miércoles, 1 de noviembre de 2017

Comentario de Libros

Lenin: Triunfo de la  Revolución Bolche, Ejemplar, un Siglo Después.*

(Segunda y última parte)

Roque Ramírez Cueva.

EL ANÁLISIS DEL BREVE PERÍODO REVOLUCIONARIO de 1905, obligó a Lenin volver a leer las propuestas teóricas de Carlos Marx; la revolución burguesa no bastaba si se eliminaba el régimen feudal zarista, la revolución proletaria de la clase obrera pondría fin a ambos, e incluso al creciente capitalismo, y establecer un régimen socialista. Esta nueva lectura de las teorías de Marx implicaba no su aplicación rígida sino la correcta interpretación de ellas. Lenin entendió, desde este suceso de 1905, que las ideas de Marx requerían de una adaptación a la situación y realidad latentes de Rusia. Y eso lo empezó a concebir y aplicar a partir de 1912, año que toma la conducción y dirección del movimiento revolucionario, tras la separación de los mencheviques del mismo.

        En razón de tal decisión, en Mayo de ese año, los obreros de San Petersburgo se hallan leyendo “Pravda” (verdad), y, si bien lo dirigía Lenin desde el exilio, su responsable legal es un bolchevique Georgiano –menciona Rius- llamado Joseph Vissarionovitch Djugashvili, personalidad clave para la continuación del proceso socialista en la futura nación de los soviets y el fin de la II Guerra Mundial. “Pravda”, detenido Joseph V. D., se reorganiza bajo conducción de Molotov y contribuye a fortalecer la obra de los bolcheviques, quienes en elecciones de la Duma obtienen cerca de un millón de votos, a pesar que los militantes probados y comprometidos eran “apenas cien” comenta un personaje de Rius, (p.98). En 1913-14 se da una situación de protestas sociales en las ciudades y aldeas rusas, a ello se suma el conflicto de la I Guerra Mundial, lo cual debilita “el puño zarista”. La gran guerra resultó oportuna para los bolcheviques.

        Lenin denuncia el conflicto bélico y sus efectos, “La guerra que acaba de estallar es una guerra imperialista, burguesa, dinástica. Su objetivo es la conquista de los mercados y las colonias del ‘enemigo’. Su fin, la división y exterminio de los pobres, haciéndolos morir por los intereses del capitalismo”. Mientas tanto, la izquierda europea y mencheviques rusos coincidían con los derechistas, acusan a Lenin de traidor y se predisponen a luchar “en nombre de la patria” y los intereses de capitalistas y reyes. Lenin precisó, “hay guerras y guerras. La guerra es la continuación de la política por otros medios. Toda guerra va unida al régimen político del que surge”. Estas observaciones sobre la guerra produjo extensos debates y discusiones entre la izquierda, en los cuales no hubo consensos ni acuerdos a pesar de las dos conferencias convocadas de 1915. Rius sonriente espeta, “Marathón de verborrea y nada de habas. Con ‘llamados’ no se hace la revolución ni la paz” (p. 100).

        En lo personal, Lenin “no tiene ni en qué caerse muerto” –bromea Rius-, sigue grave Nadeshda; y para conseguir ingresos escribe una de sus mejores obras, El Imperialismo, Fase Superior del Capitalismo. En carta a Chliapnikov le confiesa que “la vida es terriblemente cara y no tengo con qué vivir”. Mas en octubre de 1916 un editor le envía 500 rublos, para solventarse varios meses. Lenin a los 46 años, no sólo se envuelve en pobreza, con 30 años de lucha por la revolución, los de izquierda le huyen por radical, no supieron comprender su fidelidad a las ideas y prácticas ortodoxas que se veía obligado practicar, si quería obtener resultados favorables a la revolución. Un grupo pequeño de militantes lo sigue. Y hasta esa fecha, la situación interna y la primera gran guerra mundial no ha producido la guerra civil que esperaban los bolcheviques, para generar una circunstancia favorable a la transformación social.

        Mas, como atrás dijimos, el frente bélico mundial y las confrontaciones sociales internas incrementaron el movimiento telúrico, sacudiendo la inmensa Rusia. Así, el 11 de marzo de 1917, en Petrogrado (antes Petersburgo), un regimiento de cosacos balea a 60 manifestantes. Los soldados se conmocionan por esas muertes y optan por sumarse a la rebelión popular que exige la caída del Zar, “que anda en el frente jugando a la guerra”, dicho a la manera de Rius. Tal rebelión se siente en el plano internacional, en las páginas 104-5 se mira el recorte del facsímil de un titular del New York Times anunciando la abdicación del Zar y junto a una foto rota de la familia real vemos el final del régimen zarista. Se refuerza el impacto con una caricatura de Bronski corriendo hacia Lenin “estalló la revolución en Rusia”, ambos están en Zurich.

