Sobre la Revolución de Túpac Amaru
(Décimo Tercera y Última Parte)
Emilio Choy
EL VIGOR DE LA
GUERRA CIVIL de Túpac Amaru deja, después del análisis histórico, la sensación
de haber contemplado erguirse a un gigante, romper sus cadenas por un momento
para volver a ser encerrado en una prisión más amplia. Más se identificaron con
el espíritu de ese gigante, Micaela Bastidas y Túpaj Katari y los otros
capitanes de la insurrección india. Pero tampoco podemos disminuir los méritos de
Túpac Amaru, a pesar de sus grandes errores. Su actuación más brillante se
realiza después de su captura por los verdugos de Areche. Como conductor reveló
estar mal orientado; solo en medio de sus carceleros y verdugos mostró una
firmeza extraordinaria. A pesar del tiempo transcurrido aún asombra cómo pudo
convertirse de acusado en acusador de Areche, el verdugo del virreinato. Este
aspecto indoblegable y su entereza durante su martirio lo convirtieron en un
héroe en la historia, a pesar de las vacilaciones e influencias que no pudo
vencer[10].
La
masa indígena se benefició en cierto modo con la supresión, después de la
revolución, de los corregimientos y los repartimientos y los reemplazó por la
libertad de comprar[11], que aunque parezca
de poca importancia, fue una gran conquista de las masas que sufrían las imposiciones
del corregidor. Había intenciones, desde antes de la insurrección, de suprimir
los repartimientos; esto como buen deseo hubiese quedado en el papel, como las
Leyes de Indias. Los millones de pesos que iban a poder de los corregidores
entraron a la circulación económica y esto sirvió para tonificar al comercio y
las manufacturas.
Carlos
III, que se había empeñado en debilitar sistemáticamente el virreinato limeño
con gastos agobiadores, a la vez que despojarlo de los cuantiosos ingresos del
Alto Perú, en 1776, para fortalecer al virreinato de Buenos Aires, cedió algo
de su empeño de dejar anémica la economía peruana.
La
amputación del Alto Perú estaba destinada a dejar en quiebra al virreinato
peruano, y esta negativa tendencia, iniciada por Carlos III, ha sido seguida,
consciente o inconscientemente, por todos los que se opusieron a la unidad de
las dos partes de lo que debe ser un solo cuerpo estatal. Sin embargo, esta
pérdida no pudo impedir que la colectividad peruana siguiera estructurando las
bases del futuro Estado, con la seguridad de que llegaría el momento en que se
conquistarían mayores libertades, las cuales harían posible, al final, romper
la dominación española. El sacrificio de Túpac Amaru y de decenas de millares
de peruanos no fue, pues, estéril. Las condiciones sociales del país, ya
menguadas en su aspecto económico por los Borbones, en lugar de retroceder como
esperaba el gobierno español, no sólo no se estancaron, sino que avanzaron un
poco, pero avanzaron; y esto era lo importante, porque el dominio del porvenir
sólo se consigue avanzando.
** Ver edicto de
Lampa de 23 de diciembre de 1780 - Odriozola. T. ...págs. 42, 43. (N.E.
Anotación al margen de Emilio Choy, posterior a la publicación del ensayo).
[10]La
afirmación del historiador Carlos Daniel Valcárcel de que Túpac Amaru fue
fidelista tiene justificación si se tienen en cuenta las declaraciones en el
proceso a que fue sometido y en el que declaró que los culpables que merecían
la muerte eran él y el visitador, pues afirmó que sólo quería eliminar a los
funcionarios que eran unos ladrones, pero insistió en su fidelidad a Carlos
III. Tal actitud se observa, asimismo, en casi todos los documentos dedicados a
atraerse a los criollos. Pero señalar a Túpac Amaru como fidelista es un
enfoque unilateral que es razonable modificar. No se puede ser frío y caliente.
Pero el Inca fue frío y caliente, su posición dependía de las circunstancias.
Lewin acierta cuando dice que en algunos lugares se presentaba como fidelista y
en otros como separatista. Tenía que obrar de acuerdo con las condiciones
políticas para poder lograr las adhesiones con que esperaba fortalecer su
movimiento que intentaba resucitar algunos aspectos del fenecido imperio del
Tahuantinsuyo. En la localidad donde era conveniente, cuando las masas lo
acogían incondicionalmente, proclamaba su título de Rey; si el ambiente era
menos favorable se presentaba —como ocurrió con el Cabildo del Cusco— como fiel
ejecutor de mandatos moralizadores del gobierno de Carlos III, tratando de
coincidir con las aspiraciones de los criollos.
[11]El
haberse lanzado Túpac Amaru contra los corregimientos y el repartimiento
constituyó el acierto revolucionario de la insurrección. El sistema de los
corregimientos y repartimientos afectaba desde el indio al mestizo, a plebeyos
y pequeños burgueses, campesinos y artesanos. La abolición del repartimiento
era una necesidad sentida por todos; era una bandera que fundía las
aspiraciones de todos en un "solo cuerpo". Una dirección que hubiese
comprendido la importancia de esta demanda habría llevado el movimiento al
triunfo hasta conseguir la independencia, porque interpretaba el sentir de
todas las clases que odiaban la dominación de los Borbones y de su aliado más
seguro: el grupo que detentaba el monopolio comercial limeño'. En cambio, el
sector más importante de los criollos, los propietarios de los obrajes, los
terratenientes capitalistas, los industriales mineros y los pequeños comerciantes
que sufrían la opresión estranguladora de la organización política del
virreinato, se hubieran alineado al lado de las masas indígenas en su lucha
contra el enemigo común.
La supresión de los
repartimientos, y posteriormente de los corregimientos, reemplazándolos con las
intendencias, fue un notable progreso que permitiría a los comerciantes poder
vender en un mercado que había sido coto cerrado del corregidor; el cual
imponía a todas las personas que se encontraban dentro de su jurisdicción,
desde muías cojas hasta costosas telas de Cambray, o encajes de Bruselas. Si
tenía derecho a vender sólo 100 mil pesos, obligaba —sin tener en cuenta las
posibilidades monetarias— a sus gobernados a recibir tres o cuatro veces más.
No existía manera más eficiente de empobrecer a la población y afectar a los
demás comerciantes (que no tenían la suerte de conseguir un corregimiento). Por
eso se decía que el corregidor era un alquimista que transformaba la sangre del
indio en oro, sin emplear la piedra filosofal.
Se ha creído que
los abusos de índole económica que realizaban los funcionarios era el resultado
de una política equivocada de la metrópoli.
¿Por
qué no creer que era deliberada? Fomentando la miseria también se estaba
asegurando el atraso y la postergación de las corrientes económico-sociales que
conducirían a la independencia.
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