César Risso
EN EL CAPITALISMO LA PLANIFICACIÓN es
un contrasentido. Tarde o temprano la anarquía se impone. Temporalmente,
alguien puede dirigir de forma organizada los negocios de la burguesía a nivel
nacional, sobre todo la pequeña burguesía embriagada de nacionalismo, pero la
competencia está siempre presente, aunque aparentemente subordinada. El
reconocimiento del mercado es precisamente la expresión de que la anarquía es
la regla de conducta, y que en este marco se da la ley del valor.
Pero
este libre mercado, está subordinado en la actualidad al dominio del monopolio,
y en consecuencia a la competencia monopolista. Es lo que los teóricos llaman
posición de dominio, situación en la cual los monopolios dominan el mercado,
controlando el precio y la cantidad.
La
burguesía necesita de los medios de transporte, de una red vial, y de los
medios que permitan reponer la salud de los trabajadores, para poder
explotarlos, etc. Sin trabajadores en condiciones de laborar y de reproducir su
clase, la burguesía no tendría a quien explotar. Pero esto no le interesa a la
burguesía como burgués individual. Por ello el Estado como representante de la
clase burguesa en su conjunto, vela por sus intereses y, en consecuencia, trata
de generar a través de la inversión pública los medios que permitan, y faciliten,
la explotación del trabajador asalariado.
Mientras
los pobladores afectados por los fenómenos naturales tratan de salvar sus
vidas, y de recuperar en la medida de lo posible lo que han perdido, la
burguesía calcula el valor de lo perdido para ver cuánto van a recibir de
beneficios por realizar las obras. Así se transforma el desastre de cientos y
miles de familias en el bienestar de determinados sectores de la burguesía.
Aunque
envuelto en gestos de solidaridad y apoyo a los damnificados, la burguesía está
calculando el daño y por lo tanto cuánto debe invertir el Estado para restaurar
la infraestructura afectada. Así, Macroconsult ha calculado en 3124 millones de
dólares los daños. Esta es la cifra que como mínimo debe recibir la empresa
privada que se agencie de las obras.
En
el mismo sentido, Julio Velarde, Presidente del BCR, calcula en 12400 millones
de soles el costo de la reconstrucción de los puentes y carreteras afectados
por el fenómeno del Niño.
La
tasa promedio de plusvalía entre los años 2007 y 2015 fue de 125%. Esto quiere
decir que por cada sol que la burguesía invierta en trabajadores asalariados,
la burguesía recibirá como utilidad un sol con veinticinco céntimos. Es decir, que
si se requieren 20 mil trabajadores, con un sueldo promedio de 850 soles al
mes, la burguesía obtendrá 21 millones 250 mil soles al mes, lo que al año da
como resultado utilidades de 255 millones de soles. Esta es la plusvalía que va
a extraer la burguesía en estos negocios que los desastres naturales y, sobre
todo, el sistema capitalista con sus políticos a la cabeza, han provocado.
Si
calculamos la plusvalía total por la reconstrucción según los datos del BCR
(12400 millones de soles), entonces la burguesía obtendrá cerca de 7 mil
millones de soles.
La
desgracia de unos es la ganancia de otros, pues nada se puede hacer en el
sistema capitalista, sin que genere ganancias para los burgueses.
Los
mismos gestos de solidaridad de la población generan el aumento de las compras,
y estas significan el aumento de las ventas de las mercancías que son propiedad
de las empresas capitalistas; mercancías que contienen tanto el trabajo
remunerado como el trabajo no remunerado, es decir, la plusvalía, que en
lenguaje burgués se expresa como ganancia. Es decir, además de las ganancias que
la burguesía va a recibir por la reconstrucción de las zonas afectadas por los
desastres naturales, están las ganancias que obtienen por los gestos de
solidaridad para con los damnificados.
Esto
es inevitable. En una sociedad donde los propietarios de los medios de
producción someten al trabajo asalariado, la producción es producción de
mercancías, y la ganancia es trabajo no remunerado.
