lunes, 2 de abril de 2018

Internacionales



Macri. Orígenes e Instalación de una Dictadura Mafiosa

(Cuarta parte)
Jorge Beinstein

Capítulo 7
Tiempos oscuros


Este texto fue difundido en la web desde diciembre de 2015 con el título “Argentina oscilando entre la crisis de gobernabilidad y la dictadura mafiosa”, https://beinstein.lahaine.org/argentina-oscilando-entre-la-crisis-de-gobernabilidad-y-ladictadura-mafiosa/


HA SIDO SEÑALADO HASTA EL HARTAZGO que por primera vez en un siglo el 10 de Diciembre de 2015 la derecha llegó al gobierno sin ocultar su rostro, sin fraude, sin golpe militar, a través de elecciones supuestamente limpias, se trataría de un hecho novedoso.

Es necesario aclarar tres cosas:

En primer lugar resulta evidente que no se trató de “elecciones limpias” sino de un proceso asimétrico, completamente distorsionado por una manipulación mediática sin precedentes en Argentina activada desde hace varios años pero que finalmente derivó en un operativo muy sofisticado y abrumador. Consumada la operación electoral la presidenta saliente fue destituida unas pocas horas antes de la transmisión del mando presidencial mediante un golpe de estado “judicial”, demostración de fuerza del poder real que establecía de ese modo un precedente importante, en realidad el primer paso del nuevo régimen.

Esto nos lleva a una segunda aclaración: el kirchnerismo no produjo transformaciones estructurales decisivas del sistema, introdujo reformas que incluyeron a vastos sectores de las clases bajas, reclamos populares insatisfechos (como el juzgamiento de protagonistas de la última dictadura militar), implementó una política internacional que distanció al país del sometimiento integral a los Estados Unidos y otras medidas que se superpusieron a estructuras y grupos de poder preexistentes. Pero no generó una avalancha plebeya capaz de neutralizar a las bases sociales de la derecha quebrando los pilares del sistema (sus aparatos judiciales, mediáticos, financieros, transnacionales, etc.) desarticulando la arremetida reaccionaria. La alternativa transformadora radicalizada estaba completamente fuera del libreto progresista, la astucia, el juego hábil y sus buenos resultados en el corto y hasta en el mediano plazo maravilló al kirchnerismo, lo llevó por un camino sinuoso, acumulando contradicciones marchando así hacia la derrota final. Nunca se propuso transgredir los límites del sistema, saltar por encima de la institucionalidad elitista-mafiosa de las camarillas judiciales apuntaladas por el partido mediático componentes de una lumpenburguesía que aprovechó el restablecimiento de la gobernabilidad post 2001-2002 para curar sus heridas, recuperar fuerzas y renovar su apetito.

Como era previsible las clases medias, grandes beneficiarias de la prosperidad económica de los años del auge progresista, no se volcaron de manera agradecida hacia el kirchnerismo sino todo lo contrario; azuzadas por el poder mediático retomaron viejos prejuicios reaccionarios, su ascenso social reprodujo formas culturales latentes provenientes del viejo gorilismo, del desprecio a “la negrada” enlazando con la ola regional y occidental en curso de aproximaciones clasemedieras al neofascismo. No se trató entonces de una simple manipulación mediática manejada por un aparato comunicacional bien aceitado sino del aprovechamiento derechista de irracionalidades ancladas en los más profundo del alma del país burgués.

