martes, 1 de noviembre de 2016

Movimientos Sociales

Acerca del Conflicto Social en Cotabambas


Santiago Ibarra

CON EL ASESINATO DE QUINTINO CERECEDA en Cotabambas son ya cuatro los campesinos asesinados por protestar contra el proyecto Las Bambas, entre setiembre de 2015 y octubre de 2016. La inversión minera es impuesta en el país a balazos. El capital (no solo el minero) impone así su lógica a los pobres del Perú y el mundo. Efectivamente, para los que resisten, la respuesta es material, la bala y la cárcel. En cambio, a una proporción considerable de las clases medias y populares los engañan con la promesa del progreso y el desarrollo. “Tú eres pobre hoy, mañana puedes ser rico, si te lo propones”, dicen, aun cuando los hechos demuestran que eso no es verdad, que es una gran falsedad. Para eso está la televisión, para reforzar ese mito, para distraerte de la reflexión de los problemas esenciales del país y del mundo y para contarte mentiras acerca de ellos cuando los tocan. Para los desorganizados y desmovilizados, pues, no es necesaria la coerción, la violencia abierta, descarnada, sino la demagogia, la mentira, el engaño, el embuste.

Los campesinos no hacen sino defender sus tierras y la calidad del ambiente en el que viven. ¿Puede parecerle a alguien ilegítimo este comportamiento? Sí: a las transnacionales, al gran capital local y a un sector considerable de las clases medias y aun de las populares. Porque lo que busca el capital para llevar adelante sus planes es la sumisión absoluta del trabajador urbano y del campesino a sus planes de acumulación. Es esa sumisión que encontramos en el citadino y en el hombre urbano, en los que se combinan la alienación economicista, el consumismo y el racismo.

Ninguna indemnización podrá resarcir el daño causado. ¿Y los responsables de esas muertes? Lo más probable es que, como siempre, no vaya uno solo a la cárcel. La impunidad en el Perú es la regla general para este tipo de crímenes. Para los dirigentes campesinos el trato es otro: son perseguidos, apresados o asesinados. En la capital, mientras tanto, todavía hay mucha indiferencia, sea por desinformación, sea por el prejuicio colonial de menosprecio por la población andina.

El proyecto Las Bambas, ubicado en la provincia de Cotabambas, Apurímac, es el proyecto minero más grande del país, con diez mil millones de dólares de inversión, y representa el 7,5% de la producción mundial de cobre. Podemos imaginar un poco las ganancias astronómicas de la empresa a cargo del proyecto, la estatal china MMG. Para estas empresas, sin embargo, esas ganancias son insuficientes. Condicionan a los estados su inversión exigiendo que les permitan “externalizar costos”, esto es, tomar los menores recaudos posibles en la producción de minerales con el consiguiente efecto adverso para la naturaleza, o que les exoneren o reduzcan fuertemente el pago de impuestos. Y los estados satisfacen a esas empresas, en el Perú, en el caso de MMG, por ejemplo, con la viabilización de la construcción de una carretera en lugar de un mineroducto (que hubiera elevado los costos de producción), y la postergación del pago del “canon minero” hasta el año 2021.

Cuando los campesinos y el pueblo trabajador protestan, se ponen de pie y luchan contra las políticas que los afectan, el estado y los medios de comunicación inmediatamente los oponen al “progreso”, al “desarrollo”, a la “modernidad”, al “libre mercado”, a la “democracia”. El movimiento campesino y el pueblo trabajador aparecen así en el lado de la “pre-modernidad” y de lo “anti-democrático”; el capital y el estado, en el de la “modernidad” y de lo “democrático”.

La verdad, no obstante, es que el campesinado no se opone a la inversión minera. Por eso Las Bambas ha podido iniciar sus operaciones y empezar la exportación del mineral. Los campesinos únicamente exigen el pago por las tierras que usa la empresa para su propio beneficio. Y exigen, además, que la explotación del mineral y su transporte no contaminen el ambiente donde viven. Los campesinos solamente defienden sus intereses, su vida y la de sus familias. Son exigencias absolutamente racionales. Pero los intereses que están detrás de esta racionalidad son opuestos a los intereses del capital.

El primer Estudio de Impacto Ambiental consideraba la construcción de un mineroducto para transportar el mineral hasta el Puerto de Matarani, Arequipa, pero en su lugar se ha construido una carretera de tierra a lo largo de 750 kilómetros. Por esta carretera transitan todos los días ida y vuelta 300 camiones transportando el mineral, dejando a su paso grandes polvaredas que provocan enfermedades respiratorias y dejan desechos tóxicos que causan la muerte de animales y la disminución de la vegetación.

Rodolfo Abarca, presidente del Frente de Defensa de Cotabambas, afirmó que: “La carretera genera mucha polvareda, afecta a nuestros cultivos, rajaduras en nuestras casas, y afecta a nuestra salud” (1)

Por su parte, la señora Guadalupe Soto Martínez, de la comunidad Mara, que no obstante no estar considerada dentro del área de impacto directo también es afectada, explica: “Antes nuestro producto daba normal, ahora apenas se cosecha. Han muerto cuatro ganados y como 60 chivos. Les atropellan. Los animales comen el pasto con polvo y beben el agua que dispersan los camiones cisterna por la carretera. Sus estómagos comienzan a hincharse y mueren” (2).

El ingeniero agrónomo Henry Vásquez, de la ONG CooperAcción, sostiene que: “Las partículas de polvo se  acumulan sobre las hojas e impiden funciones vitales como la respiración y la fotosíntesis; ralentizan el crecimiento de la planta, y pueden afectar a  la fecundación y la madurez del fruto” (3).

El conflicto no solo abarca el daño ambiental y social, como ha quedado graficado en estos tres testimonios, sino que está en cuestión también la propiedad sobre la tierra: “el saneamiento… legal de las tierras, es decir, ordenar y regularizar el derecho de propiedad. En este tema se pueden identificar dos momentos: el primero, cuando las comunidades alquilaron sus terrenos comunales (a diferentes precios) a la minera durante tres años para  transportar solamente material de construcción. En ese entonces, la vía era tipo trocha y unía las comunidades. Alem Torre, asesor de los Frentes de Defensa, calcula que la minera  suscribió hasta 4.500 contratos  -ya vencidos-. Cuando se le consultó a la minera MMG no brindó información sobre los contratos al considerar que son de ‘índole privado entre las partes’.” “Una vez terminada la fase de construcción, correspondía la reposición de sus tierras a los propietarios, sin embargo, esto nunca se hizo. Es entonces, cuando se decide construir sobre esa trocha una carretera, sin la consulta ni el conocimiento de la población (ya que en el EIA original no se contempló el transporte del mineral por carretera, sino por mineroducto). De tal forma que, como explica Ana Leyva, directora de CooperAcción, ‘parte de los territorios comunales han sido despojados para convertirse en una vía de dominio público, carretera que pertenece al Estado’” (4).


¿De qué progreso y de qué desarrollo nos hablan cuando la producción minera afecta fuertemente el ambiente, a las personas, el aire que respiramos, el agua que bebemos, las plantas y los animales?

¿De qué progreso y desarrollo nos hablan si la inversión minera no se ha reflejado en el mejoramiento sustancial de la calidad de vida de las poblaciones que viven cerca a los lugares donde se explota el mineral?

¿De qué progreso y desarrollo nos hablan si la inversión en educación y salud se mantienen en el país en los niveles más bajos de Sudamérica?

La inversión minera tiene lugar sobre la base de la ocupación y el despojo de las tierras de los campesinos. Hay uno que gana, la gran empresa, y otro que pierde, la comunidad campesina. Pero el concepto de intercambio mercantil supone el intercambio de valores iguales, de mercancías para cuya producción se invirtieron cantidades de trabajo iguales. No es el caso de Las Bambas. Esta empresa basa su proyecto en el despojo, el robo, en lo que Marx llamó la “acumulación primitiva de capital”.

Asimismo, en el conflicto de Las Bambas no está en juego el libre mercado, como errónea y alegremente se afirma. MMG forma parte de un mercado capitalista, oligopólico, que es lo opuesto del concepto de libre mercado. El libre mercado supone muchos ofertantes y muchos demandantes. El concepto de mercado oligopólico implica que solo un puñado de empresas controla casi la totalidad de la producción de algún bien o servicio. En el Perú y el mundo solo un puñado de empresas se hace cargo de la producción y exportación de minerales. Una tendencia inherente al capitalismo, pues, es la progresiva concentración y centralización del capital. Y esto es lo que ha venido sucediendo a escala mundial. No hay libre mercado, el capitalismo no es igual a mercado; lo que tenemos al frente son grandes monopolios que imponen a las grandes mayorías sus propios intereses corporativos.

Los que convocan el “libre mercado” como el medio más eficaz para impulsar el crecimiento económico y la distribución de los ingresos afirman que el estado es un agente negativo para la acumulación de capital. En realidad es todo lo contrario, ¡es su palanca más poderosa! Ha sido el estado precisamente el que ha favorecido a MMG con la postergación del pago del impuesto a la renta hasta el año 2021 y con la construcción de la carretera en lugar del mineroducto, como ya lo hemos mencionado.

Una cuestión más que debemos considerar es la mercenarización de la policía. La empresa minera paga 100 soles diarios a cada policía, 150 soles diarios a los mandos policiales y 20 mil soles mensuales al regimiento policial, para su resguardo.

Así, en Las Bambas podemos ver la articulación de intereses entre el gran capital monopólico, el capital local subalterno y el estado y sus fuerzas represivas. Este bloque se enfrenta y somete a la población campesina y al conjunto del país para el enriquecimiento de una minoría privilegiada.

En un contexto así vale la pena preguntarse qué es la democracia. Democracia como “gobierno del pueblo” no existe en el Perú. Y vale entonces también preguntarse cuál es el alcance de las protestas protagonizadas por los campesinos. Porque éstas cuestionan el monopolio, el robo de sus tierras, la contaminación ambiental, la racionalidad del capital, es posible verlas como movimientos democratizantes que cuestionan la producción minera tal como ésta viene desarrollándose y buscan el desarrollo agrícola.
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Notas:
(1) Citado en: Hiruelas, Nilva, “Las Bambas, un gigante con pies de barro” en: http://elgranangular.com/lafiebredelcobreencotabambas/lasbambasungiganteconpiesdebarro/
(2) Citada en “Las Bambas…” op. Cit.
(3) Citado en “Las Bambas…” op. Cit.

(4) Hiruelas, Nilva, “Las Bambas, un gigante con pies de barro”.

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