Nota:
Publicamos
a continuación la carta que Che Guevara le dejara a Fidel Castro antes de su
partida de Cuba. Esta carta es un valioso documento que trata de diversos
problemas del socialismo en Cuba, algunos de los cuales tienen alcance
internacional, como por ejemplo la cuestión del partido en relación al Estado
socialista.
La
carta fue publicada hace poco en Cuba, y a la fecha ha dado lugar a varios
comentarios.
Como
verá el lector, las notas al pie pertenecen a Aurelio Alonso.
01.10.2019.
Comité
de Redacción de CREACIÓN HEROICA.
Carta
a Fidel
La
Habana, 26 de marzo de 1965
«Año
de la Agricultura»
Fidel:
Pongo
en tu conocimiento el conjunto de mis ideas sobre algunos de los problemas
básicos del Estado. Voy a tratar de ser lo más concreto posible y tratar de
hacer una crítica constructiva, por si puede servir para mejorar algunos
problemas que continúan siendo graves.
Además,
quisiera darte una pequeña explicación de nuestro concepto sobre esa entelequia
llamada, «El Sistema de Financiamiento Presupuestario», por otra parte, también
me interesaría hablar algo sobre el Partido y, por último, hacer
recomendaciones de tipo general.
Tendrá
entonces esta exposición cuatro puntos:
Errores
en la Política Económica.
El Sistema
de Financiamiento Presupuestario.
La
Función del Partido.
Recomendaciones
Generales.
Al
empezar todos nosotros el aprendizaje de esta marcha hacia el comunismo,
establecimos, con la ayuda de los checos, la Junta Central de Planificación
[Juceplan]. Creo que está claro para todos que la planificación es una
categoría implícita al socialismo y también a este período de transición que
estamos viviendo. Lo malo es que hasta ahora, no hemos podido organizar una
planificación que sea realmente un canal conductor y no una válvula loca que a
veces deja pasar libremente los gases y otras se cierra herméticamente poniendo
en peligro de explotar la caldera.
A
pesar de todos los errores del plan, de la orientación y de la concepción de la
Junta Central de Planificación, creo que estamos todos de acuerdo en que hay
una serie de líneas jerárquicas de mando en el sector económico que deben ser
respetadas. Se entiende que el Gobierno crea las ideas económico-políticas de
desarrollo, ideas que parten de iniciativas de los dirigentes y también, si es
posible dadas las condiciones, de la propia población. Estas deberían pasar a
la Junta que las analizaría y compatibilizaría, dando luego una recomendación.
El Gobierno aprobaría o corregiría estas cifras, encargando ya la confección
del plan y la Junta confeccionaría el plan, en discusión con todos los
organismos, cuando se tratara de un plan anual, pero sobre la base de un plan
perspectivo en el cual pudieran tomarse en cuenta los principales organismos
como asesores.
Nosotros
hemos funcionado como si esa ficción fuera real pero, en la práctica, ¿qué
sucedía?: el
pretendido traslado de ideas de desarrollo por el Gobierno era simplemente una
recopilación de algunas ideas sueltas que la Junta armonizaba poniendo las propias
y elevaba al Gobierno. Tras un análisis extremadamente
superficial, se aprobaban estas líneas de desarrollo, a veces cambiando
determinadas cosas, siempre sobre un plan anual ya que todos los planes
perspectivos han fracasado antes de comenzar. La Junta comenzaba a hacer sus
planes con la idea de restringir el desbalance pero, al mismo tiempo,
recibiendo las presiones de todos los organismos productivos y no productivos.
De tal manera, el plan quedaba muy desbalanceado, se hacía tarde y había que
correr al extranjero a pedir desbalances, ayudas, comprensión, etc., etc. Luego
la Junta se encargaba de complicar las cosas con sus propios errores.
Creo
que hemos cometido muchos errores de tipo económico. El primero de ellos, el más importante, es la improvisación
con que hemos llevado a cabo nuestras ideas que ha dado por resultado una
política de bandazos. Improvisación y subjetivismo, diría yo.
De tal manera que se daban metas que conllevaban crecimientos imposibles. En
los primeros momentos estos crecimientos imposibles se planeaban de una forma
orgánica con la base de modelos globales en los que se preveían crecimientos
hasta del 15 o el 20% anual. Después esto cambió pero la dispersión y falta de
centralización de decisiones económicas permitía que cada uno de los organismos
impulsara planes que, solos, eran factibles de realizar pero que, tomados todos
en su conjunto, hacían imposible el cumplimiento de las metas trazadas; y es
así cómo el llegar al 90% de un plan se considera en nuestro país una verdadera
hazaña. Por esto también se han realizado una serie de inversiones no
justificadas que variaban o suprimían antes de finalizar, pero también sin una
justificación adecuada. Casos como estos tenemos en el fomento del arroz y su
posterior restricción, el fomento del maíz y su posterior restricción, el del
millo, el del algodón, el de los cerdos, ciertas inversiones en vacunos que no
me parecen justificadas, las de la pesca y una buena parte de la política
avícola. Todo esto en el campo de la agricultura.
En
el campo de la industria hemos cometido errores parecidos en cuanto a las
inversiones. La Antillana de Acero, por ejemplo, es un monstruo que empezó,
como empezamos siempre, a ser dibujado por la nariz; — ahora las patas del
monstruo no caben en el papel —. La política de desarrollo de cemento, basada
en una concepción de desarrollo global muy grande y que ha demostrado ser
excesiva. La creación de fábricas conserveras que no trabajan actualmente.
Otras fábricas que requieren materias primas importadas del área dólar, sin
resolver realmente problemas. La más representativa de este tipo es el INPUD,
aunque desde el punto de vista de la construcción y la racionalización de la
producción es una de las mejores que hemos hecho: pero hay un sinnúmero de
ellas que todos conocemos y que tienen las características apuntadas.
Muchas
veces, se suma el tener una tecnología muy atrasada, por ejemplo, los radios
polacos. Para colmo íbamos a cometer el mismo error en la televisión, hasta que
lo paramos. Todas estas son inversiones que hay que pagarlas y pagarlas caras.
Dentro de este grupo podría poner la construcción de barcos pesqueros que no se
justifica en el momento actual por el alto precio de la madera y su carencia;
creo podría ser justificado el hierro, aun cuando saliera más caro que las del
mercado mundial, siempre y cuando fuera tomado como una línea de desarrollo que
daría pérdidas hoy como parte del aprendizaje.
También
en este capítulo de las inversiones no justificadas, vemos la adquisición de
barcos de travesía en momentos en que la empresa no tiene una organización para
hacerle frente al aumento de sus unidades. Por eso, los barcos que debían ser
nuestros salvadores de divisas se han convertido en una fuente más de gastos,
prácticamente sin resolver problemas. Aun cuando eran más perentorias las
necesidades, se puede decir lo mismo de la gran cantidad de ómnibus comprados
cuando un mantenimiento adecuado podría haber solucionado algunos problemas;
podríamos quizás, haber comprado menos ómnibus. La política del ganado, sin las
condiciones mínimas para aclimatarlo, en la época pasada, tiene estas
características, así también como los barcos pesqueros que son comprados en
cantidades excesivas para nuestra capacidad organizativa. Y hay otras menores;
podríamos citar el turismo que en una época se pensó sería la gran fuente de
divisas y donde se han enterrado bastantes millones de pesos.
Además,
se tomaban líneas de acción general falsas. Podíamos [sic] citar en la
industria, el caso de la sustitución de importaciones, que fue la primera
política llevada a cabo por nosotros; la pretensión de un autoabastecimiento
ilusorio por ahora; los conocidos errores de la demolición de la caña, del
pienso importado para vacunos y cerdos. Creo también que la compra de fertilizantes
a precios fabulosos responde a una política no bien meditada y la supresión de
algunas exportaciones que habitualmente hacíamos y que fácilmente podríamos
haber mantenido; en este momento se me ocurren los mariscos, algunos tipos de
tabacos, la soga de henequén.
Insisto
en que aun cuando
se haga una división de todos estos errores en más o menos graves, más o menos
fatales, lo fundamental está dado por la política de bandazos y la política de
bandazos está dada por el tratamiento superficial por un lado y subjetivo por
otro, de todos los problemas de la economía. Sin embargo, la economía ha
demostrado que tiene una serie de leyes y que violentarlas cuesta muy caro.[i]
Se
pueden apuntar otras series de errores de tipo menor, claro que a veces han
incidido mucho en nuestra gestión económica, por ejemplo, la falta de exigencia
de responsabilidad en los cuadros de dirección, que no se vigilan, por lo
tanto, no se critican a tiempo y se retiran violentamente después. Esto es
parte de los grandes problemas que tiene el Estado que pienso abordar también.
Hemos
visto también una política de gasto alegre que de pronto debe ser corregida y
lo es con una drasticidad terrible, lesionando muy duramente la economía pues
ya no se puede hacer una discriminación suficiente en el momento de realizar
los cortes.
En
general, se puede decir que ha faltado la conciencia de la organización como
uno de los pilares del desarrollo; cuando el caos administrativo es extremo se
va hacia ciertos cambios de estructura, se realizan congelaciones o acciones
intermedias buscando soluciones, otras veces se quitan los cuadros de
dirección. Esto último significa alguna mejoría; evidentemente, un cuadro bueno
trabaja infinitamente mejor que un cuadro mediocre o malo, pero también hay que
tener en cuenta que por bueno que sea el cuadro si el marco organizativo
general se lo impide solamente podrá rendir una tarea limitada.