Esto
no nos debe sorprender, puesto que las armas que se producen por el complejo
industrial militar mundial, tienen por finalidad generar plusvalía para los
propietarios de estas empresas, para lo cual necesitan de las guerras, en las
cuales mueren millones de seres humanos, para mantener repletas las arcas de la
burguesía. De modo que aquello de la solidaridad, puede eventualmente calmar
por un instante el alma del burgués, pero no hará que deje de explotar a los
trabajadores, y provocar todos los males que genera su dominación económica y
política como clase.
La
solidaridad, no puede venir de la burguesía, puesto que lo que realmente sucede
es que temporalmente, y a su antojo, se desprende de una ínfima parte de la
plusvalía que les ha extraído a sus trabajadores, para aparecer ante el público
con un halo de bondad.
La
explotación de los trabajadores al extraerles plusvalía, el hacerlos trabajar
más de las horas establecidas legalmente, la remuneración que les pagan que
como se sabe es inferior a la canasta básica familiar, las condiciones en los
que los hacen trabajar, la subordinación a los que los tienen sometidos,
haciéndolos sentirse como seres inferiores que dependen del propietario de los
medios de producción; todo esto es parte del sistema de explotación capitalista.
La
prevención, al igual que la producción de mercancías en general, está sometida
a la ley del valor. Lo que genera más ganancia atrae el interés de la
burguesía, y lo que no, genera su desinterés.
Aparte,
los políticos burgueses tienen sus mecanismos de decisión. Todos sabemos que
cuando están próximas las elecciones, los gobiernos locales comienzan a
invertir en obras. En su mente este es un mensaje para sus electores de que
están trabajando. Así puede llegar a la reelección (Nos referimos a años
anteriores cuando había reelección inmediata). Además de esta demostración,
difícilmente pueda haber obra pública sin coima.
La
“planificación” burguesa es la anarquía de la producción. Es decir, que esta es
la forma que tiene la burguesía de asignar los recursos de la sociedad. Forma
que consiste en la ley del valor. En la medida que hay actividades (negocios)
que no son rentables, o que son menos rentables que otros, entonces se dejan
temporalmente de lado; en tanto que otras actividades (negocios) que son
rentables, o más rentables que otros, se realizan.
Como
se puede ver, esta forma de ordenar las actividades de la sociedad pasa por el
interés privado del burgués. Pero resulta que este interés privado está cada
vez más lejos y hasta en contra del interés social. Así pues, el progreso de la
burguesía no equivale al progreso de la sociedad, pues su forma particular de
resolver los problemas sociales ha demostrado que la explotación, la pobreza,
la desigualdad, la destrucción masiva de seres humanos por medio de las guerras
y de las crisis, son consustanciales al sistema capitalista.
Gráfico
5.
Valor de los medios de producción (% del PIB), EE.UU., 1947-2010
Gráfico
6. Tasa
de explotación, EE.UU., 1945-2010
Grafico 8.
Gráfico
9. Beneficios
reales y financieros, las ganancias de miles de millones de dólares, 1950-2010,
EE.UU.
Gráfico
12. El
gasto público (% del PIB) y la tasa de ganancia con una tasa constante de
plusvalía, EE.UU., 1947-2010
El
Agotamiento de la Fase Histórica Actual del Capitalismo
Gugliemlo Carchedi
UN ARGUMENTO CLAVE para la
teoría de la historia y la revolución de Marx es que “Ningún orden social
perece antes de que se han desarrollado todas las fuerzas productivas a las que
puede dar curso” (Crítica de la Economía Política, Prefacio). Ahora,
si el marxismo es una ciencia, debe ser verificable empíricamente. Pero esta
verificación es también importante por otra razón. Como dice Gramsci, “La
crisis consiste precisamente en el hecho de que lo viejo muere y lo nuevo no
acaba de nacer.” (Cuadernos de la cárcel, “La influencia del
materialismo” y “crisis de autoridad”, Volumen I, tomo 3, pág. 311, escrito alrededor de 1930). El
análisis empírico también nos permite comprender por qué y sobre todo cómo lo
viejo muere.
