la masa se rompe por la desunión. La división de los obreros es el producto y el resultado de la inevitable competencia entre ellos mismos. Los sindicatos nacen precisamente del espontáneo impulso de los obreros a eliminar, o por lo menos a reducir, esta competencia, a fin de conseguir en los contratos condiciones que les coloquen al menos en situación superior a la de los simples esclavos.

        “El fin inmediato de los sindicatos se concreta, pues, en las exigencias del día, en los medios de resistencia contra los incesantes ataques del capital; en una palabra, en la cuestión del salario y de la jornada. Esta actividad no solo está justificada, sino que es necesaria. No se les puede privar de ella en tanto que perdure el modo actual de producción. Al contrario, es necesario generalizarla, fundando y organizando sindicatos en todos los países.

        “Por otra parte, los sindicatos, sin que sean conscientes de ello, han llegado a ser el eje de la organización de la clase obrera, como las municipalidades y las parroquias medioevales lo fueron para la burguesía. Si los sindicatos son indispensables para la guerra de guerrillas cotidiana entre el capital y el trabajo, son todavía importantes como medio organizado para la abolición del sistema mismo del trabajo asalariado.

Marx declara que los sindicatos tienen aun mayor importancia como factores de organización para la supresión del sistema de trabajo asalariado mismo. Eso prueba que Marx atribuyó una gran importancia política a los sindicatos, que no veía en ellos de ningún modo organizaciones apolíticas y neutrales. Cada vez que los sindicatos se encerraban en los estrechos marcos corporativos, Marx intervenía fustigándolos apasionadamente.

        En la segunda parte de la misma resolución, bajo el título “Su presente”, leemos:

        “Hasta ahora, los sindicatos han atendido demasiado exclusivamente las luchas locales e inmediatas contra el capital. Todavía no han comprendido del todo su fuerza para atacar el sistema de esclavitud del asalariado y el modo de producción actual. Se han mantenido por lo mismo demasiado alejados de los movimientos generales sociales y políticos. Sin embargo, en los últimos tiempos, parecen haber despertado en cierta medida a la conciencia de su gran tarea histórica, como se puede deducir, por ejemplo, de su participación en los movimientos políticos reciente de Inglaterra, de una más alta concepción de su función en los Estados Unidos, y de la resolución adoptada por la última gran conferencia de delegados de los tradeunionistas en Sheiffield. La resolución dice así:

        “«Esta Conferencia estima en todo su valor los esfuerzos de la Asociación Internacional para unir a los obreros de todos los países en una unión fraternal común, y recomienda con todo interés a las diferentes organizaciones representadas en la Conferencia que se hagan miembros de la Asociación, en la convicción de que ésta es necesaria para el progreso y bienestar de todo el proletariado».”

En esta parte de la resolución hallamos ya una crítica aguda de los sindicatos que se apartan de la política y ese mismo texto subraya y destaca claramente la importancia de los sindicatos que comienzan a comprender su gran misión histórica.

        Si se tiene en cuenta el nivel del movimiento sindical de la séptima década del siglo pasado, hemos de comprender la altura en que se sitúan las apreciaciones de Marx sobre el movimiento sindical de su tiempo. Marx, teniendo en cuenta que los sindicatos se encontraban aún en su infancia, no consideraba, sin embargo, posible hacerles ninguna concesión política. Marx planteaba ante ellos tareas no solamente económicas, sino también problemas generales de clase.

        Pero Marx no solo se limita a definir el pasado y el presente de los sindicatos. He aquí lo que se dice en esta resolución con respecto a su porvenir:

        “Aparte de sus fines primitivos, los sindicatos deben aprender a actuar ahora de modo más consciente como ejes de la organización de la clase obrera, por el interés superior de su emancipación total. Deberán apoyar todo movimiento político o social que se encamine directamente a este fin. En tanto que se consideran a sí mismos como vanguardia y representación de toda la clase obrera, y puesto que obran de acuerdo con esta significación, deben conseguir atraerse a los que están fuera de los sindicatos. Deben ocuparse cuidadosamente de los intereses de las capas trabajadoras peor pagadas, por ejemplo, de los obreros agrícolas, a quienes circunstancias especialmente desfavorables han privado de su fuerza de resistencia. Deben llevar a todo el mundo a la convicción de que sus esfuerzos, lejos de ser egoístas y ambiciosos, han de tener más bien por fin la emancipación de las masas oprimidas.”

