sábado, 1 de julio de 2023

Literatura

Crítica a André Coyné sobre los Escritos en Prosa de CV

Julio Carmona

ANDRÉ COYNÉ fue uno de los primeros estudiosos extranjeros que se interesó por la obra de César Vallejo. Si no me equivoco fue en las décadas del 40 o 50 del siglo pasado que inició su peregrinar por dicha obra, peregrinaje que incluye su visita a Santiago de Chuco, en donde descubrió la partida de bautismo que le sirvió para determinar la controvertida fecha del nacimiento de nuestro poeta. Es, pues, una tarea que merece ser resaltada. Sin embargo, ese mérito, se ve desmerecido por algunas opiniones suyas que menoscaban su idoneidad. Me remito a una de sus cuestionables opiniones. Dice:

«Media un abismo entre la poesía de Vallejo y sus demás escritos. El abismo en sí es revelador y nos interesa como tal. [a] Las crónicas que en 1925, 1926 o 1927, el autor de Trilce manda desde París a revistas limeñas [b] reflejan una voluntad de orden, más aún, de autenticidad, que dicta los juicios sobre los hombres y las obras. [c] Esa voluntad, si bien acierta a definir valores ya seguros —desde Baudelaire y Dostoievski hasta Proust y Reverdy— se equivoca cuando denigra, por ejemplo, al surrealismo o a la primera novela de Bernanos» [d]. (1989: 184-189).1

a)   «Media un abismo entre la poesía de Vallejo y sus demás escritos.2 El abismo en sí es revelador y nos interesa como tal.» Si bien, es cierto, esta no es una aserción privativa del señor Coyné (hay otros que corean lo mismo, aunque no con tanta asertividad3, casi apodíctica)4, la afirmación de Coyné tiene el plus de la ‘agresividad pasiva’ (como ya lo destaqué en la explicación de la palabra asertividad). Porque eso de establecer la existencia de un abismo entre dos medios no comparables —el verso y la prosa— es, por decir lo menos, una hipérbole infeliz. Y lo peor es que eso lo haga como una verdad que no necesita demostración, es decir, sin el sustento debido. Y, pues, de esa manera, ya establecida como tal verdad, el crítico puede decir todo lo que se quiera5, hasta una tautología, como la frase que la sigue: que «el abismo en sí es revelador». Obvio, si se demuestra que hay tal abismo, pues, tiene que ser revelador (a no ser que —como en este caso— esa demostración brille por su ausencia, basada solo en la creencia de que el lector así la asumirá, sin chistar). Y la frase que sigue: «y nos interesa como tal», sorprende, no por ser redundante —como la precedente— sino por su ambigüedad, porque cabe preguntar: ¿Qué es lo que le ‘interesa como tal’: el abismo en sí, o lo que revela? Si es lo primero pues, entonces, tendrá que demostrar el porqué es tal abismo. Y si es lo segundo, que diga también qué es ‘lo que revela’. Sin embargo, como veremos a continuación, ninguna de esas cuestiones es puesta en evidencia, y solo se verá que usa la, previamente, ya «devaluada» prosa de CV (devaluada por él) solo para llevar agua a su molino.

b)   «Las crónicas que en 1925, 1926 o 1927, el autor de Trilce manda desde París a revistas limeñas…». Nótese en el comienzo de esta proposición que —contra lo que uno espera: que sea la respuesta a las cuestiones surgidas— está sesgando su afirmación primigenia, pues en esta ha comparado la poesía de CV con todos «sus demás escritos»: es decir, todo lo que no es poesía o verso, sino todo lo que está en prosa —aunque seguro exceptúa a los poemas en prosa—; pero a lo que se refiere, en particular, es a sus crónicas, y reducidas a las que escribiera en los años 25, 26 y 27: y esas crónicas no son todos «sus demás escritos».

c)   «… reflejan una voluntad de orden, más aún, de autenticidad, que dicta los juicios sobre los hombres y las obras.» Y esto (que sigue y completa la proposición anterior —que dejé en suspenso), sorpresivamente, no es una calificación negativa. Todo lo contrario, o, al menos, releva algunos méritos atendibles: porque dice que es una prosa de orden y autenticidad, y que sirve de medio a una voluntad que ‘dicta juicios sobre hombres y obras’.

