Lineamientos programáticos
El Método en la Elaboración del Programa de la Revolución
(Primera Parte)
Eduardo Ibarra
LA ELABORACIÓN DEL PROGRAMA de la revolución es una cuestión científica que debe ser abordada teniendo como guía el método marxista, como base el pensamiento de Mariátegui y como blanco la realidad concreta, tanto nacional como internacional, pero, naturalmente, tomando la realidad peruana como centro.
Todo marxista comprenderá que nuestro país es una parcela de la realidad mundial y que su destino histórico está determinado por todo el proceso de transformación revolucionaria que emana de las condiciones del imperialismo.
Esta verdad explica que, en los cuatro primeros puntos del Programa del Partido(Principios programáticos del Partido socialista), aprobado en principio por la Reunión de Barranco del 7 de octubre de 1927, José Carlos Mariátegui, a cuya pluma se debió el documento, expusiera las condiciones internacionales en que tiene lugar el desenvolvimiento de la sociedad peruana:
1º- El carácter internacional de la economía contemporánea, que no consiente a ningún país evadirse de las corrientes de transformación surgidas de las actuales condiciones de producción.
2º- El carácter internacional del movimiento revolucionario del proletariado. El Partido Socialista adapta su praxis a las circunstancias concretas del país; pero obedece a una amplia visión de clase y las mismas circunstancias nacionales están subordinadas al ritmo de la historia mundial. La revolución de la independencia hace más de un siglo fue un movimiento solidario de todos los pueblos subyugados por España; la revolución socialista es un movimiento mancomunado de todos los pueblos oprimidos por el capitalismo. Si la revolución liberal, nacionalista por sus principios, no pudo ser actuada sin una estrecha unión entre los países sudamericanos, fácil es comprender la ley histórica que, en una época de más acentuada interdependencia y vinculación de las naciones, impone que la revolución social, internacionalista en sus principios, se opere con una coordinación mucho más disciplinada e intensa de los partidos proletarios. El manifiesto de Marx y Engels condensó el primer principio de la revolución proletaria en la frase histórica: “¡Proletarios de todos los países, uníos!”.
3º- El agudizamiento de las contradicciones de la economía capitalista. El capitalismo se desarrolla en un pueblo semi-feudal como el nuestro, en instantes en que, llegado a la etapa de los monopolios y del imperialismo, toda la ideología liberal, correspondiente a la etapa de la libre concurrencia, ha cesado de ser válida. El imperialismo no consiente a ninguno de estos pueblos semi-coloniales, que explota como mercado de su capital y sus mercaderías y como depósito de materias primas, un programa económico de nacionalización e industrialismo. Los obliga a la especialización, a la monocultura. (Petróleo, cobre, azúcar, algodón, en el Perú). Crisis que se derivan de esta rígida determinación de la producción nacional por factores del mercado mundial capitalista.
4º- El capitalismo se encuentra en su estadio imperialista. Es el capitalismo de los monopolios, del capital financiero, de las guerras imperialistas por el acaparamiento de los mercados y de las fuentes de materias brutas. La praxis del socialismo marxista en este período es la del marxismo-leninismo. El marxismo-leninismo es el método revolucionario de la etapa del imperialismo y de los monopolios. El Partido Socialista del Perú, lo adopta como su método de lucha. (Ideología y política, pp. 159-60).
Como vemos, con toda razón el Programa sostiene que «El Partido Socialista adapta su praxis a las circunstancias concretas del país; pero obedece a una amplia visión de clase y las mismas circunstancias nacionales están subordinadas al ritmo de la historia mundial.»
En esta aserción, de indudable valor metodológico, tenemos tres conceptos claves: 1)las circunstancias concretas del país; 2) el ritmo de la historia mundial; 3) una amplia visión de clase.