La tercera observación es que el fenómeno no es tan novedoso. Si bien es cierto que el proceso de manipulación electoral se inscribe en el marco del declive del progresismo latinoamericano y que fue realizado de manera impecable por especialistas de primer nivel seguramente monitoreados por el aparato de inteligencia de los Estados Unidos, no deberíamos olvidar que antes de la llegada del peronismo en 1945 la sociedad argentina había sido moldeada por cerca de un siglo de república oligárquica (que no fue abolida durante el período de gobiernos radicales entre 1916 y 1930) dejando huellas culturales e institucionales muy profundas, atravesando las sucesivas transformaciones de las élites dominantes como una suerte de referencia mítica de una época donde supuestamente los de arriba mandaban mediante estructuras autoritarias estables. Constituye una curiosa casualidad cargada de simbolismo pero lo cierto es que fue el presidente “cautelar-instantáneo” Federico Pinedo, impuesto por la mafia judicial, el encargado de entregar el bastón presidencial a Macri. Federico Pinedo, nieto de Federico Pinedo, una de la figuras más representativas de la restauración oligárquica de los años 1930, bisnieto de Federico Pinedo Rubio intendente de Buenos Aires hacia fines del siglo XIX y luego diputado nacional durante un prolongado período como representante del viejo partido conservador. Seguir la trayectoria de esa familia permite observar el ascenso y consolidación del país aristocrático colonial construido desde mediados del siglo XIX. El lejano descendiente de aquella oligarquía fue el encargado de entregar los atributos del mando presidencial a Mauricio Macri, por su parte heredero de un clan familiar mafioso de raíz italo-fascista (34), instaurador de un “gobierno de gerentes”. Los avatares de un golpe de estado instantáneo establecieron un simbólico lazo histórico entre la lumpenburguesía actual y la vieja casta oligárquica.

La crisis

El contexto económico internacional viene dado por una crisis deflacionaria motorizada por el desinfle de las grandes potencias económicas. Estados Unidos, la Unión Europea y Japón navegando entre el crecimiento anémico, el estancamiento y la recesión, China desacelerando su crecimiento y Brasil en recesión sobredeterminan una coyuntura marcada por el enfriamiento de la demanda global lo que deprime los precios de las materias primas y estanca o achica los mercados de productos industriales. En suma un panorama mundial negativo para un país como la Argentina, principalmente exportador de materias primas y en menor escala de productos industriales de mediano-bajo nivel tecnológico.

Ante ese ciclo internacional adverso, desde el punto de vista teórico la economía Argentina, para no caer en la recesión debería apoyarse cada vez más en la expansión y protección de su mercado interno, su tejido industrial, su autonomía financiera. Sin embargo el gobierno de Macri inicia su mandato haciendo todo lo contrario: achicando el mercado interno mediante la reducción drástica en términos reales de salarios y jubilaciones, aumentando el endeudamiento externo, desprotegiendo al grueso de la estructura industrial. A ello apuntan sus decisiones económicas iniciales como la megadevaluación, la eliminación o disminución de impuestos a las exportaciones, la suba de las tasas de interés, la liberalización de importaciones, y pronto la eliminación de subsidios a los servicios públicos con el consiguiente aumento de sus tarifas. Se trata de una gigantesca transferencia de ingresos hacia los grupos económicos más concentrados (grandes exportadores agrarios, empresas y especuladores financieros poseedores de fondos en dólares, etc.), de un saqueo descomunal que se irá prolongando en el tiempo al ritmo de las subas de precios, las depresiones salariales, las devaluaciones y los tarifazos. Crecerá la desocupación, la pobreza y la indigencia, la concentración de ingresos avanzará (ya está avanzando) rápidamente, el crecimiento económico nulo o negativo serán inevitables.

Según ciertos expertos estaríamos embarcados en una vorágine completamente irracional marcada por la declinación del grueso de la industria y la desintegración de la sociedad resultado de la aplicación ortodoxa de recetas neoliberales “equivocadas”. Pero el gobierno no se equivoca, actúa según la dinámica de una lumpenburguesía portadora de una racionalidad instrumental cuyo fin no es otro que el de la acumulación rápida de riquezas saqueando todo lo que se le cruza en el camino. La racionalidad de los bandidos dueños del poder no es la del desarrollo económico armonioso que anida en la cabeza de ciertos economistas.

Así es como hemos pasado de una versión suave de la política económica contra-cíclica (desde el punto de vista de la tendencia de la economía global) a una política pro-cíclica que se incorpora con notable ferocidad a la degeneración general (financiera, institucional, ideológica, etc.) del mundo capitalista.