d)   Sin embargo, lo que sigue y pone punto final a la cita: «Esa voluntad, si bien acierta a definir valores ya seguros —desde Baudelaire y Dostoievski hasta Proust y Reverdy— se equivoca cuando denigra, por ejemplo, al surrealismo o a la primera novela de Bernanos». En primer lugar, aquí AC restringe lo que ha observado como favorable en la prosa de CV, pues hace ver que eso ya antes ha sido realizado por otros autores que menciona: «desde Baudelaire y Dostoievski hasta Proust y Reverdy». En segundo término, cabe destacar que es interesante precisar que lo observado sobre la opinión de CV respecto de Bernanos, ya la había planteado AC en la revista Las moradas (que dirigía E. A. Westephalen), en la década de los cuarenta del siglo pasado. Y ya entonces, como ahora, decía lo mismo de la crítica de CV. Considero pertinente reproducir lo que escribió en la década del 40 del siglo pasado (y repitió en 1989):

«En una crítica del todo equivocada, la primera que ha presentado a Bernanos en una revista peruana (Mundial, 1926) César Vallejo después de leer la primera novela del autor, escribe: “Su profundo anacronismo psicológico lo ha perdido, y el señor Bernanos no podrá lograr abrir la brecha espiritual que necesita nuestra época… Los mozos de ahora han visto ya a Satán en las trincheras…”» (1947: 104).

Y ahí dice AC que esta crítica de CV es «del todo equivocada», precisando que es «la primera [mas no precisa que es también la única] que ha presentado a Bernanos en una revista peruana». Pero, por su lado, Coyné solo toma una parte de la cita a que alude: «Los mozos de ahora han visto ya a Satán en las trincheras». Y opone a esa cuestión lo siguiente: «Pero Bernanos también había peleado en las trincheras y su obra no tiene ningún carácter de una obra al margen». Sin embargo, del hecho de que un autor haya participado directamente en una guerra de trincheras no se ha de inferir, de buenas a primeras, que su obra se incline por el tratamiento de esa situación. Y el mismo Coyné contradice lo que ha dicho de Bernanos: «que su obra no tiene ningún carácter de una obra al margen», pues en la segunda página de su artículo ha escrito que «No todos los realistas son escritores», y agrega que también lo es «la muchedumbre fácilmente reconocible de los negadores del espíritu, de los doctores que lo matan y de los viejos que lo entierran» (p. 89). Es decir: ¡eso es lo que criticaba CV a la obra de Bernanos! Su propensión a separar ‘lo material que fenece de lo espiritual que permanece’; no se pierda de vista que ese es el título del artículo de Coyné en Las Moradas: «Bernanos, “testigo de lo que dura”», que no es sino una parte de la cita que corona al artículo: «… la clase de servicios que presto y me hacen pasar, entre los muchos imbéciles, por un demoledor,  cuando yo no querría —Dios lo sabe— sino permanecer hasta el fin, en una sociedad que se deshace en polvo, como el testigo de lo que dura frente a todo lo que da la ilusión de durar…» (p. 88). De tal manera que CV no se equivocó al poner en su sitio a Bernanos, es decir, en el campo de los metafísicos. Y más bien quien yerra de manera clamorosa es Coyné (en su libro de 1989) al decir de CV que «se equivoca cuando denigra (…) a Bernanos». ¡Guarda!: «denigra» es una palabra bastante fuerte que, atribuida a la voluntad de CV, es una imputación —a su vez— denigrante. Asumiendo solo las acepciones del diccionario: «1. Decir cosas negativas en contra del buen nombre, la fama y el honor de una persona; 2. Dirigir a una persona insultos o juicios despectivos», no son —de ninguna manera— aplicables a la voluntad de CV. Y es preciso descartar el infundio, citando la única6 referencia que CV hace de Bernanos en sus crónicas Desde Europa:

«A este respecto he de citar un libro tremendo, “Bajo el Sol de Satán” que acaba de publicar Georges Bernanos y que toda la crítica francesa reputa como una obra genial. En ese libro hay párrafos espantosos. Se trata de lo que acabo de expresar: del tormento místico de nuestra época. Para una mentalidad clara, despreocupada y amiga del sport, esta novela ha de parecer una úlcera terrible. Yo mismo no he podido sustraerme a la repulsión de ese libro. Me ha dado náuseas. No, precisamente, porque se trate allí de un gran motivo religioso, a la manera medioeval, sino tal vez porque el señor Bernanos no ha sabido tratarlo. ¡Qué magnífico flanco para una gran obra: Dios! ... ¡La dicha eterna! ... ¡La manera de llegar a ella! ... ¡Las fuerzas y direcciones del espíritu! ... ¡Las fuerzas y direc­ciones del cuerpo! ... ¡Las lóbregas encrucijadas y los sutiles y perlados crepúsculos del infinito!... Pero el señor Bernanos olvida que estamos en 1926 y no en el año en que murieron Abelardo y Eloísa, ni siquiera en los días de León Bloy. Su profundo anacronismo psicológico le ha perdido, y “Bajo el Sol de Satán” no podrá lograr abrir la brecha espiritual que ne­cesita nuestra época. A estos muchachos que se han muerto de todos los dolores, de todas las miserias y de todas las tragedias humanas en 1914, no se les podrá tocar el corazón sino mostrándoles otros dados del destino, otras posibilidades de ascensión, más inmediatas, más humanas, más uni­versales, que las posibilidades encuadradas dentro de una sola disciplina religiosa, ésta o aquélla. El rostro de Satán habría que buscarlo fuera de la iconografía católica; las llagas del mártir habría que buscarlas en otra cintura que no fuese la del abate Donissants. Estos mozos de ahora han visto ya a Satán en las trincheras y a los santos penitentes en la Cruz Roja.

¡Señor León Daudet! ¡Voto por el gran espíritu católico de usted! Pe­ro permítame tomar mi sombrero y alejarme sin ruido del templo, antes de darme cuenta de que el nuevo cura de Ars, de M. Bernanos, ha fallecido de martirio, en la sombra propicia del confesonario.

¡Mi generación pide otra disciplina de la vida!...»7

Y es —reitero— la única crítica que CV hace a Bernanos y a su obra. Y en ella no se aprecia nada de denigrante ni para el autor ni para la obra. No se extralimita fuera de ella. Solo la confronta con el referente que debió tener en cuenta al escribirla. Y, por lo demás, el señor Bernanos —si pudiera— se sentiría halagado de que CV se ocupara de una obra que ya no existe (igual que el señor Bernanos). Pero Coyné ha considerado esa crítica de CV como si se la hubiera hecho al Espíritu Santo. Y, una vez más, no sustenta lo que afirma: no dice por qué esa crítica resultó ser «denigrante» (al menos para su parecer). Por lo tanto, si no se ponen las pruebas para que una acusación sea considerada denigrante —desde el punto de vista de lo justo— esa acusación es falsa o difamatoria. Pero estamos tratando de juicios literarios y en ellos quienes los ejercen resultan ser inimputables, aunque sí pueden ser contradichos o refutados, o, si no, temperados por quien los emitió. Y es así que André Coyné consiente en admitir los aciertos de la «voluntad del juicio crítico» de CV, y dice:

«Por cierto, tiene razón el cronista en censurar, en la nueva poesía latinoamericana “a base de palabras o metáforas nuevas”, mucha “pedantería de novedad” y en querer disociar a los poetas simplemente novedosos de los realmente nuevos [a]; solo que, llegado el caso de especificar nombres, enzarza entre los primeros a Neruda, Borges y Maples Arce [b], y les opone como dechado de los segundos al solo Pablo Abril de Vivero8, y eso por “la humana hermosura de [su] llana elocución y de [su] rara virtud de emocionar”» (1989) [c]

a)   Como ya he dicho, Coyné admite lo positivo del juicio vallejiano, relacionado con lo que está ocurriendo en el quehacer poético de su momento, dominado básicamente por el vanguardismo, y, asimismo, reconoce que en oposición a este releva a otro quehacer poético que se yergue, potencialmente, contra el ímpetu arrollador del primero.