Pues bien, la relación entre estos conceptos evidencia que solo poniendo en juego una amplia visión de clase, es posible entender correctamente la relación entre la realidad nacional y la realidad mundial.(1)
Solo dicha visión permite entender la realidad de que las corrientes de transformación que surgen de las actuales condiciones internacionales son la revolución democrática y la revolución socialista, y que, en este marco, nuestra revolución (en la que se entrelazan la etapa democrática y la etapa socialista) es parte de la revolución proletaria mundial.(2)
Solo dicha visión permite comprender igualmente que la ideología liberal,correspondiente al capitalismo competitivo y nacionalista por sus principios, ha caducado históricamente.(3)
Solo dicha visión permite entender asimismo que la revolución proletaria mundial,internacionalista en sus principios, es un movimiento mancomunado de todos los pueblos oprimidos por el capitalismo.(4)
Esta mancomunidad hace que la revolución socialista en cualquier país del mundo presente como esencia el internacionalismo proletario. Por eso no es casual que elPrograma del Partido cite la famosa frase con la que Marx y Engels cerraron el Manifiesto Comunista.
Pese al retroceso experimentado a escala mundial por el socialismo, el desarrollo histórico-social de la humanidad tiene como cabeza al proletariado y no a la burguesía.
En el plano ideológico, esta realidad indiscutible significa que el marxismo-leninismo es el fundamento de la revolución proletaria mundial, de la dictadura del proletariado, de la lucha por la extinción de las clases, la lucha de clases y el Estado.
Por eso en el Programa del Partido se señala: «El marxismo-leninismo es el método revolucionario de la etapa del imperialismo y de los monopolios. El Partido Socialista del Perú, lo adopta como su método de lucha.»
Como vemos, en la cita se habla de método, pero, desde luego, ello no permite lucubraciones antojadizas: Mariátegui privilegió su concepto del marxismo-leninismo como método, mas esto no significa que no lo entendiera también como ideología. Precisamente en su célebre Defensa del marxismo, señaló que Marx elevó «al socialismo al grado de disciplina ideológica».
Asimismo, en la cita se define nuestra época como «la etapa del imperialismo y de los monopolios.» Sucede, sin embargo, que nuestra época (a la que, como se ha visto, el Programa se refiere indistintamente con los términos estadio, período y etapa) es la del imperialismo y de la revolución proletaria. Esta definición, que coexiste con otras en la literatura marxista, tiene la ventaja de expresar, de un lado, la realidad del imperialismo, y, del otro, el proceso de transformación revolucionaria surgido de dicha realidad.
No es, por supuesto, que José Carlos Mariátegui no supiera que la revolución proletaria mundial se opera en las condiciones del imperialismo, y que ambos fenómenos están relacionados por cuanto conforman una contradicción. Precisamente en el Programase puede leer al respecto lo siguiente: «las corrientes de transformación surgidas de las actuales condiciones de producción.»
Como es claro, las actuales condiciones de producción son las del imperialismo, y las corrientes de transformación son la revolución proletaria mundial y la revolución democrática como parte de ella.
Pero esta correcta visión hubiera tenido que expresarse en la definición de nuestra época y del leninismo, lo cual, sin embargo, no ocurrió; por esto, en el Programa la definición tanto de nuestra época como la del leninismo, acusan unilateralidad.
Esta constatación, por supuesto, no niega en absoluto la adhesión del PSP al marxismo-leninismo.
Por otro lado, en el cuadro en el cual las circunstancias nacionales están subordinadas al ritmo de la historia mundial, el Programa puntualiza que el capitalismo peruano se desarrolla en un pueblo semi-feudal, como efectivamente era la realidad hasta hace algunas décadas atrás.
Así también, al señalar que el imperialismo no permite a pueblos como el nuestro un programa de nacionalizaciones e industrialización, el Programa da cuenta de la vía colonial que sigue nuestro capitalismo.(5)
Precisamente el Programa tiene en cuenta dicha vía en el análisis de los diversos problemas de la sociedad peruana, como veremos inmediatamente.