Esta resolución fue escrita hace sesenta y ocho años. Pero ¿se puede decir que ha envejecido, que estas tareas no convienen a los sindicatos de los países capitalistas de nuestro tiempo? De ninguna manera. Hallamos así expuestas con la fuerza de concentración y la claridad tan propia de Marx, las tareas fundamentales de los sindicatos de los países capitalistas. Pero Marx no se limita a esto.

        El problema de las relaciones mutuas entre la economía y la política, surgía siempre ante Marx y la Ia Internacional, por él dirigida. Y se vio en la necesidad de defender su punto de vista sobre estas relaciones, contra los bakuninistas, los lasallianos, los tradeunionistas, etc. Por eso vuelve frecuentemente sobre esta cuestión. Muy característica e instructiva a este respecto es la resolución, escrita por él, “sobre las tareas políticas de la clase obrera” adoptada por la Conferencia de Londres, de la Asociación Internacional de Trabajadores (17-23 de septiembre de 1871). En esa resolución leemos lo siguiente:

        “Teniendo en cuenta que la Internacional se encuentra frente a una reacción desenfrenada que aplasta cínicamente todo esfuerzo emancipador de los trabajadores y pretende mantener por medio de la fuerza bruta la división en clases y el dominio político de las clases poseedoras que resulta de ellos;

        “que en contra del poder colectivo de las clases poseedoras el proletariado puede actuar, como clase, solamente constituyéndose en partido político distinto, opuesto a todos los añejos partidos creados por las clases dominantes;

“que esta constitución del proletariado en un partido político es indispensable para asegurar la victoria de la revolución social y de su objetivo final, la supresión de las clases;

“que la unificación de las fuerzas obreras, ya alcanzada por las luchas económicas, debe servir también como palanca en su lucha contra el poder político de los explotadores;

“la Conferencia recuerda a todos los miembros de la Internacional, que en la clase obrera militante, el movimiento económico y la actividad política están ligados entre sí indisolublemente.”

En esta resolución hallamos otra vez la idea de que los sindicatos deben servir de palanca potente de la clase obrera, para la lucha contra el sistema de explotación. Contra todos los intentos de los bakuninistas de dividir la lucha general de clases y de separar la economía de la política, de ponerlas en pugna, la Ia Internacional recuerda que en el plan de combate de la clase obrera, el movimiento económico y la actividad política están ligados entre sí indisolublemente.

        Dos meses después, en la carta a Bolte, fechada el 23 de febrero de 1871, Marx plantea de nuevo la cuestión de las relaciones entre la política y la economía, determinando en ella el lugar que corresponde a la lucha económica, en la lucha general de clase del proletariado. Marx escribe:

        “El movimiento político de la clase obrera tiene por finalidad, naturalmente, la conquista del poder político por sí misma, y para eso es necesario, como es lógico, que vaya adelante una organización de la clase obrera relativamente desarrollada que se ha formado de sus propias luchas económicas.

        “Por otra parte, todo movimiento en que la clase obrera se oponga como clase a las clases dominantes, procurando vencerlas por una presión exterior, es un movimiento político. Por ejemplo, el intento de conseguir por la huelga en una fábrica o en un gremio determinado o de determinados capitalistas, una limitación de la jornada, es un movimiento puramente económico. En cambio, un movimiento encaminado a conseguir una ley de ocho horas, etc., es un movimiento político. Y de este modo, de los movimientos económicos aislados de los obreros, surge en cualquier momento un movimiento político, es decir, un movimiento de clase para ver satisfechas sus reivindicaciones en forma general, de modo que posean fuerza social obligatoria. Si estos movimientos se realizan poniendo por delante a una determinada organización, son también un medio para que éstas se desarrollen.”