b)   Pero —y en seguida— Coyné precisa cuáles son los poetas cuestionados por CV: Neruda, Borges y Maples Arce; sin embargo, no se cura en salud pues no es eso lo que él hace cuando se trata de sustentar lo que afirma. Y, cuando lo hace —como en este caso— confunde los términos, porque cuando CV menciona a los citados por él no es que los esté devaluando. Solo señala que esos poetas de Hispanoamérica no están haciendo otra cosa que seguir a los que están de moda en París9, y así dice: «Un verso de Neruda, de Borges, de Maples Arce, no se diferencian en nada de uno de Tzara, de Ribemont o de Reverdy», es decir, que está cuestionando su seguidismo de la tendencia formalista, descuidando las esencias de su realidad. Por eso, CV agrega: «En Chocano, por lo menos, hubo el barato americanismo de los temas y nombres. En los de ahora, ni eso» (1987: 204). Es más, CV precisa, cuando —por lo menos— se refiere a Borges que pone como ejemplo a su Fervor de Buenos Aires, y no a toda su obra (como sí lo hace Coyné con todos los «demás escritos» de CV), y dice que «ejercita un fervor bonaerense tan falso, como lo es el latino-americanismo de Gabriela Mistral y el cosmopolitismo a la moda de todos los muchachos americanos de última hora» (p. 205).

c)   Y lo mismo que he dicho en el apartado precedente se puede decir de lo que Coyné considera desfasado por referirse a Pablo Abril de Vivero, estimo que considerando erróneo el énfasis puesto por CV en ‘lo humano y la llaneza de su elocución y su virtud para emocionar’. Y no hay tal desfase ni error. CV opone, al malabarismo tecnicista de la vanguardia, lo humano y lo llano en el decir, así como el valor de lo emotivo. Esas son cualidades que CV siempre ha relevado desde sus inicios hasta antes de su final. Y si el ejemplo que tiene más a la mano es el de su amigo Pablo Abril, ¿qué de censurable hay en eso? ¿Acaso los críticos, cuando tratan de las obras de su momento, lo hacen pensando que esas obras van a ser inmortales? No todos los críticos se limitan a comentar obras consagradas. Pero la soterrada ironía de Coyné —al subestimar ‘lo humano, lo llano y lo emotivo’ relevados por CV— se explica por su adhesión a la poesía formalista, es decir, al vanguardismo. Y es lo que aflora en los dos siguientes párrafos que transcribo en extenso:

«Afortunadamente, cuando apartándose de censuras y celebraciones extrañas, Vallejo considera su obra personal, la reivindica sin admitir siquiera debate. [a] A fines de 1925, al referirse a opiniones adversas a Trilce (libro que ha de valerle en 1926 su inclusión en el índice de la nueva poesía americana editado en Buenos Aires por Hidalgo, Huidobro y Borges), el entonces enemigo de tantos “vanguardistas … por cobardía o indigencia” [b] rehúsa comentar sus versos y confía tranquilo en el juicio del futuro: “Siempre gusté de no discutirme ni explicarme, pues creo que hay cosas o momentos en la vida de las cosas que únicamente el tiempo revela y define”.

a)   Es obvio que si a CV le pedían una opinión sobre su obra no iba a hacerlo con ‘auto-censuras o auto-celebraciones extrañas’. Y no es acertado que se diga que (a su obra) «la reivindica sin admitir siquiera debate», pues, al completar más adelante este aserto, resulta que no se ratifica esa supuesta reivindicación: Vallejo —dice Coyné— «rehúsa comentar sus versos y confía tranquilo en el juicio del futuro: “Siempre gusté de no discutirme ni explicarme, pues creo que hay cosas o momentos en la vida de las cosas que únicamente el tiempo revela y define”.»

