viernes, 1 de enero de 2016

Internacionales

Donald Trump es un Fascista — y También lo es Ted Cruz*



MUCHÍSIMAS PERSONAS ESTÁN INDIGNADAS y asustadas con razón por Donald Trump como candidato a la presidencia, por no hablar de la idea de que en realidad podría ganar. ¡Trump es un fascista!

Pero ahora están presentando a Ted Cruz como la alternativa “más razonable” que Trump para ser el candidato republicano a la presidencia. Cuando Trump dice algo totalmente reaccionaria e indignante, Cruz puede decir lo mismo pero de apariencia más razonable y tal vez de forma menos repugnante, por lo que algunas personas piensan que este fascista cristiano es más moderado.

Un programa fascista cristiano

Ted Cruz tiene un fuerte respaldo de poderosos sectores de la clase dominante estadounidense. Más específicamente, Cruz tiene vínculos de larga data, cuidadosamente cultivados con importantes fundamentalistas cristianos. Durante más de una década ha construido una base de apoyo entre los grupos claves de fascistas cristianos de la extrema derecha.



Cruz comenzó su campaña oficial para la presidencia en la Universidad Liberty, un bastión del fascismo cristiano fundamentalista. Ante una animada multitud de estudiantes, se comprometió a encabezar un gobierno federal que “defenderá la santidad de la vida humana, y de mantener el sacramento del matrimonio”. En otras palabras, él está inflexiblemente contra el derecho de la mujer al aborto y del matrimonio entre parejas del mismo sexo. Cruz jura que va a cortar los fondos y probablemente procesar a Planned Parenthood / Planificación Familiar.

Cruz dice que va a construir un muro de más de 1000 kilómetros y cuadruplicar la cantidad de aviones militares y policiales a lo largo de la frontera entre Estados Unidos y México. Ataca y calumnia a las muchas personas en todo el país que protestan en contra del asesinato y brutalidad policial, y recientemente se unió al coro de los que vomitan la mentira de que el verdadero problema es que son los policías quienes están bajo ataque.

Este verano, Cruz y otros republicanos que se postulan para la presidencia hablaron en Carolina del Sur en una “barbacoa por la fe y la libertad”. A Cruz le ovacionaron repetidamente por lo que un reportero describió como un discurso “casi marcial” (militar). Cruz dijo que iba a “rasgar” cualquier acuerdo que Obama haya firmado con Irán y bramó: “Si el ayatolá no lo entiende, tal vez tengamos que ayudar en presentarlo a las 72 vírgenes” (una promesa vulgar e insultante de asesinar al líder de Irán). También se comprometió a “asegurar la frontera”, prohibir que ciudades se declaren santuarios, y cambiar de lugar la embajada de Estados Unidos en Israel a Jerusalén (que sería un acto de respaldo para el tratamiento genocida israelí hacia los palestinos). Concluyó declarando, “ningún hombre que no comience todos los días de rodillas [es decir, orando] está en condiciones de estar en la Oficina Oval [como presidente]”.

Durante el debate republicano del 15 de diciembre, Cruz defendió declaraciones anteriores de que “lanzaría el bombardeo en alfombra sobre ISIS para destruirlo completamente” y vería si “la arena puede brillar en la oscuridad”. Que quede claro lo que significan estas declaraciones. El bombardeo en alfombra era una táctica de asesinato genocida en masa utilizada por Estados Unidos en contra del pueblo de Vietnam. Significa saturar cada parte de una amplia zona con bombas de alto poder destructivo. Los Convenios de Ginebra consideran que el bombardeo en alfombra es un crimen de guerra. El comentario de Cruz de que trataría de ver si “la arena puede brillar” es una amenaza para el uso de armas nucleares en los desiertos altamente poblados del Oriente Medio, y se ha pasado completamente sin responder entre los medios de comunicación estadounidenses.

Cruz aboga abiertamente por una teocracia cristiana (en la que la doctrina religiosa domina el gobierno). Lo bendijo personalmente David Lane, un enloquecido (y poderoso) fascista cristiano que escribió en un artículo de 2013, “Lanzar la guerra para restaurar una América cristiana”, “... ustedes nos preguntan, ‘¿cuál es nuestro objetivo?’ Hacer la guerra para restaurar en América nuestra herencia judía-cristiana con todo nuestro poderío y fuerza que Dios nos dé. Nos preguntan, ‘¿cuál es nuestro objetivo?’ Una única palabra. La victoria”.

En resumen, se trata de un hombre muy peligroso. Un fanático religioso comprometido que piensa que la mujer es una máquina reproductora, subordinada al hombre y que se le debe negar el derecho al aborto. Que amenaza con usar las armas nucleares como si fuera una broma. Que se opone vehementemente a la igualdad de derechos para las personas LGBT. Que promete triplicar el número de agentes de la Patrulla Fronteriza en la frontera entre Estados Unidos y México y construir aún más prisiones para inmigrantes y acelerar las deportaciones. Que se niega a distanciarse de la brutalidad fascista.

