viernes, 2 de marzo de 2018

Filosofía

El Ideal*

 Évald Iliénkov

EL IDEAL (del gr. idea, prototipo) es una imagen que determina el modo de pensamiento y la actividad del hombre o de una clase social. La formación de los objetos naturales de conformidad con un ideal constituye la forma humana específica de actividad, pues supone la creación especial de una imagen del fin de esta actividad antes de su realización práctica.

        El problema del ideal fue elaborado en la filosofía clásica alemana. Kant lo planteó, ante todo, en relación con el problema del “fin interior”.

        En opinión de Kant, los fenómenos que carecen de un fin que pueda ser representado en la forma de una imagen, tampoco pueden tener un ideal. El único ser que actúa según un “fin interior” es el hombre. En el animal, la finalidad interior se realiza de un modo inconsciente y, por ello, no adquiere la forma de un ideal, de una imagen particular del fin.

        El ideal, como la perfección imaginada (alcanzada en la imaginación del género humano), se caracteriza por la superación total y absoluta de todas las contradicciones entre el individuo y la sociedad, es decir, entre los individuos que conforman el “género”. De modo que la realización del ideal coincidiría con el fin de la historia. A causa de esto, según Kant, el ideal es inalcanzable en principio y solo constituye una “idea” de orden regulador. Más que crear la imagen del propio fin, el ideal indica la dirección que conduce a él, y por ello, más bien guía al hombre como un sentimiento de la dirección correcta, que como una imagen clara del resultado. El ideal sólo puede y debe ser representado en el arte, en la forma de lo hermoso. El ideal de la ciencia (de la “razón pura”) se presenta en la forma del principio de “no contradicción”, y el ideal moral (el ideal de la “razón práctica”), en la forma del imperativo categórico. Sin embargo, en ambos casos es imposible representarse claramente una situación que corresponda al ideal, pues éste es irrealizable en el transcurso de un tiempo finito, por duradero que sea. Por eso el ideal y “lo bello” se convierten en sinónimos, y sólo en el arte se le concede una vida real. Estas ideas de Kant fueron desarrolladas en las obras de Schiller, Fichte, Schelling y de los románticos alemanes.

        Hegel, quien comprendiera agudamente la debilidad de la concepción kantiana del ideal, la desacreditó como una abstracción que expresa uno de los momentos de la realidad en desarrollo del “espíritu” (es decir, de la historia de la cultura espiritual de la humanidad), contrapuesta a otra abstracción del mismo género: “la realidad empírica”, que se supone esencialmente hostil al ideal e incompatible con él. En la obra de Hegel, el ideal se convierte en un momento de la realidad, en una imagen del espíritu humano en eterno desarrollo a través de sus contradicciones inmanentes, del espíritu que supera sus propios frutos, sus estados “enajenados”. Por ello, el ideal de la ciencia (del pensamiento científico) puede y debe darse en la forma del sistema de la lógica, y el ideal de la razón práctica, en la forma de exigencias imperativas abstractas dirigidas al individuo e irrealizables en esencia. Por esta razón, el ideal como tal es siempre concreto y se realiza paulatinamente en la historia. Cada nivel de desarrollo alcanzado se presenta, desde este punto de vista, como el ideal parcialmente realizado, como una fase de la subordinación de lo empírico al poder del pensamiento, a la fuerza de la idea, a la potencia creadora del concepto. En la forma del ideal se crea siempre una imagen de un fin concreto de la actividad del “género”, es decir, de la humanidad en un peldaño dado de su desarrollo intelectual y moral. En la composición del ideal se presentan como resueltas efectivamente las principales contradicciones universales, las más agudas, aquellas que han alcanzado su madurez de manera definitiva. “El espíritu” siempre se propone resolver problemas efectivos, no alcanzar el fin formal abstracto de una “perfección absoluta”, entendida como un estado inmóvil, carente de vida y, por lo tanto, de contradicciones.

        Por cuanto, en el espíritu de las tradiciones de la filosofía clásica alemana, Hegel define el ideal como una imagen del fin claramente concebida, la elaboración ulterior del problema en cuestión pasa a la Estética, al sistema de determinaciones de “lo bello”. Sin embargo, Hegel no vincula la realización del ideal como belleza con el futuro, sino con el pasado, con la época del antiguo “reino de la individualidad hermosa”. Ello está relacionado con el hecho de que, según Hegel, la forma burguesa del desarrollo de la cultura, que él idealiza, es la culminación de la historia social de los seres humanos. Al eternizar teóricamente la división capitalista del trabajo, considera un sueño romántico —es decir, un ideal reaccionario—la idea del desarrollo integral y multilateral del individuo. Pero sin esto la idea de la “individualidad bella” resulta impensable incluso desde una perspectiva puramente teórica. Por esta razón, “lo bello” (y por tanto, el ideal como tal) resulta en la obra de Hegel más bien una imagen del pasado de la cultura humana que una imagen de su futuro.

        Al someter a crítica el idealismo de Hegel, los fundadores del marxismo reelaboraron de un modo materialista sus ideas dialécticas sobre el ideal, su composición, su papel en la vida de la sociedad y las posibilidades de su realización concreta. Al entender por ideal la imagen del fin de la actividad de los hombres unificada en torno a una tarea común, Carlos Marx y Federico Engels centraron su atención en la investigación de las condiciones reales de vida de las clases fundamentales de la sociedad en que vivían (la sociedad burguesa), en el análisis de las necesidades universales reales que inducen a actuar a estas clases y que se refractan en su conciencia en la forma de un ideal. Por primera vez, el ideal se concibió desde el punto de vista del reflejo de las contradicciones de la realidad social en desarrollo en la cabeza de los hombres oprimidos por estas contradicciones.

        En la forma del ideal, en la conciencia se refleja siempre una situación sociohistórica contradictoria, preñada de necesidades, maduras pero no satisfechas, de masas de hombres, clases sociales y grupos más o menos amplios. Precisamente en la forma de un ideal estos hombres se crean la imagen de una realidad en cuyos marcos las contradicciones existentes que los oprimen se representan como superadas, “negadas” y la realidad aparece “depurada” de estas contradicciones, libre de ellas. El ideal se presenta como una fuerza activa que organiza la conciencia de los hombres y los unifica alrededor de la solución de tareas plenamente definidas y concretas que han madurado en el curso del desarrollo histórico.

        Es característico de las clases dominantes que intentan eternizar un orden social caduco la idealización del estado social existente. Las clases de cuya actividad depende el progreso de toda la sociedad se forman, en correspondencia con ello, ideales progresistas que reúnen bajo sus banderas a todos los hombres activos que buscan una salida de las situaciones de crisis. Tales fueron, por ejemplo, las ideas de la Gran Revolución Francesa. Tales son en la época contemporánea las ideas de la Revolución de Octubre de 1917.

        En nuestros días, el único sistema de ideas que representa un ideal progresista es la concepción comunista del mundo, precisamente porque indica a los hombres la única salida posible hacia el futuro a partir del callejón sin salida de las contradicciones que han madurado en el capitalismo: la construcción del comunismo, en cuyas condiciones se realiza el desarrollo libre y multilateral del ser humano.
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(*)Traducción: Rubén Zadoya Loureda.

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