Los
niveles de decisión están muy indefinidos; personalmente esta ha sido una de
mis preocupaciones en todo el período de ministro de Industrias, pero realmente
solamente hemos tenido éxito aquí hasta la definición del nivel de Director y,
en algunos casos, Jefes de Departamentos; más abajo, en los centros de
producción, ha habido bastante indefinición que nosotros hemos resuelto por la
vía de centralización administrativa, muchas veces excesiva.
En
otros organismos productivos la indefinición creo que ha sido mayor aún pero al
no existir tampoco una disciplina administrativa la anarquía ha sido total; las
soluciones individuales a problemas únicos han estado a la orden del día y a
veces han provocado una actitud contemplativa de las unidades de producción
esperando a ver qué pasaba.
Todo
este maremágnum organizativo se ha dejado sentir muy especialmente en la esfera
de los servicios y la agricultura donde los cambios de estructura han sido más
profundos; por lo menos han sido mucho más profundos que en la industria donde
se ha conservado la anterior estructura; en todo caso se han consolidado
fábricas, se han hecho unidades mayores, se han anulado otras, pero conservando
un sistema organizativo. En aquellos ha habido que cambiar prácticamente todo y
los resultados realmente han sido desastrosos hasta el momento. Por todas estas
causas, la información no ha fluido con la suficiente corrección y por ende el
control ha fallado totalmente. A veces hemos pretendido resolver el problema de
la organización mediante esquemas — los famosos organogramas que tanto odias —,
y la creación de cargos para ocupar el huequito del organograma, sin atención a
la capacidad del cuadro y sin que haya existido en muchos aspectos un adecuado
sistema de formación del personal en su puesto de trabajo. Yo sé que tu
argumento es que en los lugares donde tú te has ocupado eso no ha sucedido,
cosa que es real, pero creo que si tú haces un pequeño análisis convendrías
conmigo en que no se te puede admitir porque eres el Jefe del Estado y hasta
hace poco responsable directo de la economía en Juceplan. Tus éxitos aislados
no hacen más que resaltar lo que podría haberse hecho con una política de
conjunto en los aspectos fundamentales.
A
todo esto hay que agregar los errores de la Junta Central de Planificación.
Como ya dijimos, el error primero ha consistido en copiar de los checos su
sistema organizativo (ellos hoy lo han desechado pero a nosotros eso no nos
debe preocupar, porque lo han desechado por uno mucho peor y claramente capitalista,
pero sí el hecho de que se consideraba la posibilidad de control extremo de
toda una serie de índices que la organización cubana no estaba en posibilidades
de hacer).
La
Juceplan la concibo yo como un órgano de elaboración de la política económica
del Gobierno, en forma concreta y de control de la misma en sus diversos
aspectos. El grado en que se pueda hacer esta elaboración y este control, no se
puede precisar, o yo no la puedo precisar, en una forma concreta y creo que el
desconocer precisamente estos grados nos ha llevado a la situación actual. Pero
para tener estas funciones la Junta debía tener una capacidad ejecutiva de la
que ha carecido todo el tiempo y de la cual, incluso, carece hoy.
La
Junta ha sido incapaz de dirigir la economía. Todos hemos visto esa
incapacidad. En determinado momento, creo, era fatal que eso ocurriera, pero
ninguno de los que hemos pasado por la Junta fuimos capaces de organizar lo que
en un momento yo pretendí hacer: Un aparato de control y análisis lo suficientemente
serio como para que en un momento dado, naturalmente, cayera en sus manos la
dirección de la economía al demostrarse por la continuidad de su trabajo, de
sus advertencias y de sus análisis, las razones que tenía.
Los
métodos de cálculo son viejos en este momento; la revolución técnica ha llegado
también a la economía: los nuevos métodos matemáticos permiten análisis mucho
más profundos. Además, hay
una buena parte de la economía burguesa de la cual se pueden extraer
herramientas de cálculo que hasta hoy la economía socialista ha ignorado y de
la cual ha ido a extraer solamente el más negativo y significativamente
capitalista, como es la herramienta del control por el mercado.[ii]
De
este modo frente a organismos que avanzaban en la elaboración de sus planes y
conocían concretamente sus realidades, las advertencias globales, presuntuosas
y falta de realidad, de la Junta, no hacían sino quitarle prestigio. Desde
aquel primer episodio de los 24 millones de pares de zapatos y la enorme
exportación de madera, prevista por el primer plan, hasta hoy, el descrédito de
la Junta ha ido creciendo y los cuadros intermedios ya han perdido totalmente
la fe. Tú no conoces lo que son los maratones terribles para cumplir los planes
en tiempo y forma (como se dice en nuestro lenguaje) y que yo he obligado a
todos los niveles del Ministerio a realizar siempre, pero en todos,
incluyéndome a mí, estaba clara la idea de que ese plan iba a ser modificado
aun antes que acabara de realizarse y, efectivamente, sucedía así.
Por
eso todos los
encargados de la economía del país, en las distintas esferas de la producción,
sienten un desengaño muy grande y tienen una falta creciente de fe en la
autoridad central. Hoy, con la incorporación de [Osvaldo]
Dorticós, han habido algunos cambios de tipo cualitativo con respecto a esa
autoridad y, además, cambios específicos en cuanto a los métodos de relación
pero todavía no se puede hacer sentir más allá y si no hay cambios
estructurales y conceptuales — estructurales que correspondan a un nuevo
concepto — que a su vez engarcen con la realidad del país, y si no se le da a
la Junta la real autoridad ejecutiva que necesita, mientras está encargada de
la confección de los planes, seguiremos un camino parecido.
Hoy
la Junta recibe una cantidad bastante apreciable de datos económicos, por mi
experiencia de Industrias sé que bastan para análisis muy profundos, sin
embargo, la capacidad
de análisis de la Junta, que siempre ha sido muy escasa, se mantiene en niveles
cercanos al cero. Eso sin contar con que la misma estructura o,
digamos, los mismos cuadros del aparato en sus partes superiores, son incapaces
de ayudar a Dorticós en la realización práctica de los planes por ínfimos que
sean. El
individualismo más absoluto y la política de camarillas han deformado
totalmente la estructura de la Junta. A tal punto es grave esto que ha llegado
a tapar el problema principal; es decir, la Junta como organismo ineficaz,
desorganizado, lleno de rencillas y pugnas, está en un marasmo tal que a
veces se ha pensado que es el aspecto fundamental y, en realidad, el aspecto
fundamental y que incide mucho sobre estas cuestiones secundarias, es el que no dirige la economía;
de tal manera, que aun cuando las reestructuraciones son buenas, nos acercan a
una mejor organización etc., etc., no se puede decir de ninguna manera, que
simplemente por la estructuración de la Junta como aparato, va a mejorar las
cosas.
No
puedo hablar de los nuevos proyectos de reorganización aunque en principio me
parecen correctos, porque no los conozco lo suficiente, pero de todas maneras,
sí hay que apuntar que no es este el aspecto fundamental, aunque es bastante
importante, sino la verdadera autoridad que vaya a tener el organismo encargado
de hacer los planes y de controlarlos y su capacidad para poder imponerse a los
ejecutores.
Otro
de los capítulos
más importante de nuestros errores es el que corresponde a Comercio Exterior
[MINCEX].
No
vale la pena hablar de los errores prácticos, el lío de las divisas, es
simplemente la consecuencia de una total desorganización y falta de visión de
la Junta, el Banco y Comercio Exterior, en este caso.
Nosotros
hemos entendido el Comercio Exterior como un organismo encargado de entregar
azúcar por donde quiera, y de comprar cosas. Y es verdad que el azúcar es
nuestro producto fundamental, pero precisamente esa política ha sido ciega a
las necesidades más elementales de nuestra economía. Nosotros tenemos una
economía abierta; seguimos manteniendo esa estructura y la tendremos que
mantener durante mucho tiempo. La incidencia del mercado exterior, de los
abastecimientos externos en la industria, es realmente importante: alcanza al
19% de la producción industrial bruta del Ministerio. De tal manera, que una reducción en el Comercio
Exterior incide inmediatamente en la industria, en la agricultura, en las
inversiones, en el comercio interior, transporte, etc.
Nuestra
débil y, además, deformada base industrial no permite suministrar a la
agricultura ni al pueblo en general y hay que comprar productos en el exterior.
Pero los balances
no han existido en Cuba revolucionaria; y aun cuando el método de balances
pueda llamarse artesanal, tiene sus beneficios; como concepto
hay que utilizarlo. Nosotros separamos en compartimentos estancos las
importaciones y las exportaciones: las exportaciones eran la suma del azúcar
que podrá producirse más la suma de algunos otros productos que quisieran entregar
los productores, el INRA y nosotros, y las importaciones eran la suma de lo que
necesitaba cada uno de los organismos que tenía alguna fuerza (y casi todos han
tenido fuerza porque en casi todos ha habido algún plan especial que hay que
hacer). Ahora estamos endeudados grandemente y, lo que es peor, endeudados por comida, por uso de
trenes de consumo directo, o por inversiones mal concebidas; de
manera que nuestra deuda no podrá ser recuperada nunca con el mayor aporte que
dieran nuestras instalaciones hechas con el préstamo que provocara la deuda.