En la fase actual de la historia – es decir, desde el final de la
Segunda Guerra Mundial hasta la actualidad – el capitalismo se encuentra con un
límite cada vez más insalvables debido a la contradicción entre el crecimiento
de la productividad del trabajo por un lado y las relaciones de producción,
entre el trabajo y el capital, por el otro. Esta contradicción es cada vez más
fuerte y el capitalismo está agotando su capacidad para desarrollarse en el
contexto de esta fase histórica. La forma concreta adoptada por esta
contradicción, su creciente incapacidad para desarrollarse, son crisis cada vez
más violentas.
El punto clave es la tasa de ganancia, el indicador clave de la salud de
la economía capitalista. En el ámbito de una nación o grupo de naciones, lo que
cuenta es la tasa media de ganancia. Consideremos en primer lugar la tasa
promedio de ganancia de Estados Unidos, la nación que todavía es, con mucho, la
más importante. Las estadísticas muestran que la tasa de ganancia de los EE.UU.
está en un estado de caída irreversible. La caída es tendencial, es decir, a
través de ciclos económicos ascendientes y descendentes. Sin embargo, la
tendencia es claramente a la baja.
Gráfico
1. Tasa
media de ganancia, EE.UU., 1945-2010 1
La tasa de ganancia cae debido a la naturaleza específica de las
innovaciones tecnológicas, el factor principal de su dinamismo. Las innovaciones,
por un lado aumentan la productividad del trabajo, es decir, cada trabajador
crea una cantidad cada vez mayor de mercancías con la ayuda de medios cada vez
más avanzados de producción. Por otro, las innovaciones reemplazan a los
trabajadores por medios de producción.
Gráfico
2. La
productividad del trabajo y de los trabajadores por medios de producción
La productividad se incrementó de 28 de millones de dólares por
trabajador en 1947 a 231 millones en 2010, mientras que los trabajadores por
medios de producción se redujo de 75 en 1947 a 6 en 2010. Dado que sólo el
trabajo produce valor, una hipótesis que puede demostrarse empíricamente, una
mayor cantidad de producto siempre contiene una menor de valor.
Esto también se aplica al trabajo mental. Se habla mucho estos días de
Internet como un nuevo horizonte del desarrollo del capitalismo. En un reciente
artículo[2] analizo la naturaleza del trabajo mental y argumento que puede ser
productivo de valor y plusvalía, al igual que el trabajo objetivo, equivocadamente
llamado material. Sin embargo, incluso el trabajo mental está sujeto a las
mismas reglas que determinan el trabajo en el capitalismo. Por un lado, las
nuevas formas de trabajo mental dan lugar a nuevas y más terribles formas de
explotación y nuevas posibilidades para aumentar aún más la tasa de explotación
de los trabajadores mentales. Por otro lado, las nuevas tecnologías reemplazan
el trabajo mental con medios de producción, al igual que sucede en el trabajo
objetivo. A pesar de sus características específicas, el trabajo mental no es
el elixir de la eterna juventud del capitalismo.
Consideremos ahora la economía mundial. La misma tendencia de la tasa de
ganancia en los EE.UU. puede ser observada a nivel mundial.
Gráfico
3. Tasa
de ganancia en todo el mundo y el G7, 1963-2008 (índice 1963 = 100)
Nótese la diferencia entre la tasa de ganancia del G-7 y el resto del
mundo. Para comenzar desde los últimos años de la década de 1980, el G-7 ha
sufrido una crisis de rentabilidad (tendencia negativa), mientras que la tasa
de ganancia tiene una tendencia global positiva. Esto significa que otras
naciones han desempeñado un papel cada vez mayor para mantener la tasa de
ganancia en todo el mundo.
