viernes, 1 de enero de 2016

Educación

Mariátegui y la Educación

(Segunda y Última Parte)




Sara Beatriz Guardia

Mariátegui y la Educación

Mariátegui le consagra a la educación el cuarto ensayo de los 7 Ensayos titulado “El Proceso de la Instrucción Pública”, conformado por seis acápites: La herencia colonial y las influencias francesa y norteamericana; La Reforma Universitaria: Ideología y Reivindicaciones; Política y Enseñanza Universitaria en América Latina; La Universidad de Lima; Reforma y reacción; e Ideologías en contraste. Así mismo, el libro Temas de Educación, reúne veinticuatro artículos suyos sobre educación escritos entre 1923 y 1929. Ambas obras constituyen la referencia bibliográfica básica del presente trabajo.

Hay tres aspectos que consideramos claves en el análisis de la educación realizado por Mariátegui en los 7 ensayos: una educación que no excluya al indio; una educación vinculada a la realidad socioeconómica del país; y una educación abarcadora. Todo lo cual conforma una visión distinta de la modernidad en América Latina.

En ese sentido la obra de Mariátegui significa la expresión de una nueva conciencia nacional afirmada en un movimiento de renovación (20). Fundó “en el Perú, un espacio textual de reflexión sobre una identidad peruana moderna. Su propuesta política conjuga, por un lado, la cultura occidental, en particular el marxismo; y, por otro, la cultura andina” (21), encuentro que constituye la matriz básica de su pensamiento y la visión de una modernidad diferente. Una modernidad socialista, una modernidad en la que equidad y justicia existan para todos, una modernidad que también propugne el desarrollo de la literatura, la estética, el arte.

Inicia su análisis situando la historia de la instrucción pública en el Perú con tres líneas de influencia: la española, francesa y norteamericana. De éstas, la herencia española es la de mayor dominio producto de la colonización donde primó una educación fuertemente arraigada a un concepto eclesiástico, una enseñanza excluyente, privilegio de una casta que marginó a los indios y mestizos.

“El español – señala Mariátegui - trajo a la empresa de la colonización de América su espíritu medioeval. Fue sólo un conquistador; no fue realmente un colonizador. Cuando España terminó de mandarnos conquistadores, empezó a mandarnos únicamente virreyes, clérigos y doctores.” (22)

En su intento por superar la exclusión del indio y formular una política de educación nacional orientada a toda la población sin exclusiones en razón de etnia ó clase, Mariátegui afirma que la educación en el Perú “no tiene espíritu nacional: tiene más bien un espíritu colonial y colonizador. Cuando en sus programas de instrucción pública el Estado se refiere a los indios, no se refiere a ellos como a peruanos iguales a todos los demás. Los considera como una raza inferior. La República no se diferencia en este terreno del Virreinato” (23).

Pero no se trata de una herencia cultural o intelectual, es ante todo una herencia económica y social, puesto que una educación elitista solo es posible si existe una economía de grupos y capas privilegiadas. El problema de la enseñanza se convierte así en un problema económico y social, y este es un aporte fundamental de Mariátegui, porque tal como apunta Alberto Tauro en el prólogo de Temas de Educación, cualquier esfuerzo tendiente a “solucionar aisladamente los problemas de la educación será artificioso y precario, porque la naturaleza de sus causas no es sólo educacional; y así los moldes de la educación deben adecuarse al carácter de la economía y la política. (…) La crisis de la educación es reflejo de una crisis estructural de la sociedad” (24).

La educación que propugna Mariátegui forma parte de la tarea de crear un Perú nuevo dentro del mundo nuevo. No es un asunto aislado de la sociedad ni de su evolución económica, y este es precisamente – escribe Mariátegui - el mayor error que han cometido muchos re­formadores al pretender implantar métodos idealistas basados en una doctrina exclu­sivamente pedagógica. “Sus proyectos han ignorado el íntimo engranaje que hay entre la economía y la enseñanza y han pretendi­do modificar ésta sin conocer las leyes de aquélla” (25).

Por ello enfatiza la necesidad de analizar y pensar la educación en un contexto socio económico y político. Por ejemplo, los acuerdos adoptados en la Convención Internacional de Maestros de Buenos Aires traducen para Mariátegui un nuevo ideario, porque defienden una enseñanza vinculada a principios de fraternidad y solidaridad basados “en una más justa distribución de la riqueza entre los hombres”. Todo lo cual afirmará, “la alianza de los maestros con los trabajadores manuales que luchan por un programa de justicia so­cial y económica; y reclaman la democrati­zación efectiva de la enseñanza…” (26).

