martes, 1 de septiembre de 2015

LITERATURA


 
Un Teórico Que No Quiere Serlo

 
(Primera Parte)
Julio Carmona

 
EL CIUDADANO FRANCÉS, ESTUDIOSO de la literatura peruana, Roland Forgues, en el Encuentro Internacional de Literatura organizado por él con ocasión de otorgársele a Mario Vargas Llosa el Doctorado Honoris Causa de la Universidad Pau-Tarbes (Francia) —en alocución muy sui generis, dialogando con él— resume su labor teórica de la siguiente manera:
 
En tu notable tesis sobre la obra narrativa de Gabriel García Márquez, Historia de un deicidio, publicada en 1971, echabas las bases de una original teoría de la creación literaria acerca de las relaciones entre Ficción y Realidad, entre Verdad y Mentira, yendo hasta a hablar algunos [años] más tarde de la “verdad de las mentiras”, título de un ensayo publicado en 1990. (D-2001: 20. Cursiva mía.)
 
No obstante esa evidente incursión en la dimensión teórica de la literatura por parte de MV, especialmente en el libro aludido de 1971, éste no admite estar haciendo tal teorización o acercamiento científico a la literatura. En el discurso de orden leído en dicho encuentro —y que también aparece en el libro citado de Forgues— insinúa que no se debería hablar de la literatura como ciencia:
 
aunque algunos críticos y teorizadores se empeñen en convertirla en una ciencia [a la literatura, dice], porque la ficción no existe para investigar en un área determinada de la experiencia, sino para enriquecer imaginariamente la vida.
 
Y, realmente, sorprende esa opinión. Ningún crítico o teorizador (de la literatura ni de ninguna otra disciplina afín) puede haber planteado tan peregrina proposición. Es probable que haya sido un lapsus de MV. Porque lo cierto es que cuando se habla de ciencia de la literatura no se alude al trabajo de los poetas, escritores o literatos, es decir, no se sugiere que el trabajo de éstos sea ciencia o que contribuya a explicar científicamente el mundo (como parece decir MV, sin que se anule o niegue la implícita o subyacente visión del mundo latente en él.) Para evitar ser acusado de “manipulación del texto” cito completa la parte correspondiente:
 
Ese conocimiento totalizador y en vivo del ser humano, hoy, sólo se encuentra en la novela. Ni siquiera las otras ramas de las humanidades —como la filosofía, la psicología, la sociología, la historia o las artes— han podido preservar esa visión integradora y un discurso asequible al profano, pues, bajo la irresistible presión de la cancerosa división y subdivisión del conocimiento, han sucumbido también al mandato de la especialización, a aislarse en parcelas cada vez más segmentadas y técnicas, cuyas ideas y lenguajes están fuera del alcance de la mujer y el hombre del común. No es ni puede ser el caso de la literatura, aunque algunos críticos y teorizadores se empeñen en convertirla en una ciencia, porque la ficción no existe para investigar en un área determinada de la experiencia, sino para enriquecer imaginariamente la vida, la de todos, aquella vida que no puede ser desmembrada, desarticulada, reducida a esquemas o fórmulas, sin desaparecer. (1)
 
Cuando se habla de ciencia de la literatura se alude al trabajo científico que se ejerce sobre ella. Es decir que, con la palabra ‘ciencia’ se hace referencia al trabajo de los críticos, teóricos e historiadores de la literatura, que convierten en objeto de estudio las obras de sus creadores, como MV lo ha hecho, según Forgues. Pero una similar oposición a que se consideren sus opiniones como teóricas o ‘científicas’ la plantea MV en su primera respuesta a Ángel Rama (contradiciendo anticipadamente —de paso— a Forgues.) Dice que él no ha “pretendido jamás hacer una definición ‘científica’ del novelista.” (C-1983: 179-186.) Con lo cual deja entrever que el trabajo (motivo de la polémica con Rama): Historia de un deicidio (y relevado como ‘teórico’ por Forgues) no es un trabajo que tenga intenciones teóricas. Sería —en todo caso, dice— la base, el punto de partida para desarrollar su objetivo fundamental: el estudio crítico de la obra de Gabriel García Márquez. Leámoslo textualmente:
 
Yo no he pretendido jamás una definición ‘científica’ del novelista. He trazado una hipótesis que es personal pero no original: ella debe su origen empírico a mi propia experiencia de escritor, y su formulación, llamémosla ‘teórica’, a una suma de autores... (Op. cit.: 182.)
 