Notas
[1] Como elemento de su visión de la realidad del mundo y como método de estudio de la misma, Mariátegui señaló: «… la nación no es una abstracción, no es un mito; pero… la civilización, la humanidad, tampoco lo son. La evidencia de la realidad nacional no contraría, no confuta la evidencia de la realidad internacional. La incapacidad de comprender y admitir esta segunda y superior realidad es una simple miopía, es una limitación orgánica. Las inteligencias envejecidas, mecanizadas en la contemplación de la antigua perspectiva nacional, no saben distinguir la nueva, la vasta, la compleja perspectiva internacional (…) el nacionalismo es válido como afirmación, pero no como negación. En el capítulo actual de la historia tiene el mismo valor del provincialismo, del regionalismo en capítulos pretéritos. Es un regionalismo de nuevo estilo» (El alma matinal, pp. 59-60; elipsis nuestras). «Tenemos el deber de no ignorar la realidad nacional; pero tenemos también el deber de no ignorar la realidad mundial. El Perú es un fragmento de un mundo que sigue una trayectoria solidaria. Los pueblos con más aptitud para el progreso son aquellos con más aptitud para aceptar las consecuencias de su civilización y de su época.» (Peruanicemos al Perú, p. 38).
[2] Reivindicando el concepto de revolución frente al concepto de renovación y a las pequeñas revoluciones, Mariátegui escribió: «La revolución latino-americana, será nada más y nada menos que una etapa, una fase de la revolución mundial. Será simple y puramente, la revolución socialista. A esta palabra, agregad, según los casos, todos los adjetivos que queráis: “anti-imperialista”, “agrarista”, “nacionalista-revolucionaria”. El socialismo los supone, los antecede, los abarca a todos.» (Ideología y política, pp.247-48). La palabra puramente, que aparece en la cita, es una demasía verbal, pues de todas formas la revolución en los países atrasados afronta tareas no precisamente socialistas sino democrático-burguesas. Mariátegui era consciente de esto, pues, como se ha visto, dice que a la palabra socialista se le puede agregar otras que, precisamente, dan cuenta de dichas tareas no socialistas.
[3] Este hecho, evidente de por sí en la medida en que, no obstante la verborrea sobre la democracia y los derechos humanos, la superestructura que le corresponde al imperialismo es la reacción política. En efecto, en el terreno del imperialismo, el liberalismo –hablamos aquí del liberalismo teórico de la burguesía ascendente– no tiene piso real y capitula a cada paso, aunque no pocas veces guardando las apariencias, ante la reacción política. En diciembre de 1928 Mariátegui escribió sobre el liberalismo en nuestra época: «Los Soviets… han sostenido, en la última Conferencia Económica Europea, el principio de la coexistencia legítima de Estados de economía socialista con los Estados de economía capitalista. Para esta coexistencia que hoy se da en la historia como hecho, reclamaban el reconocimiento como derecho, a fin de llegar a la organización jurídica y económica de sus relaciones. En esta proposición, el primer Estado socialista se muestra mucho más liberal que los Estados formalmente liberales. Lo que confirmaría la conclusión a que arriban los pensadores liberales cuando afirman que la función del liberalismo, histórica y filosóficamente, ha pasado al socialismo…» (Defensa del marxismo, p. 77; elipsis nuestra). La función del liberalismo, no, pues, el liberalismo mismo; es decir, no la doctrina liberal tal como fue expuesta por sus teóricos primigenios como Hobbes, Locke, Montesquieu, Hume, Rousseau, Smith, Kant, Mill, etc, sino específicamente su función revolucionaria que, como es de conocimiento general, consistió en ser el factor teórico que sirvió para derribar el feudalismo y sus instituciones y establecer el Estado democrático-burgués (y que alimentó, dicho sea de paso, la lucha independentista de los pueblos latinoamericanos frente al colonialismo español y portugués). Ya con anterioridad, en setiembre del mismo año, Mariátegui había señalado lo que sigue: «Este liberalismo [como actitud más que como doctrina] no se