        Sucedía que la Duma, apoyada en la gran movilización popular y sacrificio de los mártires, decide tomar el poder y ordena al ejército la detención del Zar y su familia, confinándolo en la ciudad de Pskov. Según Rius, Krupskaia recordaría que, “Cuando salió Bronski nos dirigimos al lago en cuya orilla se colgaban todos los periódicos recién salidos … en efecto, en Rusia estaba la revolución..”. Rius dice, “no cabía duda alguna era una revolución, o mejor dicho, la primera etapa de la revolución prevista por Lenin”. (p. 105). Luego, la caricatura de un cosaco -como el soldado del poema de Brecht- interroga ¿una revolución sin Lenin? La respuesta se ve en el trazo mixto de un dibujo y foto del Zar, quien comenta incrédulo “No la amuelen, sin Lenin ya me da el cuarto..! Cierto, Lenin era el motor y pensamiento de ese proceso revolucionario.

        En tanto, en Rusia dos facciones políticas disputan el control del poder, los Kadetes o Partido Democrático Constitucional y los socialistas. Urge la presencia de Lenin en Petrogrado. Salir de Suiza le obligó al líder y los bolcheviques (que lo acompañan) hacer un pacto. Rius evita con elegancia usar tal palabra. “El káiser aceptó al ver que el triunfo de una revolución rusa significaba el fin de la guerra..”, por eso les dio un tren para regresar al territorio natal. Ese largo mes, sin Lenin en el epicentro del conflicto, no inmovilizó a militantes del partido bolche, quienes organizan soviets –“gobiernos populares de obreros y soldados”- en las principales ciudades rusas. La llegada de Lenin, en marco de miles de banderas rojas, inclinó las simpatías y compromisos por la perspectiva de los bolcheviques, que a partir de ese momento se constituyen con el nombre de Partido Comunista.

        Lenin, ante el Congreso de los Soviets, es preciso y rotundo. Rius resume las ideas del líder respecto de varios asuntos relacionados con la coyuntura, planes y tareas del movimiento, leamos: Frente al conflicto, hacer ver el lazo indisoluble del capital con la guerra, terminarla implica liquidar el capitalismo; frente a suceso revolucionario de marzo, se le considera –se dijo- como primera etapa que da el poder a la burguesía, en segunda etapa se dará el poder a los proletarios y campesinos pobres; acerca de la táctica, si se está en minoría la tarea es criticar y denunciar errores aparte de difundir la necesidad de dar todo el poder a los soviets; sobre el tipo de gobierno, construir una  república de los soviets y renovar estructuras y depurar ex funcionarios y autoridades; acerca del programa, confiscar propiedades de latifundistas, fundar nuevas formas de producción agrícola bajo control de los soviets; control de la producción y reparto de productos por soviets; de las tareas del partido, modificar el programa, cambiar el nombre del partido por el de “comunista”.

        Rius nos recuerda el rencor, el odio de clase que, desde ese momento, tuvieron los capitalistas y sus mayordomos, lacayos contra Lenin y sus ideas. ¿Cómo fue posible que un pequeño grupo de bolcheviques diera vuelta a la tortilla? Los burgueses y derechistas tuvieron el poder en sus manos, pero sólo les duró el tiempo en que los bolches demoraron para organizar los soviets en las ciudades rusas. En realidad, como bien bromea Rius, la brillantez, audacia y firmes convicciones de Lenin convirtieron la rebelión oportunista de los burgueses (quien dio y siempre da su sangre es el pueblo trabajador) en una revolución de proletarios y campesinos pobres. Y no hablamos únicamente del encono de los capitalistas rusos de la época, sino de los capitalistas del mundo, y cierto, también de los mayordomos y lacayos de derecha e izquierda en todo el siglo XX y el presente. Esto ha sido desde que los periódicos rusos de abril de 1917 lo tildaran de “loco”, “traidor”, “delirante”, “incendiario”, ahora dicen “dictador”. La actitud de los diversos medios de prensa actuales no es diferente.