Había necesidad no solamente de resolver el problema de la importancia de la lucha económica, sino también la cuestión de las relaciones entre la organización económica y política de la clase obrera. A este respecto es muy característica la decisión del Congreso Internacional de la Haya de la Asociación Internacional de Trabajadores (2-7 septiembre de 1872). El Congreso de la Haya adoptó, a propuesta de Marx, una resolución “sobre la actividad política del proletariado”. En esta resolución leemos que:

        “Contra la fuerza social de las clases poseedoras, no puede actuar el proletariado como clase, más que constituyéndose en partido político especial, opuesto a todos los viejos partidos políticos creados por las clases poseedoras; que esta organización del proletariado en un partido político es indispensable para asegurar el triunfo de la revolución social y su objetivo final de abolición de las clases; que la unión de las fuerzas del proletariado que ya se ha conseguido por las luchas económicas, debe servir también como palanca para la lucha contra el poder político de sus explotadores. En vista de que los propietarios de la tierra y del capital aprovechan siempre sus privilegios políticos para salvaguardar y eternizar sus monopolios económicos y para la esclavización del trabajo, la conquista del poder político se plantea como la gran tarea del proletariado.”

Al terminar el Congreso, Marx intervino en el mitin con un discurso donde subrayó el sentido esencial de las decisiones adoptadas. Ahora bien: ¿qué es, según Marx, lo principal en las decisiones del Congreso de la Haya que fue, como es sabido, el punto culminante del desarrollo de la Ia Internacional?

        “El Congreso de la Haya ha realizado un trabajo importante. Ha proclamado la necesidad de la lucha de la clase obrera, tanto en el terreno político como económico, contra la vieja sociedad en descomposición.

        “Debemos reconocer que en la mayoría de los países continentales, la fuerza debe servir como palanca para nuestra revolución; habrá necesidad, en un momento dado, de apelar a la fuerza para implantar definitivamente el reino del trabajo.”

Una vez más tenemos ante nosotros una precisa y clara definición del lugar de la lucha económica en la lucha general de clase del proletariado. Los sindicatos deben ser en manos de la clase obrera “la palanca de la lucha contra el poder político de sus explotadores”.

        La cuestión de las relaciones entre la lucha económica y política, constituye el eje de la doctrina de Marx. Tanto menos admisible es entonces la actitud ligera y negligente frente a esta cuestión de algunos historiadores soviéticos. Esta negligencia la ha demostrado J. Steklov en su voluminoso libro consagrado a la Ia Internacional. El compañero Steklov escribe que Marx empleó la fórmula siguiente en la exposición de motivos del reglamento de la Asociación Internacional de Trabajadores: “La lucha política está subordinada como un medio a la lucha económica del proletariado” (pág. 122). Luego el compañero Steklov se esfuerza “por disculpar” al autor de esta fórmula, pero se embrolla, porque hubiera sido difícil “disculpar” a Marx, si hubiera escrito algo semejante. Tomemos el tercer capítulo del mismo libro del compañero Steklov y allí, en la “exposición de motivos”, citada íntegramente en la página 61 leemos lo siguiente:

        “La emancipación económica de la clase obrera es el gran objetivo al cual debe ser supeditado como medio, todo movimiento político.”

Esto es lo que escribió Marx. ¿Pero es que puede confundirse la lucha económica y la emancipación económica de la clase obrera? Si Marx hubiese escrito lo que le atribuye el compañero Steklov, hubiera sido un vulgar proudhoniano y nosotros le hubiéramos combatido porque eso significaría colocar la lucha económica por encima de la lucha política. Pero Marx, como vemos, no escribió nunca nada semejante.

        Carlos Marx sentía la pulsación de las masas y sabía el lenguaje que era preciso emplear con ellas en cada momento. Desde este punto de vista es muy útil comparar el Manifiesto Comunista (1847) con la Proclama Inaugural de la Ia Internacional, escrita diecisiete años más tarde. La proclama inaugural de la Ia Internacional es un documento de frente único, tendiente a atraer las capas y organizaciones de obreros aún no maduras para el comunismo. En toda ella no se cita una sola vez la palabra comunismo y, a pesar de eso, es, del principio al fin, un documento comunista. John Commons, escribe: “La Proclama inaugural, es un documento sindical y no un manifiesto comunista.”