La siguiente tabla pone la fase actual de desarrollo capitalista en un
contexto histórico más amplio.
Grafico
4. Tasa de ganancia media en los países principales,
1869-2010
Los gráficos 1, 3 y 4 muestran que la tasa de ganancia no cae en línea
recta, sino a través de ciclos ascendentes y descendentes. Y la tendencia a
caer es frenada y revertida debido contra-tendencias de forma temporal. Hay
tres tendencias principales contrarias a la caída de la tasa de ganancia. Los
tres son capaces de frenar esta caída sólo temporalmente.
La primera es
que las innovaciones tecnológicas disminuyen el valor de cada unidad de
producto. Esto también se aplica a los medios de producción. El denominador de
la tasa de ganancia puede caer y la tasa de ganancia puede crecer. Esto es
cierto en el corto plazo, pero en el largo plazo existe incertidumbre. Si la
tasa de ganancia cae, el valor de los medios de producción debe crecer. Esto es
lo que pone de manifiesto el siguiente gráfico.
En este gráfico se confirma
lo que Marx anticipó en los Grundrisse: una sola máquina puede
costar menos, pero la totalidad del precio de las máquinas que sustituyen a esa
máquina aumenta no sólo en términos absolutos sino también en relación con el
precio de salida. A la larga, esta contra-tendencia no ha funcionado.
La segunda contra-tendencia
es el aumento de la tasa de explotación. Los trabajadores producen más valor y
plusvalía si trabajan más tiempo y con mayor intensidad. Y cuanto más plusvalía
producen, mayor es la tasa de explotación, mayor es la tasa de ganancia. Esto
es lo que ocurrió a partir de 1986, con el advenimiento del neoliberalismo y el
ataque salvaje a los salarios. La tasa de explotación se elevó a los niveles
más altos de la posguerra, con la excepción de 1950.
El gráfico a continuación relaciona la tasa de explotación con la tasa
de ganancia.
Gráfico
7. Tasa
de explotación y la tasa de ganancia, 1947-2010
Las dos tasas están estrechamente relacionadas. Esta tabla puede ser
leída como si la tasa de ganancia estuviera determinada por la tasa de
explotación: hasta mediados del decenio de 1980 cuanto más disminuye la tasa de
explotación más baja es la tasa de ganancia. Por el contrario, a partir de los
años 1980 a 2010, cuanto mayor es la tasa de explotación, mayor es la tasa de
ganancia. La conclusión de cualquier economista neoliberal es que, para
aumentar la tasa de ganancia debe aumentar la tasa de explotación, es decir,
que tiene que recurrir a las políticas de austeridad (para el trabajo, no para
el capital).
Ahora bien, es cierto que
la tasa de ganancia aumenta cuando lo hace la tasa de explotación. Pero de ahí
no se deduce que mejore la economía y que se pueda salir de la crisis
aumentando la tasa de explotación. La tasa de ganancia media puede
aumentar debido al aumento de la tasa de explotación, aunque, a diferencia de
un capitalista individual, lejos de denotar una mejora de la economía, puede
ocultar un empeoramiento. Es decir, puede ocultar una disminución de la
producción de plusvalía por unidad de capital invertido y una mayor
asignación a favor del capital. Pero sólo la producción de plusvalía
(no su reparto) por unidad de capital invertido denota el estado de salud de la
economía capitalista.
La medición de la tasa de ganancia determinada únicamente por el valor
excedente producido se obtiene calculando la tasa de ganancia con una tasa de
explotación constante.
Gráfico
6. Margen
de beneficio con la tasa de explotación constante, EE.UU., 1947-2010
Como se muestra, la producción de plusvalía por unidad de capital
invertido tiende a decrecer a lo largo de toda la fase histórica actual. Este
gráfico se puede dividir en dos períodos, de 1947 a 1986 y desde 1987 a 2010. En
ambos la tasa de ganancia cae.
