Macri.
Orígenes e Instalación de una Dictadura Mafiosa
(Cuarta
parte)
Jorge
Beinstein
Capítulo
7
Tiempos
oscuros
Este
texto fue difundido en la web desde diciembre de 2015 con el título “Argentina
oscilando entre la crisis de gobernabilidad y la dictadura mafiosa”, https://beinstein.lahaine.org/argentina-oscilando-entre-la-crisis-de-gobernabilidad-y-ladictadura-mafiosa/
HA SIDO SEÑALADO HASTA EL HARTAZGO que por
primera vez en un siglo el 10 de Diciembre de 2015 la derecha llegó al gobierno
sin ocultar su rostro, sin fraude, sin golpe militar, a través de elecciones
supuestamente limpias, se trataría de un hecho novedoso.
Es necesario
aclarar tres cosas:
En primer lugar
resulta evidente que no se trató de “elecciones
limpias” sino de un proceso asimétrico, completamente distorsionado por una
manipulación mediática sin precedentes en Argentina activada desde hace varios
años pero que finalmente derivó en un operativo muy sofisticado y abrumador.
Consumada la operación electoral la presidenta saliente fue destituida unas
pocas horas antes de la transmisión del mando presidencial mediante un golpe de
estado “judicial”, demostración de
fuerza del poder real que establecía de ese modo un precedente importante, en
realidad el primer paso del nuevo régimen.
Esto nos lleva a
una segunda aclaración: el kirchnerismo no produjo transformaciones
estructurales decisivas del sistema, introdujo reformas que incluyeron a vastos
sectores de las clases bajas, reclamos populares insatisfechos (como el
juzgamiento de protagonistas de la última dictadura militar), implementó una
política internacional que distanció al país del sometimiento integral a los
Estados Unidos y otras medidas que se superpusieron a estructuras y grupos de
poder preexistentes. Pero no generó una avalancha plebeya capaz de neutralizar
a las bases sociales de la derecha quebrando los pilares del sistema (sus
aparatos judiciales, mediáticos, financieros, transnacionales, etc.)
desarticulando la arremetida reaccionaria. La alternativa transformadora
radicalizada estaba completamente fuera del libreto progresista, la astucia, el
juego hábil y sus buenos resultados en el corto y hasta en el mediano plazo
maravilló al kirchnerismo, lo llevó por un camino sinuoso, acumulando
contradicciones marchando así hacia la derrota final. Nunca se propuso
transgredir los límites del sistema, saltar por encima de la institucionalidad
elitista-mafiosa de las camarillas judiciales apuntaladas por el partido
mediático componentes de una lumpenburguesía que aprovechó el restablecimiento
de la gobernabilidad post 2001-2002 para curar sus heridas, recuperar fuerzas y
renovar su apetito.
Como era previsible
las clases medias, grandes beneficiarias de la prosperidad económica de los
años del auge progresista, no se volcaron de manera agradecida hacia el
kirchnerismo sino todo lo contrario; azuzadas por el poder mediático retomaron
viejos prejuicios reaccionarios, su ascenso social reprodujo formas culturales
latentes provenientes del viejo gorilismo, del desprecio a “la negrada” enlazando con la ola regional y occidental en curso de
aproximaciones clasemedieras al neofascismo. No se trató entonces de una simple
manipulación mediática manejada por un aparato comunicacional bien aceitado
sino del aprovechamiento derechista de irracionalidades ancladas en los más
profundo del alma del país burgués.