        ¿Cómo lo hizo? Los soviets se aliaron con la burguesía y formaron un gobierno provisional en tanto no tenían el control del ejército. Luego fueron al frente de batalla para convencer a los soldados de la conveniencia de apoyar el plan y el programa de los bolcheviques dentro de los soviets y comités revolucionarios. Los soldados desertaron y abandonaron la guerra y a sus generales zaristas, cientos se sumaron a los bolches. Quisieron ser ganados para los provisionales del gobierno por el zurdo moderado llamado Kerensky (su perseguidor), pero, como bien se asombran y se placen los personajes del comic, “¡ya no pudo! La rueda de la historia iba más rápido…”, “Y Lenin estaba trabajando como nunca…”; desde la dirección de Pravda, de los comités, del partido, conferencias y mítines. Lenin tenía la perspicacia de establecer alianzas y saber con quién, y cuando dar por terminada esa cooperación. En ese contexto trabajó con León Trotsky, un gran orador de masas que aportó lo suyo a la revolución rusa. Lenin, mientras, vuelve a un exilio de cien días  perseguido por Kerensky y los provisionales. Allí escribe, dirige la revolución, y da forma a una obra vital para el proceso emprendido –y todos los que vinieron después-, el libro se llamó El Estado y la Revolución.

        Entonces, para septiembre de 1917, en vista que la revolución corre peligro ante avance del ejército alemán y el gobierno provisional se hace inestable, Lenin toma la gran decisión que cambió –dijimos- la historia: hacerse del poder y control del estado, mediante una carta dirigida al Comité Central. Y decimos Lenin decide, porque dicho organismo desoyó la indicación de tomar el poder y le pidieron siguiera en el exilio y no comunicaron la directiva a la militancia; como dijo Bujarin –según Rius- “Stalin nos leyó las cartas…y nos quedamos sorprendidos (…) sumidos en mayor desconcierto”.  Otra de sus virtudes, la esencial, se expresa en el hecho de que Lenin podía hacer frente a las más adversas circunstancias solo y un círculo pequeño de apoyo, durante 30 años lo hizo.

        Esta vez no fue distinto, cruzó la frontera de manera clandestina, con ayuda de mujeres leales, entre ellas Krupskaia, difunde la directiva de tomar el poder ¡ya!, mientras vuelve a convocar a un pleno del Comité Central, donde asisten los “Stalin, Sverdlov, Cherchinsky, Zinoviev, Trotsky, Kamenev, Uritski, Lomov, Sokolnikov, la kolontai, Bubnov y Lomov” (p. 127). Tras larga discusión se opta por la insurrección, y esta se organizaba en secreto en las principales ciudades y toda la Rusia rural; PERO, “el 17 de octubre apareció en el periódico de Gorki un artículo de kamenev y Zinoviev ¡denunciando La insurrección!

        Un paréntesis es necesario para hacer una evaluación de la figura de Máximo Gorki, quién respaldó la creación del Partido Obrero Social Demócrata Ruso antes de 1900 y abandona Rusia por su oposición al gobierno zarista. Era un escritor que simpatiza con las ideas marxistas pero que antes y durante la primera etapa del proceso de la revolución rusa, liderada por Lenin, tiene un comportamiento dubitativo y abstencionista ya observado en la comodidad del exilio y su estancia en Capri, Italia, donde -hemos dicho en parte uno- confabuló y se opuso junto a Plejanov, Martov y otros intelectuales a la labor de Lenin y los bolcheviques, se opusieron a dar apoyo a los periódicos “Iskra” y otros porque consideraban a Lenin extremista y temerario cuando no loco. Incluso en los primeros tiempos de la revolución de 1917, Gorki criticó a Lenin y la política del nuevo gobierno socialista, criticaba el sufrimiento y orfandad en que se encontraba el pueblo y campesinado ruso debido a las franciscanas condiciones en que se obligaban a convivir mientras se recuperaba la economía del nuevo estado. Justo vuelve al autoexilio por las fuertes discrepancias con el estado mayor y las decisiones de como Lenin concibe y pone en práctica la revolución socialista. Esta actitud y posición dubitativa –y lo digo porque si simpatizaba con el marxismo- lo llevaron a publicar en su periódico el artículo que advertía a Kerensky de la insurrección que se planeaba.