b)   En esta parte, hay una ironía soterrada de Coyné, cuando dice de Trilce que es un «(libro que ha de valerle en 1926 su inclusión en el índice de la nueva poesía americana editado en Buenos Aires por Hidalgo, Huidobro y Borges),» insinuando que CV fue injusto con Borges, y que este tuvo la hidalguía de incluirlo en ese «nuevo índice», a él que había actuado como «enemigo de tantos “vanguardistas … por cobardía o indigencia”10». Pero sigamos con la cita de Coyné:

Por más que Vallejo valorice la emoción, no nos llegaría su emoción de no estar sostenida por una “estética” original que dista mucho de la “llana elocución” de Ausencia de Pablo Abril y, ajena a las recetas y mentiras enumeradas en el artículo “Contra el secreto profesional”, [c] no por eso se somete a “la razón de Paul Souday” o al trillado “buen gusto”, sino que de todas maneras pertenece —valga lo que valga el termino— al ámbito del vanguardismo. El estilo redime los trozos más sentimentales, hasta lastimeros de Trilce, y es un estilo marcado por el “aire del tiempo”, aun cuando manifiesta caracteres personales, [d] los que, borrada la agresividad, sellarán los largos períodos de 1937, solemnes, religiosos, y simultáneamente devastados por el cataclismo de seguir dándose “contra todas las contras”, a la espera de dar “con el jamás de tanto siempre”. [e]

c)   Luego, vuelve a ironizar en torno al reclamo que CV hace para que la poesía nueva exprese también una nueva emoción, y sugiere que si hay emoción en su poesía es gracias a «estar sostenida por una “estética” original» (aludiendo a la estética vanguardista como se verá en la siguiente alerta). Pero aun agrega Coyné que es una estética «ajena a las recetas y mentiras enumeradas en el artículo “Contra el secreto profesional”,» y otra vez se descubre al crítico lanzar acusaciones (esta vez de mentiroso a CV) sin explicar cuáles son esas mentiras.

d)   he aquí lo de AC, que adelantamos en la alerta precedente, cuando dice: que la ‘estética original’ de CV «de todas maneras pertenece —valga lo que valga el término— al ámbito del vanguardismo.» Y hasta llega a decir que es ese estilo vanguardista el que «redime los trozos más sentimentales, hasta lastimeros de Trilce». Porque es un estilo, el vanguardista [dice], «marcado por el “aire del tiempo”, aun cuando manifiesta caracteres personales». Es decir que los «caracteres personales» del estilo vallejiano valen poco, pues lo cierto es que está «marcado por el “aire del tiempo”», es decir, el aire privatizado del vanguardismo. Si se tuviera que reivindicar los estilos que ‘dejan su marca en el aire del tiempo’, pues lo mismo se tendría que decir del mismo vanguardismo respecto del modernismo, del cual —según observación de Ángel Rama— «ninguna poesía moderna puede prescindir de [su] aportación», pues el modernismo, según Rama «estableció las bases de una creación autónoma y vigente; nutre la poesía posterior, le permite vivir y desarrollarse» (cit. por Yudice, D-1985: 58).11 Realmente, yo siento la tentación de suponer —con ucronía— que si CV viviera usaría la expresión popular: «No me defiendas, compadre».

e)   Aquí hay que destacar que esos «caracteres personales», resaltados por Coyné, que tendría el estilo vanguardista de CV, se desarrollarían en España, aparta de mí este cáliz, previamente «borrada la agresividad», de Poemas humanos, se entiende, porque en este libro se manifiesta abiertamente la adhesión de CV al marxismo, contrariamente —sugiere Coyné— a lo que pasa en el libro posterior en que aparecen «los largos períodos de 1937, solemnes, religiosos, y simultáneamente devastados por el cataclismo». Y concluye así la cita de Coyné

Apreciamos mejor la distancia que separa al prosista —sincero y algo descarrilado hasta 1928, luego aplicado a servir la causa que le parece entonces contener la mayor carga de humanidad de la historia—, del poeta superior a cuanto escriba sobre poetas, y cuyo instinto le prohíbe malgastar la poesía o hacer oficio de ella, aunque sea con las más justas intenciones, prefiriendo acallarla a prostituirla como pronto se dedicaría a prostituirla Neruda»12 [f] (p. 185. La cursiva es mía).