La Promoción de Cruz

La promoción de un fascista cristiano como Ted Cruz señala que, como hemos dicho sobre Trump: “Hay paralelos ineludibles entre esta situación y las primeras etapas del ascenso de Hitler en Alemania, el paralelo más importante siendo el que las clases dominantes se encuentran enfrentadas por toda una serie de crisis para las que no tienen soluciones. Los gobernantes de Estados Unidos hacen frente a una oleada de levantamientos y protestas en contra de un reinado de asesinato y terror policial de que dependen para mantener dominados a millones de negros, latinos y otros de color. Están empantanados cada vez más profundamente y sin salida en guerras injustas que imponen la miseria sobre millones de personas. Existe una contradicción intensa y potencialmente explosiva entre los cambios en la situación de la mujer en el mundo y la moral tradicional que ha servido de aglutinador social para mantener estable Estados Unidos desde el primer día…”.

ESTE es el contexto en el cual se promueve a Ted Cruz como el candidato “más razonable”, tal vez un candidato republicano fascista menos repulsivo.

Pero ya no es el momento de dejarse intimidar por la fea represión que ofrecen los tipos como Cruz. Tampoco es el momento de sucumbir al sueño inútil de que los demócratas —quienes representan el mismo sistema sangriento y opresivo— de alguna manera representen una alternativa significante. No. Lo que necesita la humanidad es la revolución, a cambiarlo todo, a cambiar el mundo entero. Y lo que se necesita en este momento es el trabajo para construir y hacer lo más potente posible el movimiento para la revolución, para que podamos realizarla lo más pronto posible.

(*) 23 de diciembre de 2015. Periódico Revolución. revcom.us. http://revcom.us/a/418/donald-trump-es-un-fascista-y-tambien-lo-es-ted-cruz-es.html



La “CEOcracia” en Acción*



Claudio Katz

MACRI DEBUTÓ CON EL DURO AJUSTE que endulzó durante la campaña electoral. Su “sinceramiento” de la economía es la típica transferencia de ingresos a favor de los capitalistas, que tantas veces se aplicó en el país. Pretende achatar los salarios a través de la carestía para incrementar las ganancias de las grandes empresas.

La inflación comenzó a trepar a principios de noviembre y ya encareció significativamente la canasta básica de alimentos. Esta escalada desmintió todos los presagios de estabilidad por incrementos previos de los precios. Los aumentos se dispararon antes y después de la devaluación.

Esta vez los llamados oficiales a la “responsabilidad” de los empresarios asumieron un tono particularmente cínico. Los remarcadores ahora son ministros y los gerentes del sector privado (denominados CEOs) controlan la administración pública. El manejo del país por sus propios dueños se ha corroborado en un debut inflacionario.

La complicidad entre funcionarios y capitalistas ha diluido todas las sugerencias de retrotraer los precios a noviembre. El sistema de “precios cuidados” sólo persiste como una formalidad para disimular la carestía. Ninguna sanción a los responsables de la inflación es evaluada por un gabinete que endiosa al mercado.

EL PROPÓSITO DE LA DEVALUACIÓN

El objetivo del ajuste es provocar una fuerte caída de los salarios durante el verano. De esta forma se licuarían los ingresos populares antes de las paritarias. Para eso maquillan la evolución de los precios con pretextos de baches estadísticos en el INDEC.

La imposición de un gran retraso salarial durante el primer semestre anticipa las podas adicionales que intentará el futuro Pacto Social. Ese convenio fijará metas decrecientes de inflación solventadas por los trabajadores.

Los economistas del establishment aplauden el curso actual, pero subrayan que la “consistencia” del plan depende de la confiscación del salario. Estiman que esa amputación es indispensable para superar el fracaso de la última devaluación (diciembre del 2013).

En esa oportunidad la brusca alteración de la paridad cambiaria se trasladó a precios y salarios, neutralizando las ganancias de exportadores y financistas. Para evitar este resultado los hombres del PRO esperan que la inflación del 2016 (¿40%?) sobrepase ampliamente a los incrementos de sueldos (¿28%?).

Con esa finalidad promueven mayor contracción monetaria y recorte fiscal. Suponen que esas restricciones afectarán el nivel de actividad, ocupación o precariedad laboral y debilitarán la resistencia de los trabajadores.

A diferencia del 2013 la derecha maneja ahora el gobierno y está empeñada en una batalla frontal contra los asalariados. Pero actúa al final de un ciclo de recomposición del empleo, el ingreso y el nivel de organización de los trabajadores. No cuenta con el escenario de colapso que en el 2001permitió una mega-devaluación, sin transferencias a los precios y salarios.

La primera confrontación para imponer el ajuste se dirime en el bono de compensación que reclaman los sindicatos (5000 pesos). Macri rechazó esa petición y sólo otorgó una irrisoria bonificación en la asignación universal (400 pesos). Luego de entregar fortunas a los empresarios desconoce una demanda básica de los asalariados. Afirma que únicamente homologará las sumas negociadas por cada gremio en el sector privado, como si la inflación exceptuara a los empleados públicos.

Mauricio pretende que cada segmento de los trabajadores se arregle por su cuenta. Tiene tan incorporada la ideología burguesa que anuncia sin sonrojarse beneficios generalizados para los capitalistas, mientras exige tratativas segmentadas a los trabajadores.