La tercera
observación es que el fenómeno no es tan novedoso. Si bien es cierto que el
proceso de manipulación electoral se inscribe en el marco del declive del
progresismo latinoamericano y que fue realizado de manera impecable por
especialistas de primer nivel seguramente monitoreados por el aparato de
inteligencia de los Estados Unidos, no deberíamos olvidar que antes de la
llegada del peronismo en 1945 la sociedad argentina había sido moldeada por
cerca de un siglo de república oligárquica (que no fue abolida durante el
período de gobiernos radicales entre 1916 y 1930) dejando huellas culturales e
institucionales muy profundas, atravesando las sucesivas transformaciones de
las élites dominantes como una suerte de referencia mítica de una época donde
supuestamente los de arriba mandaban mediante estructuras autoritarias
estables. Constituye una curiosa casualidad cargada de simbolismo pero lo
cierto es que fue el presidente “cautelar-instantáneo” Federico Pinedo,
impuesto por la mafia judicial, el encargado de entregar el bastón presidencial
a Macri. Federico Pinedo, nieto de Federico Pinedo, una de la figuras más
representativas de la restauración oligárquica de los años 1930, bisnieto de
Federico Pinedo Rubio intendente de Buenos Aires hacia fines del siglo XIX y
luego diputado nacional durante un prolongado período como representante del
viejo partido conservador. Seguir la trayectoria de esa familia permite
observar el ascenso y consolidación del país aristocrático colonial construido
desde mediados del siglo XIX. El lejano descendiente de aquella oligarquía fue
el encargado de entregar los atributos del mando presidencial a Mauricio Macri,
por su parte heredero de un clan familiar mafioso de raíz italo-fascista (34),
instaurador de un “gobierno de gerentes”.
Los avatares de un golpe de estado instantáneo establecieron un simbólico lazo
histórico entre la lumpenburguesía actual y la vieja casta oligárquica.
La
crisis
El contexto económico internacional viene
dado por una crisis deflacionaria motorizada por el desinfle de las grandes
potencias económicas. Estados Unidos, la Unión Europea y Japón navegando entre
el crecimiento anémico, el estancamiento y la recesión, China desacelerando su
crecimiento y Brasil en recesión sobredeterminan una coyuntura marcada por el
enfriamiento de la demanda global lo que deprime los precios de las materias
primas y estanca o achica los mercados de productos industriales. En suma un
panorama mundial negativo para un país como la Argentina, principalmente
exportador de materias primas y en menor escala de productos industriales de mediano-bajo
nivel tecnológico.
Ante ese ciclo
internacional adverso, desde el punto de vista teórico la economía Argentina,
para no caer en la recesión debería apoyarse cada vez más en la expansión y
protección de su mercado interno, su tejido industrial, su autonomía financiera.
Sin embargo el gobierno de Macri inicia su mandato haciendo todo lo contrario:
achicando el mercado interno mediante la reducción drástica en términos reales
de salarios y jubilaciones, aumentando el endeudamiento externo, desprotegiendo
al grueso de la estructura industrial. A ello apuntan sus decisiones económicas
iniciales como la megadevaluación, la eliminación o disminución de impuestos a
las exportaciones, la suba de las tasas de interés, la liberalización de
importaciones, y pronto la eliminación de subsidios a los servicios públicos
con el consiguiente aumento de sus tarifas. Se trata de una gigantesca
transferencia de ingresos hacia los grupos económicos más concentrados (grandes
exportadores agrarios, empresas y especuladores financieros poseedores de
fondos en dólares, etc.), de un saqueo descomunal que se irá prolongando en el
tiempo al ritmo de las subas de precios, las depresiones salariales, las
devaluaciones y los tarifazos. Crecerá la desocupación, la pobreza y la
indigencia, la concentración de ingresos avanzará (ya está avanzando)
rápidamente, el crecimiento económico nulo o negativo serán inevitables.
Según ciertos
expertos estaríamos embarcados en una vorágine completamente irracional marcada
por la declinación del grueso de la industria y la desintegración de la
sociedad resultado de la aplicación ortodoxa de recetas neoliberales “equivocadas”. Pero el gobierno no se
equivoca, actúa según la dinámica de una lumpenburguesía portadora de una
racionalidad instrumental cuyo fin no es otro que el de la acumulación rápida
de riquezas saqueando todo lo que se le cruza en el camino. La racionalidad de
los bandidos dueños del poder no es la del desarrollo económico armonioso que
anida en la cabeza de ciertos economistas.
Así es como hemos
pasado de una versión suave de la política económica contra-cíclica (desde el
punto de vista de la tendencia de la economía global) a una política
pro-cíclica que se incorpora con notable ferocidad a la degeneración general
(financiera, institucional, ideológica, etc.) del mundo capitalista.
