¡Defender
el Pensamiento de Mariátegui de toda tergiversación y desarrollarlo en función
de la realidad actual!
La Creación
Heroica de Mariátegui y el Liquidacionismo de Derecha
(Onceava
Parte)
Eduardo
Ibarra
La cuestión
del partido del proletariado
Esta cuestión –que define el liquidacionismo de derecha
de García– ha sido analizada en varios trabajos nuestros, y, por esto, aquí nos
referiremos brevemente a algunos pocos aspectos del tema.
La liquidación del partido de clase se
presenta en el grupo liquidacionista como la materialización de la abjuración del
marxismo-leninismo.
Dicho de otro modo, como la negación
de la independencia ideológico-política y de la autonomía orgánica del proletariado.
La abjuración del marxismo-leninismo
y del partido de clase llevó a García a cometer una monstruosa falsificación de
la filiación doctrinal de Mariátegui y el PSP.
Monstruosa, porque la filiación
marxista-leninista de Mariátegui y el PSP es verdad manifiesta en el programa
de este partido, lo cual agota la cuestión.
No obstante, García niega el
marxismo-leninismo de Mariátegui y el PSP, cosa que sus parciales repiten servilmente.
Semejante negación no puede, pues,
ser entendida sino como algo intencionado, premeditado, tramado a fin de
suprimir el partido de clase a favor de un partido doctrinariamente variopinto.
Lo premeditado de la negación se
expresa concentradamente en el hecho de que García falsifica completamente la
afirmación mariateguiana de un partido de masas y de ideas; así, nuestro
liquidador promueve un partido de masas doctrinariamente variopinto, es decir,
un partido pluriclasista, siendo que el maestro proyectó un partido de masas
marxista-leninista, es decir, un partido de clase.
La abjuración del marxismo-leninismo
y del partido de clase y la negación de la filiación doctrinal de Mariátegui y
el PSP, tiene, en el grupo liquidacionista, algunas grotescas expresiones en el
plano de sus relaciones internas y en el plano de sus relaciones externas.
En el primer plano, es un hecho que,
desde hace más de cuarenta años, García dirige a su grupo por correspondencia,
y sin que sus posiciones sean debatidas democráticamente en reunión alguna.
Ese burocratismo y ese despotismo
son absolutamente extraños al marxismo-leninismo, como lo puede entender
cualquier marxista.
No es necesario extendernos en otras
expresiones de semejantes deformaciones en el aludido plano (egotismo
burgués-servilismo feudal; nivel secreto de dirección, secreto, en principio,
respecto al resto de su propia membrecía; liberalismo burgués, etcétera), para que cualquier marxista se
percate de la descomposición ideológica imperante en el grupo liquidacionista.
En el segundo plano, son una
realidad incontrovertible los métodos criollos que utilizan los liquidadores en
su afán de embaucar a algunos elementos con vistas a fundar el nivel público de
su grupo: falacias, trucos, insultos, calumnias, zancadillas, infamias,
etcétera, etcétera, son recursos a los que los liquidadores han acudido
frecuentemente tanto en el trabajo orgánico con otras tendencias como en el
debate con sus críticos.
Ninguna moralina ni ninguna retórica
han podido ocultar tales métodos criollos (54), y, por esto, está en la
conciencia de decenas y decenas de activistas la doble moral de los
liquidadores.
El liberalismo burgués es la
ideología realmente existente en el grupo liquidacionista, y esta realidad no
tiene por qué extrañar a nadie: la abjuración del marxismo-leninismo y del
partido de clase y la oposición a Mariátegui (55), han determinado el desborde
de relaciones antiproletarias en sus relaciones internas y el uso de los más
grotescos métodos criollos en sus relaciones externas.
Por lo expuesto, es fácil darse
cuenta de que el aislamiento político en que ha terminado el grupo
liquidacionista es el resultado del repudio a sus posiciones oportunistas,
revisionistas, liquidacionistas; el repudio a sus métodos criollos; el repudio
a su egotismo burgués; el repudio a sus ambiciones desmesuradas (56).
Por eso sus afanes de liquidar el
partido de clase a favor de un partido doctrinariamente heterogéneo, no es más
que la crónica de una muerte anunciada (57).
La base
social del grupo liquidacionista
El grupo liquidacionista tiene como base social la
pequeña burguesía intelectual. Desde los años setenta, los “bolcheviques” -así
autodenominados entonces– constituyen un
pequeño grupo de intelectuales sin ningún lazo orgánico con la clase obrera y,
en general, con las clases trabajadoras.
En más de cuarenta años de actividad
independiente (independiente del Partido), el grupo liquidacionista no ha
superado ese clamoroso aislamiento de las masas trabajadoras.
Las
deserciones de Ramón García
Después de haber sido batido en la lucha interna e
inmediatamente después de la asonada del 5 de febrero de 1975, por interpósita
persona García remitió al CC del Partido una carta solicitando una licencia por
un año, plazo después del cual, sin embargo, no se reincorporó, por lo cual
cualquiera puede entender que su solicitud de licencia fue nada más que una
maniobra para encubrir por adelantado su deserción.
Esta deserción tiene su antecedente
en el hecho de que, en el IV pleno del CC del Partido (1974), García capituló
ante Guzmán votando a favor de sus posiciones y en contra de las suyas propias.
Este hecho expresa la debilidad de
espíritu de García, lo cual volvió a ponerse de manifiesto algunos meses
después con su deserción.
Puesto que al desertar García
abandonó el país, su deserción del Partido significó, al mismo tiempo, una
deserción de la lucha contra el régimen corporativo y una deserción de su
propia facción, a la que abandonó a su suerte.
Pero además, con el tiempo, se hizo
patente que desertó también de toda práctica política: nuestro liquidador lleva
ya más de cuarenta años sentado en su foráneo pedestal de cristal, mostrando
así, sin ruborizarse, su recalcitrante burocratismo.
En conclusión, García desertó del Partido, de la lucha contra el
régimen corporativo, de su propia facción y de toda práctica política,
perseguido únicamente por el fantasma de su propia impotencia y el fantasma de
su propia cobardía (58).
Pero hay más: a partir de los años ochenta
nuestro liquidador desertó de la lucha contra el revisionismo, del
marxismo-leninismo, de la Creación Heroica de Mariátegui en punto a cuestiones
fundamentales dirimentes, de la filiación marxista-leninista del maestro y el
PSP, del partido de clase, de la Reconstitución, etcétera, etcétera.
El silencio
de Ramón García y sus repetidores
Desenmascarado su revisionismo liquidacionista, sus
métodos criollos y su egotismo burgués, García se ha sumido en el silencio.
Esta actitud no es de extrañar, pues
el oportunismo de todos los tiempos ha procedido de forma semejante.
Así por ejemplo, Lenin recuerda que,
“El ‘furioso’ ataque de Marx tuvo como consecuencia el que los oportunistas” en
el Partido Socialdemócrata Alemán “se retiraran… y se ocultasen” (59).
Así también, desenmascarado, Haya se
sumió en el silencio. En carta a Mariátegui del 19 de marzo de 1929, Ravines
dio cuenta del hecho: “… ahora tenemos al camarada en cuestión, que se halla en
Berlín, encerrado en el más impenetrable mutismo…” (Correspondencia, t.II, p.531).
García, o sea “Yo el Supremo”, desde
su pedestal de cristal intentó devaluar nuestras críticas a sus posiciones
oportunistas calificándolas de “murmullos”.
Pero esta burda maniobra fue rápidamente
desenmascarada.
Por eso, después ha pretextado que,
debido a que está “preparando” su partido antimariateguiano, el debate sobre
Mariátegui y el PSP es “un tópico superado” (60).
La realidad de las cosas es, sin
embargo, que, desenmascarado con argumentos irrefutables, ¿cómo podría nuestro
liquidador defender su indefendible negación de las razones de Marx, Engels y
Lenin sobre el nombre científicamente exacto del partido del proletariado, su
indefendible negación de las razones de Mariátegui para titular Socialista a su
partido, su indefendible abjuración del marxismo-leninismo, su indefendible
falsificación de la filiación marxista-leninista de Mariátegui y el PSP, su
indefendible falsificación de la verdad orgánica del PSP, su indefendible
negación del partido de clase, su indefendible egotismo burgués, sus
indefendibles métodos criollos, etcétera, etcétera?
Por eso, frente a nuestra crítica,
García ha escondido la cabeza bajo el ala.
Pero el desenmascaramiento del
revisionismo liquidacionista ha producido otro tipo de silencio: necesitados de
servirse de Mariátegui como coartada y hasta como señuelo, algunos liquidadores
escriben artículos (sobre la fundación del PSP o el natalicio de Mariátegui,
por ejemplo), ocultando cuidadosamente su negación del marxismo-leninismo de
Mariátegui y el PSP, su falsificación de la verdad orgánica de este partido, su
proyecto de un partido-amalgama, etcétera, etcétera (61).
Es decir, los liquidadores no tienen
el valor elemental de plantear francamente sus posiciones contrarias a
Mariátegui y al PSP y su intención de liquidar el partido de clase.
De ese modo mantienen en el silencio
sus posiciones y sus propósitos y, por esto, sus artículos aparecen como pura
retórica dirigida a engañar a la muchachada (62).
Notas
[54] En ocasión del affaire Eusebio Leyva, el jolgorio
de los liquidadores fue tal, que no pudieron evitar que se les cayera la careta
con la que pretendían ocultar su descomposición moral: todos a una (unos
manifestándose abiertamente, otros otorgando con su silencio cobarde),
publicitaron las páginas más roñosas que se hayan escrito en la historia de la
izquierda peruana: desde García, que se apresuró en felicitarse a sí mismo,
hasta Velásquez que terminó entrevistando a quien, de entrada, acusó de ser un
agente policial.
[55] Sí, oposición a Mariátegui, pues negar su
filiación doctrinal y la de su partido, falsificar el sentido de su proyecto de
un partido de masas y de ideas, negar su tesis según la cual los cauces legales
no pueden contener una acción revolucionaria, negar el carácter
marxista-leninista del Socialismo Peruano, abjurar de la Reconstitución, etcétera,
etcétera, es oponerse a Mariátegui.