En consecuencia, considera necesario que la reforma de la educación comprenda los estudios primarios y a los maestros primarios que son los que tienen una labor más abnegada, el salario más bajo, y por lo general pertenecen a estratos pobres de la sociedad, mientras que los maestros universitarios gozan de mayores privilegios. Sin embargo, señala Mariátegui, el maestro primario es sólo maestro, en cambio “el profesor de la Universidad es, al mismo tiempo, literato o político. La do­cencia secundaria y universitaria, tanto por su función como por su estructura, tiende a crear una burocracia conservadora” (27).

        Se trata de una política educacional que incluya a todos los sectores de la población, sin ningún tipo de exclusión, donde los indios, los pobres y las mujeres estén incorporados. En Temas de Educación tres artículos se refieren a la cuestión femenina:“La mujer y la política”, “Las reivindicaciones feministas”, y el “III Congreso Internacional de la Reforma Sexual”. En "La mujer y la política", calificó como uno de los acontecimientos sustantivos del siglo veinte "la adquisición de la mujer de los derechos políticos del hombre" (28), lo que permitió su ingreso a la política, el parlamento y el gobierno.

        Mariátegui consideraba que la Revolución Rusa estaba conectada a la historia de las conquistas del feminismo, y que la constitución de los soviets acordaba a la mujer los mismos derechos que al hombre. En la base de este planteamiento figuraba otro propugnado por Mariátegui según el cual las reivindicaciones victoriosas del feminismo constituyen el cumplimiento de una última etapa de la revolución burguesa y del ideario liberal. En ese sentido la  Revolución Francesa inauguró un régimen de igualdad política para los hombres; no para las mujeres. "Los Derechos del Hombre podían haberse llamado, mas bien, Derechos del Varón" (29), concluye.

        No cree posible que todas las mujeres se puedan reunir en un movimiento feminista único, puesto que el feminismo tiene varias tendencias y colores. Existe así, un feminismo burgués, un feminismo pequeño-burgués y un feminismo proletario, cada uno con sus propias reivindicaciones y luchas (30). El rechazo de Mariátegui ante "la defensa de la poesía del hogar", es enfático. Esta, es en realidad, dice, una defensa de la servidumbre de la mujer. "En vez de ennoblecer y dignificar el rol de la mujer, lo disminuye y lo rebaja" (31).

        En el único artículo que Mariátegui se refiere a la cuestión sexual, escrito a propósito de la realización del III Congreso Internacional de la Reforma Sexual que tuvo lugar el 18 de octubre de 1929, se refiere al rol de la mujer en la sociedad, el control de natalidad, la libertad de las relaciones sexuales, el aborto y prostitución. En este caso, el planteamiento de Mariátegui está orientado a asignarle a la mujer y a la educación un rol importante, y señala que "el destino de un pueblo depende, en gran medida, de su educación sexual” (32)

        Nada escapa a su mirada acuciosa: política, economía, arte, cultura, literatura, cine, psicoanálisis. Todo forma parte del conjunto de la sociedad que él intenta cambiar de rostro. No es imparcial ni ajeno a cuanto ocurre a su alrededor. "No soy un espectador indiferente al drama humano", enfatiza. "Soy, por el contrario, un hombre con una filiación y una fe" (33)

Pero esta educación sin exclusiones y de carácter nacional  requiere y exige una escuela única, sostiene Mariátegui. Es en la enseñanza única donde “se resuelven y se condensan todas las otras tendencias de adaptación de la educación pública a las corrientes de nuestra época”,  porque es consustancial con una democracia social que permita que todas las personas sean libren y tengan los mismos derechos en (34) el acceso a la educación y a la cultura. “Los niños deben, pues, instruirse juntos en la escuela comunal; no debe haber escuelas de ricos y escuelas de pobres” (35).

Un cuestionario enviado por la Revista Repertorio Americano en la que se le preguntaba: ¿Cree usted que la enseñanza debe unificarse con determinados propósitos raciales en los países de nuestra América Latina?, y ¿Estima usted pruden­te que nuestra América Latina tome una ac­titud determinada en su enseñanza ante el caso de los Estados Unidos del Norte?, le permiten a Mariátegui referirse a cuestiones centrales de la educación como es: Educación gratuita y laica, la reforma universitaria, la libertad de la enseñanza, enseñanza única y enseñanza de clase, los maestros y el nuevo espíritu y la escuela, todos publicados en el libro Temas de Educación.

Ubica la fórmula "educación gratuita, laica y obliga­toria" como receta del viejo ideario demo-liberal-burgués, una fórmula que en sí misma dice y vale poco. Primero porque se trata de una cuestión que no está planteada en los mismos términos en varios países de América Latina donde la religión mantiene intacto su dominio en la enseñanza. “Y, por consiguiente, - dice Mariátegui - ahí no se trata de extender la enseñanza lai­ca sino de adoptarla. O sea de empeñar una batalla que puede conducir a la vanguardia a concentrar sus energías y sus elementos en un frente que ha perdido su valor estra­tégico e histórico” (36).