La misma cosmovisión de niño rico transmitió Prat Gay en su presentación de la devaluación como un acto liberador. Afirmó que “oxigenará la economía”, presuponiendo que los negocios de una pequeña minoría generan bienestar para toda la colectividad. Describió luego la eliminación de “impuestos distorsivos” como un logro de la sociedad, estimando que cualquier obstáculo para los capitalistas constituye una adversidad para el pueblo.

El equipo macrista despliega presentaciones tecnocráticas del ajuste, como si estuvieran determinadas por exigencias naturales de algún dispositivo. Por eso describe los detalles operativos de la devaluación sin mencionar sus nefastas consecuencias sociales.

El PRO intenta trasladar al ámbito económico el marketing despolitizado que utilizó para ganar elecciones. Con ese estilo ya no se lamenta de la devaluación. Al contrario, la difunde como una gran noticia. Mauricio devalúa con buena onda y alegría, mientras sus funcionarios imaginan las sonrisas de los millonarios. Los sufrimientos de los desposeídos no figuran en sus agendas.

LOS GANADORES DEL AJUSTE

El agro-negocio ha sido el principal favorecido por la simultánea decisión de devaluar y reducir las retenciones. Ese sector incrementa sus ganancias inmediatas en un 50-90% y se embolsa 3.700 millones de dólares, que valdrán un 40% más en moneda nacional.

Las compañías cerealeras apostaron a este desenlace demorando durante meses la liquidación de exportaciones. También los grandes propietarios y contratistas agrarios incrementan sus fortunas, con precios internos que ascienden al compás de la rentabilidad externa.

Todos fijan sus cotizaciones comparando con lo obtenido por los exportadores. Por esta razón la carne, la harina, el pollo y las legumbres se disparan al mismo ritmo. La soja arrastra el encarecimiento de los productos que compiten por el uso de la misma tierra.

Ese encadenamiento torna particularmente nefasta la reducción de las retenciones. La disminución de ese impuesto reconecta los precios locales de los alimentos con su cotización internacional y desprotege al consumidor argentino. Los agro-exportadores vuelven a recuperar preeminencia y ya iniciaron su venganza por la resolución 125. La renta que el estado se apropiaba desde el 2002 retorna al campo.

Macri intenta privilegiar al agro resucitando el imaginario liberal de las “ventajas comparativas”. Supone que el país progresará afianzando su perfil de exportador de productos básicos. Pretende incluso actualizar esa inserción internacional convirtiendo al “granero del mundo” en un “supermercado del planeta”.

Pero el subdesarrollo estructural que históricamente generó la performance primarizada de nuestra economía se acentuará vendiendo nutrientes más elaboradas. Ese modelo no crea empleo, desalienta la inversión industrial, acrecienta las inundaciones y expande el deterioro ambiental.

Con la mira puesta en el florecimiento del agro-negocio, Macri abre las puertas a los tratados del libre comercio con Asia, Europa y la Alianza del Pacífico. Ensaya esa posibilidad a partir de una nueva asociación con Brasil.

Pero el ajuste en curso también favorece a los bancos. Obtienen grandes lucros con la intermediación de los créditos negociados para sostener la devaluación. Ganarán fortunas si se concreta el endeudamiento por 20.000 millones de dólares para apuntalar las reservas y controlar la nueva banda cambiaria.

Esos préstamos provienen de bancos extranjeros (Repo), entidades chinas (yuanes convertibles) y financieras argentinas que administran la fuga de capitales (reingreso de dólares sin encajes).

La gran hipoteca en gestación es presentada como un signo de “confianza” en el país. Se repite el relato que siempre utilizaron los banqueros para vaciar a la Argentina. Hasta ahora ninguno de los créditos presenta finalidades productivas. Sólo solventan gastos corrientes y estabilizan la cotización del dólar.

Los bancos se disponen a lucrar, además, con las altísimas tasas de interés (38-40%) que introdujo el gobierno para contener cualquier corrida hacia el dólar. De esta forma resurge la conocida bicicleta de ingresar capitales golondrinas, que retomarán vuelo cuando se agote el casino.

Para recibir un fuerte respaldo inicial de la City, Prat Gay y Stuzzeneger convalidaron también el desfalco de los seguros de cambio que realizó la administración saliente del Banco Central (enormes pagos a una cotización ridícula del dólar). El nuevo equipo negoció límites a la emisión de pesos que exigía ese contrato, pero aseguró a los bancos todos los lucros de la transacción.

Los financistas obtuvieron además un trofeo largamente esperado: la recuperación del Banco Central. Se disponen a retomar el directorio de esa entidad con el insólito disfraz de asegurar su “independencia”. Su próximo negocio será el arreglo con buitres.

Esa intermediación podría incluir compras totales o parciales de los pasivos en litigio, a cambio de comisiones adicionales o atribuciones para gestionar nuevos créditos. Las versiones sobre un préstamo directo del tesoro estadounidense ilustran el interés internacional por una operación, que seguramente incluirá inspecciones del FMI.