El progresismo gobernó entre 2003 y 2015 restableciendo la gobernabilidad del sistema, todo anduvo bien mientras la bestia lamía sus heridas en un contexto de relativa prosperidad recomponiéndose del terremoto de los años 2001-2002, pero desde 2008 las cosas fueron cambiando: el achatamiento del crecimiento económico exacerbó su voluntad por acaparar una porción mayor de la torta, en ese sentido el 10 de diciembre de 2015 puede ser visto como el punto de inflexión, como un salto cualitativo del poder draculiano de las élites dominantes inaugurando una etapa de decadencia de la sociedad argentina. Las fuerzas entrópicas, devastadoras, lograron imponer su dinámica.

Dos escenarios

Nos encontramos ante los primeros pasos de una aventura autoritaria de trayectoria incierta. No se trata de un hecho producto del azar sino del resultado de un prolongado proceso de maduración (degeneración) de las élites dominantes de Argentina convertidas en jaurías depredadoras coincidente con el fenómeno global de financierización y decadencia. Basta con echarle una mirada al gobierno y sus respaldos donde sobreabundan personajes acusados de ser delincuentes financieros como Prat Gay, Melconian o Aranguren, o “padrinos” como Cristiano Rattazzi, Paolo Roca, Franco Macri (y su hijo-presidente), o de otros señalados como agentes de la CIA como Susana Malcorra o Patricia Bullrich (35), para percibir que la tragedia local no es más que un apéndice periférico de un capitalismo global embarcado en una loca carrera liderada por lobos de Wall Street, militares delirantes y políticos corruptos destruyendo países enteros, triturando instituciones, saqueando recursos naturales imponiendo un proceso de destrucción a escala planetaria.

La lumpenburguesía argentina, su articulación mafiosa en la cúpula del poder (empresario, judicial, mediático) y sus prolongaciones institucionales y abiertamente ilegales ha dejado de ser la fuerza dominante en las sombras, jaqueando, condicionando, bloqueando o imponiendo, para asumir abiertamente el gobierno. Esto puede ser atribuido a varios motivos entre otros a la inexistencia de un elenco de “políticos” con capacidad de decisión como para implementar el mega-saqueo en curso, entonces son los gerentes los que deben hacerse cargo de manera directa del Poder Ejecutivo, es decir “técnicos” ajenos al embrollo electoral (36).

El nuevo esquema resulta sumamente eficaz a la hora de adoptar medidas contundentes contra la mayoría de la población pero aparece muy poco útil para amortiguar el inevitable descontento popular (incluido el de una porción significativa de incautos votantes de Macri). Las camarillas sindicales podrán durante un período generar inacción, algunos políticos provinciales empujarán en el mismo sentido, los medios masivos de comunicación buscarán distraer, confundir, justificar (ya lo están haciendo) intensificando la campaña de idiotización pero todo eso es insuficiente frente a la magnitud del desastre en curso.

Por otra parte el carácter lumpen, inestable del régimen macrista afectado por previsibles disputas internas, golpes financieros, turbulencias exógenas de todo tipo propias de un sistema global a la deriva y además (principalmente) presionado por una base social cuyo descontento irá ascendiendo como una avalancha gigantesca, va dejando al descubierto la única alternativa posible de gobernabilidad mafiosa.

Se trata de la formación de un sistema dictatorial con rostro civil y de configuración variable. Tiene claros antecedentes internacionales recientes, viene guiado por el aparato de inteligencia de los Estados Unidos y se apoya en la llamada doctrina de la Guerra de Cuarta Generación cuyo objetivo central es la transformación de la sociedad objeto de ataque en una masa amorfa, degradada, acosada por erupciones “desprolijas” de violencia caótica y en consecuencia impotente ante el saqueo. Irak, Libia, Siria aparecen como experiencias de manual extremas y lejanas, por el contrario México o Guatemala son paradigmas latinoamericanos a tener en cuenta aunque la especificidad argentina aportará seguramente rasgos originales. Tenemos que pensar en una combinación pragmática de distintas dosis de represión directa “clásica”, judicialización de opositores sindicales, políticos, etc., bombardeo mediático (diversionista y/o demonizador), represión clandestina, incentivos a la rivalidades intrapopulares (cuanto más sanguinarias mejor), irrupción de bandas que aterrorizan a la población (como las “maras” en América Central o los batallones de narcos de México), fraudes electorales, etc. De ese modo Argentina entraría de lleno en el siglo XXI signado por el ascenso del capitalismo tanático.