estima, doctrinal ni prácticamente, inconciliable con el socialismo. Por el contrario, descansa en la convicción de que la realización de la idea liberal, en lo que encierra de más esencial, es en nuestro tiempo misión del socialismo y de las clases obreras. Es, en sustancia, el liberalismo dinámico, dialéctico, histórico…» (Signos y obras, p. 133). Pues bien, esta idea, aunque tomada de «los pensadores liberales» contemporáneos, tal como lo indica el propio Mariátegui, es sustentada por éste en un marco más general que termina de explicarla: «Antes de Marx, el mundo moderno había arribado ya a un momento en que ninguna doctrina política y social podía aparecer en contradicción con la historia y con la ciencia. (...) Y sería un absurdo pedirle a una concepción política, eminentemente moderna en todos sus elementos, como el socialismo, indiferencia por este orden de consideraciones.» (Defensa del marxismo, p. 67; elipsis nuestra). «El socialismo, a partir de Marx, aparecía como la concepción de una nueva clase, como una doctrina y un movimiento que no tenían nada de común con el romanticismo de quienes repudiaban, cual una abominación, la obra capitalista. El proletariado sucedía a la burguesía en la empresa civilizadora. Y asumía esta misión, consciente de su responsabilidad y capacidad –adquiridas en la acción revolucionaria y en la usina capitalista– cuando la burguesía, cumplido su destino, cesaba de ser una fuerza de progreso y cultura» (ibídem, p. 72). «El marxismo, como especulación filosófica, toma la obra del pensamiento capitalista en el punto en que éste, vacilante ante sus extremas consecuencias, vacilación que corresponde estrictamente, en el orden económico y político, a una crisis del sistema liberal burgués, renuncia a seguir adelante y empieza su maniobra de retroceso. Su misión es continuar esta obra» (ibídem, pp. 102-03). «Por la vía del capitalismo y sus instituciones, empírica o doctrinalmente, se marcha hacia el socialismo» (ibídem, p. 87). «La función de la burguesía no es ya liberal sino conservadora» (La escena contemporánea, p. 58). «El pensamiento revolucionario, y aún el reformista, no puede ser ya liberal sino socialista.» (7 ensayos, p. 38, nota). Pero, como se comprenderá, en el plano del devenir histórico, es imprescindible distinguir la función revolucionaria cumplida por el liberalismo en la lucha contra el medioevo, del liberalismo como doctrina de la burguesía: todo el pensamiento liberal gira en torno a la legitimidad de la propiedad privada sobre los medios de producción, mientras el pensamiento marxista tiene como órbita la supresión de la propiedad privada sobre tales medios. Por eso, una vez que, en el plano del aludido devenir, el proletariado sucede a la burguesía en la obra revolucionaria, la función esencial del liberalismo experimenta un cambio sustancial, un cambio de carácter: ahora se trata de la supresión de la propiedad privada capitalista, de las clases sociales, la lucha de clases y el Estado. Así, el proletariado revolucionario sucede a la burguesía en la lucha por la libertad: la libertad burguesa, individual e individualista, pregonada por los padres del liberalismo, cumplió un papel revolucionario al propiciar la liberación de las fuerzas productivas de las ataduras feudales y la emancipación de los individuos de la«autoridad divina», así como, ahora, la libertad por la que lucha el proletariado es la libertad del ser social de toda forma de explotación económica, de toda opresión política, de toda dominación ideológica. Por tanto, en el plano ideológico, puede decirse que, mientras el proletariado revolucionario toma la posta de la función revolucionaria que el liberalismo clásico cumplió en su momento contra las formas sociales caducas, el revisionismo toma el liberalismo, pero no específicamente su función revolucionaria, o sea, no la misión del proletariado de combatir el capitalismo y crear el socialismo como sociedad de transición al reino de la libertad. Por eso Lenin señaló con toda razón: «El liberalismo, interiormente podrido, intenta revivir bajo la forma de oportunismo socialista.» (Vicisitudes históricas