El tercer beneficiario del plan es la burguesía industrial exportadora. Obtuvo la reducción de las retenciones y la eliminación de regulaciones que restringían las importaciones de insumos (DJAI). Comenzará a recibir los dólares demorados por esas adquisiciones y negocia un bono para zanjar las compras impagas y las utilidades no giradas al exterior.

La principal promesa para ese sector es la implementación de una política estatal anti-obrera, que el macrismo disfraza con llamados al “orden, la productividad y la disciplina” laboral. El nuevo gobierno de “CEOcratas” incluye numerosos expertos en incrementar los ritmos de trabajo, organizar despidos y perseguir activistas. Los gerentes de recursos humanos ahora comandan las oficinas gubernamentales y el nombramiento de un ministro con apellido Triacca es un símbolo de lo que se viene.

También las empresas contratistas de servicios públicos recibirán su tajada. Los tarifazos se preparan con la declaración de la emergencia energética y la emisión mensual de facturas. Esos incrementos apuntan a recomponer la caja de las compañías. Ganaron fortunas con las privatizaciones y preservaron sus contratos durante la última década de subsidio estatal.

Ahora reaparecen los argumentos de la sintonía fina -que el kirchnerismo difundió pero no instrumentó- para justificar los aumentos del gas y la electricidad. Se afirma que los ricos malgastan energía calentando sus piscinas y que la clase alta paga cuentas irrisorias por el aire acondicionado. Esos abusos se corregirían con un simple recargo en el servicio. Pero el verdadero objetivo de esas descripciones es penalizar a toda población.

Lo mismo ocurre con las tarifas vigentes en el Interior. Como ciertamente son más elevadas habría abaratarlas, en lugar de encarecer las cuentas de los usuarios bonaerenses.

El gerente de Shell que ahora administra la energía del país tiene la mira puesta en asegurar precios del combustible que actualmente duplican la cotización internacional. Con esos números los usuarios no sólo solventan los beneficios de las compañías petroleras. También se impide cualquier reconversión estructural a un patrón de energía eólica y solar. El nuevo equipo ya decidió profundizar el sendero de Galluccio, que ha manejado YPF como una empresa privada con turbios contratos secretos con Chevron.

Macri ha diseñado un plan para toda la clase capitalista. Esa intención se verifica en la significativa ampliación del blanqueo. Los evasores del fisco -que el kirchnerismo indultó en sucesivas oportunidades- ahora tendrán otra posibilidad para transparentar sus negocios sin pasar por la AFIP.

TENSIONES Y SOSTÉN POLÍTICO

Los neoliberales están de fiesta. Pero la lluvia de beneficios que reparte el macrismo alimenta graves problemas. El conflicto más previsible se avizora con la recesión. El combo de inflación-devaluación y tarifazos induce fuertes tendencias contractivas en el próximo cuatrimestre.

Si el incremento de las tasas de interés para contener el dólar perdura, la recesión alcanzará porcentuales significativos. El encarecimiento del crédito no sólo afecta la producción corriente. También impacta sobre consumos más bancarizados y dependientes de las cuotas.

A pesar de la gran devaluación es improbable que las exportaciones puedan compensar la contracción del poder adquisitivo. El escenario externo se ha tornado muy adverso por la retracción imperante en el principal socio (Brasil) y en el mayor cliente (China) del país. Además, el aumento de las tasas de interés en Estados Unidos genera una fuerte competencia por la captación de capitales sobrantes.

Por esta razón es incierta la llegada de las inversiones que promete Macri. Un aluvión de divisas financieras debería compensar el decreciente ingreso de dólares comerciales, que acompaña al fin del superciclo de las materias primas. El 2015 cierra con un desplome del superávit comercial y como la soja ya no cotiza a 600 dólares se endurecen las disputas por preservar los mercados de otras exportaciones.

Los librecambistas del PRO podrían negociar la continuidad de esas ventas, ofreciendo la apertura del mercado argentino a los industriales foráneos. Macri mantiene un cuidadoso silencio frente a este tema, sabiendo cuán vivo está el recuerdo de la invasión importadora de los 90. Ya hay algunos tanteos para autorizar compras de bienes finales, que pueden devastar en tiempo récord al vulnerable aparato industrial del país.

Tensiones mucho más inmediatas se avecinan en el terreno fiscal. Mauricio asume con un déficit de 7 puntos del PBI y numerosas provincias sin fondos propios para pagar los sueldos. Todas las medidas que anunció incrementan el agujero de las cuentas públicas. Redujo drásticamente las retenciones sin explicar cómo compensará ese des-financiamiento del sector público. Sus economistas preparan tarifazos para cubrir ese bache y diseñan una brutal cirugía de gastos sociales, sueldos y jubilaciones del sector público.

El objetivo estratégico de Macri es reiniciar un curso neoliberal con mayor monitoreo estatal, para diluir la impronta neo-desarrollista de la última década. Su reivindicación de Frondizi y la presencia de un nieto de Frigerio en el gabinete sólo apuntan a resucitar el imaginario de crecimiento. Desecha por completo cualquier prioridad de desenvolvimiento industrial.