El progresismo
gobernó entre 2003 y 2015 restableciendo la gobernabilidad del sistema, todo
anduvo bien mientras la bestia lamía sus heridas en un contexto de relativa
prosperidad recomponiéndose del terremoto de los años 2001-2002, pero desde
2008 las cosas fueron cambiando: el achatamiento del crecimiento económico
exacerbó su voluntad por acaparar una porción mayor de la torta, en ese sentido
el 10 de diciembre de 2015 puede ser visto como el punto de inflexión, como un
salto cualitativo del poder draculiano de las élites dominantes inaugurando una
etapa de decadencia de la sociedad argentina. Las fuerzas entrópicas,
devastadoras, lograron imponer su dinámica.
Dos
escenarios
Nos encontramos ante los primeros pasos de una
aventura autoritaria de trayectoria incierta. No se trata de un hecho producto
del azar sino del resultado de un prolongado proceso de maduración
(degeneración) de las élites dominantes de Argentina convertidas en jaurías
depredadoras coincidente con el fenómeno global de financierización y
decadencia. Basta con echarle una mirada al gobierno y sus respaldos donde
sobreabundan personajes acusados de ser delincuentes financieros como Prat Gay,
Melconian o Aranguren, o “padrinos” como Cristiano Rattazzi, Paolo Roca, Franco
Macri (y su hijo-presidente), o de otros señalados como agentes de la CIA como
Susana Malcorra o Patricia Bullrich (35), para percibir que la tragedia local
no es más que un apéndice periférico de un capitalismo global embarcado en una
loca carrera liderada por lobos de Wall Street, militares delirantes y
políticos corruptos destruyendo países enteros, triturando instituciones,
saqueando recursos naturales imponiendo un proceso de destrucción a escala
planetaria.
La lumpenburguesía
argentina, su articulación mafiosa en la cúpula del poder (empresario,
judicial, mediático) y sus prolongaciones institucionales y abiertamente
ilegales ha dejado de ser la fuerza dominante en las sombras, jaqueando,
condicionando, bloqueando o imponiendo, para asumir abiertamente el gobierno.
Esto puede ser atribuido a varios motivos entre otros a la inexistencia de un
elenco de “políticos” con capacidad de decisión como para implementar el
mega-saqueo en curso, entonces son los gerentes los que deben hacerse cargo de
manera directa del Poder Ejecutivo, es decir “técnicos” ajenos al embrollo
electoral (36).
El nuevo esquema
resulta sumamente eficaz a la hora de adoptar medidas contundentes contra la
mayoría de la población pero aparece muy poco útil para amortiguar el
inevitable descontento popular (incluido el de una porción significativa de
incautos votantes de Macri). Las camarillas sindicales podrán durante un
período generar inacción, algunos políticos provinciales empujarán en el mismo
sentido, los medios masivos de comunicación buscarán distraer, confundir,
justificar (ya lo están haciendo) intensificando la campaña de idiotización
pero todo eso es insuficiente frente a la magnitud del desastre en curso.
Por otra parte el
carácter lumpen, inestable del régimen macrista afectado por previsibles
disputas internas, golpes financieros, turbulencias exógenas de todo tipo
propias de un sistema global a la deriva y además (principalmente) presionado
por una base social cuyo descontento irá ascendiendo como una avalancha
gigantesca, va dejando al descubierto la única alternativa posible de
gobernabilidad mafiosa.
Se trata de la
formación de un sistema dictatorial con rostro civil y de configuración
variable. Tiene claros antecedentes internacionales recientes, viene guiado por
el aparato de inteligencia de los Estados Unidos y se apoya en la llamada
doctrina de la Guerra de Cuarta Generación cuyo objetivo central es la
transformación de la sociedad objeto de ataque en una masa amorfa, degradada,
acosada por erupciones “desprolijas”
de violencia caótica y en consecuencia impotente ante el saqueo. Irak, Libia,
Siria aparecen como experiencias de manual extremas y lejanas, por el contrario
México o Guatemala son paradigmas latinoamericanos a tener en cuenta aunque la
especificidad argentina aportará seguramente rasgos originales. Tenemos que
pensar en una combinación pragmática de distintas dosis de represión directa
“clásica”, judicialización de opositores sindicales, políticos, etc., bombardeo
mediático (diversionista y/o demonizador), represión clandestina, incentivos a
la rivalidades intrapopulares (cuanto más sanguinarias mejor), irrupción de
bandas que aterrorizan a la población (como las “maras” en América Central o
los batallones de narcos de México), fraudes electorales, etc. De ese modo
Argentina entraría de lleno en el siglo XXI signado por el ascenso del
capitalismo tanático.