de la doctrina de Carlos Marx, en Marx-Engels-Lenin-Marxismo, Editorial Progreso, Moscú, s/f, p. 75). Esta idea, completamente justa, está implícita en la siguiente afirmación de Mariátegui: «El Partido Socialista Español, a su turno, en su último congreso, ha revelado, a través de los discursos de Indalecio Prieto y Teodomiro Menéndez, una acentuada preocupación respecto a la conveniencia de entonar su acción con las aspiraciones de la opinión liberal, hasta transformarse en el núcleo central de ésta. Prieto y Menéndez son, sin duda, mucho más liberales que socialistas. Son dos liberales que se dan cuenta de que no hay nada que hacer en el liberalismo; pero en quienes los resabios de la política parlamentaria y electoral, operan todavía lo bastante para que el liberalismo les parezca, por algún tiempo, la mejor política socialista.» (Signos y obras, p. 135). Por otro lado, a efecto de entender cabalmente los argumentos mariateguianos reseñados aquí, hay que distinguir entre la misión del proletariado de continuar, recreándola, la función revolucionaria del liberalismo de la época de la burguesía ascendente, del pretendido liberalismo de la burguesía contemporánea, tanto en los países avanzados como en los atrasados. Numerosas afirmaciones de Mariátegui contra este liberalismo marcan la aludida distinción. Citemos algunas de ellas: «El antiguo liberalismo ha cumplido su trayectoria histórica.» «La palabra liberal, en su acepción y en su uso burgueses, es una palabra vacía.» (La escena contemporánea, p. 58). «Esa liquidación del gamonalismo, o de la feudalidad, podía haber sido realizada por la República dentro de los principios liberales y capitalistas. Pero por las razones que llevo ya señaladas estos principios no han dirigido efectiva y plenamente nuestro proceso histórico. Saboteados por la propia clase encargada de aplicarlos, durante más de un siglo han sido impotentes para redimir al indio de una servidumbre que constituía un hecho absolutamente solidario con el de la feudalidad. No es el caso de esperar que hoy, que estos principios están en crisis en el mundo, adquieran repentinamente en el Perú una insólita vitalidad creadora.» (7 ensayos, pp. 37-8, nota).«… no existe en el Perú, como no ha existido nunca, una burguesía progresista, con sentido nacional, que se profese liberal y democrática y que inspire su política en los postulados de su doctrina» (ibídem, p. 38). «Nadie ignora que la solución liberal de este problema [del problema agrario] sería, conforme a la ideología individualista, el fraccionamiento de los latifundios para crear la pequeña propiedad. Es tan desmesurado el desconocimiento, que se constata a cada paso, entre nosotros, de los principios elementales del socialismo, que no será nunca obvio ni ocioso insistir en que esta fórmula –fraccionamiento de los latifundios en favor de la pequeña propiedad– no es utopista, ni herética, ni revolucionaria, ni bolchevique, ni vanguardista, sino ortodoxa, constitucional, democrática, capitalista y burguesa. Y que tiene su origen en el ideario liberal en que se inspiran los Estatutos constitucionales de todos los Estados demo-burgueses.» «Congruente con mi posición ideológica, yo pienso que la hora de ensayar en el Perú el método liberal, la fórmula individualista, ha pasado ya. Dejando aparte las razones doctrinales, considero fundamentalmente este factor incontestable y concreto que da un carácter peculiar a nuestro problema agrario: la supervivencia de la comunidad y de elementos de socialismo práctico en la agricultura y la vida indígenas.» (ibídem, pp. 51-2). Puesto que nuestra revolución socialista tiene una primera etapa democrático-burguesa, piénsese en las derivaciones que tienen los argumentos de Mariátegui, citados aquí en una exposición apretada, para las reivindicaciones de las clases trabajadoras, pero también, no sin beneficio de inventario y no sin análisis concreto de cada situación concreta que permita identificar lo que es posible y necesario, para la propia construcción del socialismo: la dictadura del proletariado es dictadura sobre la burguesía, pero democracia para el pueblo.