[56] Como hemos señalado en otro lugar, el egotismo
burgués y el servilismo feudal es rasgo característico de la vida interior del
grupo liquidacionista; pero en sus relaciones externas este grupo actúa con un
patético egotismo burgués: en ocasión de su fracasado intento de tragarse al
PCP-U, Velásquez sostuvo que lo que había pasado era que este partido no
“entiende todavía que tiene que autodisolverse” (cito de memoria). ¿Entiende el
lector? El PCP-U, según Velásquez, no entendió que tenía que autodisolverse a
favor de las posiciones del grupo liquidacionista, cuando en realidad lo que
tiene que entender este grupo (cosa que no entiende todavía) es que su
concepción kautskiana de la unidad de marxismo y revisionismo no prosperará
jamás; por supuesto, la unidad de revisionistas liquidadores y revisionistas tradicionales
no hubiera sido, huelga decirlo, la unidad de marxistas y revisionistas, sino
apenas la unidad de dos matices del revisionismo, la unidad de quienes se
llenan la boca hablando contra el partido surgido de la Reunión de mayo de 1930
y de quienes, precisamente, son herederos de ese vilipendiado partido.
[57] Debe tenerse en cuenta que, desde la segunda mitad
de los años ochenta, el plan de García es la “disolución-integración” del
PCP-U, del PCP-PR, del PCP-SL, del PCP-BR (entonces existente todavía), etcétera, etcétera, bajo su línea
revisionista-liquidacionista. En más de treinta años, este plan solo ha cosechado
fracasos. Dicho sea finalmente: el método de construcción sobre la base de
seminarios (concepción burocrática por donde se le mire), que García propuso
desde los años setenta, en los últimos diez años ha experimentado su fracaso
definitivo.
[58] Señalamos estos rasgos de la actuación y la
sicología de García, solamente porque, en un intento por disimularlos, se
autocalificó de “Duro de Matar”. Era pues necesario traerse abajo el infundado
autoelogio.
[59] Prefacio a
la traducción rusa de la “Correspondencia de J.F. Becker, J. Dietzgen, F.
Engels, Marx y otros con F.A. Sorge y otros”, en Contra el revisionismo,
p.72). En el caso de que tratamos, retirarse
y esconderse equivalió a sumirse en
el silencio.
[60] Con el manto de esta frase García pretende eludir
todo debate sobre sus flagrantes y groseras falsificaciones de la verdad
doctrinal de Mariátegui y la verdad doctrinal y orgánica del PSP.
[61] Por ejemplo los artículos de Manuel Velásquez se
destacan por dicho procedimiento oportunista. Pero no son los únicos.
[62] El único liquidador que todavía pretende dar
pelea, es Miguel Aragón. Pero todos sus artículos donde exacerba las posiciones
liquidacionistas (negación de la existencia del PSP, de la legitimidad de las
reuniones de La Herradura y de Barranco, de la constitución del Comité
Ejecutivo del PSP, etcétera) han sido oportuna y puntualmente rebatidos uno a
uno.
Material Adjunto
Comentario al libro “Memorias desde Némesis” de Abimael Guzmán
(Extracto)
E.I.
(…) DE ESTAS CUESTIONES examinadas por
Abimael Guzmán, es necesario destacar aquí las siguientes:
1) En
los años setenta Ramón García pretendió aniquilar
el Partido aislándolo de las masas y la lucha de clases;
2) consecuente con ello, desmontó la
organización del Comité Regional de Lima, donde tenía influencia;
3) con el editorial de Bandera Roja Nº 44
planteó un plan programático-político diferente al del II Pleno;
4) redujo toda la actividad partidaria a
“crítica y preparación”, constriñendo lo primero al estudio del desarrollo de las ideas marxistas en el Perú; y
practicando lo segundo como separación de
las masas y la lucha de clases;
5) fue practicante
acérrimo del ocultismo y pregonero en corrillos de “basta línea”.
Puntualización especial merece la deserción
de Ramón García y Manuel Montañez de las filas del Partido. En el
artículo Las cinco caídas de yo el supremo, García se pavoneó sosteniendo
que “fue expulsado, con pelos y señales, primero por el PC-U, segundo por el
PC-BR, tercero por el PC-SL”. Pero ocurre que lo último no es cierto, y en su
oportunidad se lo hicimos saber a los activistas del Socialismo Peruano.
La
verdad del caso es la siguiente: “No hubo… sanción alguna, contra nadie, en el IV Pleno”; “ni el V Pleno ni otro evento los expulsó, ni
los sancionó; simplemente se registró su deserción” (Memorias desde Némesis).
Esta es, pues,
la verdad histórica de los hechos que García intenta silenciar con la mentira
de que fue expulsado del PCP.
En el mismo
artículo –y enseguida de lo citado arriba– García siguió pavoneándose: “Ciertamente,
ciertamente, el Supremo resultó también otro ‘Duro de Matar’”.
Pero
la verdad es esta: “la
Facción Roja llevó adelante exitosamente la sesión [el IV Pleno] y los acuerdos se tomaron por unanimidad”
(ibídem).
Es decir, ¡el
“Duro de Matar” capituló ante las posiciones de Guzmán y votó por ellas en
contra de las suyas propias!
Y, después de
ello y de la asonada del 5 de febrero de 1975, no solo desertó del Partido
y de la lucha contra el régimen fascista, sino también de toda práctica
política: en unos meses más cumplirá cuarenta años de inoperancia.
Por
otro lado, es un hecho que, con su actual liquidacionismo de derecha, García
está políticamente muerto. Y no por
homicidio, sino por suicidio.
Para adelantarnos a
cualquier malicioso reparo, transcribimos la siguiente afirmación de nuestro
artículo A propósito de algunas “observaciones” (10.11.13):
mientras
en 1967 García sostenía dos estructuras en el Partido, pero sin postular ninguna diferencia
doctrinal entre ambas, ahora también sostiene dos estructuras, pero pretendiendo una diferencia doctrinal entre las mismas: el nivel
secreto, restringido, debe ser doctrinariamente homogéneo, y el nivel público,
masivo, debe ser doctrinariamente heterogéneo. De este modo ha pasado de una fórmula puramente orgánica a una fórmula
marcadamente doctrinal, subastando así la independencia ideológica y
organizativa del proletariado, es decir, intentando liquidar el Partido como
partido de clase. Así, pues, de su liquidacionismo de izquierda de los años
1970, García ha pasado a su actual liquidacionismo de derecha. Esto es, como lo
hemos señalado en otro lugar, revisionismo
en cuestiones de organización.
Por su parte,
Manuel Montañez “no concurrió
al Pleno [al V] pese a ser citado y comprometerse a asistir, [y] comunicó su
alejamiento por carta”. De esta forma expresó la misma impotencia de García.
Hay que
agregar, respecto al punto, algo que posiblemente Guzmán no sepa. En el verano
de 1975, con su liquidacionismo de “izquierda” bajo el brazo, García intentó levantar tienda propia,
pero fracasó. Por lo tanto, en unas circunstancias en que el antagonismo con su
liquidacionismo era orgánicamente tratado como contradicción no antagónica, su escisionismo aparece como escisionismo de un liquidador.
Este es el fondo de la cuestión. Por eso su apelación a la idea de un
“escisionismo positivo” para justificar su injustificable deserción, no pasa de
ser una burda maniobra para consumo de incautos.
Por lo demás,
los otros liquidadores desertaron también siguiendo así el mal ejemplo de sus
cabecillas. Por eso Guzmán aclara en su libro: “Tampoco tiene fundamento alguno
que se haya ‘expulsado a la mitad del Comité Regional 14 de junio’; y esto es
así, sencillamente, porque tal Comité no tenía militancia organizada” (Memorias desde Némesis).
Así, pues, si en los años setenta Ramón García
pretendió liquidar el Partido aislándolo de las masas, ahora pretende hacer lo
mismo disolviendo su carácter de clase en una organización de masas
doctrinariamente variopinta.
Pues bien, como
se ha podido ver, el comentario del libro Memorias
desde Némesis ha servido para esclarecer el papel cumplido por Abimael
Guzmán en la vida partidaria de los años sesenta y setenta; para, al mismo
tiempo, examinar sus errores de concepción relativos al proceso de la
revolución peruana y a la reconstitución del Partido; para, finalmente,
explicar un hecho actual como es el liquidacionismo de derecha de Ramón García,
palingenesia
de su liquidacionismo de “izquierda” de los años setenta: en el marxismo toda desviación es de
derecha, pues las desviaciones de “izquierda” solo lo son en la forma.
22.05.2014.
¡Defender
el Pensamiento de Mariátegui de toda tergiversación y desarrollarlo en función
de la realidad actual!
Acerca de
un Altercado
Eduardo
Ibarra
ENTRE OTRAS COSAS, A RAMÓN GARCÍA y Miguel Aragón los
une la negación del marxismo-leninismo y del partido de clase.
Sin embargo, entre ambos existe una
diferencia básica: mientras el primero fue quien sistematizó el revisionismo
liquidacionista, el segundo se limitó a asumirlo servilmente.
Embozado tras el membrete de un
círculo, el 10 de marzo del año que corre García publicó el artículo Un tópico superado (1), que Aragón
contestó el 16 de setiembre con el artículo Hacia el aniversario 87:
¿Un tópico superado?
Como en este caso el orden del análisis no altera el producto,
empezaremos por analizar el artículo de Aragón para después hacer lo mismo con el
de García.
I
De entrada, Aragón habla de “la
trascendental Reunión de
Barranco del 7 de octubre de 1928”. Pero esta frase se revela retórica,
pues, como es de conocimiento general, su autor descalifica esta Reunión insinuando
que fue inconsulta y no representativa, negando así, en consecuencia, el propio
proyecto de partido de Mariátegui; niega que dicha Reunión hubiera aprobado, en
primera instancia, Principios
programáticos del Partido Socialista, negando así, en consecuencia, el
marxismo-leninismo como la base de unidad del “grupo organizador”; por último,
niega también que la aludida Reunión hubiera constituido el Comité Ejecutivo
del Partido.
