Libre Mercado y Medicamentos
César Risso
LA
INFORMACIÓN RECIENTE sobre la concertación de precios de una serie de cadenas
de farmacias, pone al descubierto, por enésima vez, uno de los mecanismos de la burguesía para obtener beneficios
extraordinarios.
Aparte de otras investigaciones por el motivo de concertación
de precios, en el año 2015, se detectó concertación de precios del pollo y del
precio del papel higiénico, y en el 2011 de la póliza SOAT.
La concertación de precios opera como precio de
monopolio. Esto es, que las empresas funcionan como si fuesen filiales de la
misma empresa, y en consecuencia como si fuesen la misma empresa en las
mercancías cuyos precios han concertado.
En el mercado, los monopolios pueden decidir el precio
que cobran, pero no pueden decidir la cantidad que a ese precio se va a
demandar. Cuando se trata de productos de primera necesidad, como el caso de
los medicamentos, entonces lo que sucede es que los consumidores optan por
reducir o abandonar el consumo de otras mercancías. Técnicamente se le llama a
esto elasticidad-precio de la demanda, que viene a ser la variación de la
cantidad demandada como consecuencia de la variación del precio. Se entiende
que por ser productos de primera necesidad, por más que el precio aumente, su
consumo se reducirá en una cantidad mínima, puesto que de lo contrario los
consumidores se enfrentarían a la enfermedad y a la muerte.
Esta situación que afecta directamente a los trabajadores,
tiene un segundo efecto, que es la disminución de las ventas de mercancías que
no son de primera necesidad, como todo lo relacionado con la recreación, los
estudios, e incluso en situaciones extremas, el sacrificio del consumo de otros
bienes de primera necesidad como el vestido, la vivienda, etc. En consecuencia,
se ven afectados varios sectores de la burguesía no ligados a la producción y
comercialización de productos de primera necesidad, y en los casos dramáticos
que hemos señalado, incluso se ve afectada la burguesía dedicada a la
producción de mercancías de primera necesidad.
La concertación de precios, como es lógico, siempre es
al alza de los precios. Por esto, uno de los efectos que produce en los
trabajadores, es la disminución de su capacidad de compra. Es decir, hace más
aguda la situación de pobreza en la que estos se encuentran.
Pero la crítica a la concertación de precios no nos
debe conducir a la aceptación del libre mercado. Lo que decimos es que la
concertación de precios agudiza la situación de explotación de los
trabajadores.
El libre mercado, que algunos oponen al control de
precios por parte del Estado, como cualquier forma de mercado con intervención
del Estado, no solo expresa la explotación capitalista, sino el dominio de la
burguesía como clase que explota al trabajo bajo la forma asalariada, y a los
demás trabajadores bajo otras modalidades.
En el sistema capitalista, los trabajadores son los que
le dan valor a las mercancías, puesto que es el trabajo vivo el único que puede
trasladar el valor de la materia prima, las herramientas y las máquinas hacia
la mercancía final, y además crear un nuevo valor que equivale al valor de la
fuerza de trabajo y a la plusvalía, de la que se apropia el capitalista bajo la
forma de ganancia.
Esto quiere decir que el capitalista gana explotando a
los trabajadores apropiándose de parte de su trabajo, y además gana extrayendo,
a través del alza del precio, una parte adicional de lo que le entregó como el
valor de su fuerza de trabajo.
El precio de las mercancías es el valor de las mismas
expresado en dinero. Así como el salario es el precio de la fuerza de trabajo,
es decir, el valor de la fuerza de trabajo expresado en dinero. Por esto,
uniformizando el valor de todas las mercancías, incluido el de la fuerza de
trabajo, a través de su expresión en dinero, se logra expresar todo en precios
que pueden ser comparados en el mercado. Esta comparación nos remite al
establecimiento de la equivalencia entre todas las mercancías; con lo cual se
compara también al ser humano con el dinero: un objeto, creado bajo ciertas
condiciones, con el mismo trabajador (es imposible separar al ser humano de su fuerza
de trabajo).
Esta comparación tiene como base el que el dinero
mismo, en términos de oro, no de billetes y monedas, que son signos monetarios,
contenga fuerza de trabajo. Así, la comparación entre todas las mercancías
tiene como sustento el ser creadas por la fuerza de trabajo, criterio que se
aplica por extensión a todos los objetos e incluso a la naturaleza misma. Es el
mundo burgués trasplantado a todo lo existente.
Así, en la economía capitalista, en el mercado, libre o
regulado, los precios, bajen o suban, son expresión de las mercancías, esto es,
de bienes fabricados para ser vendidos en el mercado, y en consecuencia, expresan
también que son propiedad privada, pues son fabricados con medios de producción
privados, con la apropiación privada de la fuerza de trabajo. A pesar de que en
el intercambio, al ser comparadas las mercancías, revelan a través de la
igualdad de determinadas proporciones de las mismas, que son partículas de
trabajo social, los propietarios burgueses de los medios de producción
consideran un derecho natural el apropiarse del esfuerzo de los trabajadores.
Esta es otra forma bajo la cual se manifiesta el
fetichismo de la mercancía. La mercancía, consecuencia de la aplicación de
fuerza de trabajo, se aleja de las manos de su creador, siendo la
materialización, la coagulación de la fuerza humana de trabajo. El trabajador
asalariado ve los medicamentos, como algo ajeno, a pesar de que son creación
suya. No solo ve los medicamentos como algo ajeno, sino que además como algo
inalcanzable. Los precios de los medicamentos de marca, sobre todo, y también
los genéricos, le gritan al trabajador: seré creación tuya, pero no soy tu
propiedad.
Frente a esta situación la concertación de precios es
lo de menos. El fondo del problema radica en la explotación capitalista.
Aunque algunos de los representantes de la burguesía han
dado el grito al cielo, ofendidos por el abuso que significa concertar precios
con la salud de las personas, sobre todo de los de escasos recursos, la
verdadera preocupación está por el lado de la ventaja que los propietarios de
estas cadenas de farmacias estarían obteniendo a costa de los capitalistas de
otros sectores de la economía.
Los acuerdos comerciales, como el firmado con los
Estados Unidos, o el TPP, etc., que afectan el precio de los medicamentos, al
estar protegidos por patentes, y que promueven la adquisición de medicamentos
de marca, dejando de lado los genéricos, da cuenta de la verdadera moral de los
representantes de la burguesía.
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