[4] El carácter internacional de la revolución proletaria y el internacionalismo proletario que le corresponde, son dos cuestiones que Mariátegui expuso en los términos siguientes: «[El socialismo] Es un movimiento mundial, al cual no se sustrae ninguno de los países que se mueven dentro de la órbita de la civilización occidental.» (Ideología y política, p. 248). «… Los trabajadores han proclamado su solidaridad y su fraternidad por encima de las fronteras y por encima de las nacionalidades. Los trabajadores han visto que cuando libraban una batalla no era sólo contra la clase capitalista de su país sino contra la clase capitalista del mundo. Cuando los obreros de Europa lucharon por la conquista de la jornada de las ocho horas, luchaban no sólo por el proletariado europeo sino por el proletariado mundial. A vosotros, trabajadores del Perú, os fue fácil conquistar la ley de ocho horas porque la ley de ocho horas estaba ya en marcha en Europa. El capitalismo peruano cedió ante vuestra demanda porque sabía que el capitalismo europeo cedía también. Y, del mismo modo, por supuesto, no son indiferentes a vuestra suerte las batallas que libran en la actualidad los trabajadores de Europa. Cada uno de los obreros que cae en estos momentos en las calles de Berlín o en las barricadas de Hamburgo no cae sólo por la causa del proletariado alemán. Cae también por vuestra causa, compañeros del Perú.» (Historia de la crisis mundial, pp. 159-60). Restando lo que en la cita hay de referencia incidental, queda su enseñanza imperecedera: la mancomunidad de las luchas de los trabajadores de todos los países del mundo. De aquí la necesidad de educar a las clases trabajadoras peruanas en el espíritu del internacionalismo proletario que, desde el Congreso de los Pueblos de Oriente, realizado en Bakú en 1920, se expresa en este lema histórico: «¡Proletarios de todos los países y pueblos oprimidos de todo el mundo, uníos!».
[5] Mariátegui señaló: «La economía del Perú es una economía colonial. Su movimiento, su desarrollo, están subordinados a los intereses y a las necesidades de los mercados de Londres y de New York. Estos mercados miran en el Perú un depósito de materias primas y una plaza para sus manufacturas. La agricultura peruana obtiene, por eso, créditos y transportes sólo para los productos que puede ofrecer con ventaja en los grandes mercados. La finanza extranjera se interesa un día por el caucho, otro día por el algodón, otro día por el azúcar. El día en que Londres pueda recibir un producto, a mejor precio, y en cantidad suficiente, de la India o del Egipto, abandona instantáneamente a su propia suerte a sus proveedores del Perú. Nuestros latifundistas, nuestros terratenientes, cualesquiera que sean las ilusiones que se hagan de su independencia, no actúan en realidad sino como intermediarios o agentes del capitalismo extranjero.» «Esta dependencia de la economía peruana se deja sentir en toda la vida de la nación. Con un saldo favorable en su comercio exterior, con una circulación monetaria sólidamente garantizada en oro, el Perú, a causa de esa dependencia, no tiene, por ejemplo, la moneda que debía tener. A pesar del superávit en el comercio exterior, la libra peruana se cotiza con un 23 ó 24% de descuento. ¿Por qué? En esto, como en todo, aparece el carácter colonial de nuestra economía. El saldo del comercio exterior, a poco que se le analice, resulta ficticio, Las naciones europeas tienen “importaciones invisibles” que equilibran su balanza comercial: remesas de los inmigrantes, beneficios de las inversiones en el extranjero, utilidades de la industria del turismo, etc. En el Perú, como en todos los países de economía colonial, existen, en cambio, “exportaciones invisibles”. Las utilidades de la minería, del comercio, del transporte, etc., no se quedan en el Perú. Van, en su mayor parte, en forma de dividendos, intereses, etc., al extranjero. Para recuperarlas, la economía peruana necesita pedirlas en préstamo.» «Y así, en cada uno de los trances, en cada uno de los episodios de la experiencia histórica que vamos cumpliendo, nos encontramos siempre de frente al mismo problema: el problema de peruanizar, de nacionalizar, de emancipar nuestra economía.» (Peruanicemos al Perú, pp. 130-31).Mutatis mutandis, la esencia de las citadas afirmaciones mariateguianas es que el capitalismo peruano se desarrolla por la vía colonial, y que, por tanto, nuestra economía requiere ser emancipada por la aplicación de un programa de nacionalización e industrialización que permita desarrollarla por la vía de la independencia en el concierto mundial.