Nótese que hasta cuando alude al respaldo de otros autores es reticente a considerar como ‘teórica’ la formulación de ellos en que se basa (2). A pesar de esa tajante declaración, en una entrevista periodística de la época (1972) se contradice respecto de ella. Dice ahí: “Justamente tengo ahora una polémica sobre todo esto con Ángel Rama. Estoy convencido de que hay una neurosis en la base de toda vocación literaria, y que esa vocación tiene como foco inicial un cierto trauma” (C-2004: 96.), sin percatarse de que esa generalización (“en la base de toda vocación literaria”) se convierte en una opinión teórica, puesto que toda generalización sobre algo es una teoría en sí misma (3). Un teórico ponderado, como es el chileno Félix Martínez Bonatti, dice que:
 
Se trata de una determinación apriorística de la estructura esencial y necesaria de estos objetos de pura intencionalidad que son las obras poéticas. Una determinación de validez irrestrictamente general, para la cual basta, idealmente, una sola experiencia poética.
 
Sobre la base de este principio de ‘generalización’, si alguien —como MV— dice: “En el corazón de toda literatura hay una actitud de rebeldía y su propia experiencia es un testimonio de infelicidad en una determinada sociedad.” (C-2004: 84), ese alguien está haciendo teoría (aunque no sea de la mejor.) Y podemos concluir, con el mismo Martínez Bonatti, que “la manifiesta generalidad del tema hace evidente que se trata de un estudio ‘teórico’.” (E-1972: 4-5.) Pero, en la proyección de la cita negadora de su teorización, MV sigue diciendo de su ‘hipótesis’ que: “La expongo, más que por lo que pueda valer por sí misma, para dejar en claro desde qué punto de vista, en función de qué convicciones básicas, está la aproximación al ‘caso’ y a la obra de García Márquez, y es en función de esta aproximación que debe ser juzgada aquella hipótesis y no a la inversa.” Mas no se pierda de vista lo anotado por Martínez Bonatti: ‘que para hacer teoría literaria basta una sola experiencia poética’. Pero —siempre contradictorio— MV concluye el párrafo del cual hemos hecho la cita precedente de esta manera: “Las ‘teorías’, como las ‘formas’ literarias, sólo existen cuando se encarnan en una obra concreta” (C-1983: 182-183), sin percatarse que, al decir eso, está admitiendo tácitamente que en el estudio de esa obra concreta: o está descubriendo una teoría o está aplicando otra, una de dos (no hay escapatoria.)
 
NOTAS

(1) No se pierda de vista que en esta cita hay: a) una exageración, como es eso de comparar a la novela con “la filosofía, la psicología, la sociología, la historia y las artes”, a las que superaría —en mucho— como portadora del “conocimiento totalizador y en vivo del ser humano”, y hay también b) una contradicción, puesto que si, en realidad, la novela es ‘portadora del conocimiento totalizador del ser humano’ (con una “visión integradora y un discurso asequible al profano”) y es, además, parte de la literatura ¿cómo es que ésta —la literatura— ‘no puede ser considerada como una ciencia’? Nótese, además, que en la premisa pone a la novela y en la conclusión la suprime y pone a la literatura. Es decir, una mezcla muy sui generis, que contradice, además, otra idea suya —que veremos más adelante— por la cual debe respetarse la división de la literatura por géneros.
(2) Una palabra puesta entre comillas —ortográficamente— sabemos que, entre otras cosas, implica reticencia respecto de su significado o restricción de sus alcances.
(3) En otra entrevista, MV dice: “La vocación literaria es una vocación de respuesta o de desafío a la realidad” (C-2004: 82), lo que también tiene visos de teorización. Y no otra cosa sostiene en el libro motivo de la polémica con ÁR.

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