Mientras que en los países donde la Reforma creó un ambiente favorable al capitalismo la escuela protestante nació impregnada de liberalismo, y la escuela laica como un producto natural del liberalismo y del capitalismo. En cambio, “en los países donde el capitalismo mantuvo el dominio la iglesia solidaria con la economía medioeval y los privilegios aristocráticos retrasó las condiciones históricas para el desarrollo del capitalismo” (37).

Mariátegui sindica a George Sorel como uno de los pocos que denunciaron la mediocridad de la mo­ral laica, carente “de los elemen­tos espirituales indispensables para crear caracteres heroicos y superiores”. “No satisface – dice Mariátegui - la necesidad de absoluto que existe en el fondo de toda inquietud humana. No da una respues­ta a ninguna de las grandes interrogaciones del espíritu. Tiene por objeto la formación de una humanidad laboriosa, mediocre y ovejuna” (38).

Tampoco le confiere demasiada importancia a la libertad de enseñanza porque tal como está planteada coinciden en su defensa “por diversos caminos, los custo­dios hieráticos de la Tradición y no pocos caballeros andantes de la Utopía” (39). Sostiene que la libertad de la enseñanza es un ficción, puesto que el Estado, “cualquier que él sea, no puede renunciar a la dirección y al control de la educación pública”, por la sencilla razón que el Estado es el órgano de la clase dominante, y tiene “por ende, la función de conformar la enseñanza con las necesidades de esta clase social” (40). Entonces ¿de qué libertad de enseñanza estamos hablando?

Para Mariátegui uno de los hechos que mejor expresa el surgimiento de una nueva conciencia nacional, es el movimiento de renovación que se afirma cada día más entre los maestros. “El maestro peruano quiere ocupar su puesto en la obra de reconstrucción social. No se conforma con la supervivencia de una realidad caduca. Se propone contribuir con su esfuerzo a la creación de una realidad nueva” (41).

Por el contrario, desde su origen la historia de la universidad tiene como común denominador su falta de vinculación con la realidad nacional y con las aspiraciones del país, señala Mariátegui citando el libro La vida Universitaria de Víctor Andrés Belaúnde. Pero advierte que la “investigación de Belaúnde no podía ir más allá” en razón de sus vínculos con la burguesía y que solo se detenía en la constatación “sin buscar sus razones profundas. Más aún: tenía que contentarse con explicárselo como la consecuencia de un “triste destino” (42). Hasta el surgimiento del movimiento estudiantil la Universidad permaneció dominada por el espíritu de la colonia, y fue solo gracias a esas intensas jornadas que el gobierno reconoció su autonomía bajo el rectorado de  Manuel Vicente Villarán (43).

La reforma sustancial para Mariátegui debe orientarse a la enseñanza primaria, porque la enseñanza secundaria y la universitaria constituyen un terreno poco propicio a la renovación y al cambio. La herencia española no consiste en un método pedagógico sino en un régimen económico-social; por ello, el problema del analfabetismo del indio resulta ser un problema que desborda un plan meramente pedagógico (44).

El nacimiento de una corriente socialista, la adhesión a la socialización de la cultura y el nuevo ideario educacional sobre los maestros, expresado en publicaciones aparecidas en Lima y provincias (45) constituyen para Mariátegui el nacimiento de una nueva conciencia surgida al calor de las luchas y no derivada de reformas técnicas. Cita los aportes fundamentales del Congreso Internacional de Estudiantes de México de 1921 en el que se acordó la participación de los estudiantes en el gobierno de las universidades, la implantación de la docencia libre y la asistencia libre. Los estudiantes chilenos también se pronunciaron en defensa de la autonomía universitaria, la reforma del sistema docente mediante el establecimiento de la docencia libre y, por consiguiente, de la asistencia libre de los alumnos a la cátedras, también la revisión de los métodos y del contenido de los estudios, y la extensión universitaria como medio de vinculación de la Universidad con la vida social (46).

El ejemplo más representativo de esta vinculación fue la creación de las universidades populares, “uno de los episodios de la revolución intelectual que actualmente se cumple” (47), señala Mariátegui, porque fueron concebidas con un criterio diferente a los “tímidos tanteos de extensión universitaria (…) en toda la América Latina en visible concomitancia con el movimiento estudiantil. De la Universidad han salido, en todos los países latinoamericanos, grupos de estudiosos de economía y sociología que han puesto sus conocimientos al servicio del proletariado, dotando a éste, en algunos países, de una dirección intelectual de la que antes había generalmente carecido. Finalmente, los propagandistas y fautores más entusiastas de la unidad política de la América Latina son, en gran parte, los antiguos líderes de la Reforma Universitaria que conservan así su vinculación continental, otro de los signos de la realidad de la "nueva generación" (48).