Grafico
7.Grafico 8.
En este período, la tasa de
ganancia con una tasa de explotación constante también cae en el período
comprendido entre mediados de la década de 1980 hasta la actualidad, y que es
el del neoliberalismo. Desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta la
actualidad, el sistema es cada vez menos capaz de producir plusvalía por unidad
de capital invertido, un hecho oculto por una creciente tasa
de explotación, pero revelado si la tasa de explotación se
mantiene constante. El aumento de la tasa de ganancia con una tasa variable de
explotación desde mediados de la década de 1980 en adelante no denota una
mejora de la economía, sino su deterioro, como lo demuestra la tendencia de la
tasa de ganancia con una tasa de explotación constante. La torta disminuye,
mientras que aumenta la parte que se apropia el capital.
Veamos ahora la
tercera contra-tendencia. El aumento de la tasa media de explotación a
nivel global y, por lo tanto, la compresión de los salarios, significa, de una
parte, que el poder adquisitivo de las masas se reduce y, por otra, que el
valor excedente producido no puede ser invertido en sectores productivos debido
a que la tasa de ganancia cae en estos sectores. Por consiguiente, el capital
emigra a sectores improductivos, como el comercio, las finanzas y la
especulación. Los beneficios de estos sectores son ficticios, son deducciones
de los beneficios obtenidos en la esfera productiva.
Mientras que en los años 1950 los beneficios financieros fueron del 3,1%
de los beneficios reales, en 2010 se habían convertido en el 136,5%.
Implícito en este movimiento está el crecimiento de la deuda global. El
crecimiento de las ganancias ficticias se produce a través de la creación de
capital ficticio y la emisión de títulos de deuda (por ejemplo, bonos) y de
ulteriores y sucesivos títulos de deuda sobre aquellos títulos de deuda. Así se
ha creado una montaña de títulos de deuda interconectados debido a un
crecimiento explosivo de la deuda global.
Gráfico
10. El
dinero y la deuda como porcentaje del PIB mundial, 1989-2011 EE.UU.
La moneda real que es la representación del valor, del trabajo contenido
en los productos.. Es llamada dinero-fuerza. Es una fracción muy pequeña
comparada con las tres formas de crédito. Pero el crédito es deuda, no riqueza,
y la deuda no es moneda, aunque puede cumplir algunas de las funciones del
dinero.
El enorme aumento de la deuda y la crisis financiera que sigue a
continuación son una consecuencia de la crisis en los sectores productivos, la
caída de la tasa de ganancia con una tasa de plusvalía constante, y no su
causa. Este enorme aumento de la deuda en sus diversas formas es el sustrato de
las burbujas especulativas y de las crisis financieras, incluida la que está
por venir. Aunque en este caso, el aumento de la tasa de ganancia debido a las
ganancias ficticias alcanza su límite, desencadenando las recurrentes crisis
financieras.
El capitalismo está en un curso de colisión consigo mismo. Las
contra-tendencias siempre actúan menos y por eso:
(1) Los medios de producción son cada vez más caros, ya que requieren
una proporción creciente del PIB, en lugar de ser cada vez más baratos;
(2) El aumento de la tasa
de explotación aumenta la tasa de ganancia, pero este aumento es engañoso, ya
que no indica un aumento del valor excedente producido sino su declive,
junto con una mayor apropiación del mismo por el capital;
(3) El crecimiento exponencial del capital ficticio no hace más que
inflar la burbuja especulativa hasta provocar su explosión. Este será el
catalizador de la crisis en los sectores productivos.
Las señales de que se acerca la próxima crisis son claras: por un lado,
la tendencia a la baja en el mundo, de forma irreversible, de la tasa de
ganancia, aunque con espasmos debido a las contra-tendencias; de otro, los
factores que serán los catalizadores de la crisis de rentabilidad, que son:
(1) Los primeros signos de guerras comerciales que, si se producen,
reducen el comercio internacional y, por lo tanto, la realización de la
producción de valor y de plusvalía.