Como se ve, nuestro
personaje tiene posición definida (2) respecto a la Reunión de Barranco, pero
también respecto a otras cuestiones (3).
Como es de conocimiento
común, en algunas decenas de artículos hemos sustentado una serie de puntos de
vista acerca de la realidad histórica del PSP, la personalidad doctrinal de
Mariátegui, la Reconstitución, etcétera.
Por lo
tanto, por parte y parte hay posiciones definidas (4).
Por eso
cae por su propio peso la pregunta: ¿qué pretende Aragón con sus interrogantes
que, como se puede percibir, sugieren que todo está por explicarse?
Pues
dos cosas: primero, tender una cortina de humo alrededor de sus posiciones
antimariateguianas y contrarias al PSP; segundo, meter duda sobre los
argumentos de quienes defendemos la verdad histórica de este partido y de su
fundador (5).
Varios
meses después de haberse demostrado, con la publicación del artículo La Reunión de Barranco y el liquidacionismo histórico, que esta
Reunión aprobó Principios
programáticos y acordó la constitución del Comité Ejecutivo del Partido, Aragón pregunta: “¿Hubo
debate [en la Reunión de Barranco]?, o tal vez ¿se acató sumisa y calladamente
todas las propuestas presentadas por Mariátegui?”; “Los Principios
Programáticos redactados por José Carlos Mariátegui, se presentaron,
debatieron y aprobaron el 7 de octubre, o solamente fueron presentados
para ser debatidos a mediano plazo, para ser aprobados posteriormente. De
haberse leído y debatido ¿Cuánto (sic) tiempo duró el debate y quiénes
intervinieron? De haber sido aprobado, se aprobó todo el texto completo,
se aprobó por partes con algunas observaciones, o no se aprobó nada”. “Que
(sic) se acordó constituir realmente en la Reunión de Barranco: el Comité
Ejecutivo del Partido Socialista, o el grupo organizador del Partido
Socialista del Perú” (puntos 24, 26 y 29) (6).
Pero,
precisamente por eso, sugiere que en dicha Reunión los asistentes acataron “sumisa y calladamente todas
las propuestas presentadas por Mariátegui”, y que “los” Principios programáticos “solamente fueron
presentados para ser debatidos a mediano plazo”.
Esto
revela su oscura intención de presentar a Mariátegui como un dirigente
antidemocrático, autoritario, como un “caudillo personalista”.
Es menester llamar la
atención sobre el ridículo detallismo de Aragón: “cuándo
se culminó la redacción del libro 7 Ensayos…, cuando (sic) comenzó
y cuando (sic) concluyó la impresión y el empastado del libro,
cuando (sic) comenzó la distribución del libro, y cuál fue, y como (sic)
avanzó el plan de distribución del libro 7 Ensayos” (punto 6); “Cuantos
(sic) y quienes (sic) intervinieron en el debate [de la Reunión de Barranco]”
(punto 24). “De haberse leído [‘Los Principios
Programáticos’] y debatido ¿Cuánto tiempo duró el debate y quiénes
intervinieron?” (punto 26). “Cuánto tiempo duró la Reunión de Barranco: ¿Todo el
día?, ¿medio día?, o tal vez, ¿de dos a tres horas?” (punto 25).
De esta
forma pretende pasar por meticuloso, pero, por cuanto cualquier respuesta a sus
fatuas preguntas no permitiría explicar nada fundamental acerca de 7 ensayos, la Reunión de Barranco, del
PSP, las mismas equivalen a estas otras: ¿quién compró primero 7 ensayos? ¿un obrero? ¿un intelectual?
¿en la Reunión de Barranco se hizo cuarto intermedio? ¿hubo café? ¿quiénes
tomaron café?
Aragón habla de la
“palabreja compuesta ‘marxismo-leninismo’” (punto 34).
Pero ocurre que dicha
“palabreja” se encuentra en Principios
programáticos, ni más ni menos.
Sin embargo, Aragón mira
a otro lado (7).
De esta manera demuestra
no tener la suficiente honestidad intelectual de reconocer un hecho tan notorio
ni el suficiente coraje político de criticar a Mariátegui por haber adoptado la
susodicha “palabreja” (8).
A los conocidos sofismas
esgrimidos por los liquidadores para renegar del marxismo-leninismo, Aragón ha
agregado una nueva: “¿Actualmente el marxismo sigue
siendo válido, o ya ha sido superado por el tiempo, y debemos proponer ir “Más
allá del marxismo” agregándole complementos a la denominación original?”.
Como se
ve, nuestro liquidador cree que agregarle “complementos a la denominación original”,
es “ir Más allá del marxismo”, es decir que, según él, el término
marxismo-leninismo expresa que el marxismo ha dejado de ser válido (que “ha
sido superado por el tiempo”).
Compare
el lector este planteamiento anticientífico con el análisis científico que hizo
Stalin del leninismo en Los fundamentos
del leninismo, Cuestiones del
leninismo, Entrevista con la primera
delegación de obreros norteamericanos.
La
riqueza cualitativa del marxismo se expresa, entre otras cosas, en el hecho de
que, al mismo tiempo, es una concepción y una doctrina, un método y una teoría.
Si como
concepción (como método) el marxismo es válido para todos los tiempos
históricos, como doctrina (como teoría) está sujeto a los cambios de la
realidad objetiva.
Por eso
Stalin señaló: “En su desarrollo, el marxismo no puede dejar de enriquecerse
con nuevas experiencias, con nuevos conocimientos, y, por tanto, algunas de sus
fórmulas y conclusiones tienen forzosamente que cambiar con el tiempo, tienen
forzosamente que ser sustituidas por nuevas fórmulas y conclusiones,
correspondientes las nuevas tareas
históricas. El marxismo no reconoce conclusiones y fórmulas inmutables,
obligatorias para todas las épocas y períodos. El marxismo es enemigo de todo
dogmatismo” (El marxismo y los problemas
de la lingüística, ELE, Pekín, 1976, p.51).
Así,
pues, si Stalin demostró que el marxismo está vigente porque se ha desarrollado
como leninismo, Aragón dice que no se puede hablar de marxismo-leninismo porque
el marxismo no ha caducado.
Como se
ve, exactamente como ocurre en los demás liquidadores, en el planteamiento del
problema del leninismo la cuestión del desarrollo del marxismo no existe
tampoco en Aragón (9).
En
cambio, como se ha constatado, en el planteamiento de Stalin la cuestión del desarrollo
del marxismo ocupa el lugar central. Por eso señaló: “la verdad entera del
leninismo es que no sólo hizo renacer el marxismo, sino que dio un paso
adelante, prosiguiendo el desarrollo del marxismo bajo las nuevas condiciones
del capitalismo y de la lucha de clases del proletariado” (Los fundamentos del leninismo).
Y por
eso concluyó: “El leninismo es el marxismo de la época del imperialismo y de la
revolución proletaria” (ibídem).
Así,
pues, la vigencia del marxismo se ha expresado en su desarrollo, en el
surgimiento del marxismo-leninismo.
Por eso
este término es completamente legítimo (10).
No obstante, los liquidadores lo cuestionan aduciendo
argumentos que son verdaderas tretas: el
término marxismo-leninismo se derivó de la lucha interna en el partido bolchevique (Ramón García travestido de
Eusebio Leyva); fue un producto del nacionalismo ruso (Aragón); fue Bujarin quien lo utilizó primero (Gustavo
Pérez).
Por eso
tienen por base ideológica suya un marxismo a secas (“marxismo” sin leninismo).
Intentando
imponer en toda la extensión de la Izquierda Peruana ese marxismo sin leninismo, los liquidadores
pretenden un partido-amalgama con toda suerte de detractores de Lenin, Stalin y
Mao. Este es el fondo de su negación del marxismo-leninismo.
Para
concluir con el presente apartado, es menester señalar que el artículo
analizado hasta aquí, no desenmascara en absoluto la pomposa retórica de
García, sencillamente porque Aragón no reúne las condiciones ideológicas para
ello.
II
Como se ha visto, el título del artículo
de García es una frase de Mariátegui.
Manipulándola,
nuestro personaje pretende que el debate sobre el PSP es una cuestión que ya no
tiene caso.
De esta forma echa
tierra a los ojos de sus partidarios, y, así, cree haber cerrado toda
posibilidad de que algunos de ellos puedan tener la lucidez de criticar su
falsificación de la verdad histórica del PSP.
Pero, obviamente, no
puede hacer ni creer lo mismo en el marco del Socialismo Peruano, donde hace
tiempo tal falsificación ha sido completamente desenmascarada.
Reseñemos la
falsificación del PSP que comete García y analicemos la fraseología con la que
intenta encubrir su proyecto de liquidar el partido de clase.
Dice nuestro liquidador: “la Preparación de la Organización del Socialismo
Peruano, es la luz al final del túnel hacia el Cambio Social. Esta es la
realidad y tarea actual del Socialismo Peruano”.
Pero ¿de qué “socialismo peruano” habla?
Rompiendo con su inicial socialismo
a lo Araquistain, en la segunda mitad de 1920 Mariátegui se asimiló al
marxismo-leninismo.
A poco de su regreso al país en
1923, deslindó explícita y terminantemente con toda suerte de socialismo no marxista (ver La crisis mundial y el proletariado peruano).
En setiembre de 1928, Amauta se afirmó “categóricamente
marxista”:
“En nuestra bandera, inscribimos esta sola, sencilla
y grande palabra: Socialismo” (11).
En octubre del mismo año, Mariátegui señaló: “Tengo una declarada y enérgica
ambición: la de concurrir a la creación del socialismo peruano” (Advertencia a 7 ensayos).
En el mismo mes, propuso –y acordó en primera instancia– el
marxismo-leninismo como la base de unidad del PSP.
Por lo tanto, es claro para cualquier persona pensante que el
Socialismo Peruano de Mariátegui es el socialismo marxista, y no el nebuloso
socialismo en general.
No obstante esta verdad, García
utiliza el término para referirse al socialismo en general, y no concretamente
al socialismo marxista.
Por eso su “socialismo peruano” es
antimariateguiano, antimarxista, oportunista.