Finalmente, y para terminar deseo recordar aquello que dijera Mariátegui, que los verdaderos revolucionarios no proceden nunca como si la historia empezara con ellos. Saben que representan fuerzas históricas, cuya realidad no les permite complacerse con la ultraísta ilusión verbal de inaugurar todas las cosas”. Los revolucionarios encarnan la voluntad de la sociedad de no petrificarse en un estadio, de no inmovilizarse en una actitud. A veces la sociedad pierde esta voluntad creadora, paralizada por una sensación de acabamiento o desencanto. Pero entonces se constata, inexorablemente, su envejecimiento o su decadencia” (49). La historia la hacen los hombres poseídos e iluminados por una creencia superior, por una esperanza super–humana; los demás hombres son el coro anónimo del drama. La crisis de la civilización burguesa apareció evidente desde el instante en que esta civilización constató su carencia de mito” (50).

Notas

[20] Mariátegui. Temas de Educación. Lima, 1970, p. 52. (Todas las citas pertenecen a esta edición).
[21] Mónica Cohendoz. “Hacia una tradición andina moderna”. CELEHIS, Mar del Plata, p. 126.
[22] Mariátegui. “La herencia colonial y las influencias francesa y norteamericana”. 7 ensayos, p. 110.
[23] Ibíd.,  p. 106.
[24] Tauro. Prólogo.Temas de educación, p. 10.
[25] Mariátegui. “La enseñanza y la economía”. Temas de educación, p. 32.
[26] Mariategui. “Convención Internacional de Maestros de Buenos Aires”. Temas de Educación, p. 62.
[27] Mariategui. “Los maestros y las nuevas corrientes”. Temas de Educación, p. 47.
[28] Mariátegui. "La mujer y la política". Temas de Educación, p. 123.
[29] Ibíd., pp. 125-126
[30] Mariátegui. "Las reivindicaciones feministas". Temas de Educación, p. 130
[31] Ibid., p. 132
[32] Mariátegui. "El III Congreso Internacional de la Reforma Sexual". Temas de Educación, p. 135.
[33] Mariátegui. La escena contemporánea. Lima, 1970. p.12
[34] Mariategui. “Enseñanza única y enseñanza de clase”. Temas de Educación, p. 40.
[35] Ibíd., p. 42.
[36] Mariategui. “Introducción a un estudio sobre el problema de la Educación Pública”. Temas de Educación, p. 18.
[37] Ibíd., p. 19.
[38] Ibíd., p. 21.
[39] Mariategui. “Libertad de enseñanza”. Temas de Educación, p. 25.
[40] Ibíd., p. 30.
[41] Mariategui. “El nuevo espíritu de la escuela”. Temas de Educación, p. 52.
[42] Mariátegui. “La Universidad de Lima”. 7 ensayos, p. 134.
[43] Mariátegui. “Reforma y reacción”. 7 ensayos, pp. 139-140.
[44] Mariátegui. “Ideologías en contraste”. 7 ensayos, pp. 158-160.
[45] Revista Peruana de Educación (Lima), Revista del Maestro, Revista de Educación (Tarma), Ideario Pedagógico (Arequipa), El Educador Andino (Puno).
[46] Mariátegui. “La Reforma Universitaria: Ideología y Reivindicaciones”. 7 ensayos, p. 128.
[47] Mariátegui. “Nota de adhesión en el sexto aniversario de la Universidad Popular”. Boletín de las Universidades Populares Gonzáles Prada. Lima, enero de 1927. Mariátegui Total, tomo 1, Lima, 1994, pp. 918-919.
[48] Mariátegui. “La Reforma Universitaria: Ideología y Reivindicaciones”. 7 ensayos, p. 127.
[49] José Carlos Mariátegui. “Hetedoroxia de la tradición”.  Peruanicemos al Perú. Lima, 1970, pp. 118-119; Mariátegui Total. Lima, 1994, pp. 324-326.
[50] José Carlos Mariátegui. “El hombre y el mito”. El alma matinal. Lima, 1972, p. 24; Mariátegui Total. Lima, 1994, pp. 497-499.


Bibliografía

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Capítulos de libros

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Revistas

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1 comentario:

  1. INTERESANTE ARTICULO... SERIA BUENO QUE ESCRIBIERA SOBRE LA SITUACION DE LA UNIVERSIDAD PPUBLICA Y PRIVADA EN ESTOS DIAS , EN QUE SAN MARCOS HA ESTADO EN LAS NOTICIAS.

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