        Esta es una apreciación absolutamente falsa, porque no es la forma, sino el contenido, lo que determina el carácter de la Proclama Inaugural. Es muy cierto que la situación económica de los obreros, la legislación obrera, etc., ocupan el centro de su atención, pero en el mismo documento señala Marx que la conquista del poder político se ha transformado en el gran deber de la clase obrera, y a continuación aborda la cuestión del Partido, pero de una manera especial. He aquí lo que dice Marx:

        “Los obreros cuentan con uno de los elementos del éxito: la cantidad. Pero la cantidad tiene peso únicamente cuando está unida por la organización y guiada por el saber. La experiencia del pasado ha demostrado que el menosprecio a la unión fraternal que existe entre los obreros de los distintos países y que debería impulsarlos al mutuo apoyo en la lucha por su emancipación, encuentra su castigo en la derrota común de sus esfuerzos dispersos.”

He aquí una fórmula poco habitual en la pluma de Marx. Primero, la “masa obrera agrupada por la unión” es considerada por Marx en un triple punto de vista: la masa agrupada en el sindicato, la masa unificada en el partido político y la masa unificada en la Internacional. Tampoco es habitual la expresión: “El papel dirigente del saber.” ¿A qué se refiere? ¿Al papel dirigente de la ciencia universitaria, de los profesores académicos? Nada de esto. Aquí la palabra saber es el pseudónimo del comunismo. Marx utilizó intencionalmente expresiones y fórmulas que permitiesen penetran profundamente en las masas.

        “La Asociación Internacional de Trabajadores, escribió F. Engels, tenía por objeto reunir en un inmenso ejército a toda la clase obrera de Europa y América. No podía, pues, partir de los principios expuestos en el Manifiesto. Debía darse un programa que no cerrara las puertas a las Tradeuniones inglesas, a los proudhonianos franceses, belgas, italianos y españoles, y a los lassallianos alemanes.”

        “Era muy difícil exponer esta cuestión de manera, escribía Marx, que nuestras concepciones adquiriesen una forma aceptable para el estado actual del movimiento obrero… Se necesita tiempo para que la presión renovada autorice el viejo lenguaje audaz.”

Marx habla aquí de la forma de exponer las ideas, no de su esencia. Cuando se trataba del principio, de la esencia de las ideas comunistas, Marx fue duro e intransigente; pero manifestaba una extraordinaria flexibilidad y capacidad para presentar la esencia de sus ideas en las más diversas formas. Así se explica “el lenguaje sindical” de la Proclama Inaugural, el documento más notable después del Manifiesto Comunista. Así fue como Marx, persiguiendo el único fin de impregnar al movimiento obrero de conciencia comunista, cambiaba la formas y métodos de relación con las masas, de acuerdo con el nivel del movimiento y el carácter de las organizaciones obreras de su época.

        Determinar con acierto la relación entre la lucha económica y política, significa definir acertadamente la relación entre los sindicatos y el partido. Aun atribuyendo un enorme significado a la lucha económica del proletariado y a los sindicatos, Marx subraya siempre la supremacía de la política sobre la economía, es decir, subraya la cuestión que fue puesta como base de todo el trabajo del Partido Bolchevique y de la Internacional Comunista.

        Cuando hablamos de la supremacía de la política sobre la economía, no significa que los sindicatos deben transformarse en un partido político o que deben adoptar un programa puramente de partido; no quiere decir que haya que borrar la diferencia entre los sindicatos y el Partido. No. No es esto lo que quería decir Marx. Marx subrayaba la importancia de los sindicatos como centros organizadores de las amplias masas obreras, y combatió la tendencia a meter en el mismo saco los partidos y los sindicatos. Consideraba que la organización política y económica del proletariado tiene un solo objetivo, pero cada una con sus propios métodos específicos.

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(*) Losovski, A. Marx y los sindicatos. I. Los sindicatos y la lucha de clases del proletariado. Colección 70. Editorial Grijalbo, México, 1969.

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