Los
Sucesos en Rusia y los Mercenarios de la Guerra y la Información*
Por Álvaro
Verzi Rangel** | 28/06/2023
EL MAYOR DESAFÍO de las más
de dos décadas en el poder del presidente ruso Vladimir Putin, se resolvió sin
sangre, pero para los medios occidentales ha mostrado la debilidad de
su régimen y de su estrategia en Ucrania, donde quedó demostrado
que fuerzas de mercenarios combaten junto al ejército regular sin orden y,
a veces, en confrontación.
Después
de apuntarse aparentes éxitos como el control de la importante ciudad sureña de
Rostov del Don y de algunas guarniciones militares, Prigozhin reculó y aceptó
el acuerdo mediado por el presidente de Bielorrusia, Alexander Lukashenko, que
acuerda que se trasladará a territorio bielorruso con garantías para su
vida y las de quienes lo secundaron, Los miembros de Wagner que no
participaron en el motín podrán integrarse al ejército regular ruso.
La
noticia de la rebelión cayó como balde de agua fría sobre el Kremlin. En su
breve mensaje a la nación, la mañana del sábado el mandatario ruso calificó la
decisión de Prigozhin de “traición” y “puñalada por la espalda” al ejército y
al pueblo rusos.
La
directora del canal de televisión estatal ruso Russia Today (RT),
Margarita Simonyan, sostuvo que “sin duda, la rebelión del grupo Wagner
contra el Kremlin fue un acto organizado por los servicios de inteligencia del
Reino Unido, Estados Unidos y quizás uno de la región de Asia
Occidental”. El canal de televisión israelí i24 News se hizo eco de dicha
declaración, señalando que Simonyan se refería al régimen israelí,
específicamente a su servicio de espionaje, el Mossad.
Es
arriesgado aventurar cualquier pronóstico acerca del impacto que esta efímera
aventura tendrá en la moral de las tropas rusas, en la capacidad de Putin de
mantener su autoridad, en la estructura de mando de sus fuerzas armadas y, en
última instancia, en el desarrollo de las operaciones bélicas en el extenso
frente ucranio.
Lo
que dejaron en evidencia esas 24 horas de amotinamiento fue el
carácter propagandístico de los grandes medios de comunicación occidentales; su
alineamiento total con la agenda de los gobiernos y las corporaciones
que hacen de la guerra un gran negocio y el mejor pretexto para desviar la
atención de sus graves problemas internos; la rusofobia que plaga a sus
redacciones y que se abstiene de cualquier objetividad.
Es
lo que el comunicólogo Aram Aharonian llama “la internacional del terror
mediático”, que se aprovecha a diario del asesinato de la verdad. Al menos
desde la invasión a Irak.
El episodio
puso al descubierto nuevamente la total falta de escrúpulos con que empresas
mediáticas de pretendido prestigio están dispuestas a inventarse noticias, sea
para ganar la encarnizada lucha por las audiencias o para empujar narrativas
con la expectativa de que la contaminación informativa termine por convertir
sus anhelos en realidades.
Lo
que omiten los medios occidentales es que Ucrania se ha
convertido en un territorio de alta participación de organizaciones militares
privadas que responden a los Estados Unidos y, en general, a las principales
potencias de la OTAN. Los beneficios de utilizar este tipo
de empresas privadas son claros para los gobiernos: las
compañías privadas gozan de amplias libertades y muchas menos
restricciones a sus operaciones que los ejércitos
regulares.
Y
las formalidades se vuelven más tenues cuando los contratistas son grandes
corporaciones armamentistas interesadas en trasladar y probar nuevos equipos
directamente en el terreno en el conflicto. Tras los asesinatos cometidos
por los mercenarios en Irak y Afganistán, los gobiernos de EEUU y la
OTAN procuraron situar bajo las sombras los contratos con organizaciones
militares privadas o a rechazar su vinculación si ésta se
hace pública.
