martes, 1 de septiembre de 2015

HISTORIA



Sobre la Revolución de Túpac Amaru
 

(Novena Parte)
 

        Emilio Choy
 

DENTRO DEL PLAN DE TÚPAC AMARU, el Cusco debería caer como una manzana madura; por eso consideró no conveniente entrar al Cusco des­pués de la batalla de Sangarara. No se trataba de exterminar a los habitantes, como bien podía ocurrir, sino de entrar con todos los honores, como la consecuencia de una capitulación sin derramamiento de sangre. Una victoria militar anulaba sus esperanzas de llegar a un acuerdo con los elementos representativos de la ciudad; tal presunción se confirma con el bando que remitió a los cabildantes del Cusco el 9 de enero de 1781:

"Ayer 8 del mismo haviendose adelantado a esta tropa con el ardor que acostumbra, fueron ganando terreno sin hacer ofensa, hasta que la tropa de esa Ciudad declaró la imbación ofensiva. Las funestas consequencias que es preciso se sigan, me obligan a representar a V.S.S. me veo precisado, a ponerle a la vista me instan mis Yndios a que le conceda permiso para entrar en esa Ciudad a saco. Si así sucede, quedará arruinada y convertida en cenizas, y sus habitantes en pabeza, que es la intención que les he penetrado, pues me ofrecen entregarla a mi disposición, y que por compensativo sólo aspiran a poblarla ellos mismos sin permitir otro vecindario" (18).

El Inca a continuación explicaba que esta carta no la dictaba por el temor, y no mentía. Si el objetivo final de Túpac Amaru hubiese sido la capital cusqueña, habría entrado a ella después de Sangarara, aunque hubiese sufrido fuertes pérdidas. Pero su finalidad era de mayor alcance; las ramificaciones de su movimiento abarcaban desde territorios que hoy corresponden a la Argentina, hasta el norte de Colombia. Y una em­presa de esta magnitud, que comprendía casi toda la América Meridional española, sólo era posible llevarla a cabo con una alianza amplia de todos los sectores enemigos de la dominación española; por eso escribía: "mis amados criollos... Sólo siento de los Paysanos criollos a quienes mi ánimo es que no se les siga el menor perjuicio, sino que vivamos como her­manos y congregados en un cuerpo, destruyendo a los Europeos". Como se ve, solicitaba la congregación y la fraternidad en "un solo cuerpo" porque su ánimo no era perjudicar a los criollos, aunque era empujado en los hechos a hacer lo contrario. No debe creerse que Túpac Amaru desdeñaba a los españoles europeos; tuvo varios a su servicio; es que necesitaba con desesperación ayuda de toda fuente; recuérdese que usó a Bernardo La Madrid como embajador. El gallego Figueroa fue em­pleado como jefe de la armería y posteriormente dirigió la artillería en el cerco del Cusco, aunque se dice que malograba los fusiles y disparaba calculando no dañar a los defensores de la ciudad.

Los millares de campesinos, obrajeros y artesanos que acompañaban al Inca eran principalmente indígenas. Especialmente los primeros no lo apoyaban en forma consistente; como campesinos que eran, la duración del movimiento les impedía atender problemas personales y existía el riesgo de que abandonaran la lucha cuando sus familiares los urgieran a volver a sus tierras. Lo mismo ocurría con los obrajeros y artesanos.

El dilema que se le presentó al Inca fue grave; de un lado, para triunfar, necesitaba buscar la alianza con todas las clases, para fundir a criollos, mestizos e indígenas en un solo cuerpo; y de otro lado, estaba impelido por las masas de guerreros campesinos, de los cuales muy pocos discriminaban a los enemigos; la mayoría obraba bajo el espíritu de ven­ganza contra criollos y españoles y otros sólo buscaban el saqueo de los privilegiados para reemplazarlos como nuevos amos. La toma del Cusco en tales circunstancias habría ahondado más las divergencias entre indios y criollos. Una cosa era lo que Túpac Amaru quería, y otra, distinta, era el camino que se vio obligado a seguir. Entrar pacíficamente al Cusco, y coronarse, afianzaba la calidad y volumen de su movimiento; tomar a saco la ciudad hubiera sido una discutible victoria táctica y, para la causa revolucionaria, habría significado enterrar las esperanzas que tenía Túpac Amaru de ampliar sus fuerzas. No debe olvidarse que la posesión del Cusco era decisiva de acuerdo con la forma en que el Inca entrara en ella.

 Es muy fácil afirmar, con respecto a la toma del Cusco, como lo hace el autor de la Crónica de Melchor Paz, que

"no lo hizo al principio de su revelión o después de la derrota de Sangarara... en que sin resistencia lo huviera verificado, pues sus habitantes sobrecogidos de un temor pánico, sin armas, sin municiones, sin tropa, no pensaban en defenderse, sino en hacer fuga muchos de ambos sexos y estados temerosos del golpe que los amenazaba por salvar sus vidas".

Los hechos no fueron tan simples.

El miedo que existía en el Cusco era grande; había pánico en mu­chos de los habitantes, pero la mayoría de ellos se preparaba a entre­garla a Túpac Amaru, el Príncipe, que al decir del Dr. Sahuaraura era "como la aurora del día, se asomaba a dar libertad, y Patria a la Nación oprimida" (19).

Notas

[18] L.A. Eguiguren, ob. cit., págs. 286-287.
[19] J. Cornejo Bouroncle, ob. Cit., pág. 160.

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