(2) Los brotes de guerras, especialmente en las regiones ricas en
petróleo que pueden ampliarse de repente en guerras entre las grandes potencias.
El capital de las naciones productoras de armas aumentaría sus ganancias, pero
las zonas en conflicto sufrirían una destrucción de capital y, por tanto, de su
capacidad de producir valor y plusvalía. Este último sería el caso si el
conflicto se desbordara más allá de las fronteras locales.
(3) El crecimiento de los movimientos de derecha y ultra-nacionalistas
también alimentada por las políticas neoliberales y que constituyen un caldo de
cultivo cultural propicio para aventuras militares.
Se podría argumentar que el capitalismo puede recuperarse si no en el
mundo occidental, si en las llamadas economías emergentes. Este es un término
ideológico para calificar a aquellas economías que, en la arena imperialista,
han sido economías dominadas y cuya función es contribuir más que otras
economías dominadas a la reproducción del sistema capitalista mundial. La
falacia de este argumento es que las fuerzas productivas de las llamadas
economías emergentes son las de los países tecnológicamente avanzados y, por lo
tanto, chocan con los mismos límites, a saber, el aumento de la productividad
del trabajo, por una parte, y la reducción continua de la fuerza de trabajo,
por otra, provocando una caída tendencial de la tasa ganancia. Después de un
período inicial de expansión, vuelve a surgir la tendencia a la caída de la
tasa de ganancia, incluyendo el exceso de producción que resulta de esa caída.
China, la India, los BRICS sufren la misma enfermedad que aflige al mundo
occidental. Para poner sólo un ejemplo, el grado de dependencia tecnológica de
la industria siderúrgica de China de la tecnología de los países avanzados
varía de 65% para la producción de energía, el 85% para la fundición y
procesamiento de productos semi-acabados, y el 90% para los sistemas de control,
análisis, seguridad, protección del medio ambiente, etc.
También se podría argumentar que el capitalismo podría tener una nueva
etapa de desarrollo gracias a políticas de redistribución keynesianas como
producto de la inversión masiva del estado. En una situación en la que las
políticas neo-liberales de carnicería social han fallado lamentablemente, la
opción keynesiana vuelve al primer plano. Pero, ¿quién puede financiarlas? No
los trabajadores, ya que en una situación de crisis, es decir, de estancamiento
o disminución de la producción de plusvalía, unos salarios más altos significan
menores beneficios. No el capital, porque la rentabilidad ya es tan baja, que
las ganancias se reducen aún más. ¿El estado, entonces? Pero ¿dónde puede
encontrar el dinero? No puede tomarlo ya sea del trabajo o del capital, por las
razones alegadas. Por lo tanto debe recurrir a la deuda pública. Pero esta ya
es alta y también contribuye al crecimiento de la burbuja. La respuesta
keynesiana es que el Estado debe recurrir a la deuda pública temporalmente para
financiar grandes proyectos de inversión pública. Las inversiones iniciales
podrían favorecer otras inversiones, y estas otras más aún, en una cascada
multiplicativa de empleo y creación de riqueza. En ese momento, los mayores
ingresos del estado podrían ser utilizados para reducir la deuda pública. Este
es el multiplicador keynesiano. Pero no funciona.