Sin embargo esa estrategia no se puede instalar plenamente de un día para otro, requiere tiempo y una cierta pasividad inicial de las bases populares, además encontraría serias dificultades ante una sociedad compleja como la Argentina, con un amplio abanico de clases bajas y medias portadoras de culturas, capacidad de organización, de historias que desde la mirada superficial de los gerentes financieros y de los expertos en control social no aparecen como amenazas visibles (o aparecen como resistencias o nostalgias impotentes) pero que constituyen latencias, bombas de tiempo de enorme poder que pueden estallar en cualquier momento. Este desafío desde abajo converge con el temor de los de arriba a puebladas inmanejables conformando grandes interrogantes gelatinosos que generalizan la incertidumbre en las élites, deterioran su psicología.

La no viabilidad de ese escenario siniestro, su posible empantanamiento, dejaría abierto el espacio para el desarrollo de un segundo escenario: el de una crisis de gobernabilidad mucho más devastadora que la de 2001. En ese caso la fantasía elitista de la recomposición dictatorial-mafiosa del poder político no habría sido otra cosa que una ilusión burguesa acompañando al fin de la gobernabilidad, al comienzo de un período de alta turbulencia, de desintegración social de duración impredecible. El progresismo tan despreciado por las élites y sus preservativos de clase media, habría sido un paraíso capitalista destruido por sus principales beneficiarios.

Como vemos el infierno mafioso no es inevitable aunque no deberíamos subestimar la capacidad operativa de sus ejecutores locales y su mega padrino imperial, los Estados Unidos, están lanzados a la reconquista de su patio trasero latinoamericano. ¿Hacia donde va esta historia?: la resistencia popular tiene la respuesta.


Capítulo 8
Los Avatares de un Sujeto Casi Inexistente. Democracia Ilusoria y Reproducción del Sistema

Este texto fue difundido en la web desde septiembre de 2015, con el título “Argentina: los avatares de un sujeto casi inexistente. Democracia ilusoria y reproducción del sistema”, http://rcci.net/globalizacion/2015/fg2153.htm


En Argentina se vota muy seguido lo que ha terminado por imponer una imagen de democracia reforzada por la existencia de redes sociales, encuestas de opinión, elecciones sindicales y universitarias, asociaciones no gubernamentales y otras “expresiones” de la sociedad civil. Las proscripciones electorales pertenecen a un muy lejano pasado cuando el peronismo era visto como “el hecho maldito del país burgués”, según nos lo explicaba John William Cooke, para pasar a ser ahora una pieza clave de la gobernabilidad del sistema.

Todo ese universo que se presenta como la demostración de que se trata de un país libre viene cumpliendo un rol decisivo en la reproducción de un régimen que al finalizar la dictadura militar en 1983 encontró en la “legitimación democrática” un reemplazo estabilizador a la violencia explícita de las Fuerzas Armadas. Pero cuando pasamos de la imagen a la realidad, la “democracia recuperada” se disuelve velozmente dejando al descubierto reducidos espacios de poder que manipulan estratégicamente a la sociedad sin que ninguna fuerza popular los controle, acomodándose a los juegos globales de las grandes potencias y sus exigencias coloniales.

El largo plazo (parasitismo y desarticulación social)

El telón de fondo de la farsa está conformado por un conjunto de fenómenos interrelacionados que remodelaron a la sociedad argentina. Los procesos de desindustrialización y concentración de ingresos iniciado hacia 1955 y acelerado desde 1976 generó una masa muy extendida de marginales y semimarginales, de pobres e indigentes sin integración económica estable, que se expandía al mismo tiempo que las clases altas acumulaban riquezas, donde la especulación financiera y los negocios parasitarios en general, ocupaban el lugar central. Esas élites enlazan su dinámica con los polos dominantes completamente financierizados del capitalismo global. Los lobos de Wall Street son hoy los paradigmas amorales de nuestra lumpenburguesía integralmente sumergida en una subcultura decadente regida por el comportamiento depredador.