Sin embargo esa
estrategia no se puede instalar plenamente de un día para otro, requiere tiempo
y una cierta pasividad inicial de las bases populares, además encontraría
serias dificultades ante una sociedad compleja como la Argentina, con un amplio
abanico de clases bajas y medias portadoras de culturas, capacidad de
organización, de historias que desde la mirada superficial de los gerentes
financieros y de los expertos en control social no aparecen como amenazas
visibles (o aparecen como resistencias o nostalgias impotentes) pero que
constituyen latencias, bombas de tiempo de enorme poder que pueden estallar en
cualquier momento. Este desafío desde abajo converge con el temor de los de
arriba a puebladas inmanejables conformando grandes interrogantes gelatinosos
que generalizan la incertidumbre en las élites, deterioran su psicología.
La no viabilidad de
ese escenario siniestro, su posible empantanamiento, dejaría abierto el espacio
para el desarrollo de un segundo escenario: el de una crisis de gobernabilidad
mucho más devastadora que la de 2001. En ese caso la fantasía elitista de la
recomposición dictatorial-mafiosa del poder político no habría sido otra cosa
que una ilusión burguesa acompañando al fin de la gobernabilidad, al comienzo
de un período de alta turbulencia, de desintegración social de duración
impredecible. El progresismo tan despreciado por las élites y sus preservativos
de clase media, habría sido un paraíso capitalista destruido por sus
principales beneficiarios.
Como vemos el
infierno mafioso no es inevitable aunque no deberíamos subestimar la capacidad
operativa de sus ejecutores locales y su mega padrino imperial, los Estados
Unidos, están lanzados a la reconquista de su patio trasero latinoamericano.
¿Hacia donde va esta historia?: la resistencia popular tiene la respuesta.
Capítulo
8
Los
Avatares de un Sujeto Casi Inexistente. Democracia Ilusoria y Reproducción del
Sistema
Este
texto fue difundido en la web desde septiembre de 2015, con el título
“Argentina: los avatares de un sujeto casi inexistente. Democracia ilusoria y
reproducción del sistema”, http://rcci.net/globalizacion/2015/fg2153.htm
En Argentina se vota muy seguido lo que ha
terminado por imponer una imagen de democracia reforzada por la existencia de
redes sociales, encuestas de opinión, elecciones sindicales y universitarias,
asociaciones no gubernamentales y otras “expresiones” de la sociedad civil. Las
proscripciones electorales pertenecen a un muy lejano pasado cuando el
peronismo era visto como “el hecho maldito del país burgués”, según nos lo
explicaba John William Cooke, para pasar a ser ahora una pieza clave de la
gobernabilidad del sistema.
Todo ese universo
que se presenta como la demostración de que se trata de un país libre viene
cumpliendo un rol decisivo en la reproducción de un régimen que al finalizar la
dictadura militar en 1983 encontró en la “legitimación democrática” un
reemplazo estabilizador a la violencia explícita de las Fuerzas Armadas. Pero
cuando pasamos de la imagen a la realidad, la “democracia recuperada” se
disuelve velozmente dejando al descubierto reducidos espacios de poder que
manipulan estratégicamente a la sociedad sin que ninguna fuerza popular los
controle, acomodándose a los juegos globales de las grandes potencias y sus
exigencias coloniales.
El largo
plazo (parasitismo y desarticulación social)
El telón de fondo de la farsa está
conformado por un conjunto de fenómenos interrelacionados que remodelaron a la
sociedad argentina. Los procesos de desindustrialización y concentración de
ingresos iniciado hacia 1955 y acelerado desde 1976 generó una masa muy
extendida de marginales y semimarginales, de pobres e indigentes sin
integración económica estable, que se expandía al mismo tiempo que las clases
altas acumulaban riquezas, donde la especulación financiera y los negocios
parasitarios en general, ocupaban el lugar central. Esas élites enlazan su
dinámica con los polos dominantes completamente financierizados del capitalismo
global. Los lobos de Wall Street son hoy los paradigmas amorales de nuestra
lumpenburguesía integralmente sumergida en una subcultura decadente regida por
el comportamiento depredador.