Después de las primeras inversiones realizadas por el Estado, los
capitalistas que acometen las obras públicas deben hacer pedidos a otros
capitalistas. Estos capitalistas son los que ofrecen los precios más baratos,
los capitalistas cuyos trabajadores son más productivos y cuyo capital es más
eficiente y, por tanto, los que emplean proporcionalmente más medios de producción
que trabajo. Es decir, son los capitalistas que producen menos plusvalía por
unidad de capital invertido. En cada paso de la cadena de la inversión, el
trabajo aumenta en términos absolutos, pero disminuye en porcentaje, por lo que
la tasa media de ganancia cae. Por otra parte, el mayor crecimiento del capital
implica la desaparición de los capitalistas más débiles, los que
proporcionalmente utilizan más trabajo que medios de producción. Cuando la
cadena de inversiones se cierra, hay menos trabajadores empleados, se produce
menos plusvalía y la tasa media de ganancia cae. El análisis empírico lo
confirma: a un gasto público creciente corresponde una disminución de la tasa
de ganancia.
Gráfico
11. El
gasto público (% del PIB) y la tasa de ganancia con tasa variable de plusvalía,
EE.UU., 1947-2010
La correlación es negativa
(-0,8). Este gráfico muestra que hasta la década de 1980 el aumento de los
gastos del estado no pudo frenar la caída de la tasa de ganancia. El argumento
keynesiano falla. Desde la década de 1980 en adelante, la tasa de ganancia
aumenta junto con el gasto público. Todavía crece, debido a que la tasa
de explotación crece y no por que lo haga el gasto público. De hecho, si la
tasa de plusvalía se mantiene constante, la correlación negativa se aplica a
todo el período secular, incluido el período del neoliberalismo, de la década
de 1980 en adelante.
Este gráfico muestra que durante toda esta fase histórica el crecimiento
de los gastos del Estado no ha sido capaz de frenar y revertir la caída de la
producción de plusvalía por unidad de capital invertido, es decir, la caída en
la tasa de ganancia que mide la salud del capital, la tasa de ganancia a una
tasa constante de plusvalía.
Este mismo resultado tiene lugar en cada crisis concreta: aumento de los
gastos del gobierno un año antes de la crisis en todos los diez casos. No
pueden evitar las crisis.
Gráfico
13. Diferencias
en puntos porcentuales del gasto público a partir del año antes de la crisis
hasta el año pasada la crisis
La falacia del razonamiento keynesiano es que no tiene en cuenta las
consecuencias de las políticas de inversión del gobierno para la tasa de
ganancia, que es la variable clave de la economía capitalista. La razón de la
correlación negativa es, como acabo de decir, que con cada ronda de inversión,
la inversión en medios de producción es, en porcentaje, más alta que en fuerza
de trabajo, según lo predicho por la teoría marxista.
Pero las políticas de gasto público, si no pueden frenar la crisis,
¿puede ser el medio para salir de la crisis? La teoría keynesiana es válida
sólo si el aumento del gasto público de los gobiernos el año posterior a la
crisis incrementa la tasa media de ganancia. Con la tasa de ganancia con una
tasa de explotación constante, la tesis de que la recuperación se debe a un
aumento en el gasto del gobierno falla en los diez casos. Las políticas
keynesianas no pueden aumentar la producción de plusvalía por unidad de capital
invertido.
Gráfico
14. Diferencias en el gasto público (% del PIB) y en la
tasa de ganancia con tasa constante de plusvalía desde el último año de la
crisis hasta el primer año después de la crisis
En resumen, el aumento del gasto público a partir del año antes de la
crisis hasta el año posterior a la crisis no puede evitar que la crisis
estalle; y el aumento del gasto del gobierno el último año de crisis y el
primer año posterior a la crisis no consigue reactivar la rentabilidad del
sistema. Ambos resultados contradicen la teoría keynesiana.
Ante el fracaso tanto de
las políticas económicas keynesianas como las neoliberales, no parece que haya
otra salida que la que genera espontáneamente el capital mismo: una destrucción
masiva de capital.