f)    Y, en este último párrafo, Coyné retoma la idea primigenia (que dio pauta para iniciar las alertas de este comentario): que el prosista está separado del poeta, aunque aquí —hay que reconocerlo— morigera su valoración de la prosa, pues distingue la que va hasta 1928, en la que dice: ‘el prosista era sincero y algo descarrilado’, de la posterior a ese año en la que mostrará su adhesión al marxismo. Pero insiste en que el poeta siempre será «superior a cuanto escriba sobre poetas». Y—pretendiendo inmiscuirse en las decisiones íntimas del poeta— todavía añade que su «instinto le prohíbe malgastar la poesía o hacer oficio de ella, aunque sea con las más justas intenciones», es decir, está insinuando que Poemas humanos fue un ‘malgasto de poesía’, y añade que prefirió «acallarla a prostituirla como pronto se dedicaría a prostituirla Neruda», justamente, se refiere al Neruda posterior a las vanguardistas Residencias, con las que Coyné —con seguridad— sí se identificaba. Por favor: «Andá a cantarle a Gardel».13

______________

Notas:

(1) Esta referencia a Bernanos, Coyné la había planteado ya cuarenta años antes, mostrando desde ya un afecto idealista hacia dicho autor, tanto así que da la impresión de que la crítica a él es poco menos que se hubiera hecho al espíritu santo. Más adelante hago una cita de este artículo.

(2) En página anterior ha hecho un adelanto de esta idea: «… sólo en su poesía fue verdaderamente genial: verdaderamente lúcido» (p. 183).

(3) ‘La asertividad es una habilidad social que permite a la persona comunicar su punto de vista desde un equilibrio entre un estilo agresivo y un estilo pasivo de comunicación’.

(4) Xavier Abril también lo hace: «El estilo cambia radicalmente del verso a la prosa. A pesar de ciertas reconocidas crudezas usadas por Vallejo en Trilce y en Poemas humanos, habrá que convenir en que son diferentes, en calidad, a las aportadas, por ejemplo, en El tungsteno. El desnivel se debe no solo a un problema de elaboración, propiamente dicho, sino a la circunstancia de reproducir un eco costumbrista de la realidad. Vallejo paga, con ello, su tributo al “realismo” tardío y a la anécdota naturalista, directa chabacana, como se dio en el siglo XIX. (…) Este no es un defecto exclusivo de Vallejo. Sabido es que han incurrido en él cuantos se han sacrificado alegremente al reproducir los detritus y los humores contingentes de la sociedad humana, confundiéndolos, no sin cierto entusiasmo gregario, con los signos positivos de la misma» (1980: 137).

(5) «… el crítico teológico considera como algo perfectamente natural el que haya de hacerse, en el campo filosófico, todo lo necesario para que él pueda charlar acerca de la pureza de la crítica resuelta y total, y se considera como el verdadero triunfador sobre la filosofía…» (Marx, 1982: 559).

(6) Situación, esta, que rectifica lo dicho por AC, cuando escribe que es «la primera que ha presentado a Bernanos en una revista peruana», aunque esta acotación es ambigua porque no se sabe si es la primera de CV, y que después hay otra de él, o que después de CV otros autores también habrían hablado o que en el futuro pudieran hablar de Bernanos.

(7) César Vallejo, «París renuncia a ser centro del mundo», en: Mundial, N° 320, 28 de julio de 1926. Ver también: César Vallejo, 1987: 105).

(8) Sobre esta contradicción, aparente, en la apreciación crítica de CV, Marta Ortiz Canseco dice: «Vallejo alabó siempre la poesía de su amigo Pablo Abril de Vivero, y sin embargo no dedica los mismos halagos al hermano de este, Xavier Abril, considerado hoy mejor poeta» (…) «Esta antología se basa en la relevancia de que un autor como Vallejo, imbuido de su época, alabe a poetas como Pablo Abril o Alcides Spelucín, y no a otros como Alberto Hidalgo o Martín Adán, valorados ahora por encima de los demás» (2013: 10). Con ese criterio inclusivo de todos los poetas aparecidos entre 1921 y 1931, concluye la autora que busca «mostrar la variedad de la época» e invertir «el orden de algunos cuestionamientos: como el hecho de llamar a esta década vanguardista, excluyendo todo lo demás» (op. cit.: 12).