Nuestra
capacidad de importación disminuyó notablemente por la falta de azúcar y sin
embargo, no buscamos hasta el último rincón para tratar de sacar un pesito más
en cada cosa. Comercio Exterior ha hecho una política de grandes
ventas en grandes clientes; se despreocupa totalmente del pequeño proveedor o
consumidor, que, además, puede ser eventualmente un mercado que se pueda
complementar con el nuestro y, en África es posible hacer esto, por ejemplo;
creo que en Europa y en otros lados también, pero en África, me consta que se
podrían haber hecho pequeñas operaciones que no hubieran significado nada
frente a las monstruosas cifras de nuestro comercio exterior, pero que hubieran
sido un paso que podría haber sido seguido de otro y otro.
Nuestro
Comercio Exterior fue incapaz de planificar a largo plazo.
Es verdad que las limitaciones de los planes anuales de comercio — la más
macabra forma de inmovilización de la economía que se puede inventar — han
tarado mucho su trabajo, pero no
ha tenido agilidad para crear lo que viene cayéndose de la
mata desde hace años:
un flujo continuo de una serie de materias primas fundamentales,
tal como se hace en el petróleo, por ejemplo, donde ya el problema se reduce a
ajustar cantidades cada año pero ya están asignados los montos fundamentales.
Eso se puede hacer con todos los países del mundo; también los capitalistas en
este sentido planifican.
En
resumen, faltó a
toda nuestra economía el concepto del comercio exterior como su piedra
fundamental y al faltar este concepto vino todo el resto.
Debe
cambiarse la orientación dada y hacer
de cada dólar conseguido o ahorrado nuestra tarea número uno [iii] y,
en segundo lugar, ahorro en los gastos de convenio pero atendiéndolos también y
sin despilfarrar recursos.
Hasta
ahora no se ha seguido una rigurosísima política para ir buscando la
suplantación del dólar por una divisa de convenio en primer lugar[iv] y luego el análisis de las posibilidades internas
de sustitución.
El
MINCEX puede hacer mucho, pero no solo; debe estar jerarquizado y engarzado en
el aparato de la economía interna, conducido realmente por la Juceplan. El
método establecido en Industrias que permite la inspección total de la
producción exportable de tabaco por el MINCEX debe ampliarse a todas las
relaciones del aparato de comercio exterior con la economía interna y
viceversa, esta debe poder inspeccionar la gestión externa del MINCEX y
ayudarlo. Este sistema de relaciones debería implantarse también en la economía
interna entre sí de manera que Industrias controle producciones del INRA que le
son necesarias (como el tabaco en rama, por ejemplo) y el INRA las suyas
(maquinarias agrícolas, etc.).
Aun
cuando ya he hablado de las inversiones no justificadas, quisiera recalcar
también, como un
caso específico que retrata todo nuestro panorama económico, la forma en que se
realizan las inversiones. Nosotros empezamos a pagar los equipos a los países
socialistas inmediatamente después que firmamos contratos; esos contratos se
cumplen y el producto se embarca, durmiendo después años en distintos almacenes
o al aire libre en el país mientras la fuerza de trabajo, el equipo o los
materiales que estaban destinados a realizar esa obra se trasladan de urgencia
para hacer otra de último momento; se paralizan obras cuyo equipo se está
pagando al extranjero para hacer otras que, desgraciadamente, muchas veces no
sirven para nada. No vale la pena ponerse a dar ejemplos que
todos conocemos, lo importante es lograr que se tenga la disciplina mínima de
no imponer al MICONS una sola obra más sobre el plan, si no se compromete a
hacerla sin tocar las que están (salvo, naturalmente, que sea un problema de
extraordinaria urgencia real). No olvidarse tampoco que la gente tiene que vivir en una casa
y que estamos haciendo cada vez menos casas, gastando cada vez
menos en casas, pero cada casa, individualmente, cuesta más, de manera que
nuestros índices están rebajándose constantemente y este estado de cosas hay
que cambiarlo.
Ahora
pasaré a exponerte con toda la brevedad y la síntesis de que sea capaz nuestras
ideas sobre el Sistema Presupuestario.
Estas
ideas nacen de una experiencia práctica y después se han convertido en teoría.
Por razones de exposición, haré aquí unas consideraciones históricas, en primer
lugar, para tratar de redondear la concepción.
Marx
establecía dos períodos para llegar al comunismo, el período de transición,
también llamado socialismo o primer período del comunismo, y el comunismo o
comunismo plenamente desarrollado. Partía de la idea que el capitalismo en su
conjunto se vería abocado a una ruptura total después de alcanzar un desarrollo
en el cual las fuerzas productivas chocarían con las relaciones de producción,
etc. y entrevió ese primer período llamado socialismo al que no dedicó mucho
tiempo, pero en la Crítica del Programa de Gotha, lo describe como un sistema
donde ya están suprimidas una serie de categorías mercantiles, producto de que
la sociedad completamente desarrollada ha pasado a la nueva etapa. Después
viene Lenin, su teoría del desarrollo desigual, su teoría del eslabón más débil
y la realización de esa teoría en la Unión Soviética y con ello se implanta un
nuevo período no previsto por Marx. Primer período de transición o período de
la construcción de la sociedad socialista, que se transforma después en
sociedad socialista para pasar a ser la sociedad comunista en definitiva. Este
primer período, los soviéticos y los checos pretenden haberlo superado; creo
que objetivamente no es así, desde el momento en que todavía existen una serie de
propiedades privadas en la Unión Soviética y, por supuesto, en Checoslovaquia.[v]
Pero lo importante no es esto sino que la
economía política de todo este período no se ha creado[vi] y,
por tanto, estudiado. Después de muchos años de desarrollo de su economía en
una dirección dada, convirtieron
una serie de hechos palpables de la realidad soviética en presuntas leyes que
rigen la vida de la sociedad socialista, creo que aquí es donde está uno de los
errores más importantes.[vii] Pero el más importante, en mi concepto, se
establece en el momento en que Lenin, presionado por el inmenso cúmulo de
peligros y de dificultades que se cernían sobre la Unión Soviética, el fracaso
de una política económica, sumamente difícil de llevar por otro lado, vuelve
sobre sí y establece la
NEP dando entrada nuevamente a viejas relaciones de producción capitalista.[viii] Lenin se basaba en la existencia de cinco estadios
en la sociedad zarista, heredados por el nuevo estado.
Lo
que es necesario destacar es una existencia claramente definida, de por lo
menos dos Lenin
(tal vez tres), completamente distintos: aquel cuya historia acaba
específicamente en el momento en que escribe el último párrafo de El Estado y
la Revolución donde dice que es mucho más importante hacerla que hablar de ella
y el subsiguiente en que tiene que afrontar los problemas reales. Nosotros
apuntábamos que había probablemente un período intermedio de Lenin en el cual
todavía no se ha retractado de todas las concepciones teóricas que guiaron su
acción hasta el momento de la revolución.[ix] En todo caso, del año 21 en adelante, y hasta poco
antes de su muerte, Lenin comienza la acción conducente a hacer la NEP y a
llevar todo el país a las relaciones de producción que configuran lo que Lenin
llamaba capitalismo de Estado, pero que en realidad también puede llamarse
capitalismo premonopolista en cuanto al ordenamiento de las relaciones
económicas. En los últimos períodos de la vida de Lenin, leyendo con atención,
se observa una gran tensión; hay una carta muy interesante al Presidente del
Banco, donde se ríe de presuntas utilidades de este y hace una crítica de los
pagos entre empresas y las ganancias entre empresas (papeles que pasan de un
lugar a otro). Ese Lenin, agobiado también por las divisiones que ve dentro del
partido desconfía del futuro. Aunque sea algo absolutamente subjetivo, me da la
impresión de que si Lenin hubiera vivido para dirigir el proceso del cual era
el actor principal y que tenía totalmente en las manos, hubiera ido variando
con notable celeridad las relaciones que estableció la Nueva Política
Económica. Muchas veces, en esa última época, se hablaba de copiar del
capitalismo algunas cosas, pero en el capitalismo, en ese momento, estaban en
auge algunos aspectos de la explotación tales como el taylorismo que hoy no
existen; en realidad, el taylorismo no es otra cosa que el stajanovismo,
trabajo a destajo simple y puro o, mejor dicho, el trabajo a destajo vestido
con una serie de oropeles y ese tipo de pago fue descubierto en el primer plan
de la Unión Soviética como una creación de la sociedad soviética. El hecho real
es que todo el
andamiaje jurídico económico de la sociedad soviética actual parte de la Nueva
Política Económica; en esta se mantienen las viejas relaciones capitalistas, se
mantienen las viejas categorías del capitalismo, es decir, existe la mercancía,
existe, en cierta manera, la ganancia, el interés que cobran los bancos y,
naturalmente, existe el interés material directo de los trabajadores.[x] En
mi concepto todo este andamiaje pertenece a lo que podríamos llamar, como ya he
dicho, un capitalismo premonopolista. Todavía las técnicas de dirección y las
concentraciones de capitales no eran en la Rusia zarista tan grandes como para
haber permitido el desarrollo de los grandes trusts. Estaban en la época de
fábricas aisladas, unidades independientes, cosa prácticamente imposible de
encontrar en la industria norteamericana de hoy día, por ejemplo. Es decir,
hoy, en los Estados Unidos, solamente hay tres firmas que producen automóviles:
la Ford, la General Motors y el conjunto de todas las pequeñas empresas —
pequeñas para el carácter de los Estados Unidos — que se unieron entre sí para
tratar de sobrevivir. Nada de eso sucedía en la Rusia de aquella época, pero
¿cuál es el
defecto fundamental de todo el sistema? Que limita la posibilidad del
desarrollo mediante la competencia capitalista pero no liquida sus categorías
ni implanta nuevas categorías de un carácter más elevado. El interés material
individual era el arma capitalista por excelencia y hoy se pretende elevar a la
categoría de palanca de desarrollo, pero está limitado por la existencia de una
sociedad donde no se admite la explotación. En estas condiciones, el hombre no
desarrolla todas sus fabulosas posibilidades productivas, ni se desarrolla él
mismo como constructor consciente de la sociedad nueva.