Desde aquella remota “revolución libertadora” de 1955 que instauró una dictadura militar bajo la bandera de la restauración de la democracia y la “democracia sin proscripciones” de la actualidad existe un hilo conductor, una continuidad histórica profunda que atraviesa las transformaciones del sistema. Esta afirmación aparece como demasiado dura, como una extrapolación caprichosa, sin embargo se va haciendo razonable cuando comparamos a la proscripción electoral explícita de la era gorila con las formas implícitas pero increíblemente eficaces de negación real de la soberanía popular de la actualidad.

En aquellos años el pueblo peronista se sentía brutalmente apartado de las estructuras de poder, ahora la masa sumergida o las capas más económicamente integradas de la base social se sienten impotentes ante poderes que les sonríen, las adulan, las manipulan y las esquilman mientras deciden entre ellos los temas importantes. La claridad de la prohibición abierta se ha convertido en una situación confusa, en un mundo de apariencias.

El poder (interdependencias y contradicciones)

En Argentina la legitimidad democrática del poder se va esfumando a medida que recorremos sus cuatro espacios principales.

El poder político está conformado por un conjunto heterogéneo de dirigentes del estado elegidos por el voto popular (diputados, presidentes, intendentes, legisladores locales, etc.). Suele decirse que el pueblo elige pero no gobierna, en realidad tampoco tiene mucha libertad para elegir. En términos prácticos está obligado a decidir entre candidatos viables con chances reales de imponerse que ni siquiera necesitan seducir a estructuras políticas extendidas con sus afiliados, caudillos locales y corrientes internas o a los aparatos sindicales. Su viabilidad depende de su capacidad de marketing, del favoritismo del poder mediático, de la voluntad de ciertos jefes del aparato estatal y sobre todo de la disponibilidad de fondos de campaña rapiñados al estado u otorgados por los grandes grupos económicos. Esta “democracia” nos deja incluso la posibilidad de dejar en paz nuestras conciencias y votar por candidatos testimoniales cuya posibilidad de triunfo es nula. Se trata en síntesis de un grupo de poder que en parte se autoelije y en parte es elegido por otros grupos de poder que establecen condicionamientos, bloqueos, correcciones, reprimendas dictadas por las dinámicas de sus componentes que no imponen una racionalidad general, una reproducción durable del sistema sino la preservación de privilegios, impunidades o la obtención de ventajas económicas.

Pasamos luego a las mafias judiciales, zona opaca con miembros elegidos de manera indirecta a través de algunas instancias del poder político aunque sabemos bien que se trata en su mayor parte de la autoelección a través de juegos de intrigas internas y a veces en combinación con los círculos políticos implicados en las designaciones y en ciertos casos bajo presión mediática.

Por su parte el poder mediático no necesita recurrir a la legitimidad electoral, se trata de aparatos consagrados a la manipulación de la población, el multimedios Clarín es el paradigma, sus estrechas vinculaciones con mafias judiciales y empresarias y sus tenebrosos lazos con diversas dictaduras militares, su relación colonial con estructuras de poder de los Estados Unidos le permiten operar con total impunidad. Finalmente el poder económico incluye a los grandes grupos de negocios con base local como Techint o Arcor o externa como FIAT o el Citibank, pero sobre todo a las redes financieras navegando en el turbulento mar de operaciones legales, semilegales e ilegales, orientando al conjunto del tejido empresario dominante a su vez apéndice de la trama financiera global.

Por debajo quedan factores de poder viejos y decadentes como la Iglesia católica, camarillas emergentes como el lobby sionista o la gangsterocracia sindical y por supuesto las Fuerzas Armadas.

Es esa constelación elitista la que somete a la sociedad argentina, el voto popular es para ellos un adorno que hace presentable la imagen del Poder o que es utilizado como instrumento en sus disputas internas.