21.05.2019.
¿Por
Qué el Estado Peruano ha Encarcelado a Walter Aduviri?
Santiago
Ibarra
WALTER ADUVIRI, hasta hace poco gobernador de Puno, ha sido sentenciado a 6 años de cárcel y al pago de 2 millones de soles, bajo el cargo de haber liderado las manifestaciones violentas del 26 de mayo de 2011 contra el proyecto minero Santa Ana en el departamento de Puno.
Para entender esta sanción
penal consideramos que debemos mirar lo que viene ocurriendo en el Perú durante las últimas
décadas. Desde el primer gobierno de Alberto Fujimori el Perú –así como muchos
otros países de Latinoamérica y el mundo- ha sido objeto de un proceso de contrarreformas
laborales, privatización de empresas estatales y liquidación del sistema de
seguridad social basado en el principio de la solidaridad, que han producido la
precarización masiva del empleo, la desnacionalización de la economía y la
eliminación del antiguo sistema de “protección social” de los trabajadores.
En la década de 2000 toma
nuevo impulso la actividad minera. El antiguo proyecto de industrialización del
país es dejado a un lado en favor de una visión de integración subordinada a la globalización neoliberal. Las
corrientes de capitales mineros privados extranjeros inundan las diferentes
regiones del país. Con la inversión y la producción minera tres cuestiones
saltan a la vista: 1) la masiva expropiación de tierras a los campesinos, 2) la
contaminación ambiental que ha matado a niños, jóvenes y adultos, ha enfermado
a muchas personas, ha inutilizado las aguas de ríos y lagunas y ha hecho
irrespirable el aire, y 3) las migajas que dejan esos multimillonarios negocios
al estado peruano no han servido para ningún proceso de industrialización.
Es decir, la inversión
masiva minera debe ser comprendida no
como una palanca de una eventual industrialización del país (que no es parte de
la “visión de país” de la CONFIEP ni de los partidos gobernantes), sino como
una nueva fase de “acumulación por
confiscación”. Los grandes capitales mineros vienen acumulando capital
dejando detrás de sí ecosistemas destruidos y campesinos sin tierras (la costa
peruana no es la excepción, pues en esta región natural unas pocas decenas de
empresas agroindustriales vienen concentrando alrededor del 30% de esas
tierras). Este es el fondo del asunto.
Las protestas sociales del
pueblo peruano deben ser comprendidas dentro de ese marco general. En 2007 el
gobierno de Alan García aprobó el D.S. 083 que autorizaba a la empresa minera
canadiense Bear Creek Mining Corporation a explotar minerales dentro de los 50
kilómetros próximos a la frontera con Bolivia. Desde 2008 el pueblo puneño
inició su lucha contra el mencionado proyecto minero. No fueron escuchados. En
mayo de 2011 se produjeron violentas manifestaciones en la ciudad de Puno contra
la empresa canadiense y el gobierno peruano. Poco después el mismo gobierno de
Alan García derogaba el D.S. 083 mediante el D.S. 032, derogación que era
precisamente reivindicada por el pueblo puneño, pero cuyo motivo es ahora
“olvidado” y se “olvida” también que Walter Aduviri fue parte de ese movimiento
que reivindicaba la derogación del D.S. 083.