La viabilidad de su programa suscita incontables especulaciones. Por el momento sólo cabe registrar la evidencia de un ajuste solventado con endeudamiento. Necesitará un fuerte apoyo político para sostener un esquema anti-popular, que precipitará divisiones en las clases dominantes.

Frente a esas perspectivas Macri expande alianzas políticas y asegura su control del estado. Ocupa todos los espacios, coloca funcionarios aptos para la contra-reforma y presiona por los descabezamientos pendientes en sectores de la justicia y los medios de comunicación.

El nuevo presidente ya comenzó a gobernar por decreto vulnerando sus convocatorias a la concertación republicana. Intentó designar los auto-objetados “jueces macristas” en dos cargos vacantes de la Corte Suprema, sabiendo que necesita tribunales afines para bloquear amparos contra los ajustes.

También busca impunidad mediática para reducir la visibilidad de las protestas. Intervino el AFSCA desconociendo en forma grosera la autonomía de ese organismo. Pretende sepultar la ley de medios a cambio de coberturas favorables por parte de Clarín y La Nación. En lugar del prometido pluralismo de voces se apresta a hegemonizar la pantalla con relatos oficialistas, manipulación de la información y pasatismo de contenidos.

Pero la solidez de su gobierno depende de los acuerdos que alcance con los gobernadores, el Massismo y el Justicialismo en el Congreso. Macri negocia las leyes del ajuste con la gran lapicera que define los cheques y las designaciones. Mientras repite frases huecas sobre el consenso, intenta emular el modelo mexicano de turbias coaliciones parlamentarias. Ya instrumentó durante varios años ese tipo de contubernios en la Legislatura porteña y se apresta a reproducirlos en la Provincia de Buenos Aires.

Como los principales conflictos se dirimirán en las calles, Mauricio también prepara la criminalización de la protesta. Apaleó a los trabajadores de Cresta Roja, ensayó un frustrado envío de gendarmes a Jujuy y ultima los detalles de un protocolo para arremeter contra los piquetes. El mismo presidente que reclama la liberación del organizador de las guarimbas criminales en Venezuela hace la vista gorda frente al rebrote fascistoide de sus allegados en Mar del Plata.

Afortunadamente Macri ya afrontó sus primeros disgustos. Debió retroceder en el nombramiento de funcionarios derechistas (Ávila, Manfroni) y pospuso la designación de sus candidatos a la Corte. Tuvo que ratificar, además, la continuidad de los juicios a los genocidas, ante la contundente reacción de los periodistas contra un editorial pro-indulto del diario La Nación.

El PRO multiplicará las agresiones sociales antes del gran test de la paritaria docente. Tramita especialmente la complicidad de la burocracia sindical con ofrecimientos de continuado manejo de las obras sociales. Con cada jerarca discute alguna prebenda específica. Moyano es su principal interlocutor, por ejemplo, en el negocio de la basura.

La pantalla de estos contubernios es el pequeño alivio dispuesto en los pagos del impuesto a las ganancias, que tributan los trabajadores de mayores ingresos. Ese desahogo no alcanza a la inmensa mayoría de los asalariados y es poco significativo para los afectados por esa carga.

DOS RESPONSABLES

El atropello económico en curso se desenvuelve en medio de un gran juego del culpable que marea a la población. Macristas y kirchneristas se acusan mutuamente de provocar el ajuste. Por un lado, los economistas del PRO afirman que adoptan duras medidas para subsanar la “herencia recibida”. Por otra parte, los ex funcionarios de CFK proclaman que “la economía estaba bien” y sólo requería algunas “correcciones graduales”. Los dos relatos son ficticios y ocultan la aplicación de un remedio regresivo para los desequilibrios que potenció la era K.

El carácter artificial de esa controversia es muy visible en las interpretaciones de la inflación. Prat Gay afirma que el gobierno precedente toleró subas de precios para ensuciarle la cancha. Los allegados de Kiciloff responden que no podían contener incrementos precipitados por los anuncios de devaluación. Uno dice que permitieron los aumentos por desidia y el otro afirma que carecía de autoridad para actuar. En medio de esta discusión los capitalistas remarcan exentos de culpa.

Lo mismo ocurre con la devaluación. Macri sostiene que “nos dejaron economías regionales colapsadas” y los kirchneristas lo acusan de devaluar “para abaratar salarios”. Lo cierto es que el PRO transfiere ingresos a los acaudalados y que CFK atrasó adrede el tipo de cambio, para trasladarle el ajuste a su sucesor.

Macri también proclama que contrae deuda para atenuar los desbalances de un “Banco Central sin reservas”. En cambio los seguidores de CFK denuncian la hipoteca en formación para una “economía desendeudada”. Lo cierto es que el PRO trabaja para los financistas, frente a la descapitalización provocada por los pagos de la deuda que hicieron sus antecesores.

En medio de estas polémicas el macrismo encarece el crédito, afirmando que debe absorber la montaña de pesos emitida por el kirchnerismo. Con ese argumento oculta las gravosas consecuencias recesivas de su giro monetarista. Los K contrastan ese viraje con su promoción del consumo. Pero maquillan la inconsistencia de esa expansión, en un contexto de fugas de capital e inflación descontrolada.