El futuro

Pero lo que aparece como un sistema diabólico de degradación generalizada capaz de manipular a todas las oposiciones es en realidad una masa de bandidos prisionera de una dinámica que la va llevando de crisis en crisis. La marea menemista de los años 1990 terminó en el caos de 2001 y desde un fragmento del poder político fue restablecida la gobernabilidad aprovechando una coyuntura internacional favorable (suba de precios de la commodities) apartándose de las recetas neoliberales ampliando el mercado interno de clases medias y bajas y reforzando la intervención económica del estado. El sistema fue reequilibrado, suavemente corregido y volvió a funcionar, lo que a poco de andar reprodujo las tendencias entrópicas que habían generado el desastre anterior, las élites vienen presionando con cada vez mayor furia intentando concentrar ingresos y arrastrando a amplios sectores de las capas medias embriagadas en una prosperidad efímera, enceguecidas por su odio a los pobres. Acorralan al progresismo gobernante, lo acosan con sus instrumentos financieros, mediáticos y judiciales, desprecian sus correctivos neokeynesianos y le ofrecen dos alternativas: ceder a sus exigencias económicas (como ya ha ocurrido en Brasil) o ser barridos del poder político (como tal vez termine por ocurrir en Brasil). Los progresistas resisten, se quejan de la irracionalidad de quienes “nunca han ganado tanto como ahora” sin entender la lógica profunda, cortoplacista rapiñera de la lumpenburguesía dominante.

Cuando se produjo el derrumbe de 2001 (culminación de un deterioro sistémico que atravesó todo el gobierno de la Alianza) quedó al desnudo el carácter mentiroso de la “democracia recuperada” y se produjo una avalancha popular rugiendo “que se vayan todos”, pero la marea fue finalmente canalizada y evacuada y el capitalismo volvió a funcionar en buena medida en contra de las ideas de importantes grupos de poder aferrados a sus rutinas depredadoras. Ahora que el crecimiento económico se aplana, las clases dirigentes buscan seguir con su ritmo de enriquecimiento e incluso aumentarlo exigiendo una porción sustancialmente mayor de la torta lo que de producirse instalaría una dinámica de concentración de ingresos, endeudamiento público, ajuste fiscal, empobrecimiento y marginalización que tarde o temprano llevaría a una crisis de gobernabilidad probablemente muy superior de la de 2001. Los grupos de poder más extremistas y sus padrinos de Washington creen que en ese caso podría evitarse la avalancha popular mediante la mexicanización preventiva del país, la ideología de la Guerra de Cuarta Generación aparece con la sucesora de las teorizaciones justificadoras de las democracias controladas, sucesoras a su vez de la doctrina de la seguridad nacional.

Pero entre la teoría y la realidad existe un enorme espacio plagado de incertidumbres, lo único seguro es que el fin de los equilibrios actuales introduciría a la sociedad argentina en una terra incógnita donde la rebelión popular protagoniza uno de los escenarios posibles, donde la democracia de los de abajo podría emerger alentada por la crisis de gobernabilidad. El pueblo como sujeto se haría presente, volvería a existir, gracias a la declinación de sus opresores así como estos se reproducen gracias a la cosificación del pueblo.


Notas:

(34) Horacio Verbitsky, "A las Malvinas en subte. El rol de la P-2, los Macri, FIAT y TECHINT en la guerra de 1982", http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-190366-2012-03-25.html 4
(35) ARGENTINA: la nueva ministra de Exteriores pertenece a la CIA, según Diosdado Cabello. El presidente de la Asamblea Nacional (AN) de Venezuela, Diosdado Cabello, declaró que la canciller argentina, Susana Malcorra, pertenece a la Agencia Central de Inteligencia de EE.UU. (CIA, por sus siglas en inglés). “Estuvo aquí, la recibí yo en mi oficina, es la CIA misma, se la nombraron de canciller al señor (Mauricio) Macri”, presidente electo de Argentina, subrayó Cabello en su programa semanal de los miércoles, transmitido por el canal estatal Venezolana de Televisión (VTV). También Patricia Bullrich reporta a “la agencia” y probablemente lo hagan otros y otras, como Laura Alonso. El rumor que corre es que Macri prácticamente no conoce a Malcorra y que le fue impuesta telefónicamente por el Departamento de Estado. Pájaro Rojo, 11/12/2015, http://pajarorojo.com.ar/?p=20433
(36) Aunque el ejercicio del gobierno los obligue a intervenir en el tema, seguramente con sus métodos autoritarios.

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