        En 1928, regresa a Rusia, y es cobijado plenamente por el estado y la revolución socialista, se reconcilia con la obra de Lenin, diciendo que si se equivocó de llamar locura a las acciones de Lenin, reconoce –en todo caso- que es  una gran locura, la mejor, puesta en práctica por el líder de la revolución rusa. Congenia muy bien con Stalin y es considerado representante de la nueva estética literaria que impulsaba el nuevo estado, teniendo en cuenta los perfiles y propuestas que se conciben a partir de la estructura literaria de la novela La madre, la novela símbolo de la literatura proletaria. Precisamente, Gorki generó un gran debate acerca del tipo de estética que debía expresar los intereses, anhelos e ideales de los obreros socialistas; se concibe proletario al obrero que asume la visión marxista del mundo, esta labor la realizó desde el colectivo intelectual llamado Cultura Proletaria (Proletkult). Los especialistas e historiadores, se inclinan a resaltar el mayor peso y aporte de esta segunda etapa de Gorki, por su singular producción y símbolo de la literatura proletaria, en el proceso de la revolución rusa.

        Volviendo al tema, “¡Ora si se petateó la cuestión!” Piensa Lenin desde un rostro dibujado -Ironiza Rius-, y sigue trabajando, sin dudar para nada, la conspiración de las masas que se hará del poder, apoyado solo por Stalin –el Joseph Vissarionovitch que una vez dirigió Pravda-  gran organizador y consecuente con la ortodoxia del pensamiento leninista. Conocedor de momentos, contextos y circunstancias, no espera la decisión del Congreso de Soviets que votará a favor de la insurrección popular, y en otra carta insiste en que las masas conducidas por los bolcheviques deben derrocar el gobierno de Kerenski sin demora, bajo el lema de “todo el poder para los soviets”. De esa manera, y en base a las urgencias planteadas por Lenin, la madrugada del 25 de octubre -7 de Noviembre en el calendario actual- las tropas y soviets armados de Petrogrado toman por asalto el gobierno y pasan a conducir el  nuevo estado. Contra las calumnias y descréditos lanzados ayer y hoy, por pluma de Rius concluimos que “durante las escasas 24 horas que duró la insurrección, murieron únicamente unas diez personas. Había sido -hasta ese momento- la revolución menos sangrienta de la historia”. Tomado el poder las tareas urgentes son conceder tierras a los campesinos pobres, terminar la guerra –mundial- derrotando a los alemanes, y eliminar todo rasgo y estructura capitalista oponiendo las del estado socialista.

        Lograr el cumplimiento de estas tareas demandaría esfuerzo y sacrificio por parte de los pueblos de las naciones rusas. Aún Rusia no se convertido en la sólida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y su emergente desarrollo, es un país que si bien ha conquistado libertades políticas y mejores proyectos de vida para los pueblos de dichas naciones, empieza a ser cercado por las potencias europeas en guerra que tratan de invadirlo y restaurar a la burguesía y el capitalismo, comienza a ser boicoteado económicamente por capitalistas y terratenientes, los  ex funcionarios y empleados se niegan a cooperar con los nuevos conductores del estado, los bancos cierran y no atienden, los agricultores ricos esconden y especulan con el trigo (el pan del pueblo). Lenin tiene que realizar pactos, hacer frente a los ejércitos europeos y a los mercenarios de los oficiales blancos y sancionar a los agricultores y hacer concesiones que implicaban dar dos pasos atrás para dar uno adelante. La revolución se hizo fácil del poder, mas le costó sudor y sangre poner en marcha el estado socialista.

        Rius aparte de sus dibujos y trazos, se vale del testimonio fotográfico y gráficos de humor que no es poco, y se ha documentado bien acerca de los sucesos históricos, pensamientos e ideas, y el rol de los personajes que participaron en la gesta evocada, eso no sólo evidencia lo bien documentado de su libro comic que con fina ironía se  titula Lenin para principiantes, y decimos fina porque leerlo resulta una crónica tan enriquecedora y certera como la obra de John Reed Diez días que conmovieron al mundo; es decir, el libro comentado de Rius, si entendemos bien, tiene un título figurado, oculto, Lenin para duchos.

        Estas reflexiones por los cien años de la Revolución de Lenin y los Bolcheviques, las hacemos desde el lado de las simpatías y de las adhesiones a sus ideales y su causa, no importa si somos pocos. Mas valen las adhesiones y compromisos francos, de un clan de leales -al estilo de los espartanos de Leónidas-, sabiendo que del otro lado todas las descargas de odio de clase intentan golpes, desprestigios, todas las calumnias impensables porque esta Revolución fue la que hizo cundir el pánico entre los capitalistas, entre los explotadores, entre las clases corruptas y abusadoras; en particular se le defenestra por ser ejemplo real de que lograr el cambio de sociedades clasistas e injustas, es una certeza.
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(*) Segunda parte del artículo Lenin y sus bolches para todo lector: distinción de Rius, publicado en la edición de octubre del presente año en el BLOG CREACIÓN HEROICA.

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