Las contraposiciones entre macristas y kirchneristas enturbian todos los debates sobre el ajuste. Para esclarecer el nuevo escenario hay que impugnar tanto la arremetida neoliberal como los fracasos del progresismo.

La crítica al nuevo gobierno no puede posponerse con expectativas de lo que vendrá. Es ingenuo suponer que Macri “recién comienza” y merece un tiempo de espera. Está rodeado de funcionarios de los 90 y hombres del establishment que siempre han manejado el poder económico. La libertad de acción que logren será proporcional al daño que sufrirá la población.

Pero las fantasías que despliegan los economistas K sobre su gestión son igualmente insostenibles. Todos los desaciertos de esa experiencia volverán a repetirse si se elude un balance de lo ocurrido. Resulta esencial debatir el desemboque conservador que condujo a la convergencia con Scioli en un programa de devaluación, aumento de tarifas y arreglo con los buitres.

El modelo de la última década acentuó los desequilibrios estructurales del capitalismo argentino. Mantuvo una política impositiva regresiva, afianzó la primarización sojera, agravó el extractivismo minero-petrolero y perpetuó la estructura industrial concentrada. Otorgó, además, grandes subvenciones a los “capitalistas amigos” (Cirigliano, Báez, dueños de Cresta Roja) que impidieron modificar los pilares de la desigualdad social.

Es imprescindible romper el corset de dos alternativas capitalistas como único programa para la Argentina. Si sólo hay campanas neoliberales y neo-desarrollistas con disputas entre ortodoxos y heterodoxos, el país está condenado a un recambio cíclico de unos por otros. Construir una economía productiva al servicio de las mayorías populares exige transitar por otro camino.


(*) http://katz.lahaine.org/?p=264, 26 de diciembre del 2015.







Adam Booth


SEGÚN EL FINANCIAL TIMES (12 de diciembre 2015), "John Kerry, Secretario de Estado de EEUU, dijo: ‘Esta es una tremenda victoria para todos nuestros ciudadanos... Es una victoria para todo el planeta y para las generaciones futuras… Sé que todos vamos a estar mejor por el acuerdo que hemos terminado aquí hoy’”, mientras que "Xie Zhenhua”, de China el principal negociador climático, calificó el acuerdo como un "hito en los esfuerzos globales para responder al cambio climático."

En otra parte, siempre según el Financial Times (13 de diciembre 2015), "Angela Merkel, Canciller de Alemania, dijo que el acuerdo era “la primera vez que toda la comunidad mundial se ha obligado a actuar - a actuar en la batalla contra el cambio climático global”, mientras que el Papa Francisco también elogió el "esfuerzo concertado y la generosa dedicación de los involucrados.”

Pero antes incluso de que la tinta se hubiera secado en el papel, las dudas ya estaban siendo puestas de relieve sobre la viabilidad del acuerdo - dudas que, en última instancia, reflejan las limitaciones y contradicciones del sistema capitalista.

Elevación de las temperaturas; aumento de la presión

Entonces ¿por qué todas las palmadas en la espalda y la auto-felicitación entre los representantes en el COP21? En muchos aspectos, la alegría exhibida en París fue el resultado de las extremadamente bajas expectativas que han sido sembradas en relación a tales negociaciones, debido a los años de posturas y parálisis anti-climáticas.

Durante más de dos décadas, hasta ahora, el mundo ha sido tratado para una exhibición anual de la completa impotencia de los líderes políticos, que han fracasado de manera rutinaria en un acuerdo sobre cualquier camino a seguir en términos de reducción de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. Los delegados simplemente no han sido capaces de decidir cómo la responsabilidad debe ser compartida, con los representantes de cada nación simplemente tratando de exportar el problema a otra parte. El último gran intento en Copenhague en 2009 logró casi nada, con el único resultado de ser un "acuerdo" patético, valió menos que el papel en que fue escrito. Por consiguiente, el hecho de que algo se haya acordado en esta ocasión se considera que es un logro importante.

Muchos comentaristas, sin embargo, han ido mucho más allá y elogiaron el acuerdo de París por el compromiso de casi todos los países a un programa de objetivos de reducción de emisiones de carbono que tiene como objetivo mantener los aumentos de la temperatura global (en comparación con los niveles preindustriales) por debajo de 2°C, con los esfuerzos de limitar el aumento a uno aún más ambicioso de 1,5 °C. Además, el acuerdo exige a los países revisar y evaluar su progreso y metas cada cinco años, con el objetivo de tener las emisiones mundiales de carbono promedio neto de cero para el año 2050. Y por primera vez, los mayores emisores - los EEUU, China e India - se inscribieron en un acuerdo internacional sobre el cambio climático.

El hecho de que estos compromisos se hayan hecho es un reflejo de la campaña y de la presión desde abajo que han tenido lugar durante los meses y años previos al COP21. Como los impactos naturales y sociales del cambio climático se harán evidentes para todos, con cientos de miles en las calles en todo el mundo en las últimas semanas exigiendo la protección de nuestro planeta, los delegados en París han sentido los ojos del mundo en llamas sobre sus cabezas, mientras intentaban negociar un acuerdo.