En segundo lugar, debemos
tomar en cuenta que, a treinta años de neoliberalismo en el Perú y masificación
de la inversión minera, el modelo ha entrado en crisis. La población peruana
rechaza crecientemente la inversión minera por sus nefastas consecuencias
sociales y ecológicas y rechaza también el modelo neoliberal por la
precarización del empleo y de la vida de millones de peruanos que ha traído
consigo. Si a eso sumamos la masiva corrupción en los niveles altos e intermedios
del Estado peruano, comprenderemos también la profunda deslegitimación de los
partidos políticos: “Que se vayan todos”, es una de las consignas de los
sectores sociales.
Es ese vacío el que la
izquierda -aún fragmentada- intenta llenar. Y la derecha lo sabe. Entonces
fabrican candidatos que supuestamente están fuera del sistema de partidos
tradicionales -como el pro-israelita Julio Guzmán-, pero cuya función debe ser
dar continuidad al neoliberalismo y a la inversión minera.
La izquierda peruana carece
de un liderazgo nacional claro (lo que beneficia a la derecha), pero sí tiene
líderes regionales (que han hecho frente a los proyectos mineros). Uno de esos
líderes es Walter Aduviri, con respaldo popular sobre todo en la región sur del
Perú y adherente a una política minera muy distinta a la que hoy en día está
vigente en el Perú.
Es decir, el
encarcelamiento de Walter Aduviri responde a dos cuestiones: 1) la
criminalización de la protesta social contra los proyectos mineros y 2)
liquidarlo como posible candidato en las próximas elecciones nacionales y
regionales.
Es una “fuga hacia
adelante” de la derecha, pues ni el apresamiento de Walter Aduviri ni otras
medidas coercitivas tomadas y por tomarse serán capaces de detener la crisis
del modelo neoliberal y extractivista empobrecedor, asesino y destructor de la
naturaleza, ni tampoco serán capaces de recomponer la crisis del sistema de
partidos de la derecha.
En suma, el
encarcelamiento de Walter Aduviri debe comprenderse como la reacción del estado
peruano a las luchas sociales del peruano contra el modelo extractivista y
neoliberal. Frente a la deslegitimación del modelo económico, el estado peruano
reacciona con crecientes dosis de autoritarismo y violencia directa. El
discurso neoliberal hace aguas, ya no convence sino a sectores cada vez más
pequeños de la población peruana, y la economía peruana ha entrado en una fase
de descenso, con un fuerte aumento de la desocupación. Es evidentemente en ese
sentido que también debe verse el reciente ingreso de los militares a Tía
María, para “devolver el orden en el terminal de hidrocarburos en Mollendo -
Arequipa, donde se registraron enfrentamientos durante las protestas contra Tía
María” (La República, 28 de agosto) y la arremetida contra el gobernador de Arequipa.
Es el momento de buscar la
más amplia unidad del pueblo peruano. Las luchas sociales no tienen una sola
dirección. El movimiento o los movimientos son heterogéneos por sus
reivindicaciones y modelos de sociedad. Se hace necesario desarrollar y agotar
la discusión sobre el programa de cambio de la economía, la política y la
sociedad peruanas.
Va con este breve artículo
nuestra solidaridad con Walter Aduviri. Esperamos que las movilizaciones
sociales convocadas sean capaces de presionar al estado de tal manera que
Aduviri sea liberado. Acompañemos desde donde estemos esas movilizaciones y las
luchas sociales del pueblo peruano.
Walter Aduviri: ¡libertad!
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