Y
para ser consecuentes con el interés material, este se establece en la esfera
improductiva y en la de los servicios. Entonces surgen los grandes mariscales
con salarios de grandes mariscales, los burócratas, las dachas y las cortinitas
en los automóviles de los jerarcas. Esa es la justificación, tal vez, del
interés material a los dirigentes, principio de la corrupción, pero de todas
maneras, es consecuente con toda la línea del desarrollo adoptada en donde el
estímulo individual viene siendo la palanca motora porque es allí, en el
individuo, donde, con el interés material directo, se trata de aumentar la
producción o la efectividad.
Este
sistema tiene, por otra parte, trabas serias en su automaticidad; la ley del
valor no puede jugar libremente porque no tiene un mercado libre donde
productores rentables y no rentables, eficientes y no eficientes, compitan y
los no eficientes mueran de inanición. Es necesario garantizar una serie de
productos a la población, de precios a la población, etc., etc., y cuando se
resuelve que la rentabilidad debe ser general para todas las unidades, se
cambia el sistema de precios, se establecen nuevas relaciones y se pierde
totalmente la relación con el valor del capitalismo que, todavía, a pesar del
período monopólico, mantiene su característica fundamental de guiarse por el
mercado y de ser una especie de circo romano donde los más fuertes vencen (en
este caso los más fuertes son los poseedores de la técnica más alta). Todo esto
ha ido conduciendo a un desarrollo vertiginoso del capitalismo y a una serie de
técnicas nuevas totalmente alejadas de las viejas técnicas de producción. La Unión Soviética compara su
adelanto con los Estados Unidos y habla de que se produce más acero que en ese
país, pero en los Estados Unidos no ha habido paralización del desarrollo.[xi]
¿Qué
sucede entonces? Simplemente que el acero no es ya el factor fundamental para
medir la eficiencia de un país, porque existe la química, la automatización,
los metales no ferrosos y además de eso hay que ver la calidad de los aceros.
Estados Unidos produce menos pero produce una gran cantidad de acero de calidad
muy superior. La
técnica ha quedado relativamente estancada, en la inmensa mayoría de los
sectores económicos soviéticos. ¿Por qué? Porque hubo que hacer un mecanismo y
darle automaticidad, establecer las leyes del juego donde el mercado no actúa
ya con su implacabilidad capitalista, pero los mecanismos que se idearon para
reemplazarlos son mecanismos fosilizados y allí empieza el desbarajuste
tecnológico. Falta del ingrediente de la competencia, que no ha sido
sustituido, tras los brillantísimos éxitos que obtienen las sociedades nuevas
gracias al espíritu revolucionario de los primeros momentos, la tecnología deja
de ser el factor impulsor de la sociedad. Esto no sucede en la
rama de la defensa. ¿Por qué? Porque es una línea donde no existe la
rentabilidad como norma de relación y donde todo está puesto estructuradamente
al servicio de la sociedad para realizar las más importantes creaciones del
hombre para su supervivencia y la de la sociedad en formación. Pero aquí vuelve a fallar el mecanismo; los
capitalistas tienen muy unido el aparato de la defensa al aparato productor, ya
que son las mismas compañías, son negocios gemelos y todos los grandes
adelantos obtenidos en la ciencia de la guerra pasan inmediatamente a la
tecnología de la paz y los bienes de consumo dan saltos de calidad
verdaderamente gigantescos.[xii] En
la Unión Soviética nada de eso pasa, son dos compartimentos estancos y el
sistema de desarrollo científico de la guerra sirve muy limitadamente para la
paz.[xiii]
Estos errores, excusables en la sociedad
soviética, la primera en iniciar el experimento, se
trasplantan a sociedades mucho más desarrolladas o, simplemente distintas y se
llega a un callejón sin salida provocando reacciones de los otros estados. El
primero en revolverse fue Yugoslavia, luego le siguió Polonia y en ese sentido
ahora son Alemania y Checoslovaquia, dejando de lado, por características
especiales a Rumanía. ¿Qué sucede ahora? Se rebelan contra el sistema pero nadie ha buscado donde está la raíz
del mal; se le atribuye a esa pesada lacra burocrática, a la centralización
excesiva de los aparatos, se lucha contra la centralización de esos aparatos y
las empresas obtienen una serie de triunfos y una independencia cada vez mayor
en la lucha por un mercado libre.
¿Quiénes
luchan por esto? Dejando de lado a los ideólogos, y los técnicos que, desde un
punto de vista científico analizan el problema, las propias unidades de
producción, las más efectivas claman por su independencia. Esto se parece
extraordinariamente a la lucha que llevan los capitalistas contra los estados
burgueses que controlan determinadas actividades. Los capitalistas están de
acuerdo en que algo debe tener el Estado, ese algo es el servicio donde se pierde
o que sirve para todo el país, pero el resto debe estar en manos privadas. El
espíritu es el mismo; el Estado, objetivamente, empieza a convertirse en un
estado tutelar de relaciones entre capitalistas. Por supuesto, para medir la eficiencia se está utilizando
cada vez más la ley del valor, y la ley del valor es la ley fundamental del
capitalismo; ella es la que acompaña, la que está íntimamente ligada a la
mercancía, célula económica del capitalismo.[xiv] Al
adquirir la mercancía y la ley del valor sus plenas atribuciones, se produce un
reajuste en la economía de acuerdo con la eficiencia de los distintos sectores
y unidades y aquellos sectores o unidades que no son lo suficientemente
eficientes desaparecen.
Se
cierran fábricas y emigran trabajadores yugoslavos (y ahora polacos) a los
países de Europa Occidental en plena expansión económica. Son esclavos que los
países socialistas envían como una ofrenda al desarrollo tecnológico del
Mercado Común Europeo.
Nosotros
pretendemos que nuestro sistema recoja las dos líneas fundamentales del pensamiento que deben
seguirse para llegar al comunismo. El comunismo es un fenómeno
de conciencia, no se llega a él mediante un salto en el vacío, un cambio de la
calidad productiva, o el choque simple entre las fuerzas productivas y las
relaciones de producción. El comunismo es un fenómeno de conciencia y hay que
desarrollar esa conciencia en el hombre, de donde la educación individual y
colectiva para el comunismo es una parte consustancial a él.[xv] No podemos hablar en términos cuantitativos
económicamente; quizás nosotros podamos estar en condiciones de llegar al
comunismo dentro de unos años, antes que los Estados Unidos hayan salido del
capitalismo. No podemos medir en términos de ingreso per cápita la posibilidad
de entrar al comunismo;[xvi]no hay una identificación total entre estos ingresos y
la sociedad comunista. China tardará centenares de años en tener el ingreso per
cápita de los Estados Unidos.[xvii] Aún si consideramos que el ingreso per cápita es
una abstracción, midiendo el salario medio de los obreros norteamericanos,
cargándole los desocupados, cargándole los negros, todavía ese nivel de vida es
tan alto que a la mayoría de nuestros países le costará mucho llegar a él. Sin
embargo, vamos caminando hacia el comunismo.[xviii]
El
otro aspecto es el de la técnica; conciencia más producción de bienes
materiales es comunismo. Bien, pero qué es la producción si no el
aprovechamiento cada vez mayor de la técnica; y qué es el aprovechamiento cada
vez mayor de la técnica si no el producto de una concentración cada vez más
fabulosa de capitales, es decir, una concentración cada vez más grande de capital
fijo o trabajo congelado con relación al capital variable o trabajo vivo. Este
fenómeno se está produciendo en el capitalismo desarrollado, en el
imperialismo. El imperialismo no ha sucumbido gracias a su capacidad de extraer
ganancias, recursos, de los países dependientes y exportarles conflictos,
contradicciones, gracias a la alianza con la clase obrera de sus propios países
desarrollados contra el conjunto de los países dependientes. En ese capitalismo
desarrollado están los gérmenes técnicos del socialismo mucho más que en el
viejo sistema del llamado Cálculo Económico que es, a su vez, heredero de un
capitalismo que ya está superado en sí mismo y que, sin embargo, ha sido tomado
como modelo del desarrollo socialista. Debiéramos, pues, mirar en el espejo
donde se están reflejando una serie de técnicas correctas de producción que
todavía no han chocado con sus relaciones de producción. Podría argumentarse
que no lo han hecho por la existencia de este desahogo que es el imperialismo
en escala mundial pero, en definitiva, esto traería algunas correcciones en el
sistema y nosotros solamente tomamos las líneas generales. Para dar una idea de
la extraordinaria diferencia práctica que existe hoy entre el capitalismo y el
socialismo se puede citar el caso de la automatización; mientras en los países
capitalistas la automatización avanza a extremos realmente vertiginosos, en el
socialismo están mucho más atrasados. Se podría argumentar sobre una serie de
problemas que afrontarán los capitalistas en el futuro inmediato, debido a la
lucha de los trabajadores contra la desocupación, cosa aparentemente exacta,
pero lo cierto es que hoy el capitalismo se desarrolla en ese camino más
rápidamente que el socialismo.