Desde aquella
remota “revolución libertadora” de 1955 que instauró una dictadura militar bajo
la bandera de la restauración de la democracia y la “democracia sin
proscripciones” de la actualidad existe un hilo conductor, una continuidad
histórica profunda que atraviesa las transformaciones del sistema. Esta
afirmación aparece como demasiado dura, como una extrapolación caprichosa, sin
embargo se va haciendo razonable cuando comparamos a la proscripción electoral
explícita de la era gorila con las formas implícitas pero increíblemente
eficaces de negación real de la soberanía popular de la actualidad.
En aquellos años el
pueblo peronista se sentía brutalmente apartado de las estructuras de poder,
ahora la masa sumergida o las capas más económicamente integradas de la base
social se sienten impotentes ante poderes que les sonríen, las adulan, las
manipulan y las esquilman mientras deciden entre ellos los temas importantes.
La claridad de la prohibición abierta se ha convertido en una situación confusa,
en un mundo de apariencias.
El poder
(interdependencias y contradicciones)
En Argentina la legitimidad democrática del
poder se va esfumando a medida que recorremos sus cuatro espacios principales.
El poder político
está conformado por un conjunto heterogéneo de dirigentes del estado elegidos
por el voto popular (diputados, presidentes, intendentes, legisladores locales,
etc.). Suele decirse que el pueblo elige pero no gobierna, en realidad tampoco
tiene mucha libertad para elegir. En términos prácticos está obligado a decidir
entre candidatos viables con chances reales de imponerse que ni siquiera
necesitan seducir a estructuras políticas extendidas con sus afiliados,
caudillos locales y corrientes internas o a los aparatos sindicales. Su
viabilidad depende de su capacidad de marketing, del favoritismo del poder
mediático, de la voluntad de ciertos jefes del aparato estatal y sobre todo de
la disponibilidad de fondos de campaña rapiñados al estado u otorgados por los
grandes grupos económicos. Esta “democracia” nos deja incluso la posibilidad de
dejar en paz nuestras conciencias y votar por candidatos testimoniales cuya
posibilidad de triunfo es nula. Se trata en síntesis de un grupo de poder que
en parte se autoelije y en parte es elegido por otros grupos de poder que establecen
condicionamientos, bloqueos, correcciones, reprimendas dictadas por las
dinámicas de sus componentes que no imponen una racionalidad general, una
reproducción durable del sistema sino la preservación de privilegios,
impunidades o la obtención de ventajas económicas.
Pasamos luego a las
mafias judiciales, zona opaca con miembros elegidos de manera indirecta a
través de algunas instancias del poder político aunque sabemos bien que se
trata en su mayor parte de la autoelección a través de juegos de intrigas
internas y a veces en combinación con los círculos políticos implicados en las
designaciones y en ciertos casos bajo presión mediática.
Por su parte el
poder mediático no necesita recurrir a la legitimidad electoral, se trata de
aparatos consagrados a la manipulación de la población, el multimedios Clarín
es el paradigma, sus estrechas vinculaciones con mafias judiciales y
empresarias y sus tenebrosos lazos con diversas dictaduras militares, su
relación colonial con estructuras de poder de los Estados Unidos le permiten
operar con total impunidad. Finalmente el poder económico incluye a los grandes
grupos de negocios con base local como Techint o Arcor o externa como FIAT o el
Citibank, pero sobre todo a las redes financieras navegando en el turbulento
mar de operaciones legales, semilegales e ilegales, orientando al conjunto del
tejido empresario dominante a su vez apéndice de la trama financiera global.
Por debajo quedan
factores de poder viejos y decadentes como la Iglesia católica, camarillas emergentes
como el lobby sionista o la gangsterocracia sindical y por supuesto las Fuerzas
Armadas.
Es esa constelación
elitista la que somete a la sociedad argentina, el voto popular es para ellos
un adorno que hace presentable la imagen del Poder o que es utilizado como
instrumento en sus disputas internas.