Por eso, mientras el PSP fue un
partido doctrinariamente homogéneo, marxista-leninista, de clase, García
pretende un partido con dos niveles orgánicos doctrinariamente disímiles, o
sea, un partido pluriclasista (12).
Ahora puede comprender el lector
que, cuando habla de “la
Preparación de la Organización del Socialismo Peruano”, está hablando de una
organización que representaría un socialismo variopinto, difuso, indefinido, ambiguo,
es decir, de una organización-mezcolanza.
Y puede comprender, por lo tanto, que el “socialismo peruano” de
García no tiene nada que ver con el
Socialismo Peruano, y que la organización que prepara no tiene nada que ver con el Partido de Mariátegui.
En consecuencia: 1) su organización no sería más que la organización
del liquidacionismo peruano; 2) por eso, su “preparación” apenas es “la tarea”
del grupo liquidacionista; 3) por eso, no es ni puede ser “la luz al final del
túnel hacia el Cambio Social”.
En
conclusión, la examinada falsificación de García de la verdad histórica del
PSP, constituye una ruptura fundamental con respecto a la Creación Heroica de
Mariátegui.
Esta ruptura es la posición “neta y plenamente esclarecida” del grupo
liquidacionista.
En la actualidad, es tarea del Socialismo Peruano llevar hasta el
fin la Reconstitución del Partido de Mariátegui.
No obstante, como es de conocimiento general, García ha renegado
abiertamente dicha tarea.
Nuestro liquidador tiene, pues, una posición definida contra el
PSP: contra su verdad ideológica, contra
su verdad orgánica, contra su reconstitución.
Pero, como ya señalamos, esta posición ha sido desenmascarada.
Por eso, los activistas del Socialismo Peruano saben perfectamente
que el
paso del grupo liquidacionista “de la crítica de ideas a la Preparación de la Organización”, del
que presuntuosamente habla García, no fue más que el paso de la abjuración del
marxismo-leninismo, de la falsificación de la verdad histórica del PSP y de la
tergiversación de la identidad doctrinal de Mariátegui, entre otras cosas, a su
continuación lógica: la “preparación” de una organización pluriclasista,
revisionista, antimariateguiana.
Mariátegui señaló que a Marx y
Engels “Ni el análisis los llevaba a inhibirse de la acción, ni la acción a
inhibirse del análisis” (Defensa del
marxismo, p.118).
Es decir el análisis (el estudio, la
investigación, el debate), no es contrario a la acción, salvo durante la lucha
inmediata por el poder.
Y, obviamente, estamos muy lejos de
una tal lucha.
Por su parte, Lenin señaló que
investigar, propagandizar y organizar son
tareas permanentes.
Tareas permanentes, pues, aunque,
como es natural que ocurra, las condiciones particulares de cada período
destaquen al primer plano el análisis o la acción, la propaganda o la
organización.
Pero en cualquier caso, la tarea que
no ocupa el primer plano no queda ni tiene por qué quedar “desfasada” (13).
Por eso, más allá de los marcos de
su grupo, el ordeno y mando de García no paraliza ni puede paralizar la
iniciativa intelectual de nadie.
A la conmemoración del 7 de octubre de 2008,
auspiciada por su grupo a través del mal llamado “Comité 80”, nuestro
liquidador la califica de “magno evento de profunda trascendencia para el
Socialismo Peruano”.
Pero lo esclarecido hasta aquí basta para comprender que
ningún evento auspiciado por el grupo liquidacionista puede ser trascendente
para el Socialismo Peruano.
¿Acaso, por ejemplo, puede ser trascendente para el
Socialismo Peruano que en 2008 dicho grupo pasara a preparar su partido-mezcolanza con el que pretende liquidar el
partido de clase?
Falta saber, ahora, si la conmemoración a la que se ha
referido nuestro liquidador, fue “magna”.
Durante toda la existencia del “Comité 80”, el grupo
liquidacionista hizo uso de los más burdos métodos criollos en su afán de
tragarse a las tendencias participantes.
Y la conmemoración en cuestión no estuvo exenta de
tales métodos.
Por eso, cuando, igual que Haya de la Torre en enero
de 1928, el grupo liquidacionista intentó convertir el frente en partido (el
“Comité 80” en partido-mezcolanza), se ganó la protesta y el retiro de diversas
tendencias participantes.
Así, pues, la conmemoración del 7 de octubre de 2008
por el “Comité 80”, no fue “magna” bajo ningún punto de vista.
Como se ha podido ver, para encubrir su falsificación
del PSP y justificar su proyecto de liquidar el partido de clase, a García solo
le queda el recurso de la más pura retórica.
Por eso es habitual que ornamente con frases más o
menos efectistas los eventos de su grupo. Y no solo los eventos.
Así por ejemplo, en el artículo que analizamos hay
algo de brillo en algunas partes, pero ninguna verdad (14).
El proyecto de nuestro liquidador es la disolución-integración del PCP
(U), el PCP (PR), el PCP (SL), el PSP, el PST, etcétera, etcétera.
Pero ocurre que, después de “siete
años” y a menos de tres del Centenario de la revista Nuestra Epoca (límite que, en su concepción burocrática y en su
intención manipuladora, se ha propuesto el grupo liquidacionista para fundar su
partido antimariateguiano), el empeño sigue reducido a su membrecía, pues no
pudo tragarse a los grupos que participaron en el “Comité 80” y en los
seminarios posteriores; particularmente, no pudo tragarse al PCP-U, partido con
el cual organizó, al alimón, uno de tales eventos.
Pues bien, el descalabro de la
ambición del grupo liquidacionista de tragarse al mencionado partido y a
algunos grupos menores, es el anticipo de la bancarrota definitiva de su
proyecto de fundar el 22 de junio de 2018 un partido-mezcolanza sobre la base
de la disolución-integración de las organizaciones mencionadas arriba.
De hecho, el proyecto de García ya
ha fracasado, sencillamente porque su negación del marxismo-leninismo, su
falsificación de la verdad histórica del PSP, su tergiversación de la identidad
doctrinal de Mariátegui, su tentativa de suprimir del partido de clase, su
egotismo burgués, sus métodos criollos, etcétera, etcétera, no han tenido
recepción en la Izquierda Peruana.
Los liquidadores más o menos se dan
cuenta de ello. Por eso, con evidente hipocresía, desde hace tiempo en sus
artículos ocultan sus verdaderas posiciones y sus reales intenciones.
Hace tres años, García se embozó
tras el seudónimo de Eusebio Leyva a efecto de desahogar su impotencia y dar
rienda suelta a su otro yo (15).
Este año, para replicar a Aragón,
nuevamente se ha embozado.
Sin duda, tales hechos evidencian un rasgo sicológico muy suyo, rasgo
no precisamente positivo.
III
¿Existe alguna diferencia sustancial entre el liquidador inorgánico Aragón
y el liquidador orgánico García, quien, como es de conocimiento general, se
mantiene sentado en su foráneo pedestal de cristal desde hace más de cuarenta
años?
Si Aragón ha llegado a negar
la existencia histórica del PSP, García
ha llegado a negar su verdad ideológica y su verdad orgánica.
Es decir, se ha aderezado su
propio PSP, y, así, tiene en la cabeza una imagen de este partido que en modo
alguno corresponde al original.
En conclusión, García niega la verdad histórica del
PSP.
Por lo tanto, en punto al Partido de Mariátegui, entre
él y Aragón no hay ninguna diferencia sustancial.
Esto significa que el altercado entre los dos liquidadores tiene términos absolutamente
intrascendentes para el Socialismo Peruano.
Términos que, sin embargo, tenían que ser confutados
de todos modos a fin de que no oscurezcan la conciencia de nadie.
En su artículo, García aparece como que reconoce que
el PSP se fundó el 7 de octubre de 1928.
Pero ¿cuál es su argumento? No
presenta ninguno.
Es decir que, respecto a dicha
fundación, procede también con frases, pues se limita a repetir lo que por inercia mental tiene a
la mano (16).
Entre Aragón y García existe una diferencia más:
mientras el primero firma con su nombre sus disparates, el segundo no tiene el
coraje de firmar con su nombre su ponzoña.
Por eso, si en el marco de la Izquierda Peruana, la
exacerbación de Aragón es la exacerbación del liquidacionismo (y no de su
individualidad inorgánica), en el mismo marco (y en todos los marcos) el
repetido embozo de García es la expresión más bochornosa de su impotencia.
Impotencia que, como se ha visto, trata de disimular
con la más engañosa retórica.
Pero infructuosamente, pues su impotencia es la
expresión individual de su impotente proyecto liquidacionista.
Impotente, porque lo hemos enfrentado y
desenmascarado en todos sus aspectos, como correspondía hacerlo: sin cobardes
miramientos.
Notas
[1] Quienquiera puede
percatarse de que el autor de este artículo es García, pero, sabiéndolo, Aragón
no lo desenmascara como corresponde, porque no tiene las agallas para ello (a
pesar de que no se necesitan muchas).
[2] El término posición definida da cuenta de una posición expresada
abiertamente, y no de su verdad o falsedad. Así, pues, la posición definida de
cualquier persona acerca de cualquier cosa, puede ser verdadera o falsa.
[3] Por ejemplo, niega el marxismo-leninismo;
falsifica la identidad doctrinal de Mariátegui; deslegitima la Reunión de La
Herradura con la falacia de que se realizó “a espaldas de Mariátegui”; niega la
propia existencia histórica del PSP; etcétera.
[4] El artículo de Aragón (así como el de
García) implica a todos los que defendemos la verdad del PSP y de su fundador.
Por eso intervenimos en el altercado entre los dos personajes.
[5] Sin embargo, puesto
que Aragón ha publicitado ampliamente sus posiciones contrarias al PSP y a
Mariátegui, puede decirse que es cosa evidente que cree “tener… respuestas válidas debidamente sustentadas, a la
mayoría de los tópicos… planteados” (elipsis mías). Pero en nuestro artículo La reunión de Barranco y el
liquidacionismo histórico, hemos dado al traste con esa pretendida debida sustentación.
[6] De acuerdo a su
estilo poco ortodoxo, Aragón, como se ha visto, se ahorra a veces los signos de
interrogación.
[7] Exactamente como todos los liquidadores, incluido
García, quien, agazapado tras el seudónimo de Eusebio Leyva, sostuvo: “Mariátegui es y se definió Marxista”, omitiendo así, con
evidente sesgo, lo que el maestro dejó sentado en Principios programáticos sobre el marxismo-leninismo. Con
anterioridad, sin embargo, había intentado desvirtuar con una treta
la adopción del marxismo-leninismo por parte de Mariátegui y el PSP: este
término, escribió, “solo se encuentra dos veces en la obra de JCM”, afirmación
ésta que equivale a decir que tal término es
una “palabreja”. Pero, si García fuese consecuente con su treta, tendría
que inhibirse de utilizar en su discurso la frase “partido de masas y de
ideas”, pues ella aparece una sola vez en la literatura del maestro,
y no precisamente en un documento de la importancia fundamental de Principios programáticos. Pero no es
consecuente. Con su equívoco “dos veces”, García elude los verdaderos términos
de la adhesión de Mariátegui y del PSP al marxismo-leninismo. Este procedimiento
fue caracterizado por Lenin de “enfoque
evasivo”, y, como es indiscutible, se
trata de un procedimiento equívoco, confucionista, antimarxista, que, por esto
mismo, expresa toda la deshonestidad intelectual y todo el oportunismo político
de quienes lo utilizan.
[8] Esta deshonestidad y
esta falta de coraje son generales en el grupo liquidacionista. La explicación
de esto reside en el hecho de que sus miembros creen que de ese modo evitan
meterse en el problema de poner en evidencia su antimariateguismo.
Pero, aun sin que den dicho paso, su antimariateguismo es algo que cualquier
persona capaz de pensar teóricamente puede captar con toda facilidad.
[9] En un marco más general, puede
constatarse que hay quienes se muestran desorientados ante los ismos y, por
esto, los maldicen. Pero los ismos se explican por la necesidad de distinguir
el marxismo del oportunismo, tal como enseñaron Lenin y Mariátegui. Por eso
aquella actitud ante los ismos no pasa de ser una evidente limitación personal.
[10] Para una mayor información sobre el
tema, puede consultarse nuestro libro El
desarrollo de la teoría del proletariado y el problema de su denominación.
[11] La primera cita es de la carta del 29 de setiembre de 1928 a Carlos Arbulú (Correspondencia, t.II, p.444). La segunda
es del editorial Aniversario y balance
(Ideología y política, p.246). Por
ellas el lector se dará cuenta de que, en el aludido editorial, con la palabra
socialismo Mariátegui se refirió al socialismo marxista, y no al socialismo en
general.
[12] Si antes García
sostenía que el PSP tenía dos niveles orgánicos, pero sin distinguirlos
doctrinariamente: “todos estuvieron de acuerdo en constituir, dentro de la
organización, los grupos secretos que velarían por el carácter bolchevique del
Partido”; ahora dice que tenía dos niveles orgánicos doctrinariamente
disímiles: “El PSP tenía dos niveles: internamente funcionaba como ‘facción
orgánica y doctrinariamente homogénea’ (como ‘célula secreta de los siete’);
externamente aspiraba a ser ‘el primer gran partido de masas e ideas (sic) de
toda nuestra historia republicana’”. Esta flagrante mentira que difunde inescrupulosamente,
es una abierta negación del carácter de clase del PSP y, al mismo tiempo, una
también abierta promoción de un partido pluriclasista. En alguna parte García ha pretendido hacer creer que
se ha autocriticado hablando de los “errores y horrores” del libro La organización del proletariado, que él
compaginó y comentó en el prefacio y en las notas a pie de página. Pero si es
seguro que se ha hecho consciente del horror que significó haber publicado la
versión de Ravines de los Estatutos de la CGTP pasándola como de Mariátegui, en
cambio en lo relativo a su falsificación de la verdad orgánica del PSP, no solo
que no se ha autocriticado (ni siquiera en esa forma impersonal que egotistamente
utiliza a fin de evitar autocriticarse en primera persona), sino que incluso la
ha profundizado, tal como se ha visto. Esta profundización ha resultado del
hecho de que ahora ha asumido completa la falsificación del PSP expuesta por
Julio Portocarrero y Hugo Pesce en la Conferencia Comunista de Buenos Aires de
1929.
[13] En abril de
1928, Mariátegui señaló: “2º-Los elementos de izquierda que en el Perú
concurrimos a su formación [a las formación del Apra] constituimos de hecho –y organizaremos
formalmente– un grupo o Partido Socialista…” (Apuntes para una interpretación marxista de Historia social del Perú,
t.II, p.301). Puede tomarse, pues, esta declaración como que indica el punto de
partida de la actividad organizativa directamente orientada a fundar el PSP,
que, como es de conocimiento común, tuvo en las reuniones de La Herradura y de
Barranco sus primeros hitos. En este período (abril-octubre de 1928),
Mariátegui escribió, entre otros, los
siguientes artículos: Henri de Man y la
“crisis del marxismo”; La tentativa
revisionista de “Más allá del marxismo”; Introducción al proceso de nuestra literatura; el proceso y el debate de la instrucción pública II; La crítica revisionista y los problemas de
la reconstrucción económica; La filosofía moderna y el marxismo; Aniversario y balance. Además, remitió
cartas a la célula de México (16 de abril); a Carlos Arbulú Miranda (29 de
setiembre); a Nicanor A. de la Fuente (7 de octubre). Es decir que, conforme a
su convicción de que a los marxistas ni el análisis los lleva a inhibirse de la
acción, ni la acción los lleva a inhibirse del análisis, en plena actividad
organizadora del PSP el maestro prosiguió su labor teórica y, específicamente,
continuó sustentando los puntos de vista del grupo fundador contra el
oportunismo pequeño burgués de Haya. Como sería razonable, el período
considerado puede ser extendido hasta marzo de 1930 (cuando se intentó la
fundación pública del PSP), y, así, como resulta obvio, la lista de los textos
mariateguianos se vería incrementada. La aludida convicción mariateguiana está
respaldada, además, por el caso ejemplar de Mao: casi toda su obra de mayor
relevancia teórica la realizó este dirigente precisamente en las condiciones de
la guerra popular. Sin embargo, al grupo de García el análisis lo lleva a
inhibirse de la acción y la acción lo lleva a inhibirse del análisis: desde
1975 hasta principios del presente siglo, este grupo no tuvo ninguna actividad
organizada de alguna importancia, y García como individuo lleva ya más de
cuarenta años sin ninguna actividad práctica. Ahora que apuntan a la fundación
de su partido-mezcolanza, los liquidadores entierran la cabeza en dicha
actividad con el burdo pretexto de que están “en tiempos de organización”, pretexto
que les sirve para eludir contestar nuestra crítica a sus posiciones. Esta separación del análisis y la acción
tiene el agravante de que lo primero, el análisis (“crítica de ideas”),
significó el abandono del marxismo-leninismo y la falsificación del PSP y de
Mariátegui; y que lo segundo, la acción (“preparación”), tiene el agravante de
que el grupo liquidacionista ya liquidó el partido de clase en su propio marco
y pretende ahora hacerlo en un marco más amplio. Por eso es bueno precisar:
cuando Mariátegui planteó la relación entre el análisis y la acción en la
actividad general de los marxistas, se refirió, como es claro, al análisis y a
la acción marxistas, y no al análisis y a la acción oportunistas. Es demasiada
manipulación pretender, como pretende García, utilizar aquello de “un tópico
superado” y “un debate desfasado” para prevenir en el seno de su grupo
cualquier crítica a su falsificación del PSP. Es demasiado egotismo creer, como
cree García, que su persona marca el
punto de inicio y el punto final de los debates en la Izquierda Peruana.
Por supuesto, es posible que entre sus serviles seguidores funcione su bastón
de mando; pero, por razones evidentes, en el marco más amplio de la izquierda
su palabra no tiene ningún peso político ni ningún peso moral.
[14] Los liquidadores
se encuentran cautivos de la fraseología de García, lo cual, como es evidente,
les impide darse cuenta de lo que hay debajo de ella: la negación de la verdad
universal del marxismo-leninismo; la falsificación de la verdad ideológica y
orgánica del PSP; la tergiversación de la identidad doctrinal de Mariátegui; un
“socialismo peruano” antimariateguiano; la negación del partido de clase;
etcétera, etcétera. O, no obstante la aludida fraseología, se dan cuenta de
todo esto, y entonces la cuestión tiene otros términos: o el servilismo les
impide cualquier crítica a tales posiciones, o, en su defecto, su
descomposición ideológica hace que las mismas les caiga como anillo al
dedo.
[15] Este hecho
es de conocimiento de todos los liquidadores. Al principio de la tramoya de
García, Manuel Velásquez denunció a “Eusebio Leyva” de ser un agente policial,
pero, desenmascarado el embozo, todo servil se prestó a cumplir el triste papel
de realizar dos entrevistas paralelas: una a García como tal García, y otra al
mismo García como “Eusebio Leyva” (el agente policial). Creyeron, pues, los
liquidadores que, respondiendo García como García con su fingida circunspección
y como Eusebio Leyva con su estilo zumbón, camorrero, estridente, injurioso,
podían persuadir a los lectores de que García no era Leyva. Pero la burda
maniobra no tuvo ningún efecto. Está en la conciencia de los activistas del
Socialismo Peruano que Leyva era García. Los bochornosos detalles del embozo y
de la examinada maniobra, son expresiones vivas de los niveles de
descomposición moral a que ha llegado el grupo liquidacionista. Es sabido, por
lo demás, que García firma sus artículos con un acróstico, Ragarro, y no
precisamente con su nombre. Como es obvio, tal acróstico opera prácticamente
como seudónimo, pues más allá de algunas personas, nadie más sabe quién está
detrás del mismo.
[16] García
reemplaza el análisis concreto del problema concreto con frases. Así por
ejemplo, para oponerse a cierta superficial afirmación de Aragón sobre la
Reunión de Barranco, ha recurrido a la siguiente: “la última pepita encontrada
en [su] veta rebuscada”. Pero de esta forma demuestra no tener realmente ningún
argumento que respalde su posición sobre la fundación del PSP. La Reunión de Barranco
constituyó “el grupo organizador del Partido”, porque este paso era congruente
con el proyecto de partido de Mariátegui, que tenía por objetivo la fundación
pública del Partido como partido de masas. Por lo tanto, hay que empezar por
reconocer este hecho. Ahora bien, a causa de que el Partido no alcanzó la
condición de partido de masas y en marzo de 1930 se intentó fundarlo como
partido de cuadros, hay que considerar la Reunión de Barranco bajo la luz de
esta realidad, y, por lo tanto, reconociendo que dicha Reunión formalmente constituyó “el grupo
organizador”, hay que reconocer también, al mismo tiempo, que de hecho resulta siendo la Reunión
Fundacional del PSP. Es una actitud antimarxista decir que la Reunión de
Barranco fundó el PSP sin tener un argumento que sustente tal afirmación. Pues
bien, lo que hemos planteado en la presente nota, es un argumento, es
proporcionar un argumento. Pero, como se ha visto, García se limita a blandir
una frase. ¿Será posible esperar que ponga a un lado su “pepita” y sostenga
algún argumento que siquiera pueda llamarse serio?
09.10.2015.
Nota:
REPUBLICAMOS UN EXTRACTO de un artículo de nuestro
compañero Eduardo Ibarra donde refuta la pretensión de Miguel Aragón de negar
el carácter doctrinariamente homogéneo del partido del proletariado.
La publicación de este extracto se
explica porque, como se constata en una carta del 4 del presente dirigida
a César Risso a raíz de la presentación
del Libro El Partido de Masas y de Ideas
de José Carlos Mariátegui, de nuestro compañero, Aragón no ha terminado de
entender que es un profundo error concebir como equivalentes los conceptos de
partido doctrinariamente homogéneo y de partido como una apacible y unánime
academia.
Dice Aragón en la
mencionada carta: “Yo no creo, ni le rindo culto, a
eso que equívocamente algunos han dado en llamar “facción doctrinariamente
homogénea”. Aberración de sello feudal (como la Santa Inquisición católica del
pasado, o el actual califato musulmán; o el hayismo de
sus años iniciales, o el gonzalismo de los años 80), facción
“homogénea” que nunca ha existido en los 170 años de la historia del
movimiento socialista mundial, ni en los 100 años del movimiento
socialista peruano”.
Aquí solamente es necesario precisar que fue Mariátegui quien, rebatiendo a
Haya, señaló que el partido (cualquier partido) se distingue por ser una
facción orgánica y doctrinariamente homogénea (adherida a una determinada
doctrina), y por lo tanto aquello de “Aberración de sello feudal (como la Santa
Inquisición católica del pasado, o el actual califato musulmán; o el hayismo de
sus años iniciales, o el gonzalismo de los años 80)”, es venenosa afirmación
que le cae a Mariátegui.
Pero esa misma afirmación expresa toda la actitud confusionista de Aragón:
precisamente era Haya quien, como los
liquidadores ahora, levantaba la tesis de un partido-frente (partido
doctrinariamente heterogéneo) para oponerse al partido doctrinariamente
homogéneo sustentado por Mariátegui (véase la carta colectiva, en Martínez de
la Torre, Apuntes para una interpretación
marxista de historia social del Perú, t.II, p.299-302).
Si en el artículo Acerca del
aniversario 86 de la reunión
de Barranco, con poco disimulo Aragón acusó a
Mariátegui de arbitrario, de antidemocrático, de verticalista, de caudillo
personalista, ahora, en la carta que comentamos, lo acusa, ya sin el más mínimo
disimulo, de haber ostentado el “sello feudal”, de haber sido equívoco,
inquisitorial, califa.
Contra la verdad histórica, Aragón presenta, pues, a Haya como promotor del
partido doctrinariamente homogéneo, y, de esta forma, pretende desacreditar el
partido de clase.
Asimismo, sabiendo que en la izquierda existe, desde distintos ángulos, un
juicio muy crítico sobre Guzmán, lo menciona para igualmente desacreditar el
partido de clase.
Pero semejantes artimañas pueden pasar entre los liquidadores, mas no, de
ninguna manera, entre marxistas capaces de basarse en los hechos y de pensar
teóricamente.
El fondo de la posición de Aragón es la negación de la necesidad del
partido de adherirse al marxismo-leninismo. Y, esta negación da cuenta de su
liberalismo burgués.
Con el extracto que publicamos a continuación, Aragón quedó refutado en su
momento; pero, ante su tozudez, la presente nota tiene el sentido de ser un anticipo
de la exposición in extenso de
nuestros puntos de vista sobre la unidad doctrinal del partido del
proletariado.
10.10.2016.
COMITÉ DE RECONSTITUCIÓN JOSÉ CARLOS
MARIÁTEGUI (CRJCM).
¡Defender
el Pensamiento de Mariátegui de toda tergiversación y desarrollarlo en función
de la realidad actual!
El Desvarío de Miguel Aragón
(Extracto)
E.I.
EN CARTA DEL 2 DE ENERO
del presente a José Rejas, Miguel Aragón ha sostenido algunas falacias y me ha
hecho objeto de algunas acusaciones gratuitas, falacias y acusaciones que, como
no podía ser de otro modo, paso a esclarecer.
En la
aludida carta se dice: “lo que más me sorprendió al revisar la voluminosa
Correspondencia de Marx y Engels, fue la gran cantidad de discrepancias
expresadas por ambos maestros, debate en el cual Marx no se comportaba como un
autoritario mandón, ni
Engels como un sumiso seguidista. Todo lo contrario. El intercambio, entre
ambos socialistas, era un intercambio democrático entre iguales. La
correspondencia entre Marx y Engels es lo más distante que puede haber, de una
supuesta “facción orgánica y
doctrinariamente homogénea”, algo que nunca ha existido en ningún momento
de la historia del movimiento socialista, desde 1844 hasta el presente”.
“Considero que mis compañeros generacionales, Ramón
García y Eduardo Ibarra, se equivocan rotundamente cuando persisten
testarudamente en proponer la formación de una “facción orgánica y
doctrinariamente homogénea”. Para ellos las enseñanzas de la historia no cuentan para nada”
(negritas en el original).
Pues
bien, polemizando con el hayismo, Mariátegui señaló: “Como socialistas, podemos
colaborar dentro del Apra o alianza o frente único, con elementos más o menos
reformistas o socialdemocráticos –sin olvidar la vaguedad que estas
designaciones tienen en América– con la izquierda burguesa y liberal, dispuesta
de verdad a la lucha contra los rezagos de feudalidad y contra la penetración
imperialista; pero no podemos, en virtud del sentido mismo de nuestra
cooperación, como partido, esto es, como una facción orgánica y doctrinariamente homogénea” (Apuntes para una interpretación marxista de
historia social del Perú, t. II, p.300; cursivas mías).
Como se ve, Mariátegui no podía entender el Apra como una
facción orgánica y doctrinariamente homogénea, es decir, no podía entenderlo como partido; por otro lado, se ve también que
la frase que Aragón ha puesto en negritas y entre comillas, es de Mariátegui, y
que su actitud ante la misma constituye un cuestionamiento del concepto que
mantuvo el maestro del partido en general y del PSP en particular.
Esta es
la primera cuestión que había que esclarecer.
Mariátegui,
quien sostenía la concepción del partido proletario como doctrinariamente
homogéneo, sostuvo la siguiente conclusión al comentar la expulsión de Trotsky
del partido ruso: “El partido bolchevique… no es ni puede ser una apacible y
unánime academia” (Figuras y aspectos de
la vida mundial, t.II, p.213; elipsis mía).
Es
decir que, como marxista consecuente, Mariátegui no veía contradicción entre el
carácter doctrinariamente homogéneo del partido proletario y la lucha de ideas
en su interior.
Esta
lucha de ideas se procesa como lucha en dos frentes (contra el dogmatismo y el
empirismo) y como lucha entre dos líneas (contra el oportunismo y el revisionismo).
Así,
pues, una cosa es la homogeneidad
doctrinaria del Partido, y otra cosa es una apacible y unánime academia: mientras lo primero es una realidad que no niega
la realidad de la dialéctica interna del Partido, lo segundo no pasa de ser una
ilusión óptica.
Por lo
tanto, creer que las diferencias de opinión entre Marx y Engels sobre algunas
cuestiones niegan que haya habido homogeneidad doctrinaria entre ellos, es
deslizar la idea de que, o bien Engels no fue adherente de la doctrina
comunista, o bien no lo fue Marx.
Eso por
una parte. Por otra, al pretender pasar tales diferencias de opinión como
diferencias doctrinarias, lo que hace Aragón es intentar pasar como legítimo el
partido doctrinariamente heterogéneo, el partido pluriclasista, el partido del
socialismo en general.
Aragón
confunde, pues –por incapacidad o por deliberado propósito– partido “orgánica y
doctrinariamente homogéneo” con “una apacible y unánime academia”.
Esta es
la segunda cuestión que había que esclarecer.
Aragón
dice: “Marx y Engels propusieron en noviembre de 1852, la AUTODISOLUCIÓN DE LA LIGA COMUNISTA,
propuesta y acuerdo arribado en mayoría, que fue motivo para que Marx y Engels
fueran denunciados como “liquidacionistas”, palabreja insustancial, que ahora
Eduardo Ibarra pretende colocar en primer plano” (1).
Lenin señaló: “Luch
dice que la tendencia hacia la liquidación del Partido, es decir, la
disolución, la destrucción del Partido, la abjuración del Partido, es
sencillamente una invención malintencionada. ¡Esto, dicen, lo han inventado los
bolcheviques ‘fraccionalistas’ contra los mencheviques!” (La decisión de 1908, en Contra
el revisionismo, recopilación,
Editorial Progreso, Moscú, s/f, p.143).
Como se ve, el liquidador Aragón repite la misma treta
de los liquidadores de ayer al objeto de encubrir su intención de liquidar el
partido de clase. ¡El liquidacionismo no es más que “una invención
malintencionada” de los bolcheviques! ¡No es más que una “palabreja
insustancial, que ahora Eduardo Ibarra pretende colocar en primer plano”!
Pero,
¿acaso no es cierto que Ramón García falsifica la verdad histórica del PSP
pretendiendo que este partido tuvo dos niveles orgánicos doctrinariamente
disímiles entre sí, y que, sobre la base de esta falacia, promueve la liquidación
del partido de clase?
¿Acaso
no es cierto que, poniendo en evidencia los fardos que García le colgó en las
espaldas, Aragón propone un partido del variopinto socialismo en general para “cuando su
existencia sea realmente necesaria”?
Por lo
tanto, es claro que lo mismo el primero que el segundo intentan anular,
suprimir, destruir, liquidar el partido de clase
Todo lo
que hace, pues, Aragón con su frasecilla “palabreja insustancial”, es expresar
su nerviosa necesidad de encubrir la legitimidad de la palabra liquidacionismo,
la realidad del liquidacionismo de su tendencia (2).
Ocurre,
sin embargo, que la palabra liquidacionismo encierra un concepto que tiene toda
la sustancia que le proporcionó el hecho ideológico-político de que entre 1908
y 1914 el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia debió luchar contra el
intento de convertirlo en una “asociación informe” (Lenin), es decir, en un
partido no de clase.
Y
tiene, ahora y aquí, toda la sustancia que le proporciona el hecho de nuestra
lucha contra el intento de los García y los Aragón por liquidar el partido de
clase.
En
conclusión, con su mencionada frasecilla, nuestro liquidador no ha hecho más
que cometer una inútil maniobra.
Esta es
la tercera cuestión que había que esclarecer.
Aragón
dice que García propone “la formación de una ‘facción orgánica y
doctrinariamente homogénea’”.
Pero
con ello todo lo que expresa es su incapacidad para calar en los sibilinos
argumentos con los que García promueve la liquidación del partido
doctrinariamente homogéneo (3).
Esta es
la cuarta cuestión que había que esclarecer.
Notas
[1] Mayúsculas en el
original. Como es su costumbre, Aragón no presenta ninguna prueba de su
afirmación según la cual Marx y Engels fueron acusados de liquidacionistas por
la disolución de la Liga de los Comunistas. Peor aún: presenta esta disolución
como algo que, según insinúa, merecería de nuestra parte el calificativo de
liquidacionismo. Pero esta insinuación no es más que una burda maniobra y, por
esto, hay que desenmascararla. Procedamos. La Liga de los Comunistas fue
disuelta porque, como organización de clase, la forma de su existencia
(secreta, conspirativa) había cumplido su papel y, por lo tanto, tenía que dar
paso a otra forma de organización de
clase, como que, efectivamente, dio lugar al Club Comunista Alemán. Aquí, por cierto, no hay liquidacionismo. El
liquidacionismo es la abjuración, bajo
la forma que sea, del partido de clase. Por ejemplo García ha abjurado del
partido de clase e intenta liquidarlo promoviendo un partido doctrinariamente
variopinto, cosa que Aragón ha asumido servilmente. Entonces, es claro que
nuestro liquidador ha pretendido engañar, confundir, manipular a su
destinatario.
[2] La actitud de Aragón de pretender descalificar las
críticas a sus posiciones o, en general, a las posiciones de su tendencia, con
alguna palabra o alguna frase, es, por cierto, bastante torpe. Es de
conocimiento general que, para cuestionar la teoría leninista del imperialismo,
calificó esta palabra de “palabreja”; para renegar la realidad del
revisionismo, calificó también esta
palabra de “palabreja”; para renegar el marxismo-leninismo, calificó
igualmente esta palabra de “palabreja”; ahora, como se ha visto, dice que la
palabra liquidacionismo también es una “palabreja”. Así, con el solo uso de
esta palabra, de la palabra palabreja, pretende descalificar palabras que
encierran conceptos de profunda verdad teórica, y que, por esto, le producen a
nuestro liquidador verdadero escalofrío.
[3] El proyecto de
García es de un partido con dos niveles orgánicos: uno secreto, restringido,
“marxista” no leninista (existente
desde hace siete años); y otro público, masivo, doctrinariamente variopinto (no
fundado todavía oficialmente). En apariencia, pues, el primer nivel sería una
facción doctrinariamente homogénea. Pero quienquiera que tenga la capacidad de
ir al fondo de las cosas, tendrá que reconocer que esa homogeneidad no es
precisamente la homogeneidad de la que hablamos los marxistas, es decir, la
homogeneidad dada por el marxismo-leninismo. La homogeneidad dada por un
“marxismo” sin leninismo es,
precisamente, la forma de renegar de la doctrina proletaria que tiene el
liquidacionismo y, por esto, la base doctrinal de su propósito de destruir el
partido de clase. De manera que esta homogeneidad del liquidacionismo en el
nivel secreto, no puede ser considerada como un caso de facción orgánica y
doctrinariamente homogéneo en el sentido marxista-leninista del término.
24.02.2016.
Eduardo Ibarra
La Legitimación y
Deslegitimación de la Violencia Revolucionaria en el Perú: Una
Evaluación de la Justificación de la Violencia Revolucionaria por Parte de la Izquierda Revolucionaria Armada de las Décadas de 1960 y 1980
(Quinta Parte)
Jan Lust
El MRTA
El MRTA fue fundado
en 1982. Aunque la organización comenzó a operar oficial
y públicamente en
1984, en el periodo 1982-1984 ejecutó
diferentes acciones y organizó sus militantes política y militarmente.
La organización habría contado de 1.000 a 10.000 militantes (Sterr, 1997:
252; Strong, 1992: 218; Polay, 2007: 127). Cuando en 1992 su líder Víctor Polay
fue capturado, las acciones de la organización disminuyeron drásticamente. La
ley del arrepentimiento, promulgada en mayo de 1992 y que otorgaba beneficios a
los militantes encarcelados que proporcionaron información que ayudaba a
desarticular la organización, debilitó considerablemente al MRTA (Renique,
2015: 149-150; Sterr, 1997: 255).1
En diciembre de 1996 el MRTA asaltó la residencia del embajador de Japón en
Lima. Durante cuatro meses
los militantes de la organización
guerrillera ocuparon la residencia,
tomaron 72 personas como rehenes, entre congresistas,
empresarios, policías, diplomáticos japoneses
y otros. En abril de
1997, comandos peruanos de las
Fuerzas Armadas atacaron la residencia, liberando todos menos uno de los rehenes quien murió en la acción. Los 14 guerrilleros
murieron, algunos liquidados con sólo una bala en su
cabeza. El ataque fue mortal para el MRTA.
El MRTA consideraba el Perú como un país capitalista en el cual la clase
obrera “no sólo juega un rol clave en nuestra economía, sino que políticamente
ha pasado a ser la fuerza principal de la revolución” (MRTA, 1990b: 21). El Estado peruano fue considerado una “maquinaría
de opresión” de la clase dominante (MRTA,
1990c: 23).
En el documento “El
camino de la revolución peruana”, aprobado en la segunda
reunión del Comité Central Unificado del MRTA
en 1988,2 la sociedad peruana se caracterizó de la siguiente manera (MRTA, 1988: 20-26):
1) El Perú estaba dominado por el imperialismo y fue una semi-colonia. El
país fue política, económica y
militarmente controlado por el
imperialismo.
2) Los sectores capitalistas de la economía fueron
los sectores más importantes. Aunque
en el sector agrícola era posible de encontrar
formas de relaciones de producción
feudales, la importancia de este sector había disminuido.
3) Un pequeño grupo de
corporaciones, de “carácter monopólico”, determinaba el curso de la economía. Según el MRTA, sólo el “6% de las empresas
que emplean más de 100 trabajadores y cuyos propietarios constituyen la
burguesía intermediaria y la gran burguesía: tienen casi la mitad de los
trabajadores de la industria; producen cerca de las dos terceras partes del
valor agregado y poseen casi las tres cuartas partes de la capacidad instalada
en máquinas y equipos”.
4) La mayoría de
las empresas empleaban
entre 5 y 19 trabajadores, a pesar de que su contribución al empleo total estaba alrededor
del 20%.
Además decía, “podemos decir
que la nuestra es una sociedad capitalista, dominada por el imperialismo bajo
formas neocoloniales. Subordinados a este modo de producción predominante, se
encuentran formas semifeudales, comunitarias y primitivas de producción que han
sido integrados y supeditadas a la acumulación del capital” (MRTA, 1988: 29).
El objetivo del MRTA fue “la captura del poder y la construcción del socialismo” (MRTA, 1988: 38). Con el fin de tomar el poder, las fuerzas políticas-militares tuvieron que ser construidas. Esto, de acuerdo con el MRTA, sólo era posible a
través de la guerra revolucionaria.
MRTA (1988: 39): “El proceso de construcción de esta fuerzas político-militar
popular es la guerra revolucionaria del pueblo, esto es, el complejo e integral
proceso de entrelazamiento de diversas formas de lucha y organización que
ordenándose en torno al eje estratégico de la lucha armada, permite la
generación de una nueva correlación de fuerzas entre las clases y la derrota de
la contrarrevolución. Por eso es que definimos la estrategia de la revolución
peruana como la de la guerra revolucionaria del pueblo”. Y esta guerra
revolucionaria debería mantenerse, fundamentalmente, por “el pueblo en armas,
organizado en milicias urbanas y rurales, y en el ejército regular
revolucionario, que es donde se concentra la fuerza y la técnica militar”
(MRTA, 1988: 41).
El MRTA (1988: 39) pensó que la lucha por el poder no solamente se
“despliega en todos los planos de la lucha de clases”, sino también “se
sintetiza en la construcción de los órganos de poder popular”. Se creía que los
“órganos del poder popular” podrían desarrollarse más rápidamente en el campo,
“sustentados en la fuerza militar revolucionaria”. Los nuevos órganos del poder
asumirían “funciones de Estado expulsando a los órganos locales del poder
burgués”.
La lucha armada fue considerada como el principal
elemento de la estrategia. “La guerra”, como escribe el MRTA (1988: 41), “es la
única forma de ir constituyendo, en la lucha misma, la fuerza político-militar
del pueblo y volcar la correlación de fuerzas entre las clases”. Sin embargo,
no descartó otras formas de
lucha. MRTA (1988: 40-41): “La guerra revolucionaria del pueblo es la
vía estratégica por la que se abre paso la revolución peruana. La entendemos
como el complejo proceso en el que se entrelazan diversas formas de lucha y
organización que se articulan en torno al eje estratégico de la lucha armada.
Esto permite la acumulación de fuerzas político militar del pueblo generando la
correlación de fuerzas que ha de permitir la victoria revolucionaria.”3
Además planteaba la necesidad de desarrollar un Frente Unido de la Revolución.
Este frente, debería levantarse “a partir de las organizaciones sociales,
políticas y culturales que el pueblo ha gestado a través de sus luchas” (MRTA,
1988: 41).
Al comienzo de la década de ochenta el MRTA definió la situación política
en el Perú como una situación prerrevolucionaria.4 En “Nuestra Posición”, un documento
publicado por los precursores del MRTA en 1981, se puede leer lo
siguiente: “Estamos en la antesala del recrudecimiento
de los factores objetivos que signaron el periodo pre-revolucionario. Nuestra
impotencia como izquierda nos llevó a su desaprovechamiento y a que las clases
dominantes impusieron su opción electoral. Esta perspectiva nos indica que
aparte de la construcción del destacamento de vanguardia, se requiere en este
periodo iniciar la acumulación de la fuerza militar como instrumento inherente
en la lucha por el poder.” (MRTA, 1990c: 27)
El MRTA no definió lo que es una situación revolucionaria
sino proporcionó una descripción
general de los elementos que llevó el MRTA a concluir que existía una situación
prerrevolucionaria en el país.5 En el documento “El MRTA y las
tareas en el periodo pre-revolucionario” del segundo Comité Central de febrero
de 1985, la organización mencionó algunos elementos “por los que sustentamos el
periodo pre-revolucionario”. Enumeraba factores internacionales como “la crisis
más profunda del capitalismo”, “la persistencia de la crisis y el estancamiento
y/o retroceso en algunos casos de las economías” en América Latina, “la
proletarización de las masas campesinas y de la pequeña burguesía funcionaria,
creando favorables condiciones para una alianza entre estas clases”, “la
consolidación de la revolución cubana y los avances de Nicaragua”, y “la
profundización del ascenso de masas y el fortalecimiento de la lucha
anti-dictatorial y democrática en el cono sur”. Cuando se refirió al Perú
mencionó, en términos generales, “una crisis profunda de las clases
dominantes”, “no existe capacidad dirigente entendida como una clase o sector
con proyecto alternativo”, “la burguesía está incapacitada para resolver los
problemas fundamentales para el desarrollo del país”, la “clase obrera y masas
populares que vienen demostrando sus cualidades tanto combativas como
importantes experiencias de conducción del poder popular en los frentes de
defensa”, y el “descontento de las llamadas capas intermedias también se
produce en estos periodos y la burguesía se encuentra incapacitada para seguir
manejando estos sectores” (MRTA, 1990d: 69-70).
La primera reunión del Comité Central en enero de 1984 consideraba que las
condiciones objetivas de la revolución se aceleraban (MRTA, 1990f: 54). En la segunda reunión del Comité Central la organización confirmó que “[…] la situación económica y política ha
empeorado para las masas. Se ratifica en consecuencia la validez y la vigencia
del periodo pre-revolucionario prolongado y que la forma de acumular fuerzas es
mediante la lucha armada de manera prioritaria […]” (MRTA, 1990a: 47). El MRTA debería contribuir a que la situación prerrevolucionaria se transformara en una
situación revolucionaria (MRTA, 1990d:
70).
En el periodo prerrevolucionario era necesario que se acumulara las fuerzas
revolucionarias. MRTA (1990d: 69): “El avanzar en el terreno estratégico
implica la incorporación del pueblo al proceso de guerra que vive el país. Es
decir, organizar la violencia revolucionaria de masas.” Además decía que “en un
periodo pre-revolucionario la tarea de los revolucionarios es madurar este
periodo hacia una situación revolucionaria. En nuestro país sólo es posible
mediante la lucha armada. En esa perspectiva lo fundamental de nuestra
actividad debe estar centralizada en el desarrollo de la lucha
político-militar” (MRTA, 1990d: 69).6
En
un documento de la segunda reunión del Comité Central Unificado de 1988,
se puede extraer la siguiente: “Estamos en un periodo pre-revolucionario en
que las condiciones para la revolución se van dando, las masas se encuentran en
un estado paupérrimo, van adquiriendo creciente combatividad y autonomía
ideológica a cuyo calor se va forjando una dirección revolucionaria con la
incorporación de sectores de vanguardia a la guerra revolucionaria.”7 (MRTA, 1988: 70)
La
principal razón para el uso de la violencia revolucionaria fue la situación
prerrevolucionaria. Sin embargo, en relación con la situación
prerrevolucionaria había otras razones. A continuación presentamos estos
motivos:
1) Los medios legales para la lucha revolucionaria se habían agotado. MRTA
(1990g: 74): “[…] teniendo en cuenta que se han agotado de manera fundamental
los medios legales de la lucha en la búsqueda de lograr satisfacer las
necesidades esenciales del pueblo trabajador, y que la democracia formal se ha
convertido en un círculo vicioso que envuelve y arrastra en su dinámica al
conjunto de los partidos burgueses y reformistas perpetuando indefinidamente la
explotación imperialista y la opresión de las masas populares […].”
2) La pérdida de legitimidad por el gobierno de Belaúnde (1980-1985) ante
las masas. Según el MRTA (1990c: 28), “[…] el cierre sistemáticos de libertades
burgueses ante la presión del movimiento popular” activará la combatividad
popular como también el aumenta de la represión. Entonces, “[...] se perfilan
más nítidamente las condiciones para el uso de la violencia revolucionaria”.8
3) El desarrollo de la lucha armada podría generar una conciencia
revolucionaria. MRTA (1990c: 27): “Es asimismo real que no generaremos
conciencia socialista en las amplias masas en base a la propaganda oral o
escrita. Se requiere, necesariamente, la incorporación de nuevos métodos de
acción revolucionaria; la incorporación, entendida como proceso, de la
violencia organizada en la lucha de las masas.”
4) Para la toma del poder se debe organizar la violencia revolucionaria.
MRTA (1990d:56): “Asegurar el futuro de la revolución es asegurar primero la
salud revolucionaria de las masas. Qué significa: evitar que la derroten, que
la desvíen o la ilusionen con prédicas reformistas; pero todo esto se logra con
la incorporación de nuevas formas de lucha y nuevas formas de organización.
Cuando hablamos de nuevas formas de lucha nos referimos específicamente al uso
de la violencia organizada. Se justifica no sólo del punto de vista de la
defensa ante la brutalidad policial, sino porque debemos difundirla y
masificarla como forma fundamental de lucha de la población por la toma del
poder.”
5) La militarización del país al comienzo de la década de ochenta. Polay
(2007: 183, 212): “[…] no veíamos otra posibilidad que ese proceso de
militarización, y que decíamos que el pueblo y la izquierda debían estar
preparados […] En cuanto a la línea militar, entendíamos que frente a la
violencia del Estado y la militarización creciente de la sociedad peruana,
frente a la agresión constante de las Fuerzas Armadas ante la población civil
inerme, como lo ha determinado la Comisión de la Verdad ─esos han sido años muy
difíciles donde las desapariciones, genocidio, tortura, eran como el pan de
cada día─, el MRTA debía avanzar y organizar una contraviolencia popular […].”9
6) La “ilegalidad” del gobierno de Belaúnde. Polay: “[…] en el primer
manifiesto que lanzamos al país hicimos en nombre de la Constitución de setenta
y nueve, nosotros insurgimos levantando el derecho de insurgencia porque
entendimos que este Gobierno había dejado de ser legítimo, un Gobierno que
tenía el privilegio de haber desarrollado la guerra sucia en el Perú […], había
dejado de ser legal […].”
_______________
Notas
(1) También el PCP-SL se vio afectado por esta ley:
sofocó sus bases, privándolo de su apoyo logístico ya que la ley contribuyó a
que el Estado pude llegar a sus militantes de “nivel bajo” (Burt, 2011: 303).
(2) En diciembre
de 1986, el MRTA y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria - Voz Rebelde
(MIR-VR) se unificaron; de ahí la denominación Comité Central Unificado.
(3) “La vía estratégica para
la Revolución Peruana es la Guerra Revolucionaria de todo el pueblo (G.R.P.);
en ella se entrelazan diversas formas de lucha, articuladas por la lucha
armada” (MRTA, 1988: 55).
(4) “[…] desde nuestro punto
de vista, nosotros veíamos que el Perú vivía un periodo prerrevolucionario y
avanzaba hacia una situación revolucionaria […]” (Polay, 2007: 300).
(5) Según Polay (2007: 300-301), el MRTA estaba
convencido de que el Perú se encontraba en una situación prerrevolucionaria
“porque sentíamos que por el lado del movimiento popular, donde teníamos
trabajo, había una gran demanda por iniciar una actividad político-militar,
distinta en el país”.
(6) Durante el proceso de
formación del MRTA, los precursores de la organización política-militar, el
MIR-El Militante y el Partido Socialista Revolucionario-Marxista-Leninista,
coincidieron “que el periodo pre-revolucionario de carácter prolongado no había
cambiado porque sus causas eran estructurales y que implicaba la preparación
para la guerra revolucionaria. El acuerdo básico de esta unidad es que en el
Perú estaban dadas las condiciones para la lucha armada” (MRTA, 1990a: 15).
(7) La relación entre un
empeoramiento de la situación económica de la población en relación con un
proceso hacia una situación revolucionaria también ha sido formulada en “Hiperinflación-recesión y militarización: Las dos
caras del proyecto contrarrevolucionario del gran capital”. De
acuerdo con el MRTA (1990e: 183), el empeoramiento de la situación política y
económica de las masas aumentaría el espíritu de lucha de la población.
(8) Ver también, MRTA (1990h:
106).
(9) MRTA (1990f: 57): “El actual clima de violencia
represiva tiene que ser enfrentado. No es posible que la policía siga
ensañándose impunemente con la población indefensa.”
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