Así salió de la crisis de
1933 sólo mediante la Segunda Guerra Mundial. Sí salió de la crisis no fue
porque el capital físico fuese destruido. Si el capital es ante todo una
relación de producción, una relación entre el capital y el trabajo, la guerra
provocó la destrucción y la regeneración del capital como una relación de la
producción. Con la economía de guerra, se pasó de la esfera civil, plagado de
un alto desempleo, con un bajo nivel de utilización de los medios de producción,
y una tasa de ganancia descendente, a una economía militar caracterizada por el
pleno empleo tanto de la fuerza de trabajo como de los medios de producción,
con la realización garantizada por el estado del material militar, con altos
niveles de beneficios y de rentabilidad y altos niveles de ahorro.
Después de la guerra tuvo
lugar la reconversión de la economía militar en economía civil. El gasto del
gobierno como porcentaje del PIB se redujo de alrededor del 52% en 1945 al 20%
en 1948, es decir, en la llamada edad de oro del capitalismo.
Los altos niveles de ahorro garantizaron el poder adquisitivo necesario para
absorber los nuevos medios de consumo, que a su vez requirieron la producción
de nuevos medios de producción. Se aplicó toda una serie de invenciones
originadas durante la guerra para la producción de nuevos productos. En los
EE.UU., el aparato productivo estaba ileso. Pero en los demás países
beligerantes se produjo una inmensa destrucción de medios de producción y
fuerza de trabajo. El capitalismo fue revitalizado para un cuarto de siglo.
Pero ¿a qué precio? Un cuarto de siglo de reproducción ampliada costó decenas
de millones de muertes, sufrimientos atroces e inmensas miserias. Así es como
los trabajadores, además de financiar la guerra, tuvieron que pagar para
revitalizar el sistema.
Después de la llamada Edad
de Oro, que sin embargo no estuvo libre de la caída de la tasa de ganancia (ver
gráficos 1 y 6 arriba), el sistema ha entrado en un largo declive que dura ya
cerca de medio siglo, sin que se vea luz al final del túnel. ¿Vamos hacia un
colapso inevitable que ponga fin al capitalismo?
No creo que el capitalismo
se autodestruya. No está en la naturaleza de la bestia. El capitalismo saldrá
de la crisis, pero sólo después de una destrucción suficiente de capital, tanto
financieros como en la esfera productiva. Pero es difícil imaginar en este
punto la forma que adoptará esa destrucción de capital. La forma en que se
destruirá el exceso de capital determinará la forma que tomará la capital, siempre
y cuando supere esta fase histórica. Desde la crisis de 1929 solo se salió con
la Segunda Guerra Mundial.
Un principio fundamental de
la teoría marxista es la contradicción entre fuerzas productivas y relaciones
de producción. La fuerza productiva es la productividad del trabajo; las
relaciones de producción son la relación capital / trabajo. La contradicción es
la siguiente: cuanto más aumenta la productividad del trabajo, más trabajo
expulsa el capital. La caída de la tasa de ganancia es la expresión concreta de
esta contradicción. Esta contradicción es una piedra angular del sistema
capitalista y, por lo tanto, también de su etapa actual de desarrollo. La
característica específica de la presente fase histórica es que esta
contradicción se hace más difícil de resolver y es cada vez más explosiva. La
capacidad de supervivencia de la actual fase histórica se está agotando, el
capitalismo tiende a morir. Pero no puede morir sin ser reemplazado por un
sistema superior y, por lo tanto, sin la intervención de la subjetividad de la
clase. Sin esa subjetividad, se renovará y entrará en una nueva fase en la que
su dominio sobre el trabajo será aún mayor y más terrible. Una condición para
que esto no suceda es que las luchas sacrosantas de los trabajadores por una
mayor inversión estatal para reformas y mejores condiciones de vida y
condiciones de trabajo se lleven a cabo en la óptica de la oposición
irreconciliable entre el capital y el trabajo, y no en la perspectiva
keynesiano de la colaboración de clases.
_______
Notas:
1) Los datos están
deflacionados y se refieren sólo a los sectores productivos de valor.
2)
Carchedi, 2014, ‘Old wine, new bottles and the Internet’, Work
Organisation, Labour & Globalisation, Vol 8, No 1.
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