(9) Una reflexión más atinada (aunque no exenta de prejuicio) sobre este tópico es la siguiente: «Recuérdese que Vallejo discutió la poesía escrita por Mistral, Neruda y Borges, tildándolas casi como reproducciones europeas. Pese a la injusticia de sus afirmaciones en ellas se observa la búsqueda de una independencia literaria que ofrezca un ritmo propio.» (Polanco, 2018).

(10) Si bien es cierto Coyné ha cuidado en poner comillas a la frase «vanguardistas… por cobardía o indigencia», siempre resulta ser riesgoso extraer frases cortadas de una cita más amplia, pues, para un lector no avisado, puede dar la impresión de que al referirse a CV como el «enemigo de tantos “vanguardistas… por cobardía o indigencia”» pareciera que la «cobardía o indigencia» las está aplicando al «enemigo de tantos vanguardistas» (o sea a CV).

(11) La misma consideración propugna Saúl Yurkievich (1996).

(12) Otro crítico que se aprovecha de hacer la comparación Vallejo/Neruda es Pedro Granados (2014), cuando dice lo siguiente: «Nunca mejor ubicado o autodefinido, el yo poético es entonces, en estos poemas de “Nostalgias imperiales”, radicalmente un ser solar. Por no decir también, a su modo, un Inca, real y actuante; aunque, debemos puntualizarlo desde el principio, muy distante de la autorrepresentación modernista megalómana y grandilocuente (tipo José Santos Chocano) o de una melancolía algo posterior y no menos oportunista (tipo Pablo Neruda)» (p. 111).

(13) Enrique Ballón refiere la opinión que Georgette tenía de Coyné: «… respecto a los textos crítico-biográficos de André Coyné y Juan Larrea en que yo sustentaba los datos atribuidos a las vicisitudes circunstanciales del poeta. Enarbolando su propio testimonio, desbarataba las especulaciones de Coyné y Larrea sobre los sucesos atribuidos por ellos a la vida de Vallejo. En su criterio esos anecdotarios no eran sólo no fiables sino desinformados, malintencionados y hasta infamantes» (S/f: 14). Además, se puede hacer una cita textual de la carta de Georgette dirigida a Ballón: «Cuando se ha sido testigo de sus quejas estridentes contra los alumnos de la Alianza Francesa, frotando sus piernas contra las suyas; que lo he visto, cierto día que yo discutía con él sobre el marxismo irrefutable de Vallejo, la espuma acumulada en sus labios crispados de furia; (…) uno se pregunta lo que tal hombre tiene de común con Vallejo» (S/f: 13).

Referencias bibliográficas

Abril, Xavier (1980). Exégesis trílcica. Lima: Labor.

Ballón, Enrique (S/f). Manuscritos poéticos de César Vallejo. (Texto en PDF hallado en Internet sin dirección Web).

Coyné, André (1989). César Vallejo. Trujillo: Ediciones SEA.

          André (¿1949?). «Bernanos, “Testigo de lo que dura”», en: Las moradas N°s 7-8, Lima: s/e.

Granados, Pedro (2014-1). «Trilce: modernización y mito», en: Varios, Vallejo-2014. Actas del Congreso Internacional Vallejo Siempre. Lima: Cátedra Vallejo. 4 tomos.

Marx, Carlos (1982). «Manuscritos económico-filosóficos de 1844», en: Escritos de juventud. México: FCE

Ortiz Canseco, Marta (2013). Poesía peruana 1921-1931. Lima: Librería Sur.

Polanco Salinas, Jorge (2018). «El hambre en César Vallejo», ponencia presentada en el Coloquio a 100 años de la escritura de Los Heraldos negros. Organizado por CEPIB-UV, Universidad de Valparaíso, Facultad de Filosofía, Chile.

Vallejo, César (1987). Desde Europa. Lima: Fuente de Cultura Peruana.

Yurkievich, Saúl (1996). La movediza modernidad. Madrid: Taurus.


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