La
Standard Oil por ejemplo, si necesita remozar una fábrica, la para y le da una
serie de compensaciones a los trabajadores. Un año está la fábrica parada, pone
los nuevos equipos y echa a andar con una eficiencia mayor. ¿Qué sucede en la
Unión Soviética, hasta ahora? En la Academia de Ciencias de ese país hay
acumulados centenares y tal vez miles de proyectos de automatización que no
pueden ser puestos en práctica porque los directores de las fábricas no se
pueden permitir el lujo de que su plan se caiga durante un año y como es un
problema de cumplimiento del plan, si le hacen una fábrica automatizada le
exigirán una producción mayor, entonces no le interesa fundamentalmente el
aumento de productividad. Claro que se podría solucionar esto desde el punto de
vista práctico, dando mayores incentivos a las fábricas automatizadas; es el
sistema Libermann y los sistemas que se están empezando a implantar en Alemania
Democrática, pero todo esto indica el grado de subjetivismo en que se puede
caer y la falta de precisión técnica en el manejo de la economía. Hay que
sufrir golpes muy duros de la realidad para empezar a cambiar; y siempre cambia
el aspecto externo, el más llamativamente negativo, pero no la esencia real de
todas las dificultades que existen hoy que es una falsa concepción del hombre
comunista, basada en una
larga práctica económica que tenderá y tiende a hacer del hombre un elemento
numérico de producción a través de la palanca del interés material.[xix]
En
la parte técnica, nuestro sistema trata de tomar lo más avanzado de los
capitalistas y por lo tanto debe tender a la centralización. [Lo he anotado ya
anteriormente, Che no
veía en la centralización heredada de la experiencia capitalista un arma
mellada. Nota de AA.] Esta centralización no significa un absoluto; para
hacerla inteligentemente debe trabajarse de acuerdo con las posibilidades.
Podría decirse, centralizar tanto como las posibilidades lo permitan; eso es lo
que guía nuestra acción. Esto permite un ahorro de administración, de mano de
obra, permite una mejor utilización de los equipos ciñéndonos a técnicas
conocidas. No es posible hacer una fábrica de zapatos que, instalada en La
Habana, reparta ese producto a toda la república porque hay un problema de
transporte de por medio. La utilización de la fábrica, su tamaño óptimo, está
dado por los elementos de análisis técnico-económicos. [¿No cabría en la
economía política de la transición socialista una reflexión análoga que
legitime la articulación de las franjas de acción del mercado con la conducción
del plan de la economía? Nota de AA.]
Tratamos
de ir a la eliminación, en lo posible, de las categorías capitalistas, por lo
tanto nosotros no
consideramos un acto mercantil el tránsito de un producto por fábricas
socialistas.[xx] Para que esto sea eficaz debemos hacer toda una
reestructuración de los precios. Eso está publicado por mí, no tengo más que
agregar a lo poco que hemos escrito, salvo que hay que investigar mucho sobre estos
puntos.[xxi]
En
resumen, eliminar las categorías capitalistas: mercancía entre empresas,
interés bancario, interés material directo como palanca, etc. y tomar los
últimos adelantos administrativos y tecnológicos del capitalismo, esa es
nuestra aspiración.
Se
nos puede decir que todas esas pretensiones nuestras equivaldrían también a
pretender tener aquí, porque los Estados Unidos lo tienen, un Empire State y es
lógico que nosotros no podemos tener un Empire State pero, sin embargo, sí
podemos tener muchos de los adelantos que tienen los rascacielos
norteamericanos y técnicas de fabricación de esos rascacielos aunque los
hagamos más chiquitos. No podemos tener una General Motors que tiene más
empleados que todos los trabajadores del ministerio de Industrias en su
conjunto, pero sí podemos tener una organización, y, de hecho la tenemos,
similar a la General Motors. En este problema de la técnica de administración
va jugando la tecnología; tecnología y técnica de administración han ido
variando constantemente, unidas íntimamente a lo largo del proceso del
desarrollo del capitalismo, sin embargo, en el socialismo se han dividido como
dos aspectos diferentes del problema y uno de ellos se ha quedado totalmente
estático. Cuando se han dado cuenta de las groseras fallas técnicas en la
administración, buscan en las cercanías y descubren el capitalismo.
Recalcando,
los dos problemas fundamentales que nos afligen, en nuestro Sistema
Presupuestario, son la creación del hombre comunista y la creación del medio
material comunista, dos pilares que están unidos por medio del edificio que
deben sostener.
Nosotros tenemos una gran laguna en nuestro
sistema; cómo integrar al hombre a su trabajo de tal manera que no sea
necesario utilizar eso que nosotros llamamos el desestímulo material, cómo
hacer que cada obrero sienta la necesidad vital de apoyar a su revolución y al
mismo tiempo que el trabajo es un placer; que sienta lo que todos nosotros
sentimos aquí arriba.[xxii]
Si
es un problema de campo visual y solamente le es dable interesarse por el
trabajo que hace a quien tiene la misión, la capacidad del gran constructor,
estaríamos condenados a que un tornero o una secretaria nunca trabajaran con
entusiasmo. Si la solución estuviera en la posibilidad de desarrollo de ese
mismo obrero en el sentido material, estaríamos muy mal.
Lo
cierto es que hoy
no existe una plena identificación al trabajo y creo que parte de las críticas
que se nos hacen son razonables, aunque el contenido ideológico de esa crítica
no lo es. Es decir, se nos critica el que los trabajadores no
participan en la confección de los planes, en la administración de las unidades
estatales, etc., lo que es cierto, pero de allí concluyen que esto se debe a
que no están interesados materialmente en ellas, están al margen de la
producción. El remedio que se busca para esto es que los obreros dirijan las
fábricas y sean responsables de ellas monetariamente, que tengan sus estímulos y
desestímulos de acuerdo con la gestión. Creo que aquí está el quid de la
cuestión; para nosotros es un error pretender que los obreros
dirijan las unidades; algún obrero tiene que dirigir la unidad, uno entre todos
como representante de los demás, si se quiere, pero representante de todos en
cuanto a la función que se le asigna, a la responsabilidad o el honor que se le
confiere, no como representante de toda la unidad ante la gran unidad de
Estado, en forma antagónica. En
una planificación centralizada, correcta, es muy importante la utilización
racional de cada uno de los distintos elementos de la producción y no puede
depender de una asamblea de obreros o del criterio de un obrero, la producción
que se vaya a hacer. Evidentemente, cuanto menos conocimiento exista en el
aparato central y en todos los niveles intermedios, la acción de los obreros
desde el punto de vista práctico es más útil[xxiii].
Eso
es real, pero también nuestra práctica nos ha enseñado dos cosas para nosotros
axiomáticas; un cuadro técnico bien situado puede hacer muchísimo más que todos
los obreros de una fábrica y un cuadro de dirección colocado en una fábrica
puede cambiar totalmente las características de ellas, ya sea en uno y otro
sentido. Los ejemplos son innumerables y, además, los conocemos en toda la
economía no solo en este Ministerio. Otra vez se vuelve a plantear el problema.
¿Por qué un cuadro de dirección puede cambiar todo? ¿Por qué hace trabajar
técnicamente, es decir, administrativamente mejor a todo el conjunto de sus
empleados, o por qué da participación a todos los empleados de manera que estos
se sientan con una nueva tónica, con un nuevo entusiasmo de trabajo o por una
conjunción de estas dos cosas? Nosotros no hemos hallado respuesta todavía y
creo que hay que estudiar un poco más esto. La respuesta tiene que estar íntimamente relacionada
con la economía política de este período y el tratamiento que se les dé a estas
cuestiones debe ser integral y coherente con la economía política.[xxiv]
¿Cómo
hacer participar a los obreros? es una interrogante que no he podido responder.[xxv] Considero
esto como mi obstáculo más grande o mi
fracaso más grande y es una de las cosas para pensar porque en ello también
está implicado el problema del Partido y del Estado, de las relaciones entre el
Partido y el Estado.
Pasaremos
al tercero de los puntos con que amenacé: La función del Partido y del Estado.
Hasta
ahora nuestro pobre Partido ha sido un muñeco armado al estilo soviético y que empezó
a caminar al estilo soviético: como buen muñeco, empezó a hacer de las
suyas en cuanto se
topó con la porcelana y hemos resuelto el problema quitándole la cuerda.
Ahora está en un rincón pero pretendemos reactivar ese muñeco y empieza a mover
una pierna u otra; me atrevo a decir que, en cualquier momento, rompe otra loza
más, porque hay
problemas de fondo que no han sido correctamente tratados y que impiden su
desarrollo.
En
mi concepto, el Partido es un aparato que conjuga en sí la doble situación de
ser el motor ideológico de la Revolución y su más eficiente sistema de control.
Por
motor ideológico, entiendo, el hecho de que el Partido y sus miembros deben
tomar las principales ideas directrices del Gobierno y transformarlas, a cada
uno do los niveles, en impulsos directos sobre los organismos de ejecución o
sobre los hombres.