El
futuro
Pero lo que aparece como un sistema
diabólico de degradación generalizada capaz de manipular a todas las
oposiciones es en realidad una masa de bandidos prisionera de una dinámica que
la va llevando de crisis en crisis. La marea menemista de los años 1990 terminó
en el caos de 2001 y desde un fragmento del poder político fue restablecida la
gobernabilidad aprovechando una coyuntura internacional favorable (suba de
precios de la commodities) apartándose de las recetas neoliberales ampliando el
mercado interno de clases medias y bajas y reforzando la intervención económica
del estado. El sistema fue reequilibrado, suavemente corregido y volvió a
funcionar, lo que a poco de andar reprodujo las tendencias entrópicas que
habían generado el desastre anterior, las élites vienen presionando con cada
vez mayor furia intentando concentrar ingresos y arrastrando a amplios sectores
de las capas medias embriagadas en una prosperidad efímera, enceguecidas por su
odio a los pobres. Acorralan al progresismo gobernante, lo acosan con sus
instrumentos financieros, mediáticos y judiciales, desprecian sus correctivos
neokeynesianos y le ofrecen dos alternativas: ceder a sus exigencias económicas
(como ya ha ocurrido en Brasil) o ser barridos del poder político (como tal vez
termine por ocurrir en Brasil). Los progresistas resisten, se quejan de la
irracionalidad de quienes “nunca han ganado tanto como ahora” sin entender la
lógica profunda, cortoplacista rapiñera de la lumpenburguesía dominante.
Cuando se produjo
el derrumbe de 2001 (culminación de un deterioro sistémico que atravesó todo el
gobierno de la Alianza) quedó al desnudo el carácter mentiroso de la
“democracia recuperada” y se produjo una avalancha popular rugiendo “que se
vayan todos”, pero la marea fue finalmente canalizada y evacuada y el
capitalismo volvió a funcionar en buena medida en contra de las ideas de
importantes grupos de poder aferrados a sus rutinas depredadoras. Ahora que el
crecimiento económico se aplana, las clases dirigentes buscan seguir con su
ritmo de enriquecimiento e incluso aumentarlo exigiendo una porción
sustancialmente mayor de la torta lo que de producirse instalaría una dinámica
de concentración de ingresos, endeudamiento público, ajuste fiscal,
empobrecimiento y marginalización que tarde o temprano llevaría a una crisis de
gobernabilidad probablemente muy superior de la de 2001. Los grupos de poder
más extremistas y sus padrinos de Washington creen que en ese caso podría evitarse
la avalancha popular mediante la mexicanización preventiva del país, la
ideología de la Guerra de Cuarta Generación aparece con la sucesora de las
teorizaciones justificadoras de las democracias controladas, sucesoras a su vez
de la doctrina de la seguridad nacional.
Pero entre la
teoría y la realidad existe un enorme espacio plagado de incertidumbres, lo
único seguro es que el fin de los equilibrios actuales introduciría a la
sociedad argentina en una terra incógnita
donde la rebelión popular protagoniza uno de los escenarios posibles, donde la
democracia de los de abajo podría emerger alentada por la crisis de
gobernabilidad. El pueblo como sujeto se haría presente, volvería a existir,
gracias a la declinación de sus opresores así como estos se reproducen gracias
a la cosificación del pueblo.
Notas:
(34) Horacio Verbitsky, "A las
Malvinas en subte. El rol de la P-2, los Macri, FIAT y TECHINT en la guerra de
1982", http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-190366-2012-03-25.html 4
(35) ARGENTINA:
la nueva ministra de Exteriores pertenece a la CIA, según Diosdado Cabello.
El presidente de la Asamblea Nacional (AN) de Venezuela, Diosdado Cabello,
declaró que la canciller argentina, Susana Malcorra, pertenece a la Agencia
Central de Inteligencia de EE.UU. (CIA, por sus siglas en inglés). “Estuvo
aquí, la recibí yo en mi oficina, es la CIA misma, se la nombraron de canciller
al señor (Mauricio) Macri”, presidente electo de Argentina, subrayó Cabello en
su programa semanal de los miércoles, transmitido por el canal estatal
Venezolana de Televisión (VTV). También Patricia Bullrich reporta a “la
agencia” y probablemente lo hagan otros y otras, como Laura Alonso. El rumor
que corre es que Macri prácticamente no conoce a Malcorra y que le fue impuesta
telefónicamente por el Departamento de Estado. Pájaro Rojo, 11/12/2015, http://pajarorojo.com.ar/?p=20433
(36)
Aunque el ejercicio del gobierno los obligue a intervenir en el tema,
seguramente con sus métodos autoritarios.
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