Los
gobernantes ucranianos y sus aliados celebraron la revuelta como una
señal de debilidad rusa, un indicio del inminente desmoronamiento de las
fuerzas armadas y el punto de inflexión que llevará a la victoria final de Kiev
en el campo de batalla.
Lo
que dejó en claro el episodio, es que se convierte en una
advertencia sobre el peligro a permitir o estimular el surgimiento de
milicias privadas que no responden a otro interés que el lucro y que se
encuentran sujetas a la voluntad de individuos como Prigozhin, temerarios,
inmorales y ajenos a cualquier miramiento ético en la búsqueda de sus
objetivos. Todos recuerdan la salvaje intervención de los mercenarios de
la estadounidense Blackwater junto a tropas estadounidenses en Irak.
Según
los medios, que diagnosticaron la caída no solo de Putin sino de Rusia, los
servicios de Inteligencia de Estados Unidos había[n] sido avisado de una
posible rebelión del grupo de mercenarios Wagner y de su líder, Yevgeni
Prighozin, un día antes de la rebelión de la tarde-noche del viernes
con la toma de la ciudad de Rostov, sede del cuartel del mando sur del
Ejército.
The
Washington Post señaló que Prigozhin habría ofrecido a las autoridades
ucranianas revelar la posición de las tropas rusas que participaban en la
guerra. Moscú habló de fake-news, Prigozhin dijo que era algo
ridículo. Pero el Post ya había hecho su trabajo de desinformación.
Los
documentos, filtrados a través de Discord, dicen que
Prigozhin realizó la oferta a finales de enero, en medio de grandes
bajas en las filas del Grupo Wagner: contactó con los servicios de
Inteligencia militar ucranianos (HUR) para trasladar que, si Kiev retiraba a
sus fuerzas de Bajmut, daría a Ucrania información sobre la posición
de tropas rusas.
Serguei
Shoigú, ministro de Defensa ruso, uno de
los apoyos claves de Putin desde su llegada al poder,
siempre consideró un advenedizo a Prigozhin, un empresario que
pasó diez años en prisión y que se forjó vendiendo perros calientes en las
calles, regentando restaurantes, explotando minas de oro en África y,
finamente, logró una vertiginosa ascensión como contratista militar,
patrón de los mercenarios del Grupo Wagner.
El
choque entre Prigozhin y Shoigú había disparado la tensión en las fuerzas
armadas rusas. El momento clave ocurrió el 10 de junio, cuando el Ministerio de
Defensa ruso ordenó a Wagner que se acogiera a la política del gobierno
por la que todos los grupos de voluntarios armados debían firmar contratos con
el Ejército.
El
viernes, Prigozhin, decidió romper de manera definitiva con los altos mandos
militares rusos, amotinar a sus tropas y emprender una marcha hacia Moscú para
exigir que le entregaran al ministro de Defensa, Serguei Shoigu, y al jefe del
Estado Mayor, Valery Gerasimov, a quienes responsabiliza por los malos
resultados de la guerra en Ucrania.
Los mercenarios,
paramilitares y presos sacados de las cárceles del grupo Wagner
fueron hasta ahora la punta de lanza de la ofensiva rusa contra Bakhmut,
en la región minera de Donetsk, donde los ucranianos erigieron
su bastión en la parte del Donbás que había escapado a la conquista rusa y
donde se desarrollaron duros combates, con miles de muertos por ambas
partes, pero sobre todo en las unidades atacantes Wagner.
La
elección que hizo Putin de romper con Prigozhin tiene un problema:
detrás queda un ejército de 25 mil combatientes armados con tanques,
carros blindados, cañones y el arsenal que les quedó de su asalto a Bakhmut.
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(*) Tomado de https://rebelion.org/los-sucesos-en-rusia-y-los-mercenarios-de-la-guerra-y-la-informacion/
(**) Sociólogo y
analista internacional, Codirector del Observatorio en Comunicación y Democracia
y analista senior del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico
(CLAE, www.estrategia.la)
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