Por
aparato de control, el que las bases del Partido y sus organizaciones
superiores, en grado sucesivo creciente, estén capacitados para presentar ante
el Gobierno, la imagen de lo que realmente sucede en todo aquello que no
dependa de la estadística o del análisis económico, es decir, la moral, la disciplina,
los métodos de dirección, la opinión del pueblo, etc.
Para
cumplir su cometido de motor ideológico, el Partido y cada miembro del Partido,
debe ser vanguardia y, para ello, deben de presentar la imagen más cercana a lo
que debe ser un comunista. Su nivel de vida, es decir, el nivel de vida de los
miembros del Partido, nunca debe de exceder, ni como cuadros profesionales, ni
como cuadros dentro de la producción, al que tengan sus iguales. La moral de un
comunista es su galardón más preciado, su verdadera arma, por ello, hay que
cuidarla, incluso, en los aspectos más íntimos de su vida; la parte práctica de
esto, la forma en que el Partido debe conducir el cuidado de la moral
individual, es uno de los puntos más difíciles de tratar pero es natural, que
ni ladrones, ni oportunistas, ni fariseos…, puedan figurar en el Partido,
cualesquiera que hayan sido sus méritos anteriores
En
esta etapa, el cuadro revolucionario con sus cualidades morales como tarjeta de
presentación por delante, tendrá que hacer esfuerzos fundamentales por crear la
conciencia en las tres líneas más importantes: la capacitación, tanto técnica,
como cultural o de profundización de la conciencia, la defensa del país, tanto
armada como ideológica y la producción en todos sus aspectos: y, defendiendo
estas tres líneas fundamentales e impulsando
con su ejemplo debe participar en todos los planes
nacionales,
jerarquizando su acción en la medida en que el Gobierno la jerarquice.
Todo esto buscando la manera de actuar de tal manera que siempre se tenga
presente la lucha
contra la tendencia a burocratizar el Partido, es decir, a
convertirlo en un instrumento más de control estadístico del Gobierno, o en
órgano de ejecución, o en órgano parlamentario, con muchos personajes a sueldo
y muchas correderas en jeep, reuniones, etc. etc.
Es
necesario desarrollar los cuadros del Partido para que cumplan su tarea de
control.
El
Partido, naturalmente, tiene que tener la organización propia, separada del
Estado, aun cuando hoy ocasionalmente haya una serie de cargos en los cuales se
mezclan Partido y Estado.
Como
tareas inmediatas es necesario realizar la elección de los cuadros medios
extraídos de la base por métodos parecidos a los empleados para la selección de
los inferiores y la reestructuración de la Dirección Nacional, adaptándolos a
las ideas que en este momento tengamos sobre el tema.
Una
de las primeras tareas que tiene que analizar el Partido son sus relaciones con
la Administración a todos los niveles. ¿Cuál será la relación que el Partido va
a tener con el Gobierno? ¿Cuál la de las Direcciones Provinciales con los
Gobierno Provinciales o JUCEI [Junta de Coordinación, Ejecución e Inspección] y
los regionales y núcleos con sus correspondientes? Esta es casi la tarea
fundamental, el punto central de la discusión y si podemos dilucidarlo habremos
ya puesto una buena piedra para el adelanto de todo el aparato.[xxvi] Hasta ahora he hecho una serie de consideraciones
generales, buenas o malas, pero que no aportan nada al problema. Creo que es
necesario realizar una serie de tareas concretas para que el Partido pueda ir
jugando su papel. Me parece que uno de los puntos fundamentales en este momento
es proceder a la selección de los cuadros medios y a la reestructuración de la
Secretaría de Organización,[xxvii] de tal manera, que tenga realmente una especie de
poder ejecutivo sobre todos los cuadros profesionales en todas las tareas de
organización del Partido; esto se puede realizar rápidamente y buscar un
sistema para proponerlo al Secretariado, devolviendo a la producción todos los
cuadros medios que simplemente no dieran la talla. Al mismo tiempo, hay que
considerar el desarrollo de los cuadros y para ello tiene que desarrollarse con
una idea central del Partido. Si se acepta la que yo doy como definición de
comunista, hay que establecer sistemas rígidos de disciplina, de control y de
autocrítica que permitan ir desglosando todas las matas raquídeas dentro del
Partido.
Se
pueden tomar las
principales tareas de la nación como fundamentales, después las principales
tareas de los organismos como secundarias y el Partido tomar bajo su cargo el
impulso do una serie de estas tareas. Para referirme a la
industria: grupos de vanguardia, trabajadores de vanguardia que vayan a las
fábricas más atrasadas. Los comunistas no deben ganar un plus salario, sino su
salario habitual, o el medio, los comunistas de cualquier tipo que sean deben
estar dispuestos a trasladarse de un lugar a otro del país cuando el Partido lo
ordene. Quiere decir esto, que un comunista, contador en La Habana, tiene la
obligación de trasladarse a Nicaro si el Partido lo ordena, dilucidando bien
esta obligación como miembro del Partido y no como funcionario.
Debe
procederse a la continua revisión de los miembros del Partido en asambleas
periódicas para incluir candidatos nuevos y desechar los viejos, los que han
demostrado debilidades grandes, estableciendo en todos aquellos casos en que
las faltas no sean graves el status de candidato a miembro.
Establecer
por el Secretariado de Organización un proyecto de organización del Partido en
todo su conjunto, pero dividido en dos partes, una de las cuales abarque de las
Direcciones Provinciales hacia abajo, de tal manera que, si por las
circunstancias actuales no se admite la reestructuración propuesta se pueden
iniciar trabajos serios de las Direcciones Provinciales hacia abajo, que para
este trabajo se forme una comisión dirigida por la Secretaría de Organización y
con participación de miembros de las provincias, ya sea una de cada provincia,
o alguno elegido entre las distintas provincias.
Que
la organización nombre un pequeño grupo de compañeros que trabajen en la
creación de unos estatutos provisionales del Partido, que servirían para reglar
su funcionamiento hasta que se convoque un congreso en el que se aprobará
definitivamente el programa. Se deben reglar las relaciones entre el Partido y
la Juventud. También formar una comisión mixta, ya sea solo de miembros del
Partido que a su vez sean administrativos o de miembros del Partido y de la
Administración que normen de Ministerio hacia abajo las relaciones entre ellos.
Algunos
de estos proyectos pueden ser discutidos en las bases previamente y otros
directamente discutidos en las esferas superiores.
Creo
que las líneas
fundamentales son:
Aprobar
el concepto de lo
que debe ser un comunista, cualquiera que este sea o dentro de
los límites que se precise.
Iniciar
las tareas de discusión de
las relaciones Partido-Administración.
Decidir
sobre las funciones
del Partido, ya sean estas que planteo de motor ideológico y control, o las
que se establezcan y establecer un método de trabajo que
permita dividir la tarea en dos partes.
Aun
cuando el Partido, en algunos aspectos, siga con las características de
acefalia actual, puede estructurarse una firme organización de base.
Más
o menos esto es lo que tengo que decir sobre el Partido, poco más que un
llamado a la investigación, es siempre dentro del marco de mi preocupación
fundamental que es la creación del hombre nuevo.[xxviii]
Sobre el Estado tengo
aún menos que decir. Creo que es
el embrollo más grande, pero también creo que tenemos que hacer
esfuerzos sistemáticos por investigarlo. Por eso me parece que el sistema
adoptado para la reestructuración administrativa, lucha contra el burocratismo,
etc., tiene un grave
error de fondo; otra vez estamos cayendo en el sistema de dibujar al hombre
comenzando por la nariz, sin un esquema de conjunto. Si la
Juceplan es la encargada de confeccionar la estadística y a los organismos
también se le da esa facultad, no debe una comisión regional cambiar los
modelos exigidos centralmente. No se ha podido racionalizar más porque se choca
con una serie de limitaciones de tipo burocrático central o de exigencias de la
Juceplan, o por indisciplina. Sería mejor encuadrar al Partido dentro de esta
misma línea de acción y hacer un trabajo ordenado que vaya de arriba hacia
abajo; si quieren que estudien en la base todo lo necesario, pero para ir
después subiendo en su estudio y dar una recomendación al final, no una acción
al principio.
La
idea de reestructuración presentada por la Juceplan me parece bastante correcta
en sentido lógico, pero no puedo decir si es correcta, conceptualmente
hablando, desde el punto de vista de lo que debe ser el Estado en el primer período de transición, lo
cual corresponde al interrogante de lo que debe ser el hombre comunista y por
lo tanto cómo se le debe preparar, por un lado y de la economía política del
período y por lo tanto cómo será la estructura basada en esa economía política
por otro. Tenemos que crear una base investigativa seria que
esté capacitada para responder interrogantes muy complejos y comience a
estructurar un nuevo Estado Socialista, de corte totalmente distinto a los
actuales. Pero no sé más sobre el tema: lo dejo en ese grado de vaguedad.
Trataré
de ser concreto, ahora, en el capítulo de las Recomendaciones Generales.
Política
Económica: Creo que un
pequeño grupo de gente debía dedicarse a estudiar la Economía Política de este
período, pero no debemos esperar por ellos ni pensar que lo
puedan resolver fácilmente. Muy
poca gente de esa capacidad habrá en Cuba, si es que hay alguien,[xxix] porque estas son tareas que las han hecho pocos en la historia y
quizás Marx fuera el único que la hiciera completa.
Sin
embargo, en la política económica hay una serie de concepciones que se pueden
establecer de tareas urgentes sobre las cuales se puede llamar la atención. Lo
más importante (casi es un clamor hacia ti) «globalizar», en el buen sentido de
la palabra, nuestras aspiraciones. Creo que si al entusiasmo se le pone un
pequeño freno de realidad y se hace un análisis comparativo con otros países no
cayendo de nuevo en las pretensiones de tener crecimiento de 15 o 20% anual,
nos podemos plantear qué es lo que queremos para el año [19]80. Sobre esta base
irá surgiendo lo que tendremos que producir, lo que tendremos que importar,
cuánto tendremos que gastar en inversiones productivas y cuánto en inversiones
improductivas y la repuesta al más grande interrogante: ¿podemos hacerlo con
los actuales métodos y con el actual desarrollo de la economía, sí o no?
Hay
algunos estudios hechos por los compañeros del
Ministerio que indican que no. Son preliminares, no sé si querrás leerlos.
Esto indicaría que
no se puede llegar a un desarrollo adecuado el año 80 simplemente con la
ganadería y la caña; es necesario algo más. Ese algo más es la industria.
¿Cuánto
se puede gastar en las industrias?, ¿qué industrias?, ¿cuánto en servicios, en
transporte, etc.? No es el momento de estar aquí propugnando cantidades,
simplemente me interesa propugnar métodos. Este es un
método que no exige más de un día para hacerse una visión de conjunto. Se podrá
entonces analizar cosas que se plantean muy claras, por ejemplo, que los
mercados derivados de la carne no son tan abundantes como se pretende, que hay
una serie de leyes proteccionistas, de acuerdo con las distintas agrupaciones
capitalistas, que impiden una venta ilimitada de productos y no se prevé en los
años próximos un aumento sustancial de los precios de los distintos productos
elaborados a partir del ganado vacuno; además, hay que hacer ingentes
inversiones, e inversión que se haga ahí no se hace en otro lado.
Es
decir, hacer un balance elemental de nuestras necesidades y de nuestros deseos.
Si fuera posible hacer una vez esto y ceñirse a un plan de acción que no
tendría que ser extremadamente minucioso, se podrían llevar líneas internas de
desarrollo a largo plazo, con planes
quinquenales mucho más elaborados de los cuales el primero, este del 66–70, que no
existe pero que está fijado por una serie de compromisos contraídos, tendrá una
tendencia claramente agrícola y después del 70 habrá que dar el gran viraje.
Lo digo con toda mi convicción (independientemente de lo que valga); si nosotros nos dedicamos a la agricultura
y a la industria agropecuaria solamente, estamos liquidados en cuanto a las
posibilidades reales de tener un desarrollo armónico y ser un país rico.[xxx]
Hay
que invertir en la industria, dentro de esta hay que tomar la industria más
moderna; hay que tener una base mecánica suficientemente sólida, con una base
metalúrgica elemental, por lo menos. Hay que hacerlo. Hay que dedicarse a la
química del petróleo, del azúcar, la química básica, incluidos fertilizantes en
ella; hay que quimificar al máximo. Hay que automatizar, única forma de
competir. Hay que atender al problema inquietante del mantenimiento preventivo.
Haciendo
todas estas cosas, más la base de una prospección geológica adecuada,
desarrollo de la máquina agrícola dentro de nuestras posibilidades, industrias
mecánicas como la construcción naval, parsimoniosamente y con una educación
acelerada continua y eslabonada se podrá llegar lejos; si no se hace nada en
este sentido, a partir del año 70 Cuba volverá a tener problemas de
desocupación.
Hay
tareas urgentes que realizar. Entre estas tareas se puede considerar de las más
importantes fijar las reglas del juego de Juceplan definitivamente,
definitivamente darle a Juceplan una autoridad, al menos anual, incontrovertida.[xxxi] Que nadie pueda salirse de marcos estrictos sin
consideraciones a planes especiales. Hay que ir estableciendo gradualmente el
sistema presupuestario en la agricultura; esto sería ideal para componer una
inmensa cantidad de problemas que existen, siempre y cuando los cuadros sean
honestos y trabajadores conscientes de lo que se debe hacer. Hay que reexaminar
los problemas de los precios y, conjuntamente con los precios, los salarios;
eso va a explotar en algún momento si nos descuidamos. No es que sea una
situación explosiva hoy, pero se acumula descontento en determinadas regiones
industriales en que los salarios están congelados, viendo cómo los salarios
están congelados, viendo cómo los salarios del campo día a día se aumentan. Hay
que seguir una política de extrema cautela en las inversiones, bien meditada y
única, basada en un plan único de un organismo único, controlado por la
Juceplan.
Osmany decía
el otro día una cosa muy sensata; nosotros paralizamos obras para mandar gentes a cortar caña y el
organismo encargado de cortar la caña mantiene, con sus propios obreros, las
obras propias en construcción.[xxxii]
Hay
que hacer por lo menos otra estructuración de todos los organismos sobre un
plan único dirigido por la Juceplan y después que se tengan ciertas directrices
generales, de manera que se pueda ir limpiando toda una serie de zonas oscuras
en las relaciones entre organismos, relaciones horizontales y verticales, etc.
Es importante, como lo advirtiera antes, que se norme exactamente la
participación del Partido: si no es posible totalmente por lo menos su
participación en determinados niveles inferiores, en forma más o menos
constante y en todo el país. Proceder a la educación de los cuadros del Partido
con un sentido más amplio de la filosofía, incluso un humanismo marxista más
avanzado. No definiciones en torno a las discrepancias, pero sí participación
en estudios, o por lo menos, en recopilaciones de documentos de los debates,
intento de análisis de las causas que se conocen actualmente. Hacer del cuadro
del Partido un elemento pensante, no solo de las realidades de nuestro país
sino de la teoría marxista que no es un adorno sino que es una extraordinaria
guía para la acción (los cuadros no conocen a Trosky ni Stalin pero los
califican de «malos» escolásticamente). Acabar con la escolástica y la
apologética, ceñirá una disciplina única todas las dependencias del Partido,
(pienso en Hoy).[3]
Hacer
una política educacional acorde con todo lo que se quiere conseguir unida en
todas sus partes, congruente en sus escalas y congruente con lo que se busca.
Seguir
el mismo principio en las Relaciones Exteriores.
Creo
estas son las cosas más importantes; creo también que no he dicho nada nuevo.
Tengo cierta sensación de que esto es un poco de pérdida de tiempo para todos,
porque tengo copias de otros escritos anteriores de un tono parecido y
realmente poco ha cambiado desde entonces y nada de lo fundamental. Sin
embargo, hoy se han producido una serie de avances administrativos grandes y
algunos cambios de directivas quizás puedan mejorar el aparato y aumentar la
confianza que tú le tengas.
[…]
Así
se podrá adelantar mucho, tal vez no se corrigieran tan a tiempo los errores,
pero a veces, es preferible tardar un poco más de tiempo en corregirlos y no
hacerlo inmediatamente, sin meditar sobre las posibilidades de que se cometa un
nuevo error.
Son
críticas que hago amparado en la vieja amistad y en el aprecio, la admiración y
lealtad sin límites que te profeso.
No
tengo mucha seguridad de que llegues a esta hoja porque ya han sido muchas
Patria
o Muerte
Notas de
Aurelio Alonso:
[i] Me trae a la memoria una síntesis dramática de la
situación económica del país que le escuché a Osvaldo Dórticos, hacia el final
de 1970, en que terminaba apuntando que «la economía es implacablemente
matemática y el genio político poco puede frente a eso».
[ii] Aquí destaco que para él no todas las armas del
capitalismo nos llegan melladas, y es necesario discernir, paso a paso, es el
verdadero reto, lo que debe ser rescatado, tanto como los peligros de adoptar
lo que hay que desechar críticamente, y en el mercado (pienso yo),
que es una categoría tan amplia que tipifica a la lógica del capital pero que
la antecede, hay de lo uno y de lo otro. Estoy convencido de que el reto radica
en descifrar lo mellado, que sería lo que conduzca a cederle «el control».
[iii] Le había tocado comenzar por el Banco Nacional su
aventura económica y se percataba del peligro de desmonetización de la economía
del país.
[iv] ¿Y esto era, ha sido o es viable? El rublo nunca
fue aceptado en el mercado financiero como moneda convertible, que yo recuerde;
el euro se creó cuando el sistema soviético empezaba a desmoronarse; el yuan ha
sido aceptado hace como una década. ¿Hay acaso una propuesta de circuito
financiero alternativo sostenible? ¿La dará al yuan la ruta de la seda?
[v] Creo que identificar el avance en la transición
socialista por el alcance de la socialización estatal de la propiedad ha
demostrado ser un error, aunque tiene razón en que ni Praga ni Moscú ostentaban
aquello de lo que presumían. Humberto Pérez cita un texto de final de 1959 en
el cual el Che sugiere
tácitamente un modelo para la economía cubana: «se estableció entonces una
división que estudiara las grandes líneas de los proyectos básicos con la idea
directriz de poner estos proyectos al servicio de la nación entera, con
participación exclusiva o casi exclusiva del Estado. Ellos son: a) energía y
combustible, b) industria siderúrgica y metálica en general, c) industria de la
caña y sus derivados, d) industria química en general, e) plan de desarrollo minero
y f) industria de productos agropecuarios. En este más alto nivel industrial,
el Estado dirigirá toda la política económica. // En industrias derivadas de
estas fundamentales, pero no tan importantes, particulares y Estado podrían o
no estar asociados en una serie de ellas y, en un plano más bajo, solamente
particulares intervendrían en la industrialización total del país. Ni el
sistema presupuestario suponía (ni Chese
planteó) una economía estatizada del todo, sino que el socialismo supuso
siempre para él una sociedad con diversidad de formas de propiedad donde
predominara y rigiera la empresa estatal socialista. // Comenta Humberto con
razón que «en la situación histórica concreta de la Cuba de finales de 1959 y
comienzos de 1960, el Che proponía una estructura de la
propiedad de los medios de producción industriales similar a la que hoy se
plantea en la conceptualización».
[vi] Y crearla, cuando un cuarto de siglo después de
estas apreciaciones, el sistema estalló (como él mismo, y solo él, previó que
podía suceder) es un reto más complejo, y también más urgente en nuestros días.
[vii] Siguen pesando sobre nosotros, estos constructos y
otros.
[viii] Lenin contaba con la victoria de la clase obrera
alemana en la posguerra, frustrada por la socialdemocracia traidora. Y con una
Alemania proletaria, en una probable marea revolucionaria en los centros
capitalistas de Europa, la cual fue cortada con sangre. La NEP no es la expresión de un
cambio de paradigma sino de estrategias — hoy yo
insistiría, de estrategias más que de tácticas —. La opción que impuso Stalin
en la URSS no siguió el cauce de la NEP, no comparto esa mirada —la contingentación
forzosa y otras medidas autoritarias que sostuvieron los primeros planes
quinquenales no tenían que ver con la NEP sino todo lo contrario— Stalin
remplazó resortes capitalistas por un sistema estamentario, un autoritarismo
que impuso austeridad y represión (visto en el plano histórico. Para mí el
dilema se definía así: ¿transición nepista o transición represiva?
[ix] Yo diría que Che evalúa como un retroceso lo que
Lenin se planteaba como un cambio necesario de estrategia. Se mostrará o no
acertado en su aplicación. Un similar sentido práctico, motivaba al
propio Che a
razonar que de no funcionar su sistema presupuestario de financiamiento habría
que acudir a los «caminos trillados» de los cuales trataba de tomar distancia.
Y puesto en la situación que siguió al fracaso de la Zafra de los 10 millones
probablemente él también lo hubiera hecho.
[x] ¿Se puede afirmar que el sistema de acumulación
que adoptó Stalin se basaba en la NEP? Ya dije que no lo creo. Esta percepción
del Che cabría
vincularla a las reformas jruschovianas después de 1956, no al estalinismo.
Además ¿cabe atribuir la eclosión del sistema soviético a la involución
mercantil de la economía? Personalmente no me atrevería a dar hoy una respuesta
afirmativa a ninguna de mis dos preguntas.
[xi] La URSS asumió la competencia con los Estados
Unidos en el territorio que el mercado le definió, y en el campo del mercado
las reglas favorecían a los Estados Unidos. Solo ahora — en el s.xxi — ha
surgido un contendiente que exhibe al fin la potencialidad de competir con
éxito la hegemonía en el escenario económico mundial: el sistema socialista
chino
[xii] Pienso que fue en el campo militar donde esta
ilusión de competir en «coexistencia pacífica» se tragó los logros de la
economía soviética, y sobre todo las posibilidades de construir sobre los
niveles previamente alcanzados.
[xiii] En efecto, en la economía yanqui, después de la II
Guerra Mundial se forma y desarrolla vertiginosamente el complejo militar
industrial: una maquinaria político-económica que responde a un solo cliente
monopólico (monopsony)
opulento como nadie, el poder estatal del imperio estadounidense, el cual paga
con un presupuesto militar, inflamado con vistas a costear la permanencia
del «Warfare State».
[xiv] De acuerdo, pero ¿no es esto lo que lleva a Marx a
analizar en 1877, a sus seguidores del PSDA antes de reunirse en su segundo
congreso, en Gotha, que no era realista plantearse el comunismo como un
propósito inmediato inspirados en el «manifiesto» que Engels y él redactaran
tres décadas atrás, sino la necesidad de prever un período de transición, por
razones objetivas (que las capacidades productivas puedan satisfacer a plenitud
las necesidades) y subjetivas (formar al hombre y a las instituciones para
ello). Transición
en la cual la acción de la ley del valor actuaría sujeta a nuevos presupuestos. Ni la borraba el cambio del programa
socioeconómico ni mucho menos se erradicaba por decreto.
[xv] De acuerdo. Hace años se me ocurrió afirmar —me di
cuenta de ello — que solo existiría el hombre nuevo cuando se lograra sacar de
la cabeza humana el deseo del automóvil. Ese deseo entraña la expresión más
completa de la deformación de la cultura de consumo difundida por la modernidad
del siglo xx. Me dirán que le atribuyo al «hombre nuevo» una dimensión utópica.
Tal vez al comunismo también. Pero apunto que ningún proyecto socialista logró
escapar a la tentación de priorizar el acceso al automóvil familiar, investirlo
de señal de progreso, como bien de consumo incluso antes de tener resuelta a
plenitud la satisfacción de transporte público. La ausencia o insuficiencia de
respuesta pública a esta necesidad —esencial para la economía— incentiva el
deseo y lo trasforma en una necesidad de propietario: la persona que se enajena
en el automóvil. El nuestro menos que otros.
[xvi] No tengo que reiterar que no concibo ya el
comunismo como un estadio al cual se «entra» o se «llega», sino como un ideal
de perfección de satisfacción de las necesidades en condiciones justicia social
y equidad, al cual nuestros pasos deben aproximarnos asintóticamente. Y estoy
convencido de que hoy el Che —y
Lenin, y Marx— lo verían con una perspectiva análoga. Destaca el Che, con acierto, que
del mismo modo en que Marx concluye la obligatoriedad de una transición (que
llamó socialismo), y Lenin añadió la de una transición hacia la transición
consignada por Marx, se cae de la mata que este concepto tiene mucho más
significado que el que le atribuimos formalmente en la teoría —y la práctica—
de economía.
[xvii] Parece que no necesitará esperar tanto para hacer
tambalear el poderío norteamericano.
[xviii] Pero en todo caso hoy, ante la complicación de la
subsistencia humana y el agotamiento del medio natural tendríamos que modificar
también el paradigma comunista, y entre otras cosas redimensionar el
significado del ingreso per cápita.
[xix] El emblemático deseo del automóvil por encima del
tranvía, la guagua o el metro y el desprecio manifiesto hacia la bicicleta, que
debió ser incorporada a nuestra cultura socialista.
[xx] Estoy de acuerdo con esta reflexión, pues pienso
que preservar de efectos del mercado al tránsito de bienes y servicios dentro
del sector estatal, le debe otorgar una ventaja legítima a las empresas del
Estado en la necesaria competencia que se produciría con los sectores privado y
cooperativo.
[xxi] Creo que sigue habiendo que investigar…, y
experimentar.
[xxii] Esa laguna es más profunda que nunca por causas conocidas,
a diferencia de lo que hace medio siglo podíamos esperar.
[xxiii] Me parecen que no concuerdan las dos afirmaciones.
[xxiv] Claro que sentía esta ausencia de tesis, pues lo
que nos llegaba como economía política del socialismo era un vademécum de la
experiencia soviética en lugar de un intento científico.
[xxv] Parece que salvo casos localizados ese no ha sido
un logro sistémico.
[xxvi] Este punto es tal vez el único en el cual su
análisis se sustenta más en la teoría que en la experiencia, pues ni siquiera
había concluido el proceso de integración de las organizaciones
revolucionarias. Pero confieso 1) que me he sentido sumamente identificado con
su apreciación sobre lo que el partido debe ser; 2) que me satisface mucho que
no manifieste en momento alguno que «el Partido dirige al Estado», que lo
tabulo también como lo
que el partido no debe ser; 3) que lamento que estos criterios
no hayan estado al alcance de la Asamblea Nacional del Poder Popular durante la
elaboración del proyecto de Constitución.
[xxvii] Era la segunda posición, como fue para los
bolcheviques, estructura que Stalin haría obsoleta en el diseño de su aparato
burocrático de poder.
[xxviii] Sostén del Estado, no cúspide de las decisiones
políticas…, creo yo.
[xxix] Diría yo que ahora hay mucha con capacidad, pero
también mecanismos de rechazos, acomodos en el poder, y otras trabas que la
burocracia de nuestra transición accidentada ha ido creando, y que operan de
manera más o menos intermitente, para ponerle bemoles al debate.
[xxx]¿Y si llegamos a un punto en que ni siquiera nuestra
producción agroindustrial nos puede dar seguridad alimentaria? El panorama de
hoy es más complejo que el que Che tuvo ante sus ojos: «desarrollo armónico»
suena bien aún pero «ser un país rico» va más allá de la utopía.
[xxxi] Me pregunto si el sistema habrá concedido a
Juceplan alguna vez, después de 1965, la relevancia que el Che le asignaba
como organismo, más allá de las críticas que le hace, o mejor, por ellas.
[xxxii] ¡!
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