El elefante en la habitación

Sin embargo, los límites del acuerdo de París también fueron rápidamente puestos a la vista. Muchos han señalado acertadamente que el acuerdo de París no ofrece ningún compromiso legalmente vinculante para reducir las emisiones de carbono - un punto de contención que estaba en el centro de los fracasos en todas las negociaciones anteriores. Para evitar la vergüenza en esta ocasión, el organizador de la ONU simplemente ignoró este elefante en la habitación, en su lugar pidió a los países a suministrar los "intentos" de objetivos para la reducción de emisiones. Pero, como señala The Economist (12 de diciembre 2015):

"Los esfuerzos descritos en los compromisos sobre la acción climática –“forzar contribuciones nacionales determinadas” de los 186 países que participaron en las negociaciones de París - están más en línea con un calentamiento total de 3°C que de uno de menos de 2°C, el límite que se ha escrito en documentos anteriores de la ONU, y mucho menos de 1,5°C".

Michael McCarthy, columnista de medio ambiente para el Independent, afirmó que "el tratado que ha llevado cuatro años laboriosos en su elaboración, no es simplemente suficiente."

"No podrá hacerlo, en su forma actual, mantener el calentamiento global por debajo del umbral de peligro reconocido por el mundo de 2ºC por encima del nivel preindustrial - menos aún por debajo del nuevo límite "aspiracional "de 1,5º C, que la conferencia decidió en una de sus más llamativas jugadas".
El ambientalista y periodista, sigue:

"Tenemos que ser claros: no hay garantía alguna de que el actual acuerdo traiga los recortes necesarios en las emisiones de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero que están causando que la atmósfera se caliente, con efectos potencialmente desastrosos. Las reducciones de CO2 voluntarias que prácticamente todos los países prometieron en el período previo a la conferencia, incluso si se aplican en su totalidad - y eso es un gran si bien… - sólo llevará a cabo el proyectado calentamiento a 2,7°C en el mejor de los casos, que es una muy buena entrada la peligrosa zona para el mundo; y este reconocimiento de las limitaciones del acuerdo está en el centro de las críticas dirigidas el fin de semana por algunos de los grupos más radicales de las campañas contra el cambio climático".

Hay que añadir, sin embargo, que incluso los objetivos limitados y los planes que se han acordado en el COP21 no representan más que buenas intenciones en el momento actual. Como el economista, Jeffrey Sachs, enfatizó en respuesta a los resultados de las negociaciones sobre el cambio climático, en el Financial Times (12 de diciembre 2015):

"Los diplomáticos han hecho su trabajo: El acuerdo de París señala que apunta en la dirección correcta... Lo que no hace, sin embargo, es garantizar su aplicación, que sigue siendo dominio de los políticos, hombres de negocios, científicos, ingenieros y la sociedad civil".

Sachs - un renombrado economista burgués - está siendo un poco generoso con sus amigos en Washington y Wall Street, sin embargo; la falta de acción contra el cambio climático no reside en lo más mínimo en las manos de "científicos, ingenieros y la sociedad civil". El problema no es de la ciencia y la tecnología, sino de los intereses de clase, son los empresarios y banqueros - y sus representantes políticos en todos los países - en primer lugar los que buscan proteger las ganancias de las grandes empresas.

Esto se mostró claramente en cuestión de horas después del acuerdo de París, cuando los directores ejecutivos de las principales empresas de combustibles fósiles - tan seguros de tener la última palabra en materia de política y regulación ambiental - declararon que ellos no vieron ningún cambio en sus planes como resultado de las negociaciones del COP21. De hecho, hacen hincapié en este punto sin ambigüedades, los políticos Republicanos estadounidenses hablaron categóricamente de su oposición al acuerdo de París, como informa el Financial Times:

"En los EEUU, Mitch McConnell, líder de la mayoría Republicana en el Senado, cuestionó el acuerdo de París, diciendo que la parte estadounidense se basó en medidas defendidas por el presidente Barack Obama que fueron impugnadas en los tribunales.

"Antes de que sus socios internacionales hicieran estallar el champán, se debe tener en cuenta que esta es una oferta inalcanzable basada en un plan nacional de energía probablemente ilegal, que la mitad de los estados han presentado una demanda para detener, y que el Congreso ya ha votado para rechazar”, dijo el Sr. McConnell.

Un portavoz de Paul Ryan, el presidente republicano de la Cámara de Representantes, dijo al Financial Times: "Este acuerdo no es vinculante para el Congreso de ninguna manera, y vamos a seguir centrándonos en una política energética que promueva los abundantes recursos naturales de América."

El camino al infierno

A pesar de las buenas intenciones y los colores políticos de los líderes mundiales que ahora tienen la tarea de aplicar las decisiones tomadas en París, sin embargo, dentro de los grilletes y la camisa de fuerza del sistema capitalista, los acuerdos internacionales siguen siendo, en el mejor caso, inestables e inciertos; en el peor, son utopías e ilusiones peligrosas.

En el fondo, es la barrera del Estado-nación, que bajo el capitalismo existe para proteger los beneficios y los intereses de la clase capitalista dentro de sus fronteras en el escenario mundial. Al igual que una banda de ladrones piratas, estos países pueden ser capaces de cooperar en el corto plazo, siempre y cuando haya suficiente botín para repartir; pero tan pronto como el botín se seca, los bandidos y mafiosos se lanzarán rápidamente al cuello unos contra otros.

El mundo ha sido testigo de importantes acuerdos internacionales en el pasado; sobre todo, la formación del consenso de la posguerra que rodeó al acuerdo de Bretton Woods, que fue responsable de la creación de un sistema monetario internacional, con organismos mundiales como las Naciones Unidas y el Banco Mundial en su timón. Esta cooperación internacional en el período posterior a la guerra, sin embargo, fue producto de una convergencia única de factores históricos, lo que llevó a una enorme mejora económica, y una época sin precedentes de estabilidad geopolítica, presidida por la potencia mundial hegemónica y sin rival del imperialismo norteamericano.

Hoy en día, las condiciones para dicha estabilidad se han ido. Las condiciones materiales para las reformas han sido destrozadas como consecuencia de la crisis más profunda en la historia del capitalismo; la decadencia del imperialismo estadounidense, por su parte, además de los impactos de la crisis económica mundial, han dado origen a las relaciones geopolíticas más turbulentas desde la Segunda Guerra Mundial. Esto se demuestra sin rodeos en la crisis en el Medio Oriente; la desintegración del proyecto europeo; el colapso en los precios del petróleo; el flagelo del terrorismo y el fundamentalismo; y las oleadas de refugiados que huyen de las guerras y de la pobreza en el extranjero.

¿Quién paga?

Al final del día, la cuestión se reduce a una simple pregunta: ¿quién paga? Como parte del acuerdo de París, los países capitalistas avanzados se han comprometido a transferir al menos 100 mil millones de dólares al año a los países en desarrollo en 2020, para ayudar a las naciones más vulnerables a hacer frente a los impactos y efectos del cambio climático. Además de esto, hay una clara necesidad de que cientos de miles de millones más se destinen a inversión en energías renovables y tecnologías verdes necesarias para reducir las emisiones de los objetivos acordados en el COP21.

Y, sin embargo, existe claramente el dinero. Ya, según las estimaciones oficiales de la Agencia Internacional de la Energía, los subsidios a la industria de los combustibles fósiles llegan a casi $ 600 mil millones en total. Además de esto, puede ser que se desee hablar de los 1,6 billones de dólares gastados en todo el mundo en armas, y las armas para combatir en las guerras imperialistas. En lugar de allanar los desiertos del planeta con paneles solares, nuestros gobiernos capitalistas gastan vistosas cantidades para luchar por el acceso al oro negro que se encuentra debajo.

A medida que la crisis global del capitalismo se profundiza y se esparce, aquellos acuerdos internacionales pensados entre diplomáticos y negociadores en el santuario de los centros de conferencias de París serán rápidamente quebrados por la dura realidad del sistema capitalista y su carrera al abismo en su lógica de la competencia.

Ya vemos cómo las duras reformas y los derechos ganados en el pasado están siendo erosionados por los ataques sin fin y la austeridad de la clase dominante, con el fin de proteger los beneficios del 1% de la población. Del mismo modo, las regulaciones ambientales y las reformas peleadas hoy, serán las primeras en ser atacadas - junto con lo que queda de los derechos de los trabajadores a organizarse en contra de sus patrones - en el futuro, a medida que los capitalistas traten de recuperar los beneficios que han perdido como resultado de dichas leyes.

Los analistas burgueses más clarividentes ya han llegado a la conclusión de que otra recesión mundial está en el horizonte, amenazando con sumir a la economía global de nuevo en la oscuridad de la recesión y la crisis. En tal caso, todas las buenas palabras acordadas en el COP21 bajo la observación y escrutinio de la población del planeta serán rápidamente tiradas a un lado cuando los políticos burgueses se apresuren a salvar el sistema que les beneficia y a la clase que representan.

El parásito del capitalismo

Después de siete años de crisis sin fin, los capitalistas y sus representantes políticos han demostrado claramente que son incapaces de dirigir la economía, por no hablar de la gestión de algo tan complejo e importante como el medio ambiente. Y sin embargo, la riqueza y la tecnología para resolver los problemas del cambio climático están a la mano justo en frente de nosotros, a la espera de ser recogidas, si se las coloca bajo el control de la sociedad, y se utilizan en interés del 99%, en lugar de las ganancias de unos pocos.

El problema fundamental no es de voluntad política, sino de las leyes económicas y su lógica. Sólo mediante la sustitución de las leyes de la competencia, la ganancia y la propiedad privada con un plan de producción socialista, democrático y racional, podremos poder hacer frente en serio a las cuestiones ambientales con el vigor necesario.

En medio de todas las celebraciones en París, como marxistas debemos decir una verdad incómoda: la única manera de garantizar la salud y la protección de nuestro planeta es poner fin al sistema capitalista canceroso y parasitario que le está chupando la vida.


(*) Jueves 24 de Diciembre de 2015. http://www.luchadeclases.org/internacional/temas/2336-despues-cumbre-cambio-climatico-